El domingo -21- Julio , a las 21:30 por La Sexta, foto,.
Extremadura potenciará su registro de enfermedades raras para realizar estudios,.
«Vamos a potenciar el registro autonómico que existe desde el año 2004 y determina el tipo de enfermedades raras que se dan en la región, el número de casos y en qué zonas están», explica Estrella Mayoral, responsable de Acción Social de la Federación Española de Enfermedades Raras (Feder).
Trabajarán con el objetivo de establecer unas fuentes de información únicas para toda España y así realizar más estudios epidemiológicos, promover la investigación y generar una planificación sociosanitaria adecuada. «Para poder hacer ese trabajo lo primero que hay que saber es cuántos son, dónde están y cuáles son las patologías», aclara Mayoral. Este apunta que el registro extremeño depende de la Consejería de Sanidad y fue el primero que se creo de España. Seguidamente, las demás comunidades fueron desarrollando los suyos y hace dos años se puso en marcha uno de carácter nacional dependiente del Instituto de Investigación de Enfermedades Raras del Instituto Carlos III.
Hasta ahora hay registrados 21.000 casos en Extremadura y se estima que entre 60.000 y 80.000 personas padecen una enfermedad rara.
Según especifica el nuevo plan integral, la región contará con una unidad de referencia para la detección precoz de enfermedades raras. El centro estará ubicado en el Hospital Universitario de Badajoz. Con él pretenden reducir el tiempo que se tarda en conseguir un diagnóstico y quieren ofrecer al paciente el tratamiento que mejor se adecue a sus necesidades.
Sin fecha para la unidad
Ni desde la Federación Extremeña de Enfermedades Raras ni la Consejería de Sanidad aportan una fecha concreta para la apertura de esta nueva unidad. La Junta se limita a decir que se pondrá en marcha a medio plazo.No es la primera vez que un Gobierno extremeño se compromete a crear una unidad de este tipo. El presidido por Monago ya avanzó una inversión de 153.000 euros para desarrollarla en el Hospital Infanta Cristina de Badajoz, pero finalmente no la llevó a cabo.
Desde Feder confían en que esta ocasión se cumpla lo establecido en el nuevo Plan Integral de Enfermedades Raras cuyo objetivo general es reducir la mortalidad que se atribuye a este tipo de patologías. «También queremos asegurar una adecuada gestión de los recursos sociosanitarios para garantizar el acceso, la calidad y la equidad», añade Mayoral.
Este es el segundo plan de este tipo que se pone en marcha en Extremadura y su elaboración la han desarrollado los directivos de la Administración, profesionales sanitarios, asociaciones de afectados y familiares, así como población en general. En el proceso de elaboración ha desempeñado un papel fundamental el Consejo Asesor de Enfermedades Raras, que está compuesto por 22 miembros pertenecientes al Sistema Sanitario Público de Extremadura y al movimiento asociativo de la región.
TITULO: CAFE GIJON - MANZANAS VERDES - Los ojos que vigilan el monte ,.
CAFE GIJON,.
Café Gijón - foto,.
MANZANAS VERDES - Los ojos que vigilan el monte ,.
MANZANAS
VERDES - Los ojos que vigilan el monte ,. , fotos .
Los ojos que vigilan el monte
45 torres integran una red capital en el operativo extremeño contra los incendios forestales,.
Las más de las veces es uno de estos hombres subidos a una de estas estructuras verticales quien da la voz de alarma que lo pone todo en marcha. «Parece que veo algo ahí... Espérate un segundo». Interrumpe Lucio la conversación y echa mano de los prismáticos. Sale al mirador, se coloca junto a la barandilla, escudriña unos segundos sin hablar y tranquiliza: «Es polvo». ¿Dónde? «Allí», señala con el dedo. Y ese allí es cualquier sitio invisible para el ojo novato. No, desde luego, para el de quien suma un cuarto de siglo con la misma ocupación. «Empecé -evoca el protagonista- en el año 1994 en Mesallana, en Villanueva». Es decir, en otra de las torres -en este caso más bien caseta, porque el lugar regala una vista panorámica sin necesidad de encaramarse a ningún sitio- de la comarca cacereña de La Vera. En total, en la comunidad autónoma hay 45 de estas atalayas que desde el pasado 1 de junio, día en el que empezó la época de riesgo alto de incendios forestales, funcionan mañana, tarde y noche.
