TITULO: El paisano - Viernes -6- Agosto - Aínsa,.
Viernes -6- Agosto a las 22:10 horas en La 1 , foto,.
Aínsa,.
Jorge Cadaval llega a Aínsa,.
La primera parada del nuevo paisano será en la provincia de Huesca, en la localidad de Aínsa. Un paraje natural lleno de gente singular. Allí coincidirá con Amadeo, que le enseñará que, en estos lindes, con la exclamación “¡Co!” es suficiente para entrar en las casas de los vecinos. Paseando por el pueblo se encontrará con Ángel, quien le convencerá para que le ayude a abrir un nuevo sendero.
También conocerá a las chicas del equipo de fútbol, unas maestras del balón. Jorge se dejará sorprender por Pedro y Pascual: el primero le enseñará a convertirse en un folio arrugado y el segundo intentará convencerle de que los alienígenas están entre nosotros.
No faltará la imprescindible visita al Parque Nacional de Ordesa. Alberto le acompañará por los rincones más auténticos, salvajes y pintorescos.
Como en cada visita, el humorista se despedirá de los vecinos del pueblo con un monólogo en el que contará de la forma más divertida su experiencia durante su estancia en Aínsa.
TITULO: VACACIONES - EUROPA DE PELICULA - San Vicente de Alcántara, Trujillo ,.
San Vicente de Alcántara, Trujillo ,.
foto / Este programa Juanjo viaja hasta San Vicente de Alcántara para conocer, de primera mano, cómo funciona un novedoso proyecto impulsado por la Asociación de Comercio Sanvicenteño. Se trata de la Tarjeta Suber, una app móvil que permite al consumidor acumular puntos en cada compra y optar a cheques, premios y otros sorteos.
Hace casi 40 años, Antonio decidió montar Tapicería Hormigo,
una tienda-taller donde fabrica a medida sofás, sillas y butacas
totalmente personalizadas. También tapizan y restauran muebles, además
de crear cortinas, estores, cojines y cabeceros.
Fany y Javier son los propietarios de Happy Candy’s, una tienda de golosinas en Trujillo que, además de vender chucherías y frutos secos a granel, realiza mesas temáticas o ‘candy bar’ desde hace más de 10 años.
TITULO: HOSPITAL - Se implanta la primera prótesis de silicona para corregir un pecho en embudo,.
Se implanta la primera prótesis de silicona para corregir un pecho en embudo,.
foto / El Servicio de Cirugía Torácica del Hospital Universitario de Badajoz ha implantado, por primera vez en Extremadura, una prótesis de silicona a un paciente que sufre la malformación genética denominada 'pectus excavatum', también conocida como 'pecho hundido' o 'pecho en embudo',.
Según un estudio de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética, los españoles son los europeos que más intervenciones de cirugía plástica, estética y reconstructiva se realizan al año, en concreto un total de 65.000 intervenciones, siendo las más populares las operaciones estéticas mamarias (aumento, elevación o reducción), la liposucción y la rinoplastia (cirugía estética de la nariz).
A pesar de la creciente popularidad de esta especialidad médica, siguen existiendo muchos mitos acerca de estos tratamientos. El doctor García Paricio, experto en Cirugía Plástica y Estética del Centro Médico Teknon, nos ayuda a desvelar los 10 mitos más populares y nos explica qué hay de verdad en cada uno de ellos.
TITULO: VUELTA AL COLE -¿Por qué matan los móviles la lectura?,.
¿Por qué matan los móviles la lectura?,.
Leemos mucho, pero atropelladamente, en pantallas… Los expertos advierten de leer en móvil dificulta nuestra capacidad para comprender y profundizar en la lectura. Y de que está cambiando nuestro cerebro. ¿Podemos hacer algo para evitarlo?
foto / Cuándo fue la última vez que se sumergió en un libro de tal manera que se olvidó del mundo a su alrededor, devorando páginas ensimismado? ¿Recuerda esa última vez que leyó sin prisa, sin interrupciones, sin distraerse? ¿Esa vez que leyó por placer?
