DESAYUNO CENA FIN DOMINGO - REVISTA BLANCO Y NEGRO - Futbol - España -4- Ucrania -0- ,. ,. , fotos,.
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Ramos y Ansu tienen estrella,.
La Selección, que ya es líder, tuma a Ucrania en Valdebebas con dos goles del capitán, uno del brillante extremo del Barça y otro de Ferran Torres.
Lo cierto es que Ansu Fati casi no nos dejó ni sentarnos en el sillón. Al minuto y veinte segundos, el azulgrana recibe junto a la cal, dribla a Tymchyk y emprende carrera hacia portería, encara con dos fintas a Kryvtsov y en la última, tocándosela de tacón, deja compuesto y sin novia al rival. Penalti. Inapelable. En un minuto y veinte segundos el precio de la entrada ya estaba amortizado… si es que hubiera habido ocasión de comprar entrada. También ahí, el COVID nos pega patadas.
El penalti lo transformó Sergio Ramos, quién si no, en una suerte de semi Panenka que a punto estuvo de parar Pyatov. Era el penalti más tempranero en los 704 partidos que ha disputado la Selección española a lo largo de la historia, lo que da ocasión al defensa (o lo que sea) de Camas de figurar en un nuevo capítulo en el libro de los récords de La Roja.
El gol no intimidó a Ucrania, salvo quizá a Tymchyk y Kryvtsov, que es lógico que aún le estuvieran dando vueltas a esa cometa que un par de minutos antes había zigzagueado entre sus piernas en forma de Ansu Fati. Kharatin, que formaba en la media en lugar de Stepanenko (titular ante Suiza), escoltaba a Zinchenko, llamado a ser la llave con la que abrir la defensa española. Pero La Roja abortaba ese flujo de juego. Sin balones para Yaremchuk y Yarmolenko, gran parte del peligro ucraniano quedaba desactivado. En realidad, la presión española comenzaba mucho más arriba, con Olmo, Gerard Moreno y Ansu ahogando la salida con balón de los centrales.
Poco a poco las piezas de Luis Enrique encajaban. Y no era fácil. Es de aplaudir la decisión del asturiano de probar hasta dar con la tecla. Si ha diseñado una convocatoria como esta, rompedora, con tanta cara nueva y hambre por hacer buen fútbol, es lógico que mueva jugadores de un partido a otro. Ayer alineó hasta seis novedades respecto al equipo que empató el jueves en Alemania. Si hay tanto fondo de armario, habrá que lucirlo… Hay una segunda lectura a esa remodelación, la que dice que el seleccionador se ve obligado a tantos cambios por la altura de temporada en la que nos encontramos y lo atípico de combinar el fútbol con ese COVID que desde hace unos meses es el peor rival al que enfrentarnos.
Reguilón debutaba con La Roja en detrimento del goleador Gayà. Merino y Rodri se incorporaban al centro del campo y arriba, el domingo nos había regalado una delantera inédita: Dani Olmo, Gerard Moreno y Ansu Fati. Funcionaron bien los tres, asociados en la presión y combinativos con la segunda línea ofensiva del equipo. De ese modo el partido iba teniendo una sola voz, la de España. Y también una sola cabeza. Justo cuando Shevchenko gesticulaba en señal inequívoca de descontento, Ramos cabeceó a gol un centro de Olmo. Suponía su doblete y para mayor alegría de Luis Enrique y todos los que forman parte de su proyecto, el fruto de la estrategia y de todas esas reuniones ante la pizarra y el vídeo. Deparaba, además, otra pincelada de esas con las que Ramos te deja boquiabierto: se convertía en el octavo máximo goleador (23) de la historia de la Selección igualando a un tal... Alfredo Di Stéfano. Lo dicho, va a récord por tatuaje.
El 2-0 hizo daño a Ucrania. Shevchenko negaba con la cabeza y más aún cuatro minutos después, cuando Ansu Fati batía de nuevo a Pyatov con un derechazo desde la frontal del área. Gol y mucho más que eso. Un mordisco a la historia, pues con ese tanto el barcelonista se convertía en el jugador más joven en marcar con España. A sus 17 años y 311 días batía un récord que se remontaba a hace 95 años: desde que Juan Errazquin marcara en 1925 ante Suiza con 18 años y 344 días.
El resultado ya estaba cantado y tuvimos que esperar al minuto 40 para asistir al primer disparo a puerta de Ucrania. Mykhaylichenko fue su autor, un zurdazo que paró en dos tiempos De Gea, de nuevo titular. Era un modo de salvar el honor, pero poco más. El resultado estaba cantado y la segunda parte fue un mero trámite finalizado con una noticia buena y otra mala: el golazo de Ferran Torres, que había entrado en sustitución de Gerard Moreno. La noche se cerraba con el liderato de España en la Nations League y un chaval de 17 años abandonando el césped de Valdebebas con cara de habérselo pasado en grande. Como todos.
TITULO: Las rutas Capone -El viaje inacabado de Bakari hacia el sueño europeo.
El viaje inacabado de Bakari hacia el sueño europeo.
El drama de las pateras. El control del Mediterráneo recrudece la 'ruta canaria' de la inmigración, la vía más peligrosa, que solo en agosto se ha cobrado más de cien vidas,.
