BLOC CULTURAL,

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miércoles, 25 de mayo de 2022

Metrópolis - La mochila ignorada del colonialismo ,. / DIAS DE TOROS - El torero extremeño Ginés Marín, grave tras ser corneado en Las Ventas , . / Retratos con alma -Yo sufro, alguien tiene que ser cesado,.

     TITULO: Metrópolis - La mochila ignorada del colonialismo,.

  El lunes -30 - Mayo , los lunes a partir de las 00:30, en La2, foto,.

La mochila ignorada del colonialismo,.

Resulta pertinente preguntarse por qué la institucionalización de la crítica colonial sigue siendo uno de esos asuntos que ahora “no tocan” en este país que, en este sentido, se ha quedado a años luz de Europa.

Las autoridades de Barcelona han anunciado la futura inauguración de un centro dedicado a la


contracultura. Gracias a la insistencia de Pepe Ribas, esta iniciativa ha conseguido involucrar a varios sectores e instituciones, entre ellas el Museo de Arte Contemporáneo (MACBA), que integrará en su colección el legado libertario. El nuevo espacio vendría a ser el colofón de otros proyectos que han reivindicado este mundo en las últimas dos décadas, como las exposiciones dedicadas a Nazario, Ocaña y la revista Ajoblanco. O las recientes jornadas (dentro de otra exposición comisariada por el propio Ribas) que, bajo el lema Underground y Cultura, apremiaron a los poderes culturales hasta que por fin dieron su consentimiento a la creación del equipamiento.

Nunca es tarde si la contracultura es buena.

Al mismo tiempo que esto sucedía en Barcelona, en Madrid, bajo la dirección de Manolo Borja, el museo Reina Sofía le daba un vuelco a su colección, reescribiéndola con la incorporación del activismo de las últimas décadas, la crítica social y una iconografía próxima al 15-M. Estas dos propuestas están a una considerable distancia ideológica —también los gobiernos de Barcelona y Madrid, o de Cataluña y España—, pero sus impulsores han conseguido sus objetivos, a base de sostener la presión y de hacer frente a la paradoja implícita en el hecho de insuflar contenidos radicales en estructuras convencionales.


En la última década, no solo se ha reactivado el debate sobre la cultura alternativa. Los asuntos de género han desatado una catarata de libros, proyectos, exposiciones, películas y leyes que han estremecido las políticas oficiales hasta el punto de conseguir un ministerio.

También se ha activado, desde distintos frentes, la revisión del colonialismo, que está en el tuétano de la modernidad, la globalización, la configuración económica, política y cultural de la España contemporánea. Aquí tampoco han faltado exposiciones, polémicas, antologías, ensayos, memorias individuales y colectivas. Sin ir más lejos, el año pasado dos novelas alcanzaron un éxito considerable a base de remover el suelo de la ficción colonial: Azucre, de Bibiana Candia, y Huaco retrato, de Gabriela Wiener.

Ante la presión de este caudal, es pertinente preguntarse por qué la institucionalización de la crítica colonial sigue siendo una piedra en el zapato, uno de esos asuntos que ahora “no tocan” en este país. De hecho, es posible intuir que cualquier paso hacia uno, dos o tres centros de este tipo acarrearía un debate todavía más enconado dentro de las escaramuzas que animan nuestras guerras culturales.

Por la derecha, persiste la convicción de que la grandeza española es sinónimo de imperio colonial. Por la izquierda, abunda la compasión o una copia desmedida de la retórica decolonial de la academia norteamericana. Para la primera, España debería interactuar con las antiguas colonias como una metrópoli actualizada. Desde la segunda, el “Gobierno más progresista de la democracia” ha llegado al punto de eliminar la Secretaría de Estado para Iberoamérica. Al final, entre la incandescencia de una y la condescendencia de otra, España se ha quedado a años luz del resto de una Europa que, por distintas razones, no ha tenido más remedio que tomarse en serio el abordaje del pasado colonial y sus distintas mutaciones en el presente.

