BLOC CULTURAL,

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viernes, 8 de julio de 2022

7 DIAS CITAS , SI TIENES MINUTOS Y DESCANSO - ¡ BUENOS DIAS JAVI Y MAR ! - CADENA 100 - CALLEJEROS - Al rincón de pensar -Martes -5, 12 - Paz Esteban se negó a dimitir el viernes pese a la petición de Moncloa y de Robles ,. / LA NOCHE LARGA, MUJERES EN PRIMERA LINEA, - LA CHICA LUNES -4, 11 - Domingo -10, 17- Julio - DOS DIAS Y UNA NOCHE - MARTES -5, 12- Julio - Marion Cotillard ,. / Viajeros Cuatro - En la hora de las urnas, un gran viaje andaluz ,. / ¿Te lo vas a comer ? - Una exposición fotográfica repasa siete décadas de la hostelería local. Alberto Chicote . / Ven a cenar conmigo - EL HOROSCOPO - Julien Dossena,. -

 

       TITULO: 7 DIAS CITAS , SI TIENES MINUTOS Y DESCANSO - ¡ BUENOS DIAS JAVI Y MAR ! - CADENA 100 - CALLEJEROS - Al rincón de pensar -Martes -5, 12 - Julio - Paz Esteban se negó a dimitir el viernes pese a la petición de Moncloa y de Robles,.

¡ BUENOS DIAS JAVI Y MAR ! - CADENA 100 ,.

 Lo mejor del programa ¡Buenos díasJavi y Mar! que se emite cada mañana en CADENA 100 de 06:00 a 11:00 y que presentan Javi Nieves y Mar Amate,etc.
 

 Al rincón de pensar - Martes -5, 12 - Julio,.


Al rincón, anteriormente conocido como Al rincón de pensar, fue un programa de televisión español en el que cada semana dos personajes de plena actualidad (cantantes, políticos, actores, deportistas) se someterán a las preguntas Risto Mejide en su particular rincón. Se emitió los martes a las 00:00 horas en Antena 3., etc.

 

 

Paz Esteban se negó a dimitir el viernes pese a la petición de Moncloa y de Robles,.

La ministra de Defensa se traga el sapo de fulminar sin explicar los motivos a su amiga a la que defendió hasta la semana pasada,.

 La ministra de Defensa, Margarita Robles junto a la exdirectora del CNI, Paz Esteban./EFE

foto - Paz Esteban se negó a dimitir el pasado viernes. La ya exdirectora del CNI rechazó marcharse voluntariamente tal y como le pidieron en Moncloa y le solicitó la propia Margarita Robles a regañadientes. Según explicaron a este periódico diferentes fuentes de los servicios secretos, las presiones desde el Gobierno a Esteban para que abandonara el puesto 'motu proprio' alegando «motivos personales» se reforzaron solo horas después de que se celebrara la comisión de secretos oficiales del Congreso en la que la propia Esteban confirmó que 18 independentistas, entre ellos el actual presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, fueron espiados por el CNI, con autorización judicial.

Siempre de acuerdo con estas mismas fuentes, que son coincidentes en los detalles, Esteban se negó a dar su brazo a torcer durante todo el fin de semana a pesar de la petición de su «amiga» Robles. Su argumento para no renunciar fue doble: irse hubiera sido tanto como reconocer errores o negligencias (en el caso del espionaje a miembros del Gobierno central) o algún tipo de irregularidad (en el caso de los seguimientos a los independentistas). Y la funcionaria no contemplaba ninguno de los dos escenarios. «Ni fallos ni ilegalidades», apuntan desde La Casa.

Ante esta situación, Robles le anunció solo el lunes que iba a ser destituida en cuanto se hicieran públicas las conclusiones de los análisis de los móviles de los ministros. La titular de Defensa insistió en que iba a salvaguardar la imagen de la directora saliente.

Difícil comparecencia

Esa promesa desembocó este martes en la que quizás fue la comparecencia más difícil ( y surrealista) en la dilatada trayectoria política de Margarita Robles, empeñada en no hablar de destitución, cese o incluso de relevo, sino de «cambio» o «sustitución». Así las cosas, la ministra de Defensa, la otrora gran valedora de Paz Esteban, se vio obligada a anunciar la destitución de la directora del CNI al tiempo que fue incapaz durante su larga intervención tras el Consejo de Ministros de dar una sola razón por la que el Gobierno ha fulminado a la máxima responsable del espionaje español.

Y es que, tal y como han revelado desde el entorno más cercano a Robles, es difícil explicar y hacer propia, una «decisión que ni se entiende y, mucho menos, se comparte». Pero -reconocen estas mismas fuentes- era la titular de Defensa la que tenía que informar de este cese y de hacerlo en la forma que se había comprometido con Esteban y con los responsables del CNI.

Robles este martes no supo poner un solo 'pero' a la gestión de Esteban, a la que ni siquiera responsabilizó directamente de la supuesta negligencia de que el contraespionaje tardara un año en detectar que los móviles de Pedro Sánchez, Fernando Grande-Marlaska y la propia Robles habían sido hackeados. Por supuesto, tampoco acusó a la exdirectora de incurrir en irregularidad alguna en el caso del espionaje a los independentistas.

«Hay fallos de seguridad y los seguirá habiendo. Evidentemente hay cosas que son mejorables, como está pasando en todos los países del mundo. Vamos a intentar que esos errores se vuelven a producir», fue lo más parecido a un argumento para justificar la fulminación de Esteban.

Cambio radical

La titular de Defensa no pudo explicar por qué ha cambiado radicalmente de opinión cuando hace menos de una semana -el miércoles 4 de mayo, en el Congreso de los Diputados y cuando ya se conocía que el presidente y ella misma habían sido víctimas de Pegasus- defendió a capa y espada a Esteban, incluso de los ataques de sus socios de Podemos pidiendo su cabeza.

«Todos nuestros servidores públicos actúan de arreglo a la legalidad porque nos sentimos orgullosos de España. Nadie, sin pruebas e imputando pruebas desconocidas, puede atribuir ningún tipo de responsabilidad. Se ha constituido una comisión de investigación y la directora, que está teniendo que aguantar estoicamente, dará la información oportuna», destacó el miércoles la ministra.

Robles incluso, el 27 de abril, no dudó en caldear los ánimos de sus socios de ERC y EH Bildu para defender a Esteban, llegando a justificar en un pleno de control al Gobierno el espionaje a rivales políticos si peligra la unidad del país.

En el Gobierno insistieron este martes en que todo cambio el día 5 cuando Esteban reveló en la comisión de secretos oficiales el espionaje a Pere Aragonès pero sin explicar a los diputados las razones que justificaban esos seguimientos bajo control judicial. Pero tuvo que ser Moncloa la que diera esa justificación porque de la boca de Robles no salió ninguna a pesar de la insistencia de los informadores. 

