El domingo -28- ABRIL a las 18:00 por La Sexta, foto,.
Lara Álvarez: «Tener a Isabel Pantoja es una bomba»
La presentadora se lleva 200 bikinis a 'Supervivientes', que regresa este miércoles a Telecinco,.
Con entre 180 y 200 bikinis para 95 días e «infinitas grabaciones», Lara Álvarez (Gijón, 32 años) está de nuevo en Honduras, donde suele perder «tres o cuatro kilos» para presentar una nueva edición de 'Supervivientes', que arranca este miércoles en Telecinco a las 22.00 horas. Finalmente, ni estará sola, ni acompañada por una nueva cara, sino que Jorge Javier Vázquez, que pasó por una intervención quirúrgica tras sufrir un ictus, ha recibido el visto bueno de los médicos para incorporarse a la expedición. «Estaba deseando poder presentar uno de sus programas favoritos. No tiene sentido sin él, porque le da un toque y una chispa muy especial. Estaba en un reposo que no quería, pero que le tocaba, y está con muchísimas ganas y muchísima fuerza», comenta Álvarez sobre su compañero en la nueva edición del 'reality', que cuenta con 15 rostros confirmados. Entre ellos, Isabel Pantoja, Chelo García Cortés, Carlos Lozano, Azúcar Moreno y Colate Vallejo-Nágera. Aunque hasta el último momento puede haber novedades.- ¿Cómo afronta su quinto año presentando el programa?
Pensaba que se me iban a ir quitando, pero cada año tengo más ganas de volver. Además, es la que menos información he tenido de todo. Me dijeron que iba a ser la edición de las sorpresas, y lo está siendo hasta para los presentadores. Y para los espectadores, claro, porque hasta la primera gala no vamos a conocer el 'casting' cerrado. Hasta el último minuto puede pasar de todo.
- ¿Qué le parecen los concursantes?
Muy potentes. Creo que Colate es uno de los grandes desconocidos y que puede dar muchísimo juego. A Omar lo conocemos de 'Gran Hermano', pero no tiene nada que ver una casa con una isla. Las circunstancias que se dan son completamente distintas. Aunque conozcamos al personaje, siempre descubrimos otro tipo de perfil. Tener a Isabel Pantoja es un puntazo. Una bomba. Siempre hablamos de un 'casting' potente, pero no solo por los nombres, sino por la mezcla que se origina. Se espera mucho de la gente joven, pero la que suele sorprender es la de mediana edad. Viene con ganas, pasada de vueltas de la vida, y que viene a hacerlo también a la isla.
- ¿Qué balance hace de su etapa en Mediaset?
Estoy superagradecida. Llevo cinco años si no me equivoco, y cada paso que doy, más y más contenta. Al final, esta casa me está abriendo las puertas a una vida profesional a la que no puedo poner una pega. Y 'Supervivientes' ha sido un máster en todo, también en lo personal. Al final, no trabajas con un equipo, convives con un equipo. Aprendes de 180 personas. Hay gente que lleva yendo 12 años, y algunos que vienen de la edición italiana que están seis meses allí.
- ¿Dónde cree que reside el éxito de 'Superviventes?
Nos gusta ver chicha, discusiones, el morbo, quién acaba con quién. pero también la supervivencia, y eso no lo tiene otro 'reality'. Aquí la gente adelgaza, lo pasa mal. No hay nada guionizado ni pactado.
- ¿Y cómo encaja las críticas que reciben estos formatos?
Bien. Al final es un tipo de programa que ve tanta gente, que no puedes gustar a todo el mundo. Y hasta la gente que lo critica lo ve. Siempre es guay la crítica constructiva, pero no siempre la encuentras. Hay mucha crítica por crítica, que es igual de respetable, porque en el fondo piensas: lo estás viendo. Algo bien estamos haciendo para que aunque genere rechazo, la gente lo vea y se enganche, pero la opinión es libre.
TITULO: ESPAÑOLES POR EL MUNDO -Un siglo con guarnición fija y el general que unió a Cáceres y Badajoz,.
El compañero Manuel Caridad vuelve a estar mal. Deprimido porque todos los jóvenes de su familia se han ido fuera de Extremadura
a buscar trabajo; cansado de solo ir a entierros y a ni una alegre
boda, se atrinchera en los bares, se refugia en el alcohol... y la
bebida cada vez le sienta peor.
