-foto- Arnold Schwarzenegger
Arnold Schwarzenegger : "La gente empatiza más con un héroe de 60 años que con uno de 25"
A sus 67 años, el último gobernador de
California sigue siendo una de las grandes estrellas de acción del
planeta. Tras dejar atrás la política y olvidar sus ambiciones
presidenciales, ha decidido volver a lo grande. Resucitar la saga de
'Terminator' es solo el primer paso. Hablamos con un hombre que sabe
conectar con el público como nadie.
Un fornido guardaespaldas hace guardia ante la suite de un
hotel de Los Ángeles. Dentro, un séquito de asistentes escolta a Arnold
Schwarzenegger, que, sentado en una silla, saluda con un apretón de
manos y pregunta qué clase de revista es XLSemanal para adecuar su discurso.
El exgobernador de California mantiene el físico rotundo que le hizo famoso en los ochenta y esos severos rasgos adornados hoy por un puñado de arrugas. Su atuendo es tan excesivo como él: botas de cowboy, vaqueros, americana, un gigantesco reloj y dos monstruosos anillos, uno con forma de calavera y otro con el sello del gobernador.
Schwarzenegger está a punto de cumplir 68 años, pero jubilarse no entra en sus planes. Su vida ha sido una sucesión de retos: fue un culturista disciplinado -Míster Olimpia en siete ocasiones- antes de rentabilizar sus estudios de Empresariales para hacerse millonario. Y fue la estrella de acción más icónica de Hollywood hasta que decidió hacer carrera política y se convirtió en gobernador de California.Como tal, fue un republicano extravagante -defendía el derecho al aborto, el matrimonio gay y la legalización de la marihuana- y se fue a los ocho años con el Estado en bancarrota, una cuota de desempleo del 13 por ciento y sus índices de aprobación por los suelos.
Nada más terminar su mandato, confesó que en 1997 tuvo un hijo secreto con su empleada doméstica estando casado con Maria Shriver, una Kennedy. Fue el fin de su matrimonio, pero solucionó el entuerto con una biografía a modo de confesión y admitiendo ser un mentiroso compulsivo. Y pasó página. Quería volver a Hollywood por la puerta grande y lo está consiguiendo. Ahora, retoma la franquicia que le hizo famoso con Terminator: Génesis [estreno, 10 de julio]. Schwarzenegger, que sigue hablando con un marcado acento austriaco 40 años después de llegar a Estados Unidos, ha vuelto, pero ya no es solo una estrella de cine. XLSemanal. Esta franquicia le debe mucho, pero ¿cuánto le debe usted a Terminator? Arnold Schwarzenegger. No pienso en esos términos. Simplemente, tuve mucha suerte de rodar la original con James Cameron. Entonces, nadie pensaba que se convertiría en una saga. Y estoy muy contento de retomar el personaje 30 años después de la primera. XL. Tiene 67 años y aún es la estrella de acción más famosa del mundo. ¿No hay recambio generacional en el gremio? A.S. Dwayne Johnson o Chris Hemsworth lo están haciendo bien, pero al público le gusta la idea de que alguien pueda renacer. Empatizas más con un tipo de 60 años que sale de una situación límite que con uno de 25. No creo que el público demande estrellas de 30 años. Mira Clint Eastwood, tenía 41 años cuando hizo Harry el Sucio. XL. Entonces, ¿es una cuestión de músculos o de carisma? A.S. Depende de la época. En los años dorados, Lee Marvin, Eastwood o Charles Bronson eran creíbles por su interpretación, no por un gran físico. En los ochenta y noventa necesitabas músculos para demostrar que podías hacer todas aquellas cosas. La moda la instauramos Sly [Silvester Stallone] y yo con Rambo y Conan. Pero la personalidad... la tienes o no la tienes. XL. Además de Terminator, sus próximos proyectos son La leyenda de Conan y Trillizos, secuela de Los gemelos golpean dos veces. ¿Es usted tan nostálgico como sus fans? A.S. En realidad, quería hacer esas películas antes de ser gobernador. Pensé que tendría gracia que Eddie Murphy fuese el hermano que faltaba. Pero el estudio me dijo: «Gemelos... no fue escrita para ser una saga». Bueno, ¡Terminator tampoco! Al poco llegó un nuevo presidente al estudio y dijo: «Me encanta la idea. Y ya puestos, ¡hagamos otro Conan!». No