DESAYUNO CENA FIN DOMINGO - REVISTA BLANCO Y NEGRO - LOS VIRUS Y LAS VIRAS ,. , fotos,.
Hoy, lo lógico habría sido hablar de Messi, pero de Messi se ha escrito en esta semana más que de cualquier premio Nobel en toda su vida, dónde va a parar. Ahora resulta que, así como existen periodistas a los que presentan como "experto/a en Casa Real" -qué vergüenza me daría-, existe, asimismo, la subespecialidad Messiánica.
Descartado Messi, no hubiera sido mal día para hablar de los memos, cretinos, idiotas, majaderos, imbéciles que, coincidiendo con el trigésimo aniversario de la tragedia de Puerto Hurraco, siguen hablando de la "España negra", cuando no "profunda", como si nuestra tierra no estuviese habitada mayoritariamente por gentes sencillas, amables y pacíficas. So ignorantes: entonces, el atentado de Hipercor, o el de la casa-cuartel de Vich, o el de la plaza de la República Dominicana, de dónde salieron: ¿de la "España blanca", o tal vez de la "España multicolor"? Con los vascos que apoyaron la vesania etarra nunca os atrevisteis, hatajo de cobardes.
Tampoco hubiese sido mal momento para hablar de los comunicadores, informadores, articulistas, que se regodean en restregarnos a cada momento las graves heridas que la pandemia va a dejar en la economía, como si los demás fuésemos gilipollas, que necesitamos que nos digan lo que estamos viendo. Lo raro es, profetas de las desgracias que sois, que no lo acompañéis de un próximo y gordo meteorito o de una plaga de langostas, como las bíblicas de Egipto, país de donde procede ese otro virus. ¿Quid prodes, insensatos?
Asimismo, la ocasión habría sido propicia para glosar el lamentable comportamiento de un par de jóvenes trabajadoras de una residencia de mayores, que se mofaron y rieron de una anciana, y no conformes, van y cuelgan la grabación en la red. Jesucristo lo dijo muy clarito respecto de los niños: "Ay de aquél que escandalizare a uno de estos pequeñuelos. Más le valiera no haber nacido", y la piedra de molino al cuello y tal. Pero se le pasó decir lo propio acerca de los ancianos, ay. Tal vez porque en aquel tiempo todos los ancianos eran patriarcas y matriarcas.
Al final, con tantos asuntos, me he quedado sin tiempo parar hablarles de lo que en realidad pretendía, a saber: de la última homilía de Pedro Pablo, que por culpa de mi mujer, hube de tragarme enterita, de viaje que íbamos: "Deja que nos enteremos". Si no dijo quinientas veces "los presidentes y presidentas de las comunidades autónomas", no dijo ninguna. Finiquitada que fuera la breve paliza monclovita, minutos después habla el lehendakari: "un virus que está entre nosotros y nosotras" (sic), lo juro. Pues bien, aprovechando la inercia de la batalla emprendida por los guerrilleros lingüísticos, declaro mi absoluto desacuerdo con que el bicho más dañino que hemos conocido sea del género masculino (las bacterias son unas benditas). Exijo, por tanto, que de ahora en adelante se diga siempre el virus y la vira. Y si no, el neutro: lo virus.
TITULO: Las rutas Capone - Un nuevo paso en Oriente Próximo,.
foto / El
pasado 13 de agosto, Israel y los Emiratos Árabes Unidos (EAU)
anunciaron un acuerdo para normalizar las relaciones diplomáticas a
cambio de que Israel suspendiera un controvertido plan para anexionarse
varios territorios de la Cisjordania ocupada. Este acuerdo hace de los
Emiratos el tercer país árabe que normaliza sus relaciones con Israel,
después de Egipto y Jordania. Finalmente, ayer, el emir de Abu Dabi y
presidente de los Emiratos, Khalifa bin Zayed Al Nahyan, levantó por
decreto el boicot a Israel establecido por una ley de 1972 y eliminó por
tanto las sanciones derivadas de la violación de esta ley, como un paso
más para consolidar la plenitud de las relaciones. Hay indicios de que
otros Estados árabes de la zona podrían seguir los pasos emiratíes, que
pueden verse favorecidos con acuerdos militares con Washington. Este
acercamiento, bueno para Israel y fraguado por Donald Trump, contribuye a
debilitar el criterio que regía hasta ahora de que la paz entre el
Estado hebreo y los países árabes llegará cuando sean reconocidos los
derechos de los palestinos y, concretamente, se les dote de un Estado
soberano en armoniosa convivencia con Israel.
