Zinedine Zidane: "Ser futbolista es muy fácil. Lo difícil es ser entrenador"
A los 42 años, Zidane vive una
espléndida madurez. Sin alejarse de los campos de fútbol, ahora entrena
al Castilla en lo que parece ser un primer paso para más altos destinos
en el Real Madrid. Protagonista de la nueva campaña de Mango, charlamos
con él sobre desafíos deportivos, su familia y el atentado de París.
Es hombre de pocas palabras, y quizá no le hagan falta
muchas por su abierta sonrisa y por esa mirada clara y penetrante que
habla por él. En el terreno de juego lo demostró todo. En 1998
obtuvo el balón de oro y fue campeón del mundo con la selección de
Francia. En el año 2000 lo fue de Europa, y en 2011 la UEFA lo declaró
mejor futbolista de la Champions League de los últimos 20 años.
Zinedine Zidane nació en 1972 en Marsella, hijo de padres argelinos que emigraron a Francia un año antes de que comenzara la guerra en Argelia. Es el menor de cinco hermanos y de niño le gustaba practicar yudo, aunque asegura que se ha dedicado al fútbol no por dinero, sino porque no sabe hacer otra cosa. A los 17 años debutó en la Ligue 1 de Francia con el A. S. Cannes. Jugó en el F. C. Bordeaux y recaló en la Juve en 1996. Florentino Fernández lo fichó para el Real Madrid en 2001, después de pagar a la Juventus 78 millones de euros, entonces el traspaso más caro de la historia del fútbol. De nuevo en la casa blanca, Zidane es ahora entrenador del equipo filial: el Castilla. A los 21 años se casó con Veronique Fernández, una bailarina y modelo francesa hija de padres españoles, también emigrantes. Tiene cuatro hijos varones: el mayor, de 20 años, y el más pequeño, de 9, que entrenan en el Real Madrid y estudian en el Liceo Francés. Zizou, apodo que le acompaña desde que jugaba en Burdeos, es embajador de la ONU contra el hambre, embajador de buena voluntad de Unicef y padrino en la lucha contra la ELA y colabora en distintos proyectos solidarios. Con motivo de su presentación como nueva imagen de la campaña primavera-verano de la firma Mango Man, Zidane nos concede esta entrevista rodeado de muchas cautelas. Sus representantes tratan de evitar que le hagamos preguntas de tipo personal o relacionadas con la religión musulmana, tras los atentados terroristas de Francia.
XLSemanal. Dice que no le gusta demasiado hablar y, menos aún, en público. ¿Qué hacemos ahora? Zinedine Zidane. Es verdad que me gusta hablar poco, pero seguro que voy a contestar tus preguntas. No tengo pánico por hablar en público, pero prefiero no hacerlo. Hay gente a la que le encanta y otros, como yo, a quienes nos gusta hablar un poquito menos que a los demás. XL. Sin embargo, lo veo muy suelto posando cual modelo profesional, ¿es más fácil que ganar partidos? Z.Z. Para mí lo más fácil de todo es jugar al fútbol, pero a veces surgen otras demandas... y tú eliges. Lo importante es que sean marcas buenas y, en este caso, Mango es buena para los chicos porque son precios asequibles. XL. A sus 42 años, ¿rejuvenece con esta ropa? Z.Z. También, sí. Pero no es incompatible verme con trajes italianos muy elegantes y con este tipo de ropa más informal. Tendré 42 años por fuera, pero por dentro estoy muy joven [se ríe]. Además, tengo cuatro hijos y eso también rejuvenece, porque el mayor solo tiene 20 años. XL. No se puede decir que peina canas porque se afeita la cabeza, pero la barba va blanqueándose. Z.Z. Estoy bien como estoy [sonríe]. Los calvos pueden ser muy atractivos. Y a mi mujer le gusto así, calvo y con barba. XL. A su mujer y a muchísimas otras [risas], ¿cómo consigue que no se le suba a la cabeza la cantidad de piropos y proposiciones que ha debido de escuchar? Z.Z. Teniendo las ideas y las prioridades muy claras. Siempre he sido muy serio en ese aspecto. Cuando terminaba el partido, yo prefería irme a mi casa y estar con mi familia. No me gustaba salir de fiesta con otros futbolistas. Tú sabes perfectamente que, cuando se sale por ahí, se pueden hacer tonterías... y yo no quería hacerlas porque mi mujer y mis hijos son lo más importante para mí, lo son todavía hoy y estoy encantado con ellos. XL. ¿Elige usted la ropa que lleva? Z.Z. Mi mujer puede opinar, claro; pero el que decide soy yo porque soy el que se la va a