BLOC CULTURAL,

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domingo, 26 de abril de 2015

REVISTA XL SEMANAL, PORTADA, Emilia Clarke: ACTRIZ,. / LA CARTA DE LA SEMANA, POR TONTOS,./ EL BLOC DEL CARTERO, 40 AÑOS DESDE EL SAHARA,.

TÍTULO : REVISTA XL SEMANAL, PORTADA,Emilia Clarke ACTRIZ,.


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Emilia Clarke: "En 'Juego de Tronos' no existe la piedad. Todo es a vida o muerte. Y lo aceptas"

Era una completa desconocida... Hasta que llegó 'Juego de tronos'. Hoy, la actriz británica Emilia Clarke es la madre de dragones, la que no arde, la princesa Khaleesi... es decir, Daenerys Targaryen, uno de los personajes más fascinantes de una serie convertida ya en un fenómeno global. Hablamos con ella.
Si la ve usted por la calle, le costará reconocerla. La actriz británica Emilia Clarke, Daenerys Targaryen Dany para los íntimos en la serie 'Juego de tronos', tiene un envidiable pelo castaño que le cae por debajo de los hombros y no llega al 1,60. Su presencia no deslumbra tanto como la de esa princesa rubia de luminosa piel y mirada inexpugnable a la que Clarke ha convertido en un icono catódico planetario. Una mujer cuyo proceso transformador, de frágil princesa a comandante de un poderoso ejército con tres dragones a su servicio, proseguirá su avance en la nueva temporada de la serie, la quinta ya, recién estrenada.
Una completa desconocida hace unos años, Clarke fue una apuesta decidida de los productores de la cadena HBO en su proyecto de llevar a la televisión la saga literaria de George R. R. Martin, Canción de hielo y fuego. Un lustro después, a sus 28 años, la actriz es uno de los rostros más requeridos de Hollywood, con nominación al Emmy en el zurrón, y capaz de protagonizar una producción de Broadway o de revivir a la mítica Sarah Connor en la nueva entrega de Terminator [estreno: el 10 de julio], en el regreso de Arnold Schwarzenegger a su papel más emblemático.
XLSemanal. Cada temporada de Juego de tronos supera en intensidad a la anterior. ¿Ocurrirá lo mismo esta vez?
Emilia Clarke. Sin duda. Estamos todos muy animados, espero que los fans disfruten con lo que hemos hecho. Aunque hay capítulos, como el de la boda roja, de la tercera temporada, cuya intensidad sigue siendo difícil de superar hasta hoy.
XL. ¿Qué podemos esperar de Daenerys Targaryen en esta quinta temporada?
E.C. A medida que Dany consolida su poder, lidiará con más dificultades, algo inevitable cuando alguien se convierte en un líder tan poderoso. Deberá responder preguntas como: «¿En quién confiar?», «¿quién intentará detenerme?». Seguirá luchando por su derecho al Trono de Hierro, para gobernar los Siete Reinos. Desde la primera temporada ha ido evolucionando y en esta seguirá creciendo. El suyo es un viaje hacia el poder, pero, sobre todo, hacia el autodescubrimiento. No deja de sorprenderse cada vez que descubre lo poderosa que puede ser. En el fondo, sabe que no tiene elección. Debe ser fuerte si quiere sobrevivir.
XL. ¿Cuál es la característica de Dany que usted admira más?
E.C. Es compasiva en un mundo donde no existe la piedad. Consigue ser imparcial en función de las circunstancias, aunque esté inmersa en una lucha a vida o muerte.
XL. Ella, sin embargo, toma decisiones cada vez más drásticas, derivadas de su creciente poder...
E.C. Es cierto, y eso le está afectando muchísimo. Ha empezado a darse cuenta de que no puede hacer siempre lo correcto, que debe complacer a las masas. En ese aspecto, a veces necesita quizá un poco más de maldad que de bondad para tomar la decisión adecuada. Esta es la gran dificultad a la que se enfrenta ahora, la delicada línea por la que debe caminar.
XL. Usted era una desconocida cuando se subió a este barco. ¿Le asustaba meterse en la piel de uno de los personaje más populares de las novelas de George R. R. Martin?
E.C. Era consciente de que los fans de las novelas vigilarían todos mis movimientos. Llevan años conviviendo con estos personajes [la primera entrega, titulada precisamente Juego de tronos, se publicó en 1996] y tienen ideas preconcebidas sobre cada uno de ellos. Por eso, los libros han sido siempre mi referencia, la base que me ayuda a abordar este trabajo sabiendo quién era, quién es y en quién se va a convertir.
XL. Siendo una novata, ¿cómo afrontó las escabrosas escenas de desnudos al comienzo de la serie?
E.C. Estaba aterrorizada. Pero sin aquellas escenas, en las que era entregada al líder de unos bárbaros salvajes, el triunfo de su viaje personal no sería tan significativo. La superación de todo el sufrimiento es la expresión de la fuerza del personaje.
XL. ¿Y cómo lleva lo de dirigir un ejército de miles de hombres?
E.C. Es estupendo, me ayuda a mantener la cabeza erguida. Soy muy afortunada de poder actuar con todos ellos y no con creaciones de efectos especiales. Tener al ejército a mi lado me ayuda a meterme en el personaje, a sentirme al mando.
XL. ¿Qué se siente al convertir en realidad una fantasía tan deslumbrante como Juego de tronos?
E.C. La gran suerte que tenemos es contar con unos guionistas excepcionales. Son capaces de hacer que algo tan increíble sea verosímil. Tú ves la serie y no te cuestionas si los dragones existen. Simplemente, lo aceptas.