TODAS LAS TORRES
- Zona de coordinación de Las Hurdes
- Ahycepo (Pinofranqueado), Colgadizo (Caminomorisco), La Jineta (Nuñomoral) y La Viñuela (Ladrillar).
- Ambroz-Jerte-Tiétar
- Cerro de las Cabezas, Tornavacas, La Nava (Jarandilla) y Mesallana.
- Gata
- Agachados (Valverde del Fresno), Cilleros, Gata, Robledillo, Sierra de Dios Padre (Villanueva de la Sierra).
- Monfragüe
- La Serrana, Las Corchuelas (Torrejón el Rubio), Pico de Miravete (Casas de Miravete), Santa Catalina (Serradilla).
- Villuercas-Ibores
- Campillo de Deleitosa, La Palomera (Alía), Pico Cervales (Navatrasierra), Sierra de Cañamero.
- uCáceres centro
- Cerro Pedro Gómez (Herguijuela), El Aljibe (Aliseda), Puerto de los castaños (Casas de Millán), Sierra de San Pedro (Cáceres).
- Sierra de san Pedro
- El Centinela (Alburquerque), La Atalaya (Santiago de Alcántara), Sierra fría (Valencia de Alcántara).
- Siberia
- La Aljibe, El Azorejo, El Portillo (Helechosa), El Manzano Talarrubias, Las Víboras (Talarrubias), El Manzano Villarta, La Rayuela (Villarta), Las Moralejas (Fuenlabrada), Los Villares (Garbayuela), Sierra del Palo (Siruela), El mirador (Herrera del Duque).
- Serena
- Arrauces (La Haba).
- Tentudía
- Bienvenida, Castillo o Agua fría (Monesterio), El perdigón (Oliva de la Frontera) y Puerto Blanco (Trasierra).
«A mí me gusta el turno de noche (de 20 a 8 horas). La paz que hay. Escuchas al cárabo, ves las estrellas...»
Lucio Collado | Vigilante del plan Infoex
Hoy,
Lucio se ha despedido de su balcón de vigilancia a las ocho de la
mañana, porque le tocó el turno de noche. Eso significa entrar a las
ocho de la tarde y trabajar durante doce horas seguidas. Como el día
anterior (el viernes) hizo el turno de mañana (de ocho de la mañana a
ocho de la tarde), le corresponde ahora descansar durante 48 horas.
Volverá a su puesto el martes a las ocho de la mañana. No en todas las
torres trabajan doce horas seguidas.«A mí me gusta el turno de noche -dice él-. Tiene su encanto. Me gusta la paz que hay. Escuchas cantar al cárabo, ves las estrellas...». Sin embargo, el trabajo cuando no hay luz natural se complica, porque las columnas de humo no se ven tan fácilmente como de día. La solución es estar atento a las luces que surjan en el paisaje oscuro. A no dormirse le ayudan la profesionalidad y el café que se trae de casa y que calienta en un microondas que tiene 15 peldaños metálicos más abajo, al lado de un frigorífico. Arriba, sobre una mesa de formica, ocupan su espacio ordenadamente sus instrumentos de trabajo principales: los prismáticos y la emisora.
En cualquier caso, es un aparato a extinguir ante la competencia que supone la tecnología, un vivero de herramientas útiles y fáciles de manejar. Junto a la emisora, el vigilante tiene cargando su tableta, en la que se ha descargado una aplicación que si tiene Internet -en la caseta no hay, pero él usa a veces su teléfono móvil como router- le permiten ver con detalle los mapas del IGN en versión digital. Todo puede ser de ayuda para cuando se avista la columna de humo. «Cuando eso ocurre, cojo la emisora y aviso al COR (el Centro Operativo Regional, con sede en Cáceres)», explica Lucio, que se conoce la zona lo suficientemente bien como para saber indicar el nombre del paraje en el que pueda estar el incendio y las vías más rápidas y seguras para llegar hasta él. Aquí, el conocimiento del terreno es un valor, y a alguien que lleva 16 años mirando el mismo paisaje difícilmente se le discute.
