DESAYUNO - CENA - SABADO - ENREDATE - ¡ QUE HAY DE NUEVO ! - ¡ ATENCION Y OBRAS ! CINE - ESTO NO ES CIERTO,./ REVISTA MUJER HOY DE CERCA PORTADA - VIAJANDO CON CHESTER - Gelareh Nazemi, una pionera del arbitraje,./ Viaje al centro de la tele - El número de teléfono de Lotte,.
TITULO: DESAYUNO - CENA - SABADO - ENREDATE - ¡ QUE HAY DE NUEVO ! - ¡ ATENCION Y OBRAS ! CINE - ESTO NO ES CIERTO,.
¡ ATENCION Y OBRAS ! CINE ,.
¡Atención y obras! es un programa semanal que,
en La 2, aborda la cultura en su sentido más amplio, con especial
atención a las artes escénicas, la música, los viernes a las 20:00 presentado por Cayetana Guillén Cuervo, etc, foto,.
DESAYUNO - CENA - SABADO - ENREDATE - ¡ QUE HAY DE NUEVO ! - ¡ ATENCION Y OBRAS ! CINE - ESTO NO ES CIERTO,.
DESAYUNO - CENA - SABADO - ENREDATE - ¡ QUE HAY DE NUEVO ! - ¡ ATENCION Y OBRAS ! CINE - ESTO NO ES CIERTO, fotos.
ESTO NO ES CIERTO,.
Los primeros intelectuales que pusieron de moda el arte español en
Alemania fueron los hermanos Schlegel, filólogos de finales del XVIII
que participaron en la acuñación del concepto de nuestro Siglo de Oro.
Desde entonces hasta ahora, la imagen del arte español en Alemania ha
ido sufriendo "altibajos anticíclicos", como se escuchó ayer en la
Embajada de España en Berlín. Cuanto más bajo caen nuestra política y
nuestra economía, cuanto más crítica es la imagen que nos forjamos de
nosotros mismos, más parece elevarse el genio español y más apreciado
resulta por parte de nuestros amigos alemanes. Y en estos momentos, ese aprecio está a punto de explotar en forma de fuegos artificiales.
Los responsables de tal acontecimiento son cinco grandes pinacotecas
alemanas que, sin coordinación previa, han programado cinco
espectaculares exposiciones de pintores españoles que harán de 2016 el
año español en Alemania.
La primera apertura será la del Museo Kunstpalast de Düsselldorf, en
octubre de 2015 y hasta bien entrado 2016, que presentará por primera
vez en Alemania la obra del aquí todavía relativamente desconocido Francisco de Zurbarán.
Cuenta para ello con una joya de su colección restaurada para la
ocasión, el San Francisco de Asís en meditación de 1640, de un valor
extraordinario para Alemania ya que es una de las únicas cinco pinturas
auténticas de Zurbarán pertenecientes a sus colecciones públicas. El director del museo, Beat Wismer, destaca la influencia de Zurbarán
en los modernos como principal justificación de la muestra, con cerca
de 70 obras que proceden del Thyssen-Bornemisza de Madrid, junto a
cesiones de El Prado, el Museum of Art de Nueva York y la pinacoteca de
Múnich. "Algunas de las piezas que expondremos no se han exhibido apenas, ni siquiera en España, y son estreno absoluto en Alemania", presumía Wismer. Wismer ya invirtió cuatro años de trabajo en organizar el primer viaje a Alemania de obras significativas de El Greco.
Seguramente el éxito de aquella exposición, a la que en 2012 acudieron
180.000 visitantes, ha animado al resto de directores a rendir sus programas al genio español,
pero el hecho de que no se hayan coordinado conscientemente demuestra
que una inquietud por nuestro arte flota en el aire alemán.