 

TITULO: LA NOCHE LARGA, MUJERES EN PRIMERA LINEA, - LA CHICA LUNES -4, 11 - Domingo -10, 17 - Julio - DOS DIAS Y UNA NOCHE - MARTES -5, 12- Julio -  Marion Cotillard  ,.

DOS DIAS Y UNA NOCHE - MARTES -5, 12- Julio,.


 El programa está conducido por la periodista catalana Susanna Griso. Cada semana visitará la casa de un personaje famoso relevante y mediante el hilo conductor de la entrevista, irá desgranando la vida de los famosos. Como novedad la periodista se instalará en las casas de los invitados durante dos días pasando una noche allí. El MARTES - 5, 12 - Julio  ,  a  las 22:40 por antena 3, etc.


LA NOCHE LARGA, MUJERES EN PRIMERA LINEA, - LA CHICA LUNES -4, 11 - Domingo -10, 17 - Julio - DOS DIAS Y UNA NOCHE - MARTES -5, 12- Julio - Marion Cotillard ,.

Marion Cotillard ,.
 Marion Cotillard: “Indignarme forma parte de mi naturaleza” | EL PAÍS  Semanal | EL PAÍS

foto / Marion Cotillard: “Indignarme forma parte de mi naturaleza”,.

Desde que ganó el Oscar por interpretar a Édith Piaf en ‘La vie en rose’, la actriz francesa ha protagonizado uno de los ascensos más improbables en la historia del cine, convirtiéndose en una gran estrella a ambos lados del Atlántico. Ahora, sobre el escenario del Teatro Real de Madrid, se mete en la piel de Juana de Arco, personaje con el que tiene una historia familiar. “Históricamente, la libertad de las mujeres siempre ha resultado aterradora”, afirma con esa voz que alza ante las injusticias sociales y medioambientales,.

 

La escena es un cruce entre el pasaje más lánguido de una novela de F. Scott Fitzgerald y el abarrotado camarote de los hermanos Marx. Un escuadrón de estilistas responde a una emergencia: a Tilda Swinton no se le aguanta erguido el moño, peinado en forma de colmena, por muchos metros cúbicos de laca que apliquen sobre su cardado platino. La alfombra roja del Festival de Cannes la espera unos pisos más abajo, como le recuerda un suave e insistente griterío. Por la puerta de esta suite de hotel aparece Marion Cotillard, llegando a la cita elegantemente tarde. Se dan dos besos y, de repente, el problema se ha solucionado, como si la actriz francesa fuera un hada que hace magia allá por donde pasa. Propone sentarse en la terraza, en dos sillas de playa excesivamente bajas para resultar cómodas, y observa la penumbra que las palmeras proyectan sobre la Croisette, ese paseo marítimo tan vulgar a pie de calle y tan excelso cuando uno lo observa a varios metros de altura.

Desde que ganó el Oscar a la mejor actriz en 2008 por La vie en rose, Cotillard ha protagonizado uno de los ascensos más improbables en la historia del cine. Antes de protagonizar ese aplaudido biopic de Édith Piaf, la actriz era conocida solo por un puñado de comedias de poca monta y por dar crédito a las teorías de la conspiración en alguna entrevista televisiva. Ya es un recuerdo lejano: Cotillard va camino de conquistar, si es que no lo ha hecho ya, el espacio que ocuparon estrellas europeas como Audrey Hepburn, Ingrid Bergman o Sophia Loren en otro tiempo. Su próximo reto será interpretar el papel titular del oratorio Juana de Arco en la hoguera, de Arthur Honegger, en el Teatro Real de Madrid. Con dirección de Àlex Ollé, de La Fura dels Baus, la obra se podrá ver en ocho funciones, del 7 al 17 de junio. Su otro papel en la actualidad es el de azote de Emmanuel Macron, al que tiene a raya ante el incumplimiento de sus promesas medioambientales. Aunque ella misma tampoco sea un modelo de conducta: acaba de llegar a Cannes en avión, pese a hallarse solo a cinco horas de tren desde París. “Quería coger el tren, pero no ha habido tiempo”, se excusa la actriz de 46 años, mientras se enciende uno de esos cigarrillos ultrafinos que consume como “fumadora ocasional”.

 

Ha interpretado tres veces a Juana de Arco y de pequeña vivió en Orleans, donde tuvo lugar la batalla de la guerra de los Cien Años. ¿Fue un personaje con el que creció?

No sabía mucho más que lo que aprendí en el colegio hasta que me enfrenté a este oratorio. Mi preparación para encarnar el papel me permitió conocerla más a fondo. Además, mi relación con Juana de Arco es como una historia de familia: hace muchos años ya la interpretó mi madre, que también es actriz, a las órdenes de mi padre, director teatral, en un montaje en la catedral de Orleans. Cuando repusieron la obra en 1995, ella no estaba disponible y me propusieron que la sucediera yo misma.

¿Se siente identificada con esa doncella del siglo XV acusada de herejía y traición?

La verdad es que no sentí relación con ella hasta que la interpreté. Nunca busco puntos en común con mis personajes, porque no me resulta necesario. Al contrario, prefiero aquellos con los que no tengo absolutamente nada en común. Pero en este caso sí hubo un parecido. Al leer sobre la juventud del personaje entendí que, gracias a la fe, descubrió en sí misma un poder que lograría cambiar el curso de la historia. Eso es lo que compartimos: cuando tienes fe en algo, puedes mover montañas.

¿Se refiere a la fe religiosa?

No hablo necesariamente de un dios ni un dogma. Más bien de una energía vital, de algo que todos llevamos dentro. Es algo mucho más terrenal que espiritual.

¿En qué cree usted?

No soy una persona que tenga una gran confianza en sí misma, pero tuve la suerte de que me educaran padres que sí creyeron en mí. Eso ha dejado un poso de confianza en algún lugar de mi interior, aunque a veces siga viéndose socavado por cosas que todavía no me explico del todo. En cualquier caso, sí creo que existe algo superior a nosotros que nos hace alcanzar cosas extraordinarias más allá de nuestras limitaciones, ya sean mentales o sociales. A pesar de las restricciones a las que siempre debemos enfrentarnos, todos tenemos la capacidad de superarnos.

 

Juana de Arco es un icono nacional, pero también encarna el estereotipo misógino de la mujer loca.

Históricamente, la libertad de las mujeres siempre ha resultado aterradora. Por eso se suele meter a toda mujer libre e irreverente en la casilla de la loca o la bruja. Todas las mujeres libres, que han conquistado su libertad y han gritado verdades al mundo, han vivido lo mismo. A todas se las trata, irremediablemente, de desequilibradas.

