¿Por qué cambió el clima en el siglo XVI?
A finales del XVI y principios del XVII se produjeron graves alteraciones climáticas en el planeta.
Las crónicas reflejan que el frío se hizo insoportable entre 1585 y
1610. «En ese periodo se produjeron las mayores persecuciones de brujas,
acusadas de ser las causantes de las bajísimas temperaturas que
azotaban Europa», señala Brian Fagan, arqueólogo y antropólogo inglés,
autor del libro 'La Pequeña Edad de Hielo'.
En la ciudad alemana de Wiesensteig, decenas de mujeres fueron arrojadas a la hoguera en 1563 acusadas de alterar el clima a través de prácticas de brujería. Entre 1580 y 1620, en Berna, más de mil personas fueron quemadas en la hoguera por la misma razón. En Francia e Inglaterra las ejecuciones alcanzaron su punto culminante en 1587 y 1588, dos años en los cuales el clima fue sumamente desfavorable. Algunas de las obras de los pintores flamencos de finales del siglo XVI y principios del XVII, como Hendrick Avercamp o Pieter Brueghel el Viejo, muestran el gélido ambiente de las ciudades holandesas de la época. Los picos de frío intenso se repitieron años más tarde, tal y como reflejó Abraham Hondius en un cuadro que pintó en 1677 y en el que se puede ver a un grupo de londinenses paseando sobre un Támesis totalmente helado.
Del 11 al 22 de noviembre de 1570, un gigantesco vendaval que se desplazó de sudoeste a noreste por el mar del Norte generó olas inmensas que derribaron diques y otras defensas costeras en los Países Bajos. Murieron unas cien mil personas. Los siguientes diez años estuvieron marcados por terribles tormentas, una de las cuales echó a pique una parte de la Armada Invencible.
Pero ¿cuál fue la causa de aquel cambio climático? En el siglo XVII, los japoneses vieron con frecuencia un cielo enrojecido producido por potentes erupciones volcánicas que arrojaron enormes cantidades de ceniza a la atmósfera. Aquel velo desvió parte de la radiación solar, lo cual enfrió las temperaturas de buena parte del planeta. En 1640, los volcanes Villarica (Chile) y Parker (Filipinas) agravaron la situación. La fabulosa concentración de ceniza emitida por las doce erupciones volcánicas que hubo en el Pacífico entre 1638 y 1644 coincidió con el mínimo de manchas solares, lo que pudo haber colaborado a enfriar el clima.
Un dato que tener en cuenta...
El monje italiano Francesco Voersio describió en 1631 los efectos de aquella miniglaciación: «Las generaciones futuras no creerán las penalidades, el dolor y la miseria que estamos sufriendo».
¿El Sol tuvo algo que ver en esa Edad de Hielo?
Algunos investigadores creen que, además del aumento de la actividad volcánica, otra de las causas de la Pequeña Edad de Hielo fue una disminución de la actividad solar. Entre 1630 y 1715, apenas se observaron manchas en la superficie del astro rey.
Desayuno,.
«Zumo con apio, verduras y regenerantes. Pan tostado, integral o de centeno, con aceite y jamón. A veces huevos fritos con beicon. Entre semana, es más ligero».
Cena - Huevo frito con patatas fritas, beber agua, pan, salchichas, postre melón,.
En la ciudad alemana de Wiesensteig, decenas de mujeres fueron arrojadas a la hoguera en 1563 acusadas de alterar el clima a través de prácticas de brujería. Entre 1580 y 1620, en Berna, más de mil personas fueron quemadas en la hoguera por la misma razón. En Francia e Inglaterra las ejecuciones alcanzaron su punto culminante en 1587 y 1588, dos años en los cuales el clima fue sumamente desfavorable. Algunas de las obras de los pintores flamencos de finales del siglo XVI y principios del XVII, como Hendrick Avercamp o Pieter Brueghel el Viejo, muestran el gélido ambiente de las ciudades holandesas de la época. Los picos de frío intenso se repitieron años más tarde, tal y como reflejó Abraham Hondius en un cuadro que pintó en 1677 y en el que se puede ver a un grupo de londinenses paseando sobre un Támesis totalmente helado.
