La pasión oriental de Fortuny
Fue cronista gráfico de la primera
guerra de Marruecos y se enamoró de su luz. 'El vendedor de tapices'
muestra su atracción por lo árabe.
El autor: Mariano Fortuny Marsa(Reus Tarragona, 1838-Roma, 1874)
Pintor de éxito internacional
La Diputación de Barcelona lo envió a Marruecos para dibujar una crónica de la guerra entre 1859 y 1860. Debía retratar los triunfos de las tropas del general Prim, pero el pintor desvió su mirada hacia la vida cotidiana. Marruecos le fascinó, incluso estudió el idioma. Su atracción por lo árabe se trasluce en otras obras como La odalisca o La batalla de Tetuán. Fortuny fue uno de los artistas más exitosos e internacionales de su generación. Al morir (a los 36 años) se subastó su colección de obras y objetos, y se alcanzaron cifras altísimas.
1. El motivo: una escena popular
Fortuny acabó esta acuarela en 1870 en París, recién llegado de su estancia en Marruecos. La escena muestra un motivo muy popular entre los pintores orientalistas de la época: un vendedor de alfombras en un bazar, en este caso, en Tánger. Este tipo de mercados ofrecían la posibilidad de retratar una gran variedad de personajes y de captar el colorido llamativo del género, sobre todo de las alfombras.
2. El instante: momento de negocios
La imagen congela el momento en el que un posible comprador inspecciona una tela. El cliente observado por el dueño examina la alfombra muy de cerca; y su mano, con los dedos extendidos, parece comprobar la calidad del tejido. Su figura está prácticamente tapada por otro personaje, un pastor y músico, acompañado por su cabra y con un instrumento de cuerda en la espalda.
3. Los objetos: de coleccionista
En torno al puesto que principalmente ofrece alfombras, encontramos todo tipo de objetos, como una lámpara, utensilios de cobre, una vasija de barro o un detalle de un plato escondido casi en la trastienda. Fortuny pintó los personajes y la escena en general tirando de memoria. Sin embargo, los objetos los pintaba al natural, ya que en su estudio guardaba una magnífica colección.
4. Contrastes: blanco y negro
Como maestro de la luz, Fortuny crea grandes contrastes en la composición. El fondo negro del puesto contrasta con el primer plano, pintado en tonos claros, un ocre y marrón que transmiten la sequedad del clima. La pared, de ladrillos de barro y pintada en parte con cal, refleja la luz cegadora y hace que el blanco brille más de lo normal.
5. Las alfombras: un ambiente teatral
Las pesadas alfombras que decoran el puesto aportan un aire teatral, como si de pesadas cortinas se tratase y la función estuviera a punto de comenzar. Esta acuarela tuvo un éxito inmediato. Se presentó en una exposición en París en 1870. Théophile Gautier la elogió. La compró, por 20.000 francos, el banquero vasco Cristóbal Murrieta. En 1956, la adquirió el industrial Josep Sala. En 1980 llegó al Museo de Monserrat como parte del legado de Sala.
6. El guardia: figura inusual
Mientras en el puesto vecino dos personajes parecen charlar sin prestar atención, nuestra escena es observada atentamente por un guardia africano, fuertemente armado. Su ropaje contrasta con el color oscuro de su piel. El atuendo es estrafalario: porta una especie de turbante de colores con los que de nuevo Fortuny juega con el contraste. Llaman la atención su pose y el juego de ola de sus brazos.
El vendedor de tapices, 1870 / Acuarela con toques de témpera sobre papel. / 59 x 85 cm / Museo de Montserrat, Barcelona. Donación Josep Sala Ardíz,1980
Para saber más: Museo de Bellas Artes de Bilbao. Programa La obra invitada. Hasta el 13 de julio. Museo Plaza, 2, 48009 Bilbao. Teléfono: 944 39 60 60.
Desayuno,.
Con muchos huevos
«Escribo hasta las cuatro de la mañana y desayuno a las doce: una tortilla francesa de tres huevos (a veces le meto dentro atún), un zumo de naranja y un cruasán».
