El sabado -8- diciembre 2018 a las 16:00 por Telecinco , fotos,.
La señora Maisel se crece en un mundo de hombres ,.
La comedia de Amazon ganadora del Emmy y el Globo de Oro estrena su segunda temporada,.
Los hashtags y discursos sobre la necesidad de tener directoras y guionistas son maravillosos, aunque al final todo se resume en una cuestión de dinero. Cuando las series de Shonda Rhimes o Amy Sherman-Palladino hacen dinero, les dejan crear más historias de mujeres. Y abren oportunidades a otras". La actriz Alex Borstein lleva décadas en el negocio del entretenimiento y tiene suficientes éxitos y fracasos como para no callarse. Guionista, dobladora, monologuista... Y ahora por fin reconocida por su carismática secundaria de The Marvelous Mrs. Maisel, comedia que con su primera temporada ganó el Emmy y el Globo de Oro (como su protagonista, Rachel Brosnahan), con un argumento que reconoce: una mujer de los años cincuenta da un vuelco a su vida subiéndose al escenario para dedicarse al humor, terreno entonces vedado para ellas.
La entrega inicial llegó en noviembre de 2017 a Amazon Prime Video como una serie pequeña. Pero, con el estreno este miércoles de la segunda tanda de capítulos ya juega en otra liga. Es el título más laureado de la familia de Jeff Bezos, uno cuyo estreno coincidió con la explosión del movimiento Me Too y la reclamación de más roles para mujeres en ficción. No podía estar más al día. La creadora Sherman-Palladino, responsable de Las chicas Gilmore, dice que tuvo suerte: "Siempre hemos contado estas historias optimistas. Llevamos cientos de años trabajando. A veces funciona. Salvo por las fabulosas ropas y extravagantes abrigos, 2018 presenta las mismas luchas. Midge Maisel seguiría siendo hoy un unicornio, una mujer que no tapa sus fallos y pelea por su hueco. Por eso un espectador joven no piensa que es su abuela. Dentro de 20 años, la lucha seguirá".Entre gestos de cariño y bromas internas, ella siempre dispuesta a callar a quien haga falta, y él más apocado, es difícil saber dónde acaba el discurso de uno y empieza el otro. Él abre la botella de agua de ella; ella hace bromas internas sobre su suegra. "Estamos aburridos el uno del otro. Solo hablamos frente a la prensa y a través de nuestra publicista Tiffany", bromean. Su interacción deja clara la inspiración para los diálogos veloces y plagados de referencias de sus personajes: "La gente en la vida tiene prisa por llegar a los sitios, así que habla más rápido. Buscamos eso. Es una coreografía imposible de improvisar y somos dictadores", subraya Sherman-Palladino.
"La esencia de la serie es que las mujeres se unen porque solo pueden conseguir el objetivo así. Un mundo donde no tienen que estar buenas ni gustar a los hombres, pueden cometer errores", explica Sherman-Palladino: "Para llegar al cambio tenemos que romper la cábala de señores que dirigen el poder y el dinero. Hasta que las mujeres no podamos dirigir las decisiones, nada cambia", remata.
La revolución francesa
La temporada empieza con la madre de la protagonista, hasta ahora
familiar y sumisa, huyendo a París para reencontrarse. "Te he echado de
menos, mamá", dice su hija. "Yo también me he echado de menos", replica
la madre. Para la actriz Marin Hinkle esta interacción define esa
creencia de los hijos de que sus padres no existían antes que ellos:
"Recuerdo a mi madre diciendo lo agobiada que estaba por trabajar para
sacarnos adelante. Yo no me creía su sacrificio. Mi personaje hasta este
momento estaba controlando desde arriba. Ahora tiene que cuidarse
ella".