¿A usted le ha pasado?

[Se lo piensa un rato] No… Tengo la suerte de vivir en un país libre, en muchos aspectos, aunque habitemos en un mundo donde la libertad siempre es muy relativa. Pero sí he visto eso a mi alrededor. No solo sucedía en los tiempos de Juana de Arco, sino también ahora. La diferencia que representan las mujeres sigue dando mucho miedo. Si lo observamos a escala global, seguimos estando sometidas.

¿Se siente una persona diferente?

Todos escondemos una diferencia en nuestro interior. Todo el mundo se siente diferente al grupo en algún aspecto. Pero yo, más que sentirme distinta, desde pequeña tuve la sensación de no pertenecer al grupo, de no encajar en los códigos, de no acabar de encontrar mi lugar.

 

¿Y hoy queda algo de eso, pese a ser una estrella adulada en todo el mundo?

No, porque he aceptado mi diferencia, mi particularidad. Hoy soy consciente de que todo grupo es, en última instancia, un encuentro de diferencias. Eso me permite sentirme mucho más en mi lugar, aunque siga teniendo algunos miedos…

¿A qué tiene miedo?

Me desestabiliza el juicio ajeno. Es algo que siempre me incomoda terriblemente.

Hablemos un poco de política. La ultraderecha francesa lleva décadas reivindicando la figura de Juana de Arco. ¿Cómo lo explica?

Es una recuperación ideológica que les funciona muy bien, porque apropiarse de un icono nacional les permite sentirse validados. Yo lo encuentro perturbador, ­inaguantable.

¿Qué dice de su país, patria de los derechos humanos, que el 41% de la población, 13 millones de franceses, votase por la extrema derecha en las últimas presidenciales?

Lo que dice es que vivimos desconectados los unos de los otros. Y que vivimos en un mundo donde las desigualdades generan mucha ira. Y eso yo llego a entenderlo. Procedo de un entorno muy modesto. Hoy ya no tengo la misma vida que tienen mis padres, pero sigo en contacto con ese mundo y entiendo perfectamente la indecencia de esas desigualdades y la ira que llegan a provocar.

Para usted, ¿vivir en una situación de desigualdad justifica un voto ultraderechista?

Claro que no, pero sí puede explicar el atractivo de los extremos. Ese sentimiento de injusticia, sumado a una respuesta política que no está a la altura, hace que mucha gente se sienta abandonada y que acabe optando por el extremismo.

 

Suele expresarse de frente sobre asuntos políticos. En especial, sobre la crisis medioambiental. A principios de mayo publicó un duro mensaje en Instagram denunciando la inacción del Gobierno.

No sé si es importante hablar, pero no sé hacerlo de otra manera. No logro callarme cuando me siento indignada. Si fuera una persona sin la notoriedad que tengo hoy, creo que haría lo mismo. No disfruto alzando la voz, preferiría no tener que hacerlo, pero indignarme forma parte de mi naturaleza. Además, la indignación siempre es muy sana. En el momento en que nos sublevamos sin considerarnos víctimas, la energía de la indignación se vuelve poderosa.

En su último libro, los periodistas de Le Monde ­Fabrice Lhomme y Gérard Davet describen una escena en el Elíseo, cuando el presidente Macron, enfurecido al leer una entrevista suya en la que lo criticaba, declaró: “Cotillard me toca los cojones”. ¿Le halaga?

No, para nada. Me parece lamentable que reaccione así.

Pero eso significa que la escucha, ¿no?

No es solo a mí a quien Macron escucha, sino a los dos millones de franceses que firmaron la petición que lanzamos 27 personalidades para denunciar al Estado por su pasividad respecto al calentamiento global [a comienzos de 2021, en una decisión histórica, la justicia francesa falló en su favor]. No estoy yo sola, es el poder del grupo.

¿Le cambió en algo la pandemia?

No creo que me cambiara mucho. Me dejó anonadada, como a todo el mundo, pero no puedo decir que me sorprendiera nada de lo que pasó.

Con la covid y el regreso de la guerra a Europa, muchos vivimos en un estado de perplejidad, con una sensación de irrealidad, como si estuviéramos viviendo dentro de una ficción.

Pues yo lo encuentro todo muy real, por desgracia. Tal vez esa sensación procede de la manera de los medios de tratar la actualidad y relatar lo que vivimos. Hoy, cuanto más breve es un texto, más se lee. Y cuanto más corto es un vídeo, más se ve. Así, nos alejamos cada vez más de la profundidad necesaria para entender la realidad en la que vivimos, que además es la materia principal para un intérprete: el mundo como lo vemos, el mundo como lo sentimos.

Hay una cita de Lee Strasberg, el padre del método, que me recuerda a su forma de interpretar: “Actuar no es algo que haces, sino algo que ocurre. Puedes tener una preparación consciente, pero los resultados siempre son inconscientes”.

Sí, me puedo reconocer en eso. Preparo mis personajes con gran dedicación, pero al llegar al rodaje, me dejo llevar por la magia que suele operar ante la cámara. Mi objetivo nunca ha sido interpretar, sino ser. Lo consigues cuando llevas a cabo una exploración profunda del personaje que, cuando llega el rodaje, te permite dejar de actuar, de repetir frases aprendidas de memoria, para empezar a encarnar a una persona, con toda su complejidad.

 

¿Trabaja con el inconsciente?

Sí, todos tenemos un inconsciente, también los personajes, que en el fondo son personas, o así los veo yo. Hay que encontrar la manera de acceder a ese inconsciente, y ese es un proceso que puede durar meses. No tengo un método fijo, salvo explorar la niñez de cada personaje. No puedo interpretar un personaje sin entender cómo fue su infancia. Para hacer mi trabajo, me resulta necesario inventar un pasado para cada papel. Incluso cuando son personajes que existieron, uso, por encima de todo, la imaginación. En realidad, nunca conocemos a alguien por completo, al margen de nosotros mismos, en el mejor de los casos. Conocerse a uno mismo es una gran aventura que, a veces, acaba durando toda la vida. Me pregunto si antes de la muerte lo habré entendido todo sobre mí misma.

¿Qué más hace antes de ponerse a rodar?

Otro aspecto básico es encontrar la respiración de cada personaje. Por ejemplo, Édith Piaf en La vie en rose, Ewa en El sueño de Ellis, Sandra en Dos días, una noche o Juana de Arco respiran de formas muy distintas. La respiración influye en nuestra voz, en nuestra forma de hablar, en nuestra forma de movernos y en nuestra forma de ser. Conozco gente que no sabe respirar o que respira mal, que respira del revés. Todo este estudio de la respiración me fascina porque define quién es una persona. ¿Qué es capaz de dejarnos sin aliento? ¿En qué situaciones tenemos que pararlo todo para respirar hondo?

