TITULO: REVISTA FARMACIA - El sector de la enfermería no descarta ir a la huelga si no se aprueba la ley del Paciente ,.
REVISTA FARMACIA - El sector de la enfermería no descarta ir a la huelga si no se aprueba la ley del Paciente , fotos,.
El sector de la enfermería no descarta ir a la huelga si no se aprueba la ley del Paciente.
Sus asociaciones llevan cuatro años intentado que salga adelante sin ningún resultado,.
Labores de cuidados enfermeros,.
Unidad Enfermera, alianza que representa a toda la profesión, ha reclamado al ministro de Sanidad, José Manuel Miñones, que agilice la fase final de la tramitación parlamentaria de la ley de Seguridad del Paciente, lo que consideran imprescindible para la mejora del Sistema Nacional de Salud (SNS) ya que determinaría una asignación máxima de pacientes por cada enfermera/o en todos los centros sanitarios y sociosanitarios. En estos momentos se está intentando negociar con el partido del Gobierno y no descartan una huelga en un momento dado si, después de tantos años de intentos infructuosos, tampoco ahora se consigue ningún avance.
Los principales organismos y organizaciones que representan a las 330.000 enfermeras y enfermeros buscan de igual forma el apoyo de los distintos grupos políticos para que apoyen la ley durante el debate de las enmiendas parciales en la Comisión de Sanidad.
Unidad Enfermera insiste en la absoluta necesidad de que esta norma se apruebe lo más pronto posible, y que cualquier persona, independientemente de la comunidad autónoma en la que resida, puede recibir la asistencia sanitaria y cuidados que requiera cuando cae enfermo y debe ser atendido en un hospital, centro de salud o cualquier otro centro sanitario o sociosanitario gracias a esta ley, que lleva ya más de tres años pendiente de su tramitación en el Congreso de los Diputados, y espera que el debate en la Comisión de Sanidad se produzca con la mayor agilidad posible de cara a su aprobación final en el Pleno del Congreso.
Los representantes de la enfermería recuerdan que la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que el principal problema sanitario mundial es la falta de enfermeros. Un objetivo que, atendiendo a sucesivas encuestas, es compartido por el conjunto de la ciudadanía en España, donde nos encontramos lejos de la ratio enfermera/paciente de la Unión Europa: España está a la cola de Europa en número de enfermeras. La ratio media en la UE, según datos de la OMS, Eurostat y la OCDE, se sitúa en las 827 enfermeras por cada 100.000 habitantes. Una cifra que choca con las 625 enfermeras por cada 100.000 habitantes que tiene nuestro país, según datos del INE.
La ley que impulsan intenta garantizar la seguridad del paciente en hospitales, centros de salud y el resto de los centros sanitarios y sociosanitarios con una asignación máxima de pacientes por cada enfermera y enfermero. Nació como Iniciativa Legislativa Popular (ILP), impulsada por el sindicato Satse, en 2018. Tras lograr cerca de 700.000 firmas, entró en el Congreso de los Diputados en 2019.
En el Pleno del Congreso de los Diputados del 15 de diciembre de 2020 es tomada en consideración como Proposición de Ley, con el apoyo mayoritario de los Grupos (312 votos a favor-10 en contra).
Transcurridos más de dos años, y 83 prórrogas al plazo de presentación de enmiendas parciales, la Mesa del Congreso acordó el 14 de marzo de 2023 que continúe su tramitación y se debata en la Comisión de Sanidad. A lo que se está a la espera.
TITULO: CAFE, COPA Y Documental - Tibet ,.
Tibet ,.
foto / Descubrimos Tibet, la región más alta del planeta, plena de paz y espiritualidad. En Lhasa, la ciudad de los dioses, visitamos el Palacio de Potala y el casco antiguo, antes de dirigirnos hacia los Himalayas, en el sur. Ascenderemos hasta el campo base del Everest después de hacer noche en Rongbuk.
TITULO: El escarabajo verde - Agrosfera,.
Agrosfera,.
foto / La falta de lluvia unida a las altas temperaturas preocupan mucho en el
campo. Muchos agricultores dan por perdida la campaña del cereal,.
En Castuera enseñan a los ganaderos a clasificar la lana de las ovejas para poder obtener más ingresos
Digitalización rural: en Cieza les enseñan a detectar bulos en internet y en La Rioja muestran a los agricultores drones y gps,.
Este domingo comienza un nuevo Año Jubilar en Liébana. Os mostramos algunos de los más bellos rincones de esta comarca cántabra,.
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TITULO: Días de cine clásico - Cine - La amenaza de Andrómeda , Miercoles - 21 - Junio,.
Este Miercoles - 21- Junio a las 22:00 en La 2 de TVE, foto,.
Reparto,.
Robert Wise con Arthur Hill, David Wayne, Kate Reid, James Olson, Paula Kelly,.
Después de que un satélite artificial se estrelle en una remota aldea de
Nuevo México, el equipo encargado de recuperarlo descubre que casi
todos los habitantes del lugar han perecido víctimas de una horrible
muerte, con la misteriosa excepción de un niño y un viejo. Los
superviventes son trasladados a un laboratorio de avanzadísima
tecnología situado a una profundidad de cinco pisos bajo tierra, donde
los perplejos científicos tratan de determinar la naturaleza del
mortífero microbio antes de que cause estragos en todo el mundo.
TITULO:
Un país para escucharlo - Rebeca Jiménez: «Quiero escribir mejores canciones cada día» ,.
Un país para escucharlo,. Este martes -20- Junio, a las 23.00 por La 2, foto.
Rebeca Jiménez: «Quiero escribir mejores canciones cada día»,.
Rebeca Jiménez,.
La cantante conmemora el
aniversario de su «Todo llegará» por todo lo alto: con una gira que
pasará, entre otros bolos, este 15 de junio en la sala Galileo de Madrid,.
