BLOC CULTURAL,

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domingo, 10 de mayo de 2015

REVISTA XL SEMANAL , SILENCIO POR FAVOR - PORTADA - Reinas del 'casting' / EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA -Siempre pinchamos en hueso,.

TÍTULO: REVISTA XL SEMANAL ,  SILENCIO POR FAVOR - PORTADA - Reinas del 'casting' ,.

Reinas del 'casting' / fotos

Donde ponen el ojo ponen el Goya o, al menos, una nominación. Eva Leira y Yolanda Serrano se han convertido en las hadas madrinas del cine español. Las directoras de 'casting' más deseadas del momento nos cuentan cómo descubrieron a actores como Dani Rovira, Alberto Ammann, María Valverde o Jesús Castro.
Aquí no hay colas, ni ansiedad ni largas esperas con actores que se miran los unos a los otros para ver quién parece más seguro de sí mismo. La oficina de Eva Leira y Yolanda Serrano, situada al lado de la Gran Vía madrileña, está diseñada para calmar el pánico. Colores suaves, una cocina donde siempre hay café y una salita de espera con cama incluida por si se necesita un poco de relax en posición horizontal. Las responsables de casting de algunos éxitos del cine español como 'Ocho apellidos vascos', 'La isla mínima' o 'El Niño' piden improvisación durante sus pruebas, pero ellas no dan puntada sin hilo. Cada papel requiere una particularidad, y su labor consiste en encontrar el talento que la cumpla. Y así fue como descubrieron a Dani Rovira, Alberto Ammann, María Valverde o Jesús Castro. Actores que ni siquiera pudieron imaginar que aquellas dos chicas que tanto insistían en que fueran ellos mismos conseguirían situar su nombre entre los más deseados por la industria cinematográfica.
XL. Desde fuera, uno se imagina que una oficina de casting es un lugar con grandes colas y muchos nervios...
Yolanda Serrano. Sabemos que el nivel de angustia de los actores cuando llegan aquí es tan grande que intentamos hacer todo lo posible para que se sientan como en casa.
Eva Leira. No nos gusta que nadie tenga que esperar y no concebimos que se creen situaciones tensas o que se encuentren varios actores para una misma prueba. ¿Qué sacaríamos de bueno? Además, siempre hablamos con los candidatos e intentamos tranquilizarlos diciéndoles que no queremos a alguien que sirva para todo, sino el personaje adecuado para cada película. No existe entrevista modelo.
XL. Entonces ¿qué hay que hacer para convencerlas?
Eva. Nada, lo más bonito es cuando brilla tu particularidad. Cuando eso que tú tienes y que te hace único es justo lo que buscamos. Por eso pedimos a la gente que sea ella misma. Sé que es un poco poético, pero es algo muy parecido al amor. Sacamos lo más escondido que hay dentro de cada actor.
XL. Javier Gutiérrez, Karra Elejalde, Carmen Machi, Dani Rovira y Nerea Barros. Casi hacen el pleno al quince en los premios Goya de este año con esa estrategia suya del amor. 
Eva. Y estamos superorgullosas. En el caso de Javier, por ejemplo, lo interesante fue el giro que dio en 'La isla mínima', con un papel totalmente alejado de la comedia. O Nerea, una gallega que se convirtió en la princesa de las marismas del Guadalquivir. Fueron dos grandes apuestas.
XL. Y entre ustedes, ¿cuándo surge el flechazo?