Del 11 al 22 de noviembre de 1570, un gigantesco vendaval que se desplazó de sudoeste a noreste por el mar del Norte generó olas inmensas que derribaron diques y otras defensas costeras en los Países Bajos. Murieron unas cien mil personas. Los siguientes diez años estuvieron marcados por terribles tormentas, una de las cuales echó a pique una parte de la Armada Invencible.
Pero ¿cuál fue la causa de aquel cambio climático? En el siglo XVII, los japoneses vieron con frecuencia un cielo enrojecido producido por potentes erupciones volcánicas que arrojaron enormes cantidades de ceniza a la atmósfera. Aquel velo desvió parte de la radiación solar, lo cual enfrió las temperaturas de buena parte del planeta. En 1640, los volcanes Villarica (Chile) y Parker (Filipinas) agravaron la situación. La fabulosa concentración de ceniza emitida por las doce erupciones volcánicas que hubo en el Pacífico entre 1638 y 1644 coincidió con el mínimo de manchas solares, lo que pudo haber colaborado a enfriar el clima.
Un dato que tener en cuenta...
El monje italiano Francesco Voersio describió en 1631 los efectos de aquella miniglaciación: «Las generaciones futuras no creerán las penalidades, el dolor y la miseria que estamos sufriendo».
¿El Sol tuvo algo que ver en esa Edad de Hielo?
Algunos investigadores creen que, además del aumento de la actividad volcánica, otra de las causas de la Pequeña Edad de Hielo fue una disminución de la actividad solar. Entre 1630 y 1715, apenas se observaron manchas en la superficie del astro rey.
Desayuno,.
«Zumo con apio, verduras y regenerantes. Pan tostado, integral o de centeno, con aceite y jamón. A veces huevos fritos con beicon. Entre semana, es más ligero».
Cena - Huevo frito con patatas fritas, beber agua, pan, salchichas, postre melón,.
El ataque de la piedra mortífera
Hace solo 15 años se consideraba
ciencia ficción que un asteroide se estrellase contra la Tierra. Ahora,
los científicos de las agencias espaciales estadounidense y europea se
toman la amenaza muy en serio. Recientemente, en Roma, analizaron el
problema. La misión: trazar planes para salvar nuestro planeta.
Un grupo de científicos se enfrentan a la catástrofe: un asteroide de cuatro kilómetros de longitud se dirige hacia la Tierra. Astrónomos
y físicos procedentes de algunas de las instituciones mundiales más
prestigiosas, como la NASA, afrontaron esta inquietante situación
hipotética el pasado mes de abril a las afueras de Roma. La Agencia
Espacial Europea (ESA) invitó a astrónomos, físicos, ingenieros atómicos
y matemáticos para hablar de la posibilidad de que un pedrusco espacial
impactara contra la Tierra. Entre los observadores de esta
especie de juego de guerra con asteroides se contaban dos
estadounidenses: uno perteneciente al mundo científico y otro, al
estamento militar. Dave Morrison fue uno de los primeros
investigadores en sugerir que, a diferencia de los dinosaurios,
extinguidos por el impacto de un asteroide, los seres humanos deberíamos
estar capacitados para defendernos. Junto con él se encontraba el
antiguo teniente coronel de la fuerza aérea Lindley Johnson, que hoy
está al frente del NEO (acrónimo del Programa de Observación de Objetos
Próximos a la Tierra), un organismo dependiente de la NASA. Estos dos
hombres se sienten aliviados de que la gran pregunta ya no sea: ¿qué
pasaría si una gran roca espacial se dirigiera hacia nosotros a
velocidades susceptibles de provocar un cataclismo? Gracias a ellos, la
cuestión ahora es otra: ¿qué es lo que tendríamos que hacer para
evitarlo?
