UN PAIS PARA COMERSELO - FLORES ENTRE ASESINOS,fotos.
Flores entre asesinos
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'Popeye' ahora está libre, pero en los ochenta en Colombia, su nombre pregonaba escalofríos,.
Entre el vivo y el muerto mandaron a cielo a 10.000 personas. Bajo el suelo descansa el narcotraficante Pablo Escobar Gaviria y el de las flores es su mano derecha, John Jairo Velasquez, más conocido como 'Popeye'. Ahora está libre, pero en los ochenta en Colombia, su nombre pregonaba escalofríos. Ejerció en aquellos años el cargo de verdugo de Escobar, un puesto conocido oficialmente como el jefe de sicarios del Cartel de Medellín. Fue uno de los generales de la guerra salvaje entre los cárteles de Medellín, de Cali, el ejército colombiano y los Estados Unidos. «Ya se sabe que en las guerras mueren inocentes, mujeres embarazadas», dice. Lo sabe bien él mismo, que mató en primera persona a entre 250 y 300 personas y organizó la muerte de tras 3.000 y que recibió lecciones de miembros de ETA par volar por los aires un país entero. «No sé cuántas fueron porque no hacía una cruz cada vez que mataba a alguien -ha explicado-. No soy un psicópata; solamente un asesino profesional». Entre sus cualidades estaba la lealtad, por eso visita la tumba del 'Patrón' Escobar. «Era un asesino, terrorista, narcotraficante, extorsionador y secuestrador pero era mi amigo».
TÍTULO: TAPAS Y BARRAS -La modelo que lee a Dostoievski ,.
TAPAS Y BARRAS -La modelo que lee a Dostoievski , fotos.
La modelo que lee a Dostoievski,.
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Icono del estilo francés, la top y aristócrata Caroline de Maigret se niega a operarse la nariz. No quiero gustar a los hombres solo por mis tetas,.
No deja de ser curioso que un par de británicas de generaciones distintas pero con el mismo nombre -Charlotte Rampling y Charlotte Gainsbourg- sean dos de las grandes embajadoras del estilo parisino. Si bien Inès de la Fressange e Isabel Marant constituyen sobresalientes tarjetas de presentación, la moda gala andaba necesitada de un referente que reivindicara su grandeza. Seguramente lo ha encontrado en Caroline de Maigret, una mujer que es muchas cosas. Es modelo y musa de Karl Lagerfeld, pero también escritora, cantante, embajadora de una ONG y productora musical de éxito .
Caroline se ha metido en el bolsillo a la industria de la moda. Procede de una buena familia. Su abuelo, el príncipe Michel Poniatowski, descendiente del último rey de Polonia, fue ministro de Interior francés y su padre, el conde Bertrand de Maigret, fue diputado y teniente de alcalde de París. Hubo un tiempo en que camufló sus orígenes aristocráticos imitando el «deje callejero» y deletreando mal su apellido «para que no supieran que era burguesa». Evidentemente, nunca ha tenido problemas económicos. Se decantó por el mundo de las pasarelas, pese a la oposición familiar. Quiso cursar Historia del Arte, pero sus padres no lo consideraban un oficio, por lo que se matriculó en Literatura Moderna en La Sorbona. «Estudia lo que quieras, pero no seas modelo», le pidieron.
Era ya demasiado tarde porque para entonces, dice, había conocido la libertad. «Un día paseando por la calle me propusieron ser modelo y descubrí que podía ser económicamente independiente y así hacer lo que a mí me gustaba. Fue una forma de desvincularme de mi familia», explicó a la revista ‘Vanity Fair’. También sopesó estudiar Ciencias Políticas, pero cambió de parecer al descubrir que su padre se encontraba cada mañana «sobres de dinero en la mesa de su despacho». Entendió que la educación que había recibido, «tan tradicional y católica», no se ajustaba a su personalidad. Sin entrar a profundizar en las razones del desencuentro con sus progenitores, Maigret lamenta que la educaran en valores «hipócritas porque ni siquiera ellos eran capaces de vivir acorde con sus enseñanzas».
Tardó poco en convertirse en imprescindible para un montón de firmas de lujo. «Me costó aceptar que ganara tanto dinero por no hacer nada cuando mis amigos artistas, que trabajaban el triple, se morían de hambre», admite. A sus 40 años, la top es imagen de Prada, Chanel y Lancôme. Ha protagonizado también campañas para Louis Vuitton, lleva meses arrasando en las librerías de medio mundo con el manual de estilo ‘Cómo ser parisina estés donde estés’ -escrito junto a tres amigas de la infancia- y es una aficionada a la lectura de Kafka y Dostoievski. Bautizó a su hijo Antón en homenaje al dramaturgo ruso Chéjov. Caroline es, sobre todo, una mujer que marca tendencia sin seguir las corrientes del momento. Ella es su propia marca. Como muchas parisinas, es probable que parezca despeinada aunque se haya pasado horas en la peluquería. «Nadie tiene por qué saberlo. Tampoco si has hecho dieta, te has sometido a cirugía estética o vas al gimnasio. Eso es parte de nuestro misterio. La parisina se hace retoques, pero sutilmente y esconde las cosas que no son interesantes», razona.
En realidad, Maigret sería feliz si pudiera vestir solo con un trench «y nada debajo». Se refugia en la discreción y huye de los logos, por los que siente aversión. «El secreto está en no ser evidente, porque la combinación de iniciales pertenece al panel del oftalmólogo», ironiza. «Al final de una cena prefiero que digan de mí ‘qué buena conversación tiene’ que no ‘qué guapa estaba’. El estilo, en su opinión, no consiste en llevar «un anillo con diamantes o un reloj de oro tan caro como un coche». Caroline se identifica con las francesas a las que es fácil ver con «un periódico bajo el brazo» o escucharlas conversar sobre «Sartre o Foucault».
Ni siquiera busca llamar la atención entre los hombres. «La belleza femenina no tiene por qué ser obvia», reflexiona. Lo descubrió de veinteañera, cuando apuraba las noches en las discotecas de Miami. «Una vez una mujer me dijo que le sorprendía que fuese heterosexual, pero no tuviese ni pecho y fuese sin maquillar». Maigret nunca ha respondido al canon de belleza convencional. No es de esas mujeres que llama la atención en la calle, pero todos los invitados se quedan con su cara cuando aparece en una fiesta. En su libro tumba el mito de que las parisinas sean perfectas e invita a las lectoras a imitar el ‘allure’ de las francesas.
«Es una actitud que se puede aprender», defiende esta modelo de espigada figura, boca grande y nariz recta, que nunca se la ha retocado, pese a la insistencia de la primera agencia de maniquíes para la que trabajó. «La gente no quiere que seas diferente y tampoco soporta lo que escapa a lo ya visto. La dictadura de la moda no monopoliza mi vida», detalla esta maniquí que controla su carrera con mano firme: «Hay muchos hombres a los que no gusto. Me consideran poco sexy y demasiado andrógina. Pero me visto para atraer únicamente a quien quiero atraer. No me interesa un hombre que se sienta fascinado solo por un par de tetas», zanja el icono parisino del momento.
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