Se
acaban de cumplir 26 años desde que la primera patera llegó a Canarias.
Arribó a Fuerteventura y en ella viajaban dos saharauis. Desde
entonces, más de 100.000 hombres y mujeres (bebés, niños, jóvenes y
mayores) procedentes de África han alcanzado las costas de las islas,
pero muchos miles se han dejado la vida en el camino. Y agosto ha
resultado especialmente trágico. Solo en los primeros 20 días se han
contado 70 fallecidos en cayucos.
Bakari (40 años) es uno de los que han sobrevivido a la travesía en estas endebles barcazas. Él, como miles de inmigrantes, tiene una historia que contar sobre lo que dejó en su país, Malí, y los motivos que le llevaron a navegar hacia un sueño europeo, hoy con más incertidumbres que certezas. Pasó una semana acurrucado en una patera hasta alcanzar Gran Canaria. Galletas y 60 botellas de agua para 20 personas eran todas sus provisiones. Llegó con lo puesto. Ni más ropa que un pantalón y un jersey, ni teléfono móvil, ni cualquier otra pertenencia. De eso hace cinco meses. Pero su viaje aún no ha finalizado. Quiere llegar a Madrid, donde tiene amigos, y trabajar «en lo que sea».
Bakari es uno de los casi cuatro mil inmigrantes que han arribado a las islas entre enero y agosto, una cifra que según los datos del Ministerio del Interior ha supuesto un incremento del 719% respecto al mismo periodo de 2019. Otros no han podido contarlo. En torno a 360 personas han muerto en el último año sin poder alcanzar Europa, el triple que el año anterior, según la Organización de Naciones Unidas para las Migraciones (OIM). Casi un fallecido al día en esta ruta arriesgada y letal. La estadística revela que por cada diez personas que han llegado al archipiélago canario, ha muerto una. Agosto ha sido especialmente dramático. A los 70 cadáveres rescatados -en 48 horas llegaron 20 cuerpos en dos pateras-, se suman 63 rostros que se tragó el mar y han sido dados por desaparecidos.
Lejos quedan los 32.000 inmigrantes que llegaron en 2006, el año de la 'crisis de los cayucos', pero el repunte es una realidad desde finales del verano pasado. El férreo control del Mediterráneo por la presión de los refugiados sirios ha vuelto a abrir la puerta a la ruta atlántica, con trayectos mucho más largos (hasta de 1.800 kilómetros, como han llegado a cubrir inmigrantes de Gambia) y peligrosos para estas frágiles embarcaciones, como delatan las tremendas cifras de fallecidos.
En un precario francés (su idioma materno es el soninké, una de las etnias de Malí), Bakari admite que tuvo suerte. Tanto él como sus compañeros llegaron en buen estado, aunque padece una ligera cojera como consecuencia de las lesiones que sufrió durante el viaje. Salió de su región, Kayes, y tras dos días en coche alcanzó un puerto senegalés. «Es lo que tenía que hacer», insiste. Sin trabajo ni formación, y en un país azotado por la violencia, está convencido de que emigrar era la única salida. «Allí no se puede estar tranquilo». Y allí dejó cuatro hijos con los que apenas logra tener contacto. En la travesía le acompañaron 20 personas y el miedo. «Cada noche», confiesa ahora mirando al Atlántico que se ha tragado a tantos compatriotas, «pensé que iba a morir». Sobre todo en los días en que el viento arreciaba y las olas «se metían dentro». Recuerda que «todos se vomitaban encima, pero nadie se movía». No hubieran podido. Se lo impedían los calambres y el entumecimiento por permanecer durante una semana en la misma posición, incluso para dormir. Las galletas y el agua se acabaron a los cuatro días de salir. Pero peor que la falta de comida, era el cansancio y el cuerpo dolorido por no moverse durante una eternidad de horas.
La barcaza de Bakari tardó siete días en cubrir los 1.400 kilómetros que separan Dakar de Canarias. «Allí había mucha gente esperando para salir». Él encontró a un desconocido que quiso «hacerle un favor». Es poco probable que viajara gratis, pero se resiste a contar cuánto pagó. El coste de un 'billete' (a malvivir en Europa o a la agónica muerte en el agua) oscila entre los 600 y los 2.500 euros. El sueldo medio en Malí no supera los 90 euros.
Aunque lo más frecuente es que estas embarcaciones partan de Marruecos -Tarfaya, a 100 kilómetros, es el punto más cercano al archipiélago canario- la presión policial ha ido derivando las salidas hacia el sur, o sea cada vez más lejos. El negocio de unos y la desesperación de otros posibilita que partan cayucos desde Nuadibú, a 760 kilómetros, Dakar, e incluso desde Gambia.
El repunte en la llegada de inmigrantes ya fue evidente a finales del verano pasado y no ha parado de crecer desde entonces, aunque la Delegación del Gobierno en Canarias espera una importante aumento en el último trimestre del año. La preocupación por este fenómeno al alza, y por la saturación de espacios de acogida, llevó al Gobierno insular a pedir una reunión al más alto nivel con Interior. El encuentro se produjo en febrero, con escasos resultados tangibles. Inmigrantes durmiendo en colchonetas en el suelo de una nave portuaria, madres con bebés en los calabozos de una comisaría o 72 personas 'tiradas' durante casi cuatro días en un muelle escenifican la evidencia más grave de esta falta de instalaciones y de las dificultades para conseguir recursos de atención adecuados.