Parece
que toda la península confinada se hubiera puesto de acuerdo para venir
a tomar el baño en esta playa. Y toda la costa, a ambos lados de la
carretera, es una letanía de vehículos aparcados de aquella manera. Por
los caminos abundan las bicis con trabajadores de chalecos
fosforescentes, marroquíes que se pierden luego entre la nube de
plásticos que rodea el parque natural, ese espacio en el que se rodaron
tantas películas y en el que los habitantes del poblado de Salinas viven
en un tiempo detenido, desde que en 1987 un decreto les convirtió en
vecinos de un parque natural. Tres calles, una iglesia y poco más de una
veintena de humildes casas de una planta. Una carretera y el mar.
Diego Sánchez anda arreglando unas redes a la sombra de un cobertizo multiusos repleto de cacharros. Busco cobijo a su lado. Fuera el sol pega duro. Tengo la esperanza de que sea pescador, pero enseguida me priva de mis ilusiones, arregla los aparejos porque se los ha dado un vecino, por puro entretenimiento, no porque los use para pescar, que ahora está prohibido, salvo con caña. Sacan calamares, pulpos, besugos. Dice que hay bastante, «pero de la red nada, ahora no es como antes, enseguida viene la Guardia Civil y te echa el guante». Nació aquí, en 1951, y ya se jubiló después de trabajar 42 años en unas salinas cuya historia se remonta a los romanos, pasa por el Reino de Granada y llega hasta el año 1872 en que pasan a ser de una sociedad francesa que perdió en ellas más de un millón de francos. Cosas que a Diego ni le van ni le vienen, porque la parte que le afecta arranca en el año 1904, cuando se comienza la construcción del poblado, que también tenía, y tiene, una iglesia. Eso fue en 1907 y los descendientes de aquellas familias viven en ese puñado de casas, aunque pocos lo hacen todo el año. Una mezcla de limbo y paraíso, porque en las salinas ya solo trabajan dos empleados fijos y uno temporal; pero las viviendas, que pertenecían a la empresa, van pasando de padres a hijos en usufructo. Y bien que se está en ellas, en un lugar virgen. Aunque se queja Diego de que este año, será por el coronavirus, es el que más turistas han llegado, «a las ocho o las nueve de la mañana ya empiezan a aparcar coches». Tengo que gritar un poco para que me escuche y comienza las respuestas con un cierto retraso, casi cuando ya voy a decirle otra cosa. Nada nuevo salvo lo dicho, que como aquí no se está en ninguna parte y eso que le mandaron, siempre por lo de la sal, a Barcelona, Torrevieja, Cádiz y Francia.
Hay puertas blancas y otras azules en este insólito decorado. Bañadores que cuelgan al sol, críos que corren lanzando agua con pistolas y otros que empujan la barca de los pescadores. Dani, Mario, Javi, David, Enrique. Comienzan a decir los nombres todos a la vez. Cuentan que se pasan el día jugando, por la noche hacen un poco la puñeta a los abuelos que salen a tomar la fresca, en la playa, o dando un paseo en la barca. Dani saca el móvil y me enseña la foto de un lugar que, según él, es el más hermoso de la zona, el arrecife de las Sirenas. Habla de este lugar con la pericia de un guía turístico. Otro vecino, Moisés, que luce un bronceado espectacular, se asoma a la puerta y manda callar a un pequeño perro que se pone nervioso al verme. Lo mismo le pasa al gato, que salta por la ventana y se tumba en la sombra más cercana. Su familia, como la de todos aquí, vive en la casa que fue de su abuelo. Él, que andará por los cuarenta y tantos, se queda todo el año. Y aunque la sal tiene la culpa de las vidas atadas a este lugar ya es sólo un telón de fondo, un espejo blanquecino que se confunde con la reverberación de la luz, un argumento para cineastas y fotógrafos.
El sol empieza a caer. Un imponente Mercedes, de esos de señor que triunfa en la vida, trata de salir del banco de arena que le ha servido de aparcamiento. Van muchos, una familia como Dios manda. Estoy sentado en una piedra tomándome lo que queda de una botella de Sprite, caliente como la superficie de Mercurio, que he pillado en alguna gasolinera. Pienso en el triste paisaje de tanto vehículo mientras el hombre arranca y con cada acelerón, en su vehemencia de propietario de cochazo de alta gama, sólo logra enterrarlo más en la arena. Bajan todos, uno que parece cuñado o yerno encuentra una madera pero ni por esas; pasa el tiempo, sudan, perjuran, prueba tú, pruebo yo. Hasta que una mujer, por la edad diríase la esposa del conductor, extrae de su capazo una toalla con el escudo del Barça, que enrolla en forma de tronco antes de colocarla bajo una de las ruedas traseras del vehículo, y con la ayuda de parte del público congregado para observar el espectáculo, logra que el automóvil salga de la trampa playera. No sé si eso significa algo, porque si de algo está llena la vida es de momentos absurdos. Luego, al encender la radio del coche, dice el locutor que Messi se va. La toalla fue un presagio. Me acuerdo de Josefa, sentada en la puerta de su casa, contando anécdotas sobre los rodajes de las películas. Y explicando los cambios del viento, que lo mismo te sopla el poniente que el levante. Me gustaría contarle lo del Mercedes, a veces tienen que venir grúas a salvar a los turistas. Pero otra vez será, cuando el paisaje esté despejado y se escuche, a lo lejos, el runrún de las máquinas cargando la sal.
