Fernando Savater - fotos,.
El filósofo y escritor nacido en San Sebastián (1947) es autor de bestsellers como Ética para Amador. Tiene otras pasiones aparte de redactar sus artículos periodísticos y de pensar en Voltaire y Nietzsche como son leer, soñar y no parar de viajar.Savater: «Yo con lo que sueño es con viajar»,.
Fernando Savater, además de filósofo, es un
fetichista. Por eso rinde culto a sus ídolos literarios cuando viaja. En
su último libro, Aquí viven leones, sigue la huella de ocho: Poe, Shakespeare, Flaubert... Nos cruzamos con algunos al recorrer sus destinos favoritos.
- 1. San Sebastián
- Mi ciudad es San Sebastián. Para mí vivir es vivir en Donostia; lo demás es estar de visita. Me gusta la Plaza Guipúzcoa, el Paseo Nuevo, uno de mis lugares más paseados, el parque de Alderdi-Eder, donde tanto jugué de pequeño al escondite, y naturalmente el hipódromo de Lasarte, el primero de mi vida y el culpable de todos los demás.
- 2. De Biarritz a Epsom
- Mis primeros viajes fueron a Biarritz y a San Juan de Luz, en el País Vasco francés, pero aquello era como ir a otro barrio de Donostia. Yo con lo que soñaba era con viajar... Y vi un sueño cumplido cuando fui a Epsom para ver el Derby. Era una excursión colectiva, con otros aficionados, ya bastante talluditos. No he vuelto a faltar desde entonces al Derby. Hace ya más de 40 años que asisto ininterrumpidamente.
- 3. Stratford-upon-Avon
- El pueblo de Stratford es un parque temático con Shakespeare como tema, lo que no está nada mal. Hay pubs y restaurantes con nombres de personajes y actores shakespearianos, ni mejores ni peores que otros, pero donde a los fetichistas nos hace ilusión tomar una pinta y un steak and kidney pie. Como nos hace ilusión en Londres ir al The Globe. Hace unos años vi Cuento de invierno y disfruté como un enano. Aunque yo aconsejaría visitar el teatro un día que no haya función. Guarda muchas cosas interesantes, entre ellas una fonoteca con grabaciones de actores famosos recitando trozos selectos del Bardo: To be or not to be ¡en nada menos que 30 versiones!
- 4. Turín
- Me encanta toda Italia, pero mi ciudad favorita es Turín. La ciudad de Nietzsche y de Cesare Pavese, de Primo Levi... La más literaria del país. Y aún no está devorada por el turismo masivo, como otras maravillosas (¡Florencia!) ya demasiado frecuentadas.
- 5. Viena
- Viena sigue siendo una capital de música y pintura, que además se regodea a lo largo del año en exhibiciones periódicas de sus tesoros. Aunque hay turistas en los cafés, todavía son auténticos, porque los vieneses no dejan de acudir a ellos. Yo busco siempre alguno menos frecuentado, un poco más recoleto, y no es difícil encontrar varios así. Me hubiera encantado tomar una copa en uno de ellos con el vitriólico Thomas Bernhard, que seguramente me hablaría muy mal de los vieneses y de los austríacos en general.
- 6. Normandía y Bretaña
- Para el verano lo mejor es Honfleur, que está junto al mar, o Saint-Malo, la patria de Chateaubriand, si nos vamos un poco más lejos. Luego está Rouen. Por razones obvias nos alojamos en el hotel Gustave Flaubert, un hotel literario dedicado al novelista en la ciudad donde nació. También vivió mucho en Croisset, donde escribió buena parte de su obra, pero para ver el pabellón donde trabajaba es preciso atenerse a los pocos meses que está abierto al año y someterse a su horario caprichoso. Yo no pude entrar, así que hablo de oídas, pero creo que se conserva allí el busto de su hermana, el tintero en forma de rana, la piel de oso blanco en el suelo...
- 7. De Baltimore al Bronx
- En Baltimore está la casa-museo de Edgar Allan Poe, en un barrio bastante desolado y amenazador como las calles de The Wire. Pero el museo está muy bien cuidado y atendido por gente entusiasta. No hay escritor cuya figura siga contando con tantos adeptos en Estados Unidos como el propio Poe. A mí me gusta mucho su casita del Bronx neoyorquino, donde vivió durante sus últimos años y donde murió Virginia, su joven esposa.
- 8. Dinamarca
- En Dinamarca visité la villa dónde vivió Isak Dinesen (Memorias de África) y donde está enterrada: en Rungsted, a unos 30 kilómetros de Copenhague. Curioseé su biblioteca: tiene las obras completas de Stevenson, una mujer de buen gusto. Me faltó viajar a Providence, tras las huellas de Lovecraft, en Rhode Island, y a Amherst, el pueblo de Massachusetts de donde no salió Emily Dickinson.
- TITULO: El 'après ski' y otros mitos,.
- foto
- Cielo azul. Laderas nevadas. Un lodge de madera con
chimenea. Chocolate caliente esperándonos y nosotros que regresamos de
deslumbrar con nuestro estilo en las pistas de Chamonix.
Así es como todos deberíamos imaginar nuestra estancia de invierno en
las montañas. Enfundados en un mono blanco que sienta como un guante y
con un gorro de pelo a lo Verushka.
Eso también.
De ahí que cuando me veo bebiendo de un vaso de cartón en sillas de PVC en un bar de, no sé, La Pinilla, con el pelo encrespado y unos pantalones de esquí prestados, acabe preguntándome: «¿Qué es eso del après ski? ¿Quién se lo inventó? Y por lo que más quiera, ¿dónde está mi Moët?».
Para los no iniciados en el mundo antesmuertaquesencilla, aclaramos el término. Según el diccionario de referencia Merriam- Webster, après ski hace referencia a cualquier «actividad social que se desarrolla tras un día de esquí». Por ello, aplicado a la moda, el vocablo haría referencia al estilismo idóneo para este tipo de actividades. Pero, ¿tiene sentido seguir hablando de glamour en la nieve? «Tiene sentido estar protegido y sentirse favorecido. Se trata de vestir en integración con el entorno. Tan sencillo como aplicar nuestros valores: funcionalidad, protección, autenticidad y contemporaneidad», comenta Antonio Rodríguez-Durántez, de la marca especializada en prendas de abrigo, Woolrich. CASOS
Lo que está claro es que, una vez más, las revistas de moda y las películas nos han vendido una imagen que poco tiene que ver con la realidad.
Pero el caso del atuendo invernal no es el único mito estilístico que hemos comprado en esta sociedad nuestra, siempre ávida de palabros que definan cosas (no podemos olvidarnos del Brangelina).
Hablamos de ese omnipresente airport style, que no es otra cosa que el compendio de estilismos que las celebrities pasean por los aeropuertos del mundo. A veces en chándal, a veces en tacones tarimeros. Todos en un mismo saco: estilo de aeropuerto. Y lo mismo ocurre con la working girl -de la que ya hemos hablado en esta revista-, que también encajaría aquí, y con el hippy chic, que desde 2007 sólo tiene cabida en Coachella y en los brunch de las Erasmus. Y, no, en esos tampoco hay champagne.
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