es que mirara atrás con nostalgia, las cosas sucedieron así. XL. ¿Volver a Hollywood después de ser gobernador siempre fue parte del plan o tenía otras ambiciones políticas? A.S. Nunca planeé ser gobernador. Ocurrió de la noche a la mañana. Pero sí quería volver a actuar. Ese era mi plan. XL. ¿Echa de menos la política? A.S. A veces. Puede ser adictiva. Especialmente si eres gobernador, ya que eres responsable de todo lo que ocurre en un Estado. No es como el Congreso o el Senado, donde eres uno más. Fue muy gratificante, aprendí mucho y estoy muy contento de haberlo hecho. XL. Pero la política es ingrata por definición. ¿Dónde encontraba la gratificación? A.S. Lo más bonito es estar al servicio de 38 millones de personas. ¿Cómo les tienes contentos a todos? ¿Cómo haces que compartan tu visión? Es un reto enorme lleno de riesgos, pero eso era lo que lo hacía tan atractivo para mí. XL. ¿Y qué lo hace tan adictivo? A.S. Que es como el pintor que nunca termina su cuadro porque siempre hay un último retoque que hacer. Empiezas a construir autopistas, escuelas, puentes, túneles; pero la población sigue creciendo y necesitas construir más. Lo mismo pasa con el agua, la polución, la educación... Quieres quedarte más para terminarlo, pero es imposible. Por eso, todo el mundo se aferra al puesto. Es bueno limitar los mandatos para que llegue gente con nuevas ideas. XL. Hace cuatro años que dejó el cargo, pero da la sensación de que su carrera política no ha acabado. ¿Es así? A.S. Ser candidato a la presidencia de Estados Unidos ya no es una opción para mí. Y no quiero aspirar ni al Congreso ni al Senado. El trabajo más importante de todos no está a mi alcance, así que no tengo ningún interés en ser un político profesional que va de despacho en despacho y de puesto en puesto. Ese no soy yo. XL. ¿Le frustra no poder aspirar a la presidencia por la ley que obliga al candidato a nacer en Estados Unidos? A.S. Todo lo que he conseguido en mi vida ha sido gracias a este maravilloso país, así que no voy a quejarme por el único trabajo que no he podido hacer. XL. Hay otros puestos. Usted está muy implicado en la cruzada medioambiental, ¿no le atrae ser secretario de Energía? A.S. Depende de quién esté al mando. No me gusta especular con estas cosas. Si me lo proponen, podría pensármelo. XL. ¿Hay similitudes entre Hollywood y la política? A.S. En ambos casos dependes del público. Si no conectas con la gente, no tienes nada. Necesitas comunicar. En el cine, lo haces a través de tu interpretación; y en política, penetras a través del corazón, no a través del diálogo. XL. Explíquese, por favor. A.S. Muchos políticos hablan y hablan... y nadie entiende lo que dicen. Tras los debates presidenciales, por ejemplo, nadie sabe quién dijo qué. Puedes usar números y estadísticas para parecer muy listo, pero no conectas. A la gente hay que hablarle de un modo en que te entiendan. Es entonces cuando piensan: «Me gusta este tío. Confío en él». Lo mismo con la interpretación. Debes conectar y que salgan del cine pensando: «Me encanta. Voy a ver más películas de este tío». Ambos son deportes arriesgados, siempre en el ojo del huracán; por eso necesitas cierta habilidad para vender tu producto. XL. Conectar es su mantra. ¿De ahí que sea tan activo en las redes sociales? A.S. Sí, claro. Ahora, mis fans viajan conmigo. Antes dependíamos de la prensa y de si al periodista de turno le interesaba lo que le contabas. Hoy, no tienes que presionar a nadie para que escriba sobre tu película. Tú escribes tu historia, pero yo utilizo las redes sociales para contar lo que quiero que la gente sepa de mi vida diaria. Esa es la idea. XL. En 2006 firmó una ley que obliga a California a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 25 por ciento para 2020. Ahora dice que hay que hacer del medioambiente algo sexy. ¿No puede tratarse como el asunto serio que es? A.S. Cuando digo sexy, significa que tiene ser... accesible. De nuevo: debes conectar con la gente. Los ecologistas tienen buenas intenciones, pero nunca han mostrado esa habilidad. XL. ¿A qué se refiere? A.S. La