La situación se ha visto agravada con la crisis sanitaria y la obligación de pasar una cuarentena. Ello implica que no pueden mezclarse personas de pateras distintas, un escollo más a la hora de disponer de lugares para la acogida. El 90% de los espacios en los que están instalados los inmigrantes pertenecen a la comunidad autónoma, los cabildos o los ayuntamientos, y son sobre todo residencias escolares, polideportivos o albergues. El problema añadido es que los inmigrantes llegan a las islas, pero no pueden salir. A la suspensión de las repatriaciones por la pandemia se suma la política del Estado de anular las derivaciones a otras comunidades, y a Europa para evitar el 'efecto llamada'. Las ONG rebaten esta postura. Desde CEAR -y en una opinión compartida por el Gobierno canario, presidido por el socialista Ángel Víctor Torres- se reitera que se debe facilitar su tránsito al continente. Canarias es solo un paso hacia el destino final de su viaje. De otra forma, las islas terminarán convirtiéndose en un «tapón» en el que no importan cuántas plazas de acogida se creen. Todas acabarán ocupándose.
Estos jóvenes son dos de los 707 menores extranjeros no acompañados (menas) que se encuentran bajo la tutela de la comunidad autónoma de Canarias. Son fundamentalmente subsaharianos varones y la mayoría reside en centros de los cabildos, aunque el repunte migratorio ha obligado a la Consejería de Derechos Sociales a buscar espacios propios y en estos momentos gestiona de manera directa la acogida de casi la mitad de estos chicos.
Mamoudou y Abou están alojados con otros 34 jóvenes en el albergue del municipio de Tejeda (Las Palmas de Gran Canaria), gestionado por la ONG Mundo Nuevo. Allí ocupan la mayor parte de este tiempo de verano en clases de alfabetización, talleres y partidillos de fútbol.
Pero no están aquí para eso. A pesar de su edad, su objetivo es trabajar. Para eso se fueron de su casa. Mamoudou dejó a sus padres y a dos hermanos en Malí. Su padre pagó 1.000 euros por un 'puesto' en una patera. Una barcaza en la que estuvo 11 días con otras 45 personas sin poder estirar las piernas. El mareante olor a gasoil y a vómito, dice, le impedían comer o beber. Igual le ocurrió a Abou, quien señala además que el movimiento de la patera no le permitió dormir. Llegaron a la costa por sus propios medios y los atendieron los vecinos. Él mismo llamó a la policía para entregarse. «No tenía dinero, ni ropa, ni conocía a nadie. No sé qué podía hacer».
Este joven, que vivía con su tío y no estudiaba «porque no tenía dinero», era ayudante en un taller y aprendía a conducir. Es lo que quiere hacer en España. «Mecánico de camiones». Mamoudou en cambio desea estudiar y ser profesor. Es una excepción entre los que arriban a las islas. Ángel Santana, el director del centro, apunta que «muchos ven los estudios como una pérdida de tiempo. Lo que quieren es trabajar, enviar dinero a su casa y disponer de su vida».
Después de siete meses en acogida, aseguran que están «un poco hartos de no hacer nada». Pero si pudieran aconsejar a sus hermanos o amigos, les dirían «que se queden allí». Abou reflexiona: «Venir hasta aquí... ¿para ir a dónde?».
Bakari (40 años) es uno de los que han sobrevivido a la travesía en estas endebles barcazas. Él, como miles de inmigrantes, tiene una historia que contar sobre lo que dejó en su país, Malí, y los motivos que le llevaron a navegar hacia un sueño europeo, hoy con más incertidumbres que certezas. Pasó una semana acurrucado en una patera hasta alcanzar Gran Canaria. Galletas y 60 botellas de agua para 20 personas eran todas sus provisiones. Llegó con lo puesto. Ni más ropa que un pantalón y un jersey, ni teléfono móvil, ni cualquier otra pertenencia. De eso hace cinco meses. Pero su viaje aún no ha finalizado. Quiere llegar a Madrid, donde tiene amigos, y trabajar «en lo que sea».
Bakari es uno de los casi cuatro mil inmigrantes que han arribado a las islas entre enero y agosto, una cifra que según los datos del Ministerio del Interior ha supuesto un incremento del 719% respecto al mismo periodo de 2019. Otros no han podido contarlo. En torno a 360 personas han muerto en el último año sin poder alcanzar Europa, el triple que el año anterior, según la Organización de Naciones Unidas para las Migraciones (OIM). Casi un fallecido al día en esta ruta arriesgada y letal. La estadística revela que por cada diez personas que han llegado al archipiélago canario, ha muerto una. Agosto ha sido especialmente dramático. A los 70 cadáveres rescatados -en 48 horas llegaron 20 cuerpos en dos pateras-, se suman 63 rostros que se tragó el mar y han sido dados por desaparecidos.
