Reconozco que soy un egocentrico,.
foto.- Salvador Pániker, en el jardín de su casa de Barcelona.
Diario del anciano averiado' es la última entrega de las memorias de Salvador Pániker, un pensador «antiutópico» que defiende «una inmensa ecología política,.
Salvador Pániker está sentado en el sillón que aparece en la portada de su último libro, 'Diario del anciano averiado' (Literatura Random House), y a sus espaldas, como a las espaldas del sillón de la portada, hay una estantería atestada de libros y archivadores. Los archivadores amarillean, inclinados. Parecen ordenados. Tienen etiquetas. Aquí un 81 allá un 83. «Son mis diarios», dice el escritor y pensador, el ingeniero y editor barcelonés, de origen indio y catalán, que hace más de 50 años montó una editorial (Kairós) que debía ser y fue un cruce de caminos, el centro de su personalidad múltiple, constituida a partir de dos binomios (Oriente/Occidente y Ciencias/Letras), y una pasión irrefrenable por la letra impresa. En el sillón que aparece en la portada de su último libro, que es un sillón de su despacho, que tiene vistas a un jardín, árboles, una piscina, Salvador Pániker habla de Europa, Cataluña, su adorado Hemingway, su también adorado Bach, la vejez, los diarios que ha leído (el que más le gustó, el de André Gide) y de lo que tratan sus libros. Todos sus libros. Incluidos, por supuesto, sus diarios. «Mis libros tratan de la condición humana», dice. Y en sus diarios, para hablar de la condición humana, se toma a sí mismo como pretexto, añade, porque, dice, «soy el personaje desconocido que tengo más a mano». «La condición humana es tan estrambótica», considera, tanto, que no puede evitar escribir sobre ella, sobre «el hecho de estar vivos y luego de estar muertos, que también es muy raro».
Este su cuarto diario publicado. ¿Recuerda cómo empezó todo?
Escribo un diario desde los 15 años. Mi tío Salvador me regaló un
cuaderno para que escribiera un diario. Y fue perfecto porque desde muy
pequeño había querido escribir, pero no sabía qué escribir. El diario me
parecía un género que permitía todas las aproximaciones. Y además, un
diario tiene una dimensión autoterapéutica. La mayoría de la gente no
sabe verbalizar sus propias emociones y no saber hacerlo es una fuente
de patologías. Cada uno de nosotros tiene un secreto que no sabe cuál es
y con el diario te aproximas a él. Ortega y Gasset decía que cada cual
tenía una vocación, yo digo que cada cual tiene una música. Yo soy muy
musical. El diario te aproxima a tu propia música. Todos mis diarios son
una aproximación a mi propia música.
¿Cómo sonaría esa música?
Cada día sonaría de un modo distinto. Pero, veamos, yo estoy en la
parte de hacer un buen 'finale', que dirían los italianos. Estoy en las
postrimerías de mi aventura pero trato de salvar lo que puedo de la
catástrofe. La vejez es una devastación. Pero en cambio la senectud
puede ser sabia. Yo intento entrar en una cierta senectud sabia, tocando
siempre madera.
¿Diría que el del diario es un género narcisista?
No. Para mí el diario no es un género narcisista. Para mí el escritor
de diario no tiene una motivación distinta del escritor de novela. El
'yo' es el personaje desconocido que tenemos más a mano. Porque yo mismo
no sé muy bien cuál es mi identidad. De hecho, no considero que tenga
una identidad fija, aunque reconozco ser egocéntrico. Pero eso no quiere
decir nada porque se es egocéntrico de la misma forma que se es alto o
bajo. Ser egocéntrico es una cosa casi neuronal. En ese sentido, el
género diario me ha sido útil casi para contradecirme a mí mismo.
Fenómeno absoluto
¿Diría que escribir un diario le mantiene despierto?
