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Hay una foto que es mi preferida a la hora de comprender lo que, en materia de corrupción política, ha venido pasando en España en las últimas décadas. En ella aparece un ex director general de Trabajo de la Junta de Andalucía -Javier Guerrero, se llama-, esposado, o así lo parece, camino de la cárcel entre dos guardias civiles. La foto recuerda vagamente a aquella antigua de El Lute atrapado tras su fuga, con el brazo vendado y entre tricornios, con la notable diferencia de que aquel infeliz robagallinas, elevado por la prensa de entonces a la categoría de hombre más buscado de España, tenía una expresión seria, triste, derrotada. Era el final de una escapada, y lo que el pobre Eleuterio tenía por delante, pintado en el rostro y sobre todo en los ojos de perro callejero apaleado, eran varios y oscuros años de prisión. La ruina de quien acaba de caerse con todo el equipo.
Sin embargo, la foto del tal Guerrero refleja algo por completo distinto. De entrada, los picoletos que lo conducen van tocados uno con gorra teresiana y otro con boina, y eso da un toque frívolo porque impone menos; hasta el punto de que uno acaba añorando, en esta clase de asuntos, los tricornios de charol y los bigotes clásicos para que, al menos en los periódicos y el telediario, los que hacen el paseíllo -que a veces es la única pena seria que acaban comiéndose- parezcan que van detenidos de verdad, y no a sacarse el carnet de identidad o a hacer un trámite cualquiera en el juzgado antes de regresar, sonrientes, a la puta calle.
Porque ahí está el otro detalle clave: la sonrisa. Que en la foto del tal Guerrero camino del talego, que comento, no es una sonrisa de disculpa, ni apesadumbrada, ni de circunstancias, de ésas que uno esboza cuando está hecho polvo y pretende mantener el tipo. Ni de lejos. La suya, acorde con el currículum del sujeto, es una sonrisa bajuna, casi regocijada; canalla en el sentido literal del término, según lo recoge el diccionario de la Real Academia: Gente baja, ruin. Persona despreciable y de malos procederes. Una sonrisa descarada de compadre que dirige a los periodistas como si éstos fueran colegas suyos de toda la vida, con cuyo trato está familiarizado hasta la desvergüenza.
Porque ahí mismo está el punto. El detalle. En el gesto del golfo que, a través de las cámaras, sonríe a sus otros compadres, a los cómplices activos o pasivos, a los compañeros de partido y a los de los otros partidos, hermanados en la misma mierda. A los que sin distinción de siglas -eso son chorradas técnicas- sabe que lo comprenden y animan moralmente, igual que compartieron con él chollo e impunidad durante los diez, veinte o treinta años en que ejerció su golfería, culminada mediante el mismo sistema que hizo posible las tarjetas negras que algunos barajaron como naipes, la salida a bolsa de Bankia y la cínica campanita de Rato, las cacerías de empresarios y políticos compinchados, los ERE de la Junta, las preferentes que esquilmaron a miles de infelices, la ignorancia del honorable Artur Mas de que su papá tenía cuenta en Liechtenstein, las bolsas de basura andorrana de la señora Pujol, los trincones sindicatos de Toxo y Méndez -esos Pili y Mili del langostino-, el Jaguar que la ministra Ana Mato ignoraba que estuviera aparcado en su garaje, el sé fuerte, Pepe, colega -o como lo llamara-, que el presidente Rajoy dirigió a su entonces compadre Bárcenas. Etcétera.
Y es que sí. En efecto. La foto del director general de Trabajo -del que tampoco los presidentes Chaves ni Griñán sabían nada- lo resume todo de maravilla. Éramos chusma, dice su sonrisa desvergonzada. Éramos pijolinos con dinero que querían vivir aún mejor, o grises funcionarios sin futuro, o mediocres profesionales, o tiñalpas analfabetos sin otro oficio ni beneficio que arrimarse a los que mandaban. Y enloquecimos de codicia cuando nos pusieron delante, por la cara, la caja del dinero abierta y la posibilidad, nunca antes soñada, de meter la mano dentro. Y entramos a saco, naturalmente: coches, ropa, viajes, juergas. Era el sistema, era el estilo, eran las reglas. Era la ocasión de nuestra vida, y quizá nunca fuéramos a vernos en otra semejante. Bailando sevillanas en la caseta de la feria. Por eso sonríen, demasiados, como lo hace ese tal Guerrero. Fíjense bien en la foto, porque está en Internet y merece la pena. Va el tío entre dos guardias civiles, pero se está acordando de las putas, de la cocaína que mandaba a comprar a su chófer, y piensa «que me quiten lo bailado». Y encima, al salir de la cárcel, que con algo de suerte será dentro de poco rato, igual en su pueblo lo reeligen como alcalde y le ríen los chistes en el bar. No sería la primera vez.