Hoy, los científicos consideran que seguramente contamos con la tecnología necesaria para evitar el impacto, pero dudan de que los seres humanos seamos capaces de cooperar de modo efectivo a la hora de afrontar una amenaza global. Y en una época en que muchos políticos niegan la existencia del cambio climático ¿podemos contar con que dichas figuras políticas vayan a pensar que la amenaza de los asteroides es una realidad?
¿Qué pasaría si impactarán? Morrison fue uno de los primeros científicos que alertó a la opinión pública sobre los asteroides. Lo hizo en su libro Cosmic catastrophes, escrito a medias con el astrónomo Clark Chapman en 1989. «Hace 30 años no había ninguna investigación sobre los objetos próximos a la Tierra», explica.
Las cosas han cambiado. Actualmente en el Minor Planet Center del Museo Smithsonian aparecen registrados más de 150.000 asteroides. Los investigadores estiman que en realidad hay decenas o centenares de millares más que no podemos ver, en muchos casos porque se encuentran en nuestro 'punto ciego': ocultos por el Sol. Unos 12.700 de tales asteroides identificados están etiquetados como «objetos próximos a la Tierra» (neos, por sus siglas inglesas), cuyas órbitas están a menos de 200 millones de kilómetros de la órbita terrestre. La NASA considera que cerca de un millar de neos tienen el potencial de acabar con la civilización, pues su diámetro es superior a 0,7 kilómetros, aunque afortunadamente ninguno de estos enormes pedruscos se dirige hacia la Tierra. En cambio, se estima que unos 1600 de los asteroides catalogados como neos sí podrían estar dirigiéndose hacia nosotros y, aunque de menor tamaño, el impacto de uno de ellos bastaría para acabar con millones de personas.
Asteroides en la historia. El descubrimiento del primer comenta data del siglo XVII, pero la observación de objetos similares se remonta a la noche de los tiempos, como aparece en la Biblia y en otras crónicas de la antigüedad. Los primeros asteroides fueron identificados en el siglo XIX, y a principios del XX descubrimos que algunos de ellos, de hecho, atraviesan la órbita terrestre.
El fallecido geólogo Gene Shoemaker, en la década de cincuenta, examinó los cráteres lunares y determinó que eran el resultado de impactos contra la superficie. Con el tiempo fue nombrado director del Geological Survey Center of Astrogeology, donde comenzó a mapear asteroides y a estudiar la mecánica de los impactos producidos por meteoritos. Su principal descubrimiento fue el Shoemaker-Levy 9, que fue a chocar contra Júpiter en 1994. Este fue el primer impacto extraterrestre predicho por el ser humano y posteriormente observado en tiempo real. Lo que convenció a los científicos de que era posible realizar este tipo de cálculos respecto a la Tierra.
El fin de los dinosaurios Por esa misma época un geólogo, Walter Álvarez, descubrió una capa de arcilla con trazas de iridio en los estratos geológicos que separan los periodos cretáceo y terciario; esto es, entre la era de los dinosaurios y la nuestra. El iridio es muy raro en la Tierra, pero es un compuesto habitual en los meteoritos. Los geólogos pronto hallaron otra capa parecida de iridio en estratos geológicos de otras regiones del mundo y llegaron a la conclusión de que un impacto catastrófico había tenido lugar por la época en que los dinosaurios se extinguieron (posiblemente, la colisión de un objeto de entre 7 y 15 kilómetros fue lo que acabó con ellos). Los científicos incluso saben en qué punto concreto se estrelló el asteroide que acabó con los dinosaurios: en la costa de la península de Yucatán, en Chicxulub (México).
En las décadas siguientes, los geólogos han ido encontrando nuevos datos sobre cómo estos impactos de procedencia extraterrestre han cambiado nuestro planeta; según creen, nuestra luna en realidad es una esquirla procedente de la colisión de dos objetos del tamaño de Marte y de Venus producida en algún momento de los primeros cien millones de años de la Tierra.