Maryanne Wolf no la recuerda. Wolf es una neurocientífica de 68 años que lleva toda su vida profesional dedicada a investigar los trastornos de la lectura. Dirige el centro para la dislexia, alumnos diversos y justicia social de la Universidad de UCLA (Los Ángeles) y el centro para la adquisición de la lectura y el lenguaje de la Universidad Tufts (Boston). Y es una lectora compulsiva… Sin embargo, reconoce que cada vez le cuesta más leer varias páginas de un tirón o acabarse un libro. Preocupada, intentó releer una de sus novelas favoritas: El juego de los abalorios, de Hermann Hesse. No pudo. Le pareció insufriblemente lenta. Y lo que es peor: su lectura le demandaba una atención total y un sosiego que le resultaban imposibles de mantener. «Me di cuenta de que ya no leo para disfrutar, solo para informarme. He cambiado la manera de acercarme a un texto. Ahora leo superficialmente, he ganado mucha velocidad, pero he perdido la capacidad para asimilar niveles de comprensión más profundos, lo que me obliga a volver atrás y releer cada frase compleja. Y eso aumenta mi frustración», explica.
Wolf padece lo que los expertos llaman ‘impaciencia cognitiva‘. Y no es la única en sufrirla. Se trata de un trastorno que tiene visos de convertirse en epidemia. Afecta sobre todo a las nuevas generaciones de nativos digitales, pero también a los lectores avezados.
¿Qué está pasando? Wolf y otros estudiosos creen que los nuevos formatos digitales -el móvil, la tableta, el libro electrónico…- imponen una manera de leer a saltos, echando vistazos rápidos, pulsando enlaces, que está limitando nuestra capacidad para la lectura profunda. Y no solo eso. Esta nueva forma de leer está reacondicionando nuestro cerebro.
La capacidad de leer no está escrita en nuestros genes
Leer es el acto cognitivo más complejo del que es capaz el cerebro humano. No es algo innato, como hablar, que hacemos desde hace 400.000 años y ha dado tiempo a inscribirlo en nuestros genes. Para aprender a leer -explica Wolf-, el ser humano necesitó reconfigurar sus circuitos neuronales hace menos de 6000 años, cuando los sumerios inventaron la escritura cuneiforme y los egipcios, los jeroglíficos. «Con anterioridad, esos circuitos eran bastante simples. Servían para decodificar información básica – ¿cuántas ovejas tengo?-. Con la lectura se hicieron mucho más intrincados. Y afectan a varias regiones cerebrales: unas relacionadas con la visión, otras con el análisis espacial, la toma de decisiones, la creación de conceptos…».
La lectura profunda desarrolla la imaginación, la capacidad deductiva y el pensamiento crítico. Y, si no se ejercita, se pierde
Esto se debe a la plasticidad del cerebro, que se ve modificado por el aprendizaje. Las neuronas se reconectan y se generan nuevas sinapsis… Las estructuras neuronales se adaptan a cada idioma. No se ubican en el mismo lugar en inglés, en chino o en español. Hoy sabemos que esos circuitos se adaptan también al formato del texto. Si nos acostumbramos a leer superficialmente, y solo practicamos ese tipo de lectura, perdemos la capacidad de leer en profundidad. «Cada nueva destreza reconfigura el cerebro. Y si no la usas, la pierdes», afirma Wolf.
Anne Mangen, de la Universidad de Stavanger (Noruega), pidió a 72 alumnos de 15 años, con habilidades lectoras similares, que leyesen un relato. La mitad lo hizo en papel; la otra mitad, en una pantalla. Luego les sometió a una batería de preguntas. Los que leyeron en papel puntuaron más alto. Habían comprendido mejor y recordaban con mayor precisión el argumento, el orden cronológico y los personajes.
“No solo perdemos la capacidad de leer una buena novela; también un contrato o una pregunta ambigua en un referéndum. Quedamos a merced de los demagogos”
Como el medio dominante privilegia los procesos rápidos, la multitarea y el desbroce de grandes cantidades de información, los circuitos cerebrales se adaptan en consecuencia. La psicóloga Patricia Greenfield señala: «Ahora se dedican menos tiempo y atención a procesos de lectura más parsimoniosos. Lo que subyace es la incapacidad de numerosos estudiantes para leer con un nivel analítico suficiente y comprender la complejidad del pensamiento o el hilo argumental en textos densos. Los estudios muestran que la lectura profunda desarrolla la imaginación, la capacidad deductiva, la reflexión y el pensamiento crítico, además del vocabulario. Y la clave para desarrollar estas habilidades es el adiestramiento».
