El sabado -5- Enero a las 16:00 por Telecinco , foto,.
Miguel Barrero, nuevo presidente de la Federación de Gremios de Editores de España,.
El director General de I+D+i del Grupo Santillana y Director de Educación de la Fundación Santillana ha sido elegido por unanimidad,.
Miguel Barrero Maján
ha sido elegido por unanimidad nuevo presidente de la Federación de
Gremios de Editores de España (FGEE) en sustitución de Daniel Fernández,
que ha cumplido su mandato. Barrero es Director General de I+D+i del Grupo Santillana y Director de Educación de la Fundación Santillana.
El nuevo presidente inicia su mandato con varios objetivos destinados a
conseguir que el sector editorial español se mantenga como la principal
industria cultural española y una de las más importantes del mundo,
según informa la propia organización en la nota de prensa en la que
anuncian el nombramiento.
“Los ejes a los que dirigiremos nuestra labor se estructurarán en cuatro áreas: en primer lugar y dentro del ámbito social, el fomento del libro y la lectura, la comunicación de la función del editor, la lucha contra la piratería y la defensa de la creación intelectual; en segundo lugar, la mejora de la internacionalización del sector para crecer en otros mercados así como reforzar nuestra presencia en la instituciones europeas; en tercer lugar, colaborar con todos los agentes de la cadena de valor del libro y la defensa de un tejido de librerías y un mapa de distribución que garantice el acceso a la lectura; y, por último, en el ámbito institucional, hacer realidad los puntos que estructuran el Plan de Fomento del Libro y la Lectura aprobado en 2017 (empezando por la compra de ejemplares para las Bibliotecas), ha asegurado Barreo.
El nuevo rector de la FGEE quiere mantener "en tiempos de cambio e
incertidumbre" una "colaboración constante" con instituciones y
organizaciones que forman parte del mundo del libro y comprometerse
mantener una actitud de colaboración constante "con las situaciones
específicas de los distintos tipos de edición, así como con las
circunstancias de las distintas Asociaciones territoriales que integran
la Federación”.
Desde enero de 2018 Barrero era presidente de la Asociación de Editores de Madrid y Tesorero de la FGEE. A lo largo de su trayectoria profesional ha representado a su editorial como vicepresidente de la Asociación Nacional de Editores de Libros y Material de Enseñanza (ANELE) y de la Junta Directiva de CEDRO, entre otras organizaciones sectoriales.
Barrero es licenciado en Ciencias de la Educación por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación por la UNED. Inició su actividad profesional en la docencia para, posteriormente, incorporarse al Grupo Santillana, donde ha desarrollado prácticamente toda su carrera. En este Grupo ha desempeñado diversas funciones, entre ellas, la Dirección General del Libro Infantil y Paraescolar, la Dirección General de Educativas de Santillana España; ocupó la responsabilidad del conjunto de la actividad de Santillana España (libro educativo, libro de obra general, formación a distancia e idiomas como segunda lengua), para posteriormente ser nombrado Director General Global de la División de Educación. Antes de incorporarse a la Dirección General de I+D+i, donde ha obtenido una panorámica internacional sobre el estado de la tecnología educativa, era Director General de Santillana Digital.
“Los ejes a los que dirigiremos nuestra labor se estructurarán en cuatro áreas: en primer lugar y dentro del ámbito social, el fomento del libro y la lectura, la comunicación de la función del editor, la lucha contra la piratería y la defensa de la creación intelectual; en segundo lugar, la mejora de la internacionalización del sector para crecer en otros mercados así como reforzar nuestra presencia en la instituciones europeas; en tercer lugar, colaborar con todos los agentes de la cadena de valor del libro y la defensa de un tejido de librerías y un mapa de distribución que garantice el acceso a la lectura; y, por último, en el ámbito institucional, hacer realidad los puntos que estructuran el Plan de Fomento del Libro y la Lectura aprobado en 2017 (empezando por la compra de ejemplares para las Bibliotecas), ha asegurado Barreo.
Desde enero de 2018 Barrero era presidente de la Asociación de Editores de Madrid y Tesorero de la FGEE. A lo largo de su trayectoria profesional ha representado a su editorial como vicepresidente de la Asociación Nacional de Editores de Libros y Material de Enseñanza (ANELE) y de la Junta Directiva de CEDRO, entre otras organizaciones sectoriales.
Barrero es licenciado en Ciencias de la Educación por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación por la UNED. Inició su actividad profesional en la docencia para, posteriormente, incorporarse al Grupo Santillana, donde ha desarrollado prácticamente toda su carrera. En este Grupo ha desempeñado diversas funciones, entre ellas, la Dirección General del Libro Infantil y Paraescolar, la Dirección General de Educativas de Santillana España; ocupó la responsabilidad del conjunto de la actividad de Santillana España (libro educativo, libro de obra general, formación a distancia e idiomas como segunda lengua), para posteriormente ser nombrado Director General Global de la División de Educación. Antes de incorporarse a la Dirección General de I+D+i, donde ha obtenido una panorámica internacional sobre el estado de la tecnología educativa, era Director General de Santillana Digital.