En este paraíso tan difícil de compartir con los extraños.
Comparte
apellido con James Dean, pero Nacho Dean (Málaga, 1980) es un rebelde
con causa. Caminante y nadador, ha recorrido de punta a cabo nuestro
maltrecho planeta. Cree que la gran aventura es conocerse y construir un
futuro mejor para todos. Le robaron, esquivó machetazos y casi acaba en
la cárcel, pero tras circundar el mudo a pie, este tenaz andarín no ha
perdido un ápice de su confianza en el género humano.
–¿Cómo se convirtió en el hombre que camina?
–En un proceso de muchos años. Me gustaban el viaje y la aventura. Había hecho rutas como la Transpirenaica, del Cabo de Creus a Irún, variantes del Camino de Santiago, y recorrido parte del Círculo Polar Ártico en Laponia. En esas travesías me sentía fenomenal caminando y me dije que por qué no soñar a lo grande y dar la vuelta al mundo a pie. Necesité dos años para decidirme. No fue fácil. Dejé todo: casa, trabajo, familia, y amigos. Tardé nueve meses con los preparativos: visados, vacunas, redes sociales, patrocinadores....
–¿El primer paso?
–El 21 de marzo de 2013 desde el kilómetro cero de la Puerta de Sol de Madrid. En una caminata de tres años recorrí cuatro continentes, 31 países y 33.000 kilómetros para documentar el cambio climático.
–¿Qué le enseñó el viaje?
–Que el planeta no es tan grande como creemos –razón de más para cuidarlo–, y que el ser humano merece la pena. Atravesé países de todo tipo de etnias, idiomas, ideologías y religiones. En todos sus gentes me tendieron la mano, me abrieron sus casas y me sentaron a su mesa como uno más de la familia. Caminar es el medio más lento y expuesto de viajar. Si la humanidad fuera mala, mi viaje hubiera sido imposible. No habría llegado ni a Francia.
–También las pasó canutas.
–Sí. Hubo momentos muy complicados, más allá de atravesar un desierto y ascender una montaña buscando tu límite. Me pilló un atentado terrorista en Daca, capital de Bangladés. Cinco tipos me asaltaron en el puerto del Callao, en Lima. Los miembros de las maras lo intentaron con machetes en El Salvador. Contraje la fiebre chikungunya en Chiapas y estuve a punto de acabar en prisión acusado de espía por tomar fotos en la frontera entre Armenia e Irán.
–¿Perdió la fe en el ser humano?
–Todo lo contrario. Son hechos puntuales en tres años. La balanza se inclina claramente hacia el lado bueno. No pierdo ni la confianza ni la esperanza en mis semejantes.
–¿Qué es la aventura?
–La vida. Es la gran aventura, que en su significado más puro y literal es adentrarte en lo desconocido; en el futuro, que lo es por definición. Todos tenemos un gen explorador en nuestro ADN. Conocernos y construir ese futuro que queremos es la aventura definitiva.
–¿Qué tenemos en común con un esquimal o un aborigen australiano?
–Depende de dónde mires, pero somos muy parecidos. En el más acá somos idénticos. Da igual dónde hayas nacido, tu idioma o tus creencias, todos necesitamos alimento, salud y felicidad en compañía de los nuestros. Luego está el más allá, el mundo de las ideas y lo intangible, donde todos somos diferentes, discutimos creemos tener la verdad y rechazamos lo diferente.
–Además de caminante, es un nadador aguerrido.
–No me quedó más remedio. En la vuelta al mundo a pie constaté el deplorable estado de playas y litorales. Sentí la necesidad de iniciar otra expedición para denunciar el crítico estado de los mares. No era nadador. El primer día en la piscina no pasé de cuatro largos. Entrené durante un año e hice más de 2.500 kilómetros. Uní nadando los cinco continentes. Europa y África por el estrecho de Gibraltar. América y Asia por el estrecho de Bering, con el agua a tres grados. Europa y Asia en travesía Meis-Kas de Grecia a Turquía. Asia y Oceanía por el mar de Bismarck, al norte de la isla de Papúa, y África con Asia nadando de Egipto a Jordania en el Golfo de Áqaba.