¿Cómo adiestramos el cerebro? «Leyendo por placer», afirma Greenfield. Una lectura inmersiva y gozosa que muchos lectores maduros recuerdan con nostalgia de su adolescencia, cuando eran capaces de abstraerse, aunque fuese leyendo un tebeo. Y que muchos jóvenes nunca han experimentado.
El resultado es que hay una nueva generación de analfabetos. Suena fuerte. Maticemos… Los expertos creen que el cerebro debe ser bialfabetizado para dominar ambos tipos de lectura: la superficial y la reposada. De hecho, a los estudiantes anglosajones, señala el educador Mark Edmundson, ya les cuesta leer textos de los siglos XIX y XX. Y los rehúyen, porque cuando se enfrentan a una oración subordinada se pierden.
Leer por placer sin renunciar a la pantalla
No se trata de elegir entre papel y digital, entre texto impreso y formatos electrónicos, sino de dominar ambos. Sherry Turkle, del MIT, señala que estamos en un periodo de transición entre la cultura impresa y la digital. «Ambas son necesarias. Se trata de no perder habilidades mentales».
Wolf tampoco es una ludita. No pretende que hagamos una hoguera con nuestros iPads. Pero advierte de los daños colaterales de perder la lectura en profundidad. Porque perdemos la capacidad para leer una buena novela, pero también un contrato, un testamento, una pregunta ambigua en un referéndum… «No solo nos engañan más fácilmente, también dejamos de ponernos en la piel de otras personas porque no entendemos lo que piensan, con lo que aumenta el fanatismo. Además, nos cuesta más paladear la belleza. Y crearla. En última instancia está en juego la democracia. Porque vamos a lo fácil. Y nos refugiamos en los lugares comunes, en la información no contrastada. Nos quedamos a merced de los demagogos».
Cómo bialfabetizar a sus hijos
Consejos de los expertos para que los niños aprendan a leer en profundidad tanto e papel como en digital.
0-2 años: pantallas al mínimo
Se sabe ya que los niños a los que sus padres leen cuentos de forma regular llegarán a la adolescencia habiendo escuchado -y procesado- 32 millones de palabras más.
2-5 años: que no se pasen
Una tableta es como un peluche. El niño juega con él de vez en cuando, pero, ojo, no es un premio. Que se familiarice con el dispositivo, pero que no se pase el día pegado a él.
5-10 años: aprendizajes paralelos
Es bueno que el niño trabaje con textos impresos y digitales. Y siempre con un enfoque individualizado. Por ejemplo, algunos niños con dislexia progresarán mejor con pantallas. Y aunque los niños lean ya solos, no hay que descuidar las sesiones de lectura en alto, en común y dialogada, con un adulto. Y mejor en papel.
11 años: sin distracciones
Reservar un tiempo cada día para la lectura lenta y placentera resulta diferencial. En cualquier formato, pero sin distracciones. Así se desarrollarán los circuitos neuronales necesarios para leer en profundidad.
TITULO: EN PRIMER PLANO - A FONDO - REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - En la tuya o en la mía - Miercoles -11- Agosto -Las hijas de Billy Wilder y Ernst Lubitsch,.
En la tuya o en la mía - Miercoles -11- Agosto ,.
En la tuya o en la mía', presentado por Bertín Osborne, acerca a los espectadores el lado más desconocido de personajes relevantes de diversos ámbitos. Durante aproximadamente una hora, los telespectadores tienen la oportunidad de conocer mejor al invitado y también al propio Bertín Osborne, en La 1 a las 22:30, el miercoles -11- Agosto , etc.
EN PRIMER PLANO - A FONDO - REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA -
Las hijas de Billy Wilder y Ernst Lubitsch,.
Sus padres fueron grandes amigos y auténticos mitos del cine. De niñas, Victoria Wilder y Nicola Lubitsch se trataban,.
foto / Las hijas de Billy Wilder y Ernst Lubitsch "Somos dos bombillas tenues en medio de una luz resplandeciente"
Se inicia aquí el relato de un encuentro íntimo, revelador. «Una especie de catarsis». Así lo describe una de sus protagonistas. Hijas de auténticos mitos del celuloide, Victoria Wilder y Nicola Lubitsch no se veían desde niñas. Hoy, sin embargo, se sienten inesperadamente cercanas al descubrir que comparten lo que implica vivir a la sombra de un genio. En su caso, dos de los más grandes. Billy Wilder, nacido en el Imperio austrohúngaro y criado en Viena, descubrió el cine tras viajar a Berlín. De familia judía, perdió a su madre y sus abuelos a manos de los nazis; rodó su primera película en París, en 1934; y enseguida se mudó a Estados Unidos, lugar donde creó una larga lista de obras maestras: El crepúsculo de los dioses, Con faldas y a lo loco, El apartamento… Entre rodaje y rodaje se casó dos veces. La pintora Judith Coppicus, primera esposa, le dio a Victoria. Audrey Young, la segunda, lo acompañó hasta su muerte, en 2002.
