TITULO: El
paisano - Viernes -15- Enero - Iznatoraf .
Viernes -15- Enero a las 22:10 horas en La 1 , foto,.
Iznatoraf,.
Iznatoraf, el último destino de 'El Paisano' Leo Harlem,.
Izanatoraf, situado al nordeste de la comarca de La Loma y Las Villas y en la cima de un gran cerro, es un de los más elevados de la provincia de Jaén. Allí estará con Isabel, una paisana que se instaló por amor en el pueblo, donde vive doblemente enamorada. Más tarde, Leo Harlem conocera a Mari Luz, otra paisana que siente tanto amor por sus plantas que lleva a su familia de cabeza.
En este pueblo rodeado de olivos, Leo se divertirá con Zocato y Paquito, dos expertos vareadores de aceitunas que le confesaran sus no tan inocentes fechorías. Mientras que Lucía, Dolores y Flora, tres señoras de risa floja, compartirán con él sus picantes temas de conversación.
Acompañando a Nono a repartir el pan, Leo recordará su faceta de panadero y Alfonso le mostrará que con dos ingredientes basta para tener una merienda de lujo.
En este paseo por Iznatoraf, Leo Harlem, visitará también la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.
TITULO: VACACIONES - EUROPA DE PELICULA -Ruta Vía de la plata - Los extremos del Duero,.
Ruta Vía de la plata - Los extremos del Duero,.
foto / En Aldeanueva del Camino descubrimos cómo se obtiene el pimentón de la Vera; en Abadía, los restos de un jardín renacentista cantado por Lope de Vega. Granadilla es un pueblo fantasma rodeado por un pantano, y Cáparra, un yacimiento arqueológico, que fue ciudad romana de la Vía de la Plata. El capítulo termina en Monfragüe, una reserva natural de extraordinario interés.
TITULO: HOSPITAL -Localidades extremeñas que comunican positivos este sábado,.
Localidades extremeñas que comunican positivos este sábado,.
foto / Extremadura
registra por segunda jornada consecutiva un descenso en el número de
positivos. La región comunica 382 contagios y dos fallecidos. El área
que más casos notifica es Badajoz, con 131; seguida por Don
Benito-Villanueva, con 95. Por localidades, la que más positivos tienen
son Badajoz, con 81; Villanueva de la Serena, 23; Don Benito, etc,.
TITULO: VUELTA AL COLE - Circo, la vida en el alambre en tiempos de coronavirus,.
Circo, la vida en el alambre en tiempos de coronavirus,.
Resiliencia. En la pandemia también
hay historias de personas que, después de vivir duros momentos
emocionales o económicos, se han levantado para seguir adelante. Cuatro
ejemplos de superación, fotos,.
Escondidas por el velo de las trágicas cifras que deja la pandemia, tanto en pérdidas de vidas como de daños económicos, existen historias de superación. Gente que toca fondo, después de ser golpeados con más dureza que la mayoría, y que sin embargo vuelve a empezar. Personas que se imponen con coraje al dolor físico y emocional. «La resiliencia es hacer frente a las adversidades sin destruirnos», explica Mireia Cabero, psicóloga y docente de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC). «Se suman dos fuerzas. La de la supervivencia innata que tienen las personas, que es un impulso natural, y la colectiva, que responde a una ética social que busca lo bueno para la comunidad. Ambas se retroalimentan».
En la forma de afrontar los traumas producidos, directa o indirectamente por la aparición del coronavirus, se encuentran asideros como el amor a los hijos, la templanza emocional, el apoyo institucional, la fe religiosa, los recursos colectivos o la terapia profesional.
Incluso en perfiles demográficos parecidos, los efectos de la pandemia han sido demoledores para una minoría, más que para sus vecinos, dependiendo de las secuelas de la covid en su salud, la palanca económica o la calificación para recibir las ayudas oficiales, el fallecimiento de seres queridos y el aislamiento social. También de su propia voluntad y la ayuda del entorno.
«Lo fundamental es que reconozcan que pueden pedir ayuda», sostiene Mar Echenique, responsable de Salud Mental de Cruz Roja, quien estima que la atención que presta la organización le resulta útil a más del 90% de sus beneficiarios. No obstante, los «casos terribles» pueden necesitar entre tres y seis meses de terapia para lograr la recuperación emocional. «Los afectados deben tener conciencia de que les ha tocado vivir algo muy doloroso, y que hay mecanismos profesionales para ayudarles».
