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Atentar contra el honor y la dignidad
de intelectuales reconocidos a través de descubrimientos de pequeños
detalles de sus vidas, en muchos casos burdos chismes, que pudieron ser
errores o acciones condicionadas por circunstancias externas, en la
mayoría de los casos muy complicadas, y muy distintas a las que vivimos
actualmente, me parece una infamia. Y mencionar a los autores sin
reconocer el aporte a la cultura y al humanismo que representa su obra
me parece una vileza de la peor especie.
Es lo que hace el escritor Andrés Trapiello en su recién reeditada obra titulada Las armas y las letras
en alusión a la frase quijotesca: "Quítenseme de delante los que
dijeren que las letras hacen ventaja a las armas". Deducimos de su texto
que para Trapiello no.
El autor de Las armas y las letras es un reconocido
escritor de más de cincuenta libros escritos a lo largo de tres décadas,
lo cual tiene mucho mérito, a no ser que detrás del escritor haya todo
un lobby de escribidores dedicados a la investigación documental y
redacción de sus textos. Todo lo que escribe Trapiello tiene un sello
de marca: la misma apariencia, planteamientos parecidos, las mismas
expresiones, que en esta obra se cumplen a rajatabla.
Muchos de sus libros están dedicados a la Guerra Civil y a la posguerra españolas como la novela Días y noches que ya he comentado en otra ocasión. Otros relatan sus experiencias personales como la saga del Salón de los pasos perdidos (es el nombre de un salón de conferencias del Congreso de los Diputados y Los pasos perdidos
ya fueron utilizados por el novelista cubano Alejo Carpentier y por ese
gran periodista que fue Corpus Barga para contarnos sus vidas) que se
compone de varios volúmenes de casi mil páginas cada uno. Algunos más
sobre literatura como Al morir Don Quijote donde rellena
más de cuatrocientas páginas elucubrando sobre lo que pudo acontecer
después de la muerte del Caballero de la Triste Figura, en mi opinión
sus imaginaciones no representan ninguna novedad en la obra cervantina
ni despiertan ningún interés.
El objetivo de un ensayo histórico debe ser siempre el de clarificar los
hechos y las intenciones de los protagonistas de los episodios del
pasado, pero jamás enturbiarlos. No basta con no acusar, tampoco es
aceptable dejar las cosas en el aire para que el lector se lleve a
engaño, porque equivale a sugerir falsedades. Es un método de exponer
argumentos que dialécticamente podría admitirse pero cuando se analizan
hechos y actitudes del pasado donde ya no están los protagonistas para
responder se convierte en una ruindad. Desgraciadamente, ésta es la
impresión que nos dejan los ensayos de Trapiello que no en vano se ha
ganado en algunos círculos la reputación de "Trampiello".
El autor descarga cualquier responsabilidad en el lector, porque nos
advierte que su obra no es un ensayo, pero añade que tampoco es una
novela. ¿Cómo diferenciar entonces la realidad de la ficción de lo que
cuenta? Ante esta afirmación el autor se encuentra libre de decir
cualquier barbaridad y el lector de creérsela o no.
Aparte de ciertas omisiones en su lista de "Las personas del drama" como
la de John Dos Passos, colaborador de Hemingway, decidido luchador
antifascista, que influyó en el bando republicano a través de sus
novelas Manhattan Transfer (1929) y Rocinante vuelve al camino
(1930) etc. publicadas por la editorial republicana Cenit, Trapiello
maneja una documentación exhaustiva de lugares, fechas y anécdotas,
algunas de poca credibilidad. Además contiene dos útiles apéndices, uno,
el ya citado que contiene datos incompletos de las personas que
intervinieron en las Letras de las Armas y otro de la cronología de los
hechos más sobresalientes durante los tres años de guerra.
En el prólogo declara que la tesis de Las armas y las letras
es que la Guerra Civil no se produjo entre dos Españas sino entre dos
facciones minoritarias extremistas y que el resto de la población
pertenecía a una España virginal que no participó en la guerra y que
podría denominarse la tercera España.
Lo primero que sorprende es que un libro que no es un ensayo sostenga
una tesis e intente probar una hipótesis mezclando hechos reales,
suposiciones, imaginaciones, anécdotas que corrían entre los bandos, y
si me apuran chascarrillos. No nos parece serio.
Negar que en 1os años 30 hubiera dos concepciones políticas
mayoritariamente asentadas en la sociedad, por un lado los germanófilos
partidarios de Hitler y por otro los partidarios de las libertades de
los países democráticos, que dominaban toda la política de la época, es
faltar a la verdad. Con sólo abrir los periódicos de esos años vemos que
había una polarización clara entre las dos concepciones del mundo que
eran diametralmente opuestas. ¿Que también había exaltados en uno y otro
bando? Claro que sí, los ha habido siempre, aún hoy en el año 2010 los
hay, pero ellos solos no pasan de romper farolas, no llegan a hacer una
guerra. La Guerra Civil fue un enfrentamiento entre dos filosofías
opuestas, y así la vio el mundo entero y por eso vinieron a España miles
de brigadistas extranjeros de Francia, Bélgica, Polonia, Estados
Unidos... a luchar contra el nazismo que empezaba a imponerse en Europa.