"¿En tu casa estaba permitido hablar alemán? En la nuestra, no. Cuando empezó la guerra, estaba llena de alemanes. El chófer, el servicio, todos. De ahí la prohibición"
Ernst Lubitsch, el padre de Nicola, fue otro gigante. También judío, nació en el Berlín del siglo XIX, donde triunfó antes de lanzarse a la conquista de Hollywood. Cuando Wilder llegó, de hecho, Lubitsch ya era un pez gordo de la Paramount y le ofreció su primera oportunidad. Así se hicieron amigos, poniendo el cine patas arriba, entrecruzando géneros, y dejando el maestro para la historia su mítico 'toque Lubitsch': su habilidad única para sugerir más de lo que se muestra. Murió con 55 años, cuando ya había creado obras antológicas, y dejó una hija –con la actriz Vivian Gaye, su segunda esposa– de 9 años. Fue un funeral de época, aquel en el que Wilder dijo: «No más Lubitsch» y William Wyler replicó: «Peor aún. No más películas de Lubitsch». Las que hicieron ambos, sin embargo, son de las que perduran. Como perdura intacta, vibrante, emotiva, la memoria de sus hijas.
XLSemanal. ¿Es la primera vez que hablan desde su infancia?
Victoria Wilder. Sí, en más de 70 años. La última vez que nos vimos éramos muy pequeñas.
XL. ¿Alguna se llegó a plantear lo de dedicarse al cine?
Nicola Lubitsch. Yo me apunté a una escuela de interpretación en Nueva York. En una de mis clases estaba Robert Redford. Quisieron expulsarlo porque siempre llegaba tarde, yo lo llamaba por teléfono todas las mañanas... Mi carrera sobre los escenarios fue corta, luego me casé y me dediqué a los caballos.
XL. Y también a criar a sus hijos.
N.L. Así es. Perros e hijas, para ser exactos.
V.W. Yo tengo una hija. Y he hecho de todo, pero mis padres decían que el cine no era para mí. Ahora me gustaría preguntarles por qué. Hay tantas cosas que no les pregunté…
N.L. A mí me pasa igual. Cuando murió mi padre, yo era muy pequeña. Luego coincidí alguna vez con el tuyo, años después, y debí pedirle que fuéramos a comer y charlar. Pero no era la persona más fácil del mundo, no era alguien con quien se pudiera tener una conversación natural.
V.W. Ni siquiera yo. Nos veíamos al menos una vez al año, pero creo que nadie consiguió tener una relación estrecha con él, salvo quizá Audrey, su segunda esposa. Billy Wilder era muy Billy Wilder, como decía siempre Audrey.
N.L. Era muy sarcástico. Me acuerdo que una vez, en la fiesta de cumpleaños de su agente, dijo: «Me gusta esta fiesta, puedes comprobar quién sigue vivo».
V.W. Tu padre fue el mentor del mío, creo.
N.L. Sí, lo fue. Ya sabes lo del cartel que tenía en su despacho: «¿Cómo lo habría hecho Lubitsch?».
XL. Wilder escribió los guiones de dos películas de Lubitsch, Ninotchka y La octava mujer de Barba Azul. ¿Fueron amigos?
V.W. Ninotchka se estrenó el año que nací yo...
N.L. Es mi favorita. Nuestros padres eran amigos. Billy fue uno de los primeros en venir cuando papá murió. Mi padre y él iban todos los domingos a una tertulia alemana. Así que se veían una vez a la semana, como poco. ¿En tu casa estaba permitido hablar alemán? En la nuestra, no. Cuando empezó la guerra, la casa de papá estaba llena de alemanes. Su chófer, el servicio... todos, alemanes, de ahí la prohibición.
V.W. Mi niñera era alemana, todo el mundo la llamaba fräulein, 'señorita'. ¡Yo creía que era su nombre!