Cuando ve una, avisa al COR (Centro Operativo Regional) por la emisora y va precisando la ubicación del fuego
«En lo que llevamos de campaña -comenta-,
aún no he dado ningún aviso. Bueno, uno, pero afortunadamente resultó no
ser prácticamente nada. Es muy raro que aún no hayamos tenido ninguno, a
ver si siguiéramos así». Él tiene la certeza de que antes o después,
tendrá que alertar de un posible fuego. Eso sería la normalidad. Se lo
dice la experiencia y la estadística. «Esta es una zona conflictiva, en
la que suelen producirse bastante incendios», asume el trabajador del
plan Infoex, que cuando acabe la campaña de riesgo alto, se unirá al
retén de Jaraíz y trabajará fundamentalmente en labores preventivas (el
plan Preifex). Tendrá un horario de ocho de la mañana a tres de la
tarde, de lunes a viernes.Hay vida más allá del verano
Entonces podrá librar los fines de semana, algo que ahora no puede hacer. En estos meses, si descansa un sábado o un domingo es porque le coincide durante el descanso de 48 horas entre turnos. Pero todavía queda lejos ese momento. Aún le restan muchas horas en lo alto de esta torre que por las tardes, cuando el sol pega, es un mundo más habitable gracias al aparato de aire acondicionado.Por las mañanas hace hasta frío. Y si hay calima, el trabajo se complica porque el campo de visión se reduce. «En los días claros, desde aquí se ven Garganta la Olla, Guijo de Santa Bárbara, Aldeanueva de la Vera, Cuacos de Yuste, Losar, Talaveruela, Viandar, Navalmoral de la Mata, Talayuela, Majadas, Almaraz, Saucedilla, Toril...», detalla Lucio. «Se ve incluso el famoso puente de Talavera de la Reina (un viaducto con tirantes que llegan hasta los 185 metros de altura y que costó 74 millones de euros)», añade Collado, que mientras habla, mira a cada rato hacia el paisaje, no vaya a surgir una columna de humo y no la vea.
Su misión es detectar cuanto antes mejor la más mínima columna de humo en el paisaje
«Hace unos años -recuerda-, sobre las cuatro
de la tarde vi una columna de humo aquí al lado, como a doscientos
metros de la torre. Avisé. Les dije: 'Oye, que nos han prendido aquí'. Y
en ese rato hasta que llegó el retén sentí cierta impotencia, porque no
tenía forma de ayudar y no me quedaba otra que esperar a mis
compañeros». Fue algo excepcional. Habitualmente, el humo surge más
lejos y el vigilante pasa el día sin que nadie se acerque por su oficina
en las alturas. Esa desde la que ve jabalíes, jinetas, tejones, águilas
calzadas, milanos, gavilanes, azores y hasta ardillas. Y también, antes
o después, más cerca o más lejos, incendios forestales.TITULO: LA AVENTURA DEL SABER TVE -Valdelamatanza, extremeño a medias,.
Valdelamatanza es provincia de Salamanca, comunidad autónoma de Castilla y León, pero sus vecinos van al médico a Aldeanueva del Camino
(Cáceres). Y cuando no queda otra que acudir al hospital, la mayoría
prefiere el de Plasencia, pudiendo como pueden elegir –que esto es otra
rareza– el de Béjar o el de Salamanca. Y sus teléfonos fijos empiezan
por 927, que es el prefijo de Cáceres. Para redondear el cuadro, el
colegio está en el pueblo, o sea, en Castilla y León, pero lo paga la
Junta de Extremadura.
Ahí está el letrero: CRA (Centro Rural Agrupado) Vía de la Plata, con las letras blancas y el fondo verde, idéntico al de un colegio público del centro de Badajoz. Y ese otro cartel, casi una extravagancia, el que identifica al alcornoque de la Fresneda, un fabuloso árbol protegido de 400 años, 21 metros de alto, casi siete de perímetro y 27 de copa. El anuncio a pie de carretera que avisa de su presencia está impoluto, como si lo hubieran colocado esta mañana, y en él pone: 'Alcornoque Fresneda. Árboles singulares de Extremadura. Consejería de Agricultura y Medio Ambiente. Junta de Extremadura. Valdelamatanza'. Y hay que leerlo dos veces y pararse a pensar, porque Valdelamatanza es Castilla y León. Parece claro que este pueblo es una mescolanza.
