Estatuas de ilustres que pasan del pedestal al cadalso,.
La sucesión de ataques en todo el mundo contra esculturas abre interrogantes sobre la idoneidad de juzgar a figuras del pasado y sus códigos de conducta desde la perspectiva actual,.
El
estallido se produjo el pasado fin de semana y no tardó en expandirse a
lomos del viento. El desencadenante fueron las movilizaciones de 'Black
Lives Matter' tras el asesinato de George Floyd en Estados Unidos. Pero
esta vez el blanco de las iras se remontaba siglos atrás. Nada menos
que hasta Colón, cuya estatua en Richmond (Virginia, EE UU) era
arrastrada por la multitud y arrojada a un lago en señal de desagravio
por los daños que el descubrimiento de América supuso para la comunidad
indígena.
Su caso no fue único. Por ese cadalso improvisado desfilaron en cuestión de horas el filántropo Edward Colston (responsable del envío de 100.000 esclavos africanos al Caribe), Cecil Rhodes (dueño de minas de diamantes en Sudáfrica y fundador de Rodesia), Leopoldo II (el mayor terrateniente de la historia, responsable de la muerte de centenares de miles de congoleños que labraron su fortuna con el caucho), o los confederados Jefferson Davis o Robert E. Lee, cuyas estatuas orlan –150 años después de la Guerra de Secesión– ciudades de Virginia, Alabama, Florida o Carolina Sur. Ni siquiera Robert Baden-Powell (fundador de los Boy Scouts) escapó al escarnio, este último por los vínculos que mantuvo con la Alemania de Hitler.
Su caso no fue único. Por ese cadalso improvisado desfilaron en cuestión de horas el filántropo Edward Colston (responsable del envío de 100.000 esclavos africanos al Caribe), Cecil Rhodes (dueño de minas de diamantes en Sudáfrica y fundador de Rodesia), Leopoldo II (el mayor terrateniente de la historia, responsable de la muerte de centenares de miles de congoleños que labraron su fortuna con el caucho), o los confederados Jefferson Davis o Robert E. Lee, cuyas estatuas orlan –150 años después de la Guerra de Secesión– ciudades de Virginia, Alabama, Florida o Carolina Sur. Ni siquiera Robert Baden-Powell (fundador de los Boy Scouts) escapó al escarnio, este último por los vínculos que mantuvo con la Alemania de Hitler.
Episodios
como estos han vuelto a abrir el debate sobre la idoineidad de juzgar a
figuras del pasado y sus códigos de conducta desde la perspectiva
actual. Pero, como dirían los británicos, ¿qué sociedad no esconde
esqueletos en su armario? Ahí tienen, sin ir más lejos, al artífice de
la victoria aliada sobre el nazismo y Premio Nobel de Literatura,
Winston Churchill, quien se refería a los indios como «un pueblo
bestial» o tachaba a los palestinos de «hordas bárbaras». O los
holandeses, arquetipo de la sociedad tolerante, que han creado todo un
folclore en torno a 'Pedrito el Negro', personaje basado en el abnegado
sirviente de San Nicolás, ese caballero respetable de barba blanca.
De la misma opinión es el antropólogo Ricardo Sanmartín. La historia, asegura, es «un proceso en marcha, siempre inacabado, y como tal susceptible de interpretación». En este contexto, «un símbolo siempre es más complejo que el simple retrato de alguien. La historia nunca cabe en una estatua». Los principios éticos actualmente compartidos hacen difícil exaltar el racismo, la xenofobia o el antisemitismo. Pero comprender las circunstancias ajenas, o las del pasado, no significa aprobarlas, recuerda Sanmartín. A eso se refería esta semana el presidente francés Emmanuelle Macron, cuando se negó a quitar estatuas al tiempo que tachaba de empresa «odiosa» falsear el pasado.