Rebeca Jiménez, segoviana del mismísimo México lindo y
querido, o mexicana de donde el acueducto y la Virgen de la Fuencisla,
conmemora el aniversario de su «Todo llegará» por todo lo alto, en la
sala Galileo de Madrid, el próximo 15 de junio. Quince de junio y quince de aquel disco, veinte ya en este oficio.
Un camino largo, no siempre fácil, pero en el que sigue en pie. Uno
que, si echa la vista atrás, allá donde nace su inicio, encuentra una
Rebeca, que arrancaba a andar con un piano y un puñado de canciones, de
la que esta Rebeca que hoy sigue caminando puede sentirse orgullosa.
«Ahora me pongo a pensar en todo ello», dice, «y siento que tengo mucha
suerte de poder dedicarme a algo tan bonito, de haber vivido tantas
cosas. Y, justo ahora, cuando estoy grabando y trabajando en mi nuevo disco, siento que soy aquella Rebeca y
que es como si fuese mi primer trabajo, porque lo encaro con muchísima
ilusión, como entonces, pero siendo consciente de que este camino es
largo. Nunca se deja de aprender y yo quiero escribir mejores canciones
cada día». Y lo hace y lo seguirá haciendo, eso seguro. Porque no ha
parado ni siquiera cuando aquella pandemia
que ahora apenas recordamos nos paralizó a todos. Lo hizo a través de
las redes sociales, para no detenerse ni un segundo, y lo ha hecho
siempre en su carrera, «incansable, poniendo todo el corazón y el
trabajo a este oficio maravilloso pero que a veces no resulta fácil».
Todo llegará, cantaba entonces, y todo llega. Pero todo, también,
está siempre por llegar si uno se empeña. Y este camino que emprendió,
Rebeca no se lo acaba: «Siento que sigo. Es verdad que muchas cosas han
llegado pero la sensación que tengo es que quedan muchas más por
llegar», explica. «Estoy contenta con lo que he hecho hasta ahora y
agradecida por las cosas tan bonitas que me ha dado mi trabajo. Como
poder abrir los conciertos de Neil Young o John Fogerty, compartir escenario con grandes amigos y compañeros como Miguel Ríos, Carlos Tarque, Rubén Pozo, Leiva, Coque Malla o Quique González.
Llevar mis canciones a lugares, China, Nueva York, México». Ese México
de sus amores… «Desde que era muy pequeña me gustaba muchísimo Chavela
Vargas y me aprendía un montón de rancheras que cantaba a veces en
familia y otras se las cantaba a mis amigos cuando salíamos por ahí. La
verdad es que siempre me recuerdo cantando», apunta.
La ilusión de México
«No sé qué me pasa con México, pero, para mí, cantar rancheras es
algo absolutamente natural y me sale del alma, me conecta con algo muy
especial. Pero nunca las cantaba en directo en mis conciertos. Un día
decidí incluir una en el repertorio y justo había entre el público una
pareja de mexicanos que vinieron después a saludarme y me dijeron que yo
tenía que ir a cantar allí. Nada me podía hacer más ilusión porque yo
ya me había “hecho mexicana” pero todavía no conocía mi país.
Aprovechando que mi hermano Jacobo estaba en ese momento viviendo en
México me fui para allá. Me fui sola y me organicé yo sola la primera
gira por allí». «México me enamoró», confiesa, «así como su tierra
tiembla, a mí se me removió todo por dentro. Cada día era una aventura,
siempre pasaban cosas. México me ilusionaba, me inspiraba continuamente y,
de hecho, allí escribí la mayor parte de mi disco “Tormenta y Mezcal”.
Su gente es tan alegre, tan apasionada. Y les encanta la música. Todo el
mundo va a conciertos. Son el público más entregado. Se les sale el
corazón cuando se acercan a saludarte. Siempre estoy deseando volver».
Tiene Rebeca la vista puesta en seguir con la grabación de su próximo
disco, «Calaveras y Estrellas». Un primer adelanto, una canción con el
mismo nombre con letra de Benjamín Prado, verá la luz en septiembre. Y
mientras tanto, lo suyo, no parar: el concierto de la sala Galileo
Galilei en Madrid con toda su banda; este sábado, 10 de junio, en La
Coruña, en La Disfrutona del Orzán, su gira «Agitado y Mezclado» (con la
que ya ha estado en diversos teatros y festivales y con la que volverá
el próximo otoño)… «Ahora todo parece hecho en torno a las plataformas
digitales», apunta. «Te vas adaptando a los cambios de la industria
musical de manera orgánica, no queda otra. Muy poca gente compra ya
discos físicos. Quedan algunos románticos que ven en ellos un pequeño
tesoro, y se ha vuelto a la fórmula de lanzar “sencillos” o “singles”, y
unos cuantos antes de publicar todo el disco, o incluso, a veces, sin
que estos formen parte de un trabajo completo. Lo bueno que tienen las
plataformas es que cuando lanzas una canción puede ser escuchada en
todos los lugares del mundo. Menos bueno es lo que nos llega
económicamente por cada escucha. Es vergonzoso e injusto y se está
luchando ya por regularlo». Otra cosa son las redes sociales. No es algo
que vaya mucho con ella: «No me gustan mucho, pero son necesarias para mi trabajo. Y son un trabajo más.
Pero ahora mismo son una gran herramienta de promoción, una ventana al
mundo para mostrar lo que haces. Y el poder tener un contacto tan
directo con tus seguidores, recibir sus comentarios, está muy bien». Sin
injerencias en el trabajo creativo («escribo lo que me sale»,
confiesa), no siente más límite que aquel que ella misma se impone («No
me gusta poner palabras que suenen mal, no me parece poético. Hay
palabras que no se pueden cantar», ríe). Y tiene muy clara su postura
ante la cultura de la cancelación: «No me he sentido afectada. Pero sí
creo que hay canciones que dicen burradas, muy machistas, y es muy
fuerte. Lo normal es asustarse. Lo raro es que no nos saltasen todas las
alarmas antes».
