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miércoles, 25 de diciembre de 2019

El Objetivo La Sexta - SALVADOS LA SEXTA - La noche encendida - El Ayuntamiento de Plasencia recalificará 1.970 hectáreas para acoger fotovoltaicas,./ La hora de los Fósforos - La Cope - CARLOS HERRERA - La lucha contra la soledad va por barrios,. / RADIO - TELEVISION - EL TRANVÍA DEL TIEMPO - EL BOTIJO - De Auschwitz al 'gulag,.

 TITULO: El Objetivo La Sexta - SALVADOS LA SEXTA - La noche encendida -  El Ayuntamiento de Plasencia recalificará 1.970 hectáreas para acoger fotovoltaicas,.
 
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   La noche encendida,.
 
  'La noche encendida' no será solo un programa de charlas, espectáculo, música, comedia, sorpresas e invitados, presentado por Pedro Ruiz, por La 2,foto,. etc.


 

El Ayuntamiento de Plasencia recalificará 1.970 hectáreas para acoger fotovoltaicas,.

Terreno entre los aparcamientos de la Isla donde se levantará el futuro colegio de las huertas. :: hoy/
foto / Terreno entre los aparcamientos de la Isla donde se levantará el futuro colegio de las huertas.

El concejal de Urbanismo propondrá al pleno la aprobación de una modificación que afecta a terrenos sitos entre la A-66 y la EX-A1,.


Facilitar la instalación de nuevas infraestructuras fotovoltaicas sin necesidad de llevar a cabo futuras modificaciones urbanísticas. Con este fin, el Ayuntamiento aprobará en el pleno del jueves un cambio en el PGM que amplía el uso de un suelo calificado como no urbanizable y protegido. Para que el proyecto de la primera planta fotovoltaica pueda hacerse realidad en el término municipal, en una superficie de 77 hectáreas, y que otras infraestructuras similares puedan igualmente levantarse.
Por este motivo, «tras un estudio del terreno muy detallado», garantizó ayer el concejal de Urbanismo, José Antonio Hernández, el equipo de gobierno presentará al pleno una modificación que posibilita este uso en 1.970 hectáreas, entre las que se incluyen las 77 citadas, y que están ubicadas entre la A-66 y la EX-A1, «pero alejadas de ambas y en las que las futuras fotovoltaicas no se podrán construir en cotas altas para evitar el impacto visual».
Una vez se apruebe la modificación de forma inicial, se someterá a exposición pública. Un trámite que culminará con la aprobación definitiva por parte de la Junta de Extremadura, administración competente en la materia, y que hará posible que el próximo año comiencen las obras de la primera planta fotovoltaica de Plasencia.
También las de los otros tres proyectos en marcha y que supondrán una inversión superior a los 63 millones de euros. Porque son cuatro los proyectos de energías renovables que se tramitan en la actualidad, que se suman por tanto al parque eólico 'Merengue I', el primero de la región. Se trata de dos plantas fotovoltaicas y otros dos parques eólicos por parte de Naturgy, Lusitania Renovables y Proyectos Energéticos de Extremadura.

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Juan (derecha) logró salir de la calle gracias al apoyo vecinal y ahora se dedica a ayudar a otros sintecho.

En Navidad surgen nuevas fórmulas para acompañar a personas que viven solas, 4,7 millones en España,.

