La luz de Zurbarán tiñe de color el Thyssen,. foto
Luz y explosión de color en el Museo Thyssen de Madrid. La pinacoteca
acoge hasta el próximo 13 de septiembre la exposición Zurbarán: una
nueva mirada, una visión actual de uno de los maestros de la pintura más
importantes del Siglo de Oro, en la que se descubren aspectos
desconocidos y poco destacados hasta ahora de su obra como es la
relevancia de la luminosidad y el poder de su imaginación, además de una
temática, en ocasiones, más alejada de su iconografía clásica
religiosa.
Esta apuesta está compuesta por un total de 63 óleos, de los cuales 47
fueron realizados por Francisco de Zurbarán, siete por su hijo, Juan de
Zurbarán, y nueve por otros colaboradores, y supondrá una «sorpresa»,
según auguró esta semana el director artístico del centro, Guillermo
Solana, durante la presentación de la muestra.
Solana destacó que se trata del primer artista español antiguo que se
expone en esta pinacoteca, el cual está muy relacionado con la colección
del Museo Thyssen, puesto que en su obra se descubre la incidencia que
tuvo en la pintura europea moderna. En este sentido, señaló que es
«imposible ignorar» su influencia en el realismo postcourbetiano. «Es
evidente que Manet le debe mucho, así como ciertos artistas modernos de
la época de entreguerras y los realistas de la nueva objetividad
alemana», añadió.
«Todo ello justifica que el Museo Thyssen se haga cargo de esta importante retrospectiva», sentenció su director.
En cuanto a la decisión de celebrar esta exposición en la época
estival, Solana precisó que Zurbarán: una nueva mirada no se centra en
la iconografía más común y recurrente del artista, sino también en otros
temas más amables e incluso profanos que «no encajan» con la imagen de
«pintor de la penitencia que se conoce».
Gusto por el detalle. Las comisarias de la muestra
Odile Delenda y Mar Borobia señalaron que el recorrido pictórico cuenta
con obras de una «calidad extraordinaria», como por ejemplo La huida a
Egipto, y otros lienzos conocidos que nunca habían estado antes en
España o hacía tiempo que no recalaban en Madrid.
Además, según indicó Solana, también destacan óleos «más luminosos» que
mantienen «la calidad digna de maestro», y se descubren igualmente
piezas de artistas que estaban en la penumbra, como es el caso de su
hijo, que murió con tan solo 29 años. En concreto, a su obra se dedica
una sala donde se exponen varios bodegones junto a los de su padre.
El recorrido de esta exposición es «tradicional y cronológico» y en él
solo se ha diferenciado entre los grandes conjuntos y algunos lienzos
aislados. Todas ellos están restaurados, lo que contribuye a que la
percepción del visitante sobre el pintor pueda variar, en palabras de
Borobia.
«Encontramos a un maestro del color que combina a la perfección de
manera moderna las formas casi imposibles y elegantes», puso de relieve
esta comisaria, quien hizo alusión a su estilo «volumétrico, lineal y
escultórico» que se muestra en esta exposición, el cual da una «vuelta
de tuerca» durante su trayectoria artística, en la que muta hacia fondos
más claros y una pintura más suave.
Además, realza su «gusto por el detalle»: «No le importa que cuadro sea
grande o pequeño, porque lleva a cabo una gran perfección en los
elementos pequeños».
TÍTULO: EL ICONO - EL MUNCH OCULTO POR " EL GRITO".
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El Museo Thyssen libera de estereotipos al genial artista noruego en una muestra que recorre sus pasiones y obsesiones. foto
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Reúne 80 piezas, muchas inéditas en España, pero ninguna de las cuatro versiones mayores de su obra más universal,.
La extensa y variada obra de Edvard Munch (1863-1944) quedó aplastada
por uno de sus pequeños cuadros tempranos, 'El grito', obra de 1893 y
acaso la pintura más icónica de la historia junto a 'La Gioconda'. Tal
es su potencia, que redujo a Munch al estereotipo del pintor de la
angustia, la alienación y el aislamiento. El Museo Thyssen libera ahora
al genial creador noruego de esa cárcel del lugar común y muestra la
grandeza y la modernidad de Munch en su verdadera y múltiple dimensión a
través del resto de su magnífica obra en 'Arquetipos'.
Es un catálogo de pasiones y obsesiones que permite descubrir al
Munch oculto, un gran creador que en su viaje del simbolismo al
expresionismo pasó por muchas etapas, algunas de ellas muy vitalistas, y
que a pesar del anclaje autobiográfico y existencial de su pintura «fue
un pionero en expresar sentimientos universales».
Así lo sostiene Paloma Alarcó, comisaria de la muestra junto a
Jon-Ove Steihang, que no lamenta que entre las 80 piezas que ha logrado
reunir el museo -54 pinturas y 24 grabados-, no esté ninguna de las
cuatro versiones mayores de 'El grito'. Son dos pasteles y dos óleos, de
los que tres están en Noruega y uno en Estados Unidos. «Es una pieza
muy impactante y angustiosa, pero que ensombrece el resto de su obra»
dice Alarcó, que afirma que «es mejor conocer a Munch sin 'El grito'».