XL. ¿Se identifica con el personaje en algún aspecto?
E.C. En cierto modo, sí. A lo largo de la serie, ambas nos hemos enfrentado a desafíos impensables y hemos evolucionado muchísimo. Dany tuvo que luchar para alcanzar el lugar que ella cree que le corresponde y yo aprendí mucho sobre mí. Al comienzo, todo me impresionaba, pero ahora me siento más estable y capaz. Al igual que Dany, me siento más segura. Del mismo modo, ella y yo somos opuestas en varios sentidos. Dany sabe cuál es su destino y está centrada en conseguirlo, características de las cuales yo carezco. Ella es una tipa dura, una guerrera, mientras que yo soy muy tímida y odio ser el centro de atención.
XL. ¿En serio? ¿Por qué quiso ser actriz entonces?
E.C. ¡Pues precisamente por eso! Cuando subo al escenario o estoy ante una cámara, ya no soy yo. Me transformo, soy el personaje. Como actriz puedo ser todas esas personas que nunca tendría el valor de ser en la vida real.
XL. ¿Qué papel desempeñaron sus padres? ¿La animaron?
E.C. Mi padre trabaja en el teatro, es ingeniero de sonido, así que sabía bien lo duro que iba a resultar todo para mí. Su preocupación, en todo momento, consistió en que fuera realista, que no me ilusionara en exceso.
XL. ¿Cuándo decidió tomárselo en serio?
E.C. No recuerdo un momento de mi vida en que no pensara en dedicarme a esto. Por supuesto, cuando era niña, no tenía ni idea de lo que iba todo esto, pero siempre me pareció que sería algo muy divertido. Me encantaba ir a los teatros donde trabajaba mi padre, verlo inmerso en ese ambiente, con toda la gente que trabajaba con él, era algo mágico.
XL. Sin embargo, nunca fue a la escuela de interpretación...
E.C. Es que, con franqueza, aquello no era para mí. Cuando era joven, no tenía la intensidad necesaria para hacer algo así.
XL. En lugar de eso, acabó yendo usted a un internado...
E.C. Sí, fue una época muy especial de mi vida. Lo pasé en grande. Me apuntaba a todo: deportes, juegos, lo que fuera. Me gusta pensar que esa actitud me ha ayudado mucho en mi carrera.
XL. Era usted una novata, como quien dice, hasta que llegó Juego de tronos. ¿Cómo fue esto de meterse, de repente, en la mayor produción de la historia de la televisión?
E.C. Jamás olvidaré el primer día de rodaje. Estaba aterrada. Perdí el control de uno de los caballos frente a centenares de personas. Quería que se me tragara la tierra. Eso me hizo ver las cosas de otro modo; la adrenalina, en realidad, te ayuda a esforzarte más. Yo, de hecho, sabía montar a caballo, pero aquello me hizo entender que necesitaba mejorar en ese aspecto para continuar.
XL. El sacrificio mereció la pena, ¿no? En 2013 fue nominada al Emmy a mejor actriz de reparto...
E.C. Sí. Y todavía no me lo creo. Me pilló completamente por sorpresa. Ese año nominaron también a Peter Dinklage [Tyrion Lannister] y Diana Rigg [Olenna Tyrell], dos actores de la serie a los que admiro mucho. Detalles como ese significan mucho para mí.
XL. ¿No le molestó perder?
E.C. No, con estar allí, de invitada a una fiesta como esa, me conformo. Es más, rodamos siempre tan lejos de Hollywood que nunca pensamos que se acordarán de nosotros a la hora de los premios y los eventos.
XL. Tengo entendido que no conoció a muchos de sus compañeros de reparto hasta aquella noche...
E.C. Así es. Es algo que nos hace mucha gracia a todos. Nos parece muy divertido esto de que la mayoría de nosotros solo nos veamos en galas y eventos promocionales. Cuando veo la serie en televisión, me quedo impresionada al ver el trabajo de esos otros actores. Mis tramas nunca se relacionan con las suyas, de momento, pero me dan ganas de actuar juntos algún día.
XL. En 2013 protagonizó Desayuno con diamantes en Broadway. Las críticas no fueron muy buenas. ¿Qué tal le vino todo aquello?
E.C. No me arrepiento de nada. Sabía desde el principio que tendría que competir con Audrey Hepburn, pero me atraía la idea de hacer un personaje como ese a mi manera. Con eso me quedo. Me encanta arriesgarme. A veces sale bien, a veces no. Pero no cambiaría por nada un segundo de aquella experiencia. Algún día volveré a hacer teatro, sin duda. Amo el teatro, ya sea en el escenario, entre bastidores o en la platea.
XL. El éxito de Juego de tronos le habrá abierto puertas. ¿Le abruman las ofertas?
E.C. Lo importante para mí, ahora, es ver con quién voy a trabajar. Como el papel que hice en Dom Hemingway. ¿Qué chica rechazaría actuar con Jude Law?
XL. ¿Aunque él hiciera de su padre?
E.C. Bueno, eso fue un poco decepcionante [se ríe]. De hecho, hicimos cuentas. Cuando yo nací, su personaje debía de tener unos 14 años.
XL. ¿Decirle que no a Arnold Schwarzenegger, en la nueva entrega de Terminator, también habría sido difícil?
E.C. Arnold es un icono, desde luego, pero es que hacer de Sarah Connor era algo que, simplemente, no podía rechazar. Es uno de los papeles femeninos más emblemáticos de la historia del cine.
XL. ¿Qué me puede decir de Schwarzenegger?
E.C. La primera vez que lo vi fue el día que empezamos a leer el guion. Estábamos todos esperando como si fuera a llegar un Terminator de verdad [se ríe]. Una tensión... En cuanto apareció, con su encanto, su tranquilidad y su sentido del humor, todo eso desapareció. Fue muy fácil trabajar con él.