Para Fusi, «sin Colon, Elcano o Magallanes, sin Núñez de Balboa, sin portugueses y españoles, no se entiende lo que fue la primera globalización del mundo. Un hecho de consecuencias colosales» que, admite, tiene también su lado oscuro: «la destrucción de un porcentaje muy alto de la población indígena y la esclavización de 12 millones de africanos negros».
Jonathan Mazower, de Survival International, no es de la misma opinión. «Por supuesto que Colón y otras figuras coloniales no deberían ser 'eliminados' de la historia, pero eso no significa que se las deba seguir venerando, que es en definitiva lo que se persigue cuando se levanta una estatua, honrar a quien se admira. Tanto si se derriban como si no, los países europeos deben revaluar honestamente su brutal pasado colonial. España, Gran Bretaña o Francia nunca han abordado los genocidios que infligieron a innumerables pueblos del mundo, ni la riqueza robada sobre la que se construyó Europa». En este sentido, y volviendo sobre los disturbios recientes, el activista señala que «a veces la ira no solo es buena, sino que es esencial para generar cambios», extremo que Sanmartín niega rotundo. La violencia, dice, «nunca puede ser una terapia».
Fernando García de Cortázar, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Deusto, advierte que ningún personaje de la historia resiste la aplicación de las normas morales de nuestro tiempo. «El pasado es inflamable, se manipula para alimentar el desorden colectivo, para justificar una matanza o una guerra. No existe pasado que no esté sometido al saqueo, ni historia que no pueda convertirse en un campo de batalla». Cortázar es crítico, por ejemplo, con quienes cuestionan por sistema el papel que España jugó en América. «Esa imagen de los conquistadores imponiendo la religión y la lengua a golpe de sable no es cierta. Nos hemos creído a pies juntillas todos los horrores que nuestros enemigos esparcieron, pero la realidad es que España trasvasa inmediatamente sus universidades al Nuevo Mundo, cosa que no hizo ningún otro país. La primera, la de Santo Domingo, casi un siglo antes de que en las colonias inglesas surgiese Harvard».
Multitudinaria manifestación ante la estatua del general confederado Robert E. Lee en Richmond, Virginia. afp
¿Aguanta este escenario la comparación con el derribo de las estatuas de Franco o cambiar de nombre de calles, al amparo de la Ley de Memoria Histórica? Sanmartín y Fusi sostienen que no. «Las estatuas de Franco no se han derribado, se retiraron porque tenían una voluntad de glorificación de los vencedores de la guerra. Una decisión votada por autoridades legítimamente elegidas. La ley no es un acto violento, sino la decisión propia de un Estado de Derecho». García de Cortázar discrepa. A su juicio, «en un Estado democrático no corresponde ni al Parlamento ni al poder judicial definir la verdad histórica. Tratar de hacerlo desde el poder suena a totalitarismo y a intoxicación».
Quizá convenga recordar que entender el pasado es un ejercicio que se hace desde la actualidad y que cuando los actores del pasado estaban construyendo 'su' presente, interpretaban sus circunstancias para poder así crear un futuro. «El problema –resume Sanmartín– es que el futuro se elabora a tientas y nunca sale como uno se lo imagina».
A juicio de Ricardo Sanmartín, hay que enseñar que el cine es una ficción creadora de valores y educar al público para que lo vea con objetividad. «Hubo discriminación y sigue habiéndola, pero no mostrarlo es contraproducente», desliza el antropólogo, que pone como ejemplo 'Matar a un ruiseñor', «censurada en su día cuando sus contenidos son plenamente humanos y valiosos». Aunque para describirlos tuviera que servirse del racismo.
-¿Cómo ha sido esta vuelta a la serie?
-Muy bonita, la verdad. Es una serie a la que le tengo un especial cariño y amor, y ha sido muy ilusionante. Sobre todo, porque la vuelta que tenía el personaje, esa evolución que sufre Julián extraña y misteriosa, era muy divertida de hacer y muy interesante como actor.