Lejos quedan los 32.000 inmigrantes que llegaron en 2006, el año de la 'crisis de los cayucos', pero el repunte es una realidad desde finales del verano pasado. El férreo control del Mediterráneo por la presión de los refugiados sirios ha vuelto a abrir la puerta a la ruta atlántica, con trayectos mucho más largos (hasta de 1.800 kilómetros, como han llegado a cubrir inmigrantes de Gambia) y peligrosos para estas frágiles embarcaciones, como delatan las tremendas cifras de fallecidos.
En un precario francés (su idioma materno es el soninké, una de las etnias de Malí), Bakari admite que tuvo suerte. Tanto él como sus compañeros llegaron en buen estado, aunque padece una ligera cojera como consecuencia de las lesiones que sufrió durante el viaje. Salió de su región, Kayes, y tras dos días en coche alcanzó un puerto senegalés. «Es lo que tenía que hacer», insiste. Sin trabajo ni formación, y en un país azotado por la violencia, está convencido de que emigrar era la única salida. «Allí no se puede estar tranquilo». Y allí dejó cuatro hijos con los que apenas logra tener contacto. En la travesía le acompañaron 20 personas y el miedo. «Cada noche», confiesa ahora mirando al Atlántico que se ha tragado a tantos compatriotas, «pensé que iba a morir». Sobre todo en los días en que el viento arreciaba y las olas «se metían dentro». Recuerda que «todos se vomitaban encima, pero nadie se movía». No hubieran podido. Se lo impedían los calambres y el entumecimiento por permanecer durante una semana en la misma posición, incluso para dormir. Las galletas y el agua se acabaron a los cuatro días de salir. Pero peor que la falta de comida, era el cansancio y el cuerpo dolorido por no moverse durante una eternidad de horas.
2.500 euros por un 'billete'
Insiste en que quiere llegar a Madrid donde aspira a conseguir un empleo «de lo que sea» para tener la vida que vino a buscar. «Cualquier trabajo es bueno». De momento, sigue en un centro de acogida en Las Palmas de Gran Canaria a pesar de que, asegura, tiene papeles de solicitante de asilo e incluso compró un billete de avión, pero «la policía no me dejó salir».La barcaza de Bakari tardó siete días en cubrir los 1.400 kilómetros que separan Dakar de Canarias. «Allí había mucha gente esperando para salir». Él encontró a un desconocido que quiso «hacerle un favor». Es poco probable que viajara gratis, pero se resiste a contar cuánto pagó. El coste de un 'billete' (a malvivir en Europa o a la agónica muerte en el agua) oscila entre los 600 y los 2.500 euros. El sueldo medio en Malí no supera los 90 euros.
Aunque lo más frecuente es que estas embarcaciones partan de Marruecos -Tarfaya, a 100 kilómetros, es el punto más cercano al archipiélago canario- la presión policial ha ido derivando las salidas hacia el sur, o sea cada vez más lejos. El negocio de unos y la desesperación de otros posibilita que partan cayucos desde Nuadibú, a 760 kilómetros, Dakar, e incluso desde Gambia.
El repunte en la llegada de inmigrantes ya fue evidente a finales del verano pasado y no ha parado de crecer desde entonces, aunque la Delegación del Gobierno en Canarias espera una importante aumento en el último trimestre del año. La preocupación por este fenómeno al alza, y por la saturación de espacios de acogida, llevó al Gobierno insular a pedir una reunión al más alto nivel con Interior. El encuentro se produjo en febrero, con escasos resultados tangibles. Inmigrantes durmiendo en colchonetas en el suelo de una nave portuaria, madres con bebés en los calabozos de una comisaría o 72 personas 'tiradas' durante casi cuatro días en un muelle escenifican la evidencia más grave de esta falta de instalaciones y de las dificultades para conseguir recursos de atención adecuados.
La situación se ha visto agravada con la crisis sanitaria y la obligación de pasar una cuarentena. Ello implica que no pueden mezclarse personas de pateras distintas, un escollo más a la hora de disponer de lugares para la acogida. El 90% de los espacios en los que están instalados los inmigrantes pertenecen a la comunidad autónoma, los cabildos o los ayuntamientos, y son sobre todo residencias escolares, polideportivos o albergues. El problema añadido es que los inmigrantes llegan a las islas, pero no pueden salir. A la suspensión de las repatriaciones por la pandemia se suma la política del Estado de anular las derivaciones a otras comunidades, y a Europa para evitar el 'efecto llamada'. Las ONG rebaten esta postura. Desde CEAR -y en una opinión compartida por el Gobierno canario, presidido por el socialista Ángel Víctor Torres- se reitera que se debe facilitar su tránsito al continente. Canarias es solo un paso hacia el destino final de su viaje. De otra forma, las islas terminarán convirtiéndose en un «tapón» en el que no importan cuántas plazas de acogida se creen. Todas acabarán ocupándose.
La compleja tarea de tutelar a 707 menores que llegaron solos a las islas,.
