"Entrevista a la actriz Amparo Larrañaga - foto”
P: Provienes de un largo linaje de artistas,¿Esto te ha
hecho en algún momento sentirte presionada,o siempre quisiste ser
actriz?.
R: Normalmente, en las familias de actores, los padres no suelen
presionar a sus hijos para que se dediquen a la misma profesión. Siempre
quieren que estudies y que elijas un trabajo más seguro. A mi me pasa
con mis hijos. Te asusta un poco que quieran trabajar en algo que si no
triunfas, tiene poco sentido y hace que la gente se sienta frustrada a
menudo. Pero bueno, en mi caso, que no quería ser actriz, acabé
dedicándome a esto gracias a mi abuelo Ismael Merlo. Estuve viviendo con
él una temporada y me metió el veneno del teatro en las venas. Tenía
catorce años y a los quince ya estrenaba mi primera obra. Y hasta hoy…
P: Si nombro a Sor Marcela, ¿qué recuerdos te vienen a la
cabeza? ¿Cómo fue trabajar en “Canción de cuna”,con un director tan
representativo como es Jose Luis Garci?
R: El trabajo fue duro. Mi personaje tenía dos partes. Novicia
siendo casi una niña y Madre Superiora muchos años después. Para la
primera parte del personaje, tenían que rejuvenecerme. Garci no quería
maquillaje para la caracterización, así que se hizo de la siguiente
manera: los rostrillos (la tela que encuadra la cara) se cerraban y unas
pinzas entre el pelo tiraban de la piel de la cara. Dolía bastante al
cabo de unas horas! Y para la Madre Superiora, tenían que envejecerme:
se abría el rostrillo y te empujaban la piel al revés, para conseguir
más rictus y arrugas. Madrugones y mucho frío! jajajajajaja Pero
trabajar con Garci fue estupendo. Y coincidí por primera vez con Maribel
Verdú. Para mi fue la mejor de todas las actrices de la película. A
nivel personal, humano y profesional. Quien me iba a decir a mi que poco
después… Cuñadas y hermanas.
P: Sabemos que en tu casa tienes alguna…”Mascota”,pero
para el que no lo sepa,¿que animales esconde Amparo Larrañaga en su
casa?¿Te ha pasado alguna vez algo “extraño” o has tenido
alguna situación difícil con ellas?.
R: Ya no tengo ninguna. Pero mi hijo y mi marido tienen pasión por
los reptiles. Hemos tenido un montón de bichos raros. Se que me
preguntáis esto por lo de las serpientes. Habéis visto el programa donde
cuento lo de la rata.
Estando ellos de vacaciones tuve que alimentarla yo. Y como de las
dos ratas solo pudo comer una, mi marido me pidió que la congelara para
dársela él en otra ocasión. Un desastre. El resto ya lo sabéis. Se
despertó en el congelador y me encontré con un peluche!
P: Hiciste un cameo en 7 vidas donde interpretabas el papel
de Claudia,la novia de Diana.¿Como fue trabajar con Anabel Alonso?¿No
te daba la risa en algún momento el carácter tan ofensivo o grosero de
Claudia?.
R: Bueno, A Anabel ya la conocía de irme de juerga con ella. Y no
me sorprendió. Las actrices estamos curadas de espanto. Hacemos todo
tipo de personajes y solo son eso: personajes. Ella es muy graciosa y
divertida en la vida. Ahí si que te ríes! El trabajo es distinto.
P: Mucha gente recordara la serie “periodistas” donde dabas
vida a la subdirectora del periódico “Laura Maseras”.¿A que se debió
que la enviaran a otro periódico también trabajabas con Maria Pujalte
que desempeñaba el papel de Mamen, la cual era la mejor amiga de Laura
Maseras.¿Se podría decir que Mamen y Laura eran como
Hermanas?¿como describirías su relación?.
R: Me mandaron a otro periódico porque yo decidí dejar la serie.
Acababa de tener a mi hijo Ángel y las muchas horas que se trabaja en
televisión, me quitaban un tiempo precioso de estar con él. Me dio mucha
pena dejar Periodistas, pero sufría mucho dejándole doce o catorce
horas cada día. A veces se grababa de día, otras de noche y
afortunadamente, podía permitirme, en ese momento, aparcar el trabajo un
tiempo y dedicarme a mi niño. Y así fue. La productora lo entendió
perfectamente y decidieron sacarme del periódico para que el personaje
desapareciera. Lo hicieron muy bien. Enamoraron a José Coronado de
Alicia Borrachero y el personaje desapareció ascendiendo de categoría en
un periódico más prestigioso. Fui muy feliz en esa serie. Mucho. Y mi
relación con Globomedia ha continuado después en otros proyectos como
Fuera de control.