La muestra sí cuenta con una pequeña litografía de la icónica obra,
realizada en 1895, fruto de las series en distintos soportes habituales
en el trabajo de Munch y cedida por el Metropolitan de Nueva York.
«Disponer de uno de los otros cuatro 'gritos' no habría cambiado la
esencia de la muestra. Lo habríamos puesto al lado de la litografía en
la sección dedica al pánico sin alterar el discurso», dice Guillermo
Solana, director del Thyssen. Pone al mal tiempo buena cara y asegura
irónico «que lo bueno es que su ausencia permitirá al visitante traer
una foto en el móvil y compararlo con el resto de las obras de Munch, lo
que supondrá un descubrimiento y una revelación».
En efecto, la ausencia de esta obra no resta un ápice de interés a
una muestra que marca un hito, la primera que se dedica en España al
pintor noruego en las últimas tres décadas, y que revela en toda su
dimensión en el genio proteico, inestable e innovador de uno de los
padres del arte moderno junto a Van Gogh y Gauguin. Un pionero en
inmortalizar plásticamente los temas más universales sobre la vida, el
amor, el deseo, los celos, la angustia, la soledad, la melancolía y la
muerte. Quiere Solana que con esta exposición «se descubra y se
comprenda sin estereotipos todo lo que queda oculto». «Que aflore el
gran iceberg que es la obra de Munch que la cultura de masas, que todo
lo 'iconifica', ha reducido a 'El grito' y nos presenta un Munch
recortado y convertido en una caricatura», lamenta Solana en tono más
grave.
Trató hasta el último momento de conseguir el préstamo de la versión
del 'El grito' de la colección de un gran financiero de Estados Unidos,
«pero fue imposible». Tampoco lo lamenta Solana, que cree, como Alarcó,
que su ausencia «permitirá comprender mejor la complejidad de un pintor
como Munch, activo casi hasta el final de sus ochenta años de vida y a
quien es un sacrilegio reducir a la primera época».
Fue entonces cuando pintó 'El grito', que le etiqueta como el pintor
de la angustia y la alienación, «pero hay un Munch muy vital con muchas
idas y venidas; un genio que, como Van Gogh, se juega la vida con su
obras pero que consigue sobrevivir», dice Solana. «Es un pintor
radicalmente moderno y la muestra quiere ofrecer esa visión de conjunto
que le ha negado la historia y los estereotipos», insiste Solana
elogiando piezas como 'El beso', 'Madonna', 'El vampiro' y 'Melancolía'.
La de Munch fue una vida en el filo de la navaja, marcada por los
problemas psiquiátricos, los excesos alcohólicos y las crisis
emocionales. Bohemio tildado de desequilibrado y misógino, se tiende a
explicar su obra en clave biográfica, otro de los estereotipos que la
muestra quiere combatir. «Parece que sus cuadros estén ligados a su
problemas emocionales, pero Munch entiende la pintura como una manera de
tender puentes con sus semejantes, de conectar con el espectador y
compartir sus sentimientos a través de la pintura», explica Solana.
«En mi arte he intentado explicarme la vida y su sentido y también he
pretendido ayudar a los demás a entender la suya», escribió Munch, que
reconoce, eso sí, que «enfermedad, locura y muerte fueron los ángeles
negros que velaron mi cuna». Así figura en uno de los textos recogidos
en 'El friso de la vida', libro que ve a luz coincidiendo con la
muestra. Atormentado, enfermo, intoxicado, antiburgués, con aversión al
compromiso y aislado a veces, «lo que de verdad quería era compartir
sentimientos, de modo que su pintura no es biográfica, sino universal»,
apostilla Solana.
Dividia en secciones como 'Melancolía', 'Pánico', 'Muerte', 'Mujer',
'Melodrama', 'Amor', 'Vitalismo o 'Desnudos', 'Arquetipos' abunda en la
obsesiones del pintor, que tuvo en la repetición uno de su grandes
instrumentos creativos. «Dio a cada versión, de distinta técnica, un
nuevo significado y se ve con claridad en series como 'El beso'»,
destaca Paloma Alarcó.
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El Museo Thyssen libera de estereotipos al genial artista noruego en una muestra que recorre sus pasiones y obsesiones. foto
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Reúne 80 piezas, muchas inéditas en España, pero ninguna de las cuatro versiones mayores de su obra más universal,.
La extensa y variada obra de Edvard Munch (1863-1944) quedó aplastada por uno de sus pequeños cuadros tempranos, 'El grito', obra de 1893 y acaso la pintura más icónica de la historia junto a 'La Gioconda'. Tal es su potencia, que redujo a Munch al estereotipo del pintor de la angustia, la alienación y el aislamiento. El Museo Thyssen libera ahora al genial creador noruego de esa cárcel del lugar común y muestra la grandeza y la modernidad de Munch en su verdadera y múltiple dimensión a través del resto de su magnífica obra en 'Arquetipos'.