No pasa una semana sin noticias de ese escrutinio, que apunta unas veces a la devolución patrimonial y otras a la inclusión social. El Rijksmuseum de Ámsterdan puede ser un paradigma del tratamiento europeo, a la vez que el Museo de Arte y Cultura Afroamericana de Washington puede serlo de cómo se aborda en Estados Unidos. Mientras todo eso ocurre ahí fuera, en España estas revisiones han llegado a asumirse como parte de la amenaza comunista que recorre el mundo o del fanatismo “posmo” de unas agendas obsesionadas con destruir Occidente. Como si Francia, Holanda, Bélgica o Alemania hubieran necesitado de gobiernos izquierdistas para ponerlas en marcha o sus sociedades fueran menos racistas.

Lo curioso es que esas remodelaciones ni siquiera pueden considerarse apuestas radicales. Uno puede sospechar que, a estas alturas del siglo XXI, “museo” y “anticolonialismo” son términos irreconciliables. O detectar a primera vista el repertorio de coartadas con las que instituciones obsoletas intentan alargar su supervivencia a base barnizar su programación sin cambiar su esencia.

Pero lo cierto es que se ha impuesto la obligación de asimilar la crítica al colonialismo y distanciarse de enmarcar las culturas de los antiguos territorios conquistados, como lo ha visto Bernat Castany, entre un pasado bárbaro y un presente exótico.

En España no hemos estado por debajo ni en la calidad intelectual del debate, ni en la presión social de distintas comunidades, ni en la diversidad de origen de la ciudadanía. Entonces, ¿por qué ni siquiera nos acercamos a las más discretas iniciativas de nuestros vecinos ni se han creado o transformado los espacios que ya existen en nuestro entorno?

La respuesta es obvia. Por la falta de voluntad política, reflejada en una alarmante ceguera geoestratégica, la carencia de una mirada propia conectada con las demandas globales, los prejuicios más inconfesables o la indefinición de un Estado que, incapaz de mantener su situación central en el mundo, no acaba de aceptar o sacar provecho de su condición periférica. Y así seguimos, instalados en la inercia de un país que carga su pasado colonial en una mochila cuyo peso ya no puede disimular, pero cuyo contenido todavía prefiere ignorar.


TITULO:  DIAS DE TOROS  -  El torero extremeño Ginés Marín, grave tras ser corneado en Las Ventas,.


 El torero extremeño Ginés Marín, grave tras ser corneado en Las Ventas,.

El diestro ha sido operado de urgencia en la enfermería de la plaza y trasladado al Hospital La Fraternidad,.

foto / El torero extremeño Ginés Marín, que toreaba en la tarde de este domingo en la plaza de toros de Las Ventas de Madrid, en la octava cita de la Feria de San Isidro, ha sido corneado por su primer toro -el tercero de la tarde-. Según han informando desde el propio coso a través de su perfil en redes sociales, el diestro fue herido al iniciar,. El torero extremeño Ginés Marín sufrió una cogida ayer en la plaza de toros de Las Ventas de Madrid, donde formaba parte del cartel de la Feria de San Isidro, y tuvo que ser operado en la enfermería de la propia plaza. Su estado es grave. Según el parte médico firmado por el doctor García Leirado, el diestro sufrió una «herida por asta de toro en el tercio medio del muslo derecho, con orificio de entrada por cara anterior y con dos trayectorias: una ascendente de unos 25 centímetros que alcanza el anillo inguinal y contusiona la arteria femoral, y otra transversal de 20 centímetros que lesiona el recto anterior y presenta orificio de salida en cara lateral del muslo. Es intervenido quirúrgicamente bajo anestesia general y traslado al Hospital La Fraternidad Muprespa. Pronóstico grave que le impide continuar la lidia». Durante su primer toro, el tercero de la tarde, Marín sufrió inicialmente una cornada en el muslo derecho y fue levantando por el astado con suma violencia. 

Aún así, salió del envite estoico, se levantó y aguantó en el ruedo. A pesar de estar sangrando, pero sin dar ninguna muestra de dolor, finalizó la faena. Tras la cogida se dispuso a matar al toro y recogió la ovación del público antes de marcharse por su propio pie para recibir asistencia sanitaria en la enfermería. Marín compartía ayer cartel con Curro Díaz y Álvaro Lorenzo, que sustituyó a Emilio de Justo.  