La relación con el personaje de María era de hermanas/amigas, cosa
que con ella fue muy fácil. Y me dejó unas enormes ganas de repetir en
otro proyecto. Y ahora lo conseguí con Hermanas. Y es como si el tiempo
no hubiera pasado. Me encanta como trabaja y como es. Es una tía muy
grande y una actriz inmensa.
P: Has trabajado junto a Jose Luis Gil y Diego Martín en la
obra teatral “ser o no ser”.¿Que destacarías de cada uno profesional y
personalmente?¿Como describirías la obra?
R: Ser o no ser es la adaptación teatral de la película, ya un
clásico, de la película de Ernst Lubitsch. Una joyita auténtica. Lo pasé
muy bien haciéndola, aunque el personaje en la obra tenía mucha menos
importancia que en la película. Pero tanto con José Luis como con Diego
trabajé muy bien. Son grandes actores. Diego es muy, muy divertido.
Rápido y listo. Hace grandes imitaciones de actores y cuenta los chistes
como nadie. Hicimos una pandilla de gira genial. Y con José Luis repetí
después en Fuga, así que también genial.
P: Después de “ser o no ser” volviste a trabajar con Jose
Luis Gil y esta vez con Kira Miró en la obra “Fuga” la cual tuvo un
gran éxito ¿Cual era el mensaje que podría transmitir la obra?¿a que
crees que se debió tanto éxito, a los actores,a la historia,o una mezcla
de ambas?.
R: Fuga no pretendía transmitir ningún mensaje. Jordi Galcerán nos
lo dejó muy claro desde el principio. “No es una obra con mensaje. Es un
divertimento puro y duro”. Y así lo hicimos. Y como todas las obras que
producimos en Trasgo, la empresa familiar, tuvo mucho éxito. Mi hermano
Pedro, que es el jefe, nunca da nada por sentado. Cree que el éxito
viene de una mezcla de cosas: no dormirse y hacer las cosas muy bien, no
decepcionar, contar con grandes actores y con buenos textos. Todo
dentro de la premisa de hacer siempre un teatro muy comercial, con
calidad. Y normalmente su fórmula no falla. Para mi Fuga fue el
descubrimiento de una joven actriz que ahora adoro y admiro: Kira Miró.
No tengo palabras para describirla. Me quedaría corta siempre. Ahora
somos íntimas amigas y estoy deseando volver a trabajar con ella. La
echo de menos mucho.
P: Te hemos visto actualmente en Valladolid con
“hermanas”,donde llenasteis y agotasteis entradas¿Porque decidiste que
“hermanas” era un proyecto en el que valía la pena meterse?¿Supiste que
esta iba a ser una obra exitosa?¿Por qué?.
R: Si supiéramos lo que en esta profesión triunfa, si hubiera una
fórmula, el teatro lo haría el banco de Santander. Eso nunca se sabe. La
obra la eligió mi hermano Pedro, como siempre. Me la pasó en un Dvd
hecha por las actrices que la habían estrenado en Barcelona y yo la vi
en un ordenador. Reí y lloré sin parar. Y le dije a mi hermano: Gracias
hermano. me encanta! Hagámosla!
P: “Hermanas” es una obra de emociones donde encuentras
drama,comedia…pero ¿como la describirías ¿y el papel de Inés el
cual representas?.
R: Inés es una bomba de relojería. Está en un momento muy
complicado y difícil pero no quiere compartirlo. Las apariencias le
importan demasiado! Para mi tiene dos partes: una primera donde todo lo
esconde y una segunda donde todo lo enseña. Sin cortarse! El personaje
es muy divertido y difícil. Pasa de la comedia al drama en segundos, y
siento que está sorteando siempre el peligro en un campo de minas.
Puedes pasarte mucho. El personaje tiene un carácter que lo permite.
Pero a mi me gusta que la gente el personaje sea muy real. Para mi hay
un secreto: el personaje no sabe que está haciendo comedia. Hay que
hacerlo en serio. Su conflicto es real.
P: La obra fue un éxito en Barcelona hace casi seis años,y
ahora es traducida al español. Cuando te lo plantearon,¿te dio miedo o
resulto difícil en algún momento?¿Tenéis alguna anécdota durante los
ensayos o a la salida de los teatros?.
