, foto, El caso Polanski permite la revisión del mito de la niña seductora y de la adolescente provocadora.
Tuvieron que pasar cuatro décadas para que el cine desmitificara a Lolita con esa aproximación real que lleva a cabo el director Sam Mendes cuando muestra lo que se esconde tras la mascarada. Esto es: que las fantasías las pone él (Spacey) y que el juego de la jovencita no es sexual, sino mera impostura.
Se trata de un ejercicio narcisista para sentirse segura. Así lo ve la psicoanalista Nora Levinton. "Se trata de nuevo de esa transposición perversa en la que se pretende que no es el adulto el que sexualiza prematuramente a la niña proyectando su propio deseo y excitación sobre ella, sino que es la menor quien seduce y la que desea. Esas niñas casi púberes que explotan su atractivo sexual y provocan... mientras que ellos, pobres, qué van a hacer".
En el ambiente desenfrenado del Hollywood de los 70 había carta blanca para, enarbolando la bandera contra el moralismo, afianzar mitos como el de Lolita. Mitos que normalizaban impulsos patológicos. Ahí estaba Sue Lyon, la actriz que, con más edad que la original ninfa de Nabokov, protagonizaba la adaptación al cine; o las jovencitas que poblaban desnudas las edulcoradas películas de David Hamilton; o aquellas infantiles Brook Shields y Jodie Foster en sus primeros y erotizados papeles en la publicidad y el cine...
¿Qué hizo posible que ese fantasma particular de Nabokov se convirtiera en emblema del imaginario masculino? La respuesta tiene que ver con la hegemonía del discurso masculino. "Con esa versión de Polanski de que a todos nos gustan las niñas - apunta Nora Levinton, miembro de la asociación Clásicas y Modernas por la Igualdad de Género en la Cultura-se deja de condenar el abuso en las familias. Algo altamente censurable lo transforma ese discurso en una realidad no tan grave porque, al fin y al cabo, a todos nos gustan las niñas y cuando podemos, les metemos mano.Pero como todo mito, esconde algo: que las personas púberes no necesariamente son objeto erótico de todo hombre; que no es este un deseo irrefrenable, y que hay algo que no se ha constituido bien en la sexualidad de esos hombres para que acaben acosando a niñas de su entorno".
Cuando en 1939 Nabokov parió El hechicero,verdadero embrión de Lolita que se publicó de manera póstuma, dejó que la ética se impusiera en forma de tragedia sobre el impulso pederasta del protagonista. Un hombre maduro embelesado con una púber que juega en el parque decide casarse con la madre de esta, para luego matarla y quedarse a solas con la niña. La perspectiva de la novela es siempre la del protagonista atormentado, víctima de su propio y sublimado deseo, lo que, en el contexto del glamur de la creación literaria, se traduce en aplaudido ejercicio intelectual.
Por fortuna, en estas décadas transcurridas, el hombre blanco y poderoso ha perdido cierto caché como centro del universo. Mujeres y niños, presentados tradicionalmente como accesorios para la plenitud vital del varón, empiezan a cobrar dimensión humana. Pocas películas muestran tan crudamente la derrota de las lolitas kubrickianas como Broken flowers (2005), de Jim Jarmusch. Y no será porque la actriz que encarna a la hija adolescente de Sharon Stone no juegue a exhibirse ante un despistado Bill Murray. Este, en las antípodas del atormentado Humbert Humbert, se resiste a excitarse e incluso le hace ver que sus paseos en ropa interior están fuera de lugar.
El lolitismo más obvio va quedando relegado a la publicidad, que aboca ninfas embaucadoras
Porque ese Adolescente varón está obsoleto. en una pose sensual, obra Es parte del imaginario de Balthus de la generación de Polanski.
Los derroteros de la sexualidad siguen en manos de quien dicta qué es arte y cultura. "Y hasta ahora, el discurso ha sido unánime: los hombres han decidido qué gustos les representaban", concluye Levinton. "Ahí es donde aparece una ley de Igualdad en el cine. Hay tan poco escrito desde el otro punto de vista, el de quien ha sido precozmente sexualizada.
Desayuno: Cafe con leche tostadas de pan con aceite de oliva ,.