-¿Se permitiría volver a faltar, como ocurrió en la tercera temporada?
-Preferiría que no, pero en esta profesión nuestra nunca se sabe. Siempre digo que es una serie que, por algún motivo, cuando terminamos una temporada nunca sabemos si vamos a hacer la siguiente. A partir de ahí, la vida sigue, lógicamente, y uno tiene que seguir trabajando. Mi ilusión sería hacer otra temporada. Es una serie con un recorrido muy bueno y que a la gente le gusta mucho.
-¿Por qué cada año está en la cuerda floja siendo una serie tan reconocida?
-Y con una repercusión en redes sociales como yo no había visto… Eso es lo sorprendente. A pesar de todo eso, de las buenas críticas y de que lo ve mucha gente, a veces las cosas están en la cuerda floja por motivos que se nos escapan de nuestras manos. Pero vete a saber las cosas que ocurren en las direcciones de los canales. Yo ahí me pierdo y no sé los motivos para aprobar o no una serie, pero después de sufrir un parón, por suerte se ha recuperado.
-¿Se esperaba este éxito?
-No pensaba que iba a tener esta repercusión, que casi se ha convertido en una especie de serie de culto, pero sí tenía esperanzas en que funcionara muy bien. Sobre todo porque es un género que no se explora mucho, el de aventura fantástica, y creía que por ahí sí que se podía convertir en una serie bastante adictiva para el público. Yo supe del proyecto haciendo 'Isabel', que estaba Javier (Olivares) de guionista, y ya me habló de él. Y cuando la idea se hizo más sólida fue una alegría muy grande, porque el riesgo que tomó TVE en ese momento es de alabar.
-En 'Isabel' hacía de Fernando el Católico. ¿A qué personaje le guarda más cariño?
-Lógicamente, a Fernando le tengo un cariño muy especial. Me dio muchas alegrías y era un personaje muy rico y muy agradecido de interpretar. Pero hay muchos que llevo en el corazón. Julián también se ha ganado un hueco al final. No sabría decir cuál es el mejor. Yo creo que, por suerte, me van llegando personajes que son una evolución para mí, algo que no he hecho, y a todos les tengo cariño.
-Entiendo que la respuesta de su padre (Sancho Gracia) a la anterior pregunta sería Curro Jiménez. ¿Cómo es ser su hijo?
-Para mí, una cosa muy normal (risas). Entiendo que la gente, desde fuera, pueda tener su criterio de cómo sería ser el hijo de Sancho, pero… era mi padre. Entonces, lo he vivido con mucha normalidad. Cuando crecemos con algo, es tu mundo y tu normalidad. Hace poco leí que Michael Douglas dijo tras morir su padre, Kirk Douglas, que para todos era Espartaco, pero para él y sus hermanos era simplemente 'papá'. Pues yo me siento identificado con eso.
-Siempre lo tuve bastante claro. En algún momento tuve dudas, pero existenciales de vida, en la posadolescencia, que estás un poco buscándote a ti mismo (risas). Supongo que alguna influencia he recibido, lógicamente. Con 5 y 6 años estaba caminando por rodajes de aquella época, que eran grandísimos, llenos de decorados maravillosos, de caballos, uniformes… Era muy impresionante, y supongo que, de alguna manera, esa magia y ese olor se me han quedado impregnados, claro.
-¿A qué época le gustaría viajar una tarde?
-En plan turista (risas). Supongo que sería bonito ver Roma en su época imperial, pero también qué ocurrió con 'El Empecinado' en 1808, en la Guerra de Independencia, o, de alguna manera, ver la Segunda Guerra Mundial. Hay muchos momentos históricos que me gustaría ver con mis ojos, pero eso, para una tarde. Para quedarme a vivir, me quedo donde estamos, que estamos mejor, a pesar de todo.