Cena ,. Un filete de pescado con tomate, lechuga, pan, beber agua, postre una manzana,.
TÍTULO: EL BOTIJO - Cartas sorprendentes: Intimidades, al descubierto ,.
fotos - EL BOTIJO - Cartas sorprendentes: Intimidades, al descubierto ,.
Historia
Pintor de éxito internacional
La Diputación de Barcelona lo envió a Marruecos para dibujar una crónica de la guerra entre 1859 y 1860. Debía retratar los triunfos de las tropas del general Prim, pero el pintor desvió su mirada hacia la vida cotidiana. Marruecos le fascinó, incluso estudió el idioma. Su atracción por lo árabe se trasluce en otras obras como La odalisca o La batalla de Tetuán. Fortuny fue uno de los artistas más exitosos e internacionales de su generación. Al morir (a los 36 años) se subastó su colección de obras y objetos, y se alcanzaron cifras altísimas.
1. El motivo: una escena popular
Fortuny acabó esta acuarela en 1870 en París, recién llegado de su estancia en Marruecos. La escena muestra un motivo muy popular entre los pintores orientalistas de la época: un vendedor de alfombras en un bazar, en este caso, en Tánger. Este tipo de mercados ofrecían la posibilidad de retratar una gran variedad de personajes y de captar el colorido llamativo del género, sobre todo de las alfombras.
2. El instante: momento de negocios
La imagen congela el momento en el que un posible comprador inspecciona una tela. El cliente observado por el dueño examina la alfombra muy de cerca; y su mano, con los dedos extendidos, parece comprobar la calidad del tejido. Su figura está prácticamente tapada por otro personaje, un pastor y músico, acompañado por su cabra y con un instrumento de cuerda en la espalda.
3. Los objetos: de coleccionista
En torno al puesto que principalmente ofrece alfombras, encontramos todo tipo de objetos, como una lámpara, utensilios de cobre, una vasija de barro o un detalle de un plato escondido casi en la trastienda. Fortuny pintó los personajes y la escena en general tirando de memoria. Sin embargo, los objetos los pintaba al natural, ya que en su estudio guardaba una magnífica colección.
4. Contrastes: blanco y negro
Como maestro de la luz, Fortuny crea grandes contrastes en la composición. El fondo negro del puesto contrasta con el primer plano, pintado en tonos claros, un ocre y marrón que transmiten la sequedad del clima. La pared, de ladrillos de barro y pintada en parte con cal, refleja la luz cegadora y hace que el blanco brille más de lo normal.
5. Las alfombras: un ambiente teatral
Las pesadas alfombras que decoran el puesto aportan un aire teatral, como si de pesadas cortinas se tratase y la función estuviera a punto de comenzar. Esta acuarela tuvo un éxito inmediato. Se presentó en una exposición en París en 1870. Théophile Gautier la elogió. La compró, por 20.000 francos, el banquero vasco Cristóbal Murrieta. En 1956, la adquirió el industrial Josep Sala. En 1980 llegó al Museo de Monserrat como parte del legado de Sala.
6. El guardia: figura inusual
Mientras en el puesto vecino dos personajes parecen charlar sin prestar atención, nuestra escena es observada atentamente por un guardia africano, fuertemente armado. Su ropaje contrasta con el color oscuro de su piel. El atuendo es estrafalario: porta una especie de turbante de colores con los que de nuevo Fortuny juega con el contraste. Llaman la atención su pose y el juego de ola de sus brazos.
El vendedor de tapices, 1870 / Acuarela con toques de témpera sobre papel. / 59 x 85 cm / Museo de Montserrat, Barcelona. Donación Josep Sala Ardíz,1980
Para saber más: Museo de Bellas Artes de Bilbao. Programa La obra invitada. Hasta el 13 de julio. Museo Plaza, 2, 48009 Bilbao. Teléfono: 944 39 60 60.
Desayuno,.
Con muchos huevos
«Escribo hasta las cuatro de la mañana y desayuno a las doce: una tortilla francesa de tres huevos (a veces le meto dentro atún), un zumo de naranja y un cruasán».
Cena ,. Un filete de pescado con tomate, lechuga, pan, beber agua, postre una manzana,.