Cena : Esparragos con mayonesa, pan, tomate y lechuga, beber agua, postre un platano,.
TITULO: REVISTA MUJER HOY DE CERCA - PORTADA-CRISTINA PEDROCHE,.
Cristina Pedroche: “Tendré un hijo y le querré mucho, pero nunca tanto como a David”,.
El castellano viejo resulta muy útil para escribir
entradillas. Fíjense: “Algo tendrá el agua cuando la bendicen”. La
frase, que recogía la desconfianza hacia la insípida agua a favor de las
bondades del vino, hoy significa todo lo contrario. Vendría a ser “no
entiendo por qué, pero esto funciona”. Algo así ocurre con Cristina
Pedroche (Madrid, 1988). El misterio del carisma resuelto en un aforismo
costumbrista. No es la más bella y quizá tampoco la más graciosa,
aunque lo es y mucho. Desde luego, no le interesa ser la más correcta.
Cristina gusta porque es genuina, algo cada vez menos frecuente en
televisión. Por eso se ha convertido en imprescindible en tiempo récord.
Ella, la primera chavala de Vallecas en posar para ¡Hola! con vestidos
de alta costura, abandera ya campañas de publicidad de primer nivel,
como el último modelo de Mercedes. David Muñoz, su triestrellado chef y
flamante marido, es un genio y mide algo menos que Pau Gasol. Hasta la
buena publicidad encuentra serendipias desconcertantes cuando la madrina
viene bendita.
¿Soñaba con la vida que lleva ahora mismo cuando se convirtió en reportera de Sé lo que hicisteis en enero de 2010?Para nada me imaginaba ser tan feliz y sentirme tan completa. Profesional y personalmente. No me imaginaba tener una pareja que es mi mitad ni entregárselo todo a una persona; siempre había pensado que cuando te entregabas a alguien perdías un poco tu esencia. Y estaba equivocada. Es al revés: cuando lo entregas todo y te corresponden, es cuando conoces tu esencia.
Particularmente entiendo a la Cristina Pedroche televisiva como alguien que ha creado un personaje que no existía. ¿Cómo se ve a si misma?
En televisión estábamos acostumbrados a ver gente con más empaque y menos gente, digamos, normal. Personas de barrio. Me gusta la gente que dice lo que piensa, lo justifica y lo argumenta. No quien dice lo que cree que los demás esperan oír. Me da pereza el postureo y las mentiras.
¿La expresión “políticamente correcto” significa para usted impostura?
A ver, que la sonrisa de tonta también funciona. Pero en mi vida privada soy como te digo. Y en el plató de Zapeando o Pekín Express trato de ser lo más yo posible; si no, dejas de ser quien eres. No me gusta aparentar lo que no soy. Soy una chica normal y si me caso en vaqueros y zapatillas es porque me apetece.
¿Echa de menos ir por la calle tranquila sin que le pidan fotos?
Solo cuando estoy mala. Si tengo ojeras, fiebre o no me encuentro bien porque en esos momentos no me apetece sonreír. Si no, es una maravilla. Toda la gente que viene y se hace fotos me dice “me encanta tu programa” o “me encanta tu marido”. Para mí es un orgullo. Que tú hagas algo y llegue a tanta gente es increíble. Hay niñas que me han venido a decir: “He comenzado a correr porque tú corres”. ¡Se me pone la piel de gallina!
¿A quién le debe más en la vida?
Por supuesto, a mis padres. Me lo han dado todo y son la clave de mi vida. Ahora David es quien le está dando sentido. Cuando era más joven quería tener un hijo por experimentar qué puede ser compartir tu vida dándoselo todo a una persona. Pero ese niño crecerá y se irá. Será independiente. Yo tendré un hijo y le querré muchísimo, pero nunca tanto como a David.
Prepárase para recibir tuits de madres furibundas.
Cada una tiene sus sentimientos y a mí hasta me da un poco de rabia cuando oigo justo lo contrario. “Quiero a mis hijos mucho más que a mi marido”. Lo acepto, no juzgo. Por eso no quiero que me juzguen.
No teme lo que digan de usted.