Los amigos hemos hecho un plan para ayudarle: salimos con él a pasear por la Ronda Norte o a contemplar la ciudad desde La Montaña, y cuando no queda más remedio que entrar con él en un bar, vamos a los de camareros amigos con los que tenemos acordado que sus cañas tengan el 80% de cerveza sin alcohol. Él se las bebe diciendo que la cerveza ya no es lo que era, pero ya no hay que llevarle a casa dando trompicones.
Es hijo y nieto de militar y a mí, para tenerle ocupado, se me ha ocurrido hablarle de que en este 2019 se cumplen 100 años desde que tenemos una guarnición permanente en Cáceres, y que, sabiendo él del tema, bien me podía ayudar a buscar documentación para hacer un reportaje sobre este siglo del Ejército en Cáceres.
Dorándole así la píldora le tengo entretenido, dándome de vez en cuando el avance de lo que encuentra. De esta manera el otro día me dijo que tenemos la guarnición permanente exactamente desde el 2 de julio de 1919, cuando fue destinado definitivamente a Cáceres el Regimiento de Infantería de Segovia número 75, regimiento que fue creado el 20 de enero de 1694 con el sobrenombre de El Confundido. Le pedí que me hiciera el favor de averiguar el motivo del sobrenombre, y después de andar investigando me dijo: «Nadie sabe ahora en qué se confundieron, debió ser en algún hecho de armas a finales del siglo XVII en Marruecos o en el siglo XVIII en Italia».
Caridad me vino con fotos de la infanta Isabel, 'la Chata', cuando vino a Cáceres el 23 de octubre de 1919 para ser madrina del regimiento cacereño, entregándole al día siguiente su bandera en un solemne acto militar en el Paseo de Cánovas.
Al preguntarle dónde estaba acuartelado el regimiento, me vino con una foto del desaparecido seminario de Galarza, que estaba en la calle Parras y se convirtió en Cuartel de Infantería. «Aquí estuvieron – me dijo –, también en la Casa de los Caballos, que ahora es parte del Museo de Cáceres, y en la Casa de los Caldereros, hasta que en 1926 se fueron al cuartel Infanta Isabel que se levantó junto a la Plaza de Toros». El viejo seminario se derribó en 1969, y su fachada se trasladó al Palacio Episcopal, en la Plaza de Santa María.
Recogió en un libro de Germán Sellers que el regimiento de Cáceres intervino en la Guerra de Marruecos en 1921, estando también en África en 1922 y en 1924. Me contó de manera pormenorizada que en la Guerra Civil, formando parte del 'bando nacional', el regimiento, que pasó a llamarse Argel número 27, se dividió en tres batallones, que participaron en casi todos los frentes. Una tarde me vino asombrado con las bajas del regimiento de Cáceres durante la Guerra: ¡1.534 muertos y 345 desaparecidos!
Luego se extinguió el regimiento Argel número 27 para dar paso al Centro de Instrucción de Reclutas (C.I.R.) número 3, que se creó el 9 de diciembre de 1964, contando con el acuartelamiento Santa Ana de la carretera de Mérida, que ahora se llama Cefot número 1, y que es donde más soldados profesionales se forma de toda España.
Buceando en los orígenes del regimiento permanente, dio con el general Esponda, una figura que le encantó. Nacido en Madrid en 1828, Federico Esponda Morell fue un heroico militar que ascendió por sus méritos en numerosos campos de batalla, sobre todo en Cuba. En 1891 se le encomendó la capitanía general de Extremadura, afincándose en Badajoz. Fue allí donde en el año 1892 se dirigieron las autoridades de Cáceres para pedirle que mandara militares a la desprotegida ciudad. El general les hizo caso y envió un batallón de infantería y un destacamento de caballería, pero no con carácter permanente.
Los cacereños estaban tan contentos que concedieron al general Esponda el título de hijo adoptivo de la ciudad y le invitaron, a él y al Ayuntamiento de Badajoz, a celebrarlo en Cáceres en agosto de 1893. Escribió Miguel Muñoz, Conde de Canilleros, que las arcas municipales estaban vacías, «adoptándose la casi profanadora resolución de destinar a regocijos y a fiestas las 7.900 pesetas consignadas en los presupuestos municipales para construir un nuevo cementerio».