TITULO: VIVA LA VIDA - Strauss vienés con brillantez prusiana ,. DOMINGO -6- Enero,.
El domingo -6- Enero a las 16:00 por Telecinco , foto,.
TITULO: VIVA LA VIDA - Strauss vienés con brillantez prusiana ,. DOMINGO -6- Enero,.
El domingo -6- Enero a las 16:00 por Telecinco , foto,.
Strauss vienés con brillantez prusiana,.
Christian Thielemann optó por el control y la calidad frente a la fantasía en su debut al frente del Concierto de Año Nuevo,.
Todas las biografías de Christian Thielemann
(Berlín, 1959) relatan un curioso fracaso en su trayectoria. Tuvo lugar
en 1985, durante el Concurso Karajan para jóvenes directores, cuando
resultó descalificado por no pasar de los primeros compases del preludio
de Tristán e Isolda, de Wagner, tras veinte minutos de trabajo
con la orquesta. Los demás contendientes, en ese espacio de tiempo,
habían ensayado e incluso tocado la obra, pero el berlinés quería bucear
más profundamente en la partitura y encontrar sus propios tesoros. Eso
mismo ha hecho en su debut en el Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena.
Pero si lo acontecido hace más de treinta años marcó el arranque de uno
de los mejores wagnerianos del presente, lo sucedido este martes 1 de
enero en Viena no pasará a la historia.
La relación de Thielemann con la Filarmónica de Viena,
dentro de su serie de conciertos en el Musikverein, se inició en
octubre de 2000. Dirigió entonces un memorable concierto con la Sinfonía alpina y la suite de la ópera El caballero de la rosa,
de Richard Strauss, es decir, el compositor alemán que nada tiene que
ver con la dinastía austríaca del mismo apellido que protagoniza el
Concierto de Año Nuevo. Thielemann relató a Kläre Warnecke su
experiencia dentro de su biografía de 2003 (Henschel): “Fue amor a
primera vista con la Filarmónica de Viena. Pensé que sería una orquesta
difícil y me sorprendió gratamente lo extremadamente educada, amigable y
abierta que era”. El sensacional resultado puede escucharse en un CD
publicado por Deutsche Grammophon. Pero una cosa es el Strauss bávaro y
otra bien diferente la saga vienesa. Y Thielemann aplica con ellos el
mismo patrón de refinamiento sonoro y visión global de cada obra, por
encima de los detalles autóctonos que marcan siempre la diferencia.
El berlinés inició la primera parte marcando el terreno con mucho temple.
Pero la Filarmónica de Viena brilló hasta en una marcha de aire pomposo
escrita por un músico rival de los Strauss y especializado en bandas,
como Karl Michael Ziehrer. Siguió la primera prueba de fuego del
concierto, el vals Transacciones, de Josef Strauss, donde se
pretendía conmemorar el siglo y medio de relaciones diplomáticas
austro-japonesas, y el berlinés sacó a relucir su paleta de colores y
dinámicas, pero también asomó su rigidez prusiana. Todo mejoró en la
mendelssohniana pieza de carácter titulada Corro de elfos, de Josef Hellmesberger hijo, y lució encanto y precisión en la polca rápida Exprés, de Johann hijo, que era novedad en el Concierto de Año Nuevo. Las cartas se volvieron en la introducción del vals Estampas del mar del Norte,
del mismo compositor. La exquisitez no se tradujo en magia. Y pasaron
delante de nuestros ojos unas evocaciones elegantes y naturalistas (como
esa tormenta que sonó a El holandés errante wagneriano), pero
el vals no terminó de despegar y sonó con poco sabor. Thielemann imponía
el acento prusiano sobre la natural y fluida pronunciación vienesa del
vals. La primera parte se cerró con un digno homenaje al menos habitual
de los Strauss, Eduard, y una de sus mejores polcas rápidas, Con franqueo extra, que corrió como la electricidad por las secciones de la orquesta vienesa.
La segunda parte siguió el mismo recorrido. En la obertura de la opereta El barón gitano,
de Johann Strauss hijo, Thielemann hizo gala de oficio como director
operístico. Y funcionó idealmente esa fusión entre lo rapsódico húngaro y
la elegancia vienesa, pero el vals no terminó de ascender. El berlinés
controlaba con precisión cada detalle de las polcas, como la francesa La bailarina, de Josef Strauss, o La bayadera, de su hermano Johann, incluida en su opereta Índigo y los cuarenta ladrones. Pero los valses seguían el trazo de un poema sinfónico, tal como demostró en el famoso Vida de artista,
de Johann hijo. Aquí pudo verse la primera de las dos escenas
pregrabadas de ballet, con coreografía de Andrei Kaidanovski y vestuario
de Arthur Arbesser, como homenaje al 150º aniversario de la Ópera
Estatal de Viena. Ambos insuflaron aires de modernidad y frescura
visual, como también hizo Henning Kasten con su excelente realización
televisiva. Lo mejor volvieron a ser las polcas, con una deliciosa
versión de la francesa Tarde en la ópera, de Eduard Strauss, que era también novedad en el Concierto de Año Nuevo.