TÍTULO: EL BOTIJO - Cartas sorprendentes: Intimidades, al descubierto ,.
fotos - EL BOTIJO - Cartas sorprendentes: Intimidades, al descubierto ,.
Cartas sorprendentes: Intimidades, al descubierto
Reinas que van a ser ejecutadas y se
despiden con orgullosa dignidad; grandes hombres que intentan impedir
guerras; mujeres que apaciguan a los gobernantes; artistas que
coleccionan fetiches; genios que comercian con sus inventos... La
correspondencia privada desnuda a los protagonistas de la Historia. Una
nueva antología desvela importantes intimidades epistolares. Se las
mostramos.
Winston Churchill estaba insoportable en junio de 1940. Sus colaboradores, desesperados por sus ataques de ira, recurrieron a su mujer.
Clementine le escribió una carta maravillosa. «Mi querido Winston: me he percatado de un empeoramiento de tus modales y de que no eres tan amable como antes», le dice. «No soporto que quienes sirven al país y a ti no te aprecien, además de admirarte y respetarte», continúa. Le recuerda que él siempre ha recitado que «solo por medio de la calma se gobiernan los corazones». Confiesa que le cuesta decirle estas cosas. Y se despide, cariñosa: «Te ruego perdones a tu amorosa, devota y vigilante Clemmie».
Esta misiva es una de las que recopila Shaun Usher en 'Cartas memorables', una antología de textos con impactantes despedidas, declaraciones, testimonios... Gracias a la correspondencia se conoce mejor a los protagonistas de la Historia y se accede a lo trascendente a través de lo doméstico. Se entera uno de menudencias como las recetas caseras de la reina Isabel II de Inglaterra. O se accede a asuntos de gran enjundia como los intentos de Galileo Galilei de 'vender' en 1610 al dogo de Venecia un aparato nuevo que ha inventado, un telescopio que puede «descubrir las naves enemigas dos horas antes de que puedan ser detectadas con la visión natural». «Os aseguro que mantendré en el mayor de los secretos este nuevo artificio y solo se lo mostraré a Vuestra Alteza», promete el científico.
Estremecedora es la narración que hace Plinio el Joven de la erupción del Vesubio que sepultó Pompeya y Herculano. En una carta espléndida dirigida al historiador Tácito, Plinio narra con ritmo de novela de aventuras el desconcierto inicial; la desaparición de su tío, el naturalista Plinio el Viejo, que partió hacia el foco de la tragedia para documentarla y para ayudar; la estampida de las víctimas; la lluvia de ceniza y piedras pómez... «No dejé escapar ni un lamento o grito de terror, pues tristemente me consolaba en mi hado mortal por el convencimiento de que el mundo al completo moriría conmigo, y yo con él», confiesa. Su carta es el único documento histórico que da cuenta de aquella tragedia. La recoge Simon Garfield en Postdata (Taurus).
Impactante es la carta que María Estuardo, reina de Escocia, dirige el 8 de febrero de 1587 a su cuñado el rey Enrique III de Francia: «Hoy, después de cenar, me han dado a conocer la sentencia: me van a ejecutar, como a un criminal cualquiera». Y así fue. La orden partió de su prima y enemiga la reina Isabel I de Inglaterra.
Sorprende leer cómo Fidel Castro pide dinero al presidente de los Estados Unidos. Lo hizo, a los doce años, en una misiva con membrete de su colegio. Sobrecogedora es la despedida del explorador británico Robert Falcon Scott. Escribe a su mujer a 70 grados bajo cero. «Para mi viuda» es el encabezamiento. Que no se preocupe, que su muerte será dulce, le dice. «Lo peor de esta situación es la idea de no volver a verte», confiesa. Le pide que se case de nuevo si encuentra a otro hombre, que eduque bien a su hijo (de dos años) e insiste en que no se arrepiente de haber emprendido tan peligrosa expedición y de haber servido a su país. La carta la encontraron junto al cadáver de Scott meses después de su muerte, en 1912, cuando regresaba del Polo Sur.