La fiesta fue por lo grande. Se levantó un monumental arco en la calle de San Antón, por donde pasó Esponda y las autoridades de Badajoz en un desfile formado por 25 coches de caballos. Caridad me mostró una maravillosa foto de la entrada de los agasajados hecha por Manuel Elizechea, fotógrafo afincado en Cáceres. «Fíjate – me dijo –. Esta foto simboliza como el general unió a Cáceres y a Badajoz. Los nombres de las dos ciudades aparecen enlazados por el arco y en la cabecera se puede leer: 'El Ayuntamiento y la guarnición de Cáceres al excelentísimo Ayuntamiento de Badajoz'». Hubo bailes, certamen de bandas de música y toros con los matadores Jarana y Quinito. Poco más de un año después, el 24 de diciembre de 1894, murió el general, con 66 años, y su viuda y su única hija regalaron a Cáceres la espada del héroe, que está en el Museo Municipal. Esta ciudad también le dedicó una de sus calles más importantes, la que une la Plaza de la Concepción con la Plaza Mayor.
Así estaba de volado el amigo con su general, cuando la otra tarde en la Redacción, la compañera María Fernández preguntó en voz alta, cuando no estaba Manuel Caridad:
–Vamos a ver, ¿quién es el cráneo privilegiado que le ha estado calentando la cabeza a Caridad con el general Esponda? Porque ahora dice que hay que conocer a fondo la calle que lleva su nombre en Cáceres, y entrar en todos los locales abiertos al público que tenga, sin faltar ni uno... y no sé si sabéis que a este hombre no le sienta bien el alcohol y la calle general Esponda es, nada más y nada menos, que la calle de los vinos de Cáceres, y debe de haber más de 10 bares.
Cuando levanté temeroso la cabeza por encima del ordenador, vi que todos los que estaban por la Redacción me señalaban a mí con dedos acusadores. ...Incluso el difunto Sanjosé que no sé qué demonios hacía por allí.
Los amigos hemos hecho un plan para ayudarle: salimos con él a pasear por la Ronda Norte o a contemplar la ciudad desde La Montaña, y cuando no queda más remedio que entrar con él en un bar, vamos a los de camareros amigos con los que tenemos acordado que sus cañas tengan el 80% de cerveza sin alcohol. Él se las bebe diciendo que la cerveza ya no es lo que era, pero ya no hay que llevarle a casa dando trompicones.
Es hijo y nieto de militar y a mí, para tenerle ocupado, se me ha ocurrido hablarle de que en este 2019 se cumplen 100 años desde que tenemos una guarnición permanente en Cáceres, y que, sabiendo él del tema, bien me podía ayudar a buscar documentación para hacer un reportaje sobre este siglo del Ejército en Cáceres.
Dorándole así la píldora le tengo entretenido, dándome de vez en cuando el avance de lo que encuentra. De esta manera el otro día me dijo que tenemos la guarnición permanente exactamente desde el 2 de julio de 1919, cuando fue destinado definitivamente a Cáceres el Regimiento de Infantería de Segovia número 75, regimiento que fue creado el 20 de enero de 1694 con el sobrenombre de El Confundido. Le pedí que me hiciera el favor de averiguar el motivo del sobrenombre, y después de andar investigando me dijo: «Nadie sabe ahora en qué se confundieron, debió ser en algún hecho de armas a finales del siglo XVII en Marruecos o en el siglo XVIII en Italia».
Caridad me vino con fotos de la infanta Isabel, 'la Chata', cuando vino a Cáceres el 23 de octubre de 1919 para ser madrina del regimiento cacereño, entregándole al día siguiente su bandera en un solemne acto militar en el Paseo de Cánovas.
Al preguntarle dónde estaba acuartelado el regimiento, me vino con una foto del desaparecido seminario de Galarza, que estaba en la calle Parras y se convirtió en Cuartel de Infantería. «Aquí estuvieron – me dijo –, también en la Casa de los Caballos, que ahora es parte del Museo de Cáceres, y en la Casa de los Caldereros, hasta que en 1926 se fueron al cuartel Infanta Isabel que se levantó junto a la Plaza de Toros». El viejo seminario se derribó en 1969, y su fachada se trasladó al Palacio Episcopal, en la Plaza de Santa María.
