Los desayunos de TVE ,.
Los desayunos de Televisión Española es un programa de televisión que se emite en La 1 de Televisión Española desde el 8 de enero de 1994, de lunes a viernes, en horario matinal.
Desde el 3 de septiembre de 2018, el programa de divide en dos partes. Primero, a las 08:25 horas, Los desayunos de TVE, siguiendo el formato clásico con noventa y cinco minutos de duración. Más tarde, alrededor de las 11:55, comienza Más desayunos, un debate político que cuenta con el mismo presentador y dura alrededor de noventa minutos., etc.
El científico soviético que desapareció en el Madrid de la movida,.
Vladimir Alexandrov se esfumó sin dejar rastro en 1985, tras pasar tres días aparentemente borracho en España, fotos,.
Es Domingo de Ramos y las vírgenes católicas en procesión se mezclan
con la resaca de una noche de sábado en los estertores de la movida
madrileña. Corre el 31 de marzo de 1985. Uno de los científicos más
importantes de la Unión Soviética, Vladimir Alexandrov, acaba de llegar a
Madrid procedente de Córdoba, donde el Ayuntamiento del comunista Julio
Anguita le había invitado a participar en la II Asamblea de Ciudades No
Nucleares. Alexandrov, de 47 años, se ha pasado tres días aparentemente
borracho en España. Nadie le volverá a ver con vida. Esa misma noche,
en Madrid, desaparecerá.
La historiadora italiana Giulia Rispoli rescata ahora la volatilización del climatólogo soviético en un nuevo libro, De la Guerra Fría al calentamiento global, editado por Catarata. “Yo creo que Alexandrov no desertó”, opina la investigadora, del Instituto Max Planck de Historia de la Ciencia, en Berlín. El investigador tenía mujer y una hija adolescente en Moscú. Otros cinco científicos consultados por este diario que trabajaron con él también descartan su huida voluntaria. ¿Dónde está Vladimir Alexandrov?
En marzo de 1983, el astrónomo estadounidense Carl Sagan había
alertado de los catastróficos efectos que tendría una guerra nuclear en
el clima de todo el planeta. Tres meses después, en el Centro de
Computación de Moscú, el equipo de Alexandrov echó cuentas: si EE UU y
la URSS emplearan un tercio de sus arsenales atómicos para bombardear
ciudades enemigas, la contaminación cubriría los cielos durante meses y
las temperaturas caerían hasta 30 grados bajo cero. Sería el fin de la
especie humana.
Alexandrov se convirtió, según Giulia Rispoli, en el “portavoz soviético de la teoría del invierno nuclear”, una hipótesis perfecta para azuzar a los movimientos antinucleares de EE UU contra su propio Gobierno. El investigador de la URSS disfrutaba de una inusual carta blanca para viajar por el mundo. Acudió al Vaticano junto a Sagan para alertar al papa Juan Pablo II del desastre atómico. Habló en el Senado estadounidense. Recibió a científicos estadounidenses en su céntrica casa de Moscú y viajó a EE UU para colaborar con ellos en simulaciones del clima. Si no era un espía de uno de los dos bandos, seguramente lo parecía.
Cuando aterrizó en Madrid, el viernes 29 de marzo de 1985, Alexandrov
era una eminencia. Un conductor del Ayuntamiento de Córdoba, José
Moreno, fue a recogerlo al aeropuerto de Barajas, en el coche oficial de
Anguita, un Seat 132. Según un reportaje de la época escrito por el periodista estadounidense Andrew Revkin,
Alexandrov acudió primero a la embajada de la URSS en Madrid. Al salir,
le pidió a Moreno que le llevase urgentemente a un bar. Parecía otra
persona.
“Alexandrov era todo un portento, borracho las 24 horas”, asegura Margarita Ruiz Schrader, organizadora del congreso de Córdoba. Según una crónica de EL PAÍS, el sábado 30 de marzo dio su charla y rechazó atender a la prensa. “Se le perdió la pista hasta la mañana del domingo, cuando se le volvió a ver en la sede del encuentro en estado de aparente embriaguez”, informaba este diario. Dos conductores del Ayuntamiento de Córdoba lo llevaron de vuelta a Madrid, a la Embajada de la URSS. Por el camino, Alexandrov no paraba de repetir: "Restaurante, parar". El periodista Andrew Revkin sitúa su último rastro en la puerta de un bingo al lado de su hotel en el Paseo de La Habana.