elevación del nivel del mar o el deshielo de los polos no significan nada para la mayoría. Te dirán: «¿Y qué? Sigo necesitando mi gasolina y mi coche para ir al trabajo». En cambio, si les explicas que siete millones de personas mueren al año por la contaminación, llamarás su atención. Sobre todo si les dices que fallece más gente así que por homicidios, accidentes de tráfico y conflictos armados. La gente se indigna cuando perdemos ciudadanos en la guerra o si un conductor borracho mata a otra persona. Yo les digo: «Indignaos también por esa gente que muere por culpa de la polución». XL. ¿Qué otros argumentos utiliza para ganar adeptos? A.S. La creación de empleo, por ejemplo. En California, el sector verde ha creado diez veces más puestos de trabajo que ningún otro. Habla de eso y olvídate de las estadísticas. A la gente no le importa si este año se han vertido 40 millones de toneladas de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Porque 40 millones o 40.000 es lo mismo para ellos. Puedes utilizar los números, pero conéctalos con la realidad. Así es como la gente se unirá a la cruzada. XL. Da la impresión de que ha vivido cuatro vidas en una sola: ha sido culturista, empresario de éxito, estrella de cine, político... ¿De cuál de todas está más orgulloso? A.S. Supongo que ser gobernador ha sido lo más gratificante, pero es difícil comparar. Cuando tenía 20 años y competía, el culturismo lo era todo. Sentía que el mundo era mío. No me importaba ganar dinero; en aquel momento, mi único objetivo era ser el hombre más musculoso del mundo. Luego llegó un punto en el que el dinero lo era todo para mí. No podía esperar a convertirme en millonario. No podía esperar a ganar mi primer millón, los diez primeros, los cincuenta primeros, ¡los cien primeros! Y, de repente, eso no significa nada y el show business lo es todo. Y, después, eso no es suficiente y piensas que quizá deberías dirigir todo el Estado. Lo cierto es que no importa si quieres ser culturista, campeón de esquí o millonario, las reglas del éxito siempre son las mismas. XL. ¿Y cuáles son? A.S. La primera y la más importante de todas es tener una visión clara de lo que quieres. ¿Sabes que al 74 por ciento de los americanos no les gusta su trabajo? Eso es muy triste. Ni siquiera saben por qué hacen lo que hacen, simplemente saben que tienen que ganarse la vida, cuidar de su familia y blablablá. El trabajo es una tarea para ellos. XL. Supongo que no todo el mundo puede permitirse el lujo de escoger... A.S. Es cierto. Pero, mira, cuando yo era culturista, pasaba cinco horas al día en el gimnasio y la gente me preguntaba: «¿Por qué sonríes? Todo el mundo está amargado en el gimnasio». Y yo contestaba: «Porque ellos no saben por qué están haciendo mil abdominales. Yo sí. Con cada abdominal que hago, más cerca estoy de convertirme en campeón mundial de culturismo». Y lo mismo pasa con las películas, con la política y con todo lo demás. Me apasiono porque soy capaz de visualizar cuál es la meta final. Esa es la regla número uno y la más importante de todas: «Ten una visión». XL. ¿Y cuál es esa visión en este momento de su vida? A.S. Quiero hacer más películas y, sobre todo, quiero crear una sinergia en la que pueda utilizar mi poder como celebridad para impulsar la cruzada medioambiental. Ese es ahora mi plan. La esposa, la empleada y el hijo secreto
Durante 25 años, Schwarzenegger y Maria Shriver una Kennedy cultivaron una imagen de pareja ideal que deslumbró a los Estados Unidos. En las elecciones de 2003, Shriver incluso defendió a ultranza a su marido ante las acusaciones de 16 mujeres por acoso sexual y humillaciones en rodajes y gimnasios. En 2011, sin embargo, al término del mandato como gobernador, ella puso fin al matrimonio. El actor le había confesado que tenía un hijo de 14 años con Mildred Patricia Baena, empleada del matrimonio durante dos décadas.
'Glamour' con acento Una estrella de cine y una Kennedy. Pese a estas credenciales, la pareja transmitió siempre una imagen de familia feliz y exitosa, padres orgullosos de cuatro hijos: dos chicas y dos chicos.