poner; y lo que me gusta es estar cómodo. No voy siempre con corbata y traje. Mi ropa preferida son los vaqueros y una camiseta. Me gusta vestir muy natural y con clase. XL. ¿Y usted le regala ropa a su mujer? Z.Z. Ropa, no; le regalo bolsos y zapatos, pero ropa no porque es complicado acertar. XL. Lleva casado 21 años con una mujer estupenda, nacida en Francia e hija de padres españoles... Z.Z. ¡Muchas gracias! Es así. Por eso no voy a buscar otra cosa. No pienso en lo que otras mujeres dicen de mí. A veces hay jugadores que se han vuelto locos por eso. XL. Cree que lo mejor que tiene son los ojos y asegura que no sabe qué es lo peor. Z.Z. [Se ríe]. Mejor que gustes a la gente a que te llamen feo, ¿no es así? Pero no puedo tener en cuenta todo lo que digan. XL. Cuatro hijos y los cuatro quieren ser futbolistas ¿esto se lleva en los genes? ¿No es posible que alguno quiera ser abogado, médico, ingeniero...? Z.Z. El Real Madrid es mi segunda casa, pero ellos harán lo que quieran hacer, lo importante es que sean buenos chicos y lo son. De momento van al cole y estudian... XL. Si ya entrenan en el Real Madrid y tienen un padre galáctico en casa, va a ser muy difícil que estudien una carrera universitaria, por ejemplo. Z.Z. Ya se verá, de momento no estamos en eso. Lo importante es que ahora disfrutan de lo que hacen y no hay que pensar en lo que va a pasar después. XL. Tienen en casa el listón muy alto. El fútbol es una profesión muy agradecida, pero quizá solo cuando se es un jugador brillante. Z.Z. En el fútbol hay que ser muy bueno para destacar, claro, y yo no sé si mis hijos serán mejores que yo [sonríe]; pero hay otra cosa muy importante y es disfrutar con lo que haces en cada momento... y ellos están disfrutando. Ahora hacen esto, pero puede que en el futuro terminen dedicándose a otra cosa. Yo quiero que mis hijos hagan lo que les dé la gana. XL. Los niños nacieron en Francia, pero viven en España. Han estudiado en el Liceo Francés y entrenan en el club merengue... ¿En qué selección jugarán? Z.Z. De momento están jugando con la francesa porque son franceses. Mi padre quería que nosotros hiciéramos deporte todos los días y yo quiero eso mismo para mis hijos. XL. Su padre, Samïl Zidane, emigró a Francia desde Argelia y trabajó muchos años en la construcción. Se casó con Malika, una mujer argelina y, como él, de tradición musulmana. Tuvieron cinco hijos, usted es el pequeño... Z.Z. Mi infancia fue muy difícil en un barrio con poquísimos recursos, y el fútbol me ha dado todo lo que tengo, que es mucho. XL. Usted ha creado una fundación en Argelia para el desarrollo de proyectos sociales. Su padre está al frente. Z.Z. Así es, sí. Para mí es importante. Creo que debo devolver parte de lo que he conseguido para ayudar a quienes tienen problemas. Y en Argelia se necesitan muchas cosas. XL. También está comprometido en la lucha contra el ELA (esclerosis lateral amiotrófica), ¿alguien en su familia padece esta enfermedad? Z.Z. No, pero no hace falta eso para ayudar. Creo que las personas como yo estamos obligadas a ayudar a los demás y lo estoy haciendo. Yo no voy a hablar de las cosas que hago, pero en el fútbol hay mucha gente que se preocupa por otros; no soy el único. XL. Nació en Marsella y su familia es argelina, ¿estas circunstancias le han hecho sentir de una forma especial los atentados terroristas en Francia? Z.Z. [Se pone serio]. De esto ya he hablado, búscalo. [Los representantes de Zidane, vigilantes en la entrevista, me interrumpen para decirme que este tipo de preguntas no se las puedo hacer]. XL. ¿Y qué es lo que ha dicho ya al respecto? Z.Z. Es injusto, muy injusto. XL. Injusto y tremendo... Z.Z. Ha sido más que tremendo. La única cosa en la que pensé cuando pasó todo ha sido en las familias, en los hombres y mujeres que perdieron a personas que querían. Estas cosas no pueden pasar, nunca, en ningún sitio. No pueden ocurrir. XL. [Nos vemos obligados a cambiar de tema]. Hace tiempo dijo que le gustaría entrenar a la selección de Francia y, otras veces, que al Real Madrid, y de ambos sitios parece que lo requieren. ¿A quién quiere más: a papá o a mamá? Z.Z. De momento, al Castilla, que es donde estoy entrenando y estoy muy contento. Ya se verá lo que