Frente a la crisis, los resilientes logran romper incluso con inercias problemáticas anteriores. En esos casos, la pandemia ha servido de detonante. «Son más los que resignifican su vida que los que tiran la toalla», sostiene Cabero. «El aprendizaje individual, la ayuda social y económica y la salud son elementos que se juntan para que una persona reaccione».
Con la pandemia, se quedó sin sustento. Andrea trabajaba de «camarera de salón y barra», sin contrato. No se benefició de las medidas del Gobierno y no pudo seguir pagando la habitación en la que vivía. Un tiempo atrás había dejado a sus dos hijos menores de ocho y nueve años con una familia de acogida. «Yo no tenía nada», resume Andrea, de 48 años y madre de otros dos hijos mayores.
Desde diciembre mantenía una relación con un hombre «muy majo» que le ofreció casa en un chalet en las afueras de la ciudad donde vive. «Por la desesperación de no tener dónde dormir» lo visitó el cuarto día de confinamiento. «Me insultaba, quería quitarme el móvil y llegó a darme una patada», cuenta Andrea, que lo denunció y logró una orden de alejamiento. Él se disculpó y ella volvió a visitarle a mediados de marzo. «Me convenció». Durante tres días él le repitió que tenía miedo a perderla. Al cuarto, puso una cadena en la puerta.
Atada de pies y manos
«Me pegó con un hierro», recuerda Andrea, que aporta un nombre ficticio por razones seguridad. «Como veía que chillaba, me tapó la boca con calcetines, me tiró al suelo, me ató con alambre las manos y los pies. Con la música muy alta, desde el mediodía me dio con una cadena, un mazo de albañilería, las botas de hierro y una espada medieval. Estuvo con mi teléfono como si fuera yo, me amenazaba, me metió en un trastero. Me cogía de los pelos y me daba con la cabeza al suelo, y sólo me decía: con lo que te quería, te voy a tener que matar». Ella suplicaba. «Lo que me daba más pena era no poder ver más a mis hijos», asegura. El agresor envió un mensaje de texto de despedida a la mujer que cuidaba a sus dos «nenes», diciendo que ella se iba a suicidar.
Después le dijo lo que le haría: la llevaría hasta un foso del campo donde se arrojan escombros y la golpearía con un palo con clavos para que se desangrara. Cuando la subía al coche, ella logró escapar. «Corrí», dice. «Siempre pensé en mis hijos». Una vecina la auxilió. La Guardia Civil arrestó al agresor. Dentro del programa de víctimas de violencia de género de su comunidad autónoma, espera que empiece el juicio contra su torturador, cuida a una anciana a cambio de vivienda y ahorra para alquilar una habitación. «Tengo mucho miedo pero sigo por mis dos hijos pequeños», afirma.
«He vuelto a mis orígenes para seguir luchando»
La caída a los infiernos de David López-Espada, un reputado impresor de fotografía, no tuvo escalas. Sometido a diálisis desde hace seis años, la covid derivó en una neumonía bilateral y, el día que se declaró el confinamiento, ingresó en el Gregorio Marañón, de Madrid. Fue el primer paciente aislado en la zona de trasplantados. Llegó a requerir asistencia respiratoria y a probar medicamentos experimentales. «Empezó a morirse la gente y mi hijo no podía venir a visitarme», rememora. «Lo que vivía en el hospital lo veía por televisión. Yo me dije: tengo que vivir, no voy a caer en ésta».
Cuando le dieron el alta, su madre, alojada en una residencia de Leganés, había enfermado también. Ni él ni su hermano podían visitarla, y les dijeron que se prepararan para lo peor. «No sabíamos qué hacer, quisimos verla y fue imposible. La dejaron morir», acusa David, de 52 años. «En tres días la incineramos, solos mi hermano y yo».
«No había trabajo»
El mes de abril comenzaba. «Cuando entré en el hospital no se había puesto en marcha ninguna medida económica», señala David, que intentó reabrir su estudio fotográfico, desatendido durante su convalecencia y después clausurado por las estrictas medidas sanitarias. «Cuando pudimos volver, no había trabajo. Tuve que cerrar mi negocio después de seis meses sin ingresos». Las ayudas a autónomos que recibió apenas alcanzaron para cubrir una quincena de alquiler del local.