Mamoudou (nombre ficticio) tiene 15 años y sabe nadar «un poquito». Ni una cosa ni otra fueron obstáculo para que este maliense dejara su país y su familia, y se subiera a una patera para atravesar el Atlántico sin pensárselo dos veces. Su destino era la España peninsular, pero siete meses después sigue en Canarias, un lugar del que no había oído hablar. En las mismas circunstancias se encuentra Abou (tampoco corresponde a su filiación real por tratarse de un menor), de 16 años y procedente de Costa de Marfil. Ambos llegaron a Gran Canaria a principios de año y continúan esperando el resultado de las pruebas que certifiquen su edad. Un proceso que ya era muy lento y que la pandemia ha ralentizado aún más.Estos jóvenes son dos de los 707 menores extranjeros no acompañados (menas) que se encuentran bajo la tutela de la comunidad autónoma de Canarias. Son fundamentalmente subsaharianos varones y la mayoría reside en centros de los cabildos, aunque el repunte migratorio ha obligado a la Consejería de Derechos Sociales a buscar espacios propios y en estos momentos gestiona de manera directa la acogida de casi la mitad de estos chicos.
Mamoudou y Abou están alojados con otros 34 jóvenes en el albergue del municipio de Tejeda (Las Palmas de Gran Canaria), gestionado por la ONG Mundo Nuevo. Allí ocupan la mayor parte de este tiempo de verano en clases de alfabetización, talleres y partidillos de fútbol.
Pero no están aquí para eso. A pesar de su edad, su objetivo es trabajar. Para eso se fueron de su casa. Mamoudou dejó a sus padres y a dos hermanos en Malí. Su padre pagó 1.000 euros por un 'puesto' en una patera. Una barcaza en la que estuvo 11 días con otras 45 personas sin poder estirar las piernas. El mareante olor a gasoil y a vómito, dice, le impedían comer o beber. Igual le ocurrió a Abou, quien señala además que el movimiento de la patera no le permitió dormir. Llegaron a la costa por sus propios medios y los atendieron los vecinos. Él mismo llamó a la policía para entregarse. «No tenía dinero, ni ropa, ni conocía a nadie. No sé qué podía hacer».
Este joven, que vivía con su tío y no estudiaba «porque no tenía dinero», era ayudante en un taller y aprendía a conducir. Es lo que quiere hacer en España. «Mecánico de camiones». Mamoudou en cambio desea estudiar y ser profesor. Es una excepción entre los que arriban a las islas. Ángel Santana, el director del centro, apunta que «muchos ven los estudios como una pérdida de tiempo. Lo que quieren es trabajar, enviar dinero a su casa y disponer de su vida».
Después de siete meses en acogida, aseguran que están «un poco hartos de no hacer nada». Pero si pudieran aconsejar a sus hermanos o amigos, les dirían «que se queden allí». Abou reflexiona: «Venir hasta aquí... ¿para ir a dónde?».
TITULO: Un país mágico - Gran Canarias,.
El sabado -12- Septiembre a las 18:30 por La 2, foto,.
Un país mágico - Gran Canarias,.
La sombra del gran Roque Nublo, la montaña mágica para los antiguos habitantes de esta Gran Canaria, guiará a Juan e Imanol por su viaje en esta isla. Nuestros protagonistas descubrirán un continente en miniatura, repleto de sorpresas por descubrir.TITULO: Diario de un nómada - Caminando sobre las olas ,.
El domingo-13- Septiembre a las 19:00 por La 2 , foto,.
Bowles, el nómada exquisito,.
El autor de 'El cielo protector' vivió y murió en Tánger y fue de culto para minorías, hasta que la película de Bertolucci globalizó su obra y fama 'Desafío a la identidad' reúne textos inéditos y dispersos del escritor y viajero,.
El largo viaje vital de Bowles acabó en Tánger, la ciudad en la que aquel atractivo, elegante e impenitente nómada recaló huyendo quizás de sí mismo, que sólo abandonó dos veces en medio siglo, y en la que murió con casi 90 años. Fue un escritor de culto para minorías hasta que a principios de los 90 Bernardo Bertolucci se fijó en 'El cielo protector'. La película homónima convirtió al secreto y selecto narrador en un personaje universal, pero Bowles, que aparece en el último plano, jamás perdonó al realizador italiano que se tomara «todo tipo de libertades» y «cambiara todo empeorando la novela».
'Desafío a la identidad' perfila al primer Bowles, vagabundo por Francia, India, Ceilán, Tailandia, Turquía, Kenia, México o Costa Rica, países por los que deambuló antes de hallar acomodo al sur del estrecho de Gibraltar. Con introducción de Paul Theroux, el libro reúne cuarenta originales, entre relatos, artículos, ensayos y diarios relacionados con ese iniciático periplo del joven Bowles que marcó una línea entre el viajero y el turista. «Mientras el turista, por lo general, regresa a casa al cabo de algunos meses o semanas, el viajero, que no pertenece más a un lugar que al siguiente, se desplaza con lentitud durante años de un punto a otro de la tierra (yo añadiría y de su alma). El turista acepta su propia civilización sin cuestionarla y el viajero la compara con las otras y rechaza los aspectos que no le gustan», escribió en 'El cielo protector'.