ocurre en el futuro. En la vida hay que ir paso a paso. A cualquiera de esos dos sitios que has dicho me gustaría ir; pero en el Castilla, de momento, estoy encantado. Si al final de temporada subimos a Segunda, hablaremos de lo que pueda pasar. XL. Dice que es más difícil ser entrenador que futbolista. Z.Z. A mí siempre me ha parecido muy fácil ser futbolista, solo tienes que trabajar, fijarte mucho en los detalles y tener las ideas muy claras. Ser entrenador es mucho más complicado. XL. Pero no es fácil ser el mejor del mundo ni que la UEFA lo reconociera como mejor jugador de los últimos 20 años. Z.Z. Bueno, solo una vez fui el mejor jugador del mundo, solo una vez me dieron el balón de oro. XL. Se lo ha considerado también un jugador muy elegante. Sin embargo, en su último partido con la selección francesa, aquel 7 de mayo de 2006, acabó siendo expulsado del campo por propinarle un cabezazo a un jugador italiano. ¿Qué le dijo exactamente Marco Materazzi para que usted reaccionara así? [Se ha escrito que lo llamó «terrorista», que insultó a su hermana, que si fue a su madre...].
[De nuevo, los representantes le aconsejan no contestar esta pregunta: «No es el momento», argumentan]. Z.Z. Fueron insultos y mi familia pasaba por un momento difícil. Me habían insultado antes algunas veces y nunca pasó eso; pero, aquel día, yo estaba muy mal y no hay que pensarlo. Pedí perdón a los jugadores y a los seguidores.
XL. ¿Por qué dice que España es el país del mundo en el que desea vivir? Z.Z. El clima, seguro. Pero, sobre todo, los españoles. A mí me han tratado muy bien aquí, noto que la gente me quiere y han dicho de mí cosas bonitas. Los españoles son muy distintos a lo que soy yo porque a ellos les gusta salir, hablar fuerte, les gusta reír... A mí me encanta rodearme de gente así porque me dan ánimo. XL. ¿Le gustan la juerga y las voces a su alrededor, pero usted se mantiene tranquilo y discreto? Z.Z. ¡Eso es, eso es! [sonríe]. Me gusta mucho el contraste, ese contraste entre los españoles y yo.
Privadísimo
-Yazid es su segundo nombre. Su familia lo llamaba Yaz.
-Para Zidane, sus padres son sus héroes. «Sin ellos, no soy nada». Dice que su padre nunca les dijo que los quería, pero les dio mucho cariño y protección y les inculcó los valores esenciales: trabajo, seriedad y respeto.
-Conoció a su mujer a los 17 años en una discoteca, ella tenía 19. Hasta ese momento, asegura, nadie le había dicho que era guapo. Desde entonces no se han separado.
-Le encantan U2, Michael Jackson y el actor italiano Aldo Maccione.
-Sale a navegar con su yate siempre que puede y practica pesca submarina.
-Sus jugadores favoritos son Platini y, sobre todo, el uruguayo Enzo Francescoli, tanto que a su hijo lo llamó Enzo.
Zinedine Zidane nació en 1972 en Marsella, hijo de padres argelinos que emigraron a Francia un año antes de que comenzara la guerra en Argelia. Es el menor de cinco hermanos y de niño le gustaba practicar yudo, aunque asegura que se ha dedicado al fútbol no por dinero, sino porque no sabe hacer otra cosa. A los 17 años debutó en la Ligue 1 de Francia con el A. S. Cannes. Jugó en el F. C. Bordeaux y recaló en la Juve en 1996. Florentino Fernández lo fichó para el Real Madrid en 2001, después de pagar a la Juventus 78 millones de euros, entonces el traspaso más caro de la historia del fútbol. De nuevo en la casa blanca, Zidane es ahora entrenador del equipo filial: el Castilla. A los 21 años se casó con Veronique Fernández, una bailarina y modelo francesa hija de padres españoles, también emigrantes. Tiene cuatro hijos varones: el mayor, de 20 años, y el más pequeño, de 9, que entrenan en el Real Madrid y estudian en el Liceo Francés. Zizou, apodo que le acompaña desde que jugaba en Burdeos, es embajador de la ONU contra el hambre, embajador de buena voluntad de Unicef y padrino en la lucha contra la ELA y colabora en distintos proyectos solidarios. Con motivo de su presentación como nueva imagen de la campaña primavera-verano de la firma Mango Man, Zidane nos concede esta entrevista rodeado de muchas cautelas. Sus representantes tratan de evitar que le hagamos preguntas de tipo personal o relacionadas con la religión musulmana, tras los atentados terroristas de Francia.