N.L. La hermana Lina, mi niñera alemana, me salvó la vida. El caso es que íbamos las dos solas en un barco de Inglaterra a Estados Unidos, porque mi madre había querido quedarse un poco más de tiempo con sus padres después de mi bautizo, y nos mandó a nosotras por delante. Y en mitad del viaje estalló la guerra. Un submarino alemán torpedeó al Athenia. Cuando explotó, la mayoría de las madres que iban en el barco estaban cenando en el comedor y no pudieron sacar a sus hijos de los camarotes. Pero la hermana Lina era tan alemana y tan estricta que no me había dejado sola en el camarote. Así que me salvó. La mayoría de los otros niños se ahogaron. Cuando leyeron la noticia del hundimiento del Athenia, todos creyeron que habíamos muerto. Mi madre presionaba al Consulado en Londres para averiguar si habíamos sobrevivido. El embajador era Joseph Kennedy y su asistente, Jimmy Roosevelt, el hijo del presidente. Mamá al final se reunió con nosotras en Los Ángeles, pero la hermana Lina pensaba que no era una buena madre y no quería dejarme sola con ella, una vez llegó a pegarle y todo. El médico le dijo a mi padre: señor Lubitsch, tiene que elegir entre su mujer y la niñera. Entones papá era el jefe de la Paramount o algo así. Ya era muy famoso y no habría quedado bien que despidiera a la niñera que había salvado la vida de su hija. Así que, para librarse de ella, tuvo que ponerle una tienda de dulces. ¿Puedes mejorar esta historia, Vicky?
V.W. Por supuesto que no. Daría para una buena película.
"Tienes razón. Mi padre no era fácil. Era muy sarcástico. Siempre quise estar más cerca de él. Creo que solo me estoy liberando ahora, a mis 80 años, de su figura"
N.L. ¿Es verdad que has conservado algunos de los cuadros de Billy?
V.W. Sí, unos cuantos. Pero muchos tuve que comprarlos en la subasta de Christie's.
N.L. No me digas, es ridículo.
V.W. Y muy Billy Wilder también. Subastó los Picassos y las demás obras de arte antes de morir. Solamente pude pujar por las sobras. Mi madre, que era artista, introdujo a mi padre en el mundo del arte. Crecí rodeada de arte.
N.L. La colección de papá también se subastó entera. No nos quedó nada, solo el dinero. El piano sí, ahí detrás está. Y también me quedé con un retrato suyo.
V.W. Por cierto, también tuve que comprar en Christie's uno de sus premios de cine.
N.L. ¿Cuál?
V.W. El American Film Institute Award. Lo quería porque fue una de las pocas ceremonias de entrega en Hollywood a las que me llevó.
N.L. Tu padre sí estuvo en tu vida…
V.W. Pero no siempre para bien. Una vez, de pequeña, decidí que quería ser escritora. Así que escribí varios relatos y se los mandé. Y él me los criticó. Tanto que pensé: «Vale, hasta aquí hemos llegado».
N.L. ¿Tan duras fueron sus críticas?
V.W. Si yo hubiese tenido más de 8 años, quizá lo hubiese llevado mejor. Mi padre era muy sarcástico. Cuando mi madre se enfadaba conmigo, siempre me decía: «Eres igual que tu padre».
N.L. Mi padre siempre estaba muy serio. No recuerdo que fuera gracioso. Era muy alemán. Tenía una idea muy precisa de cómo debía comportarse una hija. Cuando yo no hacía algo como él pensaba, escribía a mi madre a Nueva York y le decía: «Tu hija es muy retraída», o: «Tu hija no quiere tocar el piano delante de la gente». Siempre quería que bajara de mi habitación en las fiestas y tocara el piano. Era horrible. Pero a mi padre le encantaba la música. Y era un bailarín maravilloso. ¡Cómo me gustaba bailar con él! Teníamos una cocinera que hacía las mejores galletas del mundo y yo me encerraba en mi habitación con mi horno de juguete y hacía unas galletas terribles, durísimas. Pero cuando volvía de los estudios, mi padre se comía las mías, no las de la cocinera. Muchas veces tocaba el piano y, mientras, me iba contando historias que se inventaba. Por la noche, cuando me acostaba, lo oía tocar desde la cama. Nuestra casa siempre estaba llena de músicos y, aunque tuviéramos de invitado a Rubinstein, el que tocaba era papá.