Eva. Fue durante el casting de 'La flaqueza del bolchevique', en 2002. Yo ya había trabajado como ayudante de su director, Manuel Martín Cuenca, y había hecho audiciones para películas como 'El Bola', donde descubrimos a Juan José Ballesta.
Yolanda. Yo estaba en la productora de la película y, cuando descubrí cómo trabajaban, quise entrar a formar parte del equipo. Jamás había visto el cuidado que ellos ponían al hacer los castings. Yo era actriz y había hecho algunas pruebas, así que sabía lo que se sufre al estar al otro lado: largas esperas, mucha angustia...
XL. Y fue entonces cuando hicieron su primer descubrimiento como equipo: María Valverde...
Eva. María sale de un casting de tres mil chicas. Hicimos muchas pruebas a actrices ya consagradas, y Yolanda se encargó de ir a los institutos para hacer entrevistas. Buscábamos una mirada que nadie pudiera olvidar.
Yolanda. En el libro de 'La flaqueza', el personaje de María se da la vuelta y el protagonista se queda enganchado a ella, no solo por su belleza, sino por su magnetismo. Y nunca nadie se dio la vuelta como lo hizo María durante la prueba [ríe].
Eva. Luego tuvimos que convencer a mucha gente porque había chicas más famosas que ella que habían hecho el casting. Ahora parece que eso no se discute tanto, pero en ese momento era casi impensable.
XL. ¿Y qué hicieron para conseguir que entrara?
Yolanda. Nos plantamos [se ríe]. Está claro que María no era la más guapa, pero tiene algo, una luz que le sale de dentro.
Eva. Lo hemos hecho más veces, lo de apostar por alguien en contra de todas las opiniones. Nos pasó también con Alberto Ammann y con Dani Rovira. Hubo que convencer a mucha gente que no estaba por la labor.
XL. Imagino que los que no veían a Dani Rovira en 'Ocho apellidos vascos' ahora les estarán haciendo a ustedes la ola.
Eva. Ni te imaginas. Lo que ocurre es que el productor siempre quiere la manzana roja preciosa que le va a dar el éxito asegurado, y un actor nuevo supone un riesgo. Pero si tú vas con seguridad, te ven el órdago.
Yolanda. Nosotras nos reímos mucho cuando algún cazatalentos dice que iba en el metro y de repente se encontró al Harry Potter de turno. Es mentira, aquí hay mucho trabajo detrás. Por supuesto que jugamos con la intuición, de eso vivimos, pero hay que trabajarlo mucho.
XL. ¿Qué vieron en Dani para apostar por él?
Eva. Hicimos muchas pruebas a otros actores de comedia, pero Dani brillaba más que nadie. Yo utilizo a mi hijo como oráculo de Delfos, porque creo que hay que estar muy conectada con diferentes sectores y edades de la sociedad y, cuando me dijo que Dani era especial y lo vimos en el teatro, supe que tenía razón.
Yolanda. Eva vino alucinada de aquella actuación y me dijo que tenía que verlo, así que lo llamamos, le hicimos una prueba y supimos que era él.
XL. Pero ni de lejos se imaginarían el fenómeno en el que se convirtió, supongo. 
Eva. Era un tipo que llevaba tres años llenando el teatro todos los martes y que tenía un millón de seguidores en Twitter. Está claro que algo había, pero jamás pensamos que esto llegaría tan lejos.
Yolanda. Dani nos decía: «Chicas, no me dejéis suicidarme, ¿lo voy a hacer bien?». Y nosotras, con toda seguridad, le contestábamos: «Lo vas a hacer genial». Nunca lo dudamos.
XL. Y ahora todos les pedirán un Dani Rovira...
Yolanda. Y siempre contestamos: «Espera, que abro el cajón de los Danis a ver qué me queda» [ríe].
Eva. Nos pasó lo mismo con Megan Montaner en 'El secreto de Puente Viejo', que fue una revolución. Y desde entonces, cuando nos llaman para una serie, siempre nos dicen que quieren una Megan. 
XL. ¿Y ha habido alguien que se les haya resistido?
Eva. Llevamos mucho tiempo detrás de un videoblogger, El Rubius, pero se nos está escapando. Nos encantaría hacerle alguna prueba.
XL. ¿Cuál es el lugar más extraño donde han encontrado a sus personajes?
Yolanda. Hemos ido a todas partes: institutos, colegios, mercados, ONG e incluso a una cárcel, como nos pasó cuando trabajamos para 'Celda 211'.
XL. Porque algunos de los figurantes de aquella película habían sido 'inquilinos' de la prisión de Zamora donde se rodó, ¿no?