Las teorías que vuelven locos a los fans (Solo para iniciados)
-La quinta temporada de Juego de tronos tiene como base el cuarto y quinto libro de la saga literaria Canción de hielo y fuego, de George R. R. Martin, una ficción cuyo primer tomo se publicó en 1996. Los fans de los libros, por tanto, van un paso por delante de los espectadores y llevan años especulando sobre el final de la saga literaria que, según lo prometido, llegará a las siete entregas. Recogemos algunas de las teorías más repetidas.
La verdadera identidad de Jon Nieve
Según esta teoría, Jon no es el hijo bastardo de Ned Stark el señor de Invernalia, sino de su difunta hermana, Lyanna, y de Rhaegar Targaryen (hermano de Daenerys). Ned habría ocultado el verdadero origen del bebé para protegerlo del rey Robert Baratheon, obsesionado con exterminar a toda la estirpe Targaryen.
El romance entre fuego y hielo
Algunos fans mantienen la hipótesis de que Daenerys Targaryen con sus dragones (fuego) y Jon Snow con su ejército de El Muro (hielo) terminarán casándose y gobernando juntos. Incluso aunque Jon fuera un Targaryen, es bien sabido que en esta familia suelen casarse entre primos o hermanos para mantener «la sangre del dragón».
Porra necrológica
En la casa de apuestas británica Ladbrokes, los que más probabilidades tienen de seguir con vida son personajes como Cersei y Jaime Lannister. Sin embargo, sus hijos lo tienen peor. Según una profecía, Cersei verá a sus hijos coronados y muertos. Por tanto, primeras papeletas para pasar al otro barrio: Tommen y Myrcella.
Tyrion: cómo entrenar a tu dragón
El encuentro entre el «enano» y Daenerys es de los más esperados. En los libros se hacen constantes referencias a la profecía sobre «las tres cabezas del dragón», es decir, los tres jinetes que domarán a los retoños alados de Daenerys. Algunas voces hablan ya de Tyrion como uno de ellos. La temporada televisiva en emisión ya arranca con una alusión a esta posible alianza.