"El Siglo de Oro del arte español será nuestro punto álgido en la
próxima temporada", reconoció Michael Eisenhauer, director general de
los Museos Nacionales de Berlín, sobre la panorámica que mostrará la
Gemäldegalerie de Berlín y que posteriormente viajará a la Kunsthalle de
Múnich. Para ella ha conseguido incluso pasos de Semana Santa de Valladolid de Gregorio Fernández que nunca hasta ahora habían sido prestados.
Más conocidos para el público alemán son Miró y Picasso,
a cargo del Bucerius Kunst de Hamburgo, al menos en comparación con
Sorolla, en la Kunsthalle de Múnich de marzo a julio de 2016. "Los
españoles tienen el privilegio de conocer su fascinante obra, muy
celebrada en París o en EE.UU. Ahora, por fin, nos llega el turno a los
alemanes", ironizó Roger Diederen, director del museo muniqués.
TITULO:
REVISTA MUJER HOY DE CERCA PORTADA - VIAJANDO CON CHESTER - Gelareh Nazemi, una pionera del arbitraje,. VIAJANDO CON CHESTER Viajando con Chester es un programa de televisión español, de género
periodístico, presentado por Pepa Bueno, en la cuatro los domingos las 21:30, foto, etc.
REVISTA MUJER HOY DE CERCA PORTADA - Gelareh Nazemi, una pionera del arbitraje,.
foto / Gelareh Nazemi, una pionera del arbitraje,.
Dirigirá la final femenina en Buenos Aires 2018
Es la primera árbitra iraní en participar en un torneo FIFA de fútsal
"Decirle a los hombres que podía hacerlo fue una motivación"
Gelareh Nazemi Deylami mira con profundidad a través
de sus ojos oscuros. Sentada en un salón del piso 24 de un hotel en
pleno centro de Buenos Aires, transmite cierta timidez que tiene poco
que ver con la firmeza de sus movimientos dentro de una cancha de
fútsal. Y es lógico. Gelareh no lleva en la sangre ser entrevistada, lo
que la moviliza es ser árbitra. La primer árbitra iraní en un torneo FIFA de fútsal.
Con 34 años es una pionera en su país. Y esa decisión de romper
barreras, sumada a la capacidad demostrada dentro de la pista, tendrá
una recompensa: será la árbitra principal en la final del Torneo Olímpico Juvenil de Fútsal Femenino Buenos Aires 2018, que jugarán este miércoles Portugal y Japón en Tecnópolis.
En lo que va de competencia olímpica, tanto ella como sus cinco
compañeras -6 de los 24 jueces designados son mujeres- han dirigido
tanto el certamen femenino como el masculino. De hecho, Gelareh fue referí principal en el Egipto-Eslovaquia que decidió el pase de los africanos a las semifinales de hombres. FIFA.com dialogó con ella para conocer un poco más
su historia, que conjuga pasión por el arbitraje con la organización de
partidos femeninos en su país a través de la Federación Iraní de Fútbol. ¿Cómo vive su experiencia en Buenos Aires?
Es una designación muy importante, aquí están los mejores árbitros de
cada país y el nivel de la competencia es muy alto. Estoy feliz. ¿Por qué quiso ser árbitra?
Hace 15 años jugaba al fútbol en Irán y mi hermano, que era árbitro en
la SuperLiga, me empujó a hacerlo. Me dijo "puedes hacerlo, puedes estar
entre las primeras". En la RI de Irán el primer grupo de árbitras
empezó justo 15 años atrás. ¿Por qué eligió fútsal y no fútbol?
Porque el fútsal en la RI de Irán tiene un nivel muy alto, más que el
fútbol. Al principio arbitré fútbol, pero no era suficiente para mí. En
fútsal somos el número 1 en la AFC, el nivel es muy bueno. Era una
manera de mejorar, el fútsal me permitía crecer en el arbitraje.
¿Cuán difícil fue abrirse paso?