Quiero la selva
La carretera no tiene fin y huele a tequila y a algo que se quema. De
fondo, con la determinación de ese martillo que golpea sin piedad un
yunque, aúlla una armónica. Y si permites que la fantasía levante el
vuelo como un águila imperial, hasta podría ser el resoplido de Dylan en
Duluth, Minnesota, cuando aún respondía «presente» si decían Robert
Allen Zimmerman y el filo implacable de Nueva York y la pomada del
Olimpo quedaban más lejos que la infancia.
Entra Rebeca en sí misma para buscar unas canciones que tienen
arquitectura de furia. Entra en su cabeza y en sus entrañas con la boca
abierta, tan desnuda como cuando se entrega al amor o se sumerge en el
mar de una playa en la que sólo están ella y sus inseparables demonios. Y
si de pronto se posan en su pecho la brisa de una melodía y el vendaval
de unos versos, con la gracia del halcón sobre la mano del cetrero,
sabe que si existen los milagros son ese instante: cuando aquello por lo
que te adentraste en la maleza, esa luz, aparece, o, al menos, algo que
se le aproxima bastante.
Todas las fiestas son un callejón sin salida si las comparas con el
pellizco, la electricidad, la emoción de pisar un escenario y robarle la
primera nota a un piano. Pero el rock trasciende los contornos
inasibles de una canción y es un modo de reír o de sujetarse las
lágrimas. De pensar su nombre, decir «despertarme contigo» o «donde
huele a ti». De formar un cuenco con las manos para beber o de cortar en
un plato algo que unas semanas antes estuvo vivo. Que respiró y miró el
mundo desde un cuerpo que nunca aprendió a erguirse, y esa fue su
sentencia de muerte.
Y asume Rebeca que los Reyes Magos no volverán a visitarla, porque la
epifanía puede tornar en elegía para siempre, y por eso ha de
procurarse su regalo diario, en festivo o laborable, en cualquier
estación, bajo la lluvia que ella celebra entregándole el rostro para
que ese llanto supremo golpee su sonrisa, o bajo el sol que percute la
piel pero ilumina cada detalle de la existencia.
No quiero, no me lo deis, un paraguas ni una caja de preservativos ni
esa red que llevan bajo los pies los que aplazan la vida para pasado
mañana. Quiero la selva musculosa, que respira verdaderamente, que me
abraza como se abrazan los mejores y que me hace llorar porque cuán
honda es la dicha que provoca enfrentarte a la belleza sin límites, y
cuánto duele.
Antes de que el olvido devore cada centímetro de tierra –porque todo
llegará– voy a alimentar los revólveres con mis obsesiones y miedos y
voy a avanzar hacia el escenario igual que Gary Cooper, solísima ante el
peligro. Y que no esperen de mí ni piedad ni un solo gramo de
civilización, porque voy a ser el puto Big Bang y esa heroína que tiene
que salvar el planeta aunque no salga con vida de tamaña empresa.
Canta Rebeca y alguien, en alguna parte, sonríe. Canta Rebeca y otro
alguien, en algún lugar, canta con ella y, por un momento que es magia
exacta, se desprende de todo lo que lastra: el serrín del día a día, las
esquinas tenebrosas del alma, la suerte adversa. Canta Rebeca y
alguien, en ninguna parte, se rompe como el cristal, desmedidamente. Y
grita Rebeca «¡hazlo!» porque quiere volar altísimo, donde no ha llegado
nadie, para mirar a Dios a los ojos desde el placer insoportable de un
doble incendio.
El mundo ha perdido la cabeza y pronto explotará, pero ya no me
importa porque sé que al cabo de todos los escenarios y todas las
heridas me aguarda el beso resucitador de la selva, a la que deseo como
jamás nunca deseé a nada ni a nadie.
TITULO: Días de cine clásico - Cine - La amenaza de Andrómeda , Miercoles - 21 - Junio,.
Este Miercoles - 21- Junio a las 22:00 en La 2 de TVE, foto,.
Reparto,.
Robert Wise con Arthur Hill, David Wayne, Kate Reid, James Olson, Paula Kelly,.
Después de que un satélite artificial se estrelle en una remota aldea de Nuevo México, el equipo encargado de recuperarlo descubre que casi todos los habitantes del lugar han perecido víctimas de una horrible muerte, con la misteriosa excepción de un niño y un viejo. Los superviventes son trasladados a un laboratorio de avanzadísima tecnología situado a una profundidad de cinco pisos bajo tierra, donde los perplejos científicos tratan de determinar la naturaleza del mortífero microbio antes de que cause estragos en todo el mundo.
TITULO:
Un país para escucharlo - Rebeca Jiménez: «Quiero escribir mejores canciones cada día» ,.
Un país para escucharlo,. Este martes -20- Junio, a las 23.00 por La 2, foto.
Rebeca Jiménez: «Quiero escribir mejores canciones cada día»,.
Rebeca Jiménez,.
La cantante conmemora el
aniversario de su «Todo llegará» por todo lo alto: con una gira que
pasará, entre otros bolos, este 15 de junio en la sala Galileo de Madrid,.
Rebeca Jiménez, segoviana del mismísimo México lindo y
querido, o mexicana de donde el acueducto y la Virgen de la Fuencisla,
conmemora el aniversario de su «Todo llegará» por todo lo alto, en la
sala Galileo de Madrid, el próximo 15 de junio. Quince de junio y quince de aquel disco, veinte ya en este oficio.
Un camino largo, no siempre fácil, pero en el que sigue en pie. Uno
que, si echa la vista atrás, allá donde nace su inicio, encuentra una
Rebeca, que arrancaba a andar con un piano y un puñado de canciones, de
la que esta Rebeca que hoy sigue caminando puede sentirse orgullosa.
«Ahora me pongo a pensar en todo ello», dice, «y siento que tengo mucha
suerte de poder dedicarme a algo tan bonito, de haber vivido tantas
cosas. Y, justo ahora, cuando estoy grabando y trabajando en mi nuevo disco, siento que soy aquella Rebeca y
que es como si fuese mi primer trabajo, porque lo encaro con muchísima
ilusión, como entonces, pero siendo consciente de que este camino es
largo. Nunca se deja de aprender y yo quiero escribir mejores canciones
cada día». Y lo hace y lo seguirá haciendo, eso seguro. Porque no ha
parado ni siquiera cuando aquella pandemia
que ahora apenas recordamos nos paralizó a todos. Lo hizo a través de
las redes sociales, para no detenerse ni un segundo, y lo ha hecho
siempre en su carrera, «incansable, poniendo todo el corazón y el
trabajo a este oficio maravilloso pero que a veces no resulta fácil».
Todo llegará, cantaba entonces, y todo llega. Pero todo, también,
está siempre por llegar si uno se empeña. Y este camino que emprendió,
Rebeca no se lo acaba: «Siento que sigo. Es verdad que muchas cosas han
llegado pero la sensación que tengo es que quedan muchas más por
llegar», explica. «Estoy contenta con lo que he hecho hasta ahora y
agradecida por las cosas tan bonitas que me ha dado mi trabajo. Como
poder abrir los conciertos de Neil Young o John Fogerty, compartir escenario con grandes amigos y compañeros como Miguel Ríos, Carlos Tarque, Rubén Pozo, Leiva, Coque Malla o Quique González.
Llevar mis canciones a lugares, China, Nueva York, México». Ese México
de sus amores… «Desde que era muy pequeña me gustaba muchísimo Chavela
Vargas y me aprendía un montón de rancheras que cantaba a veces en
familia y otras se las cantaba a mis amigos cuando salíamos por ahí. La
verdad es que siempre me recuerdo cantando», apunta.
La ilusión de México
«No sé qué me pasa con México, pero, para mí, cantar rancheras es
algo absolutamente natural y me sale del alma, me conecta con algo muy
especial. Pero nunca las cantaba en directo en mis conciertos. Un día
decidí incluir una en el repertorio y justo había entre el público una
pareja de mexicanos que vinieron después a saludarme y me dijeron que yo
tenía que ir a cantar allí. Nada me podía hacer más ilusión porque yo
ya me había “hecho mexicana” pero todavía no conocía mi país.
Aprovechando que mi hermano Jacobo estaba en ese momento viviendo en
México me fui para allá. Me fui sola y me organicé yo sola la primera
gira por allí». «México me enamoró», confiesa, «así como su tierra
tiembla, a mí se me removió todo por dentro. Cada día era una aventura,
siempre pasaban cosas. México me ilusionaba, me inspiraba continuamente y,
de hecho, allí escribí la mayor parte de mi disco “Tormenta y Mezcal”.
Su gente es tan alegre, tan apasionada. Y les encanta la música. Todo el
mundo va a conciertos. Son el público más entregado. Se les sale el
corazón cuando se acercan a saludarte. Siempre estoy deseando volver».
Tiene Rebeca la vista puesta en seguir con la grabación de su próximo
disco, «Calaveras y Estrellas». Un primer adelanto, una canción con el
mismo nombre con letra de Benjamín Prado, verá la luz en septiembre. Y
mientras tanto, lo suyo, no parar: el concierto de la sala Galileo
Galilei en Madrid con toda su banda; este sábado, 10 de junio, en La
Coruña, en La Disfrutona del Orzán, su gira «Agitado y Mezclado» (con la
que ya ha estado en diversos teatros y festivales y con la que volverá
el próximo otoño)… «Ahora todo parece hecho en torno a las plataformas
digitales», apunta. «Te vas adaptando a los cambios de la industria
musical de manera orgánica, no queda otra. Muy poca gente compra ya
discos físicos. Quedan algunos románticos que ven en ellos un pequeño
tesoro, y se ha vuelto a la fórmula de lanzar “sencillos” o “singles”, y
unos cuantos antes de publicar todo el disco, o incluso, a veces, sin
que estos formen parte de un trabajo completo. Lo bueno que tienen las
plataformas es que cuando lanzas una canción puede ser escuchada en
todos los lugares del mundo. Menos bueno es lo que nos llega
económicamente por cada escucha. Es vergonzoso e injusto y se está
luchando ya por regularlo». Otra cosa son las redes sociales. No es algo
que vaya mucho con ella: «No me gustan mucho, pero son necesarias para mi trabajo. Y son un trabajo más.
Pero ahora mismo son una gran herramienta de promoción, una ventana al
mundo para mostrar lo que haces. Y el poder tener un contacto tan
directo con tus seguidores, recibir sus comentarios, está muy bien». Sin
injerencias en el trabajo creativo («escribo lo que me sale»,
confiesa), no siente más límite que aquel que ella misma se impone («No
me gusta poner palabras que suenen mal, no me parece poético. Hay
palabras que no se pueden cantar», ríe). Y tiene muy clara su postura
ante la cultura de la cancelación: «No me he sentido afectada. Pero sí
creo que hay canciones que dicen burradas, muy machistas, y es muy
fuerte. Lo normal es asustarse. Lo raro es que no nos saltasen todas las
alarmas antes».
Quiero la selva
La carretera no tiene fin y huele a tequila y a algo que se quema. De
fondo, con la determinación de ese martillo que golpea sin piedad un
yunque, aúlla una armónica. Y si permites que la fantasía levante el
vuelo como un águila imperial, hasta podría ser el resoplido de Dylan en
Duluth, Minnesota, cuando aún respondía «presente» si decían Robert
Allen Zimmerman y el filo implacable de Nueva York y la pomada del
Olimpo quedaban más lejos que la infancia.
Entra Rebeca en sí misma para buscar unas canciones que tienen
arquitectura de furia. Entra en su cabeza y en sus entrañas con la boca
abierta, tan desnuda como cuando se entrega al amor o se sumerge en el
mar de una playa en la que sólo están ella y sus inseparables demonios. Y
si de pronto se posan en su pecho la brisa de una melodía y el vendaval
de unos versos, con la gracia del halcón sobre la mano del cetrero,
sabe que si existen los milagros son ese instante: cuando aquello por lo
que te adentraste en la maleza, esa luz, aparece, o, al menos, algo que
se le aproxima bastante.
Todas las fiestas son un callejón sin salida si las comparas con el
pellizco, la electricidad, la emoción de pisar un escenario y robarle la
primera nota a un piano. Pero el rock trasciende los contornos
inasibles de una canción y es un modo de reír o de sujetarse las
lágrimas. De pensar su nombre, decir «despertarme contigo» o «donde
huele a ti». De formar un cuenco con las manos para beber o de cortar en
un plato algo que unas semanas antes estuvo vivo. Que respiró y miró el
mundo desde un cuerpo que nunca aprendió a erguirse, y esa fue su
sentencia de muerte.
Y asume Rebeca que los Reyes Magos no volverán a visitarla, porque la
epifanía puede tornar en elegía para siempre, y por eso ha de
procurarse su regalo diario, en festivo o laborable, en cualquier
estación, bajo la lluvia que ella celebra entregándole el rostro para
que ese llanto supremo golpee su sonrisa, o bajo el sol que percute la
piel pero ilumina cada detalle de la existencia.
No quiero, no me lo deis, un paraguas ni una caja de preservativos ni
esa red que llevan bajo los pies los que aplazan la vida para pasado
mañana. Quiero la selva musculosa, que respira verdaderamente, que me
abraza como se abrazan los mejores y que me hace llorar porque cuán
honda es la dicha que provoca enfrentarte a la belleza sin límites, y
cuánto duele.
Antes de que el olvido devore cada centímetro de tierra –porque todo
llegará– voy a alimentar los revólveres con mis obsesiones y miedos y
voy a avanzar hacia el escenario igual que Gary Cooper, solísima ante el
peligro. Y que no esperen de mí ni piedad ni un solo gramo de
civilización, porque voy a ser el puto Big Bang y esa heroína que tiene
que salvar el planeta aunque no salga con vida de tamaña empresa.
Canta Rebeca y alguien, en alguna parte, sonríe. Canta Rebeca y otro
alguien, en algún lugar, canta con ella y, por un momento que es magia
exacta, se desprende de todo lo que lastra: el serrín del día a día, las
esquinas tenebrosas del alma, la suerte adversa. Canta Rebeca y
alguien, en ninguna parte, se rompe como el cristal, desmedidamente. Y
grita Rebeca «¡hazlo!» porque quiere volar altísimo, donde no ha llegado
nadie, para mirar a Dios a los ojos desde el placer insoportable de un
doble incendio.
El mundo ha perdido la cabeza y pronto explotará, pero ya no me
importa porque sé que al cabo de todos los escenarios y todas las
heridas me aguarda el beso resucitador de la selva, a la que deseo como
jamás nunca deseé a nada ni a nadie.
TITULO:
Un país para escucharlo - Rebeca Jiménez: «Quiero escribir mejores canciones cada día» ,.
Un país para escucharlo,. Este martes -20- Junio, a las 23.00 por La 2, foto.
Rebeca Jiménez: «Quiero escribir mejores canciones cada día»,.
Rebeca Jiménez,.
La cantante conmemora el
aniversario de su «Todo llegará» por todo lo alto: con una gira que
pasará, entre otros bolos, este 15 de junio en la sala Galileo de Madrid,.
Rebeca Jiménez, segoviana del mismísimo México lindo y
querido, o mexicana de donde el acueducto y la Virgen de la Fuencisla,
conmemora el aniversario de su «Todo llegará» por todo lo alto, en la
sala Galileo de Madrid, el próximo 15 de junio. Quince de junio y quince de aquel disco, veinte ya en este oficio.
Un camino largo, no siempre fácil, pero en el que sigue en pie. Uno
que, si echa la vista atrás, allá donde nace su inicio, encuentra una
Rebeca, que arrancaba a andar con un piano y un puñado de canciones, de
la que esta Rebeca que hoy sigue caminando puede sentirse orgullosa.
«Ahora me pongo a pensar en todo ello», dice, «y siento que tengo mucha
suerte de poder dedicarme a algo tan bonito, de haber vivido tantas
cosas. Y, justo ahora, cuando estoy grabando y trabajando en mi nuevo disco, siento que soy aquella Rebeca y
que es como si fuese mi primer trabajo, porque lo encaro con muchísima
ilusión, como entonces, pero siendo consciente de que este camino es
largo. Nunca se deja de aprender y yo quiero escribir mejores canciones
cada día». Y lo hace y lo seguirá haciendo, eso seguro. Porque no ha
parado ni siquiera cuando aquella pandemia
que ahora apenas recordamos nos paralizó a todos. Lo hizo a través de
las redes sociales, para no detenerse ni un segundo, y lo ha hecho
siempre en su carrera, «incansable, poniendo todo el corazón y el
trabajo a este oficio maravilloso pero que a veces no resulta fácil».
Todo llegará, cantaba entonces, y todo llega. Pero todo, también,
está siempre por llegar si uno se empeña. Y este camino que emprendió,
Rebeca no se lo acaba: «Siento que sigo. Es verdad que muchas cosas han
llegado pero la sensación que tengo es que quedan muchas más por
llegar», explica. «Estoy contenta con lo que he hecho hasta ahora y
agradecida por las cosas tan bonitas que me ha dado mi trabajo. Como
poder abrir los conciertos de Neil Young o John Fogerty, compartir escenario con grandes amigos y compañeros como Miguel Ríos, Carlos Tarque, Rubén Pozo, Leiva, Coque Malla o Quique González.
Llevar mis canciones a lugares, China, Nueva York, México». Ese México
de sus amores… «Desde que era muy pequeña me gustaba muchísimo Chavela
Vargas y me aprendía un montón de rancheras que cantaba a veces en
familia y otras se las cantaba a mis amigos cuando salíamos por ahí. La
verdad es que siempre me recuerdo cantando», apunta.
La ilusión de México
«No sé qué me pasa con México, pero, para mí, cantar rancheras es
algo absolutamente natural y me sale del alma, me conecta con algo muy
especial. Pero nunca las cantaba en directo en mis conciertos. Un día
decidí incluir una en el repertorio y justo había entre el público una
pareja de mexicanos que vinieron después a saludarme y me dijeron que yo
tenía que ir a cantar allí. Nada me podía hacer más ilusión porque yo
ya me había “hecho mexicana” pero todavía no conocía mi país.
Aprovechando que mi hermano Jacobo estaba en ese momento viviendo en
México me fui para allá. Me fui sola y me organicé yo sola la primera
gira por allí». «México me enamoró», confiesa, «así como su tierra
tiembla, a mí se me removió todo por dentro. Cada día era una aventura,
siempre pasaban cosas. México me ilusionaba, me inspiraba continuamente y,
de hecho, allí escribí la mayor parte de mi disco “Tormenta y Mezcal”.
Su gente es tan alegre, tan apasionada. Y les encanta la música. Todo el
mundo va a conciertos. Son el público más entregado. Se les sale el
corazón cuando se acercan a saludarte. Siempre estoy deseando volver».
Tiene Rebeca la vista puesta en seguir con la grabación de su próximo
disco, «Calaveras y Estrellas». Un primer adelanto, una canción con el
mismo nombre con letra de Benjamín Prado, verá la luz en septiembre. Y
mientras tanto, lo suyo, no parar: el concierto de la sala Galileo
Galilei en Madrid con toda su banda; este sábado, 10 de junio, en La
Coruña, en La Disfrutona del Orzán, su gira «Agitado y Mezclado» (con la
que ya ha estado en diversos teatros y festivales y con la que volverá
el próximo otoño)… «Ahora todo parece hecho en torno a las plataformas
digitales», apunta. «Te vas adaptando a los cambios de la industria
musical de manera orgánica, no queda otra. Muy poca gente compra ya
discos físicos. Quedan algunos románticos que ven en ellos un pequeño
tesoro, y se ha vuelto a la fórmula de lanzar “sencillos” o “singles”, y
unos cuantos antes de publicar todo el disco, o incluso, a veces, sin
que estos formen parte de un trabajo completo. Lo bueno que tienen las
plataformas es que cuando lanzas una canción puede ser escuchada en
todos los lugares del mundo. Menos bueno es lo que nos llega
económicamente por cada escucha. Es vergonzoso e injusto y se está
luchando ya por regularlo». Otra cosa son las redes sociales. No es algo
que vaya mucho con ella: «No me gustan mucho, pero son necesarias para mi trabajo. Y son un trabajo más.
Pero ahora mismo son una gran herramienta de promoción, una ventana al
mundo para mostrar lo que haces. Y el poder tener un contacto tan
directo con tus seguidores, recibir sus comentarios, está muy bien». Sin
injerencias en el trabajo creativo («escribo lo que me sale»,
confiesa), no siente más límite que aquel que ella misma se impone («No
me gusta poner palabras que suenen mal, no me parece poético. Hay
palabras que no se pueden cantar», ríe). Y tiene muy clara su postura
ante la cultura de la cancelación: «No me he sentido afectada. Pero sí
creo que hay canciones que dicen burradas, muy machistas, y es muy
fuerte. Lo normal es asustarse. Lo raro es que no nos saltasen todas las
alarmas antes».
Quiero la selva
La carretera no tiene fin y huele a tequila y a algo que se quema. De
fondo, con la determinación de ese martillo que golpea sin piedad un
yunque, aúlla una armónica. Y si permites que la fantasía levante el
vuelo como un águila imperial, hasta podría ser el resoplido de Dylan en
Duluth, Minnesota, cuando aún respondía «presente» si decían Robert
Allen Zimmerman y el filo implacable de Nueva York y la pomada del
Olimpo quedaban más lejos que la infancia.
Entra Rebeca en sí misma para buscar unas canciones que tienen
arquitectura de furia. Entra en su cabeza y en sus entrañas con la boca
abierta, tan desnuda como cuando se entrega al amor o se sumerge en el
mar de una playa en la que sólo están ella y sus inseparables demonios. Y
si de pronto se posan en su pecho la brisa de una melodía y el vendaval
de unos versos, con la gracia del halcón sobre la mano del cetrero,
sabe que si existen los milagros son ese instante: cuando aquello por lo
que te adentraste en la maleza, esa luz, aparece, o, al menos, algo que
se le aproxima bastante.
Todas las fiestas son un callejón sin salida si las comparas con el
pellizco, la electricidad, la emoción de pisar un escenario y robarle la
primera nota a un piano. Pero el rock trasciende los contornos
inasibles de una canción y es un modo de reír o de sujetarse las
lágrimas. De pensar su nombre, decir «despertarme contigo» o «donde
huele a ti». De formar un cuenco con las manos para beber o de cortar en
un plato algo que unas semanas antes estuvo vivo. Que respiró y miró el
mundo desde un cuerpo que nunca aprendió a erguirse, y esa fue su
sentencia de muerte.
Y asume Rebeca que los Reyes Magos no volverán a visitarla, porque la
epifanía puede tornar en elegía para siempre, y por eso ha de
procurarse su regalo diario, en festivo o laborable, en cualquier
estación, bajo la lluvia que ella celebra entregándole el rostro para
que ese llanto supremo golpee su sonrisa, o bajo el sol que percute la
piel pero ilumina cada detalle de la existencia.
No quiero, no me lo deis, un paraguas ni una caja de preservativos ni
esa red que llevan bajo los pies los que aplazan la vida para pasado
mañana. Quiero la selva musculosa, que respira verdaderamente, que me
abraza como se abrazan los mejores y que me hace llorar porque cuán
honda es la dicha que provoca enfrentarte a la belleza sin límites, y
cuánto duele.
Antes de que el olvido devore cada centímetro de tierra –porque todo
llegará– voy a alimentar los revólveres con mis obsesiones y miedos y
voy a avanzar hacia el escenario igual que Gary Cooper, solísima ante el
peligro. Y que no esperen de mí ni piedad ni un solo gramo de
civilización, porque voy a ser el puto Big Bang y esa heroína que tiene
que salvar el planeta aunque no salga con vida de tamaña empresa.
Canta Rebeca y alguien, en alguna parte, sonríe. Canta Rebeca y otro
alguien, en algún lugar, canta con ella y, por un momento que es magia
exacta, se desprende de todo lo que lastra: el serrín del día a día, las
esquinas tenebrosas del alma, la suerte adversa. Canta Rebeca y
alguien, en ninguna parte, se rompe como el cristal, desmedidamente. Y
grita Rebeca «¡hazlo!» porque quiere volar altísimo, donde no ha llegado
nadie, para mirar a Dios a los ojos desde el placer insoportable de un
doble incendio.
El mundo ha perdido la cabeza y pronto explotará, pero ya no me
importa porque sé que al cabo de todos los escenarios y todas las
heridas me aguarda el beso resucitador de la selva, a la que deseo como
jamás nunca deseé a nada ni a nadie.
Este martes -20- Junio, a las 23.00 por La 2, foto.
Rebeca Jiménez: «Quiero escribir mejores canciones cada día»,.
Rebeca Jiménez,.
La cantante conmemora el aniversario de su «Todo llegará» por todo lo alto: con una gira que pasará, entre otros bolos, este 15 de junio en la sala Galileo de Madrid,.
Rebeca Jiménez, segoviana del mismísimo México lindo y querido, o mexicana de donde el acueducto y la Virgen de la Fuencisla, conmemora el aniversario de su «Todo llegará» por todo lo alto, en la sala Galileo de Madrid, el próximo 15 de junio. Quince de junio y quince de aquel disco, veinte ya en este oficio. Un camino largo, no siempre fácil, pero en el que sigue en pie. Uno que, si echa la vista atrás, allá donde nace su inicio, encuentra una Rebeca, que arrancaba a andar con un piano y un puñado de canciones, de la que esta Rebeca que hoy sigue caminando puede sentirse orgullosa. «Ahora me pongo a pensar en todo ello», dice, «y siento que tengo mucha suerte de poder dedicarme a algo tan bonito, de haber vivido tantas cosas. Y, justo ahora, cuando estoy grabando y trabajando en mi nuevo disco, siento que soy aquella Rebeca y que es como si fuese mi primer trabajo, porque lo encaro con muchísima ilusión, como entonces, pero siendo consciente de que este camino es largo. Nunca se deja de aprender y yo quiero escribir mejores canciones cada día». Y lo hace y lo seguirá haciendo, eso seguro. Porque no ha parado ni siquiera cuando aquella pandemia que ahora apenas recordamos nos paralizó a todos. Lo hizo a través de las redes sociales, para no detenerse ni un segundo, y lo ha hecho siempre en su carrera, «incansable, poniendo todo el corazón y el trabajo a este oficio maravilloso pero que a veces no resulta fácil».
Todo llegará, cantaba entonces, y todo llega. Pero todo, también, está siempre por llegar si uno se empeña. Y este camino que emprendió, Rebeca no se lo acaba: «Siento que sigo. Es verdad que muchas cosas han llegado pero la sensación que tengo es que quedan muchas más por llegar», explica. «Estoy contenta con lo que he hecho hasta ahora y agradecida por las cosas tan bonitas que me ha dado mi trabajo. Como poder abrir los conciertos de Neil Young o John Fogerty, compartir escenario con grandes amigos y compañeros como Miguel Ríos, Carlos Tarque, Rubén Pozo, Leiva, Coque Malla o Quique González. Llevar mis canciones a lugares, China, Nueva York, México». Ese México de sus amores… «Desde que era muy pequeña me gustaba muchísimo Chavela Vargas y me aprendía un montón de rancheras que cantaba a veces en familia y otras se las cantaba a mis amigos cuando salíamos por ahí. La verdad es que siempre me recuerdo cantando», apunta.
La ilusión de México
«No sé qué me pasa con México, pero, para mí, cantar rancheras es algo absolutamente natural y me sale del alma, me conecta con algo muy especial. Pero nunca las cantaba en directo en mis conciertos. Un día decidí incluir una en el repertorio y justo había entre el público una pareja de mexicanos que vinieron después a saludarme y me dijeron que yo tenía que ir a cantar allí. Nada me podía hacer más ilusión porque yo ya me había “hecho mexicana” pero todavía no conocía mi país. Aprovechando que mi hermano Jacobo estaba en ese momento viviendo en México me fui para allá. Me fui sola y me organicé yo sola la primera gira por allí». «México me enamoró», confiesa, «así como su tierra tiembla, a mí se me removió todo por dentro. Cada día era una aventura, siempre pasaban cosas. México me ilusionaba, me inspiraba continuamente y, de hecho, allí escribí la mayor parte de mi disco “Tormenta y Mezcal”. Su gente es tan alegre, tan apasionada. Y les encanta la música. Todo el mundo va a conciertos. Son el público más entregado. Se les sale el corazón cuando se acercan a saludarte. Siempre estoy deseando volver».