V.W. Qué suerte tuviste, Nicola, en el fondo disfrutaste de tu padre más que yo. Creo que mis días de gloria se limitan a mi época de adolescente, más o menos cuando El apartamento. En aquellos años, mi padre ya era muy famoso y me invitó a ir con mis amigos a un rodaje. Cuando se estrenó Con faldas y a lo loco, me dejó llevarme a mi novio y montar en la limusina. Pero se hacía duro que todo el rato fuese lo mismo: tu padre esto, tu padre lo otro...
N.L. Sí, se hace muy duro. En mi caso, la gente se entusiasmaba de poder hablar con la hija de Ernst Lubitsch. Me preguntaban cosas como qué pensaba él sobre la cuestión judía. ¿Y yo qué sabía? Era una niña, y él nunca me habló de su familia… Cuando quise ser actriz, con 18 o 19 años, siempre tenía la sensación de que no estaba a la altura del papel de hija suya. Nunca fui lo que la gente esperaba de una hija de Lubitsch. Era tímida, no irradiaba luz, no era una persona brillante, interesante.
"A mi padre le encantaba la música. Y era un bailarín maravilloso, cómo me gustaba bailar con él… "
XL. ¿Les resultó difícil liberarse de la figura de sus padres?
V.W. En realidad, nunca quise hacerlo. De hecho, siempre quise estar más cerca de él. Creo que solo me estoy liberando ahora, a mis 80 años. Pero me sorprende y admira que a estas dos personas se las siga honrando todavía, que se las recuerde y se hable tanto de ellas. Es bueno. Pero tú y yo tenemos un montón de cosas en común, Nicola. Somos unas bombillas pequeñas y tenues en medio de una luz resplandeciente.
N.L. Sí, es verdad. Cuando empecé a salir por las noches, a los 20 años, fui a una fiesta pensando que ese día estaba muy guapa, pero entonces llegó Jane Fonda y nada más verla empecé a pensar: mi vestido es demasiado estrecho, llevo el pelo horrible, no estoy lo suficientemente delgada ni soy lo suficientemente divertida o encantadora. Hollywood puede ser muy duro.
V.W. Yo, para esas ocasiones, tenía a Audrey, ella me maquillaba.
N.L. ¿Fue una buena madrastra?
V.W. Fue fabulosa. Era una persona con los pies en el suelo.
N.L. Ella ya no vive, ¿verdad?
V.W. No. Un año antes de que muriera, en 2012, tuvieron que amputarle una pierna. No nos contó nada. Yo me enteré algún tiempo más tarde, cuando me encargué de deshacer la casa después de su muerte. Aquella casa era una especie de unidad de cuidados intensivos, en la que Audrey había mantenido con vida a mi padre hasta 2002, se resistía a dejarlo marchar. Salía con él a diario. Se compró una furgoneta para discapacitados e hizo que instalaran el espacio para colocar su silla en la parte delantera, al lado del asiento del conductor, y se lo llevaba a comer fuera todos los días.
N.L. Yo no tuve madrastra. Mis padres eran muy cariñosos el uno con el otro, y lo siguieron siendo tras la separación. Creo que mi padre siempre estuvo enamorado de mi madre, también le dejó mucho dinero cuando murió. Nunca oí que uno dijera nada sobre el otro que no fuera bueno. Me pasaba con él todas las vacaciones: Semana Santa, Navidad, verano... Luego, cuando se puso mal, con el infarto, mi madre me acompañaba. En el verano de 1947 alquilamos una casa en Malibú justo al lado de la suya. Todo el tiempo me escribía cartas sobre mis muñecas, qué hacían ellas y qué hacían mis gatos, ese tipo de cosas. Con el paso de los años intenté conocerlo mejor a través de sus obras. Resulta curioso que en sus películas, sobre todo en las viejas, siempre aparezcan vestidos y muebles bonitos. Y es curioso porque era un hombre que no concedía ninguna importancia a lo material, le daba igual, salvo quizá alguna foto de sus padres. Una vez se rompió el coche y le dijo a su chófer: «Ve y compra uno nuevo, uno que sea grande y negro». La secretaria era la que se encargaba de comprar la vajilla y los cubiertos. Pero luego tenía colecciones muy extrañas, de cosas indias, por ejemplo. Aunque los nativos americanos no le interesaban. No sé por qué tenía aquellas cosas.