«Decidí hacerme pequeño para poder resurgir», explica David, que regresó a su antigua sede comercial para compartir espacio cerca del madrileño parque del Retiro. «Busqué ahorrar costes. Tenemos que unirnos para salir adelante. Sobreviví al virus pero también tengo que ver la parte económica. Tienes que preocuparte por tu hijo, tu casa, tu comida. No he podido llorar a mi madre».
David se separó de su pareja en junio y se mudó a su barrio de la niñez fuera de Madrid, en Leganés. «He vuelto a mis orígenes para seguir luchando», sentencia. «He ido a un sitio donde siempre me he sentido seguro. Mis amigos me dijeron: te estábamos esperando. Estoy encantado. Antes quería salir, viajar, volar... y ahora estoy más unido a mi familia. Pienso que en enero, con la vacuna, la situación va a volver a cambiar».
«Dios nos hace pruebas difíciles a las personas fuertes»
Recibió la primera de las fatídicas llamadas a principios de marzo. Desde su Ecuador natal le avisaban que su hijo Pablo, de 42 años, había fallecido por el covid. «A mi hijo lo incineraron en plena calle», asegura Luz América, que en ese momento se derrumbó y lloró, aunque asegura que no le gusta mostrar ninguna debilidad. «Dios nos hace pruebas difíciles a las personas fuertes», dice esta mujer de 66 años y férrea fe cristiana, que emigró a España hace más de dos décadas.
Las desgracias en su vida se han ido acumulando y ella las cuenta «porque le sirve de terapia». A los ocho años sufrió una agresión sexual, unos meses después la «casaron a la fuerza con un hombre de 60», y vivió bajo el maltrato continuado de ese marido que «era muy cariñoso con el puño cerrado». Enviudó y emigró a España. Establecida en Alicante, sin pareja ni hipoteca este año había planeado viajar en septiembre para visitar a sus nietos.
Varias enfermedades
El sueño se esfumó en verano cuando contrajo la covid. Aquejada de varias enfermedades crónicas, «con un marcapasos y un solo riñón», se tumbó en su casa, sola, y se automedicó una receta de su abuela a base de limón, «usada para las paperas».
Con el dolor de la pérdida por su hijo Pablo y la incertidumbre ante una crisis que agudiza su ya precaria situación de pobreza y soledad, esta mujer que participa en los talleres de Bienestar Personal de la Cruz Roja decidió volcarse en sus compañeros. «Me llaman Mamá Luz».
«Sigo adelante», dice Luz América. Para levantarse con entusiasmo cada mañana, confiesa un truco que levanta su autoestima. «Cuando estoy en el espejo, Luz está de un lado y América, del otro. Entonces una dice a la otra: qué guapa soy. Después se da media vuelta, y la otra responde: y qué culito tan mono tengo».
A principios de noviembre, recibió otras dos llamadas desoladoras desde Ecuador. «Un domingo, me avisaron que había fallecido mi nieto de diez años por el coronavirus y el jueves me dijeron que también había muerto el de tres años», dice y entona un lamento compuesto por ella, donde expresa su esperanza del reencuentro. Creyente, Luz alivia el luto con el activismo religioso. «Dios te da el respaldo para empezar de nuevo», se lee en uno de sus muchos mensajes de WhatsApp.
«No sé si tengo futuro pero espero tener una vida estable»
En los días del confinamiento más duro, Manuel, de 36 años y enganchado a la cocaína, se dirigió a la policía de Vitoria para avisar que empezaría una vida de vagabundo. «Me voy al cuartel a comentarles que me iban a ver por la calle, que no tenía dónde ir», recuerda. «Llamaron a una ambulancia. Me veían que estaba muy alterado, y me dijeron que así me podían ayudar. Me llevaron a un hospital, y me derivaron a una asistenta social que me dijo que en el calle no podía estar, que era una situación de riesgo».
Con un largo historial de adicciones a las drogas y diagnosticado de esquizofrenia y depresión, Manuel había comenzado a vivir con su hermana con la aparición del coronavirus. Ella, dos años mayor, ya le había provisto de techo en varias ocasiones. «Ahí empiezo a creerme lo del virus, a cuenta de la televisión. Yo salía lo justo porque estábamos confinados en casa. Nos dejaban salir a la compra y poco más. Yo seguía con el consumo de cocaína, que compraba a conocidos», sostiene.