No me callo nada; soy feliz como soy. Nunca pensé que podría existir esta sensación de dárselo todo a una persona sin miedo a caer. Es que tiene mi vida en sus manos y es así cuando me apetece seguir viviendo. Comerme el mundo pero con él.
Vaya, que es una trapecista del amor.
(Risas). Sí, algo así.
¿Qué es lo más tierno que hace David por usted?
Es que es continuo. El otro día llegué cansada a casa y me dice: “Ponte ahí que te voy a dar un masaje en los pies”. Nunca nadie me había dado un masaje en los pies.
¿Cree que las chicas, particularmente las que trabajan en televisión, están sometidas a comparaciones sexistas?
Mira, paso del sexismo. No existen hombres y mujeres sino personas. El otro día hice un chiste de guión en plató: “Si es el día de la mujer trabajadora, ¿por qué no nos das el día libre? Si no, ¿para qué vale este día?”. Bien, pues era un chiste que a mucha gente le molestó y la realidad es que yo no quiero celebrar un día. No somos especiales, no somos distintas. Ni mejores ni peores. Hay personas; no hago distinciones. No importa lo que pasó hace cien años. Respetémonos y pongamos solución a los problemas del presente.
Sabemos cómo ama pero no cómo se indigna. ¿Qué le saca de quicio?
Pues cosas así: mientras hay gente que está pasando hambre, que duerme en el barro, embarazadas que han dado a luz bajo la lluvia sin que nadie les ayude. ¿En serio con todo lo que está pasando me va a preocupar si alguien me dice que no estoy celebrando el Día de la Mujer? Anda ya. Las banalidades me sacan de quicio.
Sé que es votante de Alberto Garzón. ¿Cómo contestaría a eso de que no se puede ser de izquierdas y tener un iPhone?
Como “si eres comunista, ¿cómo te compras una casa con dos habitaciones?”. ¡Uuuuuh, qué loco! ¿Pero qué tiene que ver? Ser de izquierdas significa querer el bien para todo el mundo. Si yo ingreso más dinero que mi madre, que gana 700 euros al mes, entiendo que me deben quitar más IRPF de mi sueldo y debo pagar un IVA. Pero esos impuestos quiero que se destinen a hospitales y a educación pública. No que se pierda en bolsillos de políticos corruptos.
No se ofenda, pero ¿con su sueldo podría retirar a sus padres?
Por supuesto. Mientras esté yo, a mis padres no les va a faltar de nada. Y si no ganase lo suficiente haciendo lo que hago ahora, pondría copas por la noche o trabajaría en una tienda. Gracias a Dios, no lo necesitan. Mis padres ganan poco, de hecho mi padre está en paro porque lo echaron con un ERE, pero tienen dinero ahorrado, todo pagado y a mí para lo que haga falta.
Acostumbrados a ver bodas de personas con apellidos compuestos celebradas en fastuosos palacios, ¿qué se siente al ser la primera chavala de Vallecas que irrumpe en las páginas de ¡Hola!?
Te contaré una cosa: mi padre trabajaba como repartidor de flores y siempre pasaba por ¡Hola!. Recuerdo con ternura cómo cada miércoles nos traía el número a casa. Leíamos las mismas entrevistas todo el rato hasta que traía la siguiente. Hoy, me tratan con tanto cariño que se han convertido casi en mi familia… Mira, hice un evento con ellos en Navidad y me llevé a mi padre. Le dijeron: “Es un orgullo trabajar con su hija”. Bueno, al hombre se le saltaban las lágrimas. ¡De pequeña celebrábamos que la revista traía muestras de colonia!
Las redes sociales ayudan a alimentar el ego, pero también te expones a recibir insultos y críticas. ¿Cuál le ha dolido más?
Que desearan que se muriese mi abuela. Y seguro que piensas: “Ese se merecía una bofetada”. Pues no. Hay que darle un abrazo. ¿Quién desea algo así a otro, cuando no lo conoce de nada? Ni siquiera tienes la justificación de que ha despedido a tu padre o te ha echado de casa. Ni así lo entendería. Te podrán hacer gracia o no mis chistes, podrás opinar que soy mejor o peor profesional, guapa o fea. ¿Pero desearle el mal a alguien? Esa persona necesita que lo quieran porque está triste.
No hay comentarios:
Publicar un comentario