BLOC CULTURAL,

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sábado, 28 de noviembre de 2020

España a ras de cielo - Augusto Ferrer-Dalmau - Pintor de batallas . - PLANETA CALLEJA - DOMINGO-6- Diciembre ,./ Ochéntame otra vez -Días de mantita y de solidaridad en Badajoz ,. / Cómo nos reímos - José Mota ,. / Aquí la tierra - El derecho a soñar ,.

 

TITULO: España a ras de cielo - Augusto Ferrer-Dalmau - Pintor de batallas . - PLANETA CALLEJA - DOMINGO-6- Diciembre,.

España a ras de cielo  ,.

 España a ras de cielo es un programa de televisión emitido por TVE y se estrenó el 17 de septiembre de 2013. Desde el primer programa, está presentado por Francis Lorenzo Martes a las 22h30,.
 El programa permite conocer lugar de España desconocidos y ya conocidos desde otro punto de vista. , etc.

PLANETA CALLEJA - DOMINGO -6- Diciembre,.

   Planeta Calleja es un programa de televisión de España que se emite cada domingo a las 21:30, en Cuatro de Mediaset España,. Jesús Calleja enfrentará a rostros conocidos a vivir experiencias únicas e irrepetibles fuera de su contexto habitual y en los lugares más remotos y fascinantes ., etc.

 Augusto Ferrer-Dalmau - Pintor de batallas,.

 

«Mi gran desafío es crear escuela»,.

Se sabe un «bicho raro» de la pintura y repasa la historia del armamento a través de sus lienzos en el libro 'El hierro y la pólvora',.

El pintor Augusto Ferrer-Dalmau, ante una de sus obras./Maya Balanya
 
foto / El pintor Augusto Ferrer-Dalmau, ante una de sus obras.

Crear escuela, como tantos maestros de la pintura, es hoy el gran desafío de Augusto Ferrer-Dalmau (Barcelona, 1964). Pintor de batallas por excelencia, recrea la guerra, pero asegura que no es belicista. Que sus cuadros no hacen apología de la violencia. Coleccionista de valiosas armas blancas, repasa con sus obras la historia del armamento en el libro 'El hierro y la pólvora' (Espasa).

-Es uno de los pocos pintores de batallas. ¿Un bicho raro?

-Bastante raro, por no decir rarísimo. Ahora parece que hay un poquito más de aceptación, pero antes sí que era raro, raro, raro. Quiero crear el taller de pintores de historia, y quizá con eso se normalice como algo natural mi pintura.

-¿Crear una escuela de pintores de batallas?

-Sí. Estoy moviéndolo todo y buscando emplazamiento. Es hoy mi objetivo, mi reto. El gran desafío. Crear ese taller es mi ilusión para lo que me quede de vida. No basta con pintar. En un cuadro de época no puedes equivocarte. Debes documentarte a fondo. Hay un trabajo metodológico y de investigación, y todo esto hay que transmitirlo para que las cosas se hagan bien. Siento una enorme responsabilidad.

-¿Las armas son para usted como joyas?

-Sí. En especial los sables de caballería. Los colecciono y tengo más de una treintena de piezas raras. La curvatura de la hoja, las empuñaduras, el tacto... Su elegancia me sedujo desde niño. Me gustan más las armas blancas que las de fuego. En especial las de época. Del siglo XIX hacia atrás, me chiflan. Empuñar un sable no tiene nada que ver con realizar un disparo lejano.

LAS FRASES:

Hermanos de Armas.
«Para un duelo con Arturo Pérez-Reverte elegiría el sable. Y seguro que a sablazos le ganaba»
Relatos pictóricos.
«No soy belicista. Mis cuadros cuentan historias y no hacen apología de la violencia»

-Pinta escenas bélicas pero viene del paisaje. ¿Cómo fue ese tránsito?

-Tras los pasos de Antonio López. Me enamoré de su cuadro de la Gran Vía de Madrid y traté de seguir esa línea. Cuando aprendí a pintar, volví a mi gusto por la pintura histórica. Fue muy poco a poco. En la primera exposición la gente alucinaba. Les extrañaba, pero me demostraban su cariño. Les encantaban los caballos, los uniformes... Tuvo éxito y había gente que quería tener una ventana de la historia en su casa. Gracias a ellos pude seguir.

-Publica el libro 'Del hierro a la pólvora', pero podría ser 'Del hacha al chip'.

-Es la historia del hacha al helicóptero o al fusil HK G36, sí. Pero me centro en las épocas y las armas que más me interesan a nivel pictórico.

-La guerra es fea por definición. ¿Le encuentra un lado bonito?

