No es la enésima crisis. La de los refugiados es la gran crisis. Lo
es por muchos motivos pero sobre todo por uno que tal vez no sea es más
relevante pero sín duda es el más sintomático. Angela Merkel está
tocada, la todopoderosa canciller alemana está contra las cuerdas dentro
de su propio país. Y ojo, decir esto en esta Europa de los rescates
financieros cincelada a golpe de martillo germano es mucho decir.
Mañana, los jefes de Estado y de gobierno de los Veintiocho vuelven a
Bruselas para celebrar una cumbre extraordinaria para abordar un
problema que ha provocado, por ejemplo, que por primera vez en su
historia, la Comisión se vea obligada a destinar 700 millones de fondos
reservados para ayuda humanitaria pensando en uno de los integrantes del
club, en Grecia.
Primero, sobre las 12:30 horas (sí, esto es Bruselas), los líderes
almorzarán con el primer ministro turco, Ahmed Davutoglu, y luego, sobre
las 15:00 horas, se encerrarán para decirse cuatro palabras que la
versión oficial edulcorará en un comunicado firmado por todos en el que
se felicitarán de los avances logrados. Eso sí, llegará el martes, y
vuelta a empezar. La próxima cumbre, ordinaria, está prevista para los
días 17 y 18 y, o mucho cambian las cosas o el tema de los refugiados
volverá a ser el plato fuerte de la jornada. Es la gran crisis de la
desunión europea, de la UE de las vallas y de los cierres fronterizos.
¿Por qué? Lean.
No hay voluntad política
660 de las 160.000 recolocaciones pactadas
La Comisión lo advirtió: el éxito de nuestra propuesta se fundamenta
en la «voluntad política» de los Estados miembros. No la hay o al menos,
no de todos. El sistema para recolocar a lo largo y ancho de la UE
160.000 refugiados que ya se encontraban en Grecia e Italia salió
adelante pero con el voto contrario de República Checa, Hungría, Rumanía
y Eslovaquia. El bloque del Este, los países del llamado grupo de
Visegrado en el que también está Polonia, se han sublevado alegando
cuestiones culturales o religiosas (su ferviente cristianismo) para
indignación de países como Alemania o Italia, cuyo primer ministro,
Matteo Renzi, ya ha sugerido la posibilidad de recortar los fondos a
estos países recordándoles que la solidaridad va en los dos sentidos, no
sólo para poner el bolsillo.
Lo viene advirtiendo el presidente del Consejo, Donald Tusk:
«Arrancar compromisos es muy fácil, lo difícil es que las capitales los
respeten. Estamos ante un desafío sin precedentes porque todo el sistema
político de Europa tal y como lo conocemos está en juego». El mejor
ejemplo de esta falta de voluntad es que apenas se han materializado 660
de las 160.000 recolocaciones acordadas hace ya varios meses.
Grecia, en el centro de la diana
La falta de control en las fronteras provoca cierres
Grecia ha sido señalada por muchos de sus socios como una de las
principales causas de la grave crisis migratoria. Es la magia y el
riesgo de Schengen. Las fronteras helenas son las fronteras de España,
Francia, Luxemburgo o Suecia aunque se encuentran a miles de kilómetros
de distancia. El país más beligerante ha sido Austria, que ha decidido
actuar por su cuenta estableciendo cupos diarios de acceso y erigiéndose
en líder de los países afectados por la llamada ruta de los Balcanes,
que ha mantenido varias reuniones ignorando a Grecia, a la que se le
acusa de «dejar pasar a los refugiados para no hacerse cargo de ellos y
derivar el problema a otros». La tensión es tal que Atenas decidió
llamar a consultas a su embajadora en Viena para denunciar esta actitud.
El primer ministro griego, muy tocado por la crisis del euro, se ha
plantado y ha amenazado con vetar cualquier acuerdo en el Consejo si la
solidaridad no se impone. Alexis Tsipras, de hecho, acaba de pedir
sanciones para los países que se nieguen a ayudar y advirtió de que no
está dispuesto a que «Grecia se convierta en un almacén de almas, en el
Líbano del sur de Europa» -este país acoge a un millón de refugiados
pese a tener sólo una población de cuatro-.
Solidaridad europea pero firmeza
«No vengáis a Europa, no os gastéis vuestro dinero»
«Quiero apelar a todo los potenciales inmigrantes económicos
ilegales, con independencia de donde estéis: No vengáis a Europa. No
creáis a los traficantes, no arriesguéis vuestras vidas y dinero. Esto
será para nada. Grecia ni ningún otro país europeo será ya un país de
tránsito». El jueves, aprovechando su visita a Grecia, lanzó un
contundente mensaje que sienta las bases de la política migratoria que
impulsará Europa. Solidaridad sí, pero sólo para quienes tengan derecho a
ella. Es el mantra que se viene repitiendo estos últimos meses pero que
el jueves, dada la gravedad de la situación, sonó con más fuerza que
nunca. No vengáis.
La idea es simple. Sólo se brindará cobijo a aquellos inmigrantes que
tenga derecho al asilo por proceder de países arrasados por la guerra,
como Siria. El resto, aquellos que sean identificados, serán devueltos,
como ocurrió esta misma semana con más de 300 magrebíes de países como
Marruecos, que, aprovechando la confusión, intentaron entrar a Europa
por Grecia. El otro gran mensaje que quieren lanzar es que no habrá una
UE a la carta, es decir, que los asilados no podrán decidir a qué país
ir. Todos quieren ir a Alemania, a los países nórdicos, pero estos
Estados ya han dicho basta. No hay que olvidar cómo el presidente de la
Comisión, Jean-Claude Juncker, desveló en la Eurocámara que un grupo de
refugiados se negó a ser trasladados a Luxemburgo, que además de ser su
país natal es uno de los países con más calidad de vida.
Cómo salvar el espacio Schengen
Máxima presión a Turquía y nuevas reglas de juego
Europa lo ha fiado casi todo a Turquía, que acoge ya a 2,7 millones
de refugiados, para intentar solucionar la grave crisis de los
refugiados. El razonamiento es sencillo: sin inmigración irregular
descontrolada, la gestión del problema de los 28 será mucho más sencilla
dada las enormes dificultades diplomáticas que ahora están teniendo. Se
trata, 'grosso modo', de que Ankara blinde su costa al otro lado del
Egeo. A cambio, el régimen de Recep Tayyip Erdogan recibirá al menos
3.000 millones de euros y una batería de prebendas políticas
incalculables, como la reactivación de las negociaciones de adhesión al
club. El problema es que siguen llegando aún muchos inmigrantes a las
cosas griegas. De hecho, en lo que va de año, suman más de 128.000, lo
que equivale casi a la misma cifra que en todo el primer semestre de
2015. La presión, por lo tanto, es máxima.
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