R: Da más miedo cuando tienes que hacer una versión de una película
como Las amistades peligrosas. Que todo el mundo ha visto y recuerda a
la perfección. No. Miedo o presión ninguna. La versión de Hermanas en
castellano, es muy distinta, sobre todo las interpretaciones. Y digo
distintas, no mejores. Las actrices de Cataluña estaban todas
espléndidas! Anécdotas tengo muchas. pero en Valladolid nos pasó una
cosa muy graciosa. Cuando estábamos saludando, una señora del público se
acercó al borde del escenario con un papel y un boli. Quería que le
firmáramos un autógrafo. Tuvimos que subirla al escenario y llevarla
dentro porque ella no se movía! Jajajajajaja. Durante los saludos no
podemos parar y firmar con todo el público aplaudiendo. Fue divertido.
P: ¿Como es meterse en un personaje de nuevas sin parecerte
a el en ningún aspecto?.El hacer personajes intensos emocionalmente,
¿Te ayuda o te incomoda?.
R: Es mi trabajo. Siempre es así. Encontrar puntos de
identificación no es necesario. Tienes que conocer y comprender a una
mujer, empatizar con ella, entender la época que vive y como son sus
relaciones. Y lo demás va saliendo.
Una buena dirección y grandes actores a tu lado, junto con poner
alma y verdad a los personajes, es lo que más ayuda para conseguirlo.
P: Al hacer vuestra obra en una cocina,en la que
realmente cocináis ¿Crees que le es mas fácil al publico meterse mas aun
en la obra?¿Alguna vez tuvisteis algún problema en vuestra cocina?¿y
que tal es Amparo en su cocina?¿Le gusta meterse a innovar o es de las
que prefiere que la comida este ya hecha?.
R: La cocina es el punto de encuentro de muchas familias. Por eso
la gente se identifica. Y el olor del caldo que cocinamos de verdad, y
la preparación del gazpacho ayuda. No hemos tenido problemas con nuestra
cocina. Quitando un día que se fundió un fusible y no calentaba la
vitro ni funcionaba la batidora. Y me hace gracia que me preguntes si me
gusta la comida hecha. Por qué? Se que hay mucha gente que piensa que
las actrices no cocinamos ni hacemos nada en casa. Es un mito, créeme.
Yo cocino estupendamente. Y nos gusta comer muy sano y cuidarnos mucho
en ese aspecto.
P: El vídeo de Cyndy Lauper “Girls just want to have fun”,Comienza en una cocina con una mujer cascando huevos.En
“Hermanas” hacéis un “Playback” con un batidor de huevos.¿Esto estaba
pensado?¿Que les aporta a Amparo y a Inés este momento de la obra?.
R: No. No tiene nada que ver. Se trata simplemente de coger
cualquier cosa que sirva de micrófono. Y en una cocina es lo más
parecido. A mi como Amparo ese momento no me aporta ni más ni menos que
cualquier otro. Para Inés es una catarsis, una liberación después de la
conversación telefónica con su marido, donde el público descubre el
conflicto del personaje. Y un cambio radical después de la escena de las
tres hermanas discutiendo quien se va a ocupar de la madre ahora que el
padre ha fallecido. Ahí se ve lo que pasa en las familias de verdad.
Las familias que se adoran. Después de una gran discusión que provoca
una enorme tensión, en segundos, las hermanas cantan y bailan recordando
su adolescencia. Sin rencores. Sin medio problema. La vida vamos.
P: Y para finalizar,¿Que tal fue en Valladolid?¿Como se
porto el publico?¿Tuvisteis tiempo de disfrutar la Feria del Día de
Valladolid?
R: En Valladolid nos fue muy bien. Se llenaron las cinco funciones
que hicimos. Y si bien el público de allí es más serio que en otras
ciudades, no quiere decir que la obra no les encantara y les llegara. Yo
disfruté una mañana de la feria tomando tapas por Valladolid. Nada más.
No salgo nunca de noche. Acabo muy cansada después de las dos
funciones. De esta aún más. Me gusta quitarme el maquillaje en el
teatro, ya sabes que en esta función lloramos mucho al final, e irme
directa al hotel a cenar algo. Prefiero disfrutar de la mañana y ver
cosas de las ciudades. No me gusta levantarme tarde. Pero desde que me
salgo de la cama hasta que empiezo a trabajar pasan muchas horas, así
que no me gusta el jaleo. Con 20 años llegas a todo. Con casi 51 ya es
distinto. Aunque yo no me sienta mayor en absoluto!,.