Hablando de respiración, es aficionada a la meditación y a otras prácticas de bienestar personal. ¿Por qué es importante para usted?

La meditación es mi forma de sentirme libre. Es el lugar donde abandono todo juicio, donde me hago presente frente a mí misma y también frente a los demás, con gran sencillez y total libertad.

En pocos años ha rodado con los mayores cineastas del planeta y se ha convertido en una estrella de Hollywood como otra cualquiera. Ha llegado más lejos que mitos como Catherine Deneuve, Isabelle Huppert o Juliette Binoche, que nunca han acabado de encontrar su lugar en el cine estadounidense. ¿Por qué cree que a usted le ha ido mejor?

Por la oportunidad de interpretar a Piaf, sin duda, un papel inmenso que traspasó todas las fronteras.

 

¿No cree que hay algo más? ¿Es una cuestión de ganas, de preparación, de capacidad de adaptación? ¿Diría que en esa industria ha sido más maleable que otros intérpretes ­europeos?

Quizá tenga que ver con mi amor por el cine estadounidense, sumado a las oportunidades de las que le hablo. No estoy muy segura de cómo responder a esta pregunta, porque no sé si realmente quiero analizarlo. Prefiero que siga siendo un misterio…

Después de Ridley Scott, Woody Allen, Steven ­Soderbergh, Jacques Audiard, los hermanos Dardenne, James Gray, Xavier Dolan y Leos Carax, ¿con quién le gustaría rodar?

Hay muchos directores y directoras que me hacen soñar, pero prefiero no dar nombres. Cada vez que doy uno, lo gafo. Cuando he querido trabajar con un cineasta en concreto y he hecho algo para conocerlo, nunca ha funcionado. Ahora prefiero que el proceso surja de un papel y no de un nombre.

Su único paso en falso podría ser la escena fallida de su muerte en El caballero oscuro, que se convirtió en un fenómeno viral. ¿Es difícil morir en el cine?

¿Qué puedo decir sobre este tema? De entrada, lo que me dolió fue descubrir esa escena. Y luego, toda la que se lio… Pero bueno, las cosas son así. Esa escena también forma parte de mi viaje.

Tal vez el director, Christopher Nolan, podría haber elegido otra toma.

Sí, pero puede que no hubiera ninguna otra mejor…

 

TITULO:  Viajeros Cuatro - En la hora de las urnas, un gran viaje andaluz ,.

El Miércoles -6, 13 - Julio a las 22:45 por La cuatro, foto,.

 

  En la hora de las urnas, un gran viaje andaluz ,. 


De Isla Mínima al desierto de Tabernas, un periplo de kilómetros, emociones y voces que hablan de las preocupaciones y los sueños andaluces ante las elecciones del 19 de junio.

 Elecciones Andalucía 2022: En la hora de las urnas, un gran viaje andaluz |  EL PAÍS Semanal | EL PAÍS

foto / La azafata del mostrador de facturación en el aeropuerto de Málaga recibe la documentación de los dos reporteros con billete de vuelta a Madrid. Al revisar los carnés de identidad, mira al fotógrafo y le dice:

—Felicidades.

—No, mi cumpleaños es mañana.

—Ya, pero mañana no te voy a ver…

Dan ganas de quedarse. Es la primera conclusión después de siete días de viaje por Andalucía, desde Isla Mínima, ese paisaje sobrecogedor en el que el director de cine Alberto Rodríguez recreó la vida en las marismas del Guadalquivir, hasta el desierto de Tabernas, donde indios que en realidad eran gitanos sin necesidad de maquillaje pegaban el oído a la tierra para averiguar si ya estaba cerca el Séptimo de Caballería. Dice Sara Pasadas del Amo, que es investigadora en el Instituto de Estudios Sociales Avanzados, dependiente del CSIC y con sede en Córdoba, que también los sociólogos ponen la oreja en la publicidad para saber por dónde vienen los tiros, y que ella, cuando vio el anuncio de Cruzcampo en el que Lola Flores pedía a los andaluces que se sintieran orgullosos de su acento —”manosea tus raíces, que de ahí siempre salen cosas buenas”—, pensó que allí había una clave a tener en cuenta. Y resulta que, de un tiempo a esta parte, como de las cenizas de los viejos clichés, ha surgido en las generaciones más jóvenes de andaluces —precisamente los que, si se decidieran a votar, podrían dar la sorpresa en las elecciones autonómicas del próximo 19 de junio— un movimiento cultural y reivindicativo alrededor del acento, de las raíces, de la pasión colocada en el lugar adecuado. Si no puedes con tu enemigo, únete a él. Si no puedes con el tópico, tunéalo.

 

En Andalucía una cosa te lleva a la otra. Suena a excusa y, sin embargo, tal vez no haya otro sitio en el mundo donde los pasillos hacia lugares imprevistos sigan tan abiertos. A pesar de la globalización, las distancias sociales heredadas de la pandemia y esa hipnosis permanente que ejerce la pantalla del móvil, en Andalucía la gente se sigue mirando a los ojos, incluso a veces de arriba abajo.

—Ustedes no son de aquí, ¿verdad?

—No. ¿Cómo se ha dado cuenta?

—Es que aquí nos conocemos todos.

 

Así que, para emprender este viaje preelectoral por Andalucía, una región tan extensa que multiplica por cuatro el territorio de Cataluña y por ocho el de Euskadi, hay dos opciones. Una, comprar un mapa y, una vez desplegado, tomar conciencia de la magnitud del desafío: ¿cómo abarcar en una semana un territorio con ocho provincias, si en algunas de ellas el sol acaricia al mismo tiempo la nieve de Sierra Nevada y las hamacas de Salobreña, y en otras se divisa nítidamente desde los balcones de Tarifa la costa de Marruecos mientras, ruta del toro arriba, llueve como en ningún otro sitio de Europa? De manera que la forma elegida para afrontar este viaje es la segunda opción: fijar un punto de partida y, si acaso, otro de llegada, e irse dejando llevar, casi a la deriva, buscando eso sí la opinión de algunos expertos, pero sobre todo poniendo la oreja —como los indios postizos del Hollywood almeriense y la socióloga del CSIC— a lo que se habla en la calle y a los destinos que vayan surgiendo.

Primera parada. Las diez de la mañana. Terraza de bar en la calle de Luis Montoto, a pocos metros de la estación del AVE que llegó a Sevilla hace 30 años y que es casi la única herencia de la Exposición Universal de 1992 que no acumula jaramagos y olvido.

—Ahí tiene, el café y la tostada con aceite y jamón.

—Disculpe, pedí solo media.

