DESAYUNO - CENA - JUEVES - VIERNES - PIÑA DE LITERATOS,./ EL HORMIGUERO VIERNES 24 JUNIO - LOS FORENSES PERFECTOS DE LA TELE,.

TITULO: DESAYUNO - CENA - JUEVES - VIERNES - PIÑA DE LITERATOS,.

DESAYUNO - CENA - JUEVES - VIERNES - PIÑA DE LITERATOS, fotos.

Piña de literatos,.

• Tienen entre 35 y 69 años, son poetas y aprovechan todas las plataformas, ya sean redes sociales, grabaciones discográficas o pequeñas editoriales, para lanzar su obra,.

  Tienen perfiles variopintos. El más veterano se llama Rodolfo Serrano, el padre de Ismael, sí, y es un madrileño de 1947. Carlos Salem, argentino de nacimiento, vive en España desde 1988 y tiene 57 años. Marwan Abu-Tahoun Recio, conocido como Marwan, nació en Madrid en 1979. Diego Ojeda es un canario de la quinta de 1985. Elvira Sastre es una segoviana de 1992.
  E Irene X... Qué más da de dónde y de cuándo, baste decir que es muy joven y que es una autora de éxito en las redes: más de 37.000 seguidores en Twitter, un blog en el que no tiene miedo de escribir sus poemas y publicar sus fotos (la generosidad, dicen, es una de las mejores herramientas de promoción si se quiere triunfar en la red), Facebook... Y todo ello es solo la parte 'virtual', que es muy real. Cuando Irene X ha publicado en papel, ha sido también para bien. Su primer libro, 'El sexo de la risa' (Origami), vendió 4.000 ejemplares en sus tres primeras ediciones.
  

  Literatura y música

  Todos estos poetas (que también son músicos, cantautores, creativos que colaboran en publicidad...) parecen en principio muy distintos, pero todos han terminado formando parte de la misma red. Se conocen, trabajan juntos, se invitan los unos a los otros y mantienen un contacto constante entre ellos y, lo que es igual o más importante, con sus seguidores a través de las redes sociales. Diego Ojeda, el canario, abrió su propia editorial para publicar sus historias, y con el tiempo hizo hueco a todos estos autores y muchos más. En su catálogo hay muchos nombres y casi siempren se confunden los músicos y los poetas: Pablo Benavente, Pablo Monforte, Escandar Algeet, Rayden, Carlos Carreira, Edgar Oceransky, Isabel García Mellado, Olga Román, Rafa Pons...
  En Frida, su sello, presumen de que sus libros están siempre entre los diez más vendidos de la Casa del Libro. «Cinco son nuestros siempre», dice Ojeda refiriéndose como 'nuestros' a los que publica en Frida, una pequeñísima editorial que sin embargo maneja números llamativos: en el primer año y medio, once libros en la calle. Hay otros sellos que siguen la misma línea. Se trata de la mencionada Origami, por ejemplo, y también de Noviembre, propiedad del poeta Marwan (Frida y Noviembre comparten distribuidores para abaratar costes); de Lapsus Calami, que presenta su sección de poesía contemporánea diciendo que «con nosotros publican quienes, de un modo u otro, han sabido retorcer el cuello del lenguaje para dejarnos mirar el mundo a través de unos ojos nuevos»; y de Ya lo dijo Casimiro Parker, en cuya web se puede leer como filosofía que «está gestionada de forma altruista y da igual quién esté detrás de esta editorial porque al final lo único que quedará son los libros», además de definirse como un sello «autárquico de poesía y narrativa, donde la palabra, el verso, las miradas, la soledad, las hostias y los sentimientos caminan con el único fin de recorrer las calles de todas las ciudades del mundo, observar y reaccionar. Ser libre. Sentirse libre, o atrapado. Volar, hablar, hundirse para volver a respirar».
  ¿Pero la poesía no era un género minoritario, por muy fieles que fueran sus lectores? «Cada vez se venden menos novelas, pero que con la poesía pasa algo distinto», explica Ojeda. Y en eso tiene mucho que ver el mundo digital. «Hay como una especie de 'boom' en las redes sociales». En su caso, aunque asegura que no es de los que más seguidores tiene, cuenta con más de 14.000 en Twitter y 9.000 en Instagram. Además, tiene cuatro páginas en Facebook, alguna con varios miles de amigos. Y de paso, canal en Youtube.
  Conclusión: «Somos cercanos. No estamos en un pedestal. Estamos en la calle y nos movemos. Compartimos en las redes y en vivo en los recitales». Unos recitales, por cierto, que a Ojeda le parece que han cambiado un tanto en los últimos tiempos. «Antes ir a uno era como ir a misa, ¿no? No te podías mover, era todo muy solemne». Preguntado por las características que los definen, no encuentra ninguna común más allá de ser digitales y de «ser independientes, haber hecho cada uno nuestro camino y tal vez compartir una forma de contar cercana sobre lo que acontece en la calle y lo que nos pasa dentro». Sobre lo que sucede fuera, el reflejo llega al punto de que él es habitual de encuentros, conciertos y recitales benéficos con diferentes asociaciones culturales y ONG; sobre lo que ocurre dentro, dice, la gran referencia sigue siendo el amor. «¿Qué seríamos sin amor?», sonríe. Ojeda se dio a conocer sobre todo a raíz de la publicación de 'Mi chica revolucionaria' en 2014, convertido enseguida en un éxito de ventas. Lo mismo que 'La triste historia de tu cuerpo sobre el mío', de Marwan, con 12.000 ejemplares vendidos.
  