Diría que he intentado estar despierto. Mis compañeros de generación,
los Barral, Gil de Biedma, Castellet, estuvieron muy tocados por el
existencialismo. Siempre se estaban quejando. Decían que el mundo no es
como debería ser, que el mundo es injusto. Y yo les escuchaba y pensaba
que era como si estuviesen frente a un contrato no cumplido, y yo digo
que no hay tal contrato. Que, como Heidegger, deberíamos creer en una
reconciliación entre lo que las cosas son y lo que las cosas deberían
ser. Aunque Heidegger también creía en el hombre nuevo y yo soy
contrario al hombre nuevo. Soy un antiutópico. Creo que la salvación del
mundo pasa, de entrada, porque no hagamos demasiados esfuerzos para
salvarlo.
Es curioso, en la primera entrada de este diario, la
del 2 de enero de 2000, declara que la paz social parece asegurada y
que la onda de crecimiento económico se mantendrá hasta 2020. En vista
de lo que ha ocurrido, ¿tan imprevisible es el futuro?
Para empezar, nunca creí en ese optimismo que relato al principio. Ya
para entonces era evidente que vamos a una inevitable globalización del
mundo que iba a generar un mundo multiétnico, multirreligioso,
multicultural y multinacional, y que esto fomentaría una serie de
tensiones que habría que resolver, y que esas tensiones serían nuevas y
existirían mientras no fuésemos a un sistema mundial. Sistema al que
todavía no hemos llegado ni mucho menos.
¿Cree pues que estamos en la guerra de encajar todos con todos?
Exacto. Nos espera un período largo de interfecundación de culturas
con una convivencia nueva, complicada, hasta que lleguemos a una
Federación Mundial, más o menos presidida por Naciones Unidas. Y sé que
es una utopía. Sé que la globalización que yo defiendo es tan utópica
como la antiglobalización de los antiglobalizadores. Porque en el fondo
consiste en un equilibrio nuevo. Pero también sé que si los países
industriales invirtiesen en los países pobres la inmigración se salvaría
un poco. Una inmensa ecología política es lo que nos hace falta.
¿Hay que superar el nacionalismo?
El invento nacionalista que procede en parte del final de la Paz de
Westfalia y de la Revolución Francesa, y el nacionalismo, como tal está
agotado, desde mi punto de vista, hay que inventar algo nuevo,
reencauzando las instituciones mundiales. De todas formas, yo creo en
identidades culturales, más que en identidades nacionales. Bach, Kant,
Cervantes y la catedral de Burgos, pertenecen al mismo acervo cultural, y
deseo y espero que a pesar de que ahora pase un mal momento, la idea de
Europa pueda prevalecer, y nos salve de nacionalismos exacerbados, como
el catalán.
Bukowski solía decir que llevaba la muerte en el
bolsillo izquierdo, y que a veces la sacaba y hablaba con ella, ¿le
ocurre a usted algo parecido?
Yo siempre digo que la muerte es un fenómeno tan absoluto que ni
siquiera genera angustia. Como decía Spinoza, en nada debe pensar menos
el hombre libre que en la muerte. El temor excesivo por la muerte es
síntoma de que a lo que temes es a la vida. Yo me defino como un
agnóstico místico. Como un agnóstico con oído para la trascendencia. La
trascendencia es lo que siento escuchando una sonata de Bach. Hay que
mantener siempre ese sentido de la magia y el misterio, que forma parte
de mi filosofía retroprogresiva. Hay que seguir siendo niño a pesar de
ser adulto. Así que mi postura frente a la muerte es debidamente
escéptica, pero receptiva al misterio.
Ha dicho usted que el diario intenta resolver la ecuación entre literatura y vida. ¿A qué se refiere exactamente?
Grandes escritores, como Borges, como Pessoa, escribieron, pero no vivieron. Yo he intentado escribir y vivir al mismo tiempo.
Desayuno: Un vaso de leche o yogur, en definitiva, algún lácteo; y
tostada o algún otro tipo de cereal; también se le puede añadir una
pieza de fruta.
Cena: Ensalada y huevo frito o escalfado con salchichas.