«No eres un poeta, Paul», le espetó en París Gertrude Stein, que le aconsejo viajar al sur. El joven músico y mediocre poeta se centró en la narración y los viajes, hasta convertirse en el paradigma del nómada en pos de su destino. Casado desde 1937 con la rebelde y atormentada escritora Jane Auer, el excéntrico matrimonio se instala en Tánger en 1947, tras un largo vagabundeo por Asia, Centroamérica y el norte de África. Al permisivo y alocado ambiente del protectorado internacional se sumaba el aliciente de visitar al matrimonio Bowles, extraña y exquisita pareja con apartamentos separados, abierta a todo tipo de relaciones paralelas y de convivencia a menudo atormentada. Jane, un espíritu indómito y excesivo, falleció en Tánger tras años de locura y deterioro y fue enterrada en Málaga en 1973.
Hasta su casa tangerina peregrinaron Tennessee Williams, Truman Capote, William Borroughs y otros 'beat', como Jack Kerouac o Gregory Corso. Allí alumbró Bowles el grueso de su corta obra, en la que brillan sus colecciones de cuentos y las novelas 'Por encima del mundo', 'La casa de la araña' 'Déjala que caiga', 'El cielo protector', o 'La Tierra caliente'. Sting se basó en 'Té en el desierto' para una famosa canción y Miquel Barceló ilustró con acuarelas los cuentos 'Muy lejos de casa'.
Excepcional cuentista
Bowles fue un fantástico descriptor y creador de atmósferas. Abusó a placer de esta capacidad sin hacerla farragosa. Sus novelas, que atrapan, inquietan y apasionan, conforman un universo caleidoscópico en el que chocan lo onírico y lo real. Sus relatos, lo mejor de su obra para muchos críticos, están en colecciones como 'Palabras ingratas', 'El tiempo de la amistad' y 'Cuentos escogidos'. Su extensa autobiografía 'Sin parar. Memorias de un nómada', escrita sencillamente por dinero, la publicó 'Grijalbo'.
Paul Bowles nació el 30 de diciembre de 1910. Su primer interés, tras abandonar la Universidad de Virginia y enfrentarse a su autoritario padre, fue la música. Se formó con Aaron Coopland, tras musicar en Broadway algunas piezas de su amigo Tennessee Williams. La literatura no era entonces ni una posibilidad. Desde París, donde estudiaba con Nadine Boulanger, viajó a Granada enlos 30 para visitar a Manuel de Falla, músico por el que siempre sintió devoción. En la década de los 40 escribió bandas sonoras para el cine, fue crítico musical del Herald Tribune y puso música a un libreto de Federico García Lorca, 'The wind's remains the same'.
Mientras que el reconocimiento de su obra narrativa creció como la espuma a finales del siglo XX, su música no superó jamás los circuitos especializados. Bowles escribió dos óperas, partituras para obras y películas de Orson Welles, Tennessee Williams o William Saroyan. Su lenguaje musical bebe del jazz, y de los aires y ritmos étnicos mexicanos y marroquíes, herencia de su larga estancia africana y sus interminables viajes por el norte del continente africano recopilando ancestrales músicas, relatos y rituales.
TITULO: Un trío en la cocina - Té helado ,.
fotos , Un trío en la cocina - Té helado,.
Té helado ,.
Dicen los últimos estudios de la Asociación Internacional de Productos Lácteos que los españoles comen el equivalente a unas 200 bolas de helado al año.
Y como ocurre casi siempre con las medias puede que a unos les parezca
una barbaridad porque casi no los prueban y otros directamente engullan
el doble. Está muy lejos, en cualquier caso, del millar –sí, 1.000– que
comen los estadounidenses y que los convierte en los mayores
consumidores del mundo. Al margen de la cantidad, de lo que no hay duda
es de que la palabra helado en España todavía se asocia con el verano,
una estacionalidad contra la que el gremio de heladeros se empeña en
luchar, pero que los datos de ventas así lo confirman año tras año. De
hecho, durante los tres próximos meses nos meteremos entre pecho
y espalda el 60% de la producción heladera anual –más de 120.000
toneladas–, un aporte calórico considerable que deberemos compensar con una dieta más frugal y con alguna que otra carrera por la playa.
«Ningún alimento es bueno ni malo en sí mismo y con el helado pasa igual. Puede ser más o menos conveniente en función de cómo lo combinemos con el resto de nuestro menú. Es decir, si de postre nos tomamos uno de crema, pues la comida o la cena la tendremos que hacer más ligera para no añadir más carga calórica y de azúcar», explica Josep A. Tur, catedrático de Fisiología de la Universidad de las Islas Baleares y jefe de grupo de Ciberobn, una entidad dedicada a la investigación de la obesidad dependiente del Instituto de Salud Carlos III.
Nutricionistas y endocrinos coinciden en que las 170 calorías por cada cien gramos que aporta de media un helado no son el problema. La clave está en la etiqueta. «Estamos ante un alimento con propiedades nutricionales muy variadas –vitaminas (fundamentalmente A, D y B2), proteínas, calcio, ácido fólico...– que puede formar parte de nuestra dieta sin mayor inconveniente. No todos los días, pero sí con cierta frecuencia. Ahora bien, hay que ver el etiquetado con detenimiento para valorar el aporte calórico y la calidad de los nutrientes que nos aporta. No tenemos que tener miedo de los ingredientes que leemos, pero sí ser conscientes de lo que estamos comprando», precisa el también vocal de Alimentación del Colegio de Farmacéuticos de Baleares, una de las comunidades autónomas españolas donde más helados se venden, solo superada por Andalucía, Cataluña y Valencia.