  Grandes editoriales

  Las fronteras están tan diluidas en el caso de estos poetas, que el último trabajo del canario es un libro pero es también un CD (en el que colaboran varios de sus amigos, por supuesto). En 'Siempre donde quieras', que incluye ilustraciones de Cristina Reina, hay algunos poemas recitados y unas cuantas canciones, fruto de un año intenso de viajes, conciertos y recitales y la compañía de su chica revolucionaria. «Claro que sé qué es canción y qué poema. Me siento a escribir con unas expectativas determinadas. Para la poesía estoy menos limitado, puede surgir en cualquier sitio; para la canción necesito la guitarra».
  Las grandes editoriales ya han puesto sus ojos en estos fenómenos. Así, Marwan publicaba el año pasado en Planeta 'Todos mis futuros son contigo' (también ilustrado). Y Ojeda inauguraba por la misma época la colección Espasa es Poesía, del Grupo Planeta. «Los grandes grupos son conscientes de lo que está pasando en las redes y en la calle y no quieren quedarse fuera. Nosotros hemos hecho el trabajo difícil, el de hacer el hueco, y ahora recogen el testigo», explica el cantautor canario. ¿Dejarán de publicar con las pequeñas? «No, ampliamos. Haremos las dos cosas».
  
   
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  Los forenses perfectos de la tele,.foto

  En un pequeño pueblo de China aparece uno de sus habitantes asesinado. Alguien ha segado su vida con una hoz. Los vecinos dan la voz de alarma y el investigador policial comienza a pesquisar en busca de pruebas. A mediodía, Tie Yen Chen decide que todos los hombres del pueblo acudan a la plaza del pueblo con sus aparejos de labranza. Las moscas que por ahí pululaban se dirigieron rápidamente hacia una de las hoces.
  Los restos de la sabrosa sangre estaban esperando. Es el siglo VII y uno de los primeros casos de entomología forense documentado. Un muestra de que la ciencia se ha aplicado desde hace miles de años para descubrir los misterios de una de las fascinaciones de la humanidad: la muerte. Y, sobre todo, cuando son más raras. «Nos da morbo la muerte y despierta nuestros instintos más primarios. Además tiene la atracción de lo prohibido. Hay que entender que vivimos en sociedades cada vez más seguras, que hay muy pocos delitos violentos y nos atrae esa capacidad del mal», explica J. M. Mulet (Denia, 1973), divulgador científico y profesor de biotecnología en la Universidad Polítécnica de Valencia. Esa atracción por las causas en que uno acaba en la morgue y su evolución a lo largo de la historia le llevó a plantear una asignatura optativa sobre el tema (Biotecnología Criminal y Forense).
  La idea arrasó entre los alumnos, que han crecido viendo sagas como 'C.S.I.' y series similares y les atrae este tipo de misterio. Como a los niños de los setenta que crecieron con 'El hombre y la Tierra' o 'Mundo submarino' querían dedicar su vida a salvar el planeta y los de los ochenta con 'Fama' y 'Cosmos', enamorados por la danza y la astronomía.
  

  Una fascinación que este divulgador científico ha querido plasmar en 'La ciencia en la sombra' (Destino), un libro donde repasa la evolución de esta ciencia y cómo se ha plasmado en las ficciones televisivas. «La ciencia forense no ha tenido una continuidad. Esporádicamente ha salido una figura en un sitio y ha ido aportando cosas, pero no ha habido ese trabajo laborioso durante un cierto tiempo. Por ejemplo, el primer laboratorio moderno que se hizo en Lyon por Edmond Locard fue a principios del siglo XX. No es una ciencia tan antigua», comenta Mulet, que repasa algunos de los principales crímenes. Unos delitos que se popularizaron gracias a la aparición de las novelas negras en el siglo XIX, con Edgar Allan Poe -y su Auguste C. Dupin- y la irrupción del mítico Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle.
  Una muestra de cómo la ficción ha acudido a la ciencia para contar historias. La televisión, con los avances en las investigaciones policiales, tampoco podía desaprovechar esa oportunidad. «No son tan diferentes los chicos de 'C.S.I.' que los de la vida real», indica Mulet, que señala algunos errores.
  «Sirven para todo: desmontar un coche o hacer una prueba de ADN. Nunca tienen recortes presupuestarios. Cuenta con todo tipo de métodos y materiales y resuelven todos los crímenes. Ojalá la verdad fuera así», argumenta el divulgador y escritor, quien defiende la base científica de los creadores de Grissom, Stokes , Sanders, Sidle o Willows a pesar de «ciertos forzamientos de guión». «Son metódicos y hacen todas las pruebas, analizan la escena del crimen. No tiene comparación con otras series como 'Castle' o 'El mentalista'. Patrick Jane lo sabe todo y Richard Castle lo mismo. No toman una huella nunca. Parece que los hechos objetivos los obvian», señala Mulet.
  

  El gran salto

  La ficción, a veces, se pasa de lista. Películas como 'Regresión' se basan en la pseudociencia para llevar a un inocente a la cárcel; o en las aventuras de James Bond la tecnología «es una caricatura, está muy alejada de la realidad». O la importancia que se da a los detectores de mentiras en algunas series, cuando está demostrado que «no demuestran nada». En cambio, el ADN es el quid de toda la evolución. «Podemos secuenciar todos los genes del ADN», añade Mulet. «Y cada vez, se puede trabajar con muestras más pequeñas, en peor estado y obtener más resultados. Antes solo podías comparar si era o no el sospechosos. Ahora puedes decir que raza tenía, el color de los ojos o de pelo», explica el profesor.
  La aparición de los microscopios de comparación para comprobar el estriado de las balas o los análisis químicos para los restos de la pólvora han revolucionado también los laboratorios forenses. Unos centros de trabajo donde hay mucho humor negro. «Creo que es un mecanismo de protección emocional. Necesitas poner una barrera o un recurso para lo que ves todos los días», explica Mulet.