George R. R. Martin: El autor... Presiones, las justas
"Los guionistas de la serie son todavía más sanguinarios que yo"
-Su objetivo es sorprender. Curtido como guionista de series de televisión, George R. R. Martin quiso dar el salto al mundo literario con una historia que rompiera con todas las reglas impuestas por la narrativa de Hollywood: un protagonista asesinado a las primeras de cambio, princesas maltratadas por su príncipe azul, relaciones incestuosas, malos que se vuelven buenos... Estas son algunas de las claves de su éxito. Pero los fans piden más. Ansiosos por conocer el final de la saga, que el autor ha prometido resolver en siete libros, se desesperan ante el lento ritmo de escritura de Martin.
-La temporada en emisión recoge parte del cuarto y del quinto volumen, pero el autor se niega a dar una fecha de publicación para la sexta entrega: Vientos de invierno. Con 66 años, sobrepeso y una desmedida afición a las hamburguesas, a sus fans les preocupa que se muera antes de rematar su obra. Mientras hacen chascarrillos sobre sus festines carnívoros y piden que alguien le controle el colesterol, él se siente presionado y amenaza con destruir el mundo de Juego de tronos enviando un cometa rojo. Su frase literal para quienes auguran su defunción ha sido: «¡Que se jodan!». Son muchos ya los fans que piden que la serie evolucione por su cuenta. Y los guionistas se han puesto a ello. El propio autor ha declarado: «En la serie va a morir más gente que en mis libros. Los guionistas, Benioff y Weiss, son más sanguinarios que yo». 

TÍTULO:  LA CARTA DE LA SEMANA, POR TONTOS,.

