Los primeros españoles evacuados de Nepal elogian a Exteriores por haber sido los primeros europeos en salir de Katmandú,. foto,.
Para 46 españoles, entre ellos dos bebés de pocos meses, el infierno que se abrió el pasado sábado en Nepal se cerró a las 9.23 horas de ayer cuando el Airbus de la Fuerza Aérea Española que los trajo de vuelta a casa tomó tierra en la base aérea de Torrejón de Ardoz. Atrás quedaron tres días de miedo, hambre y dolor en medio de un Katmandú reducido a escombros y con los cadáveres de miles de víctimas del terremoto esparcidos por cada rincón de la capital nepalí.Las más de once horas de vuelo desde Nueva Delhi transcurrieron entre dos fases muy diferenciadas. La primera de ellas giró en torno al pasado. En esos momentos, las caras de los 44 repatriados reflejaban el drama vivido, el cansancio o el efecto de enfermedades como la diarrea, que se ha cebado con ellos durante tres jornadas sin prácticamente acceso a agua potable.
Sus conversaciones giraron en esas horas en torno a imágenes de los días precedentes que han quedado grabadas a fuego en sus mentes, como la del suelo al abrirse a sus pies, los escombros al caer sobre sus cabezas o los supervivientes nepalíes incinerando en cientos de piras ceremoniales a sus familiares fallecidos.
Entre el grupo, Nama Méndez-Gómez, un ponferradino de 31 años apasionado del sudeste asiático, recordó como en el momento en que empezó la sacudida cogió las pocas pertenencias que pudo y salió a la carrera de su hotel. «Al llegar a la calle me tope de frente con un templo budista lleno de gente que se vino abajo con todos ellos dentro. Soy una persona que intenta pensar siempre en los positivo pero no puedo evitar que me vengan a la cabeza los gritos de agonía de aquellas personas», relataba Nama.
Aunque exhaustos y aún con el susto en el cuerpo, los evacuados insistieron en los agradecimientos a dos personas. Uno de ellos es el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo. Ninguno pasó por alto que el jefe de la diplomacia, al que la fortuna llevó de visita a India el mismo día del seísmo, se comprometió a que su avión oficial no abandonaría Nueva Delhi hasta que el último español fuera sacado de Katmandú. Y que lo cumplió. Tampoco que fueron sus gestiones con el Gobierno indio las que permitieron que el aparato de los Fuerza Aérea España acudiera a recogerlos. «Mientras americanos y franceses se han quedado en aquel infierno nosotros estamos camino de casa», destacaban los evacuados.
Pero si alguien se ha ganado el cariño de los españoles ésa es la cónsul en Nueva Delhi. Laura García Alfaya viajó el domingo a Katmandú. Sin pegar ojo desde el sábado a la mañana del martes, la diplomática logró sacar de la capital nepalí a los 127 españoles que aguardaban allí. Todos los evacuados coincidieron al recordar como los soldados que custodiaban el aeropuerto intentaron sacar tajada a costa de ellos. Y también en que «no pudieron con Laura». «Nos tenía a todos formando un grupo y nos decía que avanzáramos todos juntos. No dejó a nadie atrás», recordó uno de los rescatados. Para Nama el mejor momento de la cónsul fue cuando los soldados rasos, viendo que con ella en frente no iban a poder sacar dinero a los españoles a cambio de abandonar el país, llamaron a sus superiores. «Los de las tres estrellas en la solapa le duraron tres minutos. Acabaron todos cuadrados ante ella».
El futuro
Tras la cena el Airbus quedó mudo. Ya camino de casa fue el primer
momento de auténtica relajación para los 44 españoles. Tras unas horas
de sueño, las caras tensas desaparecieron y las conversaciones pasaron
de hablar del horror del pasado a la esperaza del futuro.
Una de las evacuadas pasó entre el pasaje una hoja para apuntar los datos de cada uno de sus compañeros de fatiga con el propósito de impulsar un proyecto para instalar una potabilizadora de agua en Nepal. El anunció del comandante de la aproximación a Madrid para el aterrizaje fue recibido con un aplauso al que siguió otro más sonoro en el momento en que el aparato tocó tierra. Minutos después, los 46 españoles se reunieron con sus seres queridos en una sala de la base de Torrejón.
El mar de lágrimas que allí se derramó permitió aflorar la tensión vivida a lo largo de los últimos cuatro días. «Estar vivo después de una tragedia como ésta te hace replantearte muchas cosas», apuntó Nama antes de despedirse con un «gracias a todos por sacarnos de allí».