En la guerra de España se materializaron las dos concepciones políticas
imperantes en el mundo en el primer cuarto del siglo XX.
La segunda deducción del autor es que si en las armas no hubo dos
Españas, en las letras tampoco. ¿Esperaba Trapiello encontrar a los
escritores enfrentados atacándose con las plumas en ristre al igual que
los soldados lo hacían con las armas en las trincheras? También los
hubo, allí están las hemerotecas para comprobarlo, pero lo fundamental
no era eso sino el espíritu fascista o democrático que inspiraban sus
escritos. La firma del Manifiesto a favor de la República (1936) en las
primeras horas candentes del Golpe de Estado de Franco, demuestra qué
escritores estaban a favor de la República: Menéndez Pidal, Antonio
Machado, J.R. Jiménez, Luis Cernuda, Rosa Chacel, María Zambrano, Manuel
Altolaguirre... entre otros muchos. Y quienes no.
TÍTULO: EL HOROSCOPO, IÑIGO DOMINGUEZ, CORRESPONSAL DE VOCENTO EN ROMA, PREMIO CIRILO RODRIGUEZ,.
El periodista, autor de los libros 'Crónicas de la Mafia' o 'Mediterráneo descapotable', recibe la distinción en la tradicional ceremonia de entrega en Segovia,.foto
El corresponsal de El Correo-Grupo Vocento en Roma, Íñigo Domínguez, se ha alzado con el XXXI Premio de Periodismo 'Cirilo Rodríguez', un galardón que convoca anualmente la Asociación de la Prensa de Segovia (APS) para distinguir la labor de corresponsales y enviados especiales españoles en el extranjeros.Domínguez (Avilés, 1973) ha trabajado en lugares como Venezuela, Grecia y Balcanes y es corresponsal en Roma desde 2001. Experto en Italia, ha visto pasar por allí varios presidentes, innumerables escándalos, muchos ministros y tres papas, lo que le ha convertido en uno de los periodistas que mejor comprende el país más allá de los tópicos.
El periodista Ramón Lobo valoró al presentar su candidatura su capacidad para "bucear" en una nación "difícil para ser corresponsal", pues además de Italia está el Vaticano, "dos universos en los que resulta muy fácil caer en estereotipos". Domínguez es también autor de libros, entre ellos 'Crónicas de la Mafia' o 'Mediterráneo descapotable'.
El fallo del jurado se ha dado a conocer este viernes en una gala celebrada en el Parador de Turismo de Segovia, en la que el ganador ha recibido un cheque de 6.000 euros y una pieza de vidrio conocida como 'Lente de la tierra'.
Como finalistas de esta trigésimo primera edición figuran el fotoperiodista y cámara Ricardo García Vilanova y el corresponsal de TVE en Moscú Luis Pérez, que han sido premiados con mil euros cada uno.
El Premio en memoria del periodista segoviano Cirilo Rodríguez, corresponsal de RNE en Nueva York que narró la llegada del hombre a la luna, está considerado como el más prestigioso en su categoría. Este año ha sido patrocinado por el Ayuntamiento, la Diputación de Segovia y Bankia y cuenta con la colaboración de Iberia, Paradores y el Centro Nacional del Vidrio
En otras ediciones se han hecho con él Manu Leguineche, Diego Carcedo, Felipe Sahagún, José Virgilio Colchero, Javier Martín Domínguez, Hermann Tertsch, Beatriz Iraburu, Juan Jesús Aznárez, Angela Rodicio y José Luis Márquez, Román Orozco, Ferrán Sales, Gervasio Sánchez, Pilar Bonet y Juan Fernández Elorriaga.
También lo han ganado Vicente Romero, Evaristo Canete, Fran Sevilla, Ramón Lobo, Juan Cierco, Tomás Alcoverro, Javier Espinosa, Enric González, Rosa María Calaf, Javier del Pino, Joaquim Ibarz, Soledad Gallego-Díaz y Eugenio García Gascón. Cierran la lista Enrique Ibáñez, Mónica Bernabé y Marc Marginedas.
Un jurado de prestigio
La presidenta de la Federación de Asociaciones de Periodistas de
España (FAPE), Elsa González, subrayó en la primera reunión del jurado,
celebrada en abril, la dificultad para mantener un premio como el
'Cirilo Rodríguez', un galardón "de gran categoría" y que cuenta con un
jurado independiente "a la altura de los premiados y de los finalistas".Según dijo, "esa particularidad es imprescindible para elevar el valor que tiene lo que se premia, teniendo en cuenta que el periodismo precisa de ética, independencia, calidad y estar en el lugar de los hechos".
González valoró el hecho de que muchos de los candidatos al Premio son 'freelance' y lo pasan especialmente mal, por lo que el galardón de la APS "es una forma de destacar el periodismo que sostiene las libertades, la justicia y la democracia".
Del jurado, que preside el titular de la APS, Alfredo Matesanz, son miembros natos la presidenta de la FAPE y los reporteros Tomás Alcoverro, Ramón Lobo, Gervasio Sánchez y Felipe Sahagún. Ha formado parte del mismo además el ganador del año pasado, Marc Marginedas, enviado especial de El Periódico de Catalunya a lugares de conflicto. Como secretario ha actuado el también secretario de la APS, Miguel Ángel López.
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