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La soledad hace el mismo daño a la salud que fumar 15 cigarrillos al día. Pero mientras se lucha con campañas feroces y recursos varios contra el tabaquismo, el número de personas que no comparte su hogar con nadie sigue creciendo en nuestro país. La soledad, un problema que en países como Gran Bretaña tiene su propio ministerio, afecta sobre todo a personas mayores. Pero no solo a ellas. Y llega a todos los rincones. Según la última encuesta del Instituto Nacional de Estadística (INE), 4,7 millones de personas viven solas. Esto es, un 25% de los hogares cuantificados. Un 10% del total de la población. De todos ellos, un 43% tiene más de 65 años. Y muchos viven este aislamiento sin desearlo. Un 43,6 % de los españoles también dice sentirse solo o bien sufren una situación objetiva de falta de contactos sociales, lo que se denomina como aislamiento social, según otro estudio promovido por el Observatorio Social de la Caixa, que alerta del grave problema que la soledad supone para la salud.
Esta realidad se hace más patente en Navidad, cuando se pone en evidencia que la tradición de pasar las fiestas en familia no es una opción para muchos. Por ello, en estas fechas surgen nuevas iniciativas promovidas por organizaciones de voluntarios y grupos de vecinos que agudizan el ingenio para evitar que haya personas, sobre todo mayores, que pasen las fiestas sin compañía.
Una de las iniciativas más novedosas surgidas este año tiene a la tecnología como aliada. Se trata de un aplicación móvil –Nextdoor– que conecta a vecinos de un mismo barrio para unirlos en iniciativas de muy distinta índole. «Funciona como una asociación de vecinos virtual, como un canal que ayuda a romper el hielo entre personas de un mismo barrio que, de otra manera, no encuentran 'excusa' para ponerse en contacto y formar grupo con inquietudes parecidas», explica Joana Caminal, responsable de la comunidad Nextdoor en España. 'Mi puerta está abierta', se llama la campaña que han ideado para que jóvenes y mayores en soledad no deseada se pongan en contacto y compartan espacio y tiempo.
«Esta campaña intenta ser una ayuda real. Que la gente se vea, queden y que hagan actividades cara a cara», explica Caminal, quien recuerda el éxito cosechado el año pasado por estas fechas, cuando acababan de aterrizar con la aplicación en España, tras nacer en 2010 en Sillicon Valley. «No tanto por el número de personas, sino por las historias que surgían», asegura. «Es un tema muy sensible y muy complejo, pero ayudamos a olvidar el tabú», valora.
Según una encuesta realizada por los responsables de la app, el 45% de sus usuarios reconoce vivir en soledad no deseada y más del 60% conoce a alguien que esté en esta tesitura. «El dato positivo que nos hace sentir orgulloso es que el 83% les gustaría ayudar a vecinos», recuerda la responsable de la plataforma. Y de ahí la iniciativa puesta en marcha entre sus usuarios, que viven en más de 3.000 barrios de 250 ciudades españolas.
Carmen García, vecina del madrileño barrio de Chamberí, es uno de ellos. Y de los más comprometidos con 'Mi Puerta Está Abierta'. Fomenta las relaciones con los vecinos a través de actividades como tomar café un día a la semana e incluso organiza eventos en Navidad para acompañar a quienes no tienen con quién pasar estas fiestas. «Es muy gratificante y cuesta poco saludar a las personas que viven al lado por su nombre, ponerles rostro y crear lazos de solidaridad», asegura.