¿Qué hacer ante la amenaza? En su libro sobre las catástrofes cósmicas de 1989, Chapman y Morrison abordaban el posible impacto de un asteroide contra la Tierra. Defendían por primera vez que la humanidad podía y debía hacer algo para evitar que sucediera, y en 1991 el Congreso autorizó que la NASA estudiara los asteroides y cómo impedir que se estrellaran contra la Tierra.
Chapman y Morrison concluyeron en los años noventa que los asteroides más peligrosos son los que tienen un kilómetro y medio de diámetro aproximado. Un pedrusco así podría «acabar con nuestra civilización», porque las alteraciones climáticas derivadas de la gigantesca polvareda originada por el impacto llevarían a millones de personas a morir de hambre. En consecuencia, los investigadores recomendaron observar el firmamento con la finalidad de encontrar objetos de ese tamaño.
La defensa planetaria. La NASA creó un programa dedicado a los asteroides. Su director, Johnson, redactó un informe titulado Preparación para la defensa planetaria, expresión que acuñó por su cuenta. Para su elaboración contó con Russell Schweickart, que había sido el primer astronauta del programa Apolo en caminar por el espacio, con la misión del Apolo 9. En 2002, Schweickart creó la B612 Foundation (así llamada en honor del asteroide mencionado en El principito, el libro de Antoine de Saint-Exupéry) y se pasó décadas enteras defendiendo la creación de una tecnología capaz de desviar los asteroides o mitigar su posible impacto. También animó a otros astronautas a implicarse en el problema, y uno de los exploradores espaciales a quienes convenció fue Ed Lu, el actual director de la B612 Foundation.
A los especialistas en defensa planetaria se unieron los diseñadores de armas atómicas, que estaban a punto de quedarse desempleados tras la Guerra Fría y encontraron un nuevo mercado en el que sus conocimientos eran apreciados. Entre ellos estaban Edward Teller, uno de los padres fundadores del programa estadounidense de armas atómicas, y Carl Sagan, el astrónomo y divulgador científico. Sagan y Teller en su momento habían sostenido amargas discusiones sobre el arsenal atómico, pero ahora estaban de acuerdo en que las armas nucleares podían salvarnos del impacto de un asteroide.
En 2005, el Congreso estadounidense aprobó la denominada ley George E. Brown (Brown fue un admirado presidente de la comisión para asuntos científicos del Congreso, pionero en alertar sobre el cambio climático y las amenazas planteadas por los objetos próximos a la Tierra), por la que se encomendaba a la NASA la misión de detectar, seguir, catalogar y caracterizar los rasgos físicos de todos aquellos asteroides de extensión superior a los 130 kilómetros. Ahora, la NASA está considerando la posibilidad de construir un nuevo laboratorio espacial con el fin de encontrar y medir otros asteroides. Si la iniciativa es aprobada, este telescopio podría estar operativo en 2020. En otras palabras, Estados Unidos por fin estaba haciendo lo que Morrison recomendaba 15 años antes: tratar de encontrarlos a todos.
Qué hacer para frenar un asteroide
Desviar la trayectoria de los asteroides es un proyecto científico que apenas ha comenzado, pero ya se barajan varias opciones y se espera poder probar alguna en 2020.
'Bombazo'
La opción del 'bombazo' consiste en dirigir uno o varios artefactos explosivos hacia el asteroide que sigue un rumbo de colisión. Los expertos en defensa planetaria consideran que esta opción es un último recurso.
'Patada'
La 'patada' es disparar un proyectil conocido como 'impactador kinético' al asteroide amenazador, con la idea de desviarlo ligeramente de su órbita.
'Estirón'
El 'estirón' consiste en enviar una nave espacial no tripulada a la órbita del pedrusco, para que opere como un tractor de gravedad, con la masa suficiente para apartar la roca de su trayectoria natural.