—Sí, sí, eso es media.

 

Si hay algo que vertebra Andalucía es el desayuno. O, mejor dicho, la costumbre de desayunar en la calle, pero no en la barra del bar, deprisa y corriendo, sino sentado, en una terraza la mayor parte del año, en soledad o en compañía, antes o después de ir al mercado o con los colegas de la oficina, para hablar del último partido o del que viene, del humor que se gasta el jefe o de lo que haga falta. Y, casi siempre, en el mismo sitio, donde el camarero ya se sabe de memoria quién acompaña el café con una tapa de tortilla y quién con un mollete.

La tortilla y el mollete. Ahí está, reunida en un desayuno, la historia política de Andalucía. La generación de la tortilla —plasmada en una foto tomada en 1974 por la cámara de Pablo Juliá y en la que aparecen todos los líderes socialistas que tras la muerte del dictador gobernarían durante décadas— y la generación del mollete, la actual, la que ha bautizado en un libro el politólogo Jesús Jurado y la que de alguna forma sustituyó a la anterior a finales de 2018, cuando Juan Manuel Moreno Bonilla, gracias a una alianza con Ciudadanos y al apoyo de Vox, arrebató al PSOE una hegemonía de 37 años al frente de la Junta de Andalucía y le dio el poder al Partido Popular (PP).

 

¿Conocen ustedes la Dehesa de Abajo?

—No…

—¿Y la curva donde se mató Juanete?

Introducirse en el paraje de Isla Mínima es zambullirse, sin fronteras ni aduaneros, en un laberinto imposible, mágico, el que filmó Alberto Rodríguez para la película del mismo título bajo la inspiración de las fotografías en blanco y negro de Atín Aya. Personajes sencillos, de mirada profunda, como estos dos trabajadores que, ante el despiste absoluto de los desconocidos, echan mano de la paciencia y el polvo que cubre los cristales traseros de su furgoneta para dibujar con el dedo un mapa de la zona: “Es una pena que hayan venido ahora. Dentro de 15 o 20 días esto será otro mundo. Se meterá el agua por los canales, se sembrará el arroz con avioneta o con tractor y en 10 días empezará a verdear. Si hubiera agua, podríais grabar un bando de flamencos, y también los pájaros que vienen desde Doñana. Pero ahora todo está seco, y esto sin agua…”.

—También es bonito.

—Sí, pero es una ruina.

 

Isla Mayor, un pueblo de 5.800 habitantes, es el centro geográfico de las marismas del Guadalquivir, una especie de país de agua que acoge al mayor arrozal de Europa y cuya producción de cangrejo rojo es solo superada por China y Estados Unidos. También, si se permite la expresión, es una de las reservas espirituales del imaginario agrario y socialista que se atribuye a Andalucía. Pueblos cuya economía depende casi en exclusiva del campo o de la pesca, sin apenas concejales de derecha sentados en sus casas consistoriales, lugares donde el recuerdo del franquismo —que aquí se hace presente por la cercanía del canal de los Presos, construido entre 1940 y 1962 por miles de prisioneros republicanos— y la ilusión de una autonomía plena de libertad y progreso permitieron al PSOE gobernar sin apenas oposición. Pero esa hegemonía y ese cliché —Andalucía es ya más urbana que rural— se rompieron en 2018, cuando la socialista Susana Díaz ganó, pero no con los votos suficientes para frenar a la derecha liderada por Moreno Bonilla. No se trató, en cualquier caso, de un simple cambio de Gobierno. Significó, más bien, un cambio de época. Lo explica Eduardo Moyano, investigador de referencia en el Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA): “La sociedad andaluza, como todas las sociedades, cambia conforme cambian las generaciones. Y la actual es muy distinta de la de hace 20 o 30 años. La mitad de los andaluces no vivieron el referéndum de autonomía del 28 de febrero de 1980, que fue lo que marcó la política andaluza en los siguientes 40 años, ni toda la mística de la izquierda en Andalucía, la de una comunidad autónoma permanentemente agraviada por las fuerzas políticas y económicas de la derecha. Esta mística del agravio, que ha servido para alimentar muchos votos de izquierda, entre ellos el mío y el de mi generación, ya no existe”. La mató el tiempo, pero también la ausencia de un código de comportamiento acorde con la pureza de aquellos ideales.

De regreso a Sevilla hay dos estampas que llaman la atención y que, bien miradas, representan el fracaso de una generación que perdió el poder acosada por los casos de corrupción. Una está a la altura de Coria del Río, justo en el lugar donde debía construirse un túnel de 40 metros de profundidad para que la autovía de circunvalación ­SE-40 pasara bajo el Guadalquivir. Las obras están suspendidas. Un joven de Las Palmas que se vino a Sevilla por amor custodia una gran carpa blanca. Allí dentro, desde hace 10 años, duerme una tuneladora de 150 metros de longitud y 2.200 toneladas de peso que fue comprada en Francia y traída en barco para una obra que enseguida se reveló imposible por la configuración del subsuelo. Ahora será vendida como chatarra. Dinero tirado, el reflejo de una época, ojalá el último disparo con pólvora del rey.

 

La siguiente estampa se da en la avenida de la Flota de Indias del barrio de Los Remedios de Sevilla. Los operarios se afanan por desmontar las casetas de la Feria de Abril. Delante de una de ellas, repantingado en un sillón de playa y con cara de muchas madrugadas en blanco, está Manuel:

—Yo estoy acostumbrado a que me miren por donde vivo.

—¿Y dónde vives?

—En las Tres Mil Viviendas. Y encima no soy ni gitano…

Manuel tiene 25 años y hoy es el último día que trabaja de portero en la Feria. Mañana, quién sabe. Presume de que aún no ha tenido que decirle a su hijo de tres años que no hay nada de comer, pero admite que los de su estirpe —nacidos en barrios malditos, sin apenas formación y ni siquiera el orgullo de raza— están condenados a trabajar “en lo que vaya saliendo” y a ser mirados siempre por encima del hombro. Días después, casi al final del viaje, el reportero se acordará de Manuel cuando, justo al lado de los invernaderos de El Ejido, encuentre a Gilberto Lorenzo, un inmigrante de casi 40 años, nacido en Guinea-Bisáu y que, de los 14 años que lleva en España, solo tiene permiso de residencia desde hace dos.

—¿Y qué diferencia hay entre tener papeles y no tenerlos?