La fuerza de un vínculo Patrick, el mayor de los varones, tenía 17 años cuando se desveló el secreto. Ese día escribió en Twitter: «Amo a mi familia hasta que la muerte nos separe». Un latino 'bien parecido' Joseph Baena tiene 18 años. Su padre no supo que era su hijo hasta que, un buen día, empezó a sospechar. «El chico creció y, al ver el parecido, até cabos».
Una más de la familia Con Mildred Patty Baena, empleada de los Schwarzenegger y madre de Joseph, en la fiesta de quince años de la nieta de Mildred, en enero de 2011, días después de que dejara de ser gobernador.
'Governator' Terminator, en 1984, lo consagró como gran estrella de acción. Tanto que, al gobernar California, todos le llamaban 'Governator'. Incluso se creó un personaje de cómic con este apodo.
Maduritos pero peleones 'Sly' Stallone,68 años
Su primer gran papel, Rocky, le abrió las puertas del cine de acción y, al parecer, le garantizará la vejez. Sly estrenará este año la séptima cinta del boxeador. Y el año que viene la quinta de Rambo, su otro filón inagotable. Chuck Norris,75 años
Lleva repartiendo leña desde 1968 y, por lo visto, tiene fuelle para rato. En The finisher, su nueva cinta, ejerce de pistolero jubilado que retoma sus antiguos quehaceres. Original no será, pero ahí sigue, incombustible. Steven Seagal,63 años
Este antiguo profesor de aikido, cinturón negro séptimo dan, lleva tres décadas perpetrando cintas de acción con el gesto inalterado. Y así seguirá hasta que el cuerpo aguante. Absolution es su nueva ensalada de tiros y patadas varias. J. C. Van Damme,54 años
Con 12 años se inició en el kárate y el kickboxing y con 24 consiguió su primer papel: de karateka gay. Kickboxer: Vengeance es el nuevo proyecto de este belga de inmutable expresión, experto en leves variaciones sobre un mismo tema. Bruce Willis,60 años
Su carrera no se ha limitado a la acción, pero es este género el que le ha otorgado estatus de estrella. Ahora, harto de encadenar papeles irrelevantes, ha aceptado resucitar a John McClane en otra entrega de Jungla de cristal. Y van seis.
El exgobernador de California mantiene el físico rotundo que le hizo famoso en los ochenta y esos severos rasgos adornados hoy por un puñado de arrugas. Su atuendo es tan excesivo como él: botas de cowboy, vaqueros, americana, un gigantesco reloj y dos monstruosos anillos, uno con forma de calavera y otro con el sello del gobernador.
Schwarzenegger está a punto de cumplir 68 años, pero jubilarse no entra en sus planes. Su vida ha sido una sucesión de retos: fue un culturista disciplinado -Míster Olimpia en siete ocasiones- antes de rentabilizar sus estudios de Empresariales para hacerse millonario. Y fue la estrella de acción más icónica de Hollywood hasta que decidió hacer carrera política y se convirtió en gobernador de California.Como tal, fue un republicano extravagante -defendía el derecho al aborto, el matrimonio gay y la legalización de la marihuana- y se fue a los ocho años con el Estado en bancarrota, una cuota de desempleo del 13 por ciento y sus índices de aprobación por los suelos.