TITULO: EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - MINUTOS DE SILENCIO Y BESITOS CHORRAS,.
A veces uno se pregunta cómo es posible que las cosas
sensatas, razonables, tarden tanto en arraigar, cuando lo hacen, o se
pierdan de la manera más boba, y sin embargo cualquier gilipollez se
imponga con pasmosa facilidad, cunda y se haga moda y costumbre, con
todos los cantamañanas del mundo practicándola encantados. Cada cual
tendrá su lista, supongo. Ustedes la suya y yo la mía. Menos los tontos,
claro. Porque a ésos no hay tontería que se lo parezca, y se apuntan
con entusiasmo a lo que sea. Y cuando una estupidez toma cuerpo en ese
territorio, ya no hay cristo que se libre de ella; pues, como dijo no me
acuerdo ahora quién, cuando un tonto sigue un camino, se acaba el
camino pero sigue el tonto. Y como dijo otro -que tampoco me acuerdo ni
tengo gana de levantarme a mirarlo-, a un tonto no hay manera de
convencerlo de que deje de serlo, porque para eso hay que bajar a su
nivel. Y en ese nivel, los tontos son imbatibles. Sobre todo en España.
Los minutos de silencio, por ejemplo. Es costumbre antigua, cuando sobreviene una desgracia, que en determinados lugares o reuniones se guarde un minuto de silencio en memoria de los fallecidos. Eso está bien, porque demuestra sensibilidad, dolor y respeto. En España, sin embargo, eso del minuto se les queda corto a muchos. Sesenta segundos de inmovilidad y silencio, parecen opinar, no expresan de modo adecuado el inmenso dolor y respeto que sienten. Así que ahora está de moda guardar no uno, sino tres o cinco minutos de silencio. Y hace poco, en no sé qué corporación municipal, se guardaron hasta diez. O por ahí. Prueben ustedes a quedarse quietos cinco minutos pensando en algo doloroso, y ya me dirán el resultado. El aburrimiento. Pero da igual. La cosa estriba en demostrar al mundo, a ser posible con cámaras de televisión delante, que puestos a sentir desconsuelo y solidaridad, a los españoles no nos supera nadie en sensibilidad tácita. Que para silencios emotivos, los nuestros. Y así se dan, cada vez con más frecuencia, esas penosas escenas de un montón de concejales, o diputados, o alumnos de tal institución o colegio, callados e inmóviles con los brazos cruzados y las caras serias, mirando el reloj de reojo durante casi un cuarto de hora, mientras los de la segunda o tercera fila, que se les ve menos, aprovechan para echar un vistazo a los teléfonos móviles. Para demostrar que a todos nos duele de cojones.
Otra gilipollez que se ha impuesto de modo aterrador es la de los besos. Desde siempre, uno da la mano a las personas a las que acababa de conocer y reserva el beso para las personas queridas, o para aquellos con quienes les une mucho afecto o confianza. Pero ahora, en cuanto te ponen a alguien delante, vas y lo besas. O viceversa. Generalmente, y eso es lo curioso del asunto, es el varón quien se inclina a besar a la otra persona, si ésta es mujer. Y ella, en vez de extender con firmeza la mano y mantener al imbécil a la distancia adecuada a la que saluda una señora consciente de serlo, se deja besuquear, encantada. O lo parece. No entre gente de confianza, ojo, ni en ambientes juveniles ni amistosos, donde besarse es muy natural, sino entre gente mayor y en cualquier circunstancia. Smuac, smuac. Por no mencionar a los políticos. Y además, eso del osculeo sobreviene en las situaciones más absurdas. Llegas y dices, aquí Fulano, aquí Mengana, y el pavo va y le calza a la señora, automáticamente, un beso en cada mejilla, como si se conocieran del colegio o hubieran tenido rollo antes. O ella, que también, pone la cara para que se la besen aunque sea la farmacéutica y hayas ido a comprarle aspirinas. Me sorprende que las más ultrarradicales feministas, tan sensibles para otras idioteces, no se indignen con eso. Con que al saludar los hombres las besen a ellas, pero se den la mano entre ellos. Más machista, imposible. Creo.