Gilberto podía haber respondido que vaya pregunta más tonta, pero, en lugar de eso, se le ilumina la cara con una sonrisa de felicidad, y cuenta sin ningún rencor su vida durante esos 12 años que tuvo que convertirse en una sombra, una sombra de albañil en Madrid, una sombra de temporero en Almería, cobrando sueldos de sombra, metido bajo los plásticos en pleno verano —”se sufre mucho ahí abajo, es lógico que los españoles no quieran este trabajo”— con tal de poder enviar dinero a unos hijos que crecen tan lejos. Y cuando se le dice que qué vergüenza, que cómo los podemos tratar así, se le ilumina la cara otra vez y dice:

—No te preocupes. No es cuestión de los españoles. Hay personas con buen corazón y personas malas. No se puede hacer nada. Eso es cosa de Dios.

—Siempre sonríes, Gilberto.

—Es mejor. Si estás todo el rato enfadado, tu cerebro no funciona. Hay que tener alegría y paciencia.

 

La paciencia de Manuel, la de Gilberto… También la de Pepe y Juan José. Están sentados en la terraza del bar que hay enfrente de la factoría de Santana Motor en Linares (Jaén). O de lo que queda de ella, que es prácticamente nada: un guarda jurado que ha puesto en la puerta la Junta de Andalucía para que no se puedan ver los restos de un cadáver cuya lenta agonía se llevó por delante a toda una ciudad. “Hasta El Corte Inglés ha cerrado, con eso se lo digo todo”, sentencia Pepe, que junto a su viejo amigo Juan José relata delante de dos botellines de Victoria los tiempos boyantes en que ellos y otros 3.000 trabajadores formaban parte de Santana, y luego, con un nudo en la garganta que transmite al interlocutor, el lento drama económico y social, también personal, que conllevó la caída de la factoría.

—Los japoneses de la Suzuki se fueron, pero la Junta de Andalucía tampoco hizo nada para que se quedaran…

Desde la cocina de Lola Valverde, que vive en la quinta planta de un edificio de 11 y pinta unos cuadros de flores preciosos que luego cuelga en el salón, se divisan los pabellones maltrechos de la Santana y, un poco más a la izquierda, una rotonda que quería ser un homenaje al viejo Land Rover, pero que a fuerza de abandono parece más bien que el conductor del todoterreno no pudo frenar y se quedó varado allí en medio, a punto de ser devorado por los matojos de la primavera.

 

Con esas asignaturas aún pendientes después de tantas décadas de poder socialista —jóvenes sin futuro en barrios sin pasado, jornaleros de otros países sin regularizar durante años, miles de trabajadores jubilados en edad de trabajar—, Moreno Bonilla ha tenido que hacer muy poco para llegar a la nueva convocatoria electoral con muchas posibilidades de una victoria rotunda. “Es un Gobierno conservador que se ha caracterizado por la moderación”, explica el sociólogo Eduardo Moyano, “Moreno Bonilla es un hombre que no crispa, que parece que te habla sentado en el salón de tu casa. Tiene un liderazgo suave y una imagen mejor que la de su propio partido, por eso en la campaña primará su nombre al del PP, como hizo Manuel Chaves en los peores tiempos del PSOE”.

—Después del cambio político, lo que iba mal, sigue yendo mal, y lo que iba bien, sigue viento en popa.

Es, a grandes rasgos, la opinión del economista Diego Martínez, profesor de la Universidad Pablo de Olavide e investigador asociado de Fedea: “Si nos fijamos en los presupuestos del Gobierno del PP en 2020, 2021 e incluso en el que no ha salido adelante en 2022, nos damos cuenta de que son muy parecidos a los que presentaba el PSOE: la estructura de gastos, las mismas políticas… Hay una continuidad bastante intensa entre las políticas que se hacían antes del cambio de Gobierno y las de ahora”.

—¿Es usted de Loja?

—Sí, dígame, ¿qué se le ofrece?

—¿Me podría aconsejar un lugar para visitar?

—Es que ya es por la tarde…

 

Queda la duda de qué pasa en Loja por las mañanas, pero el paisaje que ofrece al atardecer esta ciudad granadina de 20.000 habitantes es el de un lugar anclado en el tiempo, a medio camino de todo, del pasado y del futuro, de la tradición y la modernidad. Es tal vez el destino y la función de las agrociudades, como explica el sociólogo Eduardo Moyano: “Ciudades de 20.000 o 30.000 habitantes, como Montilla, Puente Genil, Priego, Osuna… Están rodeadas de campo, pero sus pautas de comportamiento son urbanas. Es un fenómeno muy interesante, porque es lo que otorga a Andalucía una red de seguridad en términos de asentamiento, de cohesión y de servicios, que la diferencia muchísimo de la España vacía”.

En pleno centro de Loja, justo en la esquina de la plaza de Joaquín Costa con la calle Sin Casas, al viandante lo asalta una metáfora. En la primera planta de una vivienda que parece vacía, junto a una señal de prohibido el paso, hay un balcón del que cuelga una bandera andaluza descolorida y devorada por un par de cactus. La imagen serviría para la portada de un libro sobre el final del sentimiento andaluz, pero sería una portada falsa. Si algo llama la atención en este viaje preelectoral por Andalucía es el sentimiento de orgullo que aflora de forma espontánea en las conversaciones. El primero que lo ha conseguido apresar, y que incluso se ha atrevido a bautizarlo, es el politólogo Jesús Jurado en su libro La generación del mollete. Crónica de un nuevo andalucismo (Lengua de Trapo, 2022):

—Hay una nueva generación que tiene una desafección tremenda hacia la política institucional, pero que a la vez está siendo muy activa en el ámbito del feminismo y de una reivindicación de la identidad cultural andaluza, incluso de la identidad política. Aunque también hay un sector, sobre todo de varones jóvenes, que simpatizan con Vox por lo que tiene de rebelión ante lo políticamente correcto. Pero en Instagram y en otras redes sociales tienen mucha fuerza creadores de contenidos —diseñadores, tatuadores, gente que hace vídeos, humor…— que está marcando una identidad orgullosamente andaluza a la vez que feminista.

 

En Jaén, justo antes de un concierto, los integrantes del grupo Califato 3/4 confirman la intuición del politólogo:

—El sentimiento de inferioridad nos ha acompañado a los andaluces durante muchos años. Y es verdad que hay ahora un movimiento, en el que participamos con nuestra música, que busca la recuperación de nuestra autoestima.

En Málaga, la ciudad de moda, Manuel Agustín Heredia se ha convertido en uno de los jóvenes empresarios de más éxito. Es el dueño de BeSoccer, la principal enciclopedia digital del mundo del fútbol. También él apuesta por competir desde aquí y con jóvenes de aquí:

—Tal vez por educación, o por connotaciones culturales o históricas, el andaluz suele ser en general una persona humilde, a la que le cuesta tener ambición. Pero creo que la humildad y la ambición pueden ir de la mano.