«El árbol está en el término de Aldeanueva del Camino, aunque el dueño de la parcela es un vecino de Valdelamatanza», aclara Antonio Rodríguez (69 años), concejal en esta población salmantina que para mayor complicación, depende administrativamente del ayuntamiento de El Cerro (409 habitantes, a diez kilómetros) y está inmersa en un complejo proceso judicial difícil de resumir de forma breve.
En septiembre del año 2017, la Junta de Castilla y León admitió la petición de un grupo de residentes de esta peculiar población, que pedían que esta fuera declarada entidad local menor, para tener una mayor independencia administrativa. Pero el consistorio de El Cerro recurrió ese acuerdo del Gobierno regional y el pasado abril, el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León le dio la razón. El grupo vecinal que consiguió la hazaña histórica de dejar de ser un barrio del pueblo vecino –que no equivale a amigo– recurrió esa sentencia, que por lo tanto, no es firme.
Esto significa que a día de hoy, la población castellana que tanto mira a Extremadura tiene el estatus de entidad local menor. Gracias a esto, el pasado 26 de mayo pudieron votar a su propio alcalde, que será Eugenio Javier Britos, del PP. La historia es más intrincada aún, porque Valdelamatanza ya fue entidad local menor hasta poco antes de la Guerra Civil, pero según el TSJ de Castilla y León, no está claro cuándo dejó de serlo.
El roce hace el cariño, pero el amor es otra cosa, viene a decir el vecino de ancho bigote y gorra ganadera, que tiene una hermana que no opina como él. «Mejor nos iría si dependiéramos de Extremadura para todo», afirma Teresa Nieto (54 años), que estudió Educación Social en el centro que la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia) tiene en Plasencia y que hasta hace unas pocas semanas trabajaba en Hervás. «Nuestro pueblo está en tierra de nadie, y Extremadura nos ha acogido, debemos estarle muy agradecidos. A mí, me ha dado más que Castilla y León», dice la mujer, que invita a entrar en su casa para charlar con su madre y una amiga.
«Estamos ahora un poco tirantes con ellos», ilustra Isidora. «Bueno, lo hemos estado siempre», se corrige de inmediato. La opinión que comparten las dos mujeres, y Teresa y Sigifredo y Antonio y algún otro vecino, es que El Cerro les ignora. Y como prueba, todos señalan al mismo sitio: las calles de Valdelamatanza. Efectivamente, no es necesario ser perito en la materia para certificar que su estado de conservación es mejorable. Sale de ojo que la población necesita unos arreglos.
El comunicado a la vista de cualquiera se titula 'Información a los vecinos de Valdelamatanza', y no se anda por las ramas. «Por la presente –comienza– les informamos que el señor alcalde de El Cerro, don Juan Carlos Garavis González, en compañía de don Fernando Martín Nieto y el resto de concejales, han dejado de pagar la contribución del teleclub desde hace cinco años, coincidiendo con su entrada en el ayuntamiento de El Cerro». «Seguramente –sigue–, pretendían que nos expropiasen por impago y tuviésemos que comprar nuevamente el edificio. Nos hemos enterado gracias a que el organismo que recauda la contribución de la Diputación de Salamanca nos ha informado directamente como ayuntamiento de Valdelamatanza. Esto es lo que nos quieren estos señores, y aún así ha habido 26 personas que inocentemente les han votado». Este último párrafo está subrayado. «Estos señores –arranca el párrafo final, también subrayado y además en negrita– son los mismos que han intentado impedir que seamos una entidad local menor con capacidad de autogobierno, para seguir aprovechándose de nuestro pueblo. Os informamos para que cuando los veáis, los felicitéis por tanta indignidad».