A continuación 'Página Dos' viaja a Torremolinos, para entrevista a Miguel Fernández. El escritor acerca al lector a la figura del músico Waldo de los Ríos, en su nueva obra 'Desafiando al olvido'. Es la historia de uno de los compositores más trascendentales del siglo XX en España.
En la sección ‘El Podcast’, analizará la evolución del cómic en los últimos 20 años. Y el dibujante Claudio Stassi mostrará cómo ha convertido 'La ciudad de los prodigios', de Eduardo Mendoza, en una novela gráfica.
TITULO:
ANTENA 3 TV | MASTERS DE LA REFORMA -Aldeanueva de la Vera convoca una plaza de controlador de aguas ,. El Lunes -22- Junio a las 22:45 por Antena 3, foto,.
Un proceso «interpretable»
No basta con derribar estatuas para cambiar el pasado, pero ese acto ¿sirve realmente para dar una vuelta a nuestro sistema de valores? Cabe, además, hacerse otra pregunta. ¿Podemos proyectar sobre 1492 la mentalidad, la estructura política o el derecho propio de nuestros días? Para Juan Pablo Fusi, catedrático de Historia de la Complutense, ese es «el más grave y frecuente de los anacronismos. Como decía Ortega, el hombre es fruto de sus circunstancias y la historia es movilidad y cambio. No entenderlo así nos lleva a errar el juicio y la comprensión de las cosas. Somos, en definitiva, lo que hemos ido siendo».De la misma opinión es el antropólogo Ricardo Sanmartín. La historia, asegura, es «un proceso en marcha, siempre inacabado, y como tal susceptible de interpretación». En este contexto, «un símbolo siempre es más complejo que el simple retrato de alguien. La historia nunca cabe en una estatua». Los principios éticos actualmente compartidos hacen difícil exaltar el racismo, la xenofobia o el antisemitismo. Pero comprender las circunstancias ajenas, o las del pasado, no significa aprobarlas, recuerda Sanmartín. A eso se refería esta semana el presidente francés Emmanuelle Macron, cuando se negó a quitar estatuas al tiempo que tachaba de empresa «odiosa» falsear el pasado.
Para Fusi, «sin Colon, Elcano o Magallanes, sin Núñez de Balboa, sin portugueses y españoles, no se entiende lo que fue la primera globalización del mundo. Un hecho de consecuencias colosales» que, admite, tiene también su lado oscuro: «la destrucción de un porcentaje muy alto de la población indígena y la esclavización de 12 millones de africanos negros».
Jonathan Mazower, de Survival International, no es de la misma opinión. «Por supuesto que Colón y otras figuras coloniales no deberían ser 'eliminados' de la historia, pero eso no significa que se las deba seguir venerando, que es en definitiva lo que se persigue cuando se levanta una estatua, honrar a quien se admira. Tanto si se derriban como si no, los países europeos deben revaluar honestamente su brutal pasado colonial. España, Gran Bretaña o Francia nunca han abordado los genocidios que infligieron a innumerables pueblos del mundo, ni la riqueza robada sobre la que se construyó Europa». En este sentido, y volviendo sobre los disturbios recientes, el activista señala que «a veces la ira no solo es buena, sino que es esencial para generar cambios», extremo que Sanmartín niega rotundo. La violencia, dice, «nunca puede ser una terapia».
Fernando García de Cortázar, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Deusto, advierte que ningún personaje de la historia resiste la aplicación de las normas morales de nuestro tiempo. «El pasado es inflamable, se manipula para alimentar el desorden colectivo, para justificar una matanza o una guerra. No existe pasado que no esté sometido al saqueo, ni historia que no pueda convertirse en un campo de batalla». Cortázar es crítico, por ejemplo, con quienes cuestionan por sistema el papel que España jugó en América. «Esa imagen de los conquistadores imponiendo la religión y la lengua a golpe de sable no es cierta. Nos hemos creído a pies juntillas todos los horrores que nuestros enemigos esparcieron, pero la realidad es que España trasvasa inmediatamente sus universidades al Nuevo Mundo, cosa que no hizo ningún otro país. La primera, la de Santo Domingo, casi un siglo antes de que en las colonias inglesas surgiese Harvard».