XLSemanal. Dice que no le gusta demasiado hablar y, menos aún, en público. ¿Qué hacemos ahora? Zinedine Zidane. Es verdad que me gusta hablar poco, pero seguro que voy a contestar tus preguntas. No tengo pánico por hablar en público, pero prefiero no hacerlo. Hay gente a la que le encanta y otros, como yo, a quienes nos gusta hablar un poquito menos que a los demás. XL. Sin embargo, lo veo muy suelto posando cual modelo profesional, ¿es más fácil que ganar partidos? Z.Z. Para mí lo más fácil de todo es jugar al fútbol, pero a veces surgen otras demandas... y tú eliges. Lo importante es que sean marcas buenas y, en este caso, Mango es buena para los chicos porque son precios asequibles. XL. A sus 42 años, ¿rejuvenece con esta ropa? Z.Z. También, sí. Pero no es incompatible verme con trajes italianos muy elegantes y con este tipo de ropa más informal. Tendré 42 años por fuera, pero por dentro estoy muy joven [se ríe]. Además, tengo cuatro hijos y eso también rejuvenece, porque el mayor solo tiene 20 años. XL. No se puede decir que peina canas porque se afeita la cabeza, pero la barba va blanqueándose. Z.Z. Estoy bien como estoy [sonríe]. Los calvos pueden ser muy atractivos. Y a mi mujer le gusto así, calvo y con barba. XL. A su mujer y a muchísimas otras [risas], ¿cómo consigue que no se le suba a la cabeza la cantidad de piropos y proposiciones que ha debido de escuchar? Z.Z. Teniendo las ideas y las prioridades muy claras. Siempre he sido muy serio en ese aspecto. Cuando terminaba el partido, yo prefería irme a mi casa y estar con mi familia. No me gustaba salir de fiesta con otros futbolistas. Tú sabes perfectamente que, cuando se sale por ahí, se pueden hacer tonterías... y yo no quería hacerlas porque mi mujer y mis hijos son lo más importante para mí, lo son todavía hoy y estoy encantado con ellos. XL. ¿Elige usted la ropa que lleva? Z.Z. Mi mujer puede opinar, claro; pero el que decide soy yo porque soy el que se la va a poner; y lo que me gusta es estar cómodo. No voy siempre con corbata y traje. Mi ropa preferida son los vaqueros y una camiseta. Me gusta vestir muy natural y con clase. XL. ¿Y usted le regala ropa a su mujer? Z.Z. Ropa, no; le regalo bolsos y zapatos, pero ropa no porque es complicado acertar. XL. Lleva casado 21 años con una mujer estupenda, nacida en Francia e hija de padres españoles... Z.Z. ¡Muchas gracias! Es así. Por eso no voy a buscar otra cosa. No pienso en lo que otras mujeres dicen de mí. A veces hay jugadores que se han vuelto locos por eso. XL. Cree que lo mejor que tiene son los ojos y asegura que no sabe qué es lo peor. Z.Z. [Se ríe]. Mejor que gustes a la gente a que te llamen feo, ¿no es así? Pero no puedo tener en cuenta todo lo que digan. XL. Cuatro hijos y los cuatro quieren ser futbolistas ¿esto se lleva en los genes? ¿No es posible que alguno quiera ser abogado, médico, ingeniero...? Z.Z. El Real Madrid es mi segunda casa, pero ellos harán lo que quieran hacer, lo importante es que sean buenos chicos y lo son. De momento van al cole y estudian... XL. Si ya entrenan en el Real Madrid y tienen un padre galáctico en casa, va a ser muy difícil que estudien una carrera universitaria, por ejemplo. Z.Z. Ya se verá, de momento no estamos en eso. Lo importante es que ahora disfrutan de lo que hacen y no hay que pensar en lo que va a pasar después. XL. Tienen en casa el listón muy alto. El fútbol es una profesión muy agradecida, pero quizá solo cuando se es un jugador brillante. Z.Z. En el fútbol hay que ser muy bueno para destacar, claro, y yo no sé si mis hijos serán mejores que yo [sonríe]; pero hay otra cosa muy importante y es disfrutar con