BAR - EL RINCONCITO - QUESO EL CASERIO -Alburquerque revive su tradicional recogida de bellotas en la dehesa,. fotos.
Alburquerque
revive a partir de hoy la tradicional recogida de bellotas del arbolado
comunal por parte de sus vecinos, en una tradición que se remonta a la
Edad Media. El Ayuntamiento ha emitido un año más el 'bando de la
bellota', que autoriza la recogida por igual a todos los vecinos y sin
ningún tipo de preferencia. Además, está terminantemente prohibido el
señalamiento de las encinas y alcornoques con cualquier clase de objeto.
Desde la Edad Media, en que se constituyeron los Baldíos de Alburquerque -en el año 1430 el infante de Aragón hizo entrega de algunas tierras al pueblo-, existe esta tradición que comenzaba en la festividad de Todos los Santos con el «pregón de la bellota». El 'vuelo', es decir, los árboles y sus frutos son de todos los vecinos, mientras que la tierra y el aprovechamiento agroganadero corresponde solo a los arrendatarios de las parcelas que componen los baldíos.
Hasta el último tercio del siglo pasado, un día antes del pregón los vecinos tomaban «posesión temporal» de los árboles mediante señales o chozos que se construían alrededor del tronco, lo que provocaba disputas y confrontaciones que a veces acaban de forma violenta.
En el pasado, la recogida de estos frutos era algo muy codiciado por los vecinos, puesto que con estas bellotas se engordaba el cerdo que unos meses después, y tras ser sacrificado, servía de sustento a todo la familia, especialmente a las más humildes. Por ello, las autoridades se veían en la necesidad, como también ocurre ahora, de prohibir el señalamiento de los árboles por el que algunos vecinos se creían con el derecho de acaparar sus bellotas.
Los más viejos del lugar recuerdan la forma en que las familias se preparaban con varios días de antelación.
TITULO:POESIA JUGAR LOS DADOS ,.
POESIA JUGAR LOS DADOS - fotos.
EL PRINCIPITO, fotos.
El narrador cuenta que una vez, cuando era un niño, hizo un dibujo de una boa que digería a un elefante;
sin embargo, todos los adultos que veían el dibujo lo interpretaban
erróneamente como un sombrero. Cuando el narrador trata de corregir esta
confusión, se le aconseja que deje de lado los dibujos y se dedique a
algo más productivo. El narrador entonces se lamenta de la poca
comprensión que tienen los adultos por la creatividad.
Ya un adulto, el narrador se ha convertido en un piloto y, un día, su avión sufre una avería en el desierto del Sahara, lejos de la civilización. Sin embargo, de la nada aparece un pequeño niño al que el narrador llama «el principito». Este le pide que le dibuje una oveja (o cordero, dependiendo de la traducción) pero en su lugar, el narrador decide mostrarle su viejo dibujo del elefante dentro de la boa, que, para su sorpresa, el príncipe interpreta correctamente. Después de varios intentos fallidos de elaborar una oveja, el narrador, en su frustración, termina por dibujarle una caja y le explica que el cordero se encuentra en su interior; el principito lo acepta y le responde que eso era lo que quería.
Con el pasar de los días y mientras el narrador intenta reparar el
motor de su avión, el principito cuenta su historia de cómo llegó a la
Tierra. Este comienza describiendo su pequeño planeta de origen: un asteroide —el Asteroide B-612, según el narrador— un poco más grande que una casa. Las características más destacadas del asteroide son sus tres pequeños volcanes,
uno de los cuales se encuentra inactivo, y sus variedades de plantas.
El príncipe cuenta cómo pasa sus días en su pequeño planeta: limpiando
muy limpio los volcanes y quitando ciertas semillas que infestan el
suelo, sobre todo las semillas de los árboles baobabs
que constantemente tratan de crecer. Al parecer, el principito quería
un cordero para que se comiera esas plantas indeseables, hasta que el
narrador le dice que un cordero también podría comerse a una rosa con
espinas. Al oír esto, el príncipe habla del aprecio que tiene por una
misteriosa rosa que de pronto empezó a crecer sobre la superficie del
asteroide hace algún tiempo. El pequeño explica que cuida y protege a su
rosa con un biombo
y una cúpula de cristal y aunque estaba encantado con ella, de pronto
empezó a sentir que se estaba aprovechando de él. Así, el principito
decidió abandonar su planeta y explorar el resto del universo. A pesar
de que la rosa se disculpó por su vanidad y ambos se reconciliaron, esta
le animó a seguir adelante con su viaje y el príncipe obedeció.