Shaun Usher recopila textos de santos; de enamorados (Abelardo y Eloísa); de emperadores como Marco Aurelio, que muestra su pasión erótica en su correspondencia adolescente con un profesor... Hay textos de artistas; de papas; de genios como Leonardo da Vinci o Petrarca, un maestro de correspondencias: en una epístola a Bocaccio en 1365 se da por enterado de que sus cartas las están copiando distintos amanuenses. A Petrarca solo le importa que la letra sea clara.
De Elvis Presley a Richard Nixon.
«Necesito acreditación de agente federal». Elvis coleccionaba placas de organismos oficiales. En 1970 escribe al presidente de los Estados Unidos desde el avión que lo lleva a Washington. Se quedará en un hotel «todo el tiempo que haga falta para conseguir las credenciales». «Quiero ser agente federal por mi cuenta», le dice. Nixon le entregó la placa en la Casa Blanca.
De Isabel II a Eisenhower.
Mis panecillos. Eisenhower alabó los scones de Balmoral. La reina le da la receta.
De Gandhi a Hitler.
«Por el bien de la humanidad». «Usted es la única persona del mundo que puede evitar la guerra», dice Gandhi a Hitler en julio de 1939. La carta nunca llegó a su destino por una interferencia del Gobierno británico.
De Fidel Castro a Roosevelt.
«Dame un billete verde». En un inglés macarrónico, Fidel con 12 años pide dinero al presidente de los Estados Unidos. «Si quieres, dame un billete de 10 dólares verde americano, en la carta, porque no he visto nunca uno». Ofrece su colaboración: «Si quieres hierro para hacer tus barcos, yo te enseño las minas de hierro más grandes del país». Y se despide: «Tu amigo. Fidel Castro».
De Mick Jagger a Andy Warhol.
«Dime cuánto te gustaría cobrar». Andy Warhol va a diseñar la portada del nuevo disco de los Rolling Stones. Mick Jagger le pide que no haga algo complicado porque «más jodida resulta la producción y más fastidiosos los retrasos. [...] Y dime cuánto dinero te gustaría cobrar», le dice. Warhol diseñó la mítica portada del disco Sticky fingers: un primer plano de una bragueta masculina muy abultada y con una cremallera real.
De Mario Puzo a Marlon Brando.
«He escrito un libro titulado 'El Padrino'». «Usted es el único capaz de protagonizarlo». Puzo apremia a Brando para que pida el papel.
Para saber más: Cartas memorables. Shaun Usher. Editorial Salamandra.
Clementine le escribió una carta maravillosa. «Mi querido Winston: me he percatado de un empeoramiento de tus modales y de que no eres tan amable como antes», le dice. «No soporto que quienes sirven al país y a ti no te aprecien, además de admirarte y respetarte», continúa. Le recuerda que él siempre ha recitado que «solo por medio de la calma se gobiernan los corazones». Confiesa que le cuesta decirle estas cosas. Y se despide, cariñosa: «Te ruego perdones a tu amorosa, devota y vigilante Clemmie».
Esta misiva es una de las que recopila Shaun Usher en 'Cartas memorables', una antología de textos con impactantes despedidas, declaraciones, testimonios... Gracias a la correspondencia se conoce mejor a los protagonistas de la Historia y se accede a lo trascendente a través de lo doméstico. Se entera uno de menudencias como las recetas caseras de la reina Isabel II de Inglaterra. O se accede a asuntos de gran enjundia como los intentos de Galileo Galilei de 'vender' en 1610 al dogo de Venecia un aparato nuevo que ha inventado, un telescopio que puede «descubrir las naves enemigas dos horas antes de que puedan ser detectadas con la visión natural». «Os aseguro que mantendré en el mayor de los secretos este nuevo artificio y solo se lo mostraré a Vuestra Alteza», promete el científico.