TÍTULO: EL HORMIGUERO VIERNES 1 MAYO, Alexis Días de Villegas Actor,.
Alexis Días de Villegas Actor - foto,.
Alexis Díaz de Villegas ha interpretado el papel protagónico de la más reciente película del realizador Alejandro Brugués. La cinta Juan de los Muertos está impregnada por un singular hálito de vida que le confirió el actor cubano. Su personaje logró ‘aunar’ fuerzas para combatir una manada de zombis que inundaron La Habana como nunca antes en la historia del cine cubano. La inesperada conversación con Díaz de Villegas en el Centro Cultural ‘Fresa y Chocolate’ fue propicia para desentramar los arquetipos que tuvo en cuenta al concebir a Juan.Por cierto, ¿quién es Juan?
Juan es un cubano de a pie, un hombre que vivió el esplendor de los años 80’ del pasado siglo XX cubano y se acostumbró al paternalismo de esos tiempos. Luego del derrumbe del campo socialista, con la llegada de los 90’, tuvo que ponerse a inventar en el barrio y ver qué podía hacer para vivir.
¿A qué parte de la sociedad cubana representa este personaje?
Es un tipo con bajo nivel educacional –me imagino que no sobrepasara el bachillerato– y que sobrevivió a los tiempos de la guerra en Angola.
¿Qué tipo de héroe es?
No estoy seguro de que sea un héroe. Si algo tiene, es la manera de enfrentar las circunstancias y los momentos de la película donde intenta salvar a los suyos, en un acto de heroicidad.
¿Qué trasfondo del absurdo de la película representa Juan?
Las situaciones son las que lo hacen ver más de una manera absurda. Juan es la encarnación de cierta inercia asumida por parte del pueblo cubano.
Alejandro Brugués, el director, es fan a las películas de zombis y artes marciales. Revisé mucho el cine de Bruce Lee para tener referencias de los gestos faciales, los movimientos, las miradas… Además, tuvimos un entrenamiento en defensa personal.
Usted ha declarado que para concebir el personaje le fue útil volver a las obras del reconocido actor estadounidense del cine mudo Buster Keaton. ¿Cuánto de Keaton hay en Juan?
Lo que pasa es que no quería concebir a Juan como un cubano que gesticula mucho con las extremidades, con los brazos. Quería que, a pesar de la invasión de zombis, él viera aquello como algo normal. Por eso, efectivamente, me inspiré en Buster Keaton. Busqué sus películas para estudiarlo. Una de ellas fue El maquinista de la General. Lo interesante es que Keaton estaba metido siempre en situaciones complejas y mantenía una especie de inexpresividad. Fue eso lo que intenté hacer con Juan.
Yo había trabajado como actor con Molina en otras ocasiones. Desde entonces establecimos una muy buena relación y surgió la amistad. En los primeros ensayos de Juan… logramos una química que pocas veces he tenido con otros actores. Nos sentimos realmente muy bien ambos. Pocas veces uno encuentra un partner que de mirarlo entiendas todo; con el cual compartir diálogos y que sientas la empatía entre los personajes. En el cine eso es difícil de encontrar, porque los artistas se centran solo en sus roles.
Según ha declarado el director Alejandro Brugués, la película tiene 250 planos con efectos visuales ¿Cuál fue su experiencia durante la filmación?
Mira, durante el rodaje yo apenas me enteré. Los elementos que se utilizaron para lograr los efectos visuales en la posproducción fueron muy sencillos. La escena del Habana Libre, por ejemplo, fue filmada en un teatro. Nos sentamos en un muro contra una pantalla verde donde luego, en la posproducción, pusieron el hotel.
También puedo citar el momento donde tuve que caminar por encima de los zombis tirados en el piso o saltar del muro del malecón. Eso fue posible porque tres hombres tiraban de una soga que estaba amarrada a mí por un extremo y rodaba por la rondana de una grúa Kato. Yo solo tenía que correr y ellos halaban para que me quedara suspendido en el aire. En el caso del malecón fueron tres tomas de filmación solamente.
Alejandro tuvo la suficiente valentía y el ímpetu como para hacer la película luego de que un buen día se le ocurriera el guión. Por tanto, lo meritorio está en que él filmó lo que quería. Y eso me parece importante porque se demuestra que se puede hacer otro tipo de cine en Cuba. No solo abordar las temáticas ya citadas, sino también tocar aquellas hasta ahora inéditas y desde otras perspectivas o géneros.
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