Nada más terminar su mandato, confesó que en 1997 tuvo un hijo secreto con su empleada doméstica estando casado con Maria Shriver, una Kennedy. Fue el fin de su matrimonio, pero solucionó el entuerto con una biografía a modo de confesión y admitiendo ser un mentiroso compulsivo. Y pasó página. Quería volver a Hollywood por la puerta grande y lo está consiguiendo. Ahora, retoma la franquicia que le hizo famoso con Terminator: Génesis [estreno, 10 de julio]. Schwarzenegger, que sigue hablando con un marcado acento austriaco 40 años después de llegar a Estados Unidos, ha vuelto, pero ya no es solo una estrella de cine. XLSemanal. Esta franquicia le debe mucho, pero ¿cuánto le debe usted a Terminator? Arnold Schwarzenegger. No pienso en esos términos. Simplemente, tuve mucha suerte de rodar la original con James Cameron. Entonces, nadie pensaba que se convertiría en una saga. Y estoy muy contento de retomar el personaje 30 años después de la primera. XL. Tiene 67 años y aún es la estrella de acción más famosa del mundo. ¿No hay recambio generacional en el gremio? A.S. Dwayne Johnson o Chris Hemsworth lo están haciendo bien, pero al público le gusta la idea de que alguien pueda renacer. Empatizas más con un tipo de 60 años que sale de una situación límite que con uno de 25. No creo que el público demande estrellas de 30 años. Mira Clint Eastwood, tenía 41 años cuando hizo Harry el Sucio. XL. Entonces, ¿es una cuestión de músculos o de carisma? A.S. Depende de la época. En los años dorados, Lee Marvin, Eastwood o Charles Bronson eran creíbles por su interpretación, no por un gran físico. En los ochenta y noventa necesitabas músculos para demostrar que podías hacer todas aquellas cosas. La moda la instauramos Sly [Silvester Stallone] y yo con Rambo y Conan. Pero la personalidad... la tienes o no la tienes. XL. Además de Terminator, sus próximos proyectos son La leyenda de Conan y Trillizos, secuela de Los gemelos golpean dos veces. ¿Es usted tan nostálgico como sus fans? A.S. En realidad, quería hacer esas películas antes de ser gobernador. Pensé que tendría gracia que Eddie Murphy fuese el hermano que faltaba. Pero el estudio me dijo: «Gemelos... no fue escrita para ser una saga». Bueno, ¡Terminator tampoco! Al poco llegó un nuevo presidente al estudio y dijo: «Me encanta la idea. Y ya puestos, ¡hagamos otro Conan!». No es que mirara atrás con nostalgia, las cosas sucedieron así. XL. ¿Volver a Hollywood después de ser gobernador siempre fue parte del plan o tenía otras ambiciones políticas? A.S. Nunca planeé ser gobernador. Ocurrió de la noche a la mañana. Pero sí quería volver a actuar. Ese era mi plan. XL. ¿Echa de menos la política? A.S. A veces. Puede ser adictiva. Especialmente si eres gobernador, ya que eres responsable de todo lo que ocurre en un Estado. No es como el Congreso o el Senado, donde eres uno más. Fue muy gratificante, aprendí mucho y estoy muy contento de haberlo hecho. XL. Pero la política es ingrata por definición. ¿Dónde encontraba la gratificación? A.S. Lo más bonito es estar al servicio de 38 millones de personas. ¿Cómo les tienes contentos a todos? ¿Cómo haces que compartan tu visión? Es un reto enorme lleno de riesgos, pero eso era lo que lo hacía tan atractivo para mí. XL. ¿Y qué lo hace tan adictivo? A.S. Que es como el pintor que nunca termina su cuadro porque siempre hay un último retoque que hacer. Empiezas a construir autopistas, escuelas, puentes, túneles; pero la población sigue creciendo y necesitas construir más. Lo mismo pasa con el agua, la polución, la educación... Quieres quedarte más para terminarlo, pero es imposible. Por eso, todo el mundo se aferra al puesto. Es bueno limitar los mandatos para que llegue gente con nuevas ideas. XL. Hace cuatro años que dejó el cargo, pero da la sensación de que su carrera política no ha acabado. ¿Es así? A.S. Ser candidato a la presidencia de Estados Unidos ya no es una opción para mí. Y no quiero aspirar ni al Congreso ni al Senado. El trabajo más importante de todos no está a mi alcance, así que no tengo ningún interés en ser un político profesional que va de despacho en despacho y de puesto en puesto. Ese no soy yo. XL. ¿Le frustra no poder aspirar a la presidencia por la ley que obliga al candidato a nacer en Estados Unidos? A.S. Todo lo que he conseguido en mi vida ha sido gracias a este maravilloso país, así que no voy a quejarme por el único trabajo que no he podido hacer. XL. Hay otros puestos. Usted está muy implicado en la cruzada medioambiental, ¿no le atrae ser secretario de Energía? A.S. Depende de quién esté al mando. No me gusta especular con estas cosas. Si me lo proponen, podría pensármelo. XL. ¿Hay similitudes entre Hollywood y la política? A.S. En ambos casos dependes del público. Si no conectas con la gente, no tienes nada. Necesitas comunicar. En el cine, lo haces a través de tu interpretación; y en política, penetras a través del corazón, no a través del diálogo. XL. Explíquese, por favor. A.S. Muchos políticos hablan y hablan... y nadie entiende lo que dicen. Tras los debates presidenciales, por ejemplo, nadie sabe quién dijo qué. Puedes usar números y estadísticas para parecer muy