Yolanda. Así es. Cogimos a exconvictos y presos de tercer grado y les propusimos una prueba para ver cómo reaccionaban. Yo me ponía delante de ellos y los acusaba de haberme robado. ¿Y tú sabes lo increíble que es cuando un preso te sigue el juego y responde para defenderse?
Eva. Vivimos varias situaciones increíbles. Hubo gente que se enganchó perfectamente.
XL. ¿Y nunca se les va de las manos?
Yolanda. Eva siempre sabe hasta dónde podemos llegar y me salva. Corta la situación en cuanto ve que algo pueda escaparse de nuestro control.
Eva. En ese caso, recuerdo que también hicimos el casting a un camionero de Zamora. Su prueba consistía en que llegaba a la ventanilla de la Seguridad Social a las dos menos cinco y ya habían cerrado. Su reacción fue brutal. Como Bombita en 'Relatos salvajes' [se ríe]. Él mismo se dio cuenta y luego nos decía: «No sé qué me ha pasado. Os juro que yo no soy así».
XL. ¿Les costó mucho encajar a Alberto Ammann en este proyecto, cuando nadie lo conocía todavía?
Yolanda. A Alberto lo conocimos a través de un casting que organiza la agencia Kuranda y nos quedamos prendadas de él. Cuando lo llamamos para 'Celda', le pillamos poniendo copas en un chiringuito de Cádiz y se vino en autobús sin dormir en toda la noche. Le avisamos de que esto iba a ser duro.
Eva. Al principio Daniel Monzón, el director de la película, no entendía nada, pero tiene una capacidad increíble de escuchar y de tirarse al río, así que no le importó la poca experiencia de Alberto.
XL. Y los actores consagrados, ¿no las odian por proponer a gente tan novel?
Yolanda. En absoluto. Nosotras buscamos al mejor para cada papel y, si no lo encontramos entre los más conocidos, lo buscamos fuera; es normal.
Eva. Por ejemplo, Rubén Cortada, que lo fichamos para 'El tiempo entre costuras'. Había hecho muy pocas cosas y mira ahora. O Jesús Castro, para 'El Niño', que salió de un casting de tres mil entrevistas y nunca había trabajado como actor. Lo vimos en una minientrevista a través del móvil y nos gustó tanto que tuvimos que utilizar a su amigo de gancho para conseguir que viniera a las pruebas.
XL. ¿Tanto se les resistió 'el niño'?
Eva. Estamos seguras de que acudió al casting que organizamos en su instituto porque lo convocamos a media mañana y así se saltaba las clases [se ríe]. Se vino para acompañar a un amigo, pero lo convencimos de que siguiera adelante. Después de esa entrevista seguimos citándolos a los dos para no perder a Jesús.
Yolanda. Esto de los castings tiene un punto en el que hay que hacer estrategias, como en el amor. Es como llevar de compras a la hermana del chico que te gusta [se ríe].
XL. ¿Y cómo es eso de tener que decirle a alguien que no?
Yolanda. Nunca te acostumbras y la experiencia no ayuda. Lo peor es cuando tienes que dar la mala noticia a alguien que ha vivido un proceso muy largo contigo.
Eva. Intentamos no dar muchas explicaciones porque creo que no ayuda. En el fondo, siempre tiene que ver con algo que no tienes y ponerlo en evidencia no cambia nada.
Yolanda. De nuevo, es como en la pareja. Cuando te deja un novio y le pides explicaciones. ¿Te apetece que te diga que la otra es más joven? En el fondo, no quieres saberlo.
Mi primer 'casting'. Alberto Ammann