TÍTULO: LA CARTA DE LA SEMANA -CHINA TOMA AIRE CON LA RECUPERACION DEL CONSUMO Y LA INVERSIÓN,.
China toma aire con la recuperación del consumo y la inversión,.
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Las ventas minoristas han mejorado más de un 10% hasta noviembre, aunque los expertos advierten de que todavía hacen falta estímulos,.
Si la segunda mayor economía del mundo se resfría, el pañuelo lo terminan poniendo buena parte de las economías desarrolladas del mundo, incluida una España que destina al 'Gran Dragón' casi el 2% de sus exportaciones y al que adquiere el 9,5% de las importaciones que toma del extranjero. Por eso los datos publicados ayer por la Oficina Nacional de Estadística del gigante asiático dan pie a tomar aire.
Para cualquier país europeo, incluso los todopoderosos Estados Unidos, una tasa de crecimiento del 10,6% en las ventas del comercio minorista (en el período enero-noviembre de 2015) bien servirían para descorchar las botellas de champán. En China, sin embargo, solo es un buen dato, sin grandes alharacas.
Ahora bien, si se combina con otras dos buenas cifras tras varios trimestres 'aciagos', el panorama mejora. Porque la inversión en activos fijos creció otro 10,2% en lo que va de año (solo faltarían por computar los resultados de diciembre). Y la importante producción industrial, por su parte, aumentó a una tasa del 6,2% interanual.
Estos resultados positivos eran tan inesperados que incluso las autoridades chinas quisieron sacar pecho en defensa de sus reformas económicas, que pretenden 'occidentalizar' su comercio y con ello los componentes de su PIB, dependiendo menos de la inversión y el comercio exterior para ganar en tamaño en su consumo interno. Eso sí, sin que eso conlleve una pérdida en el control político que ejerce de forma férrea el Partido Comunista desde hace casi ocho decenios.
«Las políticas de estímulo están surtiendo efecto», señaló un portavoz del Ejecutivo dirigido por el primer ministro Li Keqiang. Los datos muestran, a su juicio, una estabilización que contrasta con los pronósticos pesimistas que habían presentado las principales firmas de análisis que siguen la evolución de la economía china. Pero los economistas insisten en que harán falta mayores estímulos para evitar recaídas en una economía que combina su grandiosidad con cimientos frágiles.
Un ejemplo es el enfriamiento del mercado de la vivienda, donde las inversiones solo han repuntado un 1,4%, apenas una séptima parte de los movimientos de capitales en el país. Y eso tras constatar que en noviembre las primeras cayeron siete décimas, un mal dato compensado por el crecimiento de dos puntos hasta octubre. Por eso, el miedo al pinchazo de una burbuja inmobiliaria cuyos precios llevan años creciendo va en aumento. De hecho, el 'stock' de pisos sin vender se ha disparado casi un 18% el último año.
La vivienda, un problemaPara expertos locales como Wang Tao, analista de la banca suiza UBS, todo ese 'ladrillo' embalsado sin una salida clara es uno de los mayores riesgos que afronta la economía china. No obstante, su colega Louis Koijs, de la consultora Oxford Economics, aún ve «bajo» el riesgo de un «aterrizaje forzoso» en el crecimiento del gigante asiático.
Más optimista incluso se muestra Shen Jianguang, economista jefe para Asia del banco de inversión japonés Mizuho Securities, quien cree ya alcanzada la «estabilización» y pronostica «más mejoría en los próximos meses». La clave, no obstante, pasa por que se sigan recortando los tipos de interés, rebajando los requerimientos que hacen a los bancos para mantener sus reservas y adoptando una política fiscal «aún más proactiva». Wang Jun, economista senior del instituto de análisis económico CCIEE, insiste en la necesidad de rebajar el precio del dinero (es decir, abaratar el yuan) para «apoyar el crecimiento económico y combatir la deflación». Y es que, advierte, los intereses reales que se pagan «siguen siendo altos debido a la caída de los precios de producción».
Para el optimismo queda el dato de que noviembre fuera el mejor mes para el consumo del año. Y no solo porque se facturaran 2,79 billones de yuanes (394.700 millones de euros) gracias al tirón del 'Día del Soltero'. Alibaba, el gigante del comercio electrónico local, registró un nuevo récord de ventas diario en ese fecha: 13.840 millones de euros, un 60% más que el año anterior. Lo más destacado es que las compras en el ámbito rural, menos dado a las festejos de un consumismo desaforado, también repuntaran con fuerza. Su subida del 12,2% el mes pasado superó en más de dos puntos la registrada en las ciudades. Algo está cambiando en el 'Gran Dragón'.
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