El domingo -21- Junio - a las 18:00 por La Sexta, foto,.
Luis Salaya,.
La oposición refuerza a Salaya,.
La desintegración de los grupos municipales de Vox y Ciudadanos le ha dado al gobierno socialista de Cáceres una tranquilidad de la que carecía al inicio del mandato,.
El nuevo alcalde quedó por lo tanto libre para gobernar sin ataduras, aunque sabiendo que para sacar adelante cada una de sus propuestas debería entenderse, además de con Unidas Podemos (3), con cuyo apoyo más o menos contaba en los asuntos esenciales, con algún otro grupo de la oposición. Pura aritmética de pleno. Pero el camino no tardó en allanársele de nuevo. El concejal de Vox, Teófilo Amores, anunció el 9 de octubre que dejaba el partido con el que obtuvo el acta y se convertía en edil no adscrito. Poco más de un mes después, el 18 de noviembre, el grupo municipal de Cs saltó por los aires al abandonarlo su cabeza de lista, Francisco Alcántara. Al día siguiente hizo lo mismo la también concejala naranja Mar Díaz, de manera que ambos ediles pasaban, al igual que Amores, a ser no adscritos, si bien hasta hoy han mantenido una unidad de acción común en el Ayuntamiento e incluso han fundado un nuevo partido político de ámbito provincial, Cáceres Viva.
Los meses previos al virus arreciaban las críticas a la inacción y la parálisis de un gobierno todavía inexperto
La pandemia del coronavirus, que a mediados
de marzo dejó el mundo en suspenso, también vino a abrir un paréntesis
en todas estas diatribas partidistas. Hasta se crearon grupos de trabajo
con miembros de todos los grupos municipales para colaborar en la
búsqueda de ideas que atenuaran los efectos de la crisis provocada por
la covid-19 con los escasos recursos de los que dispone el Ayuntamiento.
El ambiente político en la ciudad durante estos tres últimos meses ha
sido más de tregua que de poner palos en las ruedas, aunque con las
lógicas discrepancias por asuntos como el alcance de las medidas de
estímulo adoptadas o el retraso en ponerlas en marcha. Nada que ver al
menos con lo que pasaba en las semanas previas al estado de alarma,
cuando las críticas a la inacción y la parálisis del todavía inexperto
gobierno local arreciaban desde la oposición y los ánimos se iban
caldeando por momentos. El casi nulo contenido de muchas juntas de
gobierno y plenos municipales, en los que tan solo se daba cuenta de
asuntos de mero trámite y se debatían poco más que las mociones que
presentaba la oposición, contrastaba con la hiperactividad en las redes
sociales del alcalde y varios de sus concejales, y tenía asombrados
incluso a periodistas veteranos en la cobertura de los asuntos
municipales cacereños.Luis Salaya asegura, como hicieron otros antes que él ante acusaciones semejantes, que en este primer año se ha dedicado junto a su equipo a asentar las bases de lo que vendrá después. Habrá que ver si es así cuando pase la tregua de la pandemia y la gestión municipal vuelva a colocarse en el centro del debate.
En los últimos días ha sido curiosamente Unidas Podemos el grupo que ha encendido la luz roja al acusar a Salaya y su gobierno de no respetar el pacto que alcanzaron en enero para aprobar los presupuestos, una crítica que el alcalde ha asumido convocando con urgencia la mesa de seguimiento que se creó en el acuerdo para tratar posibles desavenencias. No parece por lo tanto que esa pequeña grieta se vaya a ensanchar hasta el punto de poner en peligro la estructura del edificio, al menos por ahora.
TITULO: ESPAÑOLES POR EL MUNDO - La pandemia en cuatro idiomas,.
La pandemia en cuatro idiomas,.
Sanitarios españoles en otros países comparten sus vivencias durante estos tres meses de lucha contra el virus, lejos de los suyos, y sus momentos de «depresión», «miedo», «orgullo» y «soledad», foto,.
«No somos superhéroes».