En realidad yo iba a ser electricista, pero me echaron de la escuela por faltas y mala conducta», bromea Alberto. Y menos mal, porque unos años después se convertiría en la apuesta de Yolanda y Eva para coprotagonizar 'Celda 211' con Luis Tosar. «Me entró miedo porque me pilló de sopetón. Recuerdo que estuve dos horas en un locutorio leyendo el guion y llorando porque no podía creer que fuera a hacer un casting para algo así». Fueron muchas entrevistas, pero «ellas consiguen que todo parezca más fácil de lo que es». Después vino la prueba con Tosar: «Me equivoqué y me quedé en blanco. Entonces, Luis me dio un pie muy bueno y conseguí salir adelante. Ahora sé que eso fue lo que convenció al director».
Mi primer 'casting'. María Valverde
Yolanda ha sido parte de mi familia durante años. En casa de mis padres hay una foto enmarcada con ella», confiesa María. La actriz, que conoció a las directoras de casting con 14 años para 'La flaqueza del bolchevique', recuerda que le preguntaron cuándo había sido la última vez que había llorado. «Y fue como si tocaran un botón especial: empecé a llorar y no pude parar». La actriz asegura que lo bueno de Eva y Yolanda es que se arriesgan: «En mi caso fue dura la elección: el productor no me quería, y ellas dijeron que o era yo o no seguían con la película». La apuesta terminó con el Goya a la mejor actriz revelación en 2003. «Empecé la casa por el tejado. Luego ha sido muy complicado construir hacia abajo», concluye.
Mi primer 'casting'. Jesús Castro
Cuando mi compañero me dijo que se iba a presentar al casting de 'El Niño' en nuestro instituto, le contesté: '¿Pero tú te crees que te van a coger para hacer de prota en un peliculón?'», asegura Jesús. «Yo fui por acompañarlo, pero me dio reparo y me eché para atrás. Entonces, Yolanda me cogió del brazo y me obligó a entrar». Y aquel día empezó su gran viaje. «En la primera prueba, me acusaron de robar y yo me enfadé muchísimo». Un año después, su nombre sonaba entre los nominados al Goya como actor revelación.
Mi primer 'casting'. Dani Rovira
El padre de Yolanda se puso malo justo cuando iba a acompañar a su nieto al teatro para ver a Dani Rovira, y ella se ofreció a sustituirlo. Así empezó la aventura del actor para 'Ocho apellidos vascos'. Con una recaudación de 56 millones de euros y más de 9,5 millones de espectadores, el resto es historia. «Creo que estaré agradecido al gripazo del abuelo el resto de mi vida -bromea Dani-. Para el primer casting, no tenía a nadie con quien ensayar, así que me grabé a mí mismo en el móvil haciéndome la réplica».
Maquillaje y peluquería: Pedro Cedeño (Talents), para Chanel y Ghd; y Paula Soroa, para Chanel y Aussie. Foto de apertura: Alberto lleva camiseta, de American Vintage; pantalón, de Dockers; y deportiva, de New Balance. María, chaleco, de Bydanie; minifalda, de Alex Vidal; camiseta, de El Corte Inglés; y sandalias, de Pura López. Dani, cazadora, de Antony Morato; camiseta, de Adolfo Domínguez; y deportivas, de Geox. Yolanda, blusa, de Silvia Heach para Moca Couture; pantalón, de Elisabetta Franchi para Moca Couture; y zapatos de Pura López. Eva, Vestido, de Max Mara; y zapatos, de Stuart Weitzman; Jesús, con chaqueta, de Harmont & Blaine; camiseta, de American Vintage; y pantalón y zapatillas, de Antony Morato. En la página 21, Alberto lleva camisa, de Esprit; y pantalón, de Levi's; y María, camisa, de Bydanie; y vaquero, de Levi's. En la página 22, Jesús, con bomber, de Altona Dock; camiseta, de American Vintage; pantalón, de U de Adolfo Domínguez; y deportivas, de Tommy Hilfiger; y Dani, camisa de Dolores Promesas; pantalón, de U.S. Polo; y deportivas, de Asics.