Recogió en un libro de Germán Sellers que el regimiento de Cáceres intervino en la Guerra de Marruecos en 1921, estando también en África en 1922 y en 1924. Me contó de manera pormenorizada que en la Guerra Civil, formando parte del 'bando nacional', el regimiento, que pasó a llamarse Argel número 27, se dividió en tres batallones, que participaron en casi todos los frentes. Una tarde me vino asombrado con las bajas del regimiento de Cáceres durante la Guerra: ¡1.534 muertos y 345 desaparecidos!
Luego se extinguió el regimiento Argel número 27 para dar paso al Centro de Instrucción de Reclutas (C.I.R.) número 3, que se creó el 9 de diciembre de 1964, contando con el acuartelamiento Santa Ana de la carretera de Mérida, que ahora se llama Cefot número 1, y que es donde más soldados profesionales se forma de toda España.
Buceando en los orígenes del regimiento permanente, dio con el general Esponda, una figura que le encantó. Nacido en Madrid en 1828, Federico Esponda Morell fue un heroico militar que ascendió por sus méritos en numerosos campos de batalla, sobre todo en Cuba. En 1891 se le encomendó la capitanía general de Extremadura, afincándose en Badajoz. Fue allí donde en el año 1892 se dirigieron las autoridades de Cáceres para pedirle que mandara militares a la desprotegida ciudad. El general les hizo caso y envió un batallón de infantería y un destacamento de caballería, pero no con carácter permanente.
Los cacereños estaban tan contentos que concedieron al general Esponda el título de hijo adoptivo de la ciudad y le invitaron, a él y al Ayuntamiento de Badajoz, a celebrarlo en Cáceres en agosto de 1893. Escribió Miguel Muñoz, Conde de Canilleros, que las arcas municipales estaban vacías, «adoptándose la casi profanadora resolución de destinar a regocijos y a fiestas las 7.900 pesetas consignadas en los presupuestos municipales para construir un nuevo cementerio».
La fiesta fue por lo grande. Se levantó un monumental arco en la calle de San Antón, por donde pasó Esponda y las autoridades de Badajoz en un desfile formado por 25 coches de caballos. Caridad me mostró una maravillosa foto de la entrada de los agasajados hecha por Manuel Elizechea, fotógrafo afincado en Cáceres. «Fíjate – me dijo –. Esta foto simboliza como el general unió a Cáceres y a Badajoz. Los nombres de las dos ciudades aparecen enlazados por el arco y en la cabecera se puede leer: 'El Ayuntamiento y la guarnición de Cáceres al excelentísimo Ayuntamiento de Badajoz'». Hubo bailes, certamen de bandas de música y toros con los matadores Jarana y Quinito. Poco más de un año después, el 24 de diciembre de 1894, murió el general, con 66 años, y su viuda y su única hija regalaron a Cáceres la espada del héroe, que está en el Museo Municipal. Esta ciudad también le dedicó una de sus calles más importantes, la que une la Plaza de la Concepción con la Plaza Mayor.
Así estaba de volado el amigo con su general, cuando la otra tarde en la Redacción, la compañera María Fernández preguntó en voz alta, cuando no estaba Manuel Caridad:
–Vamos a ver, ¿quién es el cráneo privilegiado que le ha estado calentando la cabeza a Caridad con el general Esponda? Porque ahora dice que hay que conocer a fondo la calle que lleva su nombre en Cáceres, y entrar en todos los locales abiertos al público que tenga, sin faltar ni uno... y no sé si sabéis que a este hombre no le sienta bien el alcohol y la calle general Esponda es, nada más y nada menos, que la calle de los vinos de Cáceres, y debe de haber más de 10 bares.
Cuando levanté temeroso la cabeza por encima del ordenador, vi que todos los que estaban por la Redacción me señalaban a mí con dedos acusadores. ...Incluso el difunto Sanjosé que no sé qué demonios hacía por allí.
TITULO: Escala humana - Enganchados al sol desde hace 40 años ,.
El miercoles -24- Abril a las 21:00 `por La 2, fotos,.
Enganchados al sol desde hace 40 años,.
El arquitecto de la urbanización madrileña Rosa Luxemburgo, construida a principios de los ochenta, ya planificó unos tejados cubiertos de placas solares. Treinta años después un vecino hizo realidad el sueño de este visionario,.