“Era muy cercano y yo le consideraba un buen amigo”, rememora el climatólogo Jerry Potter. En 1983, Alexandrov visitó a Potter en el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore, la única institución, además de Los Álamos, dedicada al diseño de bombas atómicas en EE UU. “Preparamos una oficina para él en un edificio fuera de la zona restringida y estuvo acompañado en todo momento. Se quedó en mi casa en Benicia, California. Íbamos juntos a trabajar y por las noches tomábamos su bebida favorita, tequila con rodajas de limón”, recuerda Potter.
“Sospecho que la KGB decidió que Alexandrov estaba demasiado
americanizado y cómodo con sus colegas estadounidenses y podía ser una
amenaza”, explica el investigador, hoy en la NASA. El historiador
español Lino Camprubí, coordinador del nuevo libro, destaca “los paralelismos” con el caso del periodista saudí Jamal Khashoggi,
presuntamente asesinado en el consulado de su país en Estambul el
pasado octubre. En la Embajada de Rusia en Madrid no conservan el
expediente de Alexandrov, ya que la documentación se envió a Moscú tras
la disolución de la URSS, según una portavoz.
El climatólogo Alan Robock,
de la Universidad Rutgers, también acogió en su casa a Alexandrov.
“Cuando le enseñé mi cama de agua, la tocó y pegó un respingo al ver la
onda en su superficie”, recuerda. “Una científica que solía trabajar
para General Motors me dijo hace unos años que, en un cóctel en
Washington, había hablado con un exagente de la KGB que le contó que
conocía a otro exagente que había matado a Alexandrov”, afirma Robock.
“¿Pero quién sabe si esto es realmente lo que sucedió?”.
La historiadora Giulia Rispoli discrepa. Alexandrov viajaba con libertad a EE UU, incluso con su familia. Era un científico mimado por el Gobierno de la URSS. “¿Para qué lo iban a matar los soviéticos si podía ser una valiosa fuente de información sobre EE UU?”, se pregunta la italiana. “Me inclino más por una operación de la CIA. A Estados Unidos le preocupaban mucho más que a la URSS las actividades de Alexandrov. Quizá tuvo conocimiento de misiones de alto secreto mientras utilizaba las computadoras estadounidenses”, hipotetiza Rispoli.
“La CIA estaba profundamente preocupada por el acceso de Vladimir a la supercomputadora Cray en el Centro Nacional de Investigación Atmosférica de EE UU”, coincide Mike Wallace, hoy profesor emérito en la Universidad de Washington. “Nunca entendí exactamente qué temían que hiciera”. A juicio de Wallace, sin embargo, la CIA no tuvo nada que ver en la desaparición de Alexandrov en Madrid.
“Creo que lo más probable es que fuera víctima de algún tipo de juego
sucio no relacionado con intrigas políticas. Quizá solo fuese un robo.
Sé que era alcohólico. Nunca lo vi borracho, pero he escuchado a amigos
que le conocían mejor que a veces bebía en exceso”, opina Wallace. “Si
Vladimir estaba borracho aquella noche, tendría un mayor riesgo de ser
asaltado”.
“La CIA parecía interesada en la libertad de movimientos de Alexandrov, pero él no parecía interesado por nada más allá de su investigación. No tenía habilidades informáticas avanzadas y durante sus visitas lo que quería es ir a tiendas para comprar a su mujer cosméticos, pintalabios por ejemplo, porque aparentemente no había en Moscú”, razona el climatólogo Michael MacCracken, otro amigo del soviético en Livermore.
El investigador estadounidense, hoy directivo del Instituto del Clima en Washington, apunta otra hipótesis, compartida con el periodista Andrew Revkin. “Quizás hubo una reacción exagerada de los guardias cubanos empleados en la Embajada soviética a su supuesta borrachera”, señala MacCracken. Habría sido un homicidio involuntario, con un cadáver borrado del mapa para evitar una crisis diplomática. “Sinceramente, no he sido capaz de averiguar una razón por la que cualquier organización quisiera asesinarlo”, zanja.
