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Era necesario. Hace una década, junto a Plinio Apuleyo Mendoza y Alvaro Vargas Llosa, publicamos el Manual del perfecto idiota latinoamericano y pronosticamos la llegada de América Latina a la mayoría de edad. Nos equivocamos de plano. La obra fue un bestseller, pero los idiotas fuimos nosotros.
Poco después de su aparición los venezolanos eligieron a Hugo Chávez -la idea platónica del idiota mágicamente materializada-, y a partir de ese momento la nómina comenzó a crecer como una epidemia incontrolable.
En América Latina, además de Fidel Castro, Lula da Silva, Néstor Kirchner, Tabaré Vázquez, Daniel Ortega y Rafael Correa vencieron limpiamente en las urnas. Afortunadamente, Ollanta Humala y Andrés Manuel López Obrador fueron derrotados.
En España, inesperadamente, Zapatero ganó las elecciones, pero gobierna con el embarazoso auxilio de Gaspar Llamazares, la mayor cantidad de idiota latinoamericano que hoy puede esconderse bajo el pellejo de un político español.
Pero seamos justos. No todos los idiotas son iguales. Los hay sensatos e inofensivos, como Lula y los hay peligrosos como Evo Morales, que pretende avanzar velozmente hacia el pasado para reinventar el trueque, recuperar el panteón inca o aymara y disfrutar de las delicias del solidario colectivismo primitivo.
Así que, para entendernos, y para no generalizar excesivamente, hemos hecho una división funcional: hay una izquierda vegetariana, dulce y prudente, que mueve la cola y ladra, pero no muerde, y hay una carnívora, que ladra, muerde y cada vez que puede les enseña los colmillos a Estados Unidos y a Europa. La vegetariana es la de Lula, Kirchner y Vázquez. La carnívora es la de Castro, Chávez y Evo.
En todo caso: ¿a qué llamamos idiotez en nuestro nuevo libro? A esa tonta e inveterada creencia en las virtudes del estado empresario; al desprecio a las formas democráticas; a la burla a la división de poderes; al odio a Estados Unidos, a Europa y al mercado; al culto a los líderes mesiánicos; al desprecio a los derechos humanos y a las libertades desdeñosamente llamadas formales; a la fascinación por los despotismos islámicos como el iraní; a la irresponsabilidad fiscal de gobiernos inflacionistas; a la machacona búsqueda de una excentricidad histórica (las terceras vías, el negar las raíces europeas y otras perversiones); y al peligroso galimatías de la «democracia participativa», código tras el que se esconden la aplanadora asamblearia y el fin de los derechos individuales. ¿Por qué son idiotas estas creencias? Porque los latinoamericanos perdimos todo el siglo XX ensayándolas y la definición clásica del idiota sigue siendo ésta: alguien que repite el mismo experimento 40 veces a la espera de que alguna vez los resultados sean diferentes.
Nuestro libro trata de mucha gente, de varios países y de numerosos gobiernos, pero detrás de todos esos elementos siempre hay personas. En esta crónica hemos identificado sólo a siete para abrirle el apetito al lector. No son todos los que están, pero todos ellos han sido fichados en el gran registro universal de idiotas, de frente y de perfil, con huellas y número de identificación. Son culpables -junto a otros muchos- del atraso y el desgobierno que sufren nuestros pueblos por la nefasta influencia que han ejercido. Veamos.
PERON, JUAN DOMINGO: Llegó a la idiotez por la vía del fascismo. Era agregado militar de Argentina en la Italia de Mussolini y allí se enloqueció con las marchas, la puesta en escena y la idea de militarizar a la sociedad en un movimiento político carente de instituciones democráticas. Para gobernar bastaba un líder carismático y una masa obediente y descamisada que lo siguiera hasta la gloria. En la década de los cuarenta ganó unas elecciones y comenzó a subdesarrollar metódicamente a su país. Creó un estado fuerte y lo montó sobre un pueblo crecientemente empobrecido. Lo sacaron por la fuerza, se exilió y volvió al poder 20 años más tarde, pero dejó el peronismo, un espacio político tragón y oportunista como un hueco negro en el que caben desde Kirchner hasta Menem, pasando por Duhalde. El peronismo, en suma, es cualquier cosa, siempre que sea mala.
CASTRO, FIDEL: Durante el bachillerato se enamoró de las ideas de José Antonio Primo de Rivera. En la universidad se hizo gángster,practicó el matonismo y se asomó al marxismo-leninismo. El golpe militar de Batista en 1952 le dio la oportunidad de convertirse en un guerrillero heroico. Creó la dictadura más larga de la historia escrita (casi medio siglo), pero también la más ineficaz y caprichosa, consagrada a criar vacas enanas, a conquistar Africa y a otras tareas inverosímiles. Las cinco necesidades básicas de la vida moderna son cinco martirios para los cubanos: alimentos, agua, vivienda, transporte y vestido. El extendido sistema de educación sólo ha servido para crear una legión de profesionales que desea largarse del país porque el colectivismo los condena a la miseria. Cuando muera, sin embargo, Castro dejará a los cubanos un legado valioso: la lista minuciosa de todo lo que no se debe hacer si uno quiere gobernar bien.
CHAVEZ, HUGO: Fracasó como jugador de béisbol y se metió a militar. Fracasó como militar y se metió a golpista. Fracasó como golpista y se metió a político de izquierda. Ahí, claro, triunfó. A partir de ese momento Chávez tuvo éxito y comenzaron a fracasar los venezolanos. En medio de un río de petrodólares, tras ocho años de gobierno, ha conseguido empobrecer aún más a sus compatriotas, el país sufre la inflación más alta de América Latina y Caracas se ha convertido en la ciudad más peligrosa del mundo tras Bagdad. ¿Cómo logró ese contramilagro? Muy sencillo: con el socialismo del siglo XXI que ha puesto en marcha. ¿Qué es eso? Es la superstición autoritaria y estatista de nuestros tiempos. El eje Caracas-La Habana, con Evo de pasajero, se considera el heredero de Moscú en la tarea de demoler a Occidente y conquistar el planeta. Hugo delira, pero mientras tenga plata podrá costear su jueguito de roles.
MORALES, EVO: Es un aymara boliviano que no habla lenguas autóctonas ni (casi) extranjeras. Con 600 palabras en castellano le basta para llevar a su país al desastre (tampoco era una maravilla, todo hay que decirlo). Saltó a la vida pública desde las luchas campesinas en las que defendía los derechos de los cocaleros y las maravillosas propiedades curativas y medicinales de la hoja de coca. Está seguro de que la Bolivia occidentalizada vive «en la cultura de la muerte», mientras que la población indígena sujeta a las tradiciones y al lenguaje precolombinos radica, en cambio, en «la cultura de la vida». Odia a las transnacionales, a la propiedad privada, a España y a Estados Unidos. Con su hermano Hugo planea volver a la gloria del trueque. Por ahora, afortunadamente, no parece reivindicar los sacrificios humanos ni la esclavización de las etnias vecinas.
CHOMSKY, NOAM: Es el prototipo del idiota norteamericano. Es un estadounidense que detesta a su país y lo culpa de la mitad de los males que aquejan el mundo. Es un judío que, al mismo tiempo, culpa a Israel de la otra mitad. Su gran mérito académico se encuentra en el ámbito de la psicolingüística (es uno de los padres de la gramática transformacional generativa). Es capaz de comparar los crímenes de Pol Pot con los de Washington. La izquierda bananera latinoamericana y española lo adora porque es más convincente escuchar a un norteamericano decir esas tonterías que a un indígena del patio.
RAMONET, IGNACIO: Es el arquetipo del idiota francés, aunque nació en Galicia, pero únicamente lo toman en serio en América Latina. ¿Por qué? Porque dirige en París Le Monde Diplomatique, algo así como la gaceta oficial del idiota latinoamericano, y eso impresiona mucho en un continente atontado por el neopopulismo y deslumbrado por los idiotas del primer mundo. La mayor desvergüenza intelectual de Ramonet es haber entrevistado a Fidel Castro durante cien horas con el objeto de ayudarlo a construir una biografía totalmente distorsionada en la que el Comandante miente sin recato con la obsequiosa complicidad del periodista.
PINTER, HAROLD: ¿Por qué el dramaturgo, premio Nobel en 2005, es uno de los tótems adorados por los dulces representantes de la idiotez política iberoamericana? Fundamentalmente, por su antiamericanismo visceral, seña de identidad básica de la tribu. ¿Cómo no aplaudir a un autor famoso cuando se queja de que se documenten los crímenes de Stalin y no las brutalidades de los norteamericanos? Pinter no es capaz de percibir que, en gran medida gracias a la política exterior norteamericana de posguerra, creadora del Plan Marshall y de la OTAN, las democracias europeas pudieron resistir el espasmo imperial de los soviéticos y convertirse en uno de los espacios más prósperos y libres que ha conocido la humanidad en toda su historia. ¿Se hubiera salvado Grecia de la insurgencia comunista (1946-1949) sin el apoyo de Estados Unidos e Inglaterra? ¿Se hubiera salvado Berlín del bloqueo soviético (1948) sin el puente aéreo alimentado por Estados Unidos? ¿Cómo es posible comparar y equiparar el comportamiento de los soviéticos en Europa del Este con el de los norteamericanos en Europa occidental tras la derrota de nazis y fascistas?,.
TITULO: LA CARTA DE LA SEMANA - LOS CONTRATIEMPOS EXAMINAN AL MERIDA,.
segunda b
Los contratiempos examinan al Mérida,.
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Los de Antonio Gómez, en uno de sus mejores momentos del curso, visitan sin Moscardó, Iván Matas y Troi a un gallito en horas bajas,.
- Ocho, dice no muy convencida Sarah.
- Joder, no. Trabajas vendiendo pastis. A ver: tienes veinte pirulas. Dos tíos te compran dos cada uno. Otro te pide tres. Bodie te da diez más, pero un blanco aparece, te llama y te pide ocho. ¿Cuántas pirulas te quedan?
- Quince.
- ¿Y cómo llevas esta cuenta tan bien y no sabes resolver el problema?
- Porque si me equivoco con la cuenta me darán una paliza.
Tras lo de Jumilla, por las formas y por la situación en la que quedaba en la tabla, barruntaba el vestuario del Mérida una tunda a la vuelta de cualquier esquina. «No tanto», le quita hierro Antonio Gómez. «Fue más bien una cuestión de orgullo. El empate en Jumilla les supo a derrota a los jugadores y el orgullo quedó herido. No podíamos fallar más de esa manera». Y desde entonces el Mérida es otro.
No redundaremos de nuevo, por tercera semana consecutiva, en aquello de las aptitudes o porqués del cambio. Basta con decir que claro que se puede perder en Cartagonova... pero que, bajo tal estado de confianza, también es cierto que es muy complicado hincarle el diente a este Mérida.
Para colmo, y por indagar aún más en el ánimo de la caseta emeritense, el fútbol le será cruel este fin de semana. Hace dos jornadas le quitó a Troiteiro y esta semana le ha arrebatado a Moscardó e Iván Matas, el rey y la reina del centro del campo. Las ausencias, todas ellas por lesiones y todas ellas básicas para el engranaje de toque de la medular, llenarán de razones al equipo para repetir aquello que tan buen resultado le dio ante el Recreativo hace siete días: robar y correr.
El guión previo del partido presiente al Cartagena llevando la iniciativa y al Mérida explotando los espacios. Algo lógico con tipos como Aitor García, Joaqui Flores y Borja en la línea de tres cuartos. «Pues puede ser así», reconoce Alberto Monteagudo, desde hace diez días técnico del Cartagena. «A mí me gusta llevar siempre la iniciativa; me gusta el fútbol de ataque, alegre... pero no me gusta encajar gol». De hecho, por un mano a mano del Almería B con Limones la última jornada les ha tenido Monteagudo toda la semana a sus futbolistas trabajando ese tipo de jugadas
Alberto Monteagudo, ex jugador del Mérida, hoy en el banquillo del Cartagena. Antonio Gómez, ex técnico del Cartagena, hoy en el banquillo del Mérida. «Nos quedan por conseguir cuatro victorias para salvarnos, y la Copa del Rey está muy cerca», piensa el entrenador emeritense. «Tenemos que terminar las jugadas por banda porque el Mérida ha recibido el 80% de los goles por ahí», se sabe el entrenador del Cartagena. Gómez se ha quedado, además de los tres lesionados, a Pablo Gil (también tocado) y Manu Romero en Mérida (han viajado Akinsola y Diop); Monteagudo no podrá contar con Indiano, Mario y Gonzalo Verdú.
El Mérida llega al alza, aunque muy mermado en su centro del campo. El Cartagena llega tras ocho jornadas sin ganar, aunque con ánimos renovados tras el cambio de entrenador. Puede pasar cualquiera de las cosas, pero el Mérida hace tiempo que sabe calcular mentalmente.
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