 

De camino al desierto de Tabernas, el único de Europa, un lugar inhóspito donde sin embargo aún sobreviven las palmeras que se plantaron en 1962 para la película Lawrence de Arabia, da tiempo a cenar en Granada. Un viejo amigo, poeta y jurista, dice que, para explicar ciertas peculiaridades del carácter andaluz, ya no digamos de este cambio de época que se barrunta en el ambiente, no existe todavía una definición precisa:

—Hay que recurrir a la cobardía de los ejemplos.

Hay algo que flota en el ambiente. Algo que no tiene siquiera la categoría de ejemplo. Un no sé qué que los publicistas de Cruzcampo quizás sospecharon, que los sociólogos empiezan a intuir, que los políticos todavía ni huelen y que los músicos intentan rimar. Es una mezcla muy extraña hecha de viejas tradiciones metidas en la Thermomix. Habrá que escuchar de nuevo lo que dice la tierra. Tal vez todo quede en nada, y se trate solo de una moda que se lleve el viento del desierto. O tal vez no.

 

 

TITULO:  ¿Te lo vas a comer ? - Una exposición fotográfica repasa siete décadas de la hostelería local ,. Alberto Chicote .


Te lo vas a comer?: Alberto Chicote ya no es bienvenido: "Me han dicho 'si  te metes en esto voy a ir a por ti'" | Televisión


El Miércoles -6, 13 - Julio a las 22:45 por La sexta ,fotos,.

  

Una exposición fotográfica repasa siete décadas de la hostelería local,.

 

 

José Francisco Gamonal muestra en la Fundación Concha, hasta el sábado, más de 400 fotografías,.

 Gamonal, en primer plano, ante algunas de las fotografías expuestas /MAM

La historia gráfica de la hostelería local en 438 fotografías, desde 1934 hasta finales del siglo pasado. Esa es la completísima recopilación fotográfica que ha hecho José Francisco Gamonal en los últimos tres años y que expone hasta el sábado, en la Fundación Concha. Ha sido posible gracias a las fotos que han aportado más de un centenar de personas relacionadas con el sector, a quienes agradece su colaboración.

Los inicios de la muestra están en una exposición anterior que realizó sobre el fútbol moralo. Entonces le preguntaron cuál sería la siguiente. No solo dudó y dijo que sobre el gremio de hostelería. Primero en homenaje a su padre, que fue tabernero durante 30 años en la conocida taberna de José 'el Cojo'. Y después, por extensión, a todo el gremio, a los camareros, un oficio que cree conlleva mucho trabajo y mucha dedicación, –y que él mismo 'mamó' de niño- obligados a poner siempre buena cara aunque no apetezca y a estar detrás de una barra cuando otros están de fiesta.

A partir de ahí, finales del 2018, empezó a pedir fotografías a gente del gremio, que escaneaba, retocaba la que tenía algún deterioro y guardaba en el ordenador para devolverlas lo antes posible y no perder ninguna.

A esa labor de recopilación ha unido una ardua tarea de 'investigación' para localizar e identificar, con nombre y dos apellidos, a los hosteleros -y clientes- que aparecen, que no son todos porque algunos no han podido aportar imágenes por no tener del momento de su actividad laboral. «Ha sido un trabajo de chinos», reconoce.

La exposición se completa con revistas de feria y anuncios de bares, alguno tan antiguo y desconocido para la mayoría de los actuales vecinos como el Exprés, situado en los años 30 en el entorno de la plaza de España.

Hasta el sábado

La muestra puede visitarse hasta el viernes de 11.00 h. a 14.00 h. y de 17.00 h. a 21.00 h. y el sábado, último día, de 10.00 h. a 15.00 h.

«Las personas que están viniendo me felicitan. Y eso me agrada, porque es señal que la gente disfruta con la exposición, buscándose o buscando a familiares y amigos en las fotos», afirma Gamonal.

 

TITULO: Ven a cenar conmigo - EL HOROSCOPO  - Julien Dossena,. 


 Julien Dossena,. 


foto / Julien Dossena, el diseñador que resucitó la marca Paco Rabanne,.

 Julien Dossena, el diseñador que resucitó la marca Paco Rabanne | EL PAÍS  Semanal | EL PAÍS

Ocho años después de su fichaje como director creativo, el francés ha completado la transformación de la firma franco-española Paco Rabanne en una marca global trascendiendo su cliché retrofuturista.

 A lceo Dossena era un artista singular. Escultor de oficio, su extraordinaria habilidad para replicar cualquier estilo, de cualquier época y en cualquier material lo convirtió en uno de los nombres recurrentes de los salones artísticos de principios del siglo XX. El problema fue que sus marchantes (en especial, Alfredo Fasoli) vendían sus obras como genuinas, que si una Venus griega, que si una Madonna policromada, a sus espaldas. Y hubo escándalo. “La anormalidad de su trabajo se convirtió en algo tan natural que solo tiempo después nos dimos cuenta de que lo que estábamos presenciando era la reencarnación de un maestro del Renacimiento y de un escultor del Ática”, refería Hans Cürlis en su épico documental de 15 horas Schaffende Hände (Manos creadoras). Lo que el cineasta alemán venía a decir es que, a la vista del trabajo de Dossena, esa ley no escrita que asegura que una obra de arte solo puede originarse una vez, en función de ciertas peculiaridades histórico-temporales, quedaba anulada. Bien, pues ahí hay una lección que, hoy, el tataranieto de aquel singular artista lleva a gala en su propio cometido: el de diseñador de moda.

 

“En cierto sentido, soy un artesano. Por eso cuando conoces tu oficio eres capaz de adaptarte a un trabajo o a otro, puedes expresarte en diferentes marcas de acuerdo con el momento, para hacer de ellas algo deseable, que es lo que me gusta de mi profesión”, concede Julien Dossena con una sonrisa tras recordarle la hazaña de su antepasado. La suya no desmerece a su lado: como director creativo de Paco Rabanne, puesto al que llegó en 2013 tras foguearse en Balenciaga, ha reconstruido desde sus cimientos la enseña que una vez fue santo y seña de modernidad en una etiqueta que, además de codiciada, pasa prácticamente por original. “Siempre he pensado y actuado así, porque creo que lleva su tiempo no ya construir una marca, sino que esta pueda existir en el paisaje de la moda. Y no podemos obviar que hay mucha gente que había olvidado la existencia de Paco Rabanne, de lo que significaba. Devolver sus valores, su relevancia, su modernidad al mercado ha supuesto todo un proceso. Pero, al mismo tiempo, tenía la libertad de crear una nueva firma, por así decirlo, de empezar una página en blanco”, explica el diseñador francés (Bretaña, 1982), que a poco de su llegada a la casa franco-española ya expresaba su anhelo de sentar su personal cátedra. Ocho años después —lapso excepcional para estos tiempos de auges y caídas vertiginosas en la industria del vestir—, es posible hablar de un Paco Rabanne más Dossena que Rabanne. “Es una propuesta de presente y tiene que ser por fuerza así. Además, si no me expresara tal como soy, sería una pérdida de tiempo”.Vestido drapeado en malla metálica de aluminio y botas de piel con estructura metálica.