¿Y por qué pese a la tradición heladera de España somos uno de los países europeos que menos litros por persona consumen? «Pues muy sencillo, porque tenemos muy buena fruta», resumen los expertos. «Encima de la mesa de cualquier casa, por muy humilde que sea, siempre ha habido una buena manzana o un buen melocotón de postre, cosa que no ocurre en los países anglosajones o nórdicos. En cambio, ellos son grandes productores de leche. De ahí que dediquen los excedentes a la elaboración de helados que, por cierto, se consumen todo el año», precisa el reconocido heladero calagurritano Andrés Sirvent.
–Siempre he discrepado mucho con el tema de formulaciones y equilibrados. Lo respeto, pero no estoy muy de acuerdo. Un helado no necesita nada más que la base, que suele ser una leche. Y si además es de la zona, ecológica y fresca mucho mejor. O una nata de la misma vaca si lo queremos más graso. Después un buen azúcar de caña y se mezcla con frutas, especias... En nuestro caso, lo espesamos con harina de algarroba –Así contado no parece difícil.
–No parece, pero lo es. Soy de la teoría de que no por más exótico que sea un ingrediente el helado es mejor. Te pongo un ejemplo. Llevo más de 30 años sin poder hacer helado de albaricoque porque no encuentro un albaricoque que me sirva. Cuando lo transformo en helado no me sabe a nada y eso que he buscado mil variedades. El de melocotón también es muy complicado. Sin embargo, si la fruta o la especia tiene un sabor fuerte es mucho más fácil de conseguir. No tiene nada que ver hacer un helado de vainilla, de moras silvestres o de plátano con hacer un buen helado de mandarina o de albaricoque siempre que no uses esencias o concentrados. Estamos hablando de un producto 100% natural. –Entonces, ¿cuál es el mejor helado?
–El que haces hoy para comer hoy. Decir esto escuece porque muchos profesionales lo que quieren es fabricar una semana y tener hecho para todo el mes. Entonces es cuando se equilibran los helados con leches en polvo, con sorbitoles... Ahora mismo vemos un helado que se supone artesano y qué quieres que te diga. Todo está prefermentado, precongelado... Vamos quedando cada vez menos profesionales que opinamos que no es necesario ponerle un anticristalizante a un helado, que no es necesario ponerle un antioxidante. Yo quiero que mi helado se oxide, que mi chocolate se oxide, que mi naranja se oxide... Lo mismo estoy equivocado, pero el día que no pueda hacerlo así dejaré de hacer helados. –¿Cuál es el sabor favorito de sus clientes?
–Hay gente que viene expresamente a por uno de hinojo, otros a por el de yogur con guindas de bosque. O clientes que descubren el de naranja, zanahoria y apio y les encanta. De lo que más me enorgullezco es de la cultura del helado que hemos creado en Calahorra. Las cuadrillas de chavales nos piden helados de petálos de rosa, de flores de violeta o de ruibarbo. –¿Y su preferido?
–El de crema tostada porque me me recuerda a mi niñez. Tengo un oficio que son sensaciones. Nunca olvidaré las caras de los niños cuando vinieron después del confinamiento. Le dije a mi hija Andrea que les hiciese fotos. Cuarenta días encerrados y de repente pueden tomarse un helado. Eso es la felicidad.
«Ningún alimento es bueno ni malo en sí mismo y con el helado pasa igual. Puede ser más o menos conveniente en función de cómo lo combinemos con el resto de nuestro menú. Es decir, si de postre nos tomamos uno de crema, pues la comida o la cena la tendremos que hacer más ligera para no añadir más carga calórica y de azúcar», explica Josep A. Tur, catedrático de Fisiología de la Universidad de las Islas Baleares y jefe de grupo de Ciberobn, una entidad dedicada a la investigación de la obesidad dependiente del Instituto de Salud Carlos III.
Nutricionistas y endocrinos coinciden en que las 170 calorías por cada cien gramos que aporta de media un helado no son el problema. La clave está en la etiqueta. «Estamos ante un alimento con propiedades nutricionales muy variadas –vitaminas (fundamentalmente A, D y B2), proteínas, calcio, ácido fólico...– que puede formar parte de nuestra dieta sin mayor inconveniente. No todos los días, pero sí con cierta frecuencia. Ahora bien, hay que ver el etiquetado con detenimiento para valorar el aporte calórico y la calidad de los nutrientes que nos aporta. No tenemos que tener miedo de los ingredientes que leemos, pero sí ser conscientes de lo que estamos comprando», precisa el también vocal de Alimentación del Colegio de Farmacéuticos de Baleares, una de las comunidades autónomas españolas donde más helados se venden, solo superada por Andalucía, Cataluña y Valencia.