–¿Estamos a tiempo de salvar los océanos?
–Quiero creer que sí. La salud de los mares es nuestra salud, pero vamos por mal camino. Además de plástico y basura, rebosan vertidos químicos. Creemos que el pulmón del planeta es el Amazonas, pero el mar es el mayor emisor de oxígeno y el que más CO2 captura. Tanto, a causa de la acción humana, que el agua se acidifica, blanquea y mata a los corales e impide a los crustáceos fabricar sus conchas. Acaba con la biodiversidad con ayuda de la sobrexplotación pesquera.
–Acabó hablando con su carrito de trekking. ¿La soledad enloquece?
–Casi. En Australia bauticé a mi carro de material como Jimmy águila libre, y hablé mucho con él. Caminé más de 4000 kilómetros por el desierto, entre Darwin y Sídney. Pasaron semanas sin ver ni hablar con nadie. Hablas contigo, te inventas papeles en películas, das discursos, pones en orden el mundo y añoras a los tuyos. A veces te cuentas chistes.
–¿Se ve caminando por Marte o por la Luna? Y no es broma.
–No me importaría. Pero no todo el mundo tiene la fortuna y la capacidad y la formación que exige ser astronauta. Preparo una expedición navegando a vela por la sostenibilidad de los océanos. Si puedo, sería otra la vuelta al mundo.
–¿Come de todo?
–Sí. No me puedo permitir rechazar alimentos que me ofrecen en cualquier rincón del mundo. La base de mi dieta es la fruta y la verdura, pero como pescado y carne.
–¿Se gana la vida con sus aventuras?
–He conseguido hacer de mi pasión mi profesión. Vivo de la divulgación de mis expediciones. De libros como 'Libre y salvaje' sobre la vuelta al mundo a pie, y 'La llamada del océano', que publiqué en junio, sobre el desafío a nado para unir los cinco continentes. Doy conferencias y charlas.
Le
ha tocado navegar la semana más complicada del verano más atípico de la
Historia, pero afortunadamente el Chef del Mar ha conseguido llevar a
su tripulación a buen puerto. Cuando el 22 de agosto Ángel León
anunciaba que cerraba Aponiente al detectar varios positivos por
Covid-19 entre su plantilla un escalofrío recorrió la profesión. 'Le
podía haber pasado a cualquiera', era el sentir general, pero en un
gremio que ha sufrido los efectos del confinamiento como ningún otro la
sola idea de tener que volver a cerrar quita el sueño. Tras nueve días
de confinamiento y ver esfumarse la última semana de agosto, hoy el tres
estrellas Michelin gaditano vuelve a abrir sus puertas con energías
renovadas y -tras el test al que se sometió ayer toda la plantilla-
totalmente libre de coronavirus.
- ¿Cómo estaba yendo este atípico verano de 2020?
Ha sido el verano más 'heavy' de mi vida. Nunca habíamos tenido en Aponiente una lista de espera de 870 personas como hemos llegado a tener estos meses, ni cuando conseguí las tres estrellas Michelin. Nos pasamos el confinamiento oyendo a la gente decir que este negocio se iba al garete y fíjate. - ¿De dónde ha salido esa clientela? ¿No se ha notado la falta de extranjeros?
100% Ibérico. Toledo, Almería, Huelva, Granada, Guipuzkoa, Cantabria, La Mancha… toda España ha pasado por aquí. - Cuando en pleno agosto y con ese ritmo de trabajo se ve obligado a cerrar, ¿qué se le pasa por la cabeza?
Si te soy sincero siempre pensé que esto podía ocurrir. Yo entendí que el nivel de pandemia en España era lo suficientemente gordo como para que hubiera gente en mi casa contaminada. Decidimos voluntariamente hacer PCRs a todos y nos llevamos la sorpresa de que de una plantilla de 60 personas había tres asintomáticos y una persona que tenía el virus pero que no lo había desarrollado y que luego estuvo tres días con 37,5.
Nosotros tenemos un protocolo que hicimos con un laboratorio privado. La plantilla come por sectores -camareros, cocineros, sumilleres, administración-, hemos seccionado los vestuarios por horarios… Hemos llevado una gestión bastante estricta pero luego está la vida de cada uno y eso es incontrolable. ¿Cómo controlas a chavales con 19 o 20 años en El Puerto de Santa María en verano? - ¿Qué consecuencias ha tenido cerrar estos 9 días?