Su caso no es excepcional. Sandra González (30 años) dio luz a su hija de diez años en Béjar y al niño, que tiene cinco, en Plasencia. «Mi impresión es que la sanidad funciona mejor en Extremadura que en Castilla y León», explica la joven, que regenta el único negocio del pueblo. Ella, que habla tras el mostrador, desborda amabilidad, y su tienda, que abre solo por las mañanas, es muchas en una sola. De frente tiene los tomates, y a sus espaldas, las colonias. «A mí me surten la mercancía dos almacenes de Plasencia y uno de Béjar», detalla la joven, que es la madre de dos de los cinco alumnos del colegio local (uno tiene cinco años, otro doce y tres niños tienen diez). Profesores hay también cinco contando a los tres de especialidades (uno para Inglés, otro para Educación Física y un tercero para Música). El CRA agrupa a alumnos de seis localidades: Baños de Montemayor, Aldeanueva del Camino, La Garganta, Gargantilla, Segura de Toro y Valdelamatanza.
Ahí está el letrero: CRA (Centro Rural Agrupado) Vía de la Plata, con las letras blancas y el fondo verde, idéntico al de un colegio público del centro de Badajoz. Y ese otro cartel, casi una extravagancia, el que identifica al alcornoque de la Fresneda, un fabuloso árbol protegido de 400 años, 21 metros de alto, casi siete de perímetro y 27 de copa. El anuncio a pie de carretera que avisa de su presencia está impoluto, como si lo hubieran colocado esta mañana, y en él pone: 'Alcornoque Fresneda. Árboles singulares de Extremadura. Consejería de Agricultura y Medio Ambiente. Junta de Extremadura. Valdelamatanza'. Y hay que leerlo dos veces y pararse a pensar, porque Valdelamatanza es Castilla y León. Parece claro que este pueblo es una mescolanza.
«El árbol está en el término de Aldeanueva del Camino, aunque el dueño de la parcela es un vecino de Valdelamatanza», aclara Antonio Rodríguez (69 años), concejal en esta población salmantina que para mayor complicación, depende administrativamente del ayuntamiento de El Cerro (409 habitantes, a diez kilómetros) y está inmersa en un complejo proceso judicial difícil de resumir de forma breve.
En septiembre del año 2017, la Junta de Castilla y León admitió la petición de un grupo de residentes de esta peculiar población, que pedían que esta fuera declarada entidad local menor, para tener una mayor independencia administrativa. Pero el consistorio de El Cerro recurrió ese acuerdo del Gobierno regional y el pasado abril, el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León le dio la razón. El grupo vecinal que consiguió la hazaña histórica de dejar de ser un barrio del pueblo vecino –que no equivale a amigo– recurrió esa sentencia, que por lo tanto, no es firme.
Esto significa que a día de hoy, la población castellana que tanto mira a Extremadura tiene el estatus de entidad local menor. Gracias a esto, el pasado 26 de mayo pudieron votar a su propio alcalde, que será Eugenio Javier Britos, del PP. La historia es más intrincada aún, porque Valdelamatanza ya fue entidad local menor hasta poco antes de la Guerra Civil, pero según el TSJ de Castilla y León, no está claro cuándo dejó de serlo.
«Aquí tiramos para abajo (Extremadura) para todo excepto el papeleo,
que no nos queda otra que tirar para arriba (Castilla y León)», señalan
varios vecinos con un acento que no es ni salmantino ni cacereño
«Aquí tengo un cajón lleno de papeles
con toda la historia, para el que la quiera conocer a fondo», invita
Antonio Rodríguez, que en una charla de cinco minutos deja un par de
ideas claras. La primera es que efectivamente, los vecinos hacen más
vida «hacia abajo» (Extremadura) que «hacia arriba» (Castilla y León).
Yla segunda: ellos son y se sienten salmantinos. Por si hubiera dudas,
su paisano Sigifredo Nieto las despeja: «Aunque en el
día a día tiremos más hacia la provincia de Cáceres, yo soy salmantino
cien por cien, y la mayoría de los vecinos siente esto mismo. Lo cortés
no quita lo valiente». El roce hace el cariño, pero el amor es otra cosa, viene a decir el vecino de ancho bigote y gorra ganadera, que tiene una hermana que no opina como él. «Mejor nos iría si dependiéramos de Extremadura para todo», afirma Teresa Nieto (54 años), que estudió Educación Social en el centro que la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia) tiene en Plasencia y que hasta hace unas pocas semanas trabajaba en Hervás. «Nuestro pueblo está en tierra de nadie, y Extremadura nos ha acogido, debemos estarle muy agradecidos. A mí, me ha dado más que Castilla y León», dice la mujer, que invita a entrar en su casa para charlar con su madre y una amiga.
