TITULO: A Crush, la pasta te aplasta - Fernando Arrabal: El cementerio de los automóviles,.
El viernes -11- Enero a las 22:00 por La 1, foto.
Fernando Arrabal: El cementerio de los automóviles,.
Manifiestamente
suceden continuamente acontecimientos en torno mío que muestran, y que
hasta a veces demuestran, el sistemático y cotidiano tohu-bohu después
del Big Bang y el Génesis. No diré que instan a celebrar la ceremonia de
una confusión que aparece ya como demasiado brutal y detestable desde
una visión «cultural». Especialmente después de la declaración del
premio Nobel de 1934, Pirandello, en Agrigente: es mejor referirse al
«caos».Y aún mas elegantemente al «kaos». ¡Sufrido pagano Dalí!
Manifiestamente
me digo a veces (absurdamente) que si hubiera vivido con los
vegetarianos Eva y Adán les habría sorprendido haciendo ascos para no
comer serpientes.
Manifiestamente
en la Ville Lumière quien demasiado abraza apaga aún peor. Desde hace
casi medio siglo habito en la calle Jouffroy d’Abbans «la mas ancha de
París: por unos centimetros no es una avenida». Precisamente asistí «al
dîa siguiente» de la misa del Papa en el próximo Bois de Boulogne
(exactamente en un hipódromo conocido por las apuestas). Me llamó la
atención la multitud de pasquines por los suelos en semejantes caminos
del bosque, la cantidad y el desbordamiento de las improvisadas cabinas
de los váteres y me sorprendió la prorrata de preservativos abandonados.
Para Mandelbrot todo aparece tan relativo que si viviéramos 90 millones
de años Matusalén ¿habría muerto de pantalón corto?
Manifiestamente
los triunfos deportivos también suceden a unos minutos de mi casa y los
suelo visitar... después del «acontecimiento». Especialmente los
futboleros. Debido a la cabinera de los arrechuchados manifestantes me
pregunto si no es probable que ¿solo se pueda domesticar al mareo en
«alto acontecimiento» nadando en una piscina «cinco estrellas»?
Manifiestamente al más pacífico «acontecimiento» anual suelo visitarlo
muy temprano en la mañana de julio. Precisamente un domingo, móvil en
ristre; ya. Es el día de la llegada del «tour de France». A primera hora
están ya instalados los más fervientes que se dividen en dos clanes
nada antagónicos: los hinchas de la nación vencedora y los entusiastas
del ciclismo en general. Todos llevan atuendos: tabardos, «blàzeres»,
chambergos, entorchados o cachuchas a la gloria del país o del equipo
que debería vencer. Como si la famosa ceremonia ¿lo hubiera dejado todo
atado y bien atado con su rigor matemático?
Manifiestamente
por lo menos desde las 8 de la mañana (llueva o haga un sol
mauritaniano ) hasta las 5 de la tarde se espera estoicos a la aparición
de los primeros ciclistas. También abundan las personas que se dedican a
vender toda clase de chucherías más o menos ciclistas. E incluso
feligreses que predican por un mundo mejor o una causa final que llevara
a la paz universal entre pobres y ricos. Me encanta también ver a
ciertos aficionados de esto o de lo otro ahorrando como rockefellers
para llegar a tener su propio tesoro.
Manifiestamente
el domingo 2 de diciembre de tres a cinco de la tarde, recorrí las
avenidas de la Grande Armée y Kléber, los Campos Eliseos y la plaza de
la Estrella. Parecía imposible (e inaudito) que cien mil personas en
toda Francia (según los cálculos mas respetables) hayan creado tanto
«cementerio de coches» en «mi» barrio de París. Pero ninguno, por
ejemplo en el rastro de St. Ouen donde como todos los domingos visité
unas horas antes, encantado, a mis amigos africanos. ¿Cómo es posible
que, ni de lejos ni de cerca, en los barrios más tórridos de la zona no
hayamos visto, ni mis amigos ni yo a ningún manifestante? A no ser que
¿había manifestantes de doble lenguaje e invisibles como los agujeros
negros del espacio?
Manifiestamente
mi hija («mi» fotógrafa) y yo tuvimos que disculparnos con muchos de
los curiosos que se preguntaban, escandalizados, si no estábamos
fotografíando para reírnos de los propios damnificados (o hasta
quemados) comerciantes. «O con la deslumbrante ineficacia de las
estrellas» pretendió un fakir que solo era capaz de interesar a su cama
de clavos. Manifiestamente aquel 2 de diciembre las televisiones
nacionales a semejantes horas ya habían hecho su labor. Y los
periodistas también. Pero la mayoría de las televisiones extranjeras
estaban allí y disponían de periodistas que hablaban francés y que al
parecer nunca habían oído hablar (con razón) del teatro pánico. Por
ejemplo la televisión danesa me preguntó lo que pensaba de la
declaración de uno de los líderes de los manifestantes que habría
proclamado que deseaba «un militar, un general a la cabeza del
gobierno». Suponiendo que el periodista había comprendido mal le hice
repetir y entonces me aclaró que el «líder manifestante» ambicionaba
«que la solución fuera una junta militar para ejercer el poder». Una de
las televisiones italianas tenía una periodista que con tino sorpresa y
altruismo me preguntó por mi carta al general Franco. Incluso el más
político y puntual de los «serial killers» ¿puede matar al tiempo?
Manifiestamente
lo más especial ocurrió, aquel dîa, con la TVE cuyo cameraman francés
sí que quería conocer a toda costa mi opinión, pero la periodista
española se lo negó reiteradamente (y yo creo que con toda la razón del
mundo) . Contrariamente para «no distraerme». algunos de sus generosos y
acogientes colegas que, incluso como Buenafuente, sigue amenazando a
mis compatriotas con realizar una emisión sobre mi modesta persona. El
porvenir radiante de la luciérnaga ¿es más esplendoroso que su pasado
mas brillante?
Manifiestamente el
domingo 9 de diciembre nos preparamos con «mi “ fotografa leyendo
titulares : “La France retient son souffle” “Jusqu’ou?” “Haute tension”
“Y’a le feu” “Samedi noire”». En la calle Jouffroy d’Abbans precisamente
el mismo sábado a las 19:14 un pequeño gupo joven armado de una
veintena de adoquines , recorrió los ciento catorce números de la calle
en pocos minutos, y destruyó los cristales de los bancos y los de
algunas tiendas (entre ellas una «miroiterie»). El domingo ni esta calle
ni en ninguna otra que visité vi ningún coche o moto incendiado.
Algunos por teléfono, muy pocos, quisieren saber hasta que punto mi obra
de teatro el «El cementerio de automóviles» (e incluso mi película con
Bashung) está o estuvo relacionada con la actualidad. Obra que escribí
en el Sanatorio de Bouffement hace 63 años. La verdad es que Pan con su
infinita omnisciencia me ha provisto de muchos y altruistas privilegios
como al resto de mis compatriotas o colegas. Pero, desgraciadamente, aún
no me ha dado con el don de poder prever el porvenir de lo que
humildemente escribo. ¿El elefante es más apto que la pulga para
constatar su insignificancia?,.
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