Llevar un artefacto
Estos tres proyectos dependen de la capacidad del ser humano para llevar un artefacto mecánico hasta un asteroide. La ESA consiguió hacerlo en noviembre pasado, cuando la nave Rosetta llevó la sonda Philae a un cometa, desde donde estuvo emitiendo a la Tierra durante 64 horas, hasta que sus baterías se agotaron.
Intentarlo en 2020
Ninguna de estas técnicas para el desvío de los asteroides ha sido puesta en práctica, pero la NASA confía en efectuar una demostración del tractor de gravedad como parte de la misión para el redireccionamiento de asteroides, prevista para 2020.
¿Ciencia ficción? La luna de la luna
La propuesta consiste en que una nave especial robótica disgregue un asteroide y capture un pedazo de roca. Los científicos creen que la masa de la nave espacial, incrementada por su nueva carga rocosa, lograría que el asteroide se desviara ligeramente de su trayectoria. La nave arrastraría esta roca a la órbita lunar en algún momento de la década de 2020 y procedería a su liberación. Con lo que, en esencia, se dotaría a la Luna de un satélite propio.
De momento caen en Siberia
El último episodio importante protagonizado por un asteroide pilló a todos por sorpresa. En 2013, una roca espacial del tamaño de un autobús estalló en el cielo cerca de la ciudad de Chelyabinsk, en Siberia. Los cristales de las ventanas saltaron hechos añicos, y mil personas fueron hospitalizadas. Lo sucedido proporcionó a los defensores planetarios una nueva lección sobre lo que puede hacer un asteroide, incluso pequeño, que explota en el aire, sin llegar a impactar contra el suelo. Hoy consideran que tan solo es cuestión de tiempo que algo parecido suceda en Nueva York, Londres o Tokio.
Apofis, el destructor
El 26 de diciembre de 2004, un tsunami en el océano Índico causó 230.000 víctimas. La catástrofe conmovió al mundo entero y empañó un casi simultáneo 'encuentro con el Armagedón'. Apenas 48 horas antes del tsunami, los científicos hicieron un cálculo alarmante: un oscuro pedrusco espacial de 269 metros estaba dirigiéndose hacia nosotros, con 1 probabilidad entre 25 de estrellarse contra la Tierra en 2036, impacto cuya fuerza potencial equivaldría al de 58.000 bombas atómicas como la lanzada sobre Hiroshima. La inquietante roca voladora fue bautizada como Apofis, en referencia a un mítico dios egipcio: el Destructor. El asteroide había sido observado por telescopios de Puerto Rico y Arizona, y los científicos del Jet Propulsion Laboratory de Pasadena que sigue las órbitas descritas por los neos determinaron que tenía 1 probabilidad entre 25 de variar su trayectoria y chocar en 2036. Pero se equivocaron. Posteriormente corrigieron dicha predicción y establecieron que la probabilidad era muchísimo más remota: 1 entre 250.000. Siguiendo la evolución de este asteroide, ahora se considera que existen 2,3 posibilidades entre un millón de que choque en 2068.En 2029 pasará a unos 40.000 kilómetros de la Tierra. Apofis podría llegar a ser perceptible a simple vista.
TITULO: LA COCINA DEL DOMINGO - CREMOSO DE NARANJA,.
1 taza de azúcar
4 cucharadas de almidón de maíz
3 yemas
½ taza de agua
1 taza de jugo de naranja, preferiblemente sin colar
3 cucharadas de mantequilla
1 cucharada de ralladura de naranja
1 cucharada de limón
Preparación
Hoy, los científicos consideran que seguramente contamos con la tecnología necesaria para evitar el impacto, pero dudan de que los seres humanos seamos capaces de cooperar de modo efectivo a la hora de afrontar una amenaza global. Y en una época en que muchos políticos niegan la existencia del cambio climático ¿podemos contar con que dichas figuras políticas vayan a pensar que la amenaza de los asteroides es una realidad?