Joan Pons, enfermero catalán afincado en Inglaterra, rehúye la
categoría a la que la ciudadanía del mundo, al unísono, ha catapultado
al personal sanitario por su entrega, a veces a pecho descubierto, para
combatir el zarpazo letal del coronavirus durante tres devastadores
meses. No es falsa modestia. Simplemente, no se sienten así. Ellos
tampoco estaban preparados emocionalmente para asumir una emergencia tan
colosal y soportar el reguero incontenible de dolor y muerte que ha
dejado a su paso. Han salido adelante, pero no están indemnes. La
experiencia vivida ha sido demasiado impactante. Aún están conmovidos y
agotados, tratando de digerir decenas de escenas y de situaciones que
les llevaron al límite de sus capacidades. Y todavía no han regresado
del todo de allí. Han salvado muchas vidas, pero en este viaje siniestro
al que el Covid-19 nos ha llevado secuestrados y amordazados también
han dejado parte de las suyas.
En este tiempo han conocido, en sus formas más intensas, el abatimiento, el compañerismo, la impotencia, la vergüenza, la soledad, el agradecimiento, el abandono, la desesperación, la admiración y la desesperanza, emociones extremas que no siempre han sabido ni podido gestionar. Unos han estado en primera línea de la batalla, otros en segunda, pero todos han tenido que lidiar con la preocupación extra de tener a los suyos muy lejos y acechados por la misma amenaza.
Esa distancia también les ha permitido contemplar con otra perspectiva lo que ocurría en su país de origen desde sus respectivos destinos internacionales. Y comparar las distintas reacciones sociales.
La gaditana Marisol Ferreiro, miembro de la dirección médica en el Hospital Azienda Ospedaliera Universitaria Ospedali Riuniti de Ancona, en Italia; el cardiólogo cacereño Jesús Álvarez, investigador del equipo de Valentín Fuster, en el Hospital Monte Sinaí de Nueva York; el catalán Joan Pons, enfermero de UCI en el Hospital de Sheffield, en Gran Bretaña; y el malagueño Javier Gallego-Poveda, cirujano cardiopulmonar en varios centros sanitarios de Portugal, relatan desde sus países de acogida sus vivencias de la pandemia en cuatro idiomas.
En Ancona, una localidad costera de apenas 100.000 habitantes situada a 183 kilómetros al este de Florencia, «las cosas van mejor, pero están raras».
Más que una percepción visual suena a los sedimentos ásperos de una
experiencia que ella misma tilda de «apocalíptica». «He estado muy
nerviosa y deprimida. Ha habido veces en que no sabía si sería capaz de
seguir...», se confiesa.
A finales de febrero, cuando llegó el primer caso de coronavirus al hospital Azienda Ospedaliera Universitaria Ospedali Riuntini, en el que trabaja como codirectora médica, intuyó que se avecinaba una hecatombe. Supo enseguida que estaba en lo cierto. «Algunos mandos del centro desertaron. Desaparecieron. A mí me encargaron la coordinación del grupo operativo y los primeros días me sentí muy sola. Recibía hasta 200 llamadas del personal que no sabía cómo organizarse allí, en casa, para solventar problemas administrativos, sociales, legales, para tranquilizar y a veces solo para consolar... Ha sido muy 'toccante', como se dice aquí».
Cuando se mira en las fotos se estremece al ver las huellas que el agotamiento ha cincelado en su rostro. Al principio, el hospital contaba con una docena de camas para personas infectadas, pero el feroz virus no tardó en reventar las costuras del centro sanitario referente de la zona. Tuvieron que recurrir a un hospital de campaña para habilitar espacio donde atender a una avalancha de enfermos. Recita sin titubeos el parte de guerra: 462 pacientes de Covid, más otro centenar que llegó a Urgencias, 81 fallecidos y otros 7 probables, y 100 sanitarios contagiados, muchos fuera de aquí, matiza.
Los números no reflejan la cara de terror de los pacientes que ingresaban ante el estrés de unos sanitarios sin rostro, blindados en aparatosos trajes de plástico. Tampoco aquella caótica noche en que contó una cola de hasta diecisiete ambulancias con pacientes llegados de otras regiones del país esperando a ser atendidos, las discusiones entre el personal del hospital, la falta de información por parte de las autoridades, «la desesperación de no saber qué hacer».
«No olvidaré eso ni a mis colegas españoles envueltos en bolsas de basura. Pasé mucha vergüenza. Fue un escándalo. No sé cómo no ha habido dimisiones», enfatiza.