Estremecedora es la narración que hace Plinio el Joven de la erupción del Vesubio que sepultó Pompeya y Herculano. En una carta espléndida dirigida al historiador Tácito, Plinio narra con ritmo de novela de aventuras el desconcierto inicial; la desaparición de su tío, el naturalista Plinio el Viejo, que partió hacia el foco de la tragedia para documentarla y para ayudar; la estampida de las víctimas; la lluvia de ceniza y piedras pómez... «No dejé escapar ni un lamento o grito de terror, pues tristemente me consolaba en mi hado mortal por el convencimiento de que el mundo al completo moriría conmigo, y yo con él», confiesa. Su carta es el único documento histórico que da cuenta de aquella tragedia. La recoge Simon Garfield en Postdata (Taurus).
Impactante es la carta que María Estuardo, reina de Escocia, dirige el 8 de febrero de 1587 a su cuñado el rey Enrique III de Francia: «Hoy, después de cenar, me han dado a conocer la sentencia: me van a ejecutar, como a un criminal cualquiera». Y así fue. La orden partió de su prima y enemiga la reina Isabel I de Inglaterra.
Sorprende leer cómo Fidel Castro pide dinero al presidente de los Estados Unidos. Lo hizo, a los doce años, en una misiva con membrete de su colegio. Sobrecogedora es la despedida del explorador británico Robert Falcon Scott. Escribe a su mujer a 70 grados bajo cero. «Para mi viuda» es el encabezamiento. Que no se preocupe, que su muerte será dulce, le dice. «Lo peor de esta situación es la idea de no volver a verte», confiesa. Le pide que se case de nuevo si encuentra a otro hombre, que eduque bien a su hijo (de dos años) e insiste en que no se arrepiente de haber emprendido tan peligrosa expedición y de haber servido a su país. La carta la encontraron junto al cadáver de Scott meses después de su muerte, en 1912, cuando regresaba del Polo Sur.
Shaun Usher recopila textos de santos; de enamorados (Abelardo y Eloísa); de emperadores como Marco Aurelio, que muestra su pasión erótica en su correspondencia adolescente con un profesor... Hay textos de artistas; de papas; de genios como Leonardo da Vinci o Petrarca, un maestro de correspondencias: en una epístola a Bocaccio en 1365 se da por enterado de que sus cartas las están copiando distintos amanuenses. A Petrarca solo le importa que la letra sea clara.
De Elvis Presley a Richard Nixon.
«Necesito acreditación de agente federal». Elvis coleccionaba placas de organismos oficiales. En 1970 escribe al presidente de los Estados Unidos desde el avión que lo lleva a Washington. Se quedará en un hotel «todo el tiempo que haga falta para conseguir las credenciales». «Quiero ser agente federal por mi cuenta», le dice. Nixon le entregó la placa en la Casa Blanca.
De Isabel II a Eisenhower.
Mis panecillos. Eisenhower alabó los scones de Balmoral. La reina le da la receta.
De Gandhi a Hitler.
«Por el bien de la humanidad». «Usted es la única persona del mundo que puede evitar la guerra», dice Gandhi a Hitler en julio de 1939. La carta nunca llegó a su destino por una interferencia del Gobierno británico.
De Fidel Castro a Roosevelt.
«Dame un billete verde». En un inglés macarrónico, Fidel con 12 años pide dinero al presidente de los Estados Unidos. «Si quieres, dame un billete de 10 dólares verde americano, en la carta, porque no he visto nunca uno». Ofrece su colaboración: «Si quieres hierro para hacer tus barcos, yo te enseño las minas de hierro más grandes del país». Y se despide: «Tu amigo. Fidel Castro».
De Mick Jagger a Andy Warhol.
«Dime cuánto te gustaría cobrar». Andy Warhol va a diseñar la portada del nuevo disco de los Rolling Stones. Mick Jagger le pide que no haga algo complicado porque «más jodida resulta la producción y más fastidiosos los retrasos. [...] Y dime cuánto dinero te gustaría cobrar», le dice. Warhol diseñó la mítica portada del disco Sticky fingers: un primer plano de una bragueta masculina muy abultada y con una cremallera real.
De Mario Puzo a Marlon Brando.
«He escrito un libro titulado 'El Padrino'». «Usted es el único capaz de protagonizarlo». Puzo apremia a Brando para que pida el papel.
Para saber más: Cartas memorables. Shaun Usher. Editorial Salamandra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario