TITULO : MAS QUE COCHES - Ferrari avisa a Verstappen... pero Aston Martin no destaca,.
Ferrari avisa a Verstappen... pero Aston Martin no destaca,.
Leclerc lidera por delante de Sainz (0.078) y Max (0.126), McLaren y Mercedes se quedan a una décima pero Alonso (8º, 0.624) no se acerca. Discretas evoluciones.
foto / Ferrari sigue delante, como en Monza. No debería sorprender, porque el de Singapur es uno de esos circuitos en los que, tradicionalmente, el equipo italiano ha luchado por poles y victorias. Fue así en 2022 con un monoplaza muy similar al actual, y tanto Leclerc como Sainz terminaron en el podio. Pero sí llama la atención que en un trazado prácticamente opuesto al de Italia, el extremadamente sensible SF23 se defienda tan bien y arranque el fin de semana con muy buen pie. Leclerc fue el más rápido seguido de cerca por Sainz, a solo 78 milésimas. Y Verstappen fue tercero a 0.126 de sus, quizás, rivales por la pole. La sesión apenas tuvo incidencias, más allá de varias banderas amarillas porque los gigantes lagartos invadían la pista. Alguno cruzó a la otra acera y vivió para contarlo. Otros, lamentablemente, no.
En cualquier caso, hay cierta igualdad a una vuelta: Norris quedó a 0.172 cuando montó la blanda y estuvo delante en las tandas anteriores con neumáticos más duros. Su McLaren estrena otro ambicioso paquete aerodinámico. Hamilton también quedó por debajo de las dos décimas (5º, 0.190). A partir de ahí se abre la primera brecha (Russell, 6º a 0.345; Pérez, 7º a 0.375). Si hubiera cuatro coches en una décima este sábado, en la lucha por la pole, la de Marina Bay podría ser una de las mejores clasificaciones del año.
Discretas evoluciones de Aston Martin
La nota negativa, hasta ahora, es que Aston Martin no parece estar en esa pelea. Se habló de evoluciones porque el equipo lo transmitió así, pero a la hora de la verdad solo ha llegado un retoque en el tren trasero, deflectores del ‘rear corner’ que contrastan con los cambios importantes en McLaren, pero también Red Bull. Alonso quedó octavo a seis décimas del Ferrari (con la dura estaba a un segundo) y Stroll, 11º a 1.2. No suele fallar, cuando el Aston no está delante desde la primera sesión quiere decir que no está. El circuito debía favorecer, pero las tendencias positivas se generan con evoluciones desde la fábrica.
TITULO: Para Todos La 2 - En el metro madrileño ,.
En el metro madrileño ,.
fotos / Miro rostros, en su mayoría latinos, muchos acompañados de niños. Viaja también una mujer que ha estado en mi primera clase en Comillas, es de una iglesia protestante, también lo era el profesor que ha comenzado su materia sobre la espiritualidad del éxodo,.
El Festival CronoTeatro lleva al suburbano madrileño una decena de piezas de microteatro. Su organizador, César Barló, ha explicado que se trata de "microobras de unos 2 minutos" en los vagones de Metro, y "de unos 6 minutos" en los andenes.
TITULO: Gigantes de La 2 - José Antonio Ramos Rubio ,.- Jueves -28- Septiembre ,.
Gigantes de La 2 - Programa de entrevistas, de cincuenta minutos de duración y emisión semanal, para La 2 Jueves - 28 - Septiembre, 23:50 de Televisión Española.
José Antonio Ramos Rubio,.
foto / José Antonio Ramos con us nuevo libro,.
Ramos Rubio publica una novela sobre Luis de Chaves,.
El cronista narra, en este libro, la vida de la ciudad de aquella época, destacando el papel de este personaje,.
El investigador y cronista de la ciudad, José Antonio Ramos Rubio, ha publicado un nuevo libro. En esta ocasión, se trata de una novela histórica dedicado a Luis de Chaves 'el Viejo', quien fuera uno de los hombres influyentes en la ciudad trujillana en el siglo XV. Entre otros hitos, el autor destaca que «patrocinó parte del viaje de Cristóbal Colón», además de su importante relación con los Reyes Católicos.