-La guerra es cruel, horrible y dura. He estado en varias. Conozco bien sus terribles consecuencias. El sufrimiento y el dolor que generan. En las de antes había cierta estética, uniformes vistosos, caballos... Se combatía a sablazos, sin misiles que destrozan ciudades y matan a civiles. Ahora son crudelísimas.

-¿Alguien que pinta guerras y batallas es belicista?

-Hay quien me acusa de serlo. Pero no lo soy. Mis cuadros no son una apología ni una exaltación de la violencia. Enseño lo que fue o lo que pudo ser. La mirada es libre, y hay quien ve horror en los cuadros y quien ve belleza. En 'El precio de la victoria' queda claro lo que cuesta. Se ve cómo le amputan un brazo a un herido.

-¿A las guerras les debemos algo?

-Los grandes adelantos de la ciencia y la ingeniería han sido siempre consecuencia de las guerras. Y no es que lo diga yo. Hay avances en la carrera armamentística que se aprovechan en la vida civil. Es la única parte positiva de todo esto.

-¿Concibe sus cuadros como relatos?

-Todos cuentan cosas. Son pasajes de nuestra historia. Carezco del envidiable don para escribir de Pérez-Reverte y otros escritores. Mis armas literarias son los pinceles y el lienzo.

-Para un duelo con su buen amigo Pérez-Reverte, ¿elegiría pistola, florete o sable?

-Sable, sin duda. Yo tengo mi modelo de 1896 y él, que use el suyo. A sablazo limpio le ganaría.

-El diablo está en los detalles, y usted los cuida en extremo.

-Soy minucioso. No paro si detecto fallos. Las investigaciones no se detienen y muchas personas, especialistas o aficionados, me hacen ver los errores. Si puedo los corrijo. El público colabora mucho en mis cuadros. He repintado algunos, con el permiso del dueño, a los que faltaba o sobraba un botón en una casaca.

-¿Quiénes son sus maestros?

-Me apasiona Detaille. Y la pintura francesa del final del XIX y la pintura rusa clásica.

-¿Cambiaría un cuadro suyo por uno de Picasso o un Miró?

-Desde luego que sí. Sería una buenísima inversión. Claro que lo cambiaría por un Picasso, por un Miró o un Van Gogh.

-El Museo Naval ha retirado un cuadro suyo. ¿Dolido?

-Estoy fuera de la jugada. No quiero hablar del tema. No me siento maltratado ni por el museo ni por nadie. Estaba encerrado, de reservista en la Legión y trabajando en un cuadro sobre ellos y aislado en Almería. Ha sido como hacer la mil otra vez y me ha hecho ilusión.

 

TITULO: Ochéntame otra vez -Días de mantita y de solidaridad en Badajoz  ,.

Ochéntame otra vez - Días de mantita y de solidaridad en Badajoz ,.

Jueves -3- Diciembre  a las 22:35 por La 1, foto.

 

Días de mantita y de solidaridad en Badajoz,.

Días de mantita y de solidaridad en Badajoz

Ha llegado el frío intenso acompañado de lluvia. Son días de mantita y de película, como reza la costumbre. Sin embargo, esta segunda semana en la que continúan prohibidos los eventos grandes en la ciudad, los pacenses han aprovechado para centrarse en las causas solidarias.


Se vuelve inolvidable. Centenares de miles de hombres, mujeres y estudiantes de clase media estuvieron durante tres meses en las calles en aquella gran ciudad. La solidaridad humana en las noches y los días se plasmaba en la elaboración de los carteles y las octavillas, mientras las brigadas iban a los mercados para recoger los alimentos que luego otras brigadas cocinarían en los enormes jardines de las universidades... Pese a la presencia de los tanques y las amenazas, el número de manifestantes crecía y crecía. La solidaridad humana era tan estrecha como nunca antes se había vivido. Los medios de comunicación estaban totalmente silenciados por el poder. En una época en la que no existían las redes sociales, se buscaban perros callejeros y en su lomo se ponían sobre una mantita las consignas de la lucha para soltarlos después por la ciudad. Y los tranvías pintados con las consignas que el pueblo iba conociendo. Las manifestaciones empezaban con 40.000 personas, pero, a lo largo de los 8 kilómetros que tenía la marcha silenciosa, la gente acababa por reventar la mayor plaza del país, la de las Culturas en Tlatelolco. Ni un vidrio roto, ni una pared pintada tras esas mareas humanas.