Sus 157 habitantes pueden elegir entre tres hospitales: Salamanca, Béjar y Plasencia
Ahí están, sentadas a la mesa camilla, junto a un ventanal, Isidora García (86 años) y Claudia Becedas
(84), una frente a otra. Se les pregunta por la atención sanitaria que
reciben y responde Isidora. «Estamos muy de acuerdo con lo de abajo»,
dice. O sea, con el hospital de Plasencia y con el centro de salud de
Aldeanueva del Camino, que ya es provincia de Cáceres y está a tres
kilómetros de Valdelamatanza. El Cerro, que es el ayuntamiento del que
siguen dependiendo aunque hayan logrado la declaración de entidad local
menor, está al triple de distancia. Física, porque la sentimental parece
mucho mayor. «Estamos ahora un poco tirantes con ellos», ilustra Isidora. «Bueno, lo hemos estado siempre», se corrige de inmediato. La opinión que comparten las dos mujeres, y Teresa y Sigifredo y Antonio y algún otro vecino, es que El Cerro les ignora. Y como prueba, todos señalan al mismo sitio: las calles de Valdelamatanza. Efectivamente, no es necesario ser perito en la materia para certificar que su estado de conservación es mejorable. Sale de ojo que la población necesita unos arreglos.
«Inocentes» equivocados
La enemistad con El Cerro no solo se verbaliza, sino que también se deja por escrito si hace falta. Ahí está el cartel que luce junto a la puerta cerrada de la sede de la asociación de mayores, a la que todos llaman 'el teleclub'.El comunicado a la vista de cualquiera se titula 'Información a los vecinos de Valdelamatanza', y no se anda por las ramas. «Por la presente –comienza– les informamos que el señor alcalde de El Cerro, don Juan Carlos Garavis González, en compañía de don Fernando Martín Nieto y el resto de concejales, han dejado de pagar la contribución del teleclub desde hace cinco años, coincidiendo con su entrada en el ayuntamiento de El Cerro». «Seguramente –sigue–, pretendían que nos expropiasen por impago y tuviésemos que comprar nuevamente el edificio. Nos hemos enterado gracias a que el organismo que recauda la contribución de la Diputación de Salamanca nos ha informado directamente como ayuntamiento de Valdelamatanza. Esto es lo que nos quieren estos señores, y aún así ha habido 26 personas que inocentemente les han votado». Este último párrafo está subrayado. «Estos señores –arranca el párrafo final, también subrayado y además en negrita– son los mismos que han intentado impedir que seamos una entidad local menor con capacidad de autogobierno, para seguir aprovechándose de nuestro pueblo. Os informamos para que cuando los veáis, los felicitéis por tanta indignidad».
«Aquí nos sentimos casi todos salmantinos, que lo cortés no quita lo valiente»
Sigifredo Nieto | Vecino
El polémico
cierre del 'teleclub' ha dejado al municipio sin bar de lunes a viernes.
«Lo abrimos los pensionistas los sábados y los domingos, para tomar un
café y echar la partida», cuenta Eleuterio Martín (63 años), extremeño
por nacencia y por convicción. «Yo soy de Hervás, y aunque me gusta
mucho Valdelamatanza, que es donde vivo, mi pueblo es y será siempre
Hervás (a diez kilómetros, 4.502 empadronados)», dice el hombre, que
echa la mañana acompañado por un perro que ya vivió sus mejores días.