Al principio fue difícil pero como en cualquier país, si tú quieres
hacer algo, lo puedes hacer. Muchas veces, sobre todo los hombres,
decían que las mujeres no podían arbitrar bien. Pero para sostener mi
decisión fue importante poder decirles, poder mostrarles, que podía
hacerlo. Lo usé como motivación. Igual, tanto mi hermano como mi
familia, fueron un gran apoyo. Eso fue muy importante. ¿En algún momento pensó en abandonar?
Sí, lo pensé porque estaba cansada. No tenía apoyo en el país, pero
saqué lo más fuerte de mí. Tú puedes y debes hacer lo que quieres. Y yo
quería mostrarlo, sobre todo a los hombres, que podía hacerlo. Estaba
sola, pero lo intenté y lo logré. ¿Cómo fue la carrera de las mujeres que empezaron con usted?
Había 7 u 8 árbitras pero todas abandonaron porque era muy difícil. Sus
familias o sus maridos no lo aceptaban, no entendían por qué querían
viajar para hacer esto y muchas quedaban en el camino. Hoy, en cambio,
hay tres niveles de fútsal sólo para las mujeres. Hay 50 árbitras en la
liga principal y unas 100 en todo el país. ¿Se siente una pionera?
Me veo así. También otras árbitras del país. Hay muchas que quieren
crecer. Cuando fui convocada para este torneo quizás al principio no se
tomó como algo bueno, sobre todo por los hombres. Pero luego de esta
designación, y otras en la AFC, en mi país vieron mi evolución y lo
aceptaron. Hoy creen en mí, confían en mí.
TITULO: Viaje al centro de la tele -El número de teléfono de Lotte,.
El número de teléfono de Lotte,.
Lotte Weis, eslovaca de 94años, se exilió a Australia, donde ahora vive. / foto.
Lotte
Weis, de 94 años, era la presa 2065 de Auschwitz. Aún conserva esos
dígitos «bien grandes» tallados en el brazo. Se los grabó Lale, el
tatuador del campo de exterminio, que da título a un libro que ya ha
vendido un millón de ejemplares
Lotte
luce con la dignidad de una superviviente del Holocausto un número
tatuado en su brazo izquierdo. El tiempo, 76 años ya, ha degradado el
color verde de la cifra, que aún se aprecia con nitidez. 2065. Y a buen
tamaño. «Lale me lo hizo mucho más grande que a los demás prisioneros
porque así tardaba más y podíamos hablar más tiempo». Lo cuenta desde su
casa de Sídney Lotte Weis, la presa 2065 de Auschwitz-Birkenau. Como
una más de los miles de judíos eslovacos allí deportados, Lotte hizo
cola para pasar por los frascos de tinta y las agujas de Lale Sokolov,
el tatuador oficial del campo de concentración, el mismo que da título
-'El tatuador de Auschwitz' (Espasa)- a una de las novelas del momento:
un millón de copias vendidas en 32 países y número uno en Reino Unido.
Ahora acaba de llegar a España. El libro, el debut literario de la
australiana Heather Morris, narra la historia real de Lale y Gita
Sokolov, dos judíos eslovacos que se enamoraron en el campo de
exterminio nazi, logrando sobrevivir al horror de las cámaras de gas
gracias al 'trabajo' de Lale como 'tätowierer'. Esa historia de amor
(con final feliz, pues terminó en un matrimonio que ha durado seis
décadas) triunfa entre los muros de una fábrica de muerte, miseria y
desesperanza, lo que la hace aún más extraordinaria. Para escribir la
obra, Morris se reunió «dos o tres veces por semana» durante tres años
con el propio Lale, que murió en 2006, tres años después que Gita, su
esposa. En aquellos encuentros, Lale le desgranó con los ojos
humedecidos su vida en aquel matadero, donde sangre, vómito, orina y
heces se entremezclaban en cavernosas habitaciones llenas de cuerpos
desnudos, apilados unos sobre otros con las piernas retorcidas. Morris
también recurrió a Lotte Weis, que coincidió con Lale y Gita en aquel
infierno. A sus casi 95 años, los cumplirá en noviembre, Lotte guarda
inalterable en su memoria aquel instante en que el 'tätowierer' de
Auschwitz grabó esos números, hoy convertidos en un símbolo de orgullo y
resistencia.