listo, pero no conectas. A la gente hay que hablarle de un modo en que te entiendan. Es entonces cuando piensan: «Me gusta este tío. Confío en él». Lo mismo con la interpretación. Debes conectar y que salgan del cine pensando: «Me encanta. Voy a ver más películas de este tío». Ambos son deportes arriesgados, siempre en el ojo del huracán; por eso necesitas cierta habilidad para vender tu producto. XL. Conectar es su mantra. ¿De ahí que sea tan activo en las redes sociales? A.S. Sí, claro. Ahora, mis fans viajan conmigo. Antes dependíamos de la prensa y de si al periodista de turno le interesaba lo que le contabas. Hoy, no tienes que presionar a nadie para que escriba sobre tu película. Tú escribes tu historia, pero yo utilizo las redes sociales para contar lo que quiero que la gente sepa de mi vida diaria. Esa es la idea. XL. En 2006 firmó una ley que obliga a California a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 25 por ciento para 2020. Ahora dice que hay que hacer del medioambiente algo sexy. ¿No puede tratarse como el asunto serio que es? A.S. Cuando digo sexy, significa que tiene ser... accesible. De nuevo: debes conectar con la gente. Los ecologistas tienen buenas intenciones, pero nunca han mostrado esa habilidad. XL. ¿A qué se refiere? A.S. La elevación del nivel del mar o el deshielo de los polos no significan nada para la mayoría. Te dirán: «¿Y qué? Sigo necesitando mi gasolina y mi coche para ir al trabajo». En cambio, si les explicas que siete millones de personas mueren al año por la contaminación, llamarás su atención. Sobre todo si les dices que fallece más gente así que por homicidios, accidentes de tráfico y conflictos armados. La gente se indigna cuando perdemos ciudadanos en la guerra o si un conductor borracho mata a otra persona. Yo les digo: «Indignaos también por esa gente que muere por culpa de la polución». XL. ¿Qué otros argumentos utiliza para ganar adeptos? A.S. La creación de empleo, por ejemplo. En California, el sector verde ha creado diez veces más puestos de trabajo que ningún otro. Habla de eso y olvídate de las estadísticas. A la gente no le importa si este año se han vertido 40 millones de toneladas de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Porque 40 millones o 40.000 es lo mismo para ellos. Puedes utilizar los números, pero conéctalos con la realidad. Así es como la gente se unirá a la cruzada. XL. Da la impresión de que ha vivido cuatro vidas en una sola: ha sido culturista, empresario de éxito, estrella de cine, político... ¿De cuál de todas está más orgulloso? A.S. Supongo que ser gobernador ha sido lo más gratificante, pero es difícil comparar. Cuando tenía 20 años y competía, el culturismo lo era todo. Sentía que el mundo era mío. No me importaba ganar dinero; en aquel momento, mi único objetivo era ser el hombre más musculoso del mundo. Luego llegó un punto en el que el dinero lo era todo para mí. No podía esperar a convertirme en millonario. No podía esperar a ganar mi primer millón, los diez primeros, los cincuenta primeros, ¡los cien primeros! Y, de repente, eso no significa nada y el show business lo es todo. Y, después, eso no es suficiente y piensas que quizá deberías dirigir todo el Estado. Lo cierto es que no importa si quieres ser culturista, campeón de esquí o millonario, las reglas del éxito siempre son las mismas. XL. ¿Y cuáles son? A.S. La primera y la más importante de todas es tener una visión clara de lo que quieres. ¿Sabes que al 74 por ciento de los americanos no les gusta su trabajo? Eso es muy triste. Ni siquiera saben por qué hacen lo que hacen, simplemente saben que tienen que ganarse la vida, cuidar de su familia y blablablá. El trabajo es una tarea para ellos. XL. Supongo que no todo el mundo puede permitirse el lujo de escoger... A.S. Es cierto. Pero, mira, cuando yo era culturista, pasaba cinco horas al día en el gimnasio y la gente me preguntaba: «¿Por qué sonríes? Todo el mundo está amargado en el gimnasio». Y yo contestaba: «Porque ellos no saben por qué están haciendo mil abdominales. Yo sí. Con cada abdominal que hago, más cerca estoy de convertirme en campeón mundial de culturismo». Y lo mismo pasa con las películas, con la política y con todo lo demás. Me apasiono porque soy capaz de visualizar cuál es la meta final. Esa es la regla número uno y la más importante de todas: «Ten una visión». XL. ¿Y cuál es esa visión en este momento de su vida? A.S. Quiero hacer más películas y, sobre todo, quiero crear una sinergia en la que pueda utilizar mi poder como celebridad para impulsar la cruzada medioambiental. Ese es ahora mi plan. La esposa, la empleada y el hijo secreto
Durante 25 años, Schwarzenegger y Maria Shriver una Kennedy cultivaron una imagen de pareja ideal que deslumbró a los Estados Unidos. En las elecciones de 2003, Shriver incluso defendió a ultranza a su marido ante las acusaciones de 16 mujeres por acoso sexual y humillaciones en rodajes y gimnasios. En 2011, sin embargo, al término del mandato como gobernador, ella puso fin al matrimonio. El actor le había confesado que tenía un hijo de 14 años con Mildred Patricia Baena, empleada del matrimonio durante dos décadas.