Hace
justo un año Jesús hacía las maletas para dejar temporalmente su plaza
de cardiólogo en el Hospital Sant Pau de Barcelona y embarcar en un
vuelo a Nueva York para profundizar en la investigación cardiovascular
junto a uno de los grandes, el catalán Valentín Fuster, director médico
del Monte Sinaí. No podía sospechar que apenas nueve meses más
tarde vería la bulliciosa ciudad que nunca duerme sitiada por un agente
invisible y mortífero, vaciada, aterrada y presa del insomnio.
«Recuerdo que el portero del hospital me hablaba del 11-S. Hubo muchas comparaciones en las primeras semanas, pero luego se vio que aquello tenía otra magnitud. A mediados de marzo, el centro sanitario estaban montando hospitales de campaña en los aledaños de Central Park. Era indescriptible, un escenario de guerra. Claro que pasé miedo, pero he tratado de mantenerme en mi papel de médico y ser lo más pedagógico posible para transmitir un poco de calma entre tanto dramatismo».
Mientras, el eminente cardiólogo español se las arreglaba, a sus 77 años, para dar la vuelta al gigante sanitario como si fuera un calcetín y acoger una tromba de hasta 2.200 contagiados. «Es una persona única. Desde el principio nos transmitió confianza y seguridad. No le ha temblado el pulso. Ha estado en primera línea, al pie del cañón. Cuando tienes un líder que te guía y te transmite confianza todo es más fácil».
Hay muchas lecciones que deja la pandemia. Una de ellas, destaca Álvarez, es que «no hay que politizar cuestiones que nos afectan por igual. Yo no soy un defensor de Trump, menos como científico, pero no ha sido un problema de él, como tampoco lo ha sido de Sánchez o de Merkel».
«Un día, antes de entrar a la unidad, tuve un ataque de pánico. No me vi capaz de estar 12 horas allí. Cuando
te pones un EPI, no puedes beber agua, ni ir al lavabo. Tienes que
planearlo todo antes de ponértelo, porque cuesta dinero.
Hacíamos turnos de 4 horas y luego parábamos media hora. Y vuelta a
empezar. Llevas tres guantes y pierdes el sentido del tacto. Resulta muy
difícil hacer así técnicas precisas. Con la mascarilla no te llega el
aire y el que respiras está caliente. Si se escapa es que no hay buen
sellado. Luego el visor y el gorro. Aquel día no pude. Mis jefes me
apoyaron. Llamé a un servicio telefónico de soporte emocional. Me
ayudaron a dar salida a mi ansiedad. No fui el único en llamar. Los
sanitarios no somos superhéroes, somos humanos y los humanos tenemos que
decir cuando no estamos bien, no hay que ocultarlo. Nosotros estábamos a
diario con la muerte y eso te impacta. Yo ya no podía seguir
acumulándolo. Necesitaba sacarlo fuera. Ahora he aprendido a escuchar mi
cuerpo y mi mente».
El barcelonés Joan Pons acaba de disfrutar de una semana de vacaciones, lejos del Hospital de Sheffield, a unos 270 kilómetros de Londres, donde trabaja. Las ha aprovechado para desplazarse hasta la Universidad de Oxford y dejarse pinchar. Él y otras 10.259 personas se han ofrecido voluntarias para participar en la segunda fase del ensayo clínico que realiza esa institución académica en su carrera por alumbrar una vacuna contra el virus. Desde la inyección, hace dos viernes, Joan tienen que tomarse la temperatura a diario y enviarla vía app; tomar muestras de su nariz y de su garganta cada semana y remitirlas mediante correo certificado, y una vez al mes acude a que le extraigan sangre. Así, durante los próximos doce meses. Por ahora no tiene síntomas.
Cuando contó en casa que después del confinamiento, del alejamiento físico de sus hijos para mantenerlo a salvo de un posible contagio y de la batalla librada en la UCI estaba ejerciendo de cobaya humana, se enfadaron. «La pandemia me ha afectado muchísimo en todos los sentidos, He visto en primera fila su crueldad y veo también cómo muchos vuelven a las calles como si fueran invencibles, sin protección. Quiero que 2021 venga libre del virus y eso solo es posible con una vacuna». Pons fue elegido en 2018 enfermero del año en Gran Bretaña.
A diferencia de España y de otros países, los vecinos portugueses parecen haber pasado de puntillas por la pandemia.