lo que haces en cada momento... y ellos están disfrutando. Ahora hacen esto, pero puede que en el futuro terminen dedicándose a otra cosa. Yo quiero que mis hijos hagan lo que les dé la gana. XL. Los niños nacieron en Francia, pero viven en España. Han estudiado en el Liceo Francés y entrenan en el club merengue... ¿En qué selección jugarán? Z.Z. De momento están jugando con la francesa porque son franceses. Mi padre quería que nosotros hiciéramos deporte todos los días y yo quiero eso mismo para mis hijos. XL. Su padre, Samïl Zidane, emigró a Francia desde Argelia y trabajó muchos años en la construcción. Se casó con Malika, una mujer argelina y, como él, de tradición musulmana. Tuvieron cinco hijos, usted es el pequeño... Z.Z. Mi infancia fue muy difícil en un barrio con poquísimos recursos, y el fútbol me ha dado todo lo que tengo, que es mucho. XL. Usted ha creado una fundación en Argelia para el desarrollo de proyectos sociales. Su padre está al frente. Z.Z. Así es, sí. Para mí es importante. Creo que debo devolver parte de lo que he conseguido para ayudar a quienes tienen problemas. Y en Argelia se necesitan muchas cosas. XL. También está comprometido en la lucha contra el ELA (esclerosis lateral amiotrófica), ¿alguien en su familia padece esta enfermedad? Z.Z. No, pero no hace falta eso para ayudar. Creo que las personas como yo estamos obligadas a ayudar a los demás y lo estoy haciendo. Yo no voy a hablar de las cosas que hago, pero en el fútbol hay mucha gente que se preocupa por otros; no soy el único. XL. Nació en Marsella y su familia es argelina, ¿estas circunstancias le han hecho sentir de una forma especial los atentados terroristas en Francia? Z.Z. [Se pone serio]. De esto ya he hablado, búscalo. [Los representantes de Zidane, vigilantes en la entrevista, me interrumpen para decirme que este tipo de preguntas no se las puedo hacer]. XL. ¿Y qué es lo que ha dicho ya al respecto? Z.Z. Es injusto, muy injusto. XL. Injusto y tremendo... Z.Z. Ha sido más que tremendo. La única cosa en la que pensé cuando pasó todo ha sido en las familias, en los hombres y mujeres que perdieron a personas que querían. Estas cosas no pueden pasar, nunca, en ningún sitio. No pueden ocurrir. XL. [Nos vemos obligados a cambiar de tema]. Hace tiempo dijo que le gustaría entrenar a la selección de Francia y, otras veces, que al Real Madrid, y de ambos sitios parece que lo requieren. ¿A quién quiere más: a papá o a mamá? Z.Z. De momento, al Castilla, que es donde estoy entrenando y estoy muy contento. Ya se verá lo que ocurre en el futuro. En la vida hay que ir paso a paso. A cualquiera de esos dos sitios que has dicho me gustaría ir; pero en el Castilla, de momento, estoy encantado. Si al final de temporada subimos a Segunda, hablaremos de lo que pueda pasar. XL. Dice que es más difícil ser entrenador que futbolista. Z.Z. A mí siempre me ha parecido muy fácil ser futbolista, solo tienes que trabajar, fijarte mucho en los detalles y tener las ideas muy claras. Ser entrenador es mucho más complicado. XL. Pero no es fácil ser el mejor del mundo ni que la UEFA lo reconociera como mejor jugador de los últimos 20 años. Z.Z. Bueno, solo una vez fui el mejor jugador del mundo, solo una vez me dieron el balón de oro. XL. Se lo ha considerado también un jugador muy elegante. Sin embargo, en su último partido con la selección francesa, aquel 7 de mayo de 2006, acabó siendo expulsado del campo por propinarle un cabezazo a un jugador italiano. ¿Qué le dijo exactamente Marco Materazzi para que usted reaccionara así? [Se ha escrito que lo llamó «terrorista», que insultó a su hermana, que si fue a su madre...].
