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domingo, 21 de octubre de 2018

La hora de los Fósforos - La Cope - CARLOS HERRERA -Juan José Padilla: “Nunca seré un resentido porque no tengo motivos” ,./ RADIO - TELEVISION - De Mario Conde a Pedro Sánchez ,.

TITULO: La hora de los Fósforos -  La Cope - CARLOS HERRERA -Juan José Padilla: “Nunca seré un resentido porque no tengo motivos” ,.
 

  La hora de los Fósforos -  La Cope - CARLOS HERRERA -  Juan José Padilla: “Nunca seré un resentido porque no tengo motivos” ,. fotos.


Clausura del II Congreso Internacional de Tauromaquia,.

Juan José Padilla: “Nunca seré un resentido porque no tengo motivos”,.

Juan José Padilla saluda al público asistente a la clausura del congreso de tauromaquia.Se ha sometido a 21 operaciones en la cara y estuvo año y medio sin comer sólidos,.

“Nunca seré un resentido porque no tengo motivos para quejarme de nada”.
Y el salón de actos de la Fundación Caja Mediterráneo de Murcia, abarrotado de público, jóvenes en su mayoría, se vino abajo en una cerrada y encendida ovación.

Resultat d'imatges de La hora de los Fósforos  La Cope  CARLOS HERRERAEl protagonista era el torero Juan José Padilla, que finalizaba de ese modo el coloquio que había mantenido con el crítico taurino Andrés Amorós, que ponía punto y final al II Congreso Internacional de Tauromaquia.
Durante cuarenta y cinco minutos, el diestro jerezano mantuvo la expectación y el interés del auditorio con un recorrido emotivo y sentimental de su trayectoria personal y taurina tras el gravísimo percance que sufrió en la plaza de Zaragoza el 11 de octubre de 2011, en el que perdió el ojo izquierdo.
Recordó que, tras recibir el alta médica, padeció “un profundo bajón anímico que transmití a mi familia; me encerré en una habitación, embargado por la angustia y sin querer saber nada del toro”.
“Hasta que caí en la cuenta de que el verdadero valor no está en ponerse delante de un toro”, prosiguió, “sino en afrontar la vida como viene”.
Dijo Padilla que salió de la habitación decidido a continuar una larga y dolorosa rehabilitación que le ha obligado a someterse a 21 intervenciones en la cara, lo que le ha impedido comer sólido durante un año y medio, y aún hoy padece secuelas en forma de ruido en los oídos. “Desde hace siete años no sé lo que es el silencio”, explicó.
Contó después que se preparó intensamente para volver a la plaza en plenitud, “porque yo no quería la compasión de nadie ni ser víctima de nada”. Reconoció que no esperaba torear más de quince corridas tras la reaparición, y que, incluso, pensó en retrasarla. Pero volvió en marzo de 2012 -cinco meses después del percance- en la feria de Olivenza, y ahí comenzó lo que él llama “una segunda vida”.
“Siempre me había sentido recompensado y atendido por las empresas, pero con la corridas duras; y más, mucho más cuando me ofrecieron la parte amable del toreo, en carteles con figuras y ganaderías más toreables”.
Las previsiones iniciales han sido ampliamente superadas por la realidad; ha participado en más de 500 corridas desde 2011, le han acompañado los triunfos y se ha convertido en un referente del esfuerzo y el sacrificio del ser humano frente a la adversidad. “Hay que sonreír a la vida”, afirma Padilla, “porque ofrece muchos valores”.