'Glamour' con acento Una estrella de cine y una Kennedy. Pese a estas credenciales, la pareja transmitió siempre una imagen de familia feliz y exitosa, padres orgullosos de cuatro hijos: dos chicas y dos chicos.
La fuerza de un vínculo Patrick, el mayor de los varones, tenía 17 años cuando se desveló el secreto. Ese día escribió en Twitter: «Amo a mi familia hasta que la muerte nos separe». Un latino 'bien parecido' Joseph Baena tiene 18 años. Su padre no supo que era su hijo hasta que, un buen día, empezó a sospechar. «El chico creció y, al ver el parecido, até cabos».
Una más de la familia Con Mildred Patty Baena, empleada de los Schwarzenegger y madre de Joseph, en la fiesta de quince años de la nieta de Mildred, en enero de 2011, días después de que dejara de ser gobernador.
'Governator' Terminator, en 1984, lo consagró como gran estrella de acción. Tanto que, al gobernar California, todos le llamaban 'Governator'. Incluso se creó un personaje de cómic con este apodo.
Maduritos pero peleones 'Sly' Stallone,68 años
Su primer gran papel, Rocky, le abrió las puertas del cine de acción y, al parecer, le garantizará la vejez. Sly estrenará este año la séptima cinta del boxeador. Y el año que viene la quinta de Rambo, su otro filón inagotable. Chuck Norris,75 años
Lleva repartiendo leña desde 1968 y, por lo visto, tiene fuelle para rato. En The finisher, su nueva cinta, ejerce de pistolero jubilado que retoma sus antiguos quehaceres. Original no será, pero ahí sigue, incombustible. Steven Seagal,63 años
Este antiguo profesor de aikido, cinturón negro séptimo dan, lleva tres décadas perpetrando cintas de acción con el gesto inalterado. Y así seguirá hasta que el cuerpo aguante. Absolution es su nueva ensalada de tiros y patadas varias. J. C. Van Damme,54 años
Con 12 años se inició en el kárate y el kickboxing y con 24 consiguió su primer papel: de karateka gay. Kickboxer: Vengeance es el nuevo proyecto de este belga de inmutable expresión, experto en leves variaciones sobre un mismo tema. Bruce Willis,60 años
Su carrera no se ha limitado a la acción, pero es este género el que le ha otorgado estatus de estrella. Ahora, harto de encadenar papeles irrelevantes, ha aceptado resucitar a John McClane en otra entrega de Jungla de cristal. Y van seis.
TÍTULO: SILENCIO POR FAVOR -North West, la pequeña diva,.
North West, la pequeña diva
La hija de Kim Kardashian se impone a las otras hijas de famosos como 'it girl'.
TÍTULO:EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - Una historia de España (XLVI) ,
foto - reloj,.