Es un catálogo de pasiones y obsesiones que permite descubrir al Munch oculto, un gran creador que en su viaje del simbolismo al expresionismo pasó por muchas etapas, algunas de ellas muy vitalistas, y que a pesar del anclaje autobiográfico y existencial de su pintura «fue un pionero en expresar sentimientos universales».
Así lo sostiene Paloma Alarcó, comisaria de la muestra junto a Jon-Ove Steihang, que no lamenta que entre las 80 piezas que ha logrado reunir el museo -54 pinturas y 24 grabados-, no esté ninguna de las cuatro versiones mayores de 'El grito'. Son dos pasteles y dos óleos, de los que tres están en Noruega y uno en Estados Unidos. «Es una pieza muy impactante y angustiosa, pero que ensombrece el resto de su obra» dice Alarcó, que afirma que «es mejor conocer a Munch sin 'El grito'».
La muestra sí cuenta con una pequeña litografía de la icónica obra, realizada en 1895, fruto de las series en distintos soportes habituales en el trabajo de Munch y cedida por el Metropolitan de Nueva York. «Disponer de uno de los otros cuatro 'gritos' no habría cambiado la esencia de la muestra. Lo habríamos puesto al lado de la litografía en la sección dedica al pánico sin alterar el discurso», dice Guillermo Solana, director del Thyssen. Pone al mal tiempo buena cara y asegura irónico «que lo bueno es que su ausencia permitirá al visitante traer una foto en el móvil y compararlo con el resto de las obras de Munch, lo que supondrá un descubrimiento y una revelación».
En efecto, la ausencia de esta obra no resta un ápice de interés a una muestra que marca un hito, la primera que se dedica en España al pintor noruego en las últimas tres décadas, y que revela en toda su dimensión en el genio proteico, inestable e innovador de uno de los padres del arte moderno junto a Van Gogh y Gauguin. Un pionero en inmortalizar plásticamente los temas más universales sobre la vida, el amor, el deseo, los celos, la angustia, la soledad, la melancolía y la muerte. Quiere Solana que con esta exposición «se descubra y se comprenda sin estereotipos todo lo que queda oculto». «Que aflore el gran iceberg que es la obra de Munch que la cultura de masas, que todo lo 'iconifica', ha reducido a 'El grito' y nos presenta un Munch recortado y convertido en una caricatura», lamenta Solana en tono más grave.
Trató hasta el último momento de conseguir el préstamo de la versión del 'El grito' de la colección de un gran financiero de Estados Unidos, «pero fue imposible». Tampoco lo lamenta Solana, que cree, como Alarcó, que su ausencia «permitirá comprender mejor la complejidad de un pintor como Munch, activo casi hasta el final de sus ochenta años de vida y a quien es un sacrilegio reducir a la primera época».
Fue entonces cuando pintó 'El grito', que le etiqueta como el pintor de la angustia y la alienación, «pero hay un Munch muy vital con muchas idas y venidas; un genio que, como Van Gogh, se juega la vida con su obras pero que consigue sobrevivir», dice Solana. «Es un pintor radicalmente moderno y la muestra quiere ofrecer esa visión de conjunto que le ha negado la historia y los estereotipos», insiste Solana elogiando piezas como 'El beso', 'Madonna', 'El vampiro' y 'Melancolía'.
La de Munch fue una vida en el filo de la navaja, marcada por los problemas psiquiátricos, los excesos alcohólicos y las crisis emocionales. Bohemio tildado de desequilibrado y misógino, se tiende a explicar su obra en clave biográfica, otro de los estereotipos que la muestra quiere combatir. «Parece que sus cuadros estén ligados a su problemas emocionales, pero Munch entiende la pintura como una manera de tender puentes con sus semejantes, de conectar con el espectador y compartir sus sentimientos a través de la pintura», explica Solana.
«En mi arte he intentado explicarme la vida y su sentido y también he pretendido ayudar a los demás a entender la suya», escribió Munch, que reconoce, eso sí, que «enfermedad, locura y muerte fueron los ángeles negros que velaron mi cuna». Así figura en uno de los textos recogidos en 'El friso de la vida', libro que ve a luz coincidiendo con la muestra. Atormentado, enfermo, intoxicado, antiburgués, con aversión al compromiso y aislado a veces, «lo que de verdad quería era compartir sentimientos, de modo que su pintura no es biográfica, sino universal», apostilla Solana.
Dividia en secciones como 'Melancolía', 'Pánico', 'Muerte', 'Mujer', 'Melodrama', 'Amor', 'Vitalismo o 'Desnudos', 'Arquetipos' abunda en la obsesiones del pintor, que tuvo en la repetición uno de su grandes instrumentos creativos. «Dio a cada versión, de distinta técnica, un nuevo significado y se ve con claridad en series como 'El beso'», destaca Paloma Alarcó.
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