Evocó también la aparatosa cogida que sufrió el 7 de julio en la plaza abulense de Arévalo, en la que un toro le levantó parte del cuero cabelludo. Y recordó que él era el más tranquilo entre todos los que le rodearon en aquellos dramáticos momentos. “Tenía la ‘boina’ en la mano -la piel desgajada-, me la coloqué y llegué andando a la enfermería”.
Sorprendentemente, seis días después, el 13 de julio, hacía el paseíllo en los Sanfermines de Pamplona con un paño negro en la cabeza, lo que reforzaba sobremanera su imagen de ‘pirata’, como le reconocen las peñas navarras. Su despedida sanferminera fue apoteósica.
Y el 14 de octubre estaba anunciada su adiós definitivo en la feria de Zaragoza. Cuenta Padilla que la primera visita en la capital fue a la Virgen del Pilar (“una norma de obligado cumplimiento”, aclaró); rememoró, después, el brindis de su segundo y último toro en España a sus dos hijos, Paloma y Martín, testigos de la despedida de su padre desde una barrera. “No conseguí que su madre nos acompañara, pero compartí con ella el brindis por lo mucho que he aprendido de los tres a lo largo de mi vida”. Y añadió que el vestido de aquella tarde, de color blanco y oro, se lo regaló a Paloma, “con las manchas de sangre y sudor intactas”, y Martín guardará como recuerdo un capote de paseo con la imagen de San Martín de Porres, a quien Padilla profesa una gran devoción.
La despedida fue un éxito clamoroso. Y, al finalizar el festejo, en una escena desconocida en una plaza de toros, el torero tomó un micrófono y dio las gracias a todos por su presencia, respeto y cariño.
¿A qué te hubieras dedicado si tu vida no se encauza por el mundo de los toros?; le preguntó Amorós.
“Hubiera sido panadero, y panadera mi mujer, porque la conocí repartiendo pan; pero yo tenía claro que había un hueco para mí en el mundo del toro, y que debía buscarlo desde la máxima entrega”, respondió.
Atrás quedan 25 años de profesión, casi 1.500 corridas, 39 cornadas -siete de ellas muy graves-, y muchos triunfos.
Toda una vida a la que Juan José Padilla ha puesto fin en España. Dentro de unos días volará a tierras americanas en el primero de los dos viajes que tiene previstos antes de colgar definitivamente el traje de luces.
“Aún no sé a lo que me dedicaré después, pero sigo teniendo claro que con voluntad, tenacidad y disciplina se puede alcanzar cualquier meta”, terminó.
Y el auditorio no se cansó de vitorear a quien considera un héroe y un referente en la vida.
Así, de manera tan emotiva finalizó el II Congreso Internacional de Tauromaquia que, desde el jueves hasta el sábado, se ha celebrado en Murcia.
Antonio Amorós, de la Dirección General de Bellas Artes del Ministerio de Cultura, y verdadero promotor del encuentro, y Pedro Rivera, consejero de Presidencia del Gobierno de Murcia, protagonizaron la clausura oficial. El programa se había cerrado con una mesa redonda sobre Tauromaquia y Cultura, en la que François Zumbiehl, Gonzalo Santonja, Álvaro Martínez- Novillo y Gonzalo Díez Recasens se adentraron en los vericuetos culturales de esta pasión secular.