El médico malagueño Javier Gallego-Poveda, responsable de la Unidad de
cirugía cardiotorácica y vascular mínimamente invasiva, UMICS, por sus
siglas en inglés, con la que da servicio a varios hospitales privados
del país, conoce bien las razones. «Cuando la pandemia se desató en
Italia la gente sacó a sus hijos de los colegios y se metieron
voluntariamente en sus casas antes de que el Gobierno dijera nada. Las
universidades cerraron, lo que provocó un debate porque algunas voces
decían que era algo ilegal. A diferencia del español, el portugués es un
pueblo más temeroso y menos confiado. De hecho, los pacientes dejaron
de ir a las consulta por miedo a contagiarse, lo que ha derivado en un
incremento de muertes por infartos en casa».
Pero eso no lo explica todo. «Se compraron muchos tests, que resultaron válidos, y se han hecho de forma masiva. Es de los países europeos que más ha realizado. Tal vez porque apostaron por las empresas correctas para que los consiguieran, así como los EPIs». El cirujano mira al norte del país para explicar otro factor importante: la rápida reacción de las empresas textiles, que se apresuraron a cesar su actividad para ponerse a hacer equipos de protección individual, al igual que hicieron las firmas de ingeniería para fabricar respiradores. «Se temían lo peor, hasta el punto de que se prepararon hospitales privados para atender infectados y apenas se utilizaron. No fue necesario».
El efecto moderado del virus es, a juicio de Gallego-Poveda, una historia de suerte y de éxito. «Por la organización y la cohesión política. La oposición dijo desde el primer instante 'yo estoy aquí para lo que haga falta porque esto que ocurre está por encima de la política', lo que creo que es un ejemplo y que también ha sido importante pare contener la pandemia. Entretanto, en España, la guerra política seguía», se lamenta.
Pese a todo, Portugal tampoco puede relajarse. Volcados en el turismo desde la crisis financiera de 2008, encara un futuro «muy incierto». Y el virus también sigue entre ellos. En los últimos días Lisboa ha registrado un nuevo rebrote con 385 nuevos contagios.
El miercoles -17- Junio a las 21:00 por La 2, foto,.
En este tiempo han conocido, en sus formas más intensas, el abatimiento, el compañerismo, la impotencia, la vergüenza, la soledad, el agradecimiento, el abandono, la desesperación, la admiración y la desesperanza, emociones extremas que no siempre han sabido ni podido gestionar. Unos han estado en primera línea de la batalla, otros en segunda, pero todos han tenido que lidiar con la preocupación extra de tener a los suyos muy lejos y acechados por la misma amenaza.
Esa distancia también les ha permitido contemplar con otra perspectiva lo que ocurría en su país de origen desde sus respectivos destinos internacionales. Y comparar las distintas reacciones sociales.
La gaditana Marisol Ferreiro, miembro de la dirección médica en el Hospital Azienda Ospedaliera Universitaria Ospedali Riuniti de Ancona, en Italia; el cardiólogo cacereño Jesús Álvarez, investigador del equipo de Valentín Fuster, en el Hospital Monte Sinaí de Nueva York; el catalán Joan Pons, enfermero de UCI en el Hospital de Sheffield, en Gran Bretaña; y el malagueño Javier Gallego-Poveda, cirujano cardiopulmonar en varios centros sanitarios de Portugal, relatan desde sus países de acogida sus vivencias de la pandemia en cuatro idiomas.
Italia | Marisol Ferreiro Directora médica en un hospital de Ancona
«Cuando empezó todo hubo mandos que desertaron; me sentí sola»
A finales de febrero, cuando llegó el primer caso de coronavirus al hospital Azienda Ospedaliera Universitaria Ospedali Riuntini, en el que trabaja como codirectora médica, intuyó que se avecinaba una hecatombe. Supo enseguida que estaba en lo cierto. «Algunos mandos del centro desertaron. Desaparecieron. A mí me encargaron la coordinación del grupo operativo y los primeros días me sentí muy sola. Recibía hasta 200 llamadas del personal que no sabía cómo organizarse allí, en casa, para solventar problemas administrativos, sociales, legales, para tranquilizar y a veces solo para consolar... Ha sido muy 'toccante', como se dice aquí».