Y en ésas estábamos, con el infame Fernando VII y la madre que lo parió, cuando perdimos casi toda América. Entre nuestra guerra de la Independencia y 1836, España se quedó sin la mayor parte de su imperio colonial americano, a excepción de Cuba y Puerto Rico. La cosa había empezado mucho antes, con las torpezas coloniales y la falta de visión ante el mundo moderno que se avecinaba; y aunque en las Cortes de Cádiz y la Pepa de 1812 participaron diputados americanos, el divorcio era inevitable. La ocasión para los patriotas de allí (léase oligarquía criolla partidaria, con razón, de buscarse ella la vida y que los impuestos a España los pagara Rita la Cantaora) vino con el desmadre que supuso la guerra en la Península, que animó a muchos americanos a organizarse por su cuenta, y también por la torpeza criminal con que el rey Narizotas, a su regreso de Francia, reprimió toda clase de libertades, incluidas las que allí habían empezado a tomarse. Antes de eso hubo un bonito episodio, que fueron las invasiones británicas del Río de la Plata. Los ingleses, siempre dispuestos a trincar cacho y establecerse en la América hispana, atacaron dos veces Buenos Aires, en 1806 y 1807; pero allí, entre españoles de España y argentinos locales, les dieron de hostias hasta en el cielo de la boca: una de esas somantas gloriosas -como la que se llevó Nelson en Tenerife poco antes- que los británicos, siempre hipócritas cuando les sale el cochino mal capado, procuran escamotear de los libros de Historia. Sin embargo, esa golondrina solidaria no hizo verano. En los años siguientes, aprovechando el caos español, ingleses y norteamericanos removieron la América hispana, mandando soldados mercenarios, alentando insurrecciones y sacando tajada comercial. El desastre que era España en ese momento -desde Trafalgar, ni barcos suficientes teníamos- lo puso a huevo. Aun así, la resistencia realista frente a los que luchaban por la independencia fue dura, tenaz y cruel. Y con caracteres de guerra civil, además; ya que, tres siglos y pico después de Colón, buena parte de los de uno y otro bando habían nacido en América (en Ayacucho, por ejemplo, no llegaban a 900 los soldados realistas nacidos en España). El caso es que a partir de la sublevación de Riego de 1820 en Cádiz ya no se mandaron más ejércitos españoles al otro lado del Atlántico -los soldados se negaban a embarcar-, y los virreyes de allí tuvieron que apañarse con lo que tenían. Aun así, hasta las batallas de Ayacucho (Perú, 1824) y Tampico (México, 1829) y la renuncia española de 1836 (a los tres años de palmar, por fin, Fernando VIII), la guerra prosiguió con extrema bestialidad a base de batallas, ejecuciones de prisioneros y represalias de ambos bandos. No fue, desde luego, una guerra simpática. Ni fácil. Hubo altibajos, derrotas y victorias para unos y otros. Hasta los realistas, muy a la española, llegaron alguna vez a matarse entre ellos. Hubo inmenso valor y hubo cobardías y traiciones. Las juntas que al principio se habían creado para llenar el vacío de poder en España durante la guerra contra Napoleón se fueron convirtiendo en gobiernos nacionales, pues de aquel largo combate, aquel ansia de libertad y aquella sangre empezaron a surgir las nuevas naciones hispanoamericanas. Fulanos ilustres como el general San Martín, que había luchado contra los franceses en España, o el gran Simón Bolívar, realizaron proezas bélicas y asestaron golpes mortales al aparato militar español. El primero cruzó los Andes y fue decisivo para las independencias de Argentina, Chile y Perú, y luego cedió sus tropas a Bolívar, que acabó la tarea del Perú, liberó Venezuela y Nueva Granada, fundó las repúblicas de Bolivia y Colombia, y con el zambombazo de Ayacucho, que ganó su mariscal Sucre, le dio la puntilla a los realistas. Bolívar también intentó crear una federación hispanoamericana como Dios manda, en plan Estados Unidos; pero eso era complicado en una tierra como aquélla, donde la insolidaridad, la envidia y la mala leche naturales de la madre patria habían hecho larga escuela. Como dicen los clásicos, cada perro prefería lamerse su propio cipote. No hubo unidad, por tanto; pero sí nuevos países en los que, como suele ocurrir, el pueblo llano, los indios y la gente desfavorecida se limitaron a cambiar unos amos por otros; con el resultado de que, en realidad, siguieron puteados por los de siempre. Y salvo raras excepciones, así continúan: como un hermoso sueño de libertad y justicia nunca culminado. Con el detalle de que ya no pueden echar la culpa a los españoles, porque llevan doscientos años gobernándose ellos solos.
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