Si la primera temporada se centró en la liberación de Midge Maisel, ahora es el momento de que los secundarios se desmelenen y busquen su voz. "Rompen con el arquetipo predefinido y buscan su camino. Todo sucede antes de entrar en una década de cambio cultural como los sesenta", observa Tony Shalhoub, que interpreta al padre de la protagonista y que durante ocho años interpretó al protagonista de Monk: "Lo que normalmente quieren en televisión es que repitas una y otra vez tu protagonista. Eso limita y te aburre como actor. Aquí evolucionamos y nos sorprenden los personajes".
Si la primera temporada se centró en la liberación de Midge Maisel, ahora es el momento de que los secundarios se desmelenen y busquen su voz. "Rompen con el arquetipo predefinido y buscan su camino. Todo sucede antes de entrar en una década de cambio cultural como los sesenta", observa Tony Shalhoub, que interpreta al padre de la protagonista y que durante ocho años interpretó al protagonista de Monk: "Lo que normalmente quieren en televisión es que repitas una y otra vez tu protagonista. Eso limita y te aburre como actor. Aquí evolucionamos y nos sorprenden los personajes".
TITULO: VIVA LA VIDA - OT 2018’ gala 11: qué difícil es hacer el amor en un Simca 1000 ,. DOMINGO -9- DICIEMBRE ,.
El domingo -9- diciembre 2018 a las 16:00 por Telecinco , foto,.
OT 2018’ gala 11: qué difícil es hacer el amor en un Simca 1000,.
La mejor actuación de la noche ha sido la de Famous, una persona absolutamente desconocida para el público del programa,.
En la gala 11 de OT 1, Chenoa y David Bisbal cantaron Escondidos. En la gala 11 de OT 2017, Aitana asentó su segundo puesto con Procuro olvidarte.
Ambas actuaciones pasarían a la historia del concurso no solo por su
emoción abrumadora, sino por los sentimientos reales que representaban.
Por el genuino cariño que la audiencia sentía hacia sus intérpretes y el
deseo de ver felices a esos concursantes. La mejor actuación de la gala 11 de OT 2018 ha sido la de Famous, una persona absolutamente desconocida para el público del programa.
La noche empieza con una actuación de Ni tú ni nadie tan inocua que parece interpretada por el departamento de recursos humanos de una empresa durante la cena de Navidad. Marta por fin enseña los brazos y canta One More Try
no como una mujer que sufre, sino como una mujer que está ya cansada de
sufrir y que sabe que en esa ruptura ella tiene la razón. Cuando se
lleva la mano al pecho sin fuerzas, pero sin llegar a tocárselo,
consigue uno de los gestos más viscerales de esta edición. Sin embargo,
la escenografía de restaurante que le han puesto (con el cuerpo de baile
mirándola con cara de estar en los Yelmo Cines Luxury a punto de pedir
“una pizza italy”) parece una premonición del futuro profesional de Marta tras su expulsión: la hostelería.
Sabela canta El cuarto de Tula no como una
estrella de la salsa, ni siquiera como Ana Guerra en su apogeo, sino
como una muchacha que está esperando el búho pero todavía no le ha
bajado el subidón de la fiesta. Resulta fascinante ver a Sabela en la
academia, porque está constantemente haciendo chistes que se nota que
ella cree que son más graciosos de lo que realmente son. Y del mismo
modo, cuando el jurado habla de ella como si fuera Soraya Arnelas,
acerca un poco más a la gallega a ser la finalista de OT con menos
actuaciones memorables en toda la historia del concurso.
Javier Calvo
le promete a Famous que siente Stendhal cada vez que le ve bailar
(Stendhal es como antes de internet se decía “la peluca en Júpiter”), y
Famous da otro salto en esta recta final diseñada para su lucimiento
creyéndose por fin que puede ser una estrella. Al menos durante tres
minutos, luego puede volver a quedarse traspuesto. Famous se deja llevar
por el flow como hace cualquier español en una discoteca
creyéndose negro, con la ventaja de que él es negro, y su rap mola
porque no lo está haciendo para nosotros, sino para sí mismo. Resulta
poético que un programa que apuesta por la sensibilización social
explícita se esté esforzando tanto en lanzar a Eurovisión a un chaval
que pertenece a dos minorías distintas.