'Porrillos' a los 13 años
Al mes y medio de confinamiento, ella perdió su empleo en el sector de la hostelería. «No pudo seguir haciéndose cargo de sus hijos y de mí al mismo tiempo», reconoce Manuel, que empezó a consumir «porrillos» a los 13 años en Barakaldo «por quitarme problemas, y luego de todo... éxtasis, que era lo que estaba de moda». Desde entonces ha tenido periodos «limpio» de hasta siete años y otros al raso.
Del hospital pasó a un albergue instalado en el frontón de la ciudad. Allí conoció el amor. Ella, como él, vivía en la calle. «Me dio un masaje y me gustó, y pues pasó lo que pasó», dice. Ambos se apuntaron a un programa de la Cruz Roja, donde les ayudaron a encontrar techo juntos, en parte gracias a la pensión de discapacidad de él. «Ha sido bastante bonito pero se ha acabado».
Ahora Manuel acude cada día a una terapia de desintoxicación y vive en un camping. La pandemia le ha dado una nueva oportunidad, reconoce. «Entre las 11:30 y la 1:30 hago manualidades, estoy entretenido, charlo con una psicóloga», relata. «Quisiera no tener que depender de una sustancia para ser feliz. No sé si tengo futuro pero espero estar recuperado y tener una vida estable. Yo creo que después de la pandemia vamos a ser más humanidad. En mi caso ha sido así».
TITULO: EN PRIMER PLANO - A FONDO - REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - En la tuya o en la mía - Miercoles -20- Enero - Pandillas y familias comparten las cañas en mesas separadas,.
En la tuya o en la mía - Miercoles -20- Enero ,.
En la tuya o en la mía', presentado por Bertín Osborne, acerca a los espectadores el lado más desconocido de personajes relevantes de diversos ámbitos. Durante aproximadamente una hora, los telespectadores tienen la oportunidad de conocer mejor al invitado y también al propio Bertín Osborne, en La 1 a las 22:30, el miercoles -20- Enero , etc.
EN PRIMER PLANO - A FONDO - REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA -Pandillas y familias comparten las cañas en mesas separadas,.
Pandillas y familias comparten las cañas en mesas separadas,.
La limitación de cuatro personas por mesa en los bares no resta público a las terrazas que se llenaron en el primer fin de semana del año,.
Noelia
está en una mesa hablando con Carlos, que está sentado en la mesa
contigua. Son de la misma pandilla de amigos que han quedado para
tomarse las cañas en una de las terrazas de la Plaza de España de
Badajoz. En total son ocho pero no pueden tomarse las cervezas juntos,
la nueva limitación de cuatro personas en mesa como máximo en bares,.
La vicepresidenta del Consell Mónica Oltra ha apostado por tomar medidas restrictivas estrictas en los últimos meses del año, aunque ello suponga la posibilidad de tener que sacrificar la Navidad tal cual la conocemos hasta ahora. Oltra considera que es un error marcar límites para el final de la pandemia con planteamientos de intentar «salvar el verano» o «salvar la Navidad» porque de lo que se trata es en estos momentos es de «salvar vidas», ya que «sin vidas no habrá Navidad».
Sobre las fiestas navideñas, Oltra (Compromís) ha enfatizado: «Salvar la Navidad es que esté todo el mundo en la mesa aunque no podamos estar en la misma: es que nadie falte en la mesa. Si tenemos que estar en mesas separadas, ya vendrán otras Navidades».
De lo contrario, ha alertado que se puede generar «un pozo de tristeza, melancolía y desesperanza en la gente, que cuando cree que se acaba la pandemia vuelve a empezar». «Lo que tenemos que hacer es acabar», ha reivindicado, porque «más vale una vez 'colorao' que ciento amarillo» y «la gente quiere ver ya el final del túnel».
TITULO: EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes -22-Enero -Cada vez más indefensos, cada vez más solos ,.
MI CASA ES LA TUYA - VIERNES-22-Enero,.
MI CASA ES LA TUYA - VIERNES-22-Enero,.
acerca a los espectadores el lado más desconocido de personajes relevantes de diversos ámbitos. Durante aproximadamente una hora, los telespectadores tienen la oportunidad de conocer mejor al invitado y también al propio Bertín Osborne, en Telecinco a las 22:00, el viernes - 22-Enero ,etc.
EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes -22-Enero - Cada vez más indefensos, cada vez más solos ,.