La polca mazurca Elogio de las mujeres, de Johann hijo, fue quizá lo mejor de todo el concierto, junto al vals Música de las esferas, de Josef Strauss, con ese perfume del Tannhäuser
wagneriano. Thielemann volvió a un trazo global de poema sinfónico,
pero sin atender a las sutilezas del vals vienés que representaron en
esta misma sala Karajan o Kleiber en sus Conciertos de Año Nuevo de 1987
y 1992. La relación del berlinés con la orquesta vienesa fue
ciertamente inmejorable. Lo demostró haciendo levantar a varios músicos
al final de las obras programadas. Entre ellos más mujeres que nunca, y
en puestos destacados, como la violinista búlgara Albena Danailova, la
flautista italiana Silvia Careddu y la fagotista francesa Sophie
Dervaux.
Las propinas arrancaron este año con la polca rápida Deprisa y corriendo, también de la opereta Índigo y los cuarenta ladrones, de Johann hijo, con otra brillante versión de Thielemann. Tras la felicitación del año, el concierto se cerró con las dos composiciones de rigor: el vals El bello Danubio azul, de Johann Strauss hijo, otro poema sinfónico en manos del berlinés, y una curiosa versión de la palmeada Marcha Radetzky, donde Thielemann lució su poder de sugestión con el público, al que indicó todo tipo de dinámicas, como si fuera parte de la orquesta. El documental del intermedio, de Felix Breisach , se dedicó al referido aniversario de la Ópera vienesa y terminó con una versión excepcional de los valses de El caballero de la rosa, pero en un arreglo para violín y piano, que tocó magistralmente el concertino de la orquesta vienesa Volkhard Steude. Fue la prueba fehaciente de que el Strauss alemán sí funciona a la vienesa.
Y ANDRIS NELSONS EN 2020
El letón Andris Nelsons dirigirá, con 41 años, su primer Concierto de
Año Nuevo de la Filarmónica de Viena en 2020. El actual titular de la
Sinfónica de Boston y la de Gewandhaus de Leipzig
mantiene, desde hace años, una estrecha relación con la Filarmónica de
Viena. Y está grabando con ellos una la integral de las sinfonías de
Beethoven para DG. Conjuga talento, entusiasmo, humildad y entrega sin
límites sobre el podio,como ha demostrado en su última visita española, con sensacionales versiones de sinfonías de Brahms y Chaikovski.
Una versión brillante pero sin fantasía
El referido homenaje al aniversario del teatro de la Ringstrasse vienesa se centró en dos obras instrumentales de la única ópera que Johann Strauss hijo estrenó allí, precisamente un 1 de enero de 1892: Caballero Pásmán, un título insulso que hoy se recuerda, especialmente, por su magnífico ballet. Sonó el Vals de Eva, otra novedad en esta edición, seguido de la sensacional zarda del ballet. Thielemann dirigió una versión brillante, pero sin un ápice de fantasía; muy lejos de ese hito que fue Carlos Kleiber, en 1989. Otra vez la escena pregrabada de ballet volvió a ganar la partida a la música con una magnífica coreografía y vestuario en el bello Castillo Grafenegg. La Marcha egípcia, de Johann Strauss hijo, incluyó la única concesión lúdica de todo el concierto, a pesar de que el canturreo de la orquesta venga indicado en la partitura. Y el estilo prusiano de los valses de Thielemann llegó al extremo con el Vals entreacto, de Hellmesberger hijo.
Una cosa es el Strauss bávaro y otra bien diferente la saga vienesa
Las propinas arrancaron este año con la polca rápida Deprisa y corriendo, también de la opereta Índigo y los cuarenta ladrones, de Johann hijo, con otra brillante versión de Thielemann. Tras la felicitación del año, el concierto se cerró con las dos composiciones de rigor: el vals El bello Danubio azul, de Johann Strauss hijo, otro poema sinfónico en manos del berlinés, y una curiosa versión de la palmeada Marcha Radetzky, donde Thielemann lució su poder de sugestión con el público, al que indicó todo tipo de dinámicas, como si fuera parte de la orquesta. El documental del intermedio, de Felix Breisach , se dedicó al referido aniversario de la Ópera vienesa y terminó con una versión excepcional de los valses de El caballero de la rosa, pero en un arreglo para violín y piano, que tocó magistralmente el concertino de la orquesta vienesa Volkhard Steude. Fue la prueba fehaciente de que el Strauss alemán sí funciona a la vienesa.
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