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11667317.jpgLeo un interesante, aunque a la postre cobardón, reportaje en el diario The Guardian, donde se sostiene que los políticos tontos son preferidos por una mayoría de los votantes. El periódico británico aporta diversos ejemplos irrebatibles de políticos botarates, tanto autóctonos como foráneos, que resultaron elegidos, en clara predilección frente a otros candidatos que parecían mucho más inteligentes; y llega a afirmar, incluso, que son muchos los políticos que, para ganarse las simpatías populares, se fingen estúpidos, o exageran su estupidez congénita. El reportaje prueba luego a averiguar las razones de tal preferencia, para lo que recurre a morralla 'políticamente correcta' que no moleste a nadie. Así, por ejemplo, sostiene que, según el 'efecto Dunning-Kruger', las personas más tontas, quizá por irreflexivas, suelen ser las más confianzudas y echadas palante (frente a las inteligentes, que se plantean dilemas que las hacen titubear); y que esta inconsciencia disfrazada de resolución del tonto gusta más al votante que las dudas del hombre inteligente. También sostiene The Guardian que, conforme a la «ley de la trivialidad de Parkinson», el político tonto resulta siempre más persuasivo que el inteligente, porque plantea soluciones más sencillas, incluso triviales, a los problemas más enrevesados, frente al político inteligente, que suele proponer a su vez soluciones arduas que provocan el repeluzno del votante.
En ambos intentos de explicación psicologista se evita afirmar que los políticos tontos sean los predilectos... de los votantes tontos, o siquiera atontados. Sin embargo, del mismo modo que el gordo suele alabar más encomiásticamente la genialidad de los gordos, o la rubia celebrar con mayores alharacas la belleza de otras rubias (porque es natural sentir solidaridad hacia nuestro semejante), no parece descabellado pensar que los políticos tontos sean los preferidos de los votantes tontos. Claro que, para no ser del todo injustos, habría que distinguir entre tontos y tontos. En su Genealogía de los modorros, Quevedo distinguía tres tipos de tontos: el necio, que es el hombre al que se necesita tratar a fondo para descubrir que es tonto, «porque al primer toque no se puede percibir»; el majadero o mazacote, que delata su tontería con sólo comenzar a hablar; y el modorro, al que basta con ponerle los ojos encima para distinguirlo.
Y Leonardo Castellani proponía otra hilarante clasificación de tontos, atendiendo al grado de conciencia que tienen sobre su tontería: 1) Tonto a secas, esto es, ignorante; 2) Simple, esto es, tonto que se sabe tonto; 3) Necio, esto es, tonto que no se sabe tonto; 4) Fatuo, esto es, tonto que no se sabe tonto y quiere hacerse el listo; y 5) Insensato, esto es, tonto que no se sabe tonto y encima quiere gobernar a otros. Parece evidente que el político tonto, según la clasificación de Quevedo, sería necio; y, según la de Castellani, insensato; mientras que quien lo vota, si aceptamos que lo hace engañado por sus promesas o embaucado por sus encantos de farsante, sería un quevedesco modorro (o, en el mejor de los casos, un mazacote) y un tonto o simple castellaniano. De este modo, la tontería del político sería una tontería alevosa y con agravantes, como de tonto venido a más, tonto crecido y subido al machito que se las ha ingeniado socarronamente para vivir mucho mejor que el listo, a costa de la simpleza ajena; mientras que quien le vota sería tan sólo un tonto bienintencionado, despistado, incluso bondadoso. Salvo que...
Salvo que aceptemos, como afirmaba Unamuno, que «no hay tonto bueno»; y también que todo tonto «rumia el pasto amargo de la envidia». Es decir, que en el tonto, aun en el más aparentemente desprevenido, hay un entrevero de mala voluntad que lo lleva a votar premeditadamente al político tonto como él, por envidia del que es listo; o porque se regodea pensando que, votando al tonto y dándole la victoria, las personas que envidia sufrirán más calamidades; o, simplemente, porque piensa que, siendo gobernado por un tonto, su propia tontería quedará encumbrada. Aquí ya no nos encontraríamos con el votante simplón, sino con un votante malicioso, incluso depravado, que actúa al modo de esos tontos aprovechateguis a los que la policía pilla in fraganti, robando melones o tocando el culo a una señora, y con tan sólo dejar caer la baba, encogerse de hombros y sonreír bobaliconamente logran que los suelten, porque al ser tontos se los juzga inimputables.
Pensar estas cosas da un poco de miedo; por eso los del periódico británico se conformaban bellacamente con explicar el fenómeno con psicología mansurrona. Nosotros, qué le vamos a hacer, somos un poco más inquietos (y así nos luce el pelo).

TÍTULO: EL BLOC DEL CARTERO, 40 AÑOS DESDE EL SAHARA,. 