«Aquí la gente tira sobre todo para Plasencia (a 38 kilómetros, 40.141
habitantes), y a Béjar (a 27 kilómetros, 12.961 residentes) vamos solo a
las cosas del agua, la luz y demás papeleos», comenta Eleuterio, un
laringectomizado que se toma su enfermedad con el mejor humor. «Llevo
diez años jubilado, desde que me cortaron el pescuezo», bromea el
hombre. «De la garganta –detalla– me operaron en Plasencia, que tuve
unas complicaciones y me pasé allí cuatro meses hospitalizado, y lo de
las hernias, que fue entrar y salir del hospital en el mismo día, me lo
hicieron en Béjar».Su caso no es excepcional. Sandra González (30 años) dio luz a su hija de diez años en Béjar y al niño, que tiene cinco, en Plasencia. «Mi impresión es que la sanidad funciona mejor en Extremadura que en Castilla y León», explica la joven, que regenta el único negocio del pueblo. Ella, que habla tras el mostrador, desborda amabilidad, y su tienda, que abre solo por las mañanas, es muchas en una sola. De frente tiene los tomates, y a sus espaldas, las colonias. «A mí me surten la mercancía dos almacenes de Plasencia y uno de Béjar», detalla la joven, que es la madre de dos de los cinco alumnos del colegio local (uno tiene cinco años, otro doce y tres niños tienen diez). Profesores hay también cinco contando a los tres de especialidades (uno para Inglés, otro para Educación Física y un tercero para Música). El CRA agrupa a alumnos de seis localidades: Baños de Montemayor, Aldeanueva del Camino, La Garganta, Gargantilla, Segura de Toro y Valdelamatanza.
«A mi hija la di a luz hace diez años en el hospital de Salamanca, y a mi hijo, de cinco, en el de Plasencia»
Sandra gonzález | vecina
«Tenemos mucho que agradecer a Extremadura, mejor nos iría si para todo dependiéramos de ella»
Teresa Nieto | Vecina
De sus cinco
escolares, dos son diabéticos. La pareja de maestras les miden la
glucosa cada poco y según sean sus niveles de azúcar en sangre, les dan
zumos o les dicen que dejen de jugar al baloncesto un rato durante el
recreo. «Estoy tranquila, sé que les cuidan bien», dice Sandra González,
que si tiene que ir al supermercado o al dentista, elige Plasencia. Y
para la sanidad, también prefiere Extremadura. «Funciona mejor que la de
Castilla y León, excepto para las radiografías, que en Plasencia tienen
mucha lista de espera y en Béjar ninguna». Además, no tiene que andar
cambiando de tarjeta sanitaria. Ella y todos los demás empadronados en
Valdelamatanza tiene la del SES, y con esa les vale aunque vayan a
Béjar, porque los gobiernos autonómicos de Extremadura y Castilla y León
tienen firmados convenios de atención sanitaria recíproca. Dónde tomar el café
«Aquí, para tomar un café o una cerveza, la mayoría de los vecinos vamos a Aldeanueva del Camino o a Hervás –explica Sandra González–. De hecho, a Hervás llevamos la mayoría a los niños a clases particulares, y en Hervás está el instituto al que van los chavales de aquí cuando han acabado la etapa del colegio».
«De las hernias me operaron en Salamanca, y de la laringe,en Plasencia»
Eleuterio Martín | Vecino
La vida en Valdelamatanza,
en definitiva, se organiza mirando principalmente «hacia abajo». Esto
parece tan claro como que una mayoría de los que habitan en esta
original localidad rodeada de vaquerías se siente salmantino. «Vamos al
hospital a Plasencia en vez de a Salamanca por cercanía, porque una
ciudad está a 30 kilómetros y la otra a 100, pero la sanidad es mejor en
Salamanca, tiene más prestigio», opina Sigifredo. «A mí me tienen que
operar y va a ser en Cáceres, aunque si fuera en Salamanca no me
importaría», tercia una vecina. A su lado, otra paisana duda si quedarse
a animar la charla porque son ya las dos y hay que comer. «La vida la
hacemos en Extremadura», concluye una de las tertulianas a pie de calle
maltratada. «El médico es por abajo –detalla–, el sacerdote es por abajo
–la población pertenece a la diócesis de Plasencia, al igual que una
parte de la provincia de Salamanca–, las escuelas son por abajo...». Una
más se suma al corrillo y lo condensa todo en quince segundos. «Mira,
escucha. Mi hijo ha estudiado todo en Plasencia. Primero en Las
Josefinas (hay colegio e instituto) y luego la Universidad, y ahora
trabaja en Cáceres. Yo estoy muy orgullosa de Valdelamatanza, aquí vivo y
aquí voy a seguir, pero todo lo que nos llega aquí viene de abajo».
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