TÍTULO:  EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA -Siempre pinchamos en hueso,


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Voces airadas o burlonas sonaron hace poco porque un equipo de científicos -gente seria, por otra parte- identificó algunos restos óseos de Cervantes en la iglesia de las Trinitarias de Madrid, donde llevaban perdidos casi cuatrocientos años. Hubo quien defendió el asunto, como mi amigo Ignacio Camacho y algún otro, pero la mayor parte se lo tomó a chacota. Algunas de esas voces adversas procedían de gente respetable, con criterio digno de ser tenido en cuenta -mis también amigos Javier Marías y Francisco Rico, por ejemplo-, pero otras eran simplezas de imbéciles o cantamañanas envanecidos, a quienes Cervantes y su obra siempre importaron un carajo, pero que vieron en este asunto la oportunidad de ponerse estupendos. Para qué remover osarios, coincidían las críticas de unos y otros. A quién importa eso, a estas alturas. Lo que hay que hacer con Cervantes es leerlo. Etcétera.
Exactamente por las mismas fechas, en la pérfida Albión y a punto de caramelo para el cuarto centenario de la muerte de Shakespeare, que es el año que viene y coincide con la de Cervantes, la catedral de Leicester acogía, con gran aparato formal, los huesos del muy shakesperiano rey inglés Ricardo III, que un equipo de arqueólogos descubrió bajo las obras de un aparcamiento. En fin, y para entendernos: mientras en España nos choteábamos de la búsqueda de la tumba del autor del Quijote, afirmando que era una pérdida de tiempo y una gilipollez, los ingleses utilizaban el hallazgo de los huesos de un rey al que Shakespeare dedicó una de sus grandes obras de teatro para montar un número patriótico-cultural de padre y muy señor mío, que incluyó procesión fúnebre con miles de personas presenciando el paso del féretro, escolta militar y oficio religioso católico -Ricardo III lo era- en la catedral de Leicester. O sea, que el mismo episodio de unos huesos perdidos y hallados sirve en Inglaterra para montar un pifostio de homenaje a Shakespeare y a su personaje con lecturas y representaciones de la obra, visitas turísticas, difusión cultural y atractivo extra para la ciudad de Leicester, mientras que en España no vale más que para que los doctos hagan chistes, los oportunistas arruguen el hocico, y la alcaldesa de Madrid, esa paladín de la cultura municipal, se haga una foto antes de que los huesos, Cervantes y las Trinitarias, identificados o no, vuelvan a verse sepultados en el olvido.
Resumiendo más, y dicho en corto: somos una cochina vergüenza. Tenemos el cuarto centenario de la muerte de Cervantes y de la publicación de la segunda parte del Quijote a la vuelta de la esquina, coincidiendo con lo de Shakespeare; y mientras los ingleses preparan una gigantesca conmemoración nacional de orgullo cultural y potencia lingüística, para la que Ricardo III es una forma de calentar motores, aquí, en el cogollo cervantino, bandera de esa patria enorme de 500 millones de hispanohablantes que se extiende a ambas orillas del Atlántico, nos descojonamos de risa o ponemos en solfa una humilde búsqueda que ha costado menos de 120.000 euros -lo que se gasta un político en tres noches de cocaína y putas-, y cuyo resultado, no en manos de gestores analfabetos e incompetentes, sino de gente con criterio y visión de futuro, podría ser, o haber sido, la creación de un foco cultural, de un punto de peregrinaje obligatorio para turistas, de un motivo de patriotismo cultural, de un pretexto magnífico para honrar la memoria de Cervantes y para llegar con el marketing y la tienda de regalos -de algo se parte y algo siempre queda- allí donde no alcanzan los planes de estudio ni la pedagogía.
Pero claro. Todo eso ocurriría en un país normal culturalmente hablando, como lo son Inglaterra o Francia -¿imaginan si el Quijote lo hubieran escrito ellos?-, y no en esta triste España en la que no ya los huesos de Cervantes, sino también los de Calderón, Quevedo, Lope de Vega, Herrera, Claudio Coello, Murillo, Jorge Juan y tantos otros se perdieron para siempre. Una España en la que, cuando en 1899 se edificó el actual Panteón de Hombres Ilustres, no se encontraron restos de ninguno para enterrar allí. Dense una vuelta por ese lugar, que está en Madrid, cerca de Atocha, y verán que hasta en las lápidas quedamos retratados como lo que somos y nos gusta ser: Sagasta, Prim, Cánovas del Castillo... Sólo políticos. La cultura y la ciencia, como de costumbre, ni están ni se las espera. Por eso merecemos que el año que viene los ingleses, con su Shakespeare, nos den bien dado por ese lugar exacto donde siempre nos dieron, nos dan y nos van a dar.

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