En 1942, Lotte vivía en Bratislava,
entonces Checoslovaquia, donde también trabajaba Lale como rotulista de
unos grandes almacenes. Con unas semanas de diferencia, los dos acabaron
en uno de aquellos trenes del Holocausto que transportaban a los judíos
a Auschwitz como si fueran ganado. Tatuado él mismo con el número
32407, Lale se encargaba de 'sellar' a los recién llegados. Al
principio, como ayudante del 'tätowierer' del campo, un francés de
nombre Pepan, profesor de Economía en el París ocupado, que acabó
confinado en Auschwitz por criticar a Hitler. Un día Pepan desapareció y
Lale pasó de ayudante a tatuador oficial. Quizá saber seis idiomas
(eslovaco, alemán, ruso, francés, húngaro y un poco de polaco) le
facilitara las cosas.
Perforar la carne de aquella pobre gente
era una tarea espantosa, pero se aferró a esas agujas como si le fuera
la vida en ello. En realidad, así era. Tatuar y ser tatuado era una
primera opción para sobrevivir en Auschwitz. Y él se propuso no acabar
en los hornos crematorios, aunque para ello tuviera que obedecer y
ganarse la confianza de los 'kapos' nazis, una «culpa» con la que
cargará siempre, a pesar de que esa complicidad con los verdugos le
permitió hacerse con víveres y medicinas que luego entregaba a los
deportados más necesitados.
No les miraba a la cara
Lale
evitaba levantar la vista más allá del brazo que le extendían bajo sus
ojos. Prefería no mirar a la cara a aquellos rostros aterrorizados. La
mayoría, judíos como él. Se concentraba en recoger el trozo de papel con
unos dígitos garabateados y transferirlos a la piel de quien se lo
entregaba. Apretaba la aguja contra el brazo y tallaba los números lo
más rápidamente posible antes de frotar sobre la sangre un trapo mojado
en tinta verde. Procuraba hacerlo sin brusquedad, pero consciente del
dolor que infligían esos punzones, un dolor físico y moral. «Como te
puedes imaginar, era muy humillante saber que a partir de ese momento
dejábamos de tener un nombre y pasábamos a ser un número», ilustra la
nonagenaria Lotte Weis. Recuerda con claridad aquel día en que guardaba
la fila junto a otras mujeres con las cabezas rapadas a la espera de
entregar su trozo de papel con el 2065. «Cuando llegó mi turno, reconocí
a Lale porque él trabajaba en unos grandes almacenes de Bratislava a
los que yo solía ir antes de la guerra. Entonces él, hablando muy
bajito, casi en susurros, me preguntó si sabía algo de su familia, si le
podía contar cualquier noticia de ellos, así que me dibujó unos números
bien grandes, mucho más que los de los demás presos, para poder seguir
hablando un ratito más. Eso sí, fue muy delicado con mi tatuaje»,
resalta Lotte, que nunca sintió ira hacia Lale ni le reprochó aquel
deshonor «porque los nazis le forzaron a hacer ese trabajo si quería
seguir vivo».