¿Qué pasaría si impactarán? Morrison fue uno de los primeros científicos que alertó a la opinión pública sobre los asteroides. Lo hizo en su libro Cosmic catastrophes, escrito a medias con el astrónomo Clark Chapman en 1989. «Hace 30 años no había ninguna investigación sobre los objetos próximos a la Tierra», explica.
Las cosas han cambiado. Actualmente en el Minor Planet Center del Museo Smithsonian aparecen registrados más de 150.000 asteroides. Los investigadores estiman que en realidad hay decenas o centenares de millares más que no podemos ver, en muchos casos porque se encuentran en nuestro 'punto ciego': ocultos por el Sol. Unos 12.700 de tales asteroides identificados están etiquetados como «objetos próximos a la Tierra» (neos, por sus siglas inglesas), cuyas órbitas están a menos de 200 millones de kilómetros de la órbita terrestre. La NASA considera que cerca de un millar de neos tienen el potencial de acabar con la civilización, pues su diámetro es superior a 0,7 kilómetros, aunque afortunadamente ninguno de estos enormes pedruscos se dirige hacia la Tierra. En cambio, se estima que unos 1600 de los asteroides catalogados como neos sí podrían estar dirigiéndose hacia nosotros y, aunque de menor tamaño, el impacto de uno de ellos bastaría para acabar con millones de personas.
Asteroides en la historia. El descubrimiento del primer comenta data del siglo XVII, pero la observación de objetos similares se remonta a la noche de los tiempos, como aparece en la Biblia y en otras crónicas de la antigüedad. Los primeros asteroides fueron identificados en el siglo XIX, y a principios del XX descubrimos que algunos de ellos, de hecho, atraviesan la órbita terrestre.
El fallecido geólogo Gene Shoemaker, en la década de cincuenta, examinó los cráteres lunares y determinó que eran el resultado de impactos contra la superficie. Con el tiempo fue nombrado director del Geological Survey Center of Astrogeology, donde comenzó a mapear asteroides y a estudiar la mecánica de los impactos producidos por meteoritos. Su principal descubrimiento fue el Shoemaker-Levy 9, que fue a chocar contra Júpiter en 1994. Este fue el primer impacto extraterrestre predicho por el ser humano y posteriormente observado en tiempo real. Lo que convenció a los científicos de que era posible realizar este tipo de cálculos respecto a la Tierra.
El fin de los dinosaurios Por esa misma época un geólogo, Walter Álvarez, descubrió una capa de arcilla con trazas de iridio en los estratos geológicos que separan los periodos cretáceo y terciario; esto es, entre la era de los dinosaurios y la nuestra. El iridio es muy raro en la Tierra, pero es un compuesto habitual en los meteoritos. Los geólogos pronto hallaron otra capa parecida de iridio en estratos geológicos de otras regiones del mundo y llegaron a la conclusión de que un impacto catastrófico había tenido lugar por la época en que los dinosaurios se extinguieron (posiblemente, la colisión de un objeto de entre 7 y 15 kilómetros fue lo que acabó con ellos). Los científicos incluso saben en qué punto concreto se estrelló el asteroide que acabó con los dinosaurios: en la costa de la península de Yucatán, en Chicxulub (México).
En las décadas siguientes, los geólogos han ido encontrando nuevos datos sobre cómo estos impactos de procedencia extraterrestre han cambiado nuestro planeta; según creen, nuestra luna en realidad es una esquirla procedente de la colisión de dos objetos del tamaño de Marte y de Venus producida en algún momento de los primeros cien millones de años de la Tierra.
¿Qué hacer ante la amenaza? En su libro sobre las catástrofes cósmicas de 1989, Chapman y Morrison abordaban el posible impacto de un asteroide contra la Tierra. Defendían por primera vez que la humanidad podía y debía hacer algo para evitar que sucediera, y en 1991 el Congreso autorizó que la NASA estudiara los asteroides y cómo impedir que se estrellaran contra la Tierra.