Bajo el título de 'El varón de castilla' (Tau Editores) y con la portada de Juan Díaz Bernardo, Ramos explica que, con esta obra, pretende transportar al lector a la baja Edad Media en Trujillo, que en aquel momento pertenecía a Castilla. Relata «el ritmo diario de vida y convivencia de una comunidad urbana marcada por las bases de organización y convivencia, la marginación y la pobreza, así como los conflictos que surgieron». Asimismo, da detalles de los espacios públicos y sus usos en contraposición a los espacios privados representados por las viviendas, el gobierno local y las formas de trabajo. Todo ello se une a los enfrentamientos bélicos y a las integras en las que participó la familia Chaves.
Ramos pone de manifiesto, igualmente, que este libro arranca en 1378, con el abuelo de Luis de Chaves 'el Viejo', Nuño García de Chaves, que llega a Trujillo procedente de Ciudad Rodrigo. Asimismo, mandó construir el palacio ubicado en uno de los lienzos de la muralla, siendo una de las casas-fuerte más importante de la ciudad. Aunque se cuente de una forma novelesca, insiste en que todos los personajes que aparecen existieron en realidad. «Es un libro muy documentado», defiende.
Ramos, asimismo, ha querido recoger los enfrentamientos de los diferentes linajes, como los Chaves con los Altamirano, los Añasco y los Bejarano, que «son las principales familias que forman en ese momento el concejo de Trujillo». Todo ello se une a la narración de los avatares de los Chaves, centrándose, sobre todo, en Luis de Chaves 'el Viejo', desde que nace hasta que muere. También ha querido incluir el apoyo que dio a Isabel la Católica, así como otros caballeros de Trujillo en contra 'La Beltraneja'.
TITULO: ¡ Atención obras ! - Cine - Ampliar la UE sin morir en el intento,.
Ampliar la UE sin morir en el intento,.
foto / Chema Sarmienti, director leonés,.
El cineasta leonés recibirá el próximo 24 de octubre, en el marco del Día de Castilla y León en la Seminci, la Espiga de Honor del festival, instantes antes de la proyección de una copia restaurada de 'El filandón',.
foto / Pocos meses antes de que Rusia invadiera Ucrania, invité a Christopher Bickerton (Universidad de Cambridge) para que impartiera en Madrid un seminario sobre su nuevo libro acerca del pasado y el futuro de la UE. El segundo o tercer apartado de su charla llevaba como ,.
Han pasado más de cuarenta años desde que un estudiante de cine leonés afincado en París, de nombre Chema Sarmiento (Albares de la Ribera, 1951), sorprendiera a propios y extraños con su debut en el cine. 'Los montes' (1981), su práctica final de carrera en el IDHEC, se erigió como un deslumbrante ejercicio de estilo donde abordaba con una poética propia cuestiones como la muerte, las tradiciones o la desaparición de un modo de vida que se había perpetuado durante siglos y que estaba condenado a la extinción. La película, premiada en Bilbao, seleccionada en Cannes y nominada al César al mejor documental, le abrió las puertas al largometraje, y en 1984 presentó en la sección Nuevos Realizadores del Festival de San Sebastián 'El filandón', una oda cinematográfica a las narraciones orales leonesas, donde contó con la complicidad de Luis Mateo Díez, Pedro Trapiello, Antonio Pereira, José María Merino y Julio Llamazares. El próximo 24 de octubre, en el marco del Día de Castilla y León en la Seminci, 'El filandón' regresará a Valladolid, donde también se proyectó en la Sección Informativa de 1984 (la primera edición con Fernando Lara al frente), y una copia restaurada de la película podrá verse en el Teatro Zorrilla, instantes después de que el certamen le entregue a Chema Sarmiento la Espiga de Honor del festival.
-¿Es cierto que, de niño, iba para fraile?
-(Ríe) Sí, y más que de pequeño realmente, porque estudié Filosofía de la Religión e incluso empecé Teología en Salamanca. Yo estaba con los dominicos y me marché de los frailes cuando tuve que hacer los votos perpetuos. En ese momento lo pensé, consulte y decidí marcharme.
.Estudió Filosofía (en Santander), Historia del Arte (en Valladolid) y Cine (en París). ¿Qué aprendió en las dos primeras disciplinas que haya podido trasvasar a su oficio como cineasta posteriormente?
-Muchísimo. Por ejemplo, en Historia del Arte, la formación de todo el gusto artístico y un conocimiento profundo de la historia del arte occidental. Y la Filosofía me influyó muchísimo, pero en un momento determinado tuve que decidir poner un freno a lo que me había aportado, porque me percaté de que el pensamiento racional iba en contra de mi imaginación, y concluí que para el cine más necesitaba la imaginación que la Filosofía. Cuando hice las pruebas de entrada en el IDHEC, la escuela de cine, me di cuenta de que debía liberar mi imaginación y no plantearme de las cosas de una forma tan racional.
-Creo que fue a través de su abuela Pepa como tuvo sus primeros contactos con el celuloide.
-En casa de mis abuelos en Albares, mucho antes de que yo naciera, tenían un pequeño café que seguramente era lo único que había en el pueblo. Encima del café había una sala de baile, y allí se reunían los vecinos cuando venía gente con películas de cine de bajo el brazo y una maquinita para proyectarlas. En su casa quedaron un montón de rollos de cine mudo, y mucho tiempo después yo encontré esas películas y le pedí a mi abuela que me regalara una que era la que más interés tenía, que se titulaba 'Viaje a Tierra Santa', y que ahora está confiada en depósito en la Filmoteca de Castilla y León. Puede decirse que eso me despertó el interés por el cine en cierto modo, pero al mismo tiempo tengo que reconocer que, como era un niño, en aquel entonces hice grandes desastres con esas películas.
-¿Cuándo comenzó a contemplar la posibilidad de dedicarse al cine?
-Cuando estaba en el colegio veíamos cine todos los domingos y había una pequeña presentación de las películas, y eso fue despertando mi interés como espectador. Después tuve un amigo en Filosofía que era muy cinéfilo, fuimos a ver juntos muchas películas y hacíamos un pequeño cinefórum para comentarlas. Y ya en Valladolid un día la chica con la que salía, Margarita, me dijo: 'Tú tenías que hacer cine'. Y eso que era casi una broma empecé a pensarlo y llegué a la conclusión de que era cierto, y de que mis ganas de contar cosas se aparentaban más a un camino cinematográfico que literario. Esa idea fue creciendo y un día decidí intentarlo. Tengo que decir que siempre me ha interesado más hacer cine, utilizar el cine para contar cosas, que verlo.
-¿Cómo fue su encuentro con el séptimo arte al otro lado de la cámara?
-El IDHEC era una escuela donde el aprendizaje se basaba sobre todo en la práctica. Apenas teníamos clases teóricas. Preparábamos proyectos desde diferentes responsabilidades, como el sonido, el montaje o la iluminación, y todo eso me fue dando un conocimiento profundo. Aunque lo que más me interesó desde el principio fue la realización, estaba en permanente contacto con los técnicos de cada departamento de una forma muy práctica. No les pedía cosas irrealizables o insensatas, sino que hablábamos y nos entendíamos.
-En 'Los montes', su trabajo de final de carrera, narraba la muerte del último hombre de una aldea del Alto Bierzo. Creo que el chispazo original estaba relacionado con su miedo personal a la muerte, que le atormentaba desde que asistió al velatorio de su abuela siendo adolescente.
-Es cierto. Mi abuela murió cuando yo tenía unos 17 años. Yo estaba muy influido por mi ideología cristiana de ver la vida y la muerte, y cuando asistí al velatorio de mi abuela vi que la gente se reía y contaba cosas, y me quedé escandalizado. No supe cómo digerir aquello. Pasado el tiempo me di cuenta de que detrás de eso había una manera de ver la vida y la muerte mucho más acertada y consoladora. En 'Los montes' pretendí reflejar eso, una manera desenfadada de ver el fenómeno de la muerte como una forma de retorno a la naturaleza, no como algo desesperado. Yo siempre había tenido mucho miedo a la muerte, desde que me contaron que al nacer estuve a punto de morir, y 'Los montes' fue una manera de exorcizar ese miedo.
