TAPAS Y BARRAS, EL VINO DEL MEDICO,./ UN PAIS PARA COMERSELO, Barcarrota Productions .

TÍTULO: TAPAS Y BARRAS, EL VINO DEL MEDICO,.

Mañana se fallan en Cáceres los premios Espiga de Caja Rural,.

 Los blancos extremeños encantan a los jóvenes - foto,.

El día que vi a un amigo de mi padre preparando en una tienda un estuche con cinco vinos extremeños para regalárselos a su médico de cabecera, supe que nuestros vinos habían empezado, por fin, a convertirse en referencia popular de calidad.
El amigo de mi padre regalaba cada Navidad un estuche de cinco vinos a su médico. En provincias, ya se sabe, lo de regalar a los médicos es una costumbre que no cesa. Seguimos entendiendo que nos curan haciéndonos un favor y valoramos su trabajo por encima del de cualquier otro profesional. Tiene su lógica: entendemos que las decisiones del profesor, del agrónomo o del gestor tienen remedio, pero las del médico pueden ser definitivas. Y mientras el galeno va acertando, le regalamos vino para mostrarle nuestro agradecimiento por mantenernos vivos. El día que yerran, se acaba el vino y se acaba todo.
El caso es que el amigo de mi padre se acercaba cada Navidad a una tienda especializada y preparaba un estuche generoso con un Ramón Bilbao, un Remelluri, un Artadi, un Matarromera y un Carraovejas. 200 euros en vino para agasajar a su salvador de cabecera. Yo le sugería que regalara a su médico vinos extremeños, que los había de suficiente calidad como para que siguiera curándolo con interés, pero él seguía empeñado en sus marcas clásicas de Rioja y Ribera del Duero.
En esto del vino, el imaginario colectivo lo es todo. En Cáceres, hasta hace nada, decir vino extremeño era decir pitarra y a nadie se le ocurría regalarle a su médico de cabecera un estuche de vino tradicional extremeño por muy bueno y exótico que fuera.
Cuando hablabas de Ribera del Guadiana, solo Torre Julia sonaba como vino de cierta categoría y era muy comentada una boda muy sonada en la que, hace años, quisieron servir este vino trujillano y fue imposible porque no había existencias suficientes. El resto sonaba a quiero y no puedo, a vinos con los que se podía hacer el ridículo si los regalabas.
Pero en pocos años, se ha producido un cambio de mentalidad extraordinario. En Cáceres, ¡por fin!, se entiende ya que el vino extremeño puede ser un magnífico regalo. Y el imaginario, ¡ay el imaginario!, ha espabilado definitivamente y es común escuchar hablar a jóvenes y mayores de este o aquel vino de la tierra o de la D.O. Ribera del Guadiana: discuten sobre sus favoritos, se recomiendan un blanco de Los Santos o un tinto de Alía como antes lo hacían con los blancos de Rueda o los tintos de los pagos del Duero.
Entre los jóvenes, sobre todo entre esas parejas que salen a cenar y cambian por una noche la cerveza por el vino, ha hecho mucho bien el blanco Primavera. Ya sé que no es un regalo para médicos, pero ha demostrado a quienes se acercan por primera vez al vino que beber blancos extremeños puede ser muy divertido. Y tras el Primavera, han llegado unos blancos formidables que en tres años han revolucionado el mercado extremeño: vinos juveniles (perdonen los integristas, ya sé que blasfemo al hablar de vinos juveniles, vinos femeninos, vinos para médicos, etcétera) como el Golosina blanco y rosado, el Dulce Eva, el Entremares o blancos más serios como el Victorino Martín de eva beba están elevando nuestros vinos blancos a cotas impensables hace nada.
Mañana martes, se fallan los premios Espiga de Caja Rural de Extremadura, los más prestigiosos del mundo vitivinícola extremeño. Por primera vez, estos premios se entregan en Cáceres con motivo de su capitalidad gastronómica. Pero convertir por un día a Cáceres en centro del vino extremeño es un acto simbólico: refrenda la conversión de esta ciudad, hasta hace nada reticente al vino Ribera del Guadiana y hoy entregada a esta causa. Lo supe el día que el amigo de mi padre cambió lo mejor del Duero y la Rioja por un estuche con un Habla número 7, un Basangus, un Madre del Agua, un Alius y un Mirabel. Se gastó 86 euros y su médico quedó encantado.