Sobre todo económicas, pero en este caso está por encima de todo la salud. La gente de administración se echaba las manos a la cabeza pensando en lo que vamos a perder, pero lo importante es que estemos bien y que nuestros clientes estén bien. Si no nos llegamos a dar cuenta nos hubiéramos encontrado en unos días con media plantilla infectada y siendo un foco de contagio, eso si hubiera sido un drama. - Hay otros compañeros viviendo situaciones similares y el miedo sobrevuela toda la profesión, ¿qué les diría a sus colegas?
Yo les diría que dentro de lo malo, esto supone limpiar la casa y empezar de cero. Nosotros ayer hicimos los PCR a todo el mundo que se incorporaba, todo el mundo ha dado negativo y hoy empezamos limpios, como una nueva oportunidad. Ahora vamos a hacer test semanales. Es una ruina, casi 130 pavos por cada analítica, pero prefiero controlar el barco y darle seguridad a mi equipo. - Este es un negocio muy sensible a la percepción de seguridad por parte de los clientes, ¿crees que haber pasado el coronavirus lo estigmatiza o lo refuerza?
No lo sé. Yo creo que lo más importante en esta situación es ser transparente, nosotros lo hemos sido para lo malo y para lo bueno. Creo que saber que estamos examinados y que nos controlamos le dará confianza al cliente, que sabe que al menos a día de hoy ya estamos libres de Covid. - Hoy primer día después del cierre, ¿Cómo está el libro de reservas?
A tope, las reservas se han reubicado y si todo sale bien vamos a hacer un muy buen mes, mejor que el del año pasado y mejor que el del anterior, casi 300 clientes más que en cualquier otro septiembre de nuestra historia. Solo me puedo dar chocazos contra la pared y dar gracias. - Este verano tan bueno, ¿será capaz de compensar los meses de confinamiento?
Ni de coña, eso es imposible. Pero da igual, me alegro de que se haya despejado el miedo que había en la profesión a que la gente no iba a volver a los restaurantes. Afortunadamente está la gente loca por beber vino y comer bien.
TITULO: Un país mágico - El pueblo que no pudo ser ,.
El sabado -5- Septiembre a las 18:30 por La 2, foto,.
El pueblo que no pudo ser,.
Salinas el poblado que se levanta en medio del parque natural del Cabo de Gata (Almería),.
Diego Sánchez anda arreglando unas redes a la sombra de un cobertizo multiusos repleto de cacharros. Busco cobijo a su lado. Fuera el sol pega duro. Tengo la esperanza de que sea pescador, pero enseguida me priva de mis ilusiones, arregla los aparejos porque se los ha dado un vecino, por puro entretenimiento, no porque los use para pescar, que ahora está prohibido, salvo con caña. Sacan calamares, pulpos, besugos. Dice que hay bastante, «pero de la red nada, ahora no es como antes, enseguida viene la Guardia Civil y te echa el guante». Nació aquí, en 1951, y ya se jubiló después de trabajar 42 años en unas salinas cuya historia se remonta a los romanos, pasa por el Reino de Granada y llega hasta el año 1872 en que pasan a ser de una sociedad francesa que perdió en ellas más de un millón de francos. Cosas que a Diego ni le van ni le vienen, porque la parte que le afecta arranca en el año 1904, cuando se comienza la construcción del poblado, que también tenía, y tiene, una iglesia. Eso fue en 1907 y los descendientes de aquellas familias viven en ese puñado de casas, aunque pocos lo hacen todo el año. Una mezcla de limbo y paraíso, porque en las salinas ya solo trabajan dos empleados fijos y uno temporal; pero las viviendas, que pertenecían a la empresa, van pasando de padres a hijos en usufructo. Y bien que se está en ellas, en un lugar virgen. Aunque se queja Diego de que este año, será por el coronavirus, es el que más turistas han llegado, «a las ocho o las nueve de la mañana ya empiezan a aparcar coches». Tengo que gritar un poco para que me escuche y comienza las respuestas con un cierto retraso, casi cuando ya voy a decirle otra cosa. Nada nuevo salvo lo dicho, que como aquí no se está en ninguna parte y eso que le mandaron, siempre por lo de la sal, a Barcelona, Torrevieja, Cádiz y Francia.