[De nuevo, los representantes le aconsejan no contestar esta pregunta: «No es el momento», argumentan]. Z.Z. Fueron insultos y mi familia pasaba por un momento difícil. Me habían insultado antes algunas veces y nunca pasó eso; pero, aquel día, yo estaba muy mal y no hay que pensarlo. Pedí perdón a los jugadores y a los seguidores.
XL. ¿Por qué dice que España es el país del mundo en el que desea vivir? Z.Z. El clima, seguro. Pero, sobre todo, los españoles. A mí me han tratado muy bien aquí, noto que la gente me quiere y han dicho de mí cosas bonitas. Los españoles son muy distintos a lo que soy yo porque a ellos les gusta salir, hablar fuerte, les gusta reír... A mí me encanta rodearme de gente así porque me dan ánimo. XL. ¿Le gustan la juerga y las voces a su alrededor, pero usted se mantiene tranquilo y discreto? Z.Z. ¡Eso es, eso es! [sonríe]. Me gusta mucho el contraste, ese contraste entre los españoles y yo.
Privadísimo
-Yazid es su segundo nombre. Su familia lo llamaba Yaz.
-Para Zidane, sus padres son sus héroes. «Sin ellos, no soy nada». Dice que su padre nunca les dijo que los quería, pero les dio mucho cariño y protección y les inculcó los valores esenciales: trabajo, seriedad y respeto.
-Conoció a su mujer a los 17 años en una discoteca, ella tenía 19. Hasta ese momento, asegura, nadie le había dicho que era guapo. Desde entonces no se han separado.
-Le encantan U2, Michael Jackson y el actor italiano Aldo Maccione.
-Sale a navegar con su yate siempre que puede y practica pesca submarina.
-Sus jugadores favoritos son Platini y, sobre todo, el uruguayo Enzo Francescoli, tanto que a su hijo lo llamó Enzo.
TÍTULO: LA CARTA DE LA SEMANA, UNA HISTORIA DE ESPAÑA ( XXXVIII),.
foto,.
Además de convertir Madrid y otros lugares en sitios bastante bonitos,
dentro de lo que cabe, Carlos III fue un rey simpático. No en lo
personal -contando chistes, aquel Borbón no era nada del otro mundo-
sino de intenciones y maneras. Venía de Nápoles, de donde por esos
chanchullos dinásticos de entonces había sido rey, y traía de allí
aficiones, ideas y maneras que lo acercaban mucho a la modernidad. En
España, claro, aquello chocaba con la oscuridad tradicional de los
rectores más reaccionarios, que seguían tirando para el otro lado. Pero
aun así, en veintinueve años de reinado, ese monarca de buenas
intenciones hizo lo que pudo. Fue un rey ilustrado que procuró rodearse
de gente competente. Si en una hemeroteca consultamos la Gazeta de Madrid
correspondiente a su reinado, nos quedaremos de pasta de boniato,
admirados de la cantidad de leyes justas y oportunas con la que aquel
muy decente Borbón intentó abrir las ventanas y airear el olor a cerrado
y sacristía que enrarecía este putiferio. Hubo apoyo a la investigación
y la ciencia, repoblación con inmigrantes de regiones abandonadas, y
leyes eficaces que hacían justicia a los desfavorecidos, rompían el
inmovilismo de gremios y corporaciones de talante medieval, permitían
ejercer oficios honorables a los hijos ilegítimos y abrían a las mujeres
la posibilidad de ejercer oficios que hasta entonces les estaban
vedados. Parecía, resumiendo la cosa, que otra España era posible; y lo
cierto es que esa otra España se asentó bastante, apuntando esperanzas
que ya no iban a perderse nunca. Pero no todo fueron alegrías. La cosa
bélica, por ejemplo, ruló bastante mal. Los pactos de familia con
Francia y el apoyo a las colonias rebeldes de Norteamérica en su guerra
de independencia (como unos linces, apoyamos a quienes luego nos
despojarían de todo) nos zambulleron en un par de guerras con Inglaterra
de las que, como siempre, pagamos los platos rotos y el total de la
factura, perdiendo unas posesiones y recuperando otras, pero sin
conseguir nunca echarle el guante a Gibraltar. Por la parte
eclesiástica, los reformadores e ilustrados cercanos a Carlos III
seguían empeñados en recortar las alas de la Iglesia católica, que
seguía siendo el gallo del corral, y educar al pueblo para apartarlo de
supersticiones y barroquismos inmovilistas. En ese momento, la poderosa
Compañía de Jesús representaba cuanto aquellos ilustrados detestaban:
potencia intelectual, apoyo del papa, vasta red de colegios donde se
educaban los nobles y los millonetis, influencia como confesores de
reyes y reinas, y otros etcéteras. Así que, con el pretexto de un motín
popular contra el ministro reformista Squillace (un italiano que no
sabía en qué país se jugaba los cuartos y el pescuezo), motín al que los
jesuitas no fueron del todo ajenos, Carlos III decretó su expulsión de