Puig, el grupo español propietario de la marca —de la que participa desde 1968 con una seminal alianza perfumera—, no desglosa los beneficios de sus activos, pero atendiendo a los resultados globales de 2019 (los últimos datos que proporciona, que el balance del nefasto 2020 no llegará hasta primavera) y sabiendo que Paco Rabanne es uno de sus fuertes (junto a Carolina Herrera), tampoco hay pérdida: algo más de 2.000 millones de euros en ventas y un beneficio neto atribuido de 226 millones que evidencian el buen camino. “Siempre me he centrado en el producto, en lo concreto, antes que en cuestiones más borrosas como el estilo de vida o las celebridades. No, yo lo que quiero es crear y vender un producto lo más preciso posible”, alega Dossena. “Lo que hago es observar a las mujeres y los hombres que me rodean y tratar de intuir qué es lo que desean de una marca como Paco Rabanne. Eso también me ha llevado a poner más de mí colección tras colección, a construir una narrativa personal y expandir mi vocabulario, de manera que se entienda cada vez más. Por eso creo que la gente ya sabe qué es hoy Paco Rabanne en términos de moda”. En efecto: existe una nueva generación de rabanners, jóvenes y no tanto, fans fatales de una etiqueta que ha trascendido su cliché (véanse la cota de malla y los materiales metálicos sobre los que cimentó su futuro en 1966 con aquellos Doce vestidos imposibles de llevar) para significarse como prêt-à-porter de lujo, aquí y ahora. “A los chicos no les importa quién estuviera antes, quién fundó la marca o de dónde viene esto o aquello. Eso es lo bueno y lo malo de las nuevas generaciones. Su relación con la moda es más inmediata, les gusta lo que ven, o no. A nosotros nos consideran casi como una nueva marca, una firma cool. ¡Hasta la malla les parece novedosa!”, esgrime. “Luego puedes ser didáctico, haciéndoles ver que detrás hay unas raíces, una historia, un legado. Pero también puedes pasar y mirar solo hacia adelante. En realidad, no es un problema”.

—¿Ha tenido la oportunidad de conocer o hablar en algún momento con el señor Rabanne?

—No, y la verdad es que me encantaría, porque llevo trabajando durante mucho tiempo bajo su nombre y con su legado. Tener un diálogo y saber qué piensa sería genial, porque esta es una cuestión sensible: hablamos de la obra de alguien real, que ha salido de él, de su visión creativa, artística, y uno nunca tiene la certeza de si va a conectar. Pero estoy seguro de mí mismo, en tanto que he lidiado con la herencia que ha dejado desde el respeto, con nobleza, recuperando sus valores. Esta es una marca muy especial, muy intelectual también; piensa que en ella se mezcla la radicalidad española con el preciosismo francés. Aproximarse a algo así resulta especialmente complicado, aunque después de siete, ocho años, nuestro trabajo ha demostrado su validez y su valor”.

Estudiante de Bellas Artes en la Duperré parisiense antes de pasarse al diseño de moda en La Cambre de Bruselas (en las escuelas de su país no encontraba su horma ni espoleaban su interés), Dossena celebra aquella primera formación porque, dice, le ha ayudado con las referencias culturales precisas para crear algo distinto a partir de lo ya conocido. “Me salen de manera instintiva, es una bendición”, afirma, y reflexiona a continuación: “Cuando estudias, te alimentas. Esos años de aprendizaje son el único momento de tu vida en el que tienes la libertad de descubrir aquello que te va a tocar, a moldear, los libros a través de los que vas a manifestarte, el arte que dará forma a tu gusto…”. ¿Podemos hablar entonces de una labor de comisariado indumentario? “Sí, algo hay de eso”, responde entre risas. “Pero considero que hay que ir más allá de las ideas. Como digo, pongo todo el énfasis en el producto. Llevo haciéndolo desde que empecé, hace 15 años: estudiando el volumen, analizando los largos, observando el movimiento del cuerpo dentro de una prenda… En realidad, me veo más como un director de cine”, tercia. Pues la película en la que anda metido es una superproducción, en tanto que se ha propuesto hacer de Paco Rabanne una enseña global, con las divisiones de moda y perfumes plenamente integradas, al tiempo que expande horizontes con la colección masculina, presentada en 2019 y, ahora mismo, en suspenso por la pandemia del coronavirus, y una próxima línea de belleza sin género, en pleno desarrollo. “Es difícil porque, siendo honesto, este no es un momento creativo. Pero sí creo que precisamos ser más bravos, mostrar coraje para proponer cambios y abrir caminos. Eso y mostrar cierta alegría”, razona.

—¿Cree que la industria de la moda es honesta en esa voluntad de cambio de la que tanto alardea ahora?

—Observo mucha buena voluntad, porque el cambio resulta inevitable. El mundo necesita expresar esos sentimientos de inclusión, de diversidad, de igualdad, de respeto por el medio ambiente, y eso tiene que reflejarse en nuestro trabajo. En nuestro caso, forma parte de la esencia misma de la marca, está en el corazón de lo que hago. Lo que sí rechazo de plano es el marketing oportunista, el green­washing. Por supuesto, no hay nada más sostenible que dejar de producir ropa. Pero ese no es nuestro trabajo, claro.

Después de mucho dirimir opciones de presentación a la altura de las circunstancias (desfiles online, cortos para visualizar en streaming, formas de comunicación de marca ensalzadas en este año pandémico), el diseñador decidió mostrar la propuesta primavera/verano 2021 de Paco Rabanne en un desfile presencial. Atentos a sus razones: “La de la moda es una industria que emplea a muchas personas: directores de casting, modelos, empresas de producción… Son un montón de profesionales que subsisten gracias a estos montajes, es su forma de ganarse la vida y no quería dejarlos en la estacada. Decirles: ‘Ah, lo siento, este año no trabajas’, con toda la destrucción de empleo que estamos viendo, me parece muy injusto”. La propia colección es un alarde de empatía y esperanza: “Trato de no deprimirme al mirar por la ventana y no ver a nadie en la calle. Pero me niego a hacer marketing de esta situación: como la gente está confinada en casa, vamos a crear ropa cómoda. Mira, si quieres estar cómodo, te vas a comprar el chándal a la tienda de deporte. Desaprovechar esta oportunidad para ofrecer algo más de moda no me parece correcto”.

 

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