Tiene Rebeca la vista puesta en seguir con la grabación de su próximo disco, «Calaveras y Estrellas». Un primer adelanto, una canción con el mismo nombre con letra de Benjamín Prado, verá la luz en septiembre. Y mientras tanto, lo suyo, no parar: el concierto de la sala Galileo Galilei en Madrid con toda su banda; este sábado, 10 de junio, en La Coruña, en La Disfrutona del Orzán, su gira «Agitado y Mezclado» (con la que ya ha estado en diversos teatros y festivales y con la que volverá el próximo otoño)… «Ahora todo parece hecho en torno a las plataformas digitales», apunta. «Te vas adaptando a los cambios de la industria musical de manera orgánica, no queda otra. Muy poca gente compra ya discos físicos. Quedan algunos románticos que ven en ellos un pequeño tesoro, y se ha vuelto a la fórmula de lanzar “sencillos” o “singles”, y unos cuantos antes de publicar todo el disco, o incluso, a veces, sin que estos formen parte de un trabajo completo. Lo bueno que tienen las plataformas es que cuando lanzas una canción puede ser escuchada en todos los lugares del mundo. Menos bueno es lo que nos llega económicamente por cada escucha. Es vergonzoso e injusto y se está luchando ya por regularlo». Otra cosa son las redes sociales. No es algo que vaya mucho con ella: «No me gustan mucho, pero son necesarias para mi trabajo. Y son un trabajo más. Pero ahora mismo son una gran herramienta de promoción, una ventana al mundo para mostrar lo que haces. Y el poder tener un contacto tan directo con tus seguidores, recibir sus comentarios, está muy bien». Sin injerencias en el trabajo creativo («escribo lo que me sale», confiesa), no siente más límite que aquel que ella misma se impone («No me gusta poner palabras que suenen mal, no me parece poético. Hay palabras que no se pueden cantar», ríe). Y tiene muy clara su postura ante la cultura de la cancelación: «No me he sentido afectada. Pero sí creo que hay canciones que dicen burradas, muy machistas, y es muy fuerte. Lo normal es asustarse. Lo raro es que no nos saltasen todas las alarmas antes».
Quiero la selva
La carretera no tiene fin y huele a tequila y a algo que se quema. De fondo, con la determinación de ese martillo que golpea sin piedad un yunque, aúlla una armónica. Y si permites que la fantasía levante el vuelo como un águila imperial, hasta podría ser el resoplido de Dylan en Duluth, Minnesota, cuando aún respondía «presente» si decían Robert Allen Zimmerman y el filo implacable de Nueva York y la pomada del Olimpo quedaban más lejos que la infancia.
Entra Rebeca en sí misma para buscar unas canciones que tienen arquitectura de furia. Entra en su cabeza y en sus entrañas con la boca abierta, tan desnuda como cuando se entrega al amor o se sumerge en el mar de una playa en la que sólo están ella y sus inseparables demonios. Y si de pronto se posan en su pecho la brisa de una melodía y el vendaval de unos versos, con la gracia del halcón sobre la mano del cetrero, sabe que si existen los milagros son ese instante: cuando aquello por lo que te adentraste en la maleza, esa luz, aparece, o, al menos, algo que se le aproxima bastante.
Todas las fiestas son un callejón sin salida si las comparas con el pellizco, la electricidad, la emoción de pisar un escenario y robarle la primera nota a un piano. Pero el rock trasciende los contornos inasibles de una canción y es un modo de reír o de sujetarse las lágrimas. De pensar su nombre, decir «despertarme contigo» o «donde huele a ti». De formar un cuenco con las manos para beber o de cortar en un plato algo que unas semanas antes estuvo vivo. Que respiró y miró el mundo desde un cuerpo que nunca aprendió a erguirse, y esa fue su sentencia de muerte.
Y asume Rebeca que los Reyes Magos no volverán a visitarla, porque la epifanía puede tornar en elegía para siempre, y por eso ha de procurarse su regalo diario, en festivo o laborable, en cualquier estación, bajo la lluvia que ella celebra entregándole el rostro para que ese llanto supremo golpee su sonrisa, o bajo el sol que percute la piel pero ilumina cada detalle de la existencia.
No quiero, no me lo deis, un paraguas ni una caja de preservativos ni esa red que llevan bajo los pies los que aplazan la vida para pasado mañana. Quiero la selva musculosa, que respira verdaderamente, que me abraza como se abrazan los mejores y que me hace llorar porque cuán honda es la dicha que provoca enfrentarte a la belleza sin límites, y cuánto duele.
Antes de que el olvido devore cada centímetro de tierra –porque todo llegará– voy a alimentar los revólveres con mis obsesiones y miedos y voy a avanzar hacia el escenario igual que Gary Cooper, solísima ante el peligro. Y que no esperen de mí ni piedad ni un solo gramo de civilización, porque voy a ser el puto Big Bang y esa heroína que tiene que salvar el planeta aunque no salga con vida de tamaña empresa.
Canta Rebeca y alguien, en alguna parte, sonríe. Canta Rebeca y otro alguien, en algún lugar, canta con ella y, por un momento que es magia exacta, se desprende de todo lo que lastra: el serrín del día a día, las esquinas tenebrosas del alma, la suerte adversa. Canta Rebeca y alguien, en ninguna parte, se rompe como el cristal, desmedidamente. Y grita Rebeca «¡hazlo!» porque quiere volar altísimo, donde no ha llegado nadie, para mirar a Dios a los ojos desde el placer insoportable de un doble incendio.
El mundo ha perdido la cabeza y pronto explotará, pero ya no me importa porque sé que al cabo de todos los escenarios y todas las heridas me aguarda el beso resucitador de la selva, a la que deseo como jamás nunca deseé a nada ni a nadie.
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