Otras iniciativas están centradas solo en personas mayores como es el caso de Adopta Un Abuelo, que fue creada en 2013 y que en la actualidad cuenta con más de mil abuelos adoptados por 2.000 jóvenes voluntarios. «No importa la época del año que sea, es fundamental que los mayores y jóvenes se relacionen; ¿por qué con 90 años no puedes tener nuevos amigos?», valora Casilda Ramos, responsable de la asociación, en declaraciones a Efe, al tiempo que destaca la evolución del «nivel emocional, cognitivo y conductual» de los mayores después de recibir una visita.
En el caso de la Asociación Benéfica Geriátrica, sus voluntarios recorren una docena de hospitales para evitar esa soledad no deseada y a la vez donar regalos, cantar y sacar una sonrisa a nuestros mayores. «Es una experiencia muy emocionante, ayudas pero te vas con la sensación de que te han ayudado a ti», reconocen a Efe los voluntarios Carmen y Carlos.
El Teléfono de la Esperanza (717 003 717) permanecerá de guardia durante las fiestas navideñas como Nochebuena y Navidad para personas en situación de crisis y soledad, que necesiten una orientación telefónica. Los responsables del teléfono explican que en estos días, están especialmente preocupados por la tercera edad dado que una de cada cinco personas mayores de 65 años pasa sola la Navidad.
Juan pone rostro a las personas sin hogar: «En la calle lo pierdes todo»,.
Juan pasó quince años en la calle, viviendo en «su rinconcillo» de Madrid, perdido y víctima de una depresión que no cesa y que en su día le sacó del sistema. Hoy, «gracias a la ayuda de todas las personas» que ha encontrado en su camino, como reconoce, ha logrado salir de uno de los grupos de población más invisibilizado de la sociedad: los sintecho. Él pone rostro, y sobre todo historias, a un colectivo integrado por unas 18.000 personas, según estiman los centros sociales que atienden a personas sin hogar en nuestro país. Con su pensión mínima, paga una habitación y llena sus horas con la lectura de las bibliotecas públicas de la ciudad. «Soy un privilegiado porque no me dio ni por las drogas ni por la bebida, sino por leer», advierte. Pero no es lo más común en las calles que recorre día a día en busca de gente que necesita ayuda. «Lo primero que les pregunto es cuánto tiempo llevan en la calle. Si llevan más de seis meses creo que van a tener más difícil salida. Si llevan poco les ayudo porque sé que esa persona aún no ha sido endurecida por la calle, la depresión no le ha comido y puede salir. Les invito a un café, charlo con ellos, llamo a mis contactos en asociaciones y centros de ayuda y los llevo para que les ayuden», explica. Además de ayudar a sintecho para convencerles con su ejemplo de que se puede salir y que no tiene nada de malo pedir ayuda, Juan da charlas en colegios, centros de adultos y en el barrio sobre las personas sin hogar. Es una de las iniciativas vecinales que se han llevado a cabo a través de la aplicación Nextdoor. «Las charlas van de contarle que la gente de la calle son personas como nosotros, cuáles son sus problemas, sus miedos y les enseño cuál es la mejor manera de ayudarle, que es através de los equipos de asistencia social», explica. Para Juan, el principal problema que tienen es la falta de seguimiento. «A veces ayudaba a algunos a buscarles piso y a los pocos meses, volvían a la calle porque sus problemas no les permiten adaptarse. En un día se habían gastan la pensión del mes y acababan perdiendo dignidad, personalidad y de todo. En la calle lo pierdes todo».