Hay puertas blancas y otras azules en este insólito decorado. Bañadores que cuelgan al sol, críos que corren lanzando agua con pistolas y otros que empujan la barca de los pescadores. Dani, Mario, Javi, David, Enrique. Comienzan a decir los nombres todos a la vez. Cuentan que se pasan el día jugando, por la noche hacen un poco la puñeta a los abuelos que salen a tomar la fresca, en la playa, o dando un paseo en la barca. Dani saca el móvil y me enseña la foto de un lugar que, según él, es el más hermoso de la zona, el arrecife de las Sirenas. Habla de este lugar con la pericia de un guía turístico. Otro vecino, Moisés, que luce un bronceado espectacular, se asoma a la puerta y manda callar a un pequeño perro que se pone nervioso al verme. Lo mismo le pasa al gato, que salta por la ventana y se tumba en la sombra más cercana. Su familia, como la de todos aquí, vive en la casa que fue de su abuelo. Él, que andará por los cuarenta y tantos, se queda todo el año. Y aunque la sal tiene la culpa de las vidas atadas a este lugar ya es sólo un telón de fondo, un espejo blanquecino que se confunde con la reverberación de la luz, un argumento para cineastas y fotógrafos.
Todo un plató
Salinas se ha convertido en un plató. Algunos de sus rincones son fondos recurrentes para reportajes de bodas, comuniones o sesiones de moda. Josefa Ropero, que tiene 87 y vive aquí todo el año, sabe de esos éxitos paisajísticos. Por su casa han pasado actores y técnicos de películas como 'Vivir es fácil con los ojos cerrados'. Se ríe, «oye, que yo me pensaba que eran unos que trabajaban y eran los protagonistas y estaban aquí donde estás tú dándome conversación». Paco, su hijo, se queja del descontrol turístico. Que, a fin de cuentas, esto es un parque natural y no puede estar invadido de cualquier manera por miles de automóviles y autocaravanas. Eso cree. Y luego está, explica, «que todo el mundo quiere venir a esta iglesia a casarse, hay una lista de espera de años, aunque ahora con lo del coronavirus ha decaído un poco».El sol empieza a caer. Un imponente Mercedes, de esos de señor que triunfa en la vida, trata de salir del banco de arena que le ha servido de aparcamiento. Van muchos, una familia como Dios manda. Estoy sentado en una piedra tomándome lo que queda de una botella de Sprite, caliente como la superficie de Mercurio, que he pillado en alguna gasolinera. Pienso en el triste paisaje de tanto vehículo mientras el hombre arranca y con cada acelerón, en su vehemencia de propietario de cochazo de alta gama, sólo logra enterrarlo más en la arena. Bajan todos, uno que parece cuñado o yerno encuentra una madera pero ni por esas; pasa el tiempo, sudan, perjuran, prueba tú, pruebo yo. Hasta que una mujer, por la edad diríase la esposa del conductor, extrae de su capazo una toalla con el escudo del Barça, que enrolla en forma de tronco antes de colocarla bajo una de las ruedas traseras del vehículo, y con la ayuda de parte del público congregado para observar el espectáculo, logra que el automóvil salga de la trampa playera. No sé si eso significa algo, porque si de algo está llena la vida es de momentos absurdos. Luego, al encender la radio del coche, dice el locutor que Messi se va. La toalla fue un presagio. Me acuerdo de Josefa, sentada en la puerta de su casa, contando anécdotas sobre los rodajes de las películas. Y explicando los cambios del viento, que lo mismo te sopla el poniente que el levante. Me gustaría contarle lo del Mercedes, a veces tienen que venir grúas a salvar a los turistas. Pero otra vez será, cuando el paisaje esté despejado y se escuche, a lo lejos, el runrún de las máquinas cargando la sal.
En este paraíso tan difícil de compartir con los extraños.
TITULO: Diario de un nómada - Caminando sobre las olas ,.
El domingo-6- Septiembre a las 19:00 por La 2 , fotos,.
Nacho Dean: «La gran aventura es construir el futuro»,.
Rebelde con causa, este aventurero ha recorrido el mundo a pie y enlazado a nado sus continentes / Ha conocido la bondad y la maldad, pero no ha perdido su confianza en el género humano.
–¿Cómo se convirtió en el hombre que camina?
–En un proceso de muchos años. Me gustaban el viaje y la aventura. Había hecho rutas como la Transpirenaica, del Cabo de Creus a Irún, variantes del Camino de Santiago, y recorrido parte del Círculo Polar Ártico en Laponia. En esas travesías me sentía fenomenal caminando y me dije que por qué no soñar a lo grande y dar la vuelta al mundo a pie. Necesité dos años para decidirme. No fue fácil. Dejé todo: casa, trabajo, familia, y amigos. Tardé nueve meses con los preparativos: visados, vacunas, redes sociales, patrocinadores....
–¿El primer paso?