TITULO:  Retratos con alma - Yo sufro, alguien tiene que ser cesado,. 

 

La periodista Isabel Gemio regresa a la televisión para presentar 'Retratos con alma', el nuevo programa producido por RTVE en colaboración,.  

 Lunes-30 - Mayo - a las 22:40 horas en La 1 / foto.

Yo sufro, alguien tiene que ser cesado,.

La sensación que provoca el Gobierno con la destitución de la directora del CNI es que vuelve a poner a una institución del Estado en la picota haciéndonos creer que se limpia la mancha quitando a un peón,.

Finalmente, el Gobierno destituyó a la directora del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), dejándonos la incómoda pregunta de si con esto se resuelve la responsabilidad política producida por el escándalo del programa Pegasus. Recordemos de qué estamos hablando: no solo del espionaje a los líderes independentistas, sino del acto de agresión a la seguridad nacional que supone que el teléfono del presidente y de la ministra de Defensa fueran atacados con ese programa, y, por supuesto, de que todo esto haya salido a la luz. Como bien sabemos, la peculiaridad de los servicios secretos no es la de su transparencia. Es precisamente su opacidad lo que justifica su razón de ser.


Cuando nos enfrentamos a cuestiones que tienen que ver con la reconciliación entre la democracia y la opacidad que es propia de este tipo de servicios, surgen siempre una gran cantidad de dificultades. “¿Quiere decir esto que al Estado también se le defiende desde el sótano?”, preguntó afiladamente en una ocasión Juan José Millás a Felipe González en este periódico. El sótano, decía el presidente, es tener un volumen de fondos reservados con una ley que permite hacer uso de los mismos, al tiempo que se violan todas las normas fiscales porque no se puede hacer un control presupuestario de los mismos. “Es legal y al mismo tiempo es ilegal”, sentenciaba. Y añadía: “Es una contradicción irresoluble. No hay ningún solo sistema que la haya resuelto porque no se puede resolver”.

En el caso que nos ocupa, el llamado CatalanGate, lo importante es saber si se contó o no con un mecanismo democrático como lo es la autorización judicial para espiar, aunque esto no significa que haya un control judicial completo de lo que ocurre. Para la utilización de esos medios se sopesan razones de orden político, las razones de un Estado democrático. Es así y no tiene arreglo. “Tiene arreglo acabar con los fondos reservados y obviamente quedarte sin ese margen de información”, decía Felipe González. No es otra cosa que la idea maquiaveliana de que el Estado protege un bien común, pero lo hace de una manera ajustada, esto es, escogiendo los medios que aun permitiéndonos conseguir ese fin concreto, no atentan contra aquellos principios que dan sentido a nuestra forma de vida democrática.


Según esto, hay tres formas que explican el funcionamiento de los servicios secretos. Primero, siguiendo directrices políticas: el Gobierno debe saber que se está espiando. Segundo, respetando ese ajuste entre medios y fines de acuerdo a razones políticas. Y tercero, espiando bien. Por eso, si las prácticas salen a la luz, entran todos los protocolos previstos por los sistemas democráticos que someten a responsabilidad política a las instituciones, incluso a los servicios secretos. La pregunta es si, con toda la información de la que disponemos, los ciudadanos podemos darnos por satisfechos con este cese. No somos ingenuos, aunque desde la atalaya de la victimización universal del impecable, un sector del independentismo nos trate como tales. Sabemos que la función principal del Estado de derecho es el control del poder, y que el Estado también debe tener la posibilidad de defenderse cuando se atenta contra él. Por eso, la sensación que provoca el Gobierno con el cese de la directora del CNI es que vuelve a poner a una institución del Estado en la picota haciéndonos creer que se limpia la mancha quitando a un peón. Parece que más que una rendición de cuentas propia de una democracia, lo buscado aquí es el desahogo de una Esquerra que habría saldado su ascetismo con la vieja máxima de Nietzsche: “Yo sufro, alguien tiene que ser culpable de esto”.

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