Si no fuera por su tradición sindicalista y por su pasada
militancia en el Partido Comunista, el sobrenombre que mejor le iría a
Paco Holguera sería el de rey sol. Este ingeniero jubilado de 75 años
está empeñado en que la energía solar se extienda por la urbanización
Rosa Luxemburgo, ubicada en San Sebastián de los Reyes (Madrid) y en la
que vive desde 1983. Holguera convenció hace una década a 34 vecinos
para que cubrieran sus tejados de placas solares. La Rosa, como la
llaman sus vecinos, se convirtió entonces en la comunidad pionera en
instalar energía fotovoltaica de manera colectiva. José Miguel Torallas,
el arquitecto de la urbanización, ya había dibujado en los planos unos
tejados cubiertos de placas solares –aunque por falta de viabilidad no
se instalaron–. Treinta años después, Holguera cumplió el sueño del
visionario arquitecto.
El siguiente paso de este ingeniero de telecomunicaciones en su apuesta por la energía renovable fue promover el autoconsumo en 2017. Cinco viviendas instalaron paneles con el asesoramiento de la empresa sin ánimo de lucro Ecooo y desde entonces complementan su abastecimiento con la energía que generan. Holguera confía en que el real decreto aprobado este mes de
abril para derogar el llamado impuesto al sol, que castigaba
fiscalmente el autoconsumo, anime a más vecinos. “He propuesto al
Ayuntamiento la creación de un parque solar en el que se puedan recargar
coches eléctricos”, explica Holguera, más dedicado al ecologismo (“más
fructífero”) que a la política.
Holguera vive junto a su compañera en el lugar idóneo para
llevar a cabo su ideario ecologista. La Rosa se constituyó como
cooperativa en 1980 y muchos de los vecinos ya tenían conciencia
medioambiental. Torallas se inspiró en Milton Keynes, un pueblo
construido a finales de los sesenta a media hora en tren de Londres,
para crear esta colonia de 794 casas. Muy sensibilizado para la época,
diseñó 15 viviendas de una sola planta para minusválidos. “Era un hombre
bastante utópico. En un principio pensó en hacer 5.000 viviendas. Había
viajado mucho, tenía ideas diferentes del resto”, afirma Luis Pradal,
el aparejador que trabajó con él casi desde el principio y residente de
La Rosa desde siempre.
De igual manera que se desechó la instalación de paneles se
rechazó la construcción de chimeneas. “Era demasiado burgués, además”,
cuenta Pradal, que fue uno de los 34 vecinos que invirtió 14.000 euros
en la instalación hace 10 años. “Te tiene que gustar este tema, estar
concienciado. No es para ganar dinero”, explica. El arquitecto técnico
jubilado pidió un crédito que pagaba con el beneficio que obtenía de
verter la energía a la red; a los ocho años amortizó la inversión.
Padral y Holguera justifican la baja participación de los vecinos por
los impedimentos administrativos: había que darse de alta como autónomo y
declarar el IVA trimestralmente.
Consumir la propia energía generada
José Manuel Osma pertenece a la segunda oleada, a la que
instaló paneles para el autoconsumo. La inversión rondó los 5.000 euros.
“Lo hicimos más por conciencia medioambiental que para ganar dinero”,
refuerza este informático retirado de 63 años, que lleva unas gafas
fotocromáticas: los rayos del sol tintan los cristales cuando sube al
tejado para mostrar el huerto solar que ha “plantado”: “Vamos
abreviando, que los jubilados no tenemos tiempo para nada”, afirma
socarrón.
El que también anda falto de tiempo es Holguera. Su aire
pausado y la manera en la que escoge las palabras anticipa la diligencia
con la que desempeña todas sus ocupaciones. Distribuye su tiempo entre
el campo y Sanse, como se conoce el pueblo. Tiene paneles de abejas en
la sierra de Madrid y organiza la plantación de unas encinas en el
monte, lleva la web de la urbanización y forma parte de tres comisiones
en La Rosa: la de actividades voluntarias (ocio), la de energía
renovable y la de Internet. Esta última se encarga de gestionar una red que instalaron en los dos mil y que provee de conexión a los vecinos. Ahora quieren introducir la fibra de manera colectiva.
Hay algunos vecinos muy comprometidos con el medioambiente.