–El 21 de marzo de 2013 desde el kilómetro cero de la Puerta de Sol de Madrid. En una caminata de tres años recorrí cuatro continentes, 31 países y 33.000 kilómetros para documentar el cambio climático.
–¿Qué le enseñó el viaje?
–Que el planeta no es tan grande como creemos –razón de más para cuidarlo–, y que el ser humano merece la pena. Atravesé países de todo tipo de etnias, idiomas, ideologías y religiones. En todos sus gentes me tendieron la mano, me abrieron sus casas y me sentaron a su mesa como uno más de la familia. Caminar es el medio más lento y expuesto de viajar. Si la humanidad fuera mala, mi viaje hubiera sido imposible. No habría llegado ni a Francia.
–También las pasó canutas.
–Sí. Hubo momentos muy complicados, más allá de atravesar un desierto y ascender una montaña buscando tu límite. Me pilló un atentado terrorista en Daca, capital de Bangladés. Cinco tipos me asaltaron en el puerto del Callao, en Lima. Los miembros de las maras lo intentaron con machetes en El Salvador. Contraje la fiebre chikungunya en Chiapas y estuve a punto de acabar en prisión acusado de espía por tomar fotos en la frontera entre Armenia e Irán.
–¿Perdió la fe en el ser humano?
–Todo lo contrario. Son hechos puntuales en tres años. La balanza se inclina claramente hacia el lado bueno. No pierdo ni la confianza ni la esperanza en mis semejantes.
–¿Qué es la aventura?
–La vida. Es la gran aventura, que en su significado más puro y literal es adentrarte en lo desconocido; en el futuro, que lo es por definición. Todos tenemos un gen explorador en nuestro ADN. Conocernos y construir ese futuro que queremos es la aventura definitiva.
–¿Qué tenemos en común con un esquimal o un aborigen australiano?
–Depende de dónde mires, pero somos muy parecidos. En el más acá somos idénticos. Da igual dónde hayas nacido, tu idioma o tus creencias, todos necesitamos alimento, salud y felicidad en compañía de los nuestros. Luego está el más allá, el mundo de las ideas y lo intangible, donde todos somos diferentes, discutimos creemos tener la verdad y rechazamos lo diferente.
–Además de caminante, es un nadador aguerrido.
–No me quedó más remedio. En la vuelta al mundo a pie constaté el deplorable estado de playas y litorales. Sentí la necesidad de iniciar otra expedición para denunciar el crítico estado de los mares. No era nadador. El primer día en la piscina no pasé de cuatro largos. Entrené durante un año e hice más de 2.500 kilómetros. Uní nadando los cinco continentes. Europa y África por el estrecho de Gibraltar. América y Asia por el estrecho de Bering, con el agua a tres grados. Europa y Asia en travesía Meis-Kas de Grecia a Turquía. Asia y Oceanía por el mar de Bismarck, al norte de la isla de Papúa, y África con Asia nadando de Egipto a Jordania en el Golfo de Áqaba.
–¿Estamos a tiempo de salvar los océanos?
–Quiero creer que sí. La salud de los mares es nuestra salud, pero vamos por mal camino. Además de plástico y basura, rebosan vertidos químicos. Creemos que el pulmón del planeta es el Amazonas, pero el mar es el mayor emisor de oxígeno y el que más CO2 captura. Tanto, a causa de la acción humana, que el agua se acidifica, blanquea y mata a los corales e impide a los crustáceos fabricar sus conchas. Acaba con la biodiversidad con ayuda de la sobrexplotación pesquera.
–Acabó hablando con su carrito de trekking. ¿La soledad enloquece?
–Casi. En Australia bauticé a mi carro de material como Jimmy águila libre, y hablé mucho con él. Caminé más de 4000 kilómetros por el desierto, entre Darwin y Sídney. Pasaron semanas sin ver ni hablar con nadie. Hablas contigo, te inventas papeles en películas, das discursos, pones en orden el mundo y añoras a los tuyos. A veces te cuentas chistes.
–¿Se ve caminando por Marte o por la Luna? Y no es broma.
–No me importaría. Pero no todo el mundo tiene la fortuna y la capacidad y la formación que exige ser astronauta. Preparo una expedición navegando a vela por la sostenibilidad de los océanos. Si puedo, sería otra la vuelta al mundo.
–¿Come de todo?
–Sí. No me puedo permitir rechazar alimentos que me ofrecen en cualquier rincón del mundo. La base de mi dieta es la fruta y la verdura, pero como pescado y carne.
–¿Se gana la vida con sus aventuras?
