'Los girasoles ciegos', un canto triste y soberbio a la dignidad, fotos.
Un
año antes de morir, este escritor secreto publicó cuatro relatos
entrelazados sobre la Guerra Civil en un 'librito' de 155 páginas del
que se han vendido cerca de 400.000 ejemplares. Puede que su secreto se
halle en contar con palabras humildes el horror, el miedo y la ternura.
Puede.
- John Kennedy Toole. Desventuras de un torpe entrañable
Apenas
pudo disfrutar un año de la publicación de su libro. Y pese a que fue
acogido con unas críticas excelentes, no llegó a saber que Los girasoles ciegos (enero de 2004) ha alcanzado, al menos, 42 ediciones (más de 380.000 ejemplares vendidos).
Además del Premio Nacional de Narrativa, el de la Crítica y el Premo
Setenil. Todo se fue enredando por un boca a oreja apabullante, un
constante goteo de "¿has leído Los girasoles? No te lo pierdas".
Alberto Méndez
(Madrid 1941-30 de diciembre de 2004) fue un escritor secreto que
trabajó en distintas editoriales de día y por la noche iba macerando
durante años cuatro historias sobre la Guerra Civil sutilmente conectadas.
La segunda es la que más impresiona. Dos jovenzuelos y su hijo recién
nacido viven sus últimas horas en una braña en una montaña fronteriza
entre Asturias y León. Cerca, unas vacas pacen con la misma tristeza.
Los detalles los conocemos por las notas que el muchacho ha ido
escribiendo en un cuaderno. "Se encontraron un esqueleto adulto y el
cuerpo desnudo de un niño de pecho sorprendentemente conservado sobre
unos sacos de arpillera tendidos en un jergón", puede leerse en el
relato Segunda derrota: 1940 o Manuscrito encontrado en el olvido: -"Aún tengo un poco de pan seco y unas conservas de pescado que trajimos en la huida".
-"Con los huesos y las vísceras [de una cabra montés medio comida por los lobos] he logrado hacer una sopa muy suave que el niño acepta bien".
-"El niño está enfermo. Casi no se mueve. He matado la vaca y le estoy dando su sangre".
Alberto Méndez desmostró en silencio que todavía se podía escribir (y muy bien) sobre el tan traqueteado tema de la Guerra Civil.
Alberto Méndez había sufrido represalias por su militancia en el PCE y fue expulsado de la universidad por su participación en la manifestación de 1964 que encabezaron Aranguren, Tierno Galván y García Calvo. Por ser uno de los líderes estudiantiles se le arrebató el título de licenciado en Filosofía y Letras; se exilió a Roma.
"Alberto Méndez era una persona expansiva, generosa hasta lo indecible y con una convicción ética como ciudadano en ocasiones heroica", evoca a este periódico el pintor y escultor Alberto Corazón, uno de sus amigos más cercanos. Recuerda que se ganaba la vida traduciendo. "Le conseguí un trabajo en Barcelona, en Ediciones Grijalbo, donde yo desarrollaba el diseño gráfico", agrega. "Desde mi juventud, cuando descubrí fascinado a Rimbaud y Kafka, a Faulkner, a Ezra Pound.., no había sentido ese escalofrío en la espina dorsal al estar en contacto con algo extraordinario».
Jorge Herralde, el editor de Anagrama que se aventuró con Los girasoles, leyó, entre otras, estas frases en la presentación del libro en el Círculo de Bellas Artes: "Es un ajuste de cuentas con la memoria, un libro contra el silencio de la posguerra, contra el olvido, a favor de la verdad histórica restituida y a la vez, muy importante y decisivo, un encuentro con la verdad literaria".
Juntos (y con otros, como José Esteban y Lourdes Ortiz, así hasta 13) crearon la editorial Ciencia Nueva, muy próxima al PCE, hasta que Manuel Fraga Iribarne acabó con ella.
En un texto del profesor y crítico Fernando Valls se recoge que Alberto Méndez envió estas frases a un amigo: "Mi vida ha sido, y así pretendo que sea, una vida oscura y oscurecida por mi dedicación al trabajo y a la familia. El resto ha sido mi militancia política, la clandestinidad, y una obcecación tan fracasada como enfermiza por contribuir a la caída de la dictadura. Lo malo es que, además de no caer, me arrojó encima toda la excrecencia que dimanaba".