 

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  De Auschwitz al 'gulag,. 
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Resultat d'imatges de RADIO - TELEVISION El Nobel de Literatura 2002 a Imre Kertész es también un reconocimiento a las letras de Hungría. En España se han recuperado en los últimos años obras de clásicos como Dezsö Kosztolányi y Sándor Márai. El Holocausto y el régimen comunista hasta 1989 son dos acontecimientos que han marcado la vida y la creación de los autores húngaros. Aunque lo que les diferencia del resto es su postura ante estas vivencias. Sobre estos aspectos hablan dos contemporáneos de Kertész: Péter Nádas y Péter Esterházy.
Resultat d'imatges de el tranvia del tiempoEl día en que nació Imre Kertész grandes señales no había. Corría el año 1929, y el efecto dominó de la Depresión, que tuvo sus principales víctimas en Europa Central, aún tardaba un poco en golpear. Pero cuando llegó, en Alemania se convirtió en el mejor aliado de Hitler y en Hungría volvió crítica la ya por sí precaria situación. Y no sólo en el plano económico. Este país, que en la Primera Guerra Mundial había perdido el 70% de su territorio y el 40% de su población de lengua húngara, padecía una crónica crisis de identidad, que luego intentaría curar mediante una alianza precisamente con la Alemania nazi.
Resultat d'imatges de EL BOTIJOPor lo demás, parecía que todo seguía como antes. Crecía la hierba, los proverbiales cafés, baños termales, restaurantes, teatros y cabarés de Budapest seguían siendo el eje de la vida social, y la literatura húngara estaba en uno de sus mejores momentos. Entre los astros de la época figuraba Dezsö Kosztolányi (1885-1936), poeta, narrador y traductor (entre ellos, de Antonio Machado, Juan Ramón, Alberti y Lorca), cuya extraordinaria novela, Alondra, ha sido traducida al castellano recientemente por Ediciones B. Sándor Márai (1900-1989) estaba en la cumbre de su carrera. De su pluma salían sin cesar artículos de gran resonancia, novelas best sellers, éxitos teatrales y dietarios muy comentados. Tenía dos casas, dos mujeres y dos coches. Fue una voz que marcaba su época. Nadie podía imaginar que esa estrella de la literatura magiar terminase quitándose la vida a los 89 años, después de cuatro décadas de exilio cada vez más amargo y precario. El rescate de su obra se convirtió en uno de los fenómenos editoriales de los últimos años. Sus novelas, empezando con El último encuentro, recorrieron Europa tan triunfales como en su día el fantasma del comunismo, el mismo que luego le empujara a emigrar.
Pero antes que eso, tenían que pasar cosas aún peores. En la Segunda Guerra Mundial, Hungría perdió bastante más que territorios históricos: 200.000 de sus soldados perecieron en el frente ruso y unos 560.000 judíos fueron exterminados, con la intensa colaboración de las autoridades húngaras y en medio de la pasividad de la población gentil. Entre las víctimas del terror nazi había destacados intelectuales, campeones olímpicos, artistas, científicos y varios de los más grandes autores. Al mayor poeta de aquellos años, Miklós Radnóti, le sobrevivieron unos poemas, escritos en idílicos hexámetros, sobre su terrible cautiverio. Asesinaron también al ensayista y novelista Antall Szerb, cuya deliciosa El viajero bajo el resplandor de la luna fue publicada en España el año pasado.
Según los planes políticos y las previsiones estadísticas, también Imre Kertész tendría que haber sido exterminado. Apenas tenía 15 años cuando, en 1944, fue deportado a Auschwitz. Exactamente como el protagonista de Sin destino, su primera novela, e igual que su álter ego, Kertész logró sobrevivir. Pero la experiencia del Holocausto lo marcó de por vida y le impuso un destino judío que él, nacido en el seno de una familia asimilada y no practicante, jamás había pensado vivir.
"Yo había vivido un destino determinado; no era mi destino pero lo había vivido", medita el adolescente héroe de Sin destino, cuando al volverse del campo intenta entenderse con algunos supervivientes de su familia y vecindad. "No comprendía cómo no les entraba en la cabeza que ahora tendría que vivir con ese destino, tendría que relacionarlo con algo, conectarlo con algo, al fin y al cabo ya no podía bastar con decir que había sido un error, una equivocación, un caso fortuito o que simplemente no había ocurrido".