V.W. Mis padres se volvieron a casar los dos, pero mi padre siguió muy pendiente de mi madre. También le echó siempre una mano económicamente. Me estoy acordando ahora de una escena de El crepúsculo de los dioses, esa en la que Gloria Swanson le pregunta a William Holden cuándo es su cumpleaños… y la fecha que dice es la del mío.
N.L. ¿De verdad?
V.W. Yo solo tenía 10 años cuando se estrenó, así que me enteré de ese detalle más tarde. ¿Y sabías que el número de teléfono que se menciona en la película, el 51733, era el número de mi padre?
N.L. Qué gracioso.
V.W. Creo que tu padre era más paternal que el mío. Pero mi padre también me quiso mucho. El problema es que siempre estaba ocupado. La segunda vez que me casé, me dijo que no quería tener que recordar más apellidos míos de casada. Pero, por otro lado, me venía a buscar a Nueva York para las vacaciones de verano. Iba él solo en tren hasta Nueva York, me recogía y me llevaba otra vez en tren a Los Ángeles. Odiaba el avión.
N.L. Me parece un detalle muy paternal de su parte.
XL. ¿El Billy Wilder padre era muy distinto al Billy Wilder director?
V.W. Lo único que puedo decir es que, como padre, nunca fue autoritario. Nunca me dijo lo que tenía que hacer. Y nunca pude verlo trabajando. Menos en el rodaje de El vals del emperador, ahí mis padres todavía seguían casados. Me quedé sentada en el regazo de mi madre, viendo a mi padre subido a una grúa enorme. Es la única imagen que tengo de él trabajando.
XL. ¿Sigue viendo sus películas?
V.W. Lo intento. Pero, por desgracia, estoy casada con un hombre al que no le interesa lo más mínimo el cine. Qué rabia me da.
XL. ¿Cuál es su película favorita?
V.W. No me pregunte eso, es como preguntarme cuál es mi hijo favorito. Todas las películas de mi padre se parecen mucho, pero todas son distintas. Las sigo viendo para que no se me mezclen en la memoria. Me gustaría saber por qué sigo teniendo que verlas.
XL. ¿Quizá porque lo echa de menos?
V.W. Sí, claro. Es muy triste.
N.L. Una vez, en la celebración en Berlín del centenario del nacimiento de mi padre, mi hija Amanda y yo coincidimos con el director del Museo del Cine de Múnich. Nos invitó a visitarlo, quería enseñarnos todas sus películas mudas. En realidad, a mí no me gustan nada las películas mudas. Pero la experiencia me desbordó, me enamoré totalmente de mi padre. Me refiero a que fui consciente de lo gran director que era, de lo adelantado que estuvo a su época, de lo revolucionarias que eran sus ideas, y también sus coreografías, su musicalidad, y de cómo influyó en otros. Sus películas son brillantes. No sé cuántas veces las habré visto. Ninotchka es mi favorita. Me sé los diálogos de memoria. Estoy segura de que a ti te pasa algo parecido, Vicky.
V.W. Sí. Para mí, esta reunión está siendo una especie de catarsis. Tenemos mucho en común, Nicola. ¡Estoy tan contenta de que nos hayamos encontrado!
N.L. Yo también.
TITULO: . EL BLOC DEL CARTERO -
LA CARTA DE LA SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes -13- Agosto -Nuestros lanceros bengalíes,.
MI CASA ES LA TUYA - VIERNES - 13- Agosto,.
MI CASA ES LA TUYA - VIERNES - 13- Agosto,.
acerca a los espectadores el lado más desconocido de personajes relevantes de diversos ámbitos. Durante aproximadamente una hora, los telespectadores tienen la oportunidad de conocer mejor al invitado y también al propio Bertín Osborne, en Telecinco a las 22:00, el viernes -13- Agosto ,etc.
EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes -13- Agosto -Nuestros lanceros bengalíes,.foto / Hace poco me di un buen atracón de cine bélico español en blanco y negro, de los años 30 y 40, incluso con algún extra italiano y francés rodado en esa época. Hacía mucho que no le metía mano a semejante registro, y lo pasé muy bien. Cayeron, una tras otra, Frente de Madrid, El Santuario no se rinde, Sin novedad en el Alcázar, La bandera, A mí la Legión, Raza, Harka y Rojo y negro. Sesiones cinematográficas muy interesantes para, como se decía antes, cualquier espectador razonablemente formado, que sepa situar lo que tiene delante y en qué momento se hizo. Para alguien capaz de contextualizar sin prejuicios ni orejeras.