Cuando se mira en las fotos se estremece al ver las huellas que el agotamiento ha cincelado en su rostro. Al principio, el hospital contaba con una docena de camas para personas infectadas, pero el feroz virus no tardó en reventar las costuras del centro sanitario referente de la zona. Tuvieron que recurrir a un hospital de campaña para habilitar espacio donde atender a una avalancha de enfermos. Recita sin titubeos el parte de guerra: 462 pacientes de Covid, más otro centenar que llegó a Urgencias, 81 fallecidos y otros 7 probables, y 100 sanitarios contagiados, muchos fuera de aquí, matiza.
Los números no reflejan la cara de terror de los pacientes que ingresaban ante el estrés de unos sanitarios sin rostro, blindados en aparatosos trajes de plástico. Tampoco aquella caótica noche en que contó una cola de hasta diecisiete ambulancias con pacientes llegados de otras regiones del país esperando a ser atendidos, las discusiones entre el personal del hospital, la falta de información por parte de las autoridades, «la desesperación de no saber qué hacer».
«No olvidaré eso ni a mis colegas españoles envueltos en bolsas de basura. Pasé mucha vergüenza. Fue un escándalo. No sé cómo no ha habido dimisiones», enfatiza.
Estados Unidos | Jesús Álvarez Cardiólogo en el Monte Sinaí de Nueva York
«Recuerdo que el portero del hospital me hablaba del 11-S. Hubo muchas comparaciones en las primeras semanas, pero luego se vio que aquello tenía otra magnitud. A mediados de marzo, el centro sanitario estaban montando hospitales de campaña en los aledaños de Central Park. Era indescriptible, un escenario de guerra. Claro que pasé miedo, pero he tratado de mantenerme en mi papel de médico y ser lo más pedagógico posible para transmitir un poco de calma entre tanto dramatismo».
Mientras, el eminente cardiólogo español se las arreglaba, a sus 77 años, para dar la vuelta al gigante sanitario como si fuera un calcetín y acoger una tromba de hasta 2.200 contagiados. «Es una persona única. Desde el principio nos transmitió confianza y seguridad. No le ha temblado el pulso. Ha estado en primera línea, al pie del cañón. Cuando tienes un líder que te guía y te transmite confianza todo es más fácil».
Colegas fallecidos
Pero, aun así, no fue tan fácil. «Ver a los compañeros caer ha sido muy duro. Vimos que éramos vulnerables. Algunos de ellos, colegas en Barcelona y aquí, ya no están», se duele. En paralelo, se producía un hecho inédito en la historia de toda la comunidad científica, enfatiza: «todos los investigadores aparcaban de manera conjuntas sus investigaciones para estudiar el virus, su comportamiento y tratamientos. Yo incluido. Y en un tiempo récord estamos avanzando mucho», dice esperanzado.Hay muchas lecciones que deja la pandemia. Una de ellas, destaca Álvarez, es que «no hay que politizar cuestiones que nos afectan por igual. Yo no soy un defensor de Trump, menos como científico, pero no ha sido un problema de él, como tampoco lo ha sido de Sánchez o de Merkel».
Reino Unido | Joan Pons Enfermero de UCI en el Hospital de Sheffield
«Un día, antes de entraren la unidad, sufrí un ataque de pánico»
El barcelonés Joan Pons acaba de disfrutar de una semana de vacaciones, lejos del Hospital de Sheffield, a unos 270 kilómetros de Londres, donde trabaja. Las ha aprovechado para desplazarse hasta la Universidad de Oxford y dejarse pinchar. Él y otras 10.259 personas se han ofrecido voluntarias para participar en la segunda fase del ensayo clínico que realiza esa institución académica en su carrera por alumbrar una vacuna contra el virus. Desde la inyección, hace dos viernes, Joan tienen que tomarse la temperatura a diario y enviarla vía app; tomar muestras de su nariz y de su garganta cada semana y remitirlas mediante correo certificado, y una vez al mes acude a que le extraigan sangre. Así, durante los próximos doce meses. Por ahora no tiene síntomas.
Cuando contó en casa que después del confinamiento, del alejamiento físico de sus hijos para mantenerlo a salvo de un posible contagio y de la batalla librada en la UCI estaba ejerciendo de cobaya humana, se enfadaron. «La pandemia me ha afectado muchísimo en todos los sentidos, He visto en primera fila su crueldad y veo también cómo muchos vuelven a las calles como si fueran invencibles, sin protección. Quiero que 2021 venga libre del virus y eso solo es posible con una vacuna». Pons fue elegido en 2018 enfermero del año en Gran Bretaña.