La historiadora italiana Giulia Rispoli rescata ahora la volatilización del climatólogo soviético en un nuevo libro, De la Guerra Fría al calentamiento global, editado por Catarata. “Yo creo que Alexandrov no desertó”, opina la investigadora, del Instituto Max Planck de Historia de la Ciencia, en Berlín. El investigador tenía mujer y una hija adolescente en Moscú. Otros cinco científicos consultados por este diario que trabajaron con él también descartan su huida voluntaria. ¿Dónde está Vladimir Alexandrov?
“Yo creo que Alexandrov no desertó”, opina la historiadora italiana Giulia Rispoli
Alexandrov se convirtió, según Giulia Rispoli, en el “portavoz soviético de la teoría del invierno nuclear”, una hipótesis perfecta para azuzar a los movimientos antinucleares de EE UU contra su propio Gobierno. El investigador de la URSS disfrutaba de una inusual carta blanca para viajar por el mundo. Acudió al Vaticano junto a Sagan para alertar al papa Juan Pablo II del desastre atómico. Habló en el Senado estadounidense. Recibió a científicos estadounidenses en su céntrica casa de Moscú y viajó a EE UU para colaborar con ellos en simulaciones del clima. Si no era un espía de uno de los dos bandos, seguramente lo parecía.
“Alexandrov era todo un portento, borracho las 24 horas”, asegura Margarita Ruiz Schrader, organizadora del congreso de Córdoba. Según una crónica de EL PAÍS, el sábado 30 de marzo dio su charla y rechazó atender a la prensa. “Se le perdió la pista hasta la mañana del domingo, cuando se le volvió a ver en la sede del encuentro en estado de aparente embriaguez”, informaba este diario. Dos conductores del Ayuntamiento de Córdoba lo llevaron de vuelta a Madrid, a la Embajada de la URSS. Por el camino, Alexandrov no paraba de repetir: "Restaurante, parar". El periodista Andrew Revkin sitúa su último rastro en la puerta de un bingo al lado de su hotel en el Paseo de La Habana.
“Era muy cercano y yo le consideraba un buen amigo”, rememora el climatólogo Jerry Potter. En 1983, Alexandrov visitó a Potter en el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore, la única institución, además de Los Álamos, dedicada al diseño de bombas atómicas en EE UU. “Preparamos una oficina para él en un edificio fuera de la zona restringida y estuvo acompañado en todo momento. Se quedó en mi casa en Benicia, California. Íbamos juntos a trabajar y por las noches tomábamos su bebida favorita, tequila con rodajas de limón”, recuerda Potter.
"No he sido capaz de averiguar una razón por la
que cualquier organización quisiera asesinarlo”, afirma el climatólogo
Michael MacCracken
La historiadora Giulia Rispoli discrepa. Alexandrov viajaba con libertad a EE UU, incluso con su familia. Era un científico mimado por el Gobierno de la URSS. “¿Para qué lo iban a matar los soviéticos si podía ser una valiosa fuente de información sobre EE UU?”, se pregunta la italiana. “Me inclino más por una operación de la CIA. A Estados Unidos le preocupaban mucho más que a la URSS las actividades de Alexandrov. Quizá tuvo conocimiento de misiones de alto secreto mientras utilizaba las computadoras estadounidenses”, hipotetiza Rispoli.
“La CIA estaba profundamente preocupada por el acceso de Vladimir a la supercomputadora Cray en el Centro Nacional de Investigación Atmosférica de EE UU”, coincide Mike Wallace, hoy profesor emérito en la Universidad de Washington. “Nunca entendí exactamente qué temían que hiciera”. A juicio de Wallace, sin embargo, la CIA no tuvo nada que ver en la desaparición de Alexandrov en Madrid.
“La CIA parecía interesada en la libertad de movimientos de Alexandrov, pero él no parecía interesado por nada más allá de su investigación. No tenía habilidades informáticas avanzadas y durante sus visitas lo que quería es ir a tiendas para comprar a su mujer cosméticos, pintalabios por ejemplo, porque aparentemente no había en Moscú”, razona el climatólogo Michael MacCracken, otro amigo del soviético en Livermore.