TÍTULO: EN PORTADA - CRONICAS - EL ACCIDENTE DE LA PRENSA DEL SALTO DE TORREJÓN, JUEVES 10 DICIEMBRE ,.
foto
En octubre de 1966, el Salto de Torrejón el Rubio sufrió el mayor accidente laboral de Extremadura y tercero hidráulico en España del siglo XX en la construcción de la presa en la confluencia de los rios Tajo y Tietar realizado por la empresa Agroman para Hidroelectrica Española. .4 5
Oficialmente hubo 54 víctimas, pero todavía actualmente se desconoce
con exactitud el número de fallecidos. La presa entró en funcionamiento
en 1967 pero nunca se inauguró oficialmente. , etc,.
TÍTULO: LA COCINA - BOLLITOS DE BACALAO EN JEREZ - DOMINGO - LUNES,.
Se podría hacer una ruta turística de los bares novelescos de Jerez, cada uno con su nombre literario y su nombre real, cada uno con su placa detallando el papel que desempeñan en la novela. Así, en 'Heridas abiertas'; el bar Barba real es el bar Bóveda imaginario, La Ermita se llama literariamente La Capilla, el Oasis es Las Palmeras, el Camioneros es Los Zumbaos y el entrañable Cachipé recibe el novelesco nombre de La Posada, atendiendo a que en sus orígenes fue posada de postas donde los viajeros descansaban y cambiaban de caballo.
En esta novela negra de TAU Editores, aparecen más bares jerezanos como el Misisipi, que en la realidad es el Espíritu Santo, el Dos Puertas, que en Jerez es conocido con el maravilloso nombre de Convenencia, el Avelino imaginario o Aquilino real, el Litro en la ficción (Currilitro), el Anselmo (Celso) o el Casino (Círculo). Aunque el bar restaurante donde más intensa es la acción, y el más importante en la trama, es El Comandante, que en la realidad se llama Kapi, queda en la plaza junto a la iglesia y es uno de los locales de hostelería más populares de Jerez de los Caballeros.
Tras la barra, los dueños del Kapi, padre e hijo, discrepan: al progenitor no le hace mucha gracia eso de convertirse en un bar de novela, pero al vástago no le desagrada. El caso es que con literatura o sin ella, el bar está lleno y en su terraza, perfecta para palpar el pulso cotidiano de Jerez, es complicado encontrar mesa libre los días templados.
El Kapi cuenta con un agradable comedor interior: mesas amplias y cómodas y buen ambiente. También se puede comer en la terraza. El servicio es amable y campechano, además de rápido y eficaz, y la carta es representativa de los productos de la zona. Tienen un atractivo menú del día por 10 euros y la novela de Ellen Gerretzen es una buena guía para saber qué pedir y cómo disfrutar de la gastronomía local.
Nos sentamos y enseguida nos reconciliamos con las tapas y raciones de toda la vida. Aquí no hay caramelizaciones, tempuras ni crujientes, sino riñones al jerez (6 euros la media ración y 8 la ración completa), lengua estofada (6-8) y ternera mechada (8). La única licencia gasatropoética que se permiten es llamar bollitos de bacalao frito (6-8) al bacalao rebozado. El resto, contundencia semántica y poca literatura.
Así, en la carta, las carnes son solomillo (11), secreto (9) o pluma (9) a secas. Y son carnes de cerdo ibérico, es decir, productos de proximidad, de kilómetro cero como el guarrito frito (6-8), los caracoles (8) o los gurumelos (12), esa seta mágica de las dehesas extremeñas del suroeste que aquí hemos tardado tanto en descubrir, pero que en otros países es la cima de la delicia. También cocinan bacalao dorado (8), pero dorado, no esa cursilería moderna de 'a la dorada'.
No faltan los peces de río (6-8), el jamón y el lomo ibérico (8-12) ni el queso de oveja (6-8). De casi todo se pueden pedir medias raciones y, al acabar, uno se despide del Kapi con la satisfacción de haber comido de novela, o sea, como antes, como siempre.