Ley de Memoria Histórica
Daniel Innerarity, catedrático de Filosofía Política, parafrasea Wittgenstein cuando dice que uno debería aprender a aceptar las arrugas de su rostro. «Tenemos dificultad para combinar la visión crítica de nuestro pasado con el reconocimiento de que nuestra historia es algo que no podemos rectificar. Al mismo tiempo, como seres históricos que somos, debemos asumir que las diversas generaciones tienen el derecho a reinterpretar esa historia de acuerdo con sus puntos de vista. Nadie puede considerar que su versión del pasado es irrevocable». Innerarity admite que atravesamos un momento de especial histrionismo iconoclasta, «pero deberíamos aprovechar este debate para reflexionar acerca del modo como contamos la historia, tradicionalmente asociada a gestas protagonizadas por varones básicamente militares y no, por ejemplo, por mujeres que sufren o por los oprimidos».¿Aguanta este escenario la comparación con el derribo de las estatuas de Franco o cambiar de nombre de calles, al amparo de la Ley de Memoria Histórica? Sanmartín y Fusi sostienen que no. «Las estatuas de Franco no se han derribado, se retiraron porque tenían una voluntad de glorificación de los vencedores de la guerra. Una decisión votada por autoridades legítimamente elegidas. La ley no es un acto violento, sino la decisión propia de un Estado de Derecho». García de Cortázar discrepa. A su juicio, «en un Estado democrático no corresponde ni al Parlamento ni al poder judicial definir la verdad histórica. Tratar de hacerlo desde el poder suena a totalitarismo y a intoxicación».
Quizá convenga recordar que entender el pasado es un ejercicio que se hace desde la actualidad y que cuando los actores del pasado estaban construyendo 'su' presente, interpretaban sus circunstancias para poder así crear un futuro. «El problema –resume Sanmartín– es que el futuro se elabora a tientas y nunca sale como uno se lo imagina».
«Si ahora molesta'Lo que el viento se llevó', ¿qué va a pasar con las películas de John Ford?»
La polémica de las estatuas ha coincidido con la retirada de la película 'Lo que el viento se llevó' del catálogo de contenidos de HBO, decisión que se atribuyó al retrato erróneo que el film hacía de la comunidad afroamericana. Aunque la cadena ha dado marcha atrás (ahora irá precedida de una discusión sobre el contexto histórico), cinco días han bastado para que hayan surgido reacciones airadas. «Es una locura –dice García de Cortázar–. ¿Qué va a ser lo siguiente? ¿Prohibir las películas de John Ford? ¿Si somos republicanos, echaremos a la hoguera los cuadros de Velázquez? ¿Si somos ateos, destruiremos la Piedad de Miguel Angel? Es una cruzada irresponsable, un auto de fe contra toda una civilización».A juicio de Ricardo Sanmartín, hay que enseñar que el cine es una ficción creadora de valores y educar al público para que lo vea con objetividad. «Hubo discriminación y sigue habiéndola, pero no mostrarlo es contraproducente», desliza el antropólogo, que pone como ejemplo 'Matar a un ruiseñor', «censurada en su día cuando sus contenidos son plenamente humanos y valiosos». Aunque para describirlos tuviera que servirse del racismo.
Viernes -26- Junio, a las 22.00, en Telecinco, foto,.
Rodolfo Sancho - Actor,.
iempre llevé con normalidad ser hijo de 'Curro Jiménez'»
Protagoniza 'El Ministerio del Tiempo', que cierra la temporada esta noche en La 1. «Julián se ha ganado un hueco en mi corazón», dice el intérprete,.