El investigador estadounidense, hoy directivo del Instituto del Clima en Washington, apunta otra hipótesis, compartida con el periodista Andrew Revkin. “Quizás hubo una reacción exagerada de los guardias cubanos empleados en la Embajada soviética a su supuesta borrachera”, señala MacCracken. Habría sido un homicidio involuntario, con un cadáver borrado del mapa para evitar una crisis diplomática. “Sinceramente, no he sido capaz de averiguar una razón por la que cualquier organización quisiera asesinarlo”, zanja.
“De una cosa estoy seguro: no está vivo”
Vladimir Alexandrov vivía con su familia en un apartamento en el
centro de Moscú, en un edificio histórico gris de seis plantas en la
calle Arjipova, a solo unos metros de la Sinagoga Coral y a un cómodo
paseo de Lubianka, sede de la KGB. Hoy, la calle ha cambiado de nombre a
Bol'shoy Spasoglinishchevskiy y el barrio —que está ribeteado de bares,
cafés y tiendas— se ha convertido en uno de los más vibrantes de Moscú.
En el inmueble, en el que han brotado un salón de belleza y una barbería hipster, hay también algunos apartamentos turísticos. En el portal, bajo la nieve, uno de los residentes habituales dice que no recuerda al científico ni a su esposa, Alya. Mientras marca el código que da acceso al portal, el hombre, de unos 60 años, afirma que tampoco conoce a su hija, Olga. En la pequeña librería situada en los bajos del edificio, su dueña también se muestra sorprendida por la historia de la desaparición del científico.
El físico ruso Georgiy Stenchikov, hoy en la Universidad de Ciencia y Tecnología Rey Abdalá de Arabia Saudí, fue discípulo de Alexandrov en el Centro de Computación de Moscú. “De una cosa estoy seguro: no está vivo. Amaba a su familia, a su hija. Ahora tendría una nieta adorable. No creo que no intentase contactar con ellas si siguiera vivo”.
TITULO: EL TELEDIARIO - EL TIEMPO - Por qué, aunque hace mucho frío, no es una ola de frío,.
Telediario
En el inmueble, en el que han brotado un salón de belleza y una barbería hipster, hay también algunos apartamentos turísticos. En el portal, bajo la nieve, uno de los residentes habituales dice que no recuerda al científico ni a su esposa, Alya. Mientras marca el código que da acceso al portal, el hombre, de unos 60 años, afirma que tampoco conoce a su hija, Olga. En la pequeña librería situada en los bajos del edificio, su dueña también se muestra sorprendida por la historia de la desaparición del científico.
El físico ruso Georgiy Stenchikov, hoy en la Universidad de Ciencia y Tecnología Rey Abdalá de Arabia Saudí, fue discípulo de Alexandrov en el Centro de Computación de Moscú. “De una cosa estoy seguro: no está vivo. Amaba a su familia, a su hija. Ahora tendría una nieta adorable. No creo que no intentase contactar con ellas si siguiera vivo”.
TITULO: EL TELEDIARIO - EL TIEMPO - Por qué, aunque hace mucho frío, no es una ola de frío,.
De lunes a domingo a las 6:30, las 15.00 y las 21.00 horas en La 1
,.
EL TIEMPO - Por qué, aunque hace mucho frío, no es una ola de frío,.
foto / Tampoco es lo mismo en términos meteorológicos frío polar que frío siberiano o ártico,.
En cuanto hace mucho frío, o mucho calor, inmediatamente el
imaginario colectivo le añade por delante la palabra ola. Sin
embargo, no es lo mismo frío que ola de frío en términos meteorológicos.
De hecho, todos los inviernos hace frío, incluso muchísimo frío, pero
no en todos se registra una ola de frío. Desde el miércoles, el brusco desplome de las temperaturas
después de un diciembre cálido ha llenado de olas las conversaciones y,
también, algunos informativos. Pero la Agencia Estatal de Meteorología
(Aemet) no considera que lo sea, sino que lo califica de "episodio de frío intenso". Tampoco es lo mismo frío polar que frío siberiano o frío ártico y no se puede hablar, por ejemplo, de "borrasca de frío". Estas son las claves para hablar con propiedad de este fenómeno:
¿Qué es una ola de frío? La Organización Meteorológica Mundial la define como el resultado de un fuerte enfriamiento por la invasión de una masa de aire muy fría que se extiende por un amplio territorio. No es ola de frío por el mero hecho de que haya temperaturas muy bajas, sino que tiene que estar relacionada con un fenómeno atmosférico súbito y brusco y debe ser generalizado. En el hemisferio norte, se suceden entre mediados de noviembre y marzo, sobre todo en enero y febrero.