Bollitos de bacalao en Jerez -
El novelesco bar Kapi sirve las raciones de toda la vida en la plaza,.
'Heridas abiertas' es una novela de crímenes, de cerdos ibéricos y de bares. La ha escrito la holandesa Ellen Gerretzen y se desarrolla en Jerez de los Caballeros, donde la novelista tiene casa, pasa largas temporadas y dedica sus días a escribir desde temprano hasta que llega la hora de ir a tomar el aperitivo. Ellen y su marido hacen cada mediodía y cada anochecer su ronda preceptiva por las tabernas más típicas de Jerez y, como su autora, en la novela, criminales, guardias civiles, detectives y jerezanos en general también se mueven por los bares del pueblo.Se podría hacer una ruta turística de los bares novelescos de Jerez, cada uno con su nombre literario y su nombre real, cada uno con su placa detallando el papel que desempeñan en la novela. Así, en 'Heridas abiertas'; el bar Barba real es el bar Bóveda imaginario, La Ermita se llama literariamente La Capilla, el Oasis es Las Palmeras, el Camioneros es Los Zumbaos y el entrañable Cachipé recibe el novelesco nombre de La Posada, atendiendo a que en sus orígenes fue posada de postas donde los viajeros descansaban y cambiaban de caballo.
En esta novela negra de TAU Editores, aparecen más bares jerezanos como el Misisipi, que en la realidad es el Espíritu Santo, el Dos Puertas, que en Jerez es conocido con el maravilloso nombre de Convenencia, el Avelino imaginario o Aquilino real, el Litro en la ficción (Currilitro), el Anselmo (Celso) o el Casino (Círculo). Aunque el bar restaurante donde más intensa es la acción, y el más importante en la trama, es El Comandante, que en la realidad se llama Kapi, queda en la plaza junto a la iglesia y es uno de los locales de hostelería más populares de Jerez de los Caballeros.
Tras la barra, los dueños del Kapi, padre e hijo, discrepan: al progenitor no le hace mucha gracia eso de convertirse en un bar de novela, pero al vástago no le desagrada. El caso es que con literatura o sin ella, el bar está lleno y en su terraza, perfecta para palpar el pulso cotidiano de Jerez, es complicado encontrar mesa libre los días templados.
El Kapi cuenta con un agradable comedor interior: mesas amplias y cómodas y buen ambiente. También se puede comer en la terraza. El servicio es amable y campechano, además de rápido y eficaz, y la carta es representativa de los productos de la zona. Tienen un atractivo menú del día por 10 euros y la novela de Ellen Gerretzen es una buena guía para saber qué pedir y cómo disfrutar de la gastronomía local.
Nos sentamos y enseguida nos reconciliamos con las tapas y raciones de toda la vida. Aquí no hay caramelizaciones, tempuras ni crujientes, sino riñones al jerez (6 euros la media ración y 8 la ración completa), lengua estofada (6-8) y ternera mechada (8). La única licencia gasatropoética que se permiten es llamar bollitos de bacalao frito (6-8) al bacalao rebozado. El resto, contundencia semántica y poca literatura.
Así, en la carta, las carnes son solomillo (11), secreto (9) o pluma (9) a secas. Y son carnes de cerdo ibérico, es decir, productos de proximidad, de kilómetro cero como el guarrito frito (6-8), los caracoles (8) o los gurumelos (12), esa seta mágica de las dehesas extremeñas del suroeste que aquí hemos tardado tanto en descubrir, pero que en otros países es la cima de la delicia. También cocinan bacalao dorado (8), pero dorado, no esa cursilería moderna de 'a la dorada'.
No faltan los peces de río (6-8), el jamón y el lomo ibérico (8-12) ni el queso de oveja (6-8). De casi todo se pueden pedir medias raciones y, al acabar, uno se despide del Kapi con la satisfacción de haber comido de novela, o sea, como antes, como siempre.
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