El Prado reúne más de sesenta obras nunca vistas en España del artista, entre ellas 'La gran odalisca' y 'El baño turco',.
Apoyándose en el pasado, Ingres fue el gran impulsor de la pintura
moderna. Esta es la tesis de la histórica muestra que el Museo del Prado
dedica a Jean-Auguste-Dominique Ingres (Montauban, 1780 -París 1867),
uno de los pintores más influyentes de la reciente historia del arte. Un
genio del dibujo y el color, un gran maestro del retrato que no desdeñó
ningún género, osado renovador del desnudo y la composición y sin cuya
aportación sería imposible comprender a Picasso, Matisse o Dalí. «Ingres
plantó la semilla de la modernidad y del arte contemporáneo», afirma
Carlos González Navarro, uno de los dos comisarios de esta excepcional
muestra que la Reina Letizia inaugura el próximo lunes y que se abre al
público el martes. Es la primera gran retrospectiva que se dedica en
España al genio de la pintura del XIX, de quien no hay una sola pieza en
las colecciones públicas españolas.
Ni una de las más de sesenta obras que reúne El Prado se había visto
antes en España. Estarán aquí hasta la primavera próxima gracias a la
generosidad del Louvre y otros grandes museos y colecciones belgas,
inglesas, italianas y norteamericanas. Es un apasionante viaje por el
poliédrico y germinal universo de Ingres jalonado por dos autorretratos:
el de un pintor joven y arrogante que expresa en 1804, con 28 años, su
admiración por Rafael, y el de un Ingres maduro y severo, que con 78
años, en 1858, ha impuesto su maestría tras vencer críticas feroces. Un
artista reconocido que ha culminado su viaje del clasicismo y el
academicismo a la modernidad huyendo de cualquier clasificación y
abriendo sendas que transitarán los grandes de la vanguardia del siglo
XX.
Es un recorrido cronológico y temático con hitos como 'La gran
odalisca', el 'Retrato del señor Bertin' o 'El baño turco', joyas de la
historia del arte y termómetros de la genialidad de su autor. «Picasso
se basa en 'El baño turco' para 'Las señoritas de Aviñón', Dalí se
inspira en Ingres para sus icónicos retratos de Gala, e Ingres fue una
referencia para Madrazo, su discípulo español, para Matisse, Man Ray o
Picabia», apunta Miguel Zugaza. Para el director de El Prado, Ingres es
«el último gran discípulo de Rafael, uno de los pintores más universales
de Francia y una de las cimas de la pintura universal».
«Miró hacia el pasado pero inició una aventura excepcional», coincide
Vincent Pomarède, conservador del Louvre, comisario también de la
muestra y toda una autoridad en Ingres. «Es uno de los mayores
dibujantes de la historia, un genio del color, innovador del retrato y
reinventor del desnudo mediante unas obras que tienen algo musical y con
las que trata de hacer melodías», apunta Pomèrede. Destaca cómo Ingres,
enemigo acérrimo de Delacroix, supo tornar en innovación una admiración
por Rafael -«su Dios»-, David y Leonardo que le anclaban «en
apariencia» al clasicismo de corte académico.
Lienzo estrella
La estrella de la muestra es 'La gran odalisca', uno de los desnudos
más seductores, atractivos e influyentes de la historia de la pintura.
Es la segunda vez que esta legendaria tela, fundacional del arte
contemporáneo y reinterpretada sin descanso, sale del Louvre en el
último siglo. «Ingres casa en ella el deseo platónico y la sensualidad
carnal para mostrar a una mujer desnuda sin ningún pretexto, por pura
sensualidad y en un ejercicio de placer. Es uno de los grandes desnudos
de la historia de la pintura», explica González Navarro.
Caroline Murat, hermana de Napoleón y reina de Nápoles, encargó a
Ingres que pintara en 1813 una pareja de sensuales damas. 'La gran
odalisca' y una 'Bella durmiente', que no se conserva. Ingres reconoció
que la modelo de su odalisca no era Caroline Murat, y que quiso hacer un
homenaje a la 'Fornarina' de Rafael, con un turbante a modo de pañuelo.
Presentada en el salón de París de 1819, fue rechazada por obscena y
por su escasa precisión anatómica.
TÍTULO: MUJERES EN PRIMERA LINEA -VALVANERA ULARGUI,.
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