-Además, la película pone sobre la mesa un tema, el de la despoblación, que no ha hecho sino acentuarse desde entonces, hace ya 42 años.
-Yo no solo contaba la despoblación de un pueblo. Estaba hablando de mucho más: del fin de un modo de civilización, que era la civilización predominantemente agrícola, en provecho de una civilización urbana. Por eso 'Los montes' es una película que se puede ver en cualquier parte; en África o en China lo entenderán como una cosa muy cercana, porque el rito de velar a los muertos es típico de ese tipo de civilización. Solo en la actualidad es cuando se procura borrar todo lo que está relacionado a la muerte, como si no quisiéramos tener consciencia de ello. Por otra parte, en cuanto a la despoblación, la historia tiene ciclos diferentes, y no es la primera vez que se produce ese fenómeno de que abandonar los pueblos para que crezcan las ciudades y al revés. En los momentos de caída de los grandes imperios la gente ha salido de las ciudades porque al no existir todo el sustrato administrativo que conlleva la vida en una gran ciudad, la gente tiene que marcharse a vivir a otra parte. O sea que ese canto final de un tipo de civilización no es definitivo, es el final de un ciclo.
-Con esa carta de presentación, en 1984 la incipiente Junta de Castilla y León le apoyó en el rodaje de su primer largo, 'El filandón'. ¿De dónde surgió la idea del film?
-Después de hacer 'Los montes' empecé a trabajar en España como ayudante de dirección y montador en una película, y cuando acabé ese trabajo una noche se me ocurrió la idea del filandón. Desde el principio tuve la intuición de que ese proyecto se iba a hacer.
-¿Qué recuerda del rodaje?
-Es un recuerdo precioso y lo tengo muy presente. Si hubiera hecho 50 películas después, probablemente aquel recuerdo se hubiera ido difuminando, pero como no he hecho muchas películas para el cine, esos recuerdos los tengo muy vivos todavía. Sobre todo ahora, que con motivo del homenaje en Valladolid y de la restauración de la película he podido revivir muchas anécdotas. Todos los escritores que participaron aceptaron inmediatamente sin reticencias ni condiciones; ellos pondrían los relatos pero sería yo quien guionizaría la película. Después, en el rodaje, lo pasamos la mar de bien. Hubo momentos muy bonitos.
-Tras 'El filandón' intentó levantar 'La fábrica de sal', un proyecto que nunca llegó a ver la luz sobre cómo se vivió el mayo del 68 en un convento español. ¿Qué dificultades encontró?
-Utilizando una expresión de Luis Mateo Díez, ese proyecto lo sigo teniendo ahí, como una piedra en el corazón, y sigo queriendo sacarlo adelante. Voy a seguir luchando por él, e intentaré aprovechar el honor que me brinda la Seminci con la Espiga de Oro para retomarlo. Es un proyecto que corresponde en parte a cosas que yo viví en la época en que yo estudiaba Filosofía, coincidiendo con el mayo del 68 en Francia. En España no hubo mayo del 68, pero estaba pasando algo importantísimo y es que con la llegada del turismo y con la salida económica de los años tan terribles que habíamos vivido, todo estaba empezando a cambiar. Yo y la mayor parte de los compañeros que estábamos estudiando Filosofía Eclesiástica entramos en el seminario siendo niños porque nuestros padres no podían darnos estudios, y veían ahí la posibilidad de tener un bachillerato y acceder a un estatus social diferente. Con el cambio que se estaba produciendo en la sociedad española, fuimos conscientes de que si nos marchábamos del seminario ya no tendríamos que volver a nuestros pueblos detrás del arado. Ese miedo desaparecía. En el guion reutilizo esas ricas vivencias para fabricar una ficción.