Portugal | Javier Gallego-Poveda Cirujano cardiopulmonar en Lisboa
«Los portugueses se encerraron antes de quelo decretara el Gobierno»
Pero eso no lo explica todo. «Se compraron muchos tests, que resultaron válidos, y se han hecho de forma masiva. Es de los países europeos que más ha realizado. Tal vez porque apostaron por las empresas correctas para que los consiguieran, así como los EPIs». El cirujano mira al norte del país para explicar otro factor importante: la rápida reacción de las empresas textiles, que se apresuraron a cesar su actividad para ponerse a hacer equipos de protección individual, al igual que hicieron las firmas de ingeniería para fabricar respiradores. «Se temían lo peor, hasta el punto de que se prepararon hospitales privados para atender infectados y apenas se utilizaron. No fue necesario».
El efecto moderado del virus es, a juicio de Gallego-Poveda, una historia de suerte y de éxito. «Por la organización y la cohesión política. La oposición dijo desde el primer instante 'yo estoy aquí para lo que haga falta porque esto que ocurre está por encima de la política', lo que creo que es un ejemplo y que también ha sido importante pare contener la pandemia. Entretanto, en España, la guerra política seguía», se lamenta.
Pese a todo, Portugal tampoco puede relajarse. Volcados en el turismo desde la crisis financiera de 2008, encara un futuro «muy incierto». Y el virus también sigue entre ellos. En los últimos días Lisboa ha registrado un nuevo rebrote con 385 nuevos contagios.
El miercoles -17- Junio a las 21:00 por La 2, foto,.
Más de cien empresas de Malpartida de Cáceres piden ayudas públicas,.
TÍTULO: LA MAQUINA DE ESCRIBIR - Esta noche, 'En primera línea - La vuelta al trabajo de los comercios,.
LA MAQUINA DE ESCRIBIR - Esta noche, 'En primera línea - La vuelta al trabajo de los comercios, fotos,.
En primera línea': La vuelta al trabajo de los comercios,.
Este miércoles 17 de
junio, a las 22.45, Antena 3 emite una nueva entrega 'En primera línea',
que analiza cómo está siendo la vuelta a la vida normal tras la crisis
del coronavirus.
Atresmedia ha homenajeado en sus especiales de En primera línea a todos los trabajadores cuyo esfuerzo y compromiso están permitiendo superar la crisis originada por la pandemia del coronavirus y, en esta ocasión, los reporteros del programa se desplazan a cuatro de las calles más populares y emblemáticas de España para mostrar cómo están recobrando poco a poco su actividad tras el parón originado por la pandemia del coronavirus. La Gran Vía de Madrid, las Ramblas de Barcelona, la calle Sierpes, en Sevilla y la Estafeta, en Pamplona, recuperan su vitalidad y la esencia de los centros neurálgicos más transitados de nuestro país.
Atresmedia ha homenajeado en sus especiales de En primera línea a todos los trabajadores cuyo esfuerzo y compromiso están permitiendo superar la crisis originada por la pandemia del coronavirus y, en esta ocasión, los reporteros del programa se desplazan a cuatro de las calles más populares y emblemáticas de España para mostrar cómo están recobrando poco a poco su actividad tras el parón originado por la pandemia del coronavirus. La Gran Vía de Madrid, las Ramblas de Barcelona, la calle Sierpes, en Sevilla y la Estafeta, en Pamplona, recuperan su vitalidad y la esencia de los centros neurálgicos más transitados de nuestro país.
Poco a poco, recuperando la normalidad
Este especial muestra cómo vecinos y comerciantes de toda la vida se afanan ahora en recuperar al público local y
en promocionar los espacios cedidos desde hace años a los turistas.
Reivindican la vida de barrio sin renunciar al visitante internacional
que, a partir del 1 de julio, entre en la Península.
Por primera vez, desde que se instaló la famosa cuenta atrás de la calle Estafeta de Pamplona, el reloj marca más de 365 días, que quedan para el chupinazo más anhelado, el del 6 de julio de 2021.
Este es el sexto especial de En primera línea,
tras los ya emitidos en homenaje a los sanitarios, a los trabajadores
de sectores esenciales, a los cuerpos de seguridad del Estado o a las
familias.
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