Siempre recordaré la cara de un buen amigo mío, francés de toda la vida, hombre elegante y correctísimo, cuando al llegar a un restaurante madrileño salió a recibirnos un pavo con el nombre bordado en la camisa, que tuteándonos sin habernos visto antes en su puta vida, le estampó a su legítima dos besos sonoros en las mejillas antes de que ninguno pudiéramos evitarlo. «¿Por qué besa usted a mi mujer?», le preguntó el francés, entre molesto y sarcástico. Y el otro, confuso, sin entender un carajo, lo miraba como si fuera un marciano. Entonces me acordé de una frase que solía decir mi abuelo -que era un caballero nacido en 1890- cuando alguien se le dirigía de forma grosera o mal educada: «Debe de creer que hemos guardado juntos cerdos en la misma cochinera».
Los minutos de silencio, por ejemplo. Es costumbre antigua, cuando sobreviene una desgracia, que en determinados lugares o reuniones se guarde un minuto de silencio en memoria de los fallecidos. Eso está bien, porque demuestra sensibilidad, dolor y respeto. En España, sin embargo, eso del minuto se les queda corto a muchos. Sesenta segundos de inmovilidad y silencio, parecen opinar, no expresan de modo adecuado el inmenso dolor y respeto que sienten. Así que ahora está de moda guardar no uno, sino tres o cinco minutos de silencio. Y hace poco, en no sé qué corporación municipal, se guardaron hasta diez. O por ahí. Prueben ustedes a quedarse quietos cinco minutos pensando en algo doloroso, y ya me dirán el resultado. El aburrimiento. Pero da igual. La cosa estriba en demostrar al mundo, a ser posible con cámaras de televisión delante, que puestos a sentir desconsuelo y solidaridad, a los españoles no nos supera nadie en sensibilidad tácita. Que para silencios emotivos, los nuestros. Y así se dan, cada vez con más frecuencia, esas penosas escenas de un montón de concejales, o diputados, o alumnos de tal institución o colegio, callados e inmóviles con los brazos cruzados y las caras serias, mirando el reloj de reojo durante casi un cuarto de hora, mientras los de la segunda o tercera fila, que se les ve menos, aprovechan para echar un vistazo a los teléfonos móviles. Para demostrar que a todos nos duele de cojones.
Otra gilipollez que se ha impuesto de modo aterrador es la de los besos. Desde siempre, uno da la mano a las personas a las que acababa de conocer y reserva el beso para las personas queridas, o para aquellos con quienes les une mucho afecto o confianza. Pero ahora, en cuanto te ponen a alguien delante, vas y lo besas. O viceversa. Generalmente, y eso es lo curioso del asunto, es el varón quien se inclina a besar a la otra persona, si ésta es mujer. Y ella, en vez de extender con firmeza la mano y mantener al imbécil a la distancia adecuada a la que saluda una señora consciente de serlo, se deja besuquear, encantada. O lo parece. No entre gente de confianza, ojo, ni en ambientes juveniles ni amistosos, donde besarse es muy natural, sino entre gente mayor y en cualquier circunstancia. Smuac, smuac. Por no mencionar a los políticos. Y además, eso del osculeo sobreviene en las situaciones más absurdas. Llegas y dices, aquí Fulano, aquí Mengana, y el pavo va y le calza a la señora, automáticamente, un beso en cada mejilla, como si se conocieran del colegio o hubieran tenido rollo antes. O ella, que también, pone la cara para que se la besen aunque sea la farmacéutica y hayas ido a comprarle aspirinas. Me sorprende que las más ultrarradicales feministas, tan sensibles para otras idioteces, no se indignen con eso. Con que al saludar los hombres las besen a ellas, pero se den la mano entre ellos. Más machista, imposible. Creo.
Siempre recordaré la cara de un buen amigo mío, francés de toda la vida, hombre elegante y correctísimo, cuando al llegar a un restaurante madrileño salió a recibirnos un pavo con el nombre bordado en la camisa, que tuteándonos sin habernos visto antes en su puta vida, le estampó a su legítima dos besos sonoros en las mejillas antes de que ninguno pudiéramos evitarlo. «¿Por qué besa usted a mi mujer?», le preguntó el francés, entre molesto y sarcástico. Y el otro, confuso, sin entender un carajo, lo miraba como si fuera un marciano. Entonces me acordé de una frase que solía decir mi abuelo -que era un caballero nacido en 1890- cuando alguien se le dirigía de forma grosera o mal educada: «Debe de creer que hemos guardado juntos cerdos en la misma cochinera».
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