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Hacerse mayor, o viejo, es que de todo cuanto recuerdas hayan pasado veinte años. Miras atrás, haces un poco de memoria, y resulta que todo ocurrió en pretérito pluscuamperfecto. Y no digamos cuando lo que han pasado son cuarenta. Ocurre a menudo al mirar viejas fotos o escuchar antiguas canciones, o cuando se te cruza un rostro que ya se cruzó antes, y tras escrutarlo como quien interroga a la esfinge reconoces a un amigo de la mili, un amor de juventud, un compañero de colegio. O no lo reconoces en absoluto, y a veces ni siquiera te reconoces a ti mismo.
Hace tres días me dijo una señora: «Soy la hija del comandante Labajos», y disparó una intensa cadena de recuerdos y sentimientos. Hace muchísimos años, cuando aún era un joven reportero, me acerqué a un hotel donde se casaba esa misma señora, entonces jovencita. Su padre era el militar español al que más quise y respeté en mi vida, y él me quería tanto como yo a él; así que cuando aparecí por el hotel del convite, el comandante Labajos -quizá ya era teniente coronel, pero para mí siempre fue el comandante-, vestido de azul oscuro de gran gala, dejó a la hija y a los invitados, se vino al bar a beber conmigo, y a los tres cuartos de hora tuvo que ir su hija, enfadada, a devolverlo a la fiesta. Estábamos hablando de sus recuerdos y de los míos. Estábamos hablando del Sáhara.
Aterricé en El Aaiún con veintitrés años -ahora hace cuarenta-, y permanecí allí nueve meses que cambiaron mi vida. El joven reportero que sólo llevaba en la mochila un par de guerras en plan pardillo, sur del Líbano y Chipre, se forjó allí en la disciplina de la crónica diaria, la brega local, la censura, las autoridades militares. Fue una aventura fascinante. En el Sáhara me hice de verdad periodista, y allí, testigo de la agonía de aquel pintoresco mundo africano y colonial, fui amigo de muchos de sus protagonistas, legionarios, paracaidistas, soldados de Nómadas o de la Territorial, y compartí con ellos patrullas, sobresaltos, episodios que nunca conté -aquellas incursiones clandestinas en Marruecos-, y también borracheras en el antro de Pepe el Bolígrafo y confidencias en compañía de una botella, un cartón de cigarrillos y alguna chica guapa -Silvia, la Franchute- de las que venían de la Península para animar el cabaret Oasis.
El comandante Labajos y otros -capitán Gil Galindo, capitán Sandino, teniente Albaladejo, teniente de nómadas Rex Regúlez- me adoptaron casi como padres y hermanos. Ahora unos están muertos y otros envejecen jubilados, recordando. Como hago yo ahora. Fui hace un rato a mirar sus viejas fotos y ahí están todos, aún jóvenes, apuestos, curtidos por el sol y la arena, en el desierto junto a sus tropas nativas: soldados magníficos, de leyenda, que parecen sacados de las páginas de Beau Geste. Presencié su sacrificio, su valor, su calderoniana disciplina de hombres honrados, y también su amargura y su vergüenza, su desesperación, cuando sus jefes, los generales y los políticos que pasteleaban con Washington y con Rabat, ordenaron desarmar a las tropas nativas y entregar el territorio a Marruecos. Algunos, los que se atrevieron, ayudaron a sus hombres a escapar y unirse al Polisario. Más tarde, durante muchísimo tiempo, cuando nos tomábamos una copa en Madrid después de que yo regresara de algún reportaje en la frontera con Argelia, todos me preguntaban lo mismo: «¿Has visto al cabo Belali, o al sargento Embarek?... ¿Siguen vivos Laharitani, Sidahmed, Brahim?... ¿Se acuerdan de mí?».
Cuarenta años, ya. Cuatro décadas de esa aventura y esa vergüenza. El Sáhara ya es marroquí sin remedio, y aquel sueño de arena no es más que una quimera de campamentos de refugiados, en la frontera perdida de ninguna parte. Mis amigos de entonces, los que siguen vivos -Mayandía, Roberto, Olegario, Yoyo-, echan tripa y envejecen añorando lo que fueron. Los demás se fueron, su lista aumenta a medida que envejezco, y algún día también yo me uniré a ellos: Rex Regúlez, Diego Gil Galindo, el teniente coronel López Huerta, el teniente Albaladejo, el comandante Labajos, el cabo Belali uld Maharabi... Como en esos momentos finales de las películas de John Ford, sus rostros de entonces se superponen en mi recuerdo, con el rumor del viento soplando entre las dunas. Cuarenta años ya, desde el Sáhara. Rediós. Eso es toda una vida. Me veo en el espejo, luego miro las viejas fotos, y apenas reconozco al muchacho flaco que sonríe con los brazos en los hombros de tantos amigos muertos.

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