María José Vera, de 69 años, cocina pan en un horno solar de quita y
pon en el patio de su adosado. Esta profesora de instituto jubilada
instaló las placas de autoconsumo hace dos años y asegura que en
invierno su casa nunca está por encima de los 19 o 20 grados. Tiene
mantas repartidas por la casa. “Os dejo, que ya me he perdido la clase
de yoga y no me gusta faltar”, cuenta esta jubilada activa. “Venga,
María José, que vas a compartir portada con los políticos”, la anima
Osma, el más guasón.
En la urbanización se dan clases de idiomas, de pilates y
hay talleres para niños. “Hay un vecino que es profesor de inglés y da
clases a los mayores”, afirma la administradora Alejandra Gregorio, que
también vive en La Rosa. La comunidad se compone de docentes, obreros de
grandes empresas (como Holguera, que trabajó en la fábrica de material
telefónico Standard Eléctrica), algún escritor y taxistas.
El relevo de los jóvenes
La Rosa pasó una crisis hace un lustro debido al
envejecimiento de los vecinos. Había decaído el espíritu comunitario
hasta el punto de que la comida anual de confraternización casi se
suspende. “Los jóvenes son más individualistas. Apenas se conocen los
unos con los otros”, afirma Gregorio. La situación no es la misma que
hace 35 años. La Rosa llegó a tener un canal de televisión. Emitían en
un plató desde la sede en la que hoy trabaja la secretaria y que llaman
el pirulí por la gran antena que corona su techo. “En los genes está el
colectivismo y la cooperación”, defiende Holguera, que llegó a Madrid en
los sesenta procedente de Extremadura.
Una de las jóvenes que ha tomado el testigo es Marta Muñoz.
Participa en la organización de un modesto festival de música, de un
mercadillo y de una castañada. “Los mayores piden que les demos el
relevo, pero son imprescindibles”, afirma esta bióloga de 46 años, que
instaló placas solares hace dos años y antes de que se aprobara el real
decreto se ahorraba entre 10 y 15 euros al mes en la factura.Madre de
dos niños, permutó hace ocho años su piso de Sanse por el adosado que
tenían sus padres, ya mayores, en La Rosa. Igual que hizo Holguera en
los ochenta. “Cambié a pelo con Antonio Gutiérrez [secretario
general de Comisiones Obreras entre 1987 y 2000] mi casa de Majadahonda
por esta”, recuerda. Sus vecinos, al menos, han salido ganando.
Calles sin políticos ni generales
Cuando se constituyó la cooperativa Rosa Luxemburgo a
principios de los ochenta, los tres mil nuevos vecinos que se
trasladaron a San Sebastián de los Reyes incrementaron la población de
este municipio al norte de Madrid en casi un 10%. “Que vienen los
comunistas”, rememora que se oía Almudena Suárez, funcionaria ya
jubilada del Ministerio de Cultura. Gentes del entorno del Partido
Comunista habían promovido la formación de esta cooperativa, aunque no
había que ser militante ni cumplir ningún requisito para comprar uno de
estos chalés por cuatro o cinco millones de pesetas, unos 25.000 o
30.000 euros (hoy algunos se venden por entre 300.000 y 400.000 euros).
El carácter asambleario ha estado presente desde la
creación de esta comunidad. Decidieron por votación si los los chalés
tendrían piscina, lo que se descartó porque “no teníamos un duro”.
Aprobaron la instalación de una gran antena que suministraba señal a
todos los vecinos. “Al no haber antenas individuales en los tejados
preservábamos la estética de las casas”, afirma orgulloso Luis Cabral,
el arquitecto técnico de La Rosa. También convinieron no cercar la
urbanización. “Ni vigilancia ni vallas. Eso no va con nosotros”, añade
este residente de la calle Francisco de Quevedo que, como el resto de
vías, tienen nombre de escritores. “Ni políticos ni generales”, cierra.
De puertas afuera, los vecinos de La Rosa impulsaron la
apertura de una estación de metro. “Se planeó que llegara al pueblo,
pero no que hubiera una parada justo al lado”. La urbanización,
levantada prácticamente en el campo, no tenía vegetación; parecía un
poblado. “Al principio lo llamaban Marraquech”, cuenta la vecina Marta
Muñoz. Estaba tan en el medio de la nada que había unos cables de alta tensión que la atravesaban. “Conseguimos que los desviaran en los noventa”, apunta Cabral. Uno de tantos logros.
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