España. Sin embargo, la Iglesia católica -las otras órdenes religiosas,
españolas al fin, estaban encantadas con que se cepillaran a los
competidores ignacianos- siguió atrincherada en sus privilegios,
púlpitos y confesonarios, y la Inquisición se apuntó un tanto demoledor
con la detención y proceso del ministro Olavide, empapelado por
progresista y por ejecutar reformas que el rey le había encargado, y al
que luego, cuando los cuervos negros le cayeron encima, dejaron todos,
rey incluido -en eso cae algo menos simpático Carlos III-, tirado como
una puta colilla. El escarmiento de Olavide acojonó bastante a la peña, y
los reformistas, aunque sin renunciar a lo suyo, se anduvieron en
adelante con más cuidado. Por eso buena parte de las reformas se
quedaron en parches o arreglos parciales, cuando no bajadas de calzón en
toda regla. Hubo ahí un intento interesante, que fue convertir el
teatro, que era la diversión popular más estimada -lo que hoy es la
tele-, en vehículo de educación, reforma de costumbres y ejemplo de
patriotismo laborioso y bien entendido, mostrando modelos de buenos
ciudadanos, de jueces incorruptibles, de burgueses trabajadores, de
artesanos honrados, de prudentes padres de familia. Pero, como era de
esperar -España eterna, igual que la de ahora-, eso fue valorado sólo
por algunos. Los grandes éxitos seguían siendo sainetes bajunos,
episodios chocarreros que encajaban más con el gusto, no sólo del pueblo
resignado e inculto, sino también de una nobleza frívola y a veces
analfabeta: aquella aristocracia castiza de misa y trono, que prefería
las modas y maneras del populacho de Lavapiés o la gitanería del
Sacromonte a las luces de la razón, el progreso y el buen gusto que ya
estaban iluminando Europa.
TÍTULO: EL BLOC DEL CARTERO,UN VERBO QUE SE CONJUGA POCO,.
foto.
Hace unos días, la presidenta del Observatorio
contra la Violencia Doméstica y de Género hizo unas declaraciones en las
que abogaba por prohibir los piropos, a los que considera, y cito
textualmente, «una auténtica invasión de la intimidad de la mujer». Según
ella, la sociedad tiene la piel demasiado fina con respecto a este
asunto y nadie tiene derecho a hacer un comentario sobre el aspecto
físico de una mujer, porque supone una invasión. Leo la noticia y me
pregunto si la señora Ángeles Carmona no tendrá ideas más felices para
combatir tan terrible lacra social. Para empezar, le diré que anda muy
atrasada de noticias. Como saben bien todas mis congéneres, hace ya
mucho tiempo que en España no se oyen requiebros, galanterías ni piropos
retrecheros que le alegraban el día a una. Por fortuna tampoco se oyen
bastezas e insultos, pero, en nuestro afán de ser políticamente
correctos, me temo que con el agua sucia tiramos también al bebé, y
ahora ya nadie murmura un elogio ni en la calle ni en ningún sitio por
miedo a ser tachado de machista. ¿De verdad cree la señora
Carmona que se lucha contra la violencia de género ampliando la brecha
ya existente entre los dos sexos? ¿Piensa de veras que el problema se
acaba multando a un muchacho por intentar abordar a una chica en un bar,
o a un compañero de trabajo por decir «qué guapa estás esta mañana»?
Arguye la señora Carmona que en El Cairo las mujeres se ven obligadas a ir por la calle con auriculares o tapones en las orejas para no oír las ordinarieces que les dicen los hombres. No dudo que así sea, y por supuesto lo deploro, pero supongo que tampoco ignorará Ángeles Carmona que en Egipto se producen violaciones múltiples y otras atrocidades, por lo que prohibir el piropo parece un chiste, comparado con las medidas que habría que tomar parar erradicar la violencia de género. Comparto con ella, en cambio, mi perplejidad al ver cómo ciertas conductas que todos creíamos relacionadas con la cultura machista y con educaciones pretéritas persisten, sin embargo, en las nuevas generaciones. De ahí que las últimas campañas de concienciación estén destinadas ahora a explicar a las adolescentes lo que las mujeres adultas sabemos ya de sobra, que las actitudes violentas o dominantes por parte de sus parejas no son un signo de amor, sino todo lo contrario. Habría que reflexionar entonces qué se está haciendo mal en las escuelas y en las casas para que comportamientos de esta naturaleza sean tan difíciles de erradicar. Yo creo que la solución está menos relacionada con el verbo prohibir y más con el verbo respetar. Acepto que es más fácil apelar al primero que conjugar el segundo, pero a la larga es el único que funciona.