–He conseguido hacer de mi pasión mi profesión. Vivo de la divulgación de mis expediciones. De libros como 'Libre y salvaje' sobre la vuelta al mundo a pie, y 'La llamada del océano', que publiqué en junio, sobre el desafío a nado para unir los cinco continentes. Doy conferencias y charlas.
TITULO: Un trío en la cocina - Ángel León: «Saber que hemos pasado el virus y estamos controlados dará confianza a la gente» ,.
fotos , Un trío en la cocina - Ángel León: «Saber que hemos pasado el virus y estamos controlados dará confianza a la gente» ,.
Ángel León: «Saber que hemos pasado el virus y estamos controlados dará confianza a la gente»,.
Aponiente reabre hoy sus puertas tras nueve días cerrado por 4 positivos en su plantilla. «Las pérdidas son incalculables pero lo importante es la salud»,.
Ha sido el verano más 'heavy' de mi vida. Nunca habíamos tenido en Aponiente una lista de espera de 870 personas como hemos llegado a tener estos meses, ni cuando conseguí las tres estrellas Michelin. Nos pasamos el confinamiento oyendo a la gente decir que este negocio se iba al garete y fíjate. - ¿De dónde ha salido esa clientela? ¿No se ha notado la falta de extranjeros?
100% Ibérico. Toledo, Almería, Huelva, Granada, Guipuzkoa, Cantabria, La Mancha… toda España ha pasado por aquí. - Cuando en pleno agosto y con ese ritmo de trabajo se ve obligado a cerrar, ¿qué se le pasa por la cabeza?
Si te soy sincero siempre pensé que esto podía ocurrir. Yo entendí que el nivel de pandemia en España era lo suficientemente gordo como para que hubiera gente en mi casa contaminada. Decidimos voluntariamente hacer PCRs a todos y nos llevamos la sorpresa de que de una plantilla de 60 personas había tres asintomáticos y una persona que tenía el virus pero que no lo había desarrollado y que luego estuvo tres días con 37,5.
«Nos pasamos el confinamiento oyendo que la hostelería se iba al garete y hemos tenido más de 800 personas en lista de espera»
Ángel león
- Aponiente cuenta con más medidas de seguridad de las que exige la normativa vigente, ¿qué ha pasado?Nosotros tenemos un protocolo que hicimos con un laboratorio privado. La plantilla come por sectores -camareros, cocineros, sumilleres, administración-, hemos seccionado los vestuarios por horarios… Hemos llevado una gestión bastante estricta pero luego está la vida de cada uno y eso es incontrolable. ¿Cómo controlas a chavales con 19 o 20 años en El Puerto de Santa María en verano? - ¿Qué consecuencias ha tenido cerrar estos 9 días?
Sobre todo económicas, pero en este caso está por encima de todo la salud. La gente de administración se echaba las manos a la cabeza pensando en lo que vamos a perder, pero lo importante es que estemos bien y que nuestros clientes estén bien. Si no nos llegamos a dar cuenta nos hubiéramos encontrado en unos días con media plantilla infectada y siendo un foco de contagio, eso si hubiera sido un drama. - Hay otros compañeros viviendo situaciones similares y el miedo sobrevuela toda la profesión, ¿qué les diría a sus colegas?
Yo les diría que dentro de lo malo, esto supone limpiar la casa y empezar de cero. Nosotros ayer hicimos los PCR a todo el mundo que se incorporaba, todo el mundo ha dado negativo y hoy empezamos limpios, como una nueva oportunidad. Ahora vamos a hacer test semanales. Es una ruina, casi 130 pavos por cada analítica, pero prefiero controlar el barco y darle seguridad a mi equipo. - Este es un negocio muy sensible a la percepción de seguridad por parte de los clientes, ¿crees que haber pasado el coronavirus lo estigmatiza o lo refuerza?
No lo sé. Yo creo que lo más importante en esta situación es ser transparente, nosotros lo hemos sido para lo malo y para lo bueno. Creo que saber que estamos examinados y que nos controlamos le dará confianza al cliente, que sabe que al menos a día de hoy ya estamos libres de Covid. - Hoy primer día después del cierre, ¿Cómo está el libro de reservas?
A tope, las reservas se han reubicado y si todo sale bien vamos a hacer un muy buen mes, mejor que el del año pasado y mejor que el del anterior, casi 300 clientes más que en cualquier otro septiembre de nuestra historia. Solo me puedo dar chocazos contra la pared y dar gracias. - Este verano tan bueno, ¿será capaz de compensar los meses de confinamiento?
Ni de coña, eso es imposible. Pero da igual, me alegro de que se haya despejado el miedo que había en la profesión a que la gente no iba a volver a los restaurantes. Afortunadamente está la gente loca por beber vino y comer bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario