'La Hora Musa', presentado por Maika Makovski ,
a las 22:55 horas, en La 2 martes - 20 - Agosto , fotos.
Eric Clapton, una guitarra entre el cielo y el infierno,.
El músico recorre una vida marcada por todos los excesos canónicos del rock y el afán de alcanzar la perfección en sus memorias, que se publican en septiembre en España,.
Ya en la primera frase de sus memorias Eric Clapton
asegura que desde el principio de su vida tuvo la sensación de ser una
persona “diferente” a las demás. Al menos, el primer palo que recibió
estaba fuera de lo normal: aquel niño se enteró después de unos años de
que sus padres eran en realidad sus abuelos y que su hermana era su
madre. Tras eso, el “pequeño bastardo”, tal y como le llamaba su tío, se
pasó la niñez y la adolescencia encerrado en sí mismo. Su madre se
terminó yendo de casa, su padre nunca apareció y su único consuelo en el
entorno pobre y aburrido de la localidad de Ripley, al sur de Londres,
fue el blues, que, como tantos chicos de su generación, conoció por los programas de radio nocturnos.
El blues entró en su vida y ya nunca le abandonó. Fue la primera de muchas obsesiones que acompañarían al espléndido guitarrista y que son relatadas en Clapton. Autobiografía, un libro publicado en español por Neo Sounds (traducción de Puerto Barruetabeña Diez) y a la venta del 9 de septiembre. No son las típicas memorias de batallitas, aunque en sus casi 400 páginas se acumulen varias escenas de sexo, drogas y rock and roll, como esa fiesta a mediados de los sesenta en la mansión de Hurtwood en la que Clapton cuenta que, rodeados de algunos Rolling Stones y otras figuras musicales, casi se vuelven a juntar en su jardín para tocar los cuatro Beatles —faltó Lennon— mientras el anfitrión acabó encerrado 24 horas en un armario. Un Clapton drogado quería dar un susto a la chica que le gustaba de la fiesta y se durmió dentro sin que nadie le echase de menos.
Era Clapton diferente y obsesivo desde que quedó maravillado por
pioneros del blues del Mississippi como Big Bill Broonzy y Robert
Johnson. A través de su autografía, se entiende que, al igual que tenía
serias dificultades para las relaciones sexuales desde que le humillaron
en el colegio, le costaba permanecer mucho tiempo en un proyecto
musical, algo que a la larga perjudicaría a aquel prodigio de la
guitarra para ser un gran referente de la contracultura. Durante la
década dorada de los sesenta, Mano lenta —apodo que recibió por el
tiempo que tardaba en cambiar las cuerdas que rompía de la guitarra en
frenéticos conciertos— no halló nunca una identidad propia, ni un sonido
definitivo, ni siquiera una estética determinante, como sí sucedió con
colegas como Bob Dylan, los Beatles, los Rolling Stones o Jimi Hendrix,
amigo íntimo que, en el mejor momento de Clapton con el supergrupo
Cream, le adelantó por la izquierda. “Por desgracia para nosotros, Jimi
acababa de sacar Are You Experiencied? y eso era lo único que quería escuchar la gente. Fueras donde fueras todo era Jimi, y eso me deprimió mucho”, confiesa Clapton.
Reconoce Mano lenta cierto síndrome del eterno segundo, pero aún más que el mismo tipo al que bautizaron “Dios” en la escena londinense en los primeros compases de su carrera nunca estaba satisfecho con nada. Tozudo y “demasiado purista”, dejaba grupos excelentes como los Yardbirds y John Mayall y sus Bluesbreakers en cuanto se desviaban un poco de su fanatismo blues o abandonaba bandas de impacto mediático y comercial como Cream o Blind Faith por falta de interés. Clapton era un pura sangre de la guitarra, pero no encajaba en su época, hasta el punto de que la beatlemanía le parecía “terrible” y demostraba “lo aborregada que estaba la gente”.
Tampoco encajaba en su vida. Tanto como al blues se enganchó
al alcohol, la cocaína y la heroína a medida que fue escalando en su
carrera, que en los setenta empezaría en solitario. Inquieto siempre
artísticamente, el guitarrista tenía habilidad para elegir canciones de
otros —Bob Marley, Bob Dylan, Jimi Hendrix o J.J. Cale— y convertirlas
en sus propios éxitos, pero su deprimente vida narcotizada le impedía
idear grandes obras en conjunto. En solitario, cuesta hallar un álbum
suyo absolutamente redondo, incluso 461 Ocean Boulevard y No Reason to Cry,
que contienen un espíritu muy atractivo, son considerados por su
creador como trabajos donde “se ve lo borracho que estaba”. No puede
decir lo mismo de la formidable y desgraciadamente breve asociación con
Derek and The Dominos, de donde salió en 1970 un disco magnífico y Layla, compuesta por al amor que sentía por Pattie Boyd, esposa de George Harrison.
La monumental belleza de este lamento camufla la preocupante obsesión de Clapton por la mujer de su gran amigo. En sus memorias, el guitarrista refleja su desesperación, llegando incluso al acoso, como cuando la amenazó con seguir inyectándose más heroína hasta matarse si no se iba con él y dejaba a Harrison. Unos años después, Pattie Boyd al final se separó del beatle —fan de los escarceos sexuales con otras mujeres— y se unió a Clapton, que, después de tanto, acabaría destrozando su matrimonio con ella por culpa de su alcoholismo. En el libro, el autor de Layla hace un sincero ejercicio de reconocimiento de culpa por su comportamiento con la mujer de su vida, y con tantos que le rodearon cuando empezaba el día desayunando tres whiskys. “En los peores momentos de mi vida, la única razón por la que no me suicidé fue porque sabía que, si estaba muerto, no podría beber. Era la única cosa por la que merecía la pena vivir”, asegura.
Después de pasar por desintoxicación en dos ocasiones durante los
ochenta, cuando menos inspirado estuvo musicalmente, a Clapton, que ya
llevaba tres años sin beber, le esperaba en 1991 su peor desgracia. La
muerte de su hijo Conor. El pequeño de cuatro años se cayó desde un piso
53 de un rascacielos de Nueva York. Su recuerdo fue detonante de Tears in Heaven,
la composición por las que más premios recibió Clapton, quien en sus
memorias no incide mucho en el dolor de aquellos años y sí en la fuerza
que halló en la música, la oración y la rehabilitación para recuperar la
estabilidad. Remata su autobiografía con la posibilidad de redención,
esa que, en los peores momentos de su existencia, bajo un remolino de
obsesiones, Mano lenta ofreció a los demás a través de los deleites y
llantos de su irrepetible guitarra.
TITULO:
Cachitos de hierro y cromo -‘Tears in heaven’: la tragedia que inspiró una de las canciones más desgarradoras de la historia, .
Martes -20- Agosto ,.
Casi una década después de la tragedia, Lory del Santo no había escuchado todavía Tears in heaven. Es una canción dedicada a su hijo. Evitar una de las baladas más populares de la historia del rock (Rolling Stone la coloca en el puesto 362 de las mejores 500 canciones del rock)
no es tarea fácil. El tema otorgó a Eric Clapton, su autor e
intérprete, tres Grammy en 1993 (Canción del año, Grabación del año y
Mejor interpretación vocal pop masculina) y es uno de los más radiados
de la historia. "Una vez, en Ámsterdam, la
estaban poniendo en la radio y sonaron los primeros acordes, pero me
fui corriendo para no escucharla", aseguró Del Santo en una entrevista que concedió a la periodista Lisa Sewards en 1999.
La modelo italiana es la madre de Conor, el niño al que está dedicada
la pieza, y Clapton el padre. Aún hoy, el músico se desgarra cada noche
en sus conciertos (no ha dejado de interpretarla desde que se editó, en
1992) con estos versos dedicados a su hijo Conor: "¿Sabrías mi nombre si
te viese en el cielo? / ¿Sería lo mismo si te viese en el cielo? / Debo
ser fuerte, y seguir adelante. / Porque sé que no encajo aquí en el
cielo".
La tragedia que dio como resultado Tears in heaven tuvo lugar una mañana de marzo de 1991. Lory del Santo (Italia, 1958) y Conor habían ido a visitar a Eric Clapton (Reino Unido, 1945) a Nueva York para pasar un tiempo en familia, aunque la pareja ya estaba separada. La modelo italiana y el músico empezaron a verse cuando este aún estaba casado con Pattie Boyd, de quien Clapton se enamoró cuando esta estaba casada con su amigo, el beatle George Harrison. Al poco tiempo, Lory se quedó embarazada -Clapton seguía oficialmente casado con Pattie- y, en 1989, tres años después del nacimiento de Conor, se separaron.
Con este encuentro en Nueva York, Clapton, que estaba poco presente en la vida del niño, se había propuesto fortalecer la relación padre e hijo. El día anterior al fatal desenlace, Eric y Conor estuvieron en el circo de Long Island. Lory lo recuerda como uno de los días más felices en la vida de su hijo. "Lo pasaron realmente bien. Cuando Eric regresó, me miró y me dijo que por fin entendía lo que significaba tener un hijo y ser padre. Estaba muy feliz. Era la primera vez que Eric había pasado unas horas a solas con nuestro hijo. Conor, por su parte, estaba muy emocionado por el día tan maravilloso que había pasado con su padre", confesó Del Santo a la periodista Lisa Sewards.
La
mañana siguiente, el 20 de marzo, Eric había quedado en ir a buscar a
Lory y Conor al apartamento de la calle 57 de Manhattan donde se
hospedaban para llevarles al zoo de Central Park. "Conor jugaba con la
niñera mientras yo me preparaba para ir al zoológico. Eran las 11 de la
mañana. Le grité desde el baño para que se diera prisa y él me dijo que
estaría en un minuto", recuerda Lory. El conserje del edificio estaba
limpiando los ventanales del apartamento y Lory pidió a la niñera que no
perdiera de vista al niño, que estaba jugando al escondite y
correteando.
La niñera, que jugaba a perseguir al niño, se paró en seco cuando el conserje le advirtió de que había abierto el ventanal. Conor, que no se había enterado de que habían quitado el cristal de la ventana, aprovechó para coger ventaja y salir corriendo en dirección al ventanal. "Escuché un grito desgarrado que no era de Conor. Era la niñera. Corrí a la habitación gritando de forma histérica: '¿Dónde está Conor, dónde está Conor?'. Entonces vi la ventana abierta y comprendí lo que acababa de ocurrir. Sentí que me quedaba sin fuerza y me desmayé", afirma Lory.
Conor Clapton, de solo cuatro años, se cayó por la ventana de un piso 53. "A las 11.57 Lory llamó por teléfono y gritando dijo: 'Está muerto'. No sabía de qué me hablaba. Entonces dijo: 'Se ha caído por la ventana", explica Eric Clapton en el documental de 2017 sobre su vida, El patrón del blues (disponible en Movistar +). "Sentí como si saliera de mí mismo, no podía entenderlo, no podía asumirlo. Fui con él hacia el hospital más cercano y me despedí de él. Perdí la fe", apunta Clapton.
Tal y como relata Del Santo a Lisa Sewards,
la gran tragedia es que Eric Clapton se dio cuenta de todo lo que Conor
significaba para él justo el día antes de que su hijo muriera.
"Conor fue lo primero que me pasó en la vida que realmente me llegó al
corazón y me hizo pensar: 'Es hora de madurar”, recuerda el músico en El patrón del blues.
El documental repasa la agitada vida personal del artista británico. Su
adicción a las drogas y al alcohol y una situación familiar digna de
inspirar el argumento de una telenovela -quien creía que era su
madre era en realidad su abuela y a quien consideraba su hermana era su
madre- le llevaron a pasar por peligrosos periodos de autodestrucción
que minaron muchas de sus relaciones personales. Si algo ha ido asociado
a la imagen del músico es un aura de tristeza que alcanzó su máximo
exponente con la dolorosa Tears in heaven.
La fatídica mañana de marzo en la que perdieron a su hijo de cuatro años, Lory confiesa que quiso matar al conserje. La madre de Conor le acusa de falta de sentido común por haber quitado los cristales en un apartamento donde correteaba un niño pequeño. "El conserje jamás nos pidió perdón y yo dejé de vivir a partir de ese momento. Cuando Conor cayó, el conserje llamó a la ambulancia, pero obviamente ya no había ninguna esperanza. Eric fue a ver a Conor en la morgue, pero yo no pude", señala.
Los músicos Phil Collins y George Harrison e incluso la exmujer de Clapton, Patti Boyd, acudieron al funeral de Conor, oficiado en la iglesia de Santa María Magdalena, ubicada en Surrey (pueblo de Clapton). Lory recuerda esos momentos como irreales. "La gente me apoyó, pero no había nada que pudieran hacer. Durante cuatro años lloré todos los días y actualmente no pasa un día sin que piense, hable o rece por Conor", afirma la madre del pequeño. Lory asegura que nunca vio llorar a Clapton. "Cada uno lleva el duelo a su manera. Sé que Eric es una persona muy introspectiva. Nunca hemos hablado sobre lo que le sucedió a Conor. No lo necesitamos porque no hay palabras, y ambos lo sabemos", explica la italiana.
Nueve meses después de que Conor muriera, Eric Clapton compuso Tears in heaven.
Esta canción ayudó al artista a lidiar con el dolor y a superar lo
ocurrido. “Estábamos yo y mis pensamientos. Recuerdo que empecé a abrir
las cartas de condolencia, que eran miles, y entre ellas se coló una de
Conor. La había enviado unas semanas antes, cuando estaba en Milán con
su madre. Decía: ‘Te quiero, quiero volver a verte. Un beso’. En ese
momento me di cuenta de que si podía pasar por aquello sin beber, podría
hacer cualquier cosa. Fui consciente de que podía hacer de esa tragedia
algo positivo y dediqué mi vida a honrar a mi hijo. Cogí una guitarra
española y durante meses la toqué y toqué para intentar afrontar la
situación. La música me salvó, se llevó el dolor... Escribí Tears in heaven para mí porque me sentía terriblemente mal", reconoce Clapton en El patrón del blues.
La canción ha trascendido el ámbito musical y ha servido para recaudar
fondos con fines benéficos. En 2005, por ejemplo, Clapton volvió a
grabar el tema en un disco cuyos beneficios se destinaron a ayudar a las
víctimas del tsunami que asoló el sudeste asiático en 2004.
Lory encontró su propia fórmula para sobrellevar la muerte de Conor. "Guardé todas las fotos de Conor. Es muy doloroso. Ni siquiera puedo tener una foto suya en casa para recordarle porque me rompe el corazón. Pero, aún sin ver sus fotos, tengo su cara grabada en mi cabeza", apuntó en 1999, la única entrevista en la que se ha atrevido a hablar con profundidad de su drama.
Unas semanas después del fallecimiento de Conor, Lory del Santo
descubrió que estaba embaraza de su segundo hijo. El padre era el
empresario italiano Silvio Sardi. El niño, al que llamó
Devin, nació dos días después del que hubiera sido el quinto cumpleaños
de Conor. En 1999, ocho años después de la muerte de Conor, nació Loren,
el tercer hijo de Lory. La italiana, que nunca reveló quién es el padre
biológico de Loren, tuvo que enfrentarse de nuevo a la pérdida de un
hijo el año pasado.
En agosto de 2018, Loren, de 19 años, se suicidó a causa de la anhedonia que padecía. Lory explicó en varios medios italianos que esta enfermedad impedía a su hijo experimentar placer y cualquier sentimiento en general. "Tenía 19 años. Nació prematuramente a los 6 meses con graves complicaciones y los doctores me dijeron que cada día de su vida sería un regalo. Por eso siempre he estado feliz y he vivido cada día junto a Loren como si fuera el último", declaró a la revista italiana Chi. Aquellos que padecen anhedonia, al igual que le sucedía a Loren, tienen dificultades para percibir las cosas buenas de la vida. "Esto se debe a que existe una deficiencia a nivel cerebral de dopamina y serotonina que puede derivar en depresiones severas", explica a ICON María Hurtado, psicóloga clínica de AGS Psicólogos Madrid.
Por su
parte, Eric Clapton, que tal y como él mismo ha confesado apenas pasó
dos días sobrio durante los años sesenta, dejó el alcohol
definitivamente en 1987 y logró no recaer cuando tuvo que enfrentarse a
la muerte de Conor. "Durante esos primeros años de sobriedad pasé mis mejores momentos en compañía de mi hijo [Conor] y su madre [Lory]", cuenta en su libro de memorias Clapton (2007). En 2000, el músico comenzó a salir con Melia McEnery (EE.UU., 1976). La pareja se casó en 2002 y continua unida diecinueve años después. Juntos han tenido tres hijas: Julie Rose (17 años), Ella May (16 años) y Sophie Belle (14 años).
Clapton resume así en su libro sus prioridades: "Si no fuera alcohólico diría que mi familia es la gran prioridad de mi vida. Pero eso es imposible porque sé que lo perdería todo de no colocar la abstinencia en lo alto de la lista".
El blues entró en su vida y ya nunca le abandonó. Fue la primera de muchas obsesiones que acompañarían al espléndido guitarrista y que son relatadas en Clapton. Autobiografía, un libro publicado en español por Neo Sounds (traducción de Puerto Barruetabeña Diez) y a la venta del 9 de septiembre. No son las típicas memorias de batallitas, aunque en sus casi 400 páginas se acumulen varias escenas de sexo, drogas y rock and roll, como esa fiesta a mediados de los sesenta en la mansión de Hurtwood en la que Clapton cuenta que, rodeados de algunos Rolling Stones y otras figuras musicales, casi se vuelven a juntar en su jardín para tocar los cuatro Beatles —faltó Lennon— mientras el anfitrión acabó encerrado 24 horas en un armario. Un Clapton drogado quería dar un susto a la chica que le gustaba de la fiesta y se durmió dentro sin que nadie le echase de menos.
Reconoce Mano lenta cierto síndrome del eterno segundo, pero aún más que el mismo tipo al que bautizaron “Dios” en la escena londinense en los primeros compases de su carrera nunca estaba satisfecho con nada. Tozudo y “demasiado purista”, dejaba grupos excelentes como los Yardbirds y John Mayall y sus Bluesbreakers en cuanto se desviaban un poco de su fanatismo blues o abandonaba bandas de impacto mediático y comercial como Cream o Blind Faith por falta de interés. Clapton era un pura sangre de la guitarra, pero no encajaba en su época, hasta el punto de que la beatlemanía le parecía “terrible” y demostraba “lo aborregada que estaba la gente”.
La monumental belleza de este lamento camufla la preocupante obsesión de Clapton por la mujer de su gran amigo. En sus memorias, el guitarrista refleja su desesperación, llegando incluso al acoso, como cuando la amenazó con seguir inyectándose más heroína hasta matarse si no se iba con él y dejaba a Harrison. Unos años después, Pattie Boyd al final se separó del beatle —fan de los escarceos sexuales con otras mujeres— y se unió a Clapton, que, después de tanto, acabaría destrozando su matrimonio con ella por culpa de su alcoholismo. En el libro, el autor de Layla hace un sincero ejercicio de reconocimiento de culpa por su comportamiento con la mujer de su vida, y con tantos que le rodearon cuando empezaba el día desayunando tres whiskys. “En los peores momentos de mi vida, la única razón por la que no me suicidé fue porque sabía que, si estaba muerto, no podría beber. Era la única cosa por la que merecía la pena vivir”, asegura.
TITULO:
Cachitos de hierro y cromo -‘Tears in heaven’: la tragedia que inspiró una de las canciones más desgarradoras de la historia, .
Martes -20- Agosto ,.
Martes - 20 - Agosto a las 22:00 horas en La 2, foto.
‘Tears in heaven’: la tragedia que inspiró una de las canciones más desgarradoras de la historia,.
Marzo es una época amarga para Eric Clapton. A finales de ese mes, en 1991, el músico perdió a su hijo de cuatro años en un accidente en una habitación de hotel. Poco tiempo después le escribió una dolorosa balada. Esta es la historia,.
La tragedia que dio como resultado Tears in heaven tuvo lugar una mañana de marzo de 1991. Lory del Santo (Italia, 1958) y Conor habían ido a visitar a Eric Clapton (Reino Unido, 1945) a Nueva York para pasar un tiempo en familia, aunque la pareja ya estaba separada. La modelo italiana y el músico empezaron a verse cuando este aún estaba casado con Pattie Boyd, de quien Clapton se enamoró cuando esta estaba casada con su amigo, el beatle George Harrison. Al poco tiempo, Lory se quedó embarazada -Clapton seguía oficialmente casado con Pattie- y, en 1989, tres años después del nacimiento de Conor, se separaron.
Con este encuentro en Nueva York, Clapton, que estaba poco presente en la vida del niño, se había propuesto fortalecer la relación padre e hijo. El día anterior al fatal desenlace, Eric y Conor estuvieron en el circo de Long Island. Lory lo recuerda como uno de los días más felices en la vida de su hijo. "Lo pasaron realmente bien. Cuando Eric regresó, me miró y me dijo que por fin entendía lo que significaba tener un hijo y ser padre. Estaba muy feliz. Era la primera vez que Eric había pasado unas horas a solas con nuestro hijo. Conor, por su parte, estaba muy emocionado por el día tan maravilloso que había pasado con su padre", confesó Del Santo a la periodista Lisa Sewards.
La niñera, que jugaba a perseguir al niño, se paró en seco cuando el conserje le advirtió de que había abierto el ventanal. Conor, que no se había enterado de que habían quitado el cristal de la ventana, aprovechó para coger ventaja y salir corriendo en dirección al ventanal. "Escuché un grito desgarrado que no era de Conor. Era la niñera. Corrí a la habitación gritando de forma histérica: '¿Dónde está Conor, dónde está Conor?'. Entonces vi la ventana abierta y comprendí lo que acababa de ocurrir. Sentí que me quedaba sin fuerza y me desmayé", afirma Lory.
Conor Clapton, de solo cuatro años, se cayó por la ventana de un piso 53. "A las 11.57 Lory llamó por teléfono y gritando dijo: 'Está muerto'. No sabía de qué me hablaba. Entonces dijo: 'Se ha caído por la ventana", explica Eric Clapton en el documental de 2017 sobre su vida, El patrón del blues (disponible en Movistar +). "Sentí como si saliera de mí mismo, no podía entenderlo, no podía asumirlo. Fui con él hacia el hospital más cercano y me despedí de él. Perdí la fe", apunta Clapton.
"Empecé a abrir las cartas de condolencia, que
eran miles, y entre ellas se coló una de Conor. La había enviado unas
semanas antes. Decía: ‘Te quiero, quiero volver a verte. Un beso’. En
ese momento me di cuenta de que si podía pasar por aquello sin beber,
podría hacer cualquier cosa", cuenta Clapton en el documental
La fatídica mañana de marzo en la que perdieron a su hijo de cuatro años, Lory confiesa que quiso matar al conserje. La madre de Conor le acusa de falta de sentido común por haber quitado los cristales en un apartamento donde correteaba un niño pequeño. "El conserje jamás nos pidió perdón y yo dejé de vivir a partir de ese momento. Cuando Conor cayó, el conserje llamó a la ambulancia, pero obviamente ya no había ninguna esperanza. Eric fue a ver a Conor en la morgue, pero yo no pude", señala.
Los músicos Phil Collins y George Harrison e incluso la exmujer de Clapton, Patti Boyd, acudieron al funeral de Conor, oficiado en la iglesia de Santa María Magdalena, ubicada en Surrey (pueblo de Clapton). Lory recuerda esos momentos como irreales. "La gente me apoyó, pero no había nada que pudieran hacer. Durante cuatro años lloré todos los días y actualmente no pasa un día sin que piense, hable o rece por Conor", afirma la madre del pequeño. Lory asegura que nunca vio llorar a Clapton. "Cada uno lleva el duelo a su manera. Sé que Eric es una persona muy introspectiva. Nunca hemos hablado sobre lo que le sucedió a Conor. No lo necesitamos porque no hay palabras, y ambos lo sabemos", explica la italiana.
Lory encontró su propia fórmula para sobrellevar la muerte de Conor. "Guardé todas las fotos de Conor. Es muy doloroso. Ni siquiera puedo tener una foto suya en casa para recordarle porque me rompe el corazón. Pero, aún sin ver sus fotos, tengo su cara grabada en mi cabeza", apuntó en 1999, la única entrevista en la que se ha atrevido a hablar con profundidad de su drama.
En agosto de 2018, Loren, de 19 años, se suicidó a causa de la anhedonia que padecía. Lory explicó en varios medios italianos que esta enfermedad impedía a su hijo experimentar placer y cualquier sentimiento en general. "Tenía 19 años. Nació prematuramente a los 6 meses con graves complicaciones y los doctores me dijeron que cada día de su vida sería un regalo. Por eso siempre he estado feliz y he vivido cada día junto a Loren como si fuera el último", declaró a la revista italiana Chi. Aquellos que padecen anhedonia, al igual que le sucedía a Loren, tienen dificultades para percibir las cosas buenas de la vida. "Esto se debe a que existe una deficiencia a nivel cerebral de dopamina y serotonina que puede derivar en depresiones severas", explica a ICON María Hurtado, psicóloga clínica de AGS Psicólogos Madrid.
Clapton resume así en su libro sus prioridades: "Si no fuera alcohólico diría que mi familia es la gran prioridad de mi vida. Pero eso es imposible porque sé que lo perdería todo de no colocar la abstinencia en lo alto de la lista".
No hay comentarios:
Publicar un comentario