Es precisamente en una cola como esa en la que Lale
se enamora de Gita, al saltarse esa autoimposición suya de no cruzar
sus ojos con los demás deportados. Cuando Gita llega junto a Lale, él le
sostiene el brazo y ve que ya hay un número allí, el 34902, pero se ha
desteñido y debe repasarlo. Empieza con el 3, trata de hacerlo con
suavidad, pero la aguja no penetra lo suficiente y vuelve a clavar el
punzón. Sale sangre, duele, pero la joven, que apenas tiene 18 años, ni
se inmuta. Sabe que un gesto de dolor equivale a debilidad y los nazis
mandan a los débiles a las cámaras de gas. De algún modo, el tatuaje es
una garantía de no morir ese día, un pasaporte vital que puede caducar
en cualquier momento. Lale se demora unos segundos más con el brazo de
Gita, los justos para que un oficial alemán de bata blanca (se intuye
que es el sádico doctor Mengele) agarre la cara de Gita y la mueva con
brusquedad de un lado a otro. Los labios de la joven están a punto de
separarse para musitar un gemido, pero Lale le aprieta con fuerza el
brazo para detenerla. Ella lo mira sorprendida y él le hace un gesto con
la boca: «Chiss». Al fin, el tipo de la bata blanca le suelta la cara y
se aleja. «Bien hecho», le dice en voz baja Lale, mientras se dispone a
tatuar los cuatro números restantes: 4902. En ese instante mira a los
ojos de la chica y descubre a la mujer de su vida. A Lale le acercan
otro trozo de papel y, cuando vuelve a levantar la vista, ella ya se ha
ido. Han sido unos segundos, pero acaba de caer rendido ante la reclusa
número 34902. Ignora su nombre, y, sin embargo, sabe que ya no volverá a
amar a ninguna otra mujer.
Ahí es donde arranca la historia de
Lale y Gita, un romance cincelado entre las agujas de un campo de
exterminio que es también una crónica de resistencia en medio de un
paisaje sombrío y desolador. «No llegué a conocer a Gita, pero el
mensaje que ella y Lale nos han dejado y que yo he intentado transmitir
en la novela es que el amor y la esperanza, combinados con el coraje y
la voluntad de sobrevivir, pueden con cualquier cosa por muy mal que
pinte», señala la escritora. Morris acaba de llevar su libro a la Feria
de Fráncfort y estos días prosigue su gira europea por Praga, Londres,
Varsovia y Bratislava, sin que, de momento, vaya a recalar en España.
Las
vidas de Gita y su tatuador se separaron poco antes de la liberación de
Auschwitz por los soviéticos, el 27 de enero de 1945. Esa es otra
odisea que Morris también narra en el libro. Él la buscó hasta la
desesperación por toda Checoslovaquia, recorriendo ciudades bombardeadas
y pueblos devastados, haciendo guardia en las estaciones de tren a
donde llegaban los que salían de los campos de concentración,
preguntando en la Cruz Roja... hasta que un día dio con ella en
Bratislava, en su calle principal. Con el corazón desbocado, cae de
rodillas y sólo le pregunta: «¿Te casarás conmigo?».
Y sí, se
casaron en octubre de 1945, se establecieron en Bratislava y allí
montaron un próspero negocio de telas que tres años después fue
nacionalizado por los soviéticos. Huyeron a París y en 1949 zarparon
rumbo a Australia para asentarse en Melbourne. Gita murió el 3 de
octubre de 2003 y Lale, el 31 de octubre de 2006.
Lotte Weis aún
les recuerda como un matrimonio «encantador» y muy hospitalario: «Les
visité muchas veces en Melbourne y siempre fueron muy acogedores
conmigo». Aún hoy se sigue mirando con orgullo los números de la infamia
que el 'tätowierer' le estampó en su brazo izquierdo cuando era una
muchacha de 20 años. Ella también acabó lejos de su hogar en Bratislava.
Primero recaló en Nueva Zelanda y luego en Australia, en Sídney, donde
hasta hace poco ha ejercido de guía del museo judío. Lotte ha observado
esos cuatro dígitos cada día de su larga vida y jamás los ha querido
borrar. Le dicen que no hay que olvidar el calvario que pasó, pero
hacerlo sin odio. «Especialmente pienso en las nuevas generaciones de
niños alemanes que han sido educados para saber qué hicieron sus
abuelos».
- ¿Y a usted qué le decían los niños de Nueva Zelanda
cuando le veían esos números? - Me preguntaban por ellos, y yo les decía
que era mi número de teléfono, jajajaja.
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