Chapman y Morrison concluyeron en los años noventa que los asteroides más peligrosos son los que tienen un kilómetro y medio de diámetro aproximado. Un pedrusco así podría «acabar con nuestra civilización», porque las alteraciones climáticas derivadas de la gigantesca polvareda originada por el impacto llevarían a millones de personas a morir de hambre. En consecuencia, los investigadores recomendaron observar el firmamento con la finalidad de encontrar objetos de ese tamaño.
La defensa planetaria. La NASA creó un programa dedicado a los asteroides. Su director, Johnson, redactó un informe titulado Preparación para la defensa planetaria, expresión que acuñó por su cuenta. Para su elaboración contó con Russell Schweickart, que había sido el primer astronauta del programa Apolo en caminar por el espacio, con la misión del Apolo 9. En 2002, Schweickart creó la B612 Foundation (así llamada en honor del asteroide mencionado en El principito, el libro de Antoine de Saint-Exupéry) y se pasó décadas enteras defendiendo la creación de una tecnología capaz de desviar los asteroides o mitigar su posible impacto. También animó a otros astronautas a implicarse en el problema, y uno de los exploradores espaciales a quienes convenció fue Ed Lu, el actual director de la B612 Foundation.
A los especialistas en defensa planetaria se unieron los diseñadores de armas atómicas, que estaban a punto de quedarse desempleados tras la Guerra Fría y encontraron un nuevo mercado en el que sus conocimientos eran apreciados. Entre ellos estaban Edward Teller, uno de los padres fundadores del programa estadounidense de armas atómicas, y Carl Sagan, el astrónomo y divulgador científico. Sagan y Teller en su momento habían sostenido amargas discusiones sobre el arsenal atómico, pero ahora estaban de acuerdo en que las armas nucleares podían salvarnos del impacto de un asteroide.
En 2005, el Congreso estadounidense aprobó la denominada ley George E. Brown (Brown fue un admirado presidente de la comisión para asuntos científicos del Congreso, pionero en alertar sobre el cambio climático y las amenazas planteadas por los objetos próximos a la Tierra), por la que se encomendaba a la NASA la misión de detectar, seguir, catalogar y caracterizar los rasgos físicos de todos aquellos asteroides de extensión superior a los 130 kilómetros. Ahora, la NASA está considerando la posibilidad de construir un nuevo laboratorio espacial con el fin de encontrar y medir otros asteroides. Si la iniciativa es aprobada, este telescopio podría estar operativo en 2020. En otras palabras, Estados Unidos por fin estaba haciendo lo que Morrison recomendaba 15 años antes: tratar de encontrarlos a todos.
Qué hacer para frenar un asteroide
Desviar la trayectoria de los asteroides es un proyecto científico que apenas ha comenzado, pero ya se barajan varias opciones y se espera poder probar alguna en 2020.
'Bombazo'
La opción del 'bombazo' consiste en dirigir uno o varios artefactos explosivos hacia el asteroide que sigue un rumbo de colisión. Los expertos en defensa planetaria consideran que esta opción es un último recurso.
'Patada'
La 'patada' es disparar un proyectil conocido como 'impactador kinético' al asteroide amenazador, con la idea de desviarlo ligeramente de su órbita.
'Estirón'
El 'estirón' consiste en enviar una nave espacial no tripulada a la órbita del pedrusco, para que opere como un tractor de gravedad, con la masa suficiente para apartar la roca de su trayectoria natural.
Llevar un artefacto
Estos tres proyectos dependen de la capacidad del ser humano para llevar un artefacto mecánico hasta un asteroide. La ESA consiguió hacerlo en noviembre pasado, cuando la nave Rosetta llevó la sonda Philae a un cometa, desde donde estuvo emitiendo a la Tierra durante 64 horas, hasta que sus baterías se agotaron.
Intentarlo en 2020
Ninguna de estas técnicas para el desvío de los asteroides ha sido puesta en práctica, pero la NASA confía en efectuar una demostración del tractor de gravedad como parte de la misión para el redireccionamiento de asteroides, prevista para 2020.