Cada vez más indefensos, cada vez más solos,.
foto / Entro en mi sucursal bancaria de toda la vida, que es una oficina pequeña situada en un barrio de Madrid –cada cual tiene sus lealtades– y veo a Manolo, el cajero, atendiendo en la ventanilla a una señora embarazada, a Pepe, el director, recibiendo en su minúsculo despacho a un matrimonio de cierta edad, y a Paco, el único empleado, explicándole a una abuela cómo recuperar un fondo de pensiones. Me quedo de pie, pues no hay dónde sentarse, esperando turno mientras observo la paciencia con que los tres encargados de la oficina –en treinta años los han reducido de una docena a los tres de ahora– atienden a los vecinos; y cómo éstos, muchos de avanzada edad, se dirigen a ellos como si fueran de la familia, con una confianza enternecedora, seguros de que están recibiendo las mejores explicaciones y consejos posibles de aquellos a quienes confían sus ahorros, inquietudes y esperanzas. Su humilde presente y su incierto futuro.
Miro alrededor y me pregunto cuánto va a durar. Durante cuánto tiempo los vecinos del barrio, la gente trabajadora y de condición modesta, y sobre todo los de más edad, podrán todavía situarse ante esos tres rostros amables, conocidos, en los que confían para gestionar sus cuentas. La rapacidad y codicia de las grandes firmas bancarias, su despiadada búsqueda ciega de beneficios a toda costa, lleva tiempo liquidando estas pequeñas sucursales, esos reductos donde la humanidad todavía es factor decisivo. Donde el cliente encuentra un rostro, una conversación, un consejero y a veces un amigo.
Cada vez que se saluda con trompetazos la fusión de dos grandes entidades bancarias, la experiencia hace que te preguntes cuántas sucursales sacrificadas significa eso, cuántos empleados van a ir a la calle, cuántos abuelos se quedarán sin su Pepe, sin su Paco, sin su Manolo. Cuántos clientes serán condenados a peregrinar a otra oficina lejana hasta que también ésa sea clausurada, al servicio de caja que ya cierra ¡a las 11,30 de la mañana! y pronto será inexistente, al frío cajero automático, a la comunicación bancaria que te informa de que en adelante no habrá más comunicaciones por correo, y avisa al pobre abuelete de que si no aprende a manejar claves, contraseñas y aplicaciones de un teléfono móvil de última generación, o si no tiene un nieto o un hijo que sepan moverse por Internet y se ocupen de eso, en adelante lo va a atender el banco de Rita la Cantaora.
Es asombroso el silencio cómplice de los medios informativos, incluso la sumisión de los clientes, ante la impunidad con que los bancos reducen gastos y procuran mantener intactos sus beneficios. Siempre fue así, por supuesto; nunca una entidad bancaria buscó el bien de la humanidad. Tales son las reglas, y se aceptan. Pero la actual falta de pudor, el modo infame con que, pretextando facilitar el servicio, acorralan a quienes no tienen más remedio que confiarles su dinero, tiene cada vez menos límites. En esta España donde el expolio sistemático por parte de Hacienda impide a un trabajador guardar en su casa el dinero que gana y pagar con él lo que desee, donde hasta sacar dinero de la propia cuenta bancaria y dárselo a un hijo se ve penalizado con impuestos, donde no sólo no cobra intereses el depositante, sino que pronto deberá pagarlos para que le ingresen la nómina, donde se obliga a usar tarjetas de crédito y operar vía Internet con el riesgo y la vulnerabilidad que eso implica, donde ningún banco se compromete a reembolsar el total de una cuenta corriente cuando todo se vaya al carajo, la indefensión de los usuarios es total y la impunidad de las entidades, absoluta. Nadie les pone límites, nadie les para los pies, nadie los obliga a garantizar servicios elementales, atención razonablemente humana, seguridad operativa para quienes, privados de otra opción, se ven obligados a confiarles sus ahorros.
Tal es el triste presente, y todo indica que irá a más. A peor. Atados a una madeja de contraseñas, toques en móviles, aplicaciones que convierten en un calvario lo que antes se solventaba en una sucursal mediante un rato de espera, un papel y una firma, obligados a moverse por un mundo virtual que ni conocen ni les interesa conocer, millones de abuelos, y no tan abuelos, miran hoy desconcertados la pantalla de un teléfono móvil con las siglas de un banco a cuyos accionistas, gerentes y técnicos, ajenos a la realidad inmediata de la vida, les importan literalmente un carajo. Y que, para más recochineo, te tutean en sus comunicaciones en plan compadre y oye, chaval, como si alguna vez hubieseis tomado copas juntos. Los hijos de la grandísima puta.
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