La actual temporada de 'El Ministerio del Tiempo', la serie producida por TVE en colaboración con Globomedia, echa el cierre esta noche a las 22.05 horas en La 1. Al frente del reparto está Rodolfo Sancho (Madrid, 45 años), hijo del actor Sancho Gracia, y por consiguiente del protagonista de 'Curro Jiménez', lo que provocó que de pequeño caminase «por rodajes de aquella época llenos de decorados maravillosos, de caballos, de uniformes…», y quedase «impregnado» de «esa magia y ese olor».-¿Cómo ha sido esta vuelta a la serie?
-Muy bonita, la verdad. Es una serie a la que le tengo un especial cariño y amor, y ha sido muy ilusionante. Sobre todo, porque la vuelta que tenía el personaje, esa evolución que sufre Julián extraña y misteriosa, era muy divertida de hacer y muy interesante como actor.
-¿Se permitiría volver a faltar, como ocurrió en la tercera temporada?
-Preferiría que no, pero en esta profesión nuestra nunca se sabe. Siempre digo que es una serie que, por algún motivo, cuando terminamos una temporada nunca sabemos si vamos a hacer la siguiente. A partir de ahí, la vida sigue, lógicamente, y uno tiene que seguir trabajando. Mi ilusión sería hacer otra temporada. Es una serie con un recorrido muy bueno y que a la gente le gusta mucho.
LAS FRASES:
- La serie.
- «Al público le gusta, tiene buenas críticas y repercusión en redes, y con todo eso está en la cuerda floja»
- Recuerdos de su niñez.
- «Con cinco años estaba caminando por rodajes llenos de decorados maravillosos»
-Y con una repercusión en redes sociales como yo no había visto… Eso es lo sorprendente. A pesar de todo eso, de las buenas críticas y de que lo ve mucha gente, a veces las cosas están en la cuerda floja por motivos que se nos escapan de nuestras manos. Pero vete a saber las cosas que ocurren en las direcciones de los canales. Yo ahí me pierdo y no sé los motivos para aprobar o no una serie, pero después de sufrir un parón, por suerte se ha recuperado.
-¿Se esperaba este éxito?
-No pensaba que iba a tener esta repercusión, que casi se ha convertido en una especie de serie de culto, pero sí tenía esperanzas en que funcionara muy bien. Sobre todo porque es un género que no se explora mucho, el de aventura fantástica, y creía que por ahí sí que se podía convertir en una serie bastante adictiva para el público. Yo supe del proyecto haciendo 'Isabel', que estaba Javier (Olivares) de guionista, y ya me habló de él. Y cuando la idea se hizo más sólida fue una alegría muy grande, porque el riesgo que tomó TVE en ese momento es de alabar.
-En 'Isabel' hacía de Fernando el Católico. ¿A qué personaje le guarda más cariño?
-Lógicamente, a Fernando le tengo un cariño muy especial. Me dio muchas alegrías y era un personaje muy rico y muy agradecido de interpretar. Pero hay muchos que llevo en el corazón. Julián también se ha ganado un hueco al final. No sabría decir cuál es el mejor. Yo creo que, por suerte, me van llegando personajes que son una evolución para mí, algo que no he hecho, y a todos les tengo cariño.
-Entiendo que la respuesta de su padre (Sancho Gracia) a la anterior pregunta sería Curro Jiménez. ¿Cómo es ser su hijo?
-Para mí, una cosa muy normal (risas). Entiendo que la gente, desde fuera, pueda tener su criterio de cómo sería ser el hijo de Sancho, pero… era mi padre. Entonces, lo he vivido con mucha normalidad. Cuando crecemos con algo, es tu mundo y tu normalidad. Hace poco leí que Michael Douglas dijo tras morir su padre, Kirk Douglas, que para todos era Espartaco, pero para él y sus hermanos era simplemente 'papá'. Pues yo me siento identificado con eso.