El caso es que viendo esas pelis confirmé varias cosas. Una es que Alfredo Mayo, aparte de buen actor incluso en malas películas como A mí la Legión, era un tipo con una planta y un carisma extraordinarios; así que no es extraño que los hombres de entonces lo admirasen y las señoras se lo comieran vivo. Otra es que La bandera, del francés Jean Duvivier –Jean Gabin de legionario, nada menos–, rodada antes de la Guerra Civil, es un film-documento magnífico. Y otra, que el falangista Carlos Arévalo, director de Rojo y negro, prohibida por las autoridades al día siguiente de su estreno en 1942, fue sin duda el más interesante de los cineastas españoles de la época. De esa película, obra de culto para cinéfilos de cualquier ideología entre los que me incluyo, opiné más de una vez en esta página. Pero de Harka, que también es de Arévalo, no he hablado nunca. Y es de justicia que lo haga.
"‘Harka’ es nuestro cine de aventuras coloniales que pudo ser y no fue. Que nunca supo o pudo, o no lo dejaron, ir más allá"
A pesar de la arcaica imperfección de su rodaje y del torpe hilván narrativo de un director en su primera película, y también pese a que algún cantamañanas cegado por los prejuicios la calificara de panfleto patriotero, militarista y franquista, e incluso de «sexualmente turbia», Harka es un documento extraordinario por varias razones. Una es el interés de la historia en sí: las harkas eran unidades irregulares de soldados indígenas mandadas por jefes españoles, que en la primera mitad del siglo pasado luchaban en Marruecos. La de la película se enfrenta a guerrillas rifeñas rebeldes, narrando una historia de combates y de amistad entre tres oficiales europeos: dos veteranos y uno que acaba de llegar. Al haberse rodado sobre el terreno en 1941 con una hueste de harqueños auténtica, la película nos asoma con extremo realismo a un mundo colonial hoy desaparecido, que muchos jóvenes y no tan jóvenes desconocen. No deja de tener su triste gracia que críticos cinematográficos españoles que con toda razón babean ante Tres lanceros bengalíes, estupenda película dirigida por Henry Hathaway, renieguen de la de Carlos Arévalo, que narra la misma clase de historia bélica y colonial. Lo hace con menos medios y menos brillantez hollywoodiense, es cierto; pero con mayor profundidad, realidad y dramatismo. Mostrando, además, mucho más respeto por las tropas y el enemigo indígenas del que muestran los lanceros de Bengala, su guionista, su director, sus actores y la anglosajona madre que los parió.
Harka es nuestro cine de aventuras coloniales que pudo ser y no fue. Que nunca supo o pudo, o no lo dejaron, ir más allá. El capitán Sidi Balcázar, el capitán Peña y el teniente Herrera son de pleno derecho nuestros tres lanceros bengalíes; y Alfredo Mayo, Raúl Cancio y Luis Peña, actores salidos de una guerra civil que había terminado dos años antes del rodaje, encarnan con más credibilidad documental sus personajes en la dura tierra marroquí que el cine norteamericano o británico con sus estereotipados oficiales británicos a lo Kipling, sus decorados de cartón piedra y sus teñidos indígenas de La carga de la brigada ligera, Revuelta en la India, Gunga Din o Las cuatro plumas: películas estupendas pero más falsas que el ceño fruncido de Pablo Iglesias. Eso hace a Harka distinta, e incluso en algún aspecto superior a esas otras. No por su discutible calidad cinematográfica, sino por lo que de verdad y definitorio de una época hay en ella: heroísmo, amor a la patria, lealtad y sentido del deber. Incluso el final agridulce, la muerte de unos héroes y su relevo por otros que renuncian al amor por seguir la huella de quienes los precedieron, interesa y sugiere mucho. La de España en Marruecos fue una aventura colonial injusta y desastrosa –este año se cumplen cien del desastre de Annual–, pero conocerla de un modo tan directo es también comprenderla. Ochenta años después de su estreno, ver esa película supone vivir uno de aquellos episodios en que tan pródiga es la historia de España, y a los que escaso partido supo sacar, y sigue sin hacerlo, nuestro cine. Disfrutar de Harka es, y les doy mi palabra, sumergirse de modo asombroso en una aventura fascinante y olvidada.
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