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De Mario Conde a Pedro Sánchez,.

Daniel Grao, en 'Animales sin collar'Daniel Grao encarna a un político de la nueva generación a punto de tomar posesión de su cargo en 'Animales sin collar',.

Resultat d'imatges de RADIO - TELEVISIONA Daniel Grao (Sabadell, 1974) la fama le ha llegado "cuando tocaba", asegura él mismo. No de adolescente, ni de repente. Poco a poco ha ido escalando posiciones, desde que apareció en la serie El cor de la ciutat. “Lo he vivido con alivio. Me ha llegado cuando me tenía que llegar. Me hice conocido cuando ya estaba cuajado”, dice. Como curiosidad, aunque sea habitual del teatro, a los escenarios no le llegó un buen papel hasta La avería, con Blanca Portillo, a la que había conocido en la serie Acusados (2009). En el cine lo primero que hizo fue en La flaqueza del bolchevique (2003): “¿Te acuerdas de los tres quinquis que se llevan a María Valverde y a Luis Tosar al final? Pues éramos Rubén Ochandiano, otro y yo. Fue mi debut en Madrid”.
Desde entonces no ha parado en todos los campos posibles, y con todo tipo de directores, incluido Almodóvar, Julieta, y Medem, en la próxima El árbol de la sangre. Por hacer, ha hecho hasta de Mario Conde en una miniserie. Y ahora, en Animales sin collar, ¿de Pedro Sánchez? "Bueno, bueno, bueno [y estalla en risas]. No es el Presidente, lo que ocurre es que la película es mucho más vigente ahora que cuando la rodamos. Estos juegos del destino políticos -con la moción de censura- y sociales -el movimiento #MeToo- han alterado para bien la percepción de la película", responde. Pero no a la pregunta, con lo que toca repreguntar: ¿se fijó en Pedro Sánchez? "Miré a todos. Sí que es verdad que cuando rodé la estaba la nueva política, y por tanto me fijé en Sánchez, Podemos, en Albert Rivera...", cuenta al fin. ¿Y el parecido físico? "Se escapa a nuestro control. Mi primera pregunta a Jota [Linares] fue si se refería a alguno en concreto, sobre todo por la composición del personaje, y la respuesta lo dejó claro: era invención". Sí confirma que ese político, Abel, se mueve en el socialismo, o la socialdemocracia, como se subraya en un discurso sobre su infancia. "Lo que está claro es que cree tener limpio de manchas su pasado"; y efectivamente, los secretos proceden de su vida personal, no de la política.
Grao ha encarnado a este mirlo blanco entre la grabación de las dos temporadas de Gigantes, de Enrique Urbizu, donde encarna a Tomás Guerrero, el Michael Corleone de esta familia de narcotraficantes salvajes que protagonizan la serie de Movistar. "Es todo lo opuesto, pura maldad. Con Enrique estoy encantado, porque es directo. Sincero. Para un actor eso significa seguridad. A veces le preguntas a un director y te responde con otra pregunta. Prefiero que me digan qué quieren. Enrique lo sabe: con los actores, con los planos, con los técnicos", comenta el actor. "Para encarnar a los personajes, hay que entenderlos. En el caso de Gigantes para mí la clave estriba en el primer capítulo de la primera temporada, por el retrato del padre y de la ausencia maternal". El equipo de la serie llegó a la promoción de su estreno en el pasado festival de San Sebastián recién finalizado el rodaje de la segunda temporada. "Al final lo que nos impide abrirnos a lo emocional, a los amores, son los miedos. En todos. Pero cada uno lo encara de forma distinta. En Gigantes se afronta con violencia", describe y a continuación asegura: "Mi personaje vive desde la cabeza, el hermano mayor sale desde la cadera, lo sexual, y el pequeño del corazón. Como actor, exploras en tu interior y lo incentivas. Enrique subrayó mucho la huida del naturalismo: 'Estamos creando una mitología".
El actor pide a gritos una comedia. "Es que hasta en el teatro sufro...". Fue el amante doliente de García Lorca en La piedra oscura, un padre al que se le ha muerto un hijo en Los universos paralelos... "Mucha intensidad tras acontecimientos brutales". ¿Solo le llegan esos papeles? "Sí, bueno, creo que hay algo de contagio, que ven en una cosa y piensan en ti en proyectos parecidos. En la vida soy más liviano, luminoso, pero como actor debo poseer una vibración que atrae esos personajes. Con todo, los disfruto, y cuando me dan miedo, me lanzo aún más y los acepto. No me gusta dejar cosas pendientes”.
¿Dónde encuentra material para sacar el dolor ajeno? “Tuve una juventud con algún pasaje duro en casa… La relación entre mis padres nunca fue buena, y tardaron demasiado en separarse. Casi coincidió cuando yo me fui de casa. Y sumé cuestiones que me pasaron a los 16 años. La interpretación me salvó la vida, porque creo que la vida tiende a compensar. En el instituto un profesor de Literatura me encauzó, y me invitó a su grupo de teatro, La mandrágora. Ahí estuvo la semilla, aunque tardé años en convertirlo en mi profesión. Después, mis primeros dos años de formación en la escuela Nancy Tuñón fueron terapéuticos. Toda mi adolescencia chunga devino en gasolina para la interpretación”.

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