La concreción del término, es decir, los valores a partir de los
cuales se traspasa el umbral de la ola de frío, depende del tiempo de
cada país. La Aemet define ola de frío en España como "un episodio de,
al menos, tres días seguidos en el que, como mínimo, el 10% de las
estaciones de una zona registran temperaturas mínimas que estén entre el
5% de las más frías de los meses de enero y febrero".
Así, el frío tiene que durar por lo menos tres días y se tienen que superar los umbrales en muchas zonas. Por ejemplo, en Molina de Aragón (Guadalajara), el congelador de España, las mínimas bajan de -4ºC el 40% de los días de invierno y en Sevilla no lo han visto en la vida. Hoy mismo, Molina ha registrado la temperatura más baja del país, -11,3ºC. En Sevilla, la mínima ha sido en cambio de 1,4ºC. "En Molina, tiene que bajar de -10,4ºC para que sea ola de frío; en Pamplona, de -4,6ºC; en Sevilla, de 0,2ºC; y en Córdoba, -2ºC", detalla Rubén del Campo, portavoz de la Aemet.
¿El desplome actual es una ola de frío? Del
Campo explica que en ocasiones está "bastante claro que se van a superar
los umbrales", pero en este caso "no se conjugaban los criterios de
extensión, duración e intensidad necesarios para hablar a priori de
ola de frío". Esto no quiere decir que, "una vez terminado el episodio y
cuando la sección de Climatología analice los datos", pueda terminar
siéndolo "por los pelos". De momento, no se han batido récords de
temperaturas.
¿Son frecuentes estos fenómenos en España? Según un estudio elaborado por el Banco Nacional de Datos Climatológicos de la agencia y que deja fuera a Canarias por sus suaves temperaturas, en los últimos 40 años ha habido un total de 58 olas de frío, la última de ellas el invierno pasado. Se inició el 4 de diciembre de 2017, duró tres días, afectó a 13 provincias y fue la única de la temporada. En el anterior invierno también se registró una sola, el 18 de enero de 2017, y duró también tres días. En el invierno de 2015-16 no hubo ninguna. La tendencia es que sean menos habituales, mientras que con las de calor ocurre lo contrario.
¿Cuál fue la peor de todas? El estudio de la
Aemet revela que el invierno más crudo fue el de 1980-81, cuando se
sufrieron hasta cuatro olas de frío que duraron 31 días en total,
seguido de la de 1975-76, también con cuatro pero solo de 22 días. Hubo
olas de frío en 1990-91,1998-99, 2004-05, 2009-10 y 2011-12. La más
larga duró 17 días y fue en diciembre de 2001. La más intensa se produjo
en enero de 1985, con una anomalía térmica de 5,5º por debajo de lo
habitual. La más extensa en cuanto a territorio fue también en esa
temporada, con 45 provincias afectadas, y la que marcó la temperatura
más baja fue la de noviembre de 2007, con 8,8Cº menos de lo habitual.
¿Es lo mismo frío polar que siberiano? No, pero todo frío siberiano sí es polar. El calificativo que se añade al frío "depende de dónde provenga la masa de aire que nos invada", recuerda el portavoz de la Aemet. "Al estar la Península en latitudes medias, las masas de aire frío vienen del norte y se las llama de forma genérica masas polares y, en función de su origen, se le da un nombre u otro. Pueden ser polares oceánicas (húmedas) o polares continentales (secas), como ha sido esta última", explica Del Campo, que subraya el hecho de que "polar no significa del Polo, sino de latitudes más altas que la nuestra", lo que puede llevar a confusión. "Un tipo de masa de aire polar continental es la siberiana, llamada así porque procede de Siberia"", añade del Campo, para detallar que "existe un nombre reservado para masas de latitudes muy altas y cercanas al Polo: aire ártico".