Perversamente, no le costó de

masiado conectar con algo su intransmitible vivencia. Al liberarse de Auschwitz, se encontró en medio de un nuevo horror. Para el recién instaurado régimen estalinista, él era hijo de pequeñoburgués, un intelectual, un decadente. Volvió a ser un enemigo: del pueblo, del Estado, de la redentora ideología oficial. Pero al menos no querían aniquilarlo físicamente.
Kertész aventura que, paradójicamente, esa nueva esclavitud le salvaba del destino de otros intelectuales sobrevivientes del Holocausto, como Paul Celan, Primo Levi, Jean Améry o Tadeusz Borowsky. Lo explica en su diario de 1991, elocuentemente titulado Diario de galera.
"Me salvó del suicidio [...] la sociedad que, tras la vivencia del campo de concentración, demostró en la forma del llamado estalinismo que no se podía ni hablar de libertad, liberación, gran catarsis, etcétera, de todo aquello que los intelectuales, pensadores y filósofos de otras regiones del mundo más afortunadas no sólo mencionaban, sino en lo que a buen seguro también creían; me salvó la sociedad que me garantizaba la continuación de una vida esclavizada y que de este modo excluía también la posibilidad de cometer cualquier error".
Después de los largos años del terror estalinista, la situación empezó a mejorar sensiblemente. A partir de los sesenta, el pragmatismo y la tolerancia del comunismo goulash logró integrar buena parte de la intelligentsia magiar. Pero aun así, que muchos de los más grandes -el poeta Petri, el novelista Konrád, el pensador político Bibó...- quedaron excluidos o autoexcluidos del rancho de goulash. Pero todos ellos fueron intelectuales disidentes, algo que no puede decirse de Imre Kertész. "En contraposición a la gran mayoría", explica en su ensayo El intelectual superfluo, "no me interesaba cómo vivir en este mundo, sino cómo describirlo. Y la forma artística mostraba este mundo tal como era para la experiencia humana: como un mundo rechazable. Por tanto, la cuestión no era para mí si con él o contra él, pues mi respuesta era la siguiente: ni con él ni contra él, sino fuera de él".
A pesar de mantenerse rigurosamente fiel a su ars poetica, a partir de los setenta, Kertész se forjó cierta reputación como traductor, entre otros, de Nietzsche, Wittgenstein, Freud, Hofmannsthal, Canetti y Joseph Roth. Pero tampoco esa mejora laboral cambió su esencial condición de marginado. Y eso, que para tales fechas ya había publicado su primera y mejor novela.
Trece años tardó en terminar Sin destino, que, a la primera, fue rechazada por una importante editorial con fama de permisiva. Su director, un judío, tachó a Kertész casi de antisemita. No era ni es el único, sea judío o gentil, a quien irrita esa novela nada complaciente y nada victimista, capaz de implicar nuestras pacíficas existencias con lejanos horrores con los que nunca pensábamos tener algo que ver.
Finalmente, Sin destino se editó en 1975, cuando su autor tenía ya 46 años. Pero no atrajo la atención de la crítica, ni tampoco le interesaba a los lectores. Sólo algunos años después la descubrió un pequeño grupo de intelectuales y la calificó de obra capital de la narrativa contemporánea. Por lo demás, la vida de Kertész seguía transcurriendo en el mismo restringido espacio social y físico. Respecto a esta última circunstancia, cabe señalar que durante treinta y cinco años Kertész vivió en un piso de 29 metros cuadrados. Allí escribió -por las noches y en la mesa de la cocina- sus tres grandes novelas que, además de Sin destino, son El fracaso (1988), que reconstruye, en una estructura compleja y de manera no del todo realista, sus vivencias en la época estalinista, y Kaddish por el hijo no nacido (1990), cuyo título revierte el sentido de una oración judía que se reza en homenaje de los muertos.

Después de la caída del imperio

soviético, Kertész se volvió algo más productivo, e incluso empezó a vivir con cierta holgura, gracias a su tardío descubrimiento en el extranjero, principalmente en Alemania. Pero nada cambió en lo esencial: él seguía siendo un autor desconocido para la mayoría de los lectores magiares, y no reconocido -o incluso rechazado- por las autoridades culturales, sobre todo bajo los dos gobiernos de derechas de la década, que a menudo intentaron impedir su incipiente carrera internacional. Cuando, por ejemplo, los convocantes de un importante premio alemán querían galardonar a un autor húngaro y consultaron al correspondiente responsable ministerial magiar, se encontraron con la respuesta de que Kertész no sería el autor idóneo para dicho premio, puesto que en realidad no es húngaro, sino judío.
Tal vez puede parecer que en la vida y obra de ese autor húngaro hay un exceso de desgracias que lo convierten en una valiosa pero ajena excepción. No es exactamente así, al menos no en el Este de Europa. Uno de los más importantes narradores húngaros actuales, Péter Nádas (1942), por ejemplo, era un niño perseguido, aunque no deportado, en la época del Holocausto y durante la época estalinista, su padre trabajó en la temida policía secreta de la dictadura. Péter Esterházy (1950), el más venerado escritor vivo en su país, procede de unas de las históricas familias de Hungría. En la corte de uno de sus antepasados, Joseph Haydn fue el director de la orquesta doméstica. El padre de este escritor fue ya un simple traductor, pero en los años cincuenta fueron desterrados a las más remotas provincias como enemigos del pueblo. Este mismo año -y después de haber publicado un libro inspirado en su padre-, hurgando en los archivos de los servicios secretos, Esterházy descubrió que su progenitor había sido un informador hasta el mismo día de la caída del régimen.
Entonces, la diferencia entre Kertész y muchos otros europeos consiste no tanto en la experiencia vital, sino en la postura ante esas vivencias. Una postura radical, que no es sino una especie de ética del fracaso, convertida en escritura, que ahora, gracias al Nobel, ha tenido un reconocimiento universal.

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