Un vídeo promociona la academia online de OT con los otros dos stendhalazos
de esta edición (la cara de María y el culo de Joan) y Julia por fin
canta una canción que no parece sacada del repertorio de Malú. Sober, el tema con el que Demi Lovato
les pidió perdón públicamente a sus padres por recaer en sus
adicciones, se encrudece en la voz de Julia: ella la canta con
vergüenza. Y hablando de vergüenza, que el decorado sea un bar confirma
las sospechas de que el director artístico de OT monta las escenografías metiendo la letra de cada canción de Google y dándole a “voy a tener suerte”.
Miki sigue preparando su carrera post-OT con Hijos de la tierra,
que es la adaptación musical de utilizar una lata de cerveza vacía como
cenicero, y Natalia hace la croqueta sobre el piano con Bang Bang. Ella evoca a Michelle Pfeiffer en Los fabulosos Baker Boys
pero muy cabreada, lo cual quizá se deba a que va vestida con un mono
de terciopelo que le habría parecido pasado de moda hasta a Nika en OT2.
Para los que no conozcan a Michelle Pfeiffer, verla en pantalla en 1989
era como vivir dentro de una de las velas de la actuación de Amaia con Shake It Out. El jurado puntuará a Natalia con cuatro dieces y, a tenor de su actitud durante la actuación, ella también lo piensa.
Como si cantar Crazy In Love, una canción más grande que la civilización occidental que hasta Beyoncé
interpreta sin cantar los estribillos para no ahogarse, no fuese ya una
putada en sí misma (que Alba ha elegido, por otra parte), Alba tiene
que cantar Crazy In Love después de Famous. Todo el mundo
alguna vez ha bailado esto en la discoteca como si estuviera haciendo un
ritual de apareamiento, pero la actuación de Alba demuestra que hay
cosas que, sencillamente, los blancos no saben hacer. Y quizá deberían
dejar de intentarlo. Las pantallas proyectan naipes, una propuesta tan
delirante como una valoración de Julia Gómez Cora: es inexplicable, es
un bochorno y es imposible apartar la mirada de ella. Claramente el
equipo artístico se lió y metió la letra de Poker Face en Google.
Ana Belén consigue, con cuatro palabras (“tu
diafragma va picado”), aportar más que Ana Torroja en 10 galas. Claro
que el orzuelo de Roberto Leal también ha aportado más al concurso que
Ana Torroja. Cuando habla, Ana Belén tiene la textura de las magdalenas
de Manuela Carmena, y los espectadores sienten que si alguna vez les
comunican que tienen cáncer ojalá lo haga Ana Belén. La que no tiene la
voz tan caramelizada es Rosana, convertida en la líder de la secta The Leftovers,
que canta una canción que parece estar inventándose sobre la marcha con
semejante desgarro que hace que Cristina Llanos (la de Dover) parezca Ariana Grande.
El jurado puntuando a los seis finalistas (Marta, a
la velocidad que va la vida hoy en día, ya debe de estar diciéndole a
alguien “tengo Brugal, tengo Cacique pero Negrita no me queda”) es lo
menos televisivo que ha ocurrido en OT desde que Pilar Rubio
hizo como que lloraba cuando salvaron a Jefferson. Las 30 valoraciones
resultan vagas, abstractas, repetitivas y plagadas de frases 0'60
(excepto las de Ana Belén, que podría recitar la letra de Hipnotizadas de Lunae y ponernos la piel de gallina). La verdadera emoción de esta noche está en María comentando la gala en su Instagram. Si OT
fuese una fiesta, las stories de María serían la cocina: el lugar donde
está la gente guay, donde está la diversión de verdad y donde pueden
pasar cosas.
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