Hasta que un día, al anochecer, en un mitin en dicha plaza, al que asistían 10.000 personas, un helicóptero dejó caer una luz de bengala, señal para que los grupos paramilitares parapetados en los edificios aledaños disparasen sobre el jefe del Ejército que rodeaba a los manifestantes, lo que hizo que el propio Ejército disparase a mansalva sobre la multitud. Nunca se sabrá cuántos murieron. Se estima que quinientos. Aquella noche, cientos de jóvenes brillantes, futuros arquitectos, o médicos, o buenos hombres de la vida desaparecían para siempre, mientras las chimeneas del enorme Campo Militar Nº 1 escupían humo: era el de los cuerpos incinerados de aquellos que se habían atrevido a desafiar al sistema. Se le llamó la matanza de Tlatelolco. Sólo la periodista Oriana Fallaci dio testimonio internacional de lo que pasó aquella noche. No se trataba de derrocar a un dictador, era tan sólo un movimiento estudiantil popular que buscaba cambios democráticos. Masacrados, fueron la semilla de la moderna democracia de aquel país.

Desde la cárcel de Guanajuato, detenido tres días antes, pude leer el desenlace. Nunca en nuestras vidas ha existido algo tan gratificante, tan humano, tan inolvidable como aquellos tres meses. Pienso en ellos. En los que lo vivimos, en los que murieron, cuando terminó de leer el discurso del sátrapa Hosni Mubarack ante la multitud esperanzadora de la ya histórica plaza de Tahrir. Lo del pueblo egipcio ha sido heroico y de magnitudes totalmente diferentes. Retomando lo mejor de su historia, ha enseñado al mundo lo que es una revolución popular. Se trataba no de unas demandas de pequeños burgueses, sino de acabar con la dictadura del mayor pueblo árabe, de enfrentar a un régimen estratégico en el mundo. Egipto no es Jordania. Egipto no es solamente el eje de la camarilla de dictadores árabes que, con la complicidad de Occidente, lleva decenas de años haciendo lo que quiere con sus empobrecidos pueblos. Egipto tiene un aliado tan poderoso que ni los Estados Unidos ni Europa han podido doblegar: Israel. El canal de Suez nacionalizado es la vía estratégica por donde pasan los principales barcos petroleros del mundo. Al ver las caras emocionadass de los egipcios, con sus banderas en alto tras la renuncia de Mubarak, me embargó de emoción.

De humano a humano, desde este Gijón con el recuerdo de México, lo único que nos queda es quitarnos el sombrero ante ese pueblo y mandarle un abrazo cariñoso, estrecho. Nos ha demostrado de que los pueblos están vivos.

 

TITULO Cómo nos reímos  -   José Mota   ,.

El domingo -29- Noviembre a las 21:30 por La2, foto,.

Especial de José Mota, en 'Cómo nos reímos',.

  • Un repaso de los mejores momentos del cómico, humorista, director y actor,.
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  •  Especial de José Mota, en 'Cómo nos reímos'

    Esta semana, ‘Cómo nos reímos’ le dedica un monográfico a José Mota, cómico que lleva más de 25 años ligado a Televisión Española. Más de 100 horas de emisión resumidos en 60 minutos con lo mejor del genio humorístico manchego.

    El espacio hace un repaso a sus especiales de Navidad y a sus programas semanales, que han durado más de 12 años, ya en solitario, después de ‘Cruz y Raya’. Sus personajes más emblemáticos, sus parodias políticas inolvidables, los sketches cargados de crítica social, y sus versiones de canciones de éxito mundial serán los grandes protagonistas. El universo de José Mota, contado por él mismo, con sus frases míticas y con una puesta en escena audiovisual a la altura de uno de los más grandes humoristas de televisión.

    ‘Cómo nos reímos’ es el programa de humor más veterano que rescata los mejores momentos del Fondo Documental de RTVE. Dirigido por Daniel Villasante, ha ofrecido en sus más de 60 programas monográficos de Gila, Eugenio, Los Morancos, Chiquito de la Calzada o Martes y 13.

     

    TITULO: Aquí la tierra - El derecho a soñar,.

    El derecho a soñar

    'Tierra de sueños' es un bellísimo reportaje antropológico de Cristina García Rodero, las miradas de los retratados consiguen interpelarnos,.

     

    Soñar que se juega es a veces mejor que jugar y la soledad, en muchas ocasiones, el mejor patio de recreo

    Los bosques secretos

    Ya que estamos confinados, y hay que entretener el tiempo pues la inquietud anida en cada rincón de casa, tal vez sea el momento de soñar con las selvas interiores cuyo tamaño desborda la imaginación. Amplios bosques amazónicos, inmensos abedulares de Siberia, húmedos bosques ocultos en el sur de Sri Lanka. Aunque la masa vegetal del planeta ha ido descendiendo desde que la industrialización se generalizó en el mundo, aún quedan sobre el mundo lugares para el secreto.