Los girasoles ciegos trajo "una singularidad que lo hace distinto, persuasivo, enriquecedor de una experiencia ya mil veces trillada" (Santos Sanz Villanueva).
Pero la mejor brújula para ahondar en el libro se halla en Los girasoles ciegos. 10 años después (Antonio Machado Libros), que recoge numerosos textos, la cronología del escritor, una detallada bibliografía sobre la obra y declaraciones varias del protagonista:
-"He concentrado miles de historias contadas en voz baja".
-"Madrid no la defendió un ejército regular, la defendieron señores que iban a trabajar y, al salir, cogían el fusil y se iban al frente y después se volvían a casa y tenían que echarse a dormir».
Cuando un cáncer acabó con todo, Alberto Méndez estaba con una novela sobre los últilmos años del franquismo. "Quiero hablar de los que hicieron posible el miedo que sentimos en aquella época". Jesús Munárriz recuerda que "en el bar de la Facultad de Filosofía, donde teníamos con frecuencia a Billy el Niño husmeando y controlando, Alberto era capaz de pasar a su lado y comentar que 'olía a cerdo'. Era el más lanzado".
A Alberto Méndez le gustaba, sobre todo, La montaña mágica y Madame Bovary, García Márquez y Dostoievski. Y Muñoz Molina, entre los de ahora. Y cuando Txani Rodríguez le preguntó sobre los propósitos de un relato de Los girasoles ciegos, así respondió Méndez: "Hay momentos en los que no tienes que elegir entre la vida y la muerte, sino entre la dignidad y otra cosa. Yo he querido hacer un canto a la dignidad".
LIBRO - Los girasoles ciegos,.
foto - Este libro es el regreso a las historias reales de la posguerra que contaron en voz baja narradores que no querían contar cuentos sino hablar de sus amigos, de sus familiares desaparecidos, de ausencias irreparables. Son historias de los tiempos del silencio, cuando daba miedo que alguien supiera que sabías. Cuatro historias, sutilmente engarzadas entre sí, contadas desde el mismo lenguaje pero con los estilos propios de narradores distintos que van perfilando la verdadera protagonista de esta narración: la derrota. Un capitán del ejército de Franco que, el mismo día de la Victoria, renuncia a ganar la guerra; un niño poeta que huye asustado con su compañera niña embarazada y vive una historia vertiginosa de madurez y muerte en el breve plazo de unos meses; un preso en la cárcel de Porlier que se niega a vivir en la impostura para que el verdugo pueda ser calificado de verdugo; por último, un diácono rijoso que enmascara su lascivia tras el fascismo apostólico que reclama la sangre purificadora del vencido. Éste es el primer ajuste de cuentas de Alberto Méndez con su memoria y lo hace emboscado en un flagrante intento de hacerlo desde la literatura.
TITULO: LIBRO - Golpes bajos - David Gistau,.
Alfredo es el propietario de un modesto gimnasio de boxeo en el barrio del Lucero. Tiene entre sus pupilos a un púgil prometedor al que prepara para ser campeón. Un día, sufre un encuentro fortuito con el jefe de una organización criminal que lucha para hacerse con todo el territorio de Madrid. Piñata, que así se apoda, convencerá a Alfredo para que participe en un montaje sentimental con Magda López, una presentadora de televisión venida a menos que necesita publicidad. Junto a ella, Alfredo conocerá los salones de la alta sociedad mundana y los palacios aristocráticos, a toreros, a disolutos herederos de negocios millonarios y a ídolos del rock. Todos tienen algo en común: están en manos del gánster Piñata y, de una u otra forma, pueden ser destruidos por él. foto,.
David Gistau
foto / David Gistau (Madrid, 1970) es columnista y cronista en el diario ABC,
así como colaborador radiofónico. Esta es su tercera novela, con la que
intenta compensar en parte que el destino no le permitiera ser un
escritor americano de los que frecuentaban el Madison Square Garden
durante los años en blanco y negro del siglo pasado. Cuando en las
primeras filas había que taparse con un periódico para que no salpicara
la sangre.