¿No sería mejor, en vez de prohibir que los hombres expresen su admiración por las mujeres, enseñarles las muchas y buenas razones que hay para hacerlo? ¿No sería más útil fomentar que, en los colegios, sean los propios niños quienes denuncien comportamientos machistas por parte de otros en vez de reírse y jalearlos? El problema con el verbo respetar es que no admite excepciones en su conjugación. De nada sirve, por ejemplo, que un padre le diga a su hijo que respete a su madre o a su hermana si él no lo hace. Y un maestro, por su parte, clamará en el más desolado de los desiertos recomendando a sus alumnos que traten bien a las chicas si no es un comportamiento que ellos vean en su entorno. Sé que el problema no es fácil y que tiene muchas aristas, pero me parece más sensato no perder la cordura ni el sentido común cuando se trata de lacras tan graves. Más aún, creo que voy a arriesgarme a defender todo lo contrario de lo que sostiene la señora Carmona. Un halago, un requiebro y un piropo bien dichos nunca le han hecho mal a nadie y son exactamente lo contrario de esos exabruptos groseros y faltones que, por fortuna, hace ya años que no se escuchan en ningún callejón ni en ningún parque de nuestras ciudades. Algo que para mí indica que sí hay esperanza para la plena conjugación del verbo respetar.
Arguye la señora Carmona que en El Cairo las mujeres se ven obligadas a ir por la calle con auriculares o tapones en las orejas para no oír las ordinarieces que les dicen los hombres. No dudo que así sea, y por supuesto lo deploro, pero supongo que tampoco ignorará Ángeles Carmona que en Egipto se producen violaciones múltiples y otras atrocidades, por lo que prohibir el piropo parece un chiste, comparado con las medidas que habría que tomar parar erradicar la violencia de género. Comparto con ella, en cambio, mi perplejidad al ver cómo ciertas conductas que todos creíamos relacionadas con la cultura machista y con educaciones pretéritas persisten, sin embargo, en las nuevas generaciones. De ahí que las últimas campañas de concienciación estén destinadas ahora a explicar a las adolescentes lo que las mujeres adultas sabemos ya de sobra, que las actitudes violentas o dominantes por parte de sus parejas no son un signo de amor, sino todo lo contrario. Habría que reflexionar entonces qué se está haciendo mal en las escuelas y en las casas para que comportamientos de esta naturaleza sean tan difíciles de erradicar. Yo creo que la solución está menos relacionada con el verbo prohibir y más con el verbo respetar. Acepto que es más fácil apelar al primero que conjugar el segundo, pero a la larga es el único que funciona.
¿No sería mejor, en vez de prohibir que los hombres expresen su admiración por las mujeres, enseñarles las muchas y buenas razones que hay para hacerlo? ¿No sería más útil fomentar que, en los colegios, sean los propios niños quienes denuncien comportamientos machistas por parte de otros en vez de reírse y jalearlos? El problema con el verbo respetar es que no admite excepciones en su conjugación. De nada sirve, por ejemplo, que un padre le diga a su hijo que respete a su madre o a su hermana si él no lo hace. Y un maestro, por su parte, clamará en el más desolado de los desiertos recomendando a sus alumnos que traten bien a las chicas si no es un comportamiento que ellos vean en su entorno. Sé que el problema no es fácil y que tiene muchas aristas, pero me parece más sensato no perder la cordura ni el sentido común cuando se trata de lacras tan graves. Más aún, creo que voy a arriesgarme a defender todo lo contrario de lo que sostiene la señora Carmona. Un halago, un requiebro y un piropo bien dichos nunca le han hecho mal a nadie y son exactamente lo contrario de esos exabruptos groseros y faltones que, por fortuna, hace ya años que no se escuchan en ningún callejón ni en ningún parque de nuestras ciudades. Algo que para mí indica que sí hay esperanza para la plena conjugación del verbo respetar.
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