-Otro proyecto que no llegó a ver la luz fue su intento de adaptar 'El año del wolfram', de Raúl Guerra Garrido, aunque aquella temática la retomó en su documental 'Wolfram, la montaña negra' (1996).
-Por una serie de desacuerdos que me resulta muy doloroso recordar ese proyecto tuve que abandonarlo, pero por suerte el documental acabó viendo la luz. Era una historia conocida que me interesaba mucho, hice una nueva investigación detallada con los personajes que habían vivido aquello y presenté el proyecto en Francia en el Instituto Nacional del Audiovisual (INA), que lo cofinanció conmigo para la cadena France 2. Sigue siendo uno de los proyectos que presento muy a menudo con mucha satisfacción. Muchas de las cosas que he hecho en Francia son más para televisión que para cine, y no las he podido presentar en España. Otras eran encargos de instituciones o publicidad, y nunca se han visto en España.
-En las dos décadas siguientes alternó el rodaje de documentales, películas institucionales y series con la docencia. ¿Qué aportó la enseñanza?
En primer lugar seguridad económica. Trabajé como enseñante en el IDHEC y después en La Fémis. Ninguna de esas escuelas tiene profesores permanentes, que den clase todo el año. Solamente intervenimos en ciertos momentos y eso nos permite combinar el trabajo profesional como cineastas con la docencia. Eso nos daba la posibilidad de estar en contacto con la gente nueva que está empezando, y ha creado en algunos casos relaciones particularmente fructíferas. Por ejemplo la persona que vino conmigo a rodar varias películas en el Congo, Pierre Milon, es ahora uno de los grandes directores de fotografía del cine francés; o el montador de 'Viene una chica', Marino García Fernández, también fue un alumno mío en la escuela.
-En 2011 consiguió levantar su segundo largometraje, 'Viene una chica', donde adaptaba de forma libre los relatos de 'Los males menores', de Luis Mateo Díez. ¿Cómo surgió aquel proyecto ?
Fue Luis Mateo quien me propuso que hiciéramos algo a partir de ese libro en una visita que hizo a París por una presentación de uno de sus libros. Luego pasó mucho tiempo hasta que salió adelante. Siempre me ha costado mucho que vieran la luz mis proyectos. Yo lo achaco a que al no vivir en España no he conseguido hacerme un sitio dentro del mundo profesional y poca gente del medio me conoce.
-La película supuso su regreso a la Seminci, donde se estrenó con la presencia del entonces seleccionador nacional de fútbol, Vicente del Bosque.
-El productor, Javier Muñiz, tuvo la brillante idea de invitarle a la proyección. Él aceptó y eso hizo que la película suscitara un interés inusitado en los medios, pese a que participaba fuera de concurso en una sección paralela.
-Ahora, once años después, recibirá el homenaje de Seminci. ¿Cómo ha sido su relación con el festival?
Yo empecé a ir a la Seminci cuando era todavía estudiante de Historia del Arte en Valladolid, a comienzos de los años setenta. Era un espectador más. Luego mi primera vinculación profesional fue cuando se proyectó 'El filándón' en la sección informativa, y se reanudó con 'Viene una chica'. Ahora, que vuelva a proyectarse allí 'El filandón' 38 años después nos llena de orgullo y alegría a todos los que participamos en la película, porque significa que es un trabajo que merece seguir vivo. Estamos realmente felices.
-¿Cómo valora la Espiga de Honor?
-No voy a desvelar el pequeño 'speech' que diré delante del público para darle las gracias, aunque ya me va rondando la cabeza, pero por supuesto es un honor enorme. Me siento realmente muy agradecido al festival por haber tenido esta iniciativa. Eso me ha dado la idea de que, dentro de dos años, cuando se cumpla el 40 aniversario de la presentación en San Sebastián, las filmotecas de Castilla y León y del País Vasco podrían ponerse de acuerdo y recuperar en un pase especial 'El filandón ' y 'Tasio', de Montxo Armendáriz, que también se presentó en aquella edición.
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