    He sido niño de pueblo -más bien, niño que disfrutaba del largo veraneo en el pueblo- y conocí con muy pocos años la acogedora sombra de los castaños. Entre los prados de Zarréu y el río de Navelgas se extendía un bosque -un monte- que se llama del Rebollu. Había que cruzarlo para llegar a prados que se llamaba Curqueidar, Vaudés, Naveixas, Devanadoiru. Aunque estos prados eran grandes, capaces de abastecer de heno a tres o cuatro casas para el invernada, parecían islas mínimas entre la inmensidad del Rebollu. Flanqueados por un cierre de mimbres y avellanos, si alguien los viese desde el cielo, a vista de pájaro, descubriría un archipiélago ignoto donde cantaba el grillo.

    Si cierro los ojos puedo sentir aún ese silencio verde, un silencio que no es silencio sino música sabiamente acordada. El rumor del viento entre las hojas, las pisadas del caminante por un sendero abierto por los jabalíes, la voz del río al fondo. Daría lo que fuese por volver a aquellos días, por tener la expectativa de hallar la maravilla. Había cumplido ocho años cuando los de mi casa fuimos, como todos los años, a segar El Curqueidar, actualmente plantado de eucaliptos. Se iba muy temprano, con la comida y la merienda, y toda la familia cumplía con la obligación de sobrevivir al próximo invierno. Como era muy niño y mi pericia estaba condicionada por la pereza, de la que me arrepiento, en un descuido de los mayores me interné en el bosque, por la parte de Vaudés, en dirección al río.

    No hay nada más grato que soñar despierto. Soñar que se juega es a veces mejor que jugar y la soledad, en muchas ocasiones, el mejor patio de recreo. Los castaños altos y poderosos, las lianas de mi imaginación enredándose en ellos en busca de nidos de luz. Aunque tenía ocho años, conocía el sendero: si descendía siempre hacia la derecha llegaría muy pronto a un recodo donde el río se remansa y es muy bueno -debe de seguir siéndolo- para bañarse y pescar truchas a mano. El año pasado, y el año anterior, había ido con mi abuelo y lo recordaba perfectamente. No sé, me sentía seguro, cobijado, y sabía descifrar lo que decía la luz del día entrelazándose entre las copas de los árboles.

    Juro que lo vi, que mi alma no se confundió, que no es un recuerdo que me haya inventado para combatir la soledad. A un lado, en un claro del bosque, rodeado por un muro aún no derruido de piedra, estaba varado un galeón pirata. Me restregué los ojos, no podía estar confundido. ¿Cómo había llegado allí aquel barco, surcando qué mares adversos? Viejo y un poco destartalado parecía querer cumplir con su misión de hundirse, ya que no podía navegar más, pero había quedado varado en tierra fértil. Me subí a bordo y desde lo alto vi el río.

    ¡Cómo me sentí marinero de distancias, grumete que apunta en su memoria lo maravilloso para después contarlo! Pero volví donde estaba mi familia y, tal vez temiendo una reprimenda, callé lo que había visto en mi viaje hacia lo desconocido. Aunque por entonces los niños éramos más libres, y nos dejaban con frecuencia estar sueltos, sé que sin sigilo aquella aventura no podría haberse realizado. Me volví a asomar, por una puerta secreta entre los avellanos, al prado d'El Curqueidar:

    -Pesqueste muitas truitas? -preguntó guasón mi abuelo.

    No dije nada. Pero lo había visto. Muchos años después, en una buhardilla de la Calle Oscura, leí 'Cien años de soledad' de García Márquez. Cuando llegué a las páginas donde los vecinos de Macondo deciden internarse en la selva para ponerse en contacto con otros pueblos, descubren en medio de la selva, en un lugar imposible, un galeón. Temblé de emoción, comenté lo que en mi infancia había vivido. Argumentando que estaba infectado de literatura, no me creyeron.

    Al verano siguiente volví a Paniceiros y, con el mismo sigilo de mis ocho años, volví por los caminos d'El Curqueidar y Vaudés. Estaba allí, allí lo había visto.

    Y lo volví a ver: un inmenso tronco de castaño, caído, abierto por la naturaleza en forma de nave con su popa y su proa, su babor y su estribor. Me volví a subir a cubierta y oteé el horizonte. Ya había cumplido veinte años. De mi vida futura, como ahora, ¿qué sabía yo?,.

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