Desde entonces, el principito había visitado otros seis planetas, cada uno de los cuales estaba habitado por algún adulto de mente estrecha. En el primero se topó con un rey sin súbditos y más adelante con un hombre vanidoso que se creía la persona más admirable en su desolado planeta. En el tercer planeta había un borracho que bebía para olvidar la vergüenza de ser un borracho, mientras que en su próximo viaje conoció a un hombre de negocios que contaba sin cesar las estrellas y absurdamente afirmaba ser dueño de todos ellas. Seguidamente se encontró con un farolero que encendía y apagaba su faro cada minuto, y por último, llegó al planeta de un anciano geógrafo que estaba tan centrado en la teoría que en realidad nunca había explorado el mundo que tanto decía conocer. Cuando el geógrafo le pidió que describiera su casa, el principito mencionó a su rosa, pero el anciano le explicó que no registraba cosas «efímeras» como las plantas. El pequeño príncipe estaba sorprendido y dolido por esta revelación, ya que la rosa era de gran importancia para él, pero tras recuperar el ánimo le pidió al geógrafo que le sugiriera otro planeta para visitar, y este le recomendó la Tierra.
Desde la Edad Media, en que se constituyeron los Baldíos de Alburquerque -en el año 1430 el infante de Aragón hizo entrega de algunas tierras al pueblo-, existe esta tradición que comenzaba en la festividad de Todos los Santos con el «pregón de la bellota». El 'vuelo', es decir, los árboles y sus frutos son de todos los vecinos, mientras que la tierra y el aprovechamiento agroganadero corresponde solo a los arrendatarios de las parcelas que componen los baldíos.
Hasta el último tercio del siglo pasado, un día antes del pregón los vecinos tomaban «posesión temporal» de los árboles mediante señales o chozos que se construían alrededor del tronco, lo que provocaba disputas y confrontaciones que a veces acaban de forma violenta.
En el pasado, la recogida de estos frutos era algo muy codiciado por los vecinos, puesto que con estas bellotas se engordaba el cerdo que unos meses después, y tras ser sacrificado, servía de sustento a todo la familia, especialmente a las más humildes. Por ello, las autoridades se veían en la necesidad, como también ocurre ahora, de prohibir el señalamiento de los árboles por el que algunos vecinos se creían con el derecho de acaparar sus bellotas.
Los más viejos del lugar recuerdan la forma en que las familias se preparaban con varios días de antelación.
TITULO:POESIA JUGAR LOS DADOS ,.
POESIA JUGAR LOS DADOS - fotos.
Matemático juguetón
con seis caras numeradas
me das todo en ocasión
y otras no me das nada.
A veces me siento rey
y no por eso presumo
porque hoy me das un seis
y mañana me das uno.
Giras y giras al azar
al azar giras y giras
ya ni te quiero lanzar
para no perder la partida.
Aún así contigo me atrevo
y te lanzo sobre la mesa
porque a veces gano el juego
y otras pierdo con tristeza.
Señor dado, tenga cuidado
sea sincero conmigo
no me quite lo que me ha dado
sólo eso le pido.
TITULO: EL PRINCIPITO,.
EL PRINCIPITO, fotos.
Ya un adulto, el narrador se ha convertido en un piloto y, un día, su avión sufre una avería en el desierto del Sahara, lejos de la civilización. Sin embargo, de la nada aparece un pequeño niño al que el narrador llama «el principito». Este le pide que le dibuje una oveja (o cordero, dependiendo de la traducción) pero en su lugar, el narrador decide mostrarle su viejo dibujo del elefante dentro de la boa, que, para su sorpresa, el príncipe interpreta correctamente. Después de varios intentos fallidos de elaborar una oveja, el narrador, en su frustración, termina por dibujarle una caja y le explica que el cordero se encuentra en su interior; el principito lo acepta y le responde que eso era lo que quería.
Desde entonces, el principito había visitado otros seis planetas, cada uno de los cuales estaba habitado por algún adulto de mente estrecha. En el primero se topó con un rey sin súbditos y más adelante con un hombre vanidoso que se creía la persona más admirable en su desolado planeta. En el tercer planeta había un borracho que bebía para olvidar la vergüenza de ser un borracho, mientras que en su próximo viaje conoció a un hombre de negocios que contaba sin cesar las estrellas y absurdamente afirmaba ser dueño de todos ellas. Seguidamente se encontró con un farolero que encendía y apagaba su faro cada minuto, y por último, llegó al planeta de un anciano geógrafo que estaba tan centrado en la teoría que en realidad nunca había explorado el mundo que tanto decía conocer. Cuando el geógrafo le pidió que describiera su casa, el principito mencionó a su rosa, pero el anciano le explicó que no registraba cosas «efímeras» como las plantas. El pequeño príncipe estaba sorprendido y dolido por esta revelación, ya que la rosa era de gran importancia para él, pero tras recuperar el ánimo le pidió al geógrafo que le sugiriera otro planeta para visitar, y este le recomendó la Tierra.
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