"Si una masa llega directamente del Polo y de forma muy rápida, produce descensos muy bruscos e importantes nevadas se llama masa ártica", ahonda el experto, que recuerda un ejemplo muy cercano, cuando a finales de octubre se registraron temperaturas muy bajas y nevó en Oviedo y en Jaén, donde no había constancia que lo hubiera hecho nunca antes a esa altura del año.
En todo caso, como concluye Del Campo, frío hace cada vez menos, aunque el calentamiento global en España se nota sobre todo en primavera y verano. "De los seis últimos inviernos, dos han sido considerados cálidos, uno muy cálido y dos normales. Solo uno, el de 2014-2015, fue frío", indica el experto. Este diciembre fue cálido, casi muy cálido, al superarse en 1,2 grados la medida del mes.
¿Qué es una ola de frío? La Organización Meteorológica Mundial la define como el resultado de un fuerte enfriamiento por la invasión de una masa de aire muy fría que se extiende por un amplio territorio. No es ola de frío por el mero hecho de que haya temperaturas muy bajas, sino que tiene que estar relacionada con un fenómeno atmosférico súbito y brusco y debe ser generalizado. En el hemisferio norte, se suceden entre mediados de noviembre y marzo, sobre todo en enero y febrero.
Así, el frío tiene que durar por lo menos tres días y se tienen que superar los umbrales en muchas zonas. Por ejemplo, en Molina de Aragón (Guadalajara), el congelador de España, las mínimas bajan de -4ºC el 40% de los días de invierno y en Sevilla no lo han visto en la vida. Hoy mismo, Molina ha registrado la temperatura más baja del país, -11,3ºC. En Sevilla, la mínima ha sido en cambio de 1,4ºC. "En Molina, tiene que bajar de -10,4ºC para que sea ola de frío; en Pamplona, de -4,6ºC; en Sevilla, de 0,2ºC; y en Córdoba, -2ºC", detalla Rubén del Campo, portavoz de la Aemet.
¿Son frecuentes estos fenómenos en España? Según un estudio elaborado por el Banco Nacional de Datos Climatológicos de la agencia y que deja fuera a Canarias por sus suaves temperaturas, en los últimos 40 años ha habido un total de 58 olas de frío, la última de ellas el invierno pasado. Se inició el 4 de diciembre de 2017, duró tres días, afectó a 13 provincias y fue la única de la temporada. En el anterior invierno también se registró una sola, el 18 de enero de 2017, y duró también tres días. En el invierno de 2015-16 no hubo ninguna. La tendencia es que sean menos habituales, mientras que con las de calor ocurre lo contrario.
¿Es lo mismo frío polar que siberiano? No, pero todo frío siberiano sí es polar. El calificativo que se añade al frío "depende de dónde provenga la masa de aire que nos invada", recuerda el portavoz de la Aemet. "Al estar la Península en latitudes medias, las masas de aire frío vienen del norte y se las llama de forma genérica masas polares y, en función de su origen, se le da un nombre u otro. Pueden ser polares oceánicas (húmedas) o polares continentales (secas), como ha sido esta última", explica Del Campo, que subraya el hecho de que "polar no significa del Polo, sino de latitudes más altas que la nuestra", lo que puede llevar a confusión. "Un tipo de masa de aire polar continental es la siberiana, llamada así porque procede de Siberia"", añade del Campo, para detallar que "existe un nombre reservado para masas de latitudes muy altas y cercanas al Polo: aire ártico".
"Si una masa llega directamente del Polo y de forma muy rápida, produce descensos muy bruscos e importantes nevadas se llama masa ártica", ahonda el experto, que recuerda un ejemplo muy cercano, cuando a finales de octubre se registraron temperaturas muy bajas y nevó en Oviedo y en Jaén, donde no había constancia que lo hubiera hecho nunca antes a esa altura del año.
En todo caso, como concluye Del Campo, frío hace cada vez menos, aunque el calentamiento global en España se nota sobre todo en primavera y verano. "De los seis últimos inviernos, dos han sido considerados cálidos, uno muy cálido y dos normales. Solo uno, el de 2014-2015, fue frío", indica el experto. Este diciembre fue cálido, casi muy cálido, al superarse en 1,2 grados la medida del mes.
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