¿Ciencia ficción? La luna de la luna
La propuesta consiste en que una nave especial robótica disgregue un asteroide y capture un pedazo de roca. Los científicos creen que la masa de la nave espacial, incrementada por su nueva carga rocosa, lograría que el asteroide se desviara ligeramente de su trayectoria. La nave arrastraría esta roca a la órbita lunar en algún momento de la década de 2020 y procedería a su liberación. Con lo que, en esencia, se dotaría a la Luna de un satélite propio.
De momento caen en Siberia
El último episodio importante protagonizado por un asteroide pilló a todos por sorpresa. En 2013, una roca espacial del tamaño de un autobús estalló en el cielo cerca de la ciudad de Chelyabinsk, en Siberia. Los cristales de las ventanas saltaron hechos añicos, y mil personas fueron hospitalizadas. Lo sucedido proporcionó a los defensores planetarios una nueva lección sobre lo que puede hacer un asteroide, incluso pequeño, que explota en el aire, sin llegar a impactar contra el suelo. Hoy consideran que tan solo es cuestión de tiempo que algo parecido suceda en Nueva York, Londres o Tokio.
Apofis, el destructor
El 26 de diciembre de 2004, un tsunami en el océano Índico causó 230.000 víctimas. La catástrofe conmovió al mundo entero y empañó un casi simultáneo 'encuentro con el Armagedón'. Apenas 48 horas antes del tsunami, los científicos hicieron un cálculo alarmante: un oscuro pedrusco espacial de 269 metros estaba dirigiéndose hacia nosotros, con 1 probabilidad entre 25 de estrellarse contra la Tierra en 2036, impacto cuya fuerza potencial equivaldría al de 58.000 bombas atómicas como la lanzada sobre Hiroshima. La inquietante roca voladora fue bautizada como Apofis, en referencia a un mítico dios egipcio: el Destructor. El asteroide había sido observado por telescopios de Puerto Rico y Arizona, y los científicos del Jet Propulsion Laboratory de Pasadena que sigue las órbitas descritas por los neos determinaron que tenía 1 probabilidad entre 25 de variar su trayectoria y chocar en 2036. Pero se equivocaron. Posteriormente corrigieron dicha predicción y establecieron que la probabilidad era muchísimo más remota: 1 entre 250.000. Siguiendo la evolución de este asteroide, ahora se considera que existen 2,3 posibilidades entre un millón de que choque en 2068.En 2029 pasará a unos 40.000 kilómetros de la Tierra. Apofis podría llegar a ser perceptible a simple vista.
TITULO: LA COCINA DEL DOMINGO - CREMOSO DE NARANJA,.
Postre cremoso de naranja
- : Postres
Para una tarde tranquila o como un postre sencillo y delicioso, te
sugerimos las propiedades refrescantes de la naranja, mezcladas con
ciertos ingredientes que darán como resultado un postre cremoso y sobre
todo, delicioso.
Ingredientes 1 taza de azúcar
4 cucharadas de almidón de maíz
3 yemas
½ taza de agua
1 taza de jugo de naranja, preferiblemente sin colar
3 cucharadas de mantequilla
1 cucharada de ralladura de naranja
1 cucharada de limón
Preparación
Diluir el almidón de maíz en agua para evitar que luego se formen
grumos. En un recipiente mediano mezclar la taza de azúcar junto al
almidón de maíz diluido.
Agregar las yemas, el agua, poco a poco, y por último el jugo de
naranja. Llevar a fuego medio y revolver frecuentemente hasta que
hierva, durante un minuto.
Se le agrega la mantequilla, el jugo de limón y la cucharada de
ralladura de naranja. Una vez lista, servir la crema en recipientes de
vidrio o en pequeñas copas y se llevan a la nevera por aproximadamente
30 minutos.
Decorarlas con un gajo de naranja cortado o con canela y ralladura de limón.
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