Un viaje a la Roma imperial
-¿Qué influencia ha tenido en su carrera? ¿Alguna vez se planteó otra opción?-Siempre lo tuve bastante claro. En algún momento tuve dudas, pero existenciales de vida, en la posadolescencia, que estás un poco buscándote a ti mismo (risas). Supongo que alguna influencia he recibido, lógicamente. Con 5 y 6 años estaba caminando por rodajes de aquella época, que eran grandísimos, llenos de decorados maravillosos, de caballos, uniformes… Era muy impresionante, y supongo que, de alguna manera, esa magia y ese olor se me han quedado impregnados, claro.
-¿A qué época le gustaría viajar una tarde?
-En plan turista (risas). Supongo que sería bonito ver Roma en su época imperial, pero también qué ocurrió con 'El Empecinado' en 1808, en la Guerra de Independencia, o, de alguna manera, ver la Segunda Guerra Mundial. Hay muchos momentos históricos que me gustaría ver con mis ojos, pero eso, para una tarde. Para quedarme a vivir, me quedo donde estamos, que estamos mejor, a pesar de todo.
TITULO: Detrás del muro - PÁGINA DOS -Los escritores Javier Sebastián y Miguel Fernández ,.
PÁGINA DOS - Los escritores Javier Sebastián y Miguel Fernández .
Martes 23 de Junio , a las 20.00, en La 2, foto.
'Página Dos', el programa sobre libros que dirige y presenta Óscar López, recibirá mañana a Javier Sebastián y Miguel Fernández y al dibujante Claudio Stassi. Esta semana el programa prestará atención a la evolución del cómic.
Javier Sebastián hablará con Óscar López de su última obra, 'El escapista', una novela llena de humor, protagonizada por una pareja de gemelos gigantes que intercambian sus papeles. El autor trata de la figura del doble, no como reflejo, sino como sombra, el doble como lo otro de uno mismo.A continuación 'Página Dos' viaja a Torremolinos, para entrevista a Miguel Fernández. El escritor acerca al lector a la figura del músico Waldo de los Ríos, en su nueva obra 'Desafiando al olvido'. Es la historia de uno de los compositores más trascendentales del siglo XX en España.
En la sección ‘El Podcast’, analizará la evolución del cómic en los últimos 20 años. Y el dibujante Claudio Stassi mostrará cómo ha convertido 'La ciudad de los prodigios', de Eduardo Mendoza, en una novela gráfica.
Aldeanueva de la Vera convoca una plaza de controlador de aguas,.
TITULO: Jordi Évole y Lo de Évole - Burbujas - Rosa Belmonte,.
Burbujas - Rosa Belmonte,.
Burbujas
Y no hablo de élites. Yo me acabo de enterar de la existencia de una burbuja. Compruebo con pasmo, tras el lío de 'Lo que el viento se llevó', la cantidad de gente de mi entorno, aunque más joven, que no ha visto 'Lo que el viento se llevó'. Personas que saben de cine, de televisión, que a lo mejor se dedican a ello… Bueno, algo así. Vamos por ahí, tan tranquilos, pensando que la gente con la que nos relacionamos es de la misma especie y zas, si gritas «¡Bonnie, Bonnie!» no sabe de qué demonios estás hablando.
Que no se trata de haber leído a Bertrand Russell. O de poder disertar de cómo Matilde de Inglaterra, Leonor de Aquitania y Margarita de Anjou lucharon por el poder en el medievo frente a un mundo de hombres. Ni de discutir qué performance de Marina Abramovic es mejor (o más mamarracha). Se trata de cultura popular, de haber visto 'Lo que el viento se llevó'. Claro, como no la han puesto en la tele nunca. Siempre tiene razón la más que burbujosa Emily Dickinson: «Vivimos como suizos, / tan tranquilos, tan fríos. / Y una tarde sin par / los Alpes desatienden sus cortinas / y miramos más lejos».
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