TÍTULO:  UN PAIS PARA COMERSELO, Barcarrota Productions .

En este pueblo preparan el rodaje de 'El Coyote', su tercera película,.

 Agustina, la directora, en la plaza del Altozano -foto

Los Puente hacen ladrillos y películas. Los ladrillos son artesanos y las películas, también. Los ladrillos dan de comer a los Puente. Las películas solo les dan placer. Antonio Puente, su hermano Manuel y Sara, hija de Antonio, disfrutan haciendo películas, comprándose lo último en materiales de grabación, montando las escenas y no cobrando un duro por ello. Lo de los Puente es pasión. Algo muy común en Barcarrota. La pasión, digo. Y también el cine.
Agustina Pinilla es directora de cine. Tiene 42 años, acabó EGB, es madre de dos niños de diez y de seis años, Miguel y Elisa, y está en paro. De joven, se apuntaba a talleres de teatro y preparaba obras dramáticas con los amigos. De mayor, la asociación de mujeres Altozano le propuso montar alguna comedia. «Hicimos teatro musical con canciones en playback y al año siguiente, mi marido, Paco, me propuso hacer una película. Él escribió el guion, hablamos con los Puente para que grabaran el largometraje y nos pusimos a ello», cuenta Agustina. Desde entonces, año 2013, Barcarrota es un pueblo de cine.
La primera película se basó en una leyenda barcarroteña de toda la vida. Cuenta la historia de un alcalde tirano de Barcarrota, que encerró a su hija para que no saliera con su novio carbonero, al que amaba locamente. Pero la muchacha se escapaba por la ventana cada noche como un fantasma. Los vecinos, amedrentados por sus apariciones, se quejaron al alcalde y este salió una noche, mató al fantasma y descubrió que era su hija.
Esta primera película se llama 'La cruz del altozano'. Dura 75 minutos. Participaron en el rodaje, entre noviembre de 2012 y mayo de 2013, 138 actores, todos ellos vecinos del pueblo. Niños y mayores aparecen en las escenas, rodadas en exteriores e interiores de Barcarrota y en el molino de Almendral. 'La cruz del altozano' se estrenó el 16 de agosto de 2013 en la plaza de toros de Barcarrota. abarrotada por 2.100 espectadores.
Ante el éxito obtenido, se rodó una secuela de 'La cruz'. Con el título de 'La hija del alcalde' y guion de nuevo de Paco, el marido de Agustina, en esta segunda película vemos cómo la hermana de la fantasma muerta se va a Madrid y, al regresar a Barcarrota, investiga y descubre que había en el pueblo otra chica enamorada del carbonero y rechazada por este. Es más, llega a la conclusión de que su padre, el alcalde, no fue el asesino de su hermana. El criminal fue un pretendiente de la enamorada despechada, que asesinó a la novia del carbonero a cambio de los favores de su pretendida, cuyo padre, aspirante a la alcaldía, acusa al padre de la asesinada para quitárselo de en medio.
Una rocambolesca historia en la que ya participaron 189 actores entre noviembre de 2013 y junio de 2014. Dura 78 minutos y su estreno fue otro éxito con la plaza de toros llena. ¿El presupuesto de cada producción? Cero euros.
'La hija del alcalde' se estrenó también en el cine de Oliva de la Frontera, donde, al estilo premiere en Gran Vía, los espectadores se hacían fotografías con los actores barcarroteños. Es más, a Agustina, a Paco y a los Puente los contrataron en Nogales para que rodaran allí una película sobre 'Las pantarujas' basada en un texto del escritor José Antonio Ramírez Lozano.
Mientras reposa en la silla de directora de cine, que le han regalado sus vecinos, Agustina nos cuenta que 2015 va a ser un año sabático, pero que en 2016 comenzarán la tercera película de 'Barcarrota Productions'. Su protagonista será El Coyote de Barcarrota, un misterioso personaje que en los años 1979-80 destrozó todos los carros de madera que había en el pueblo menos uno. Dejaba su marca: un coyote pintado y una nota. La Guardia Civil interrogó a varios sospechosos, pero no acusó a ninguno. El misterio se desvelará dentro de dos veranos en la plaza de toros de Barcarrota durante el estreno de 'El Coyote'.