El polo, una buena opción
Desde el punto de vista nutricional, la diferencia entre un helado natural y otro industrial es «significativa». «Un helado por ley tiene que tener un mínimo del 5% de grasa, pero no es lo mismo que esa carga calórica proceda de una leche de vaca que de una en polvo o que en lugar de fruta se le añadan colorantes y aromas para darle mayor sabor», advierten los expertos, que recomiendan comprarlos «lo más naturales posibles» dentro de la amplísima variedad que hay en el mercado. Los clásicos polos de hielo, por ejemplo, son una muy buena opción para refrescarnos sin añadir demasiadas calorías (70 por cada 100 gramos). «Incluso se pueden hacer en casa de limón, sandía...», invita el doctor Tur.¿Y por qué pese a la tradición heladera de España somos uno de los países europeos que menos litros por persona consumen? «Pues muy sencillo, porque tenemos muy buena fruta», resumen los expertos. «Encima de la mesa de cualquier casa, por muy humilde que sea, siempre ha habido una buena manzana o un buen melocotón de postre, cosa que no ocurre en los países anglosajones o nórdicos. En cambio, ellos son grandes productores de leche. De ahí que dediquen los excedentes a la elaboración de helados que, por cierto, se consumen todo el año», precisa el reconocido heladero calagurritano Andrés Sirvent.
Andrés Sirvent (Heladero)
«El mejor helado es el que se hace y se come en el mismo día»
A Andrés Sirvent su pasión por una profesión «tan sacrificada y
a la vez tan bonita» como la de heladero le viene de familia. Es nada
menos que la octava generación que se dedica a endulzarnos la vida con
un postre que este calagurritano de adopción ha elevado a la categoría
de alta cocina. Dice que su secreto no es otro que «ponerle mucho
cariño» a lo que hace. Pero también muchas horas, porque Sirvent ve
amanecer de lunes a domingo para que sus clientes puedan disfrutar a
diario de más de un centenar de sabores, desde los más clásicos hasta
los de verduras o florales.
–Además del cariño, ¿cuál es el secreto de un buen helado?–Siempre he discrepado mucho con el tema de formulaciones y equilibrados. Lo respeto, pero no estoy muy de acuerdo. Un helado no necesita nada más que la base, que suele ser una leche. Y si además es de la zona, ecológica y fresca mucho mejor. O una nata de la misma vaca si lo queremos más graso. Después un buen azúcar de caña y se mezcla con frutas, especias... En nuestro caso, lo espesamos con harina de algarroba –Así contado no parece difícil.
–No parece, pero lo es. Soy de la teoría de que no por más exótico que sea un ingrediente el helado es mejor. Te pongo un ejemplo. Llevo más de 30 años sin poder hacer helado de albaricoque porque no encuentro un albaricoque que me sirva. Cuando lo transformo en helado no me sabe a nada y eso que he buscado mil variedades. El de melocotón también es muy complicado. Sin embargo, si la fruta o la especia tiene un sabor fuerte es mucho más fácil de conseguir. No tiene nada que ver hacer un helado de vainilla, de moras silvestres o de plátano con hacer un buen helado de mandarina o de albaricoque siempre que no uses esencias o concentrados. Estamos hablando de un producto 100% natural. –Entonces, ¿cuál es el mejor helado?
–El que haces hoy para comer hoy. Decir esto escuece porque muchos profesionales lo que quieren es fabricar una semana y tener hecho para todo el mes. Entonces es cuando se equilibran los helados con leches en polvo, con sorbitoles... Ahora mismo vemos un helado que se supone artesano y qué quieres que te diga. Todo está prefermentado, precongelado... Vamos quedando cada vez menos profesionales que opinamos que no es necesario ponerle un anticristalizante a un helado, que no es necesario ponerle un antioxidante. Yo quiero que mi helado se oxide, que mi chocolate se oxide, que mi naranja se oxide... Lo mismo estoy equivocado, pero el día que no pueda hacerlo así dejaré de hacer helados. –¿Cuál es el sabor favorito de sus clientes?
–Hay gente que viene expresamente a por uno de hinojo, otros a por el de yogur con guindas de bosque. O clientes que descubren el de naranja, zanahoria y apio y les encanta. De lo que más me enorgullezco es de la cultura del helado que hemos creado en Calahorra. Las cuadrillas de chavales nos piden helados de petálos de rosa, de flores de violeta o de ruibarbo. –¿Y su preferido?
–El de crema tostada porque me me recuerda a mi niñez. Tengo un oficio que son sensaciones. Nunca olvidaré las caras de los niños cuando vinieron después del confinamiento. Le dije a mi hija Andrea que les hiciese fotos. Cuarenta días encerrados y de repente pueden tomarse un helado. Eso es la felicidad.
TITULO: Documentos TV - Muertes con receta ,.
Documentos TV - Muertes con receta,.
Dos millones de estadounidenses están enganchados a los analgésicos derivados del opio que son, incluso, más potentes que la heroína.Docenas de médicos están siendo procesados por sobreprescripción, mientras 27 estados han declarado la guerra a las farmacéuticas, para que se hagan cargo de las pérdidas económicas, causadas por la muerte y adicción de millones de ciudadanos
Desde finales de los años 90, cuando comenzaron a publicitarse estos analgésicos, millones de estadounidenses se han visto afectados por una de las campañas de desinformación más peligrosas de los últimos tiempos.
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