BLOC CULTURAL,

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jueves, 31 de octubre de 2019

Juego de Niños - Superzings , Sábado -2- Noviembre ,./ La Otra Mirada - El párpado en el oído . / Documentales - Construcciones - Grandes diseños - La parroquia de Fátima en Cáceres se despoja de su cubierta de fibrocemento,.

TITULO: Juego de Niños - Superzings  , Sábado -2-  Noviembre ,.
 

 Juegos de niños,.
 

  Sabado -2 - Noviembre a las 22:00 por La 1, fotos,.
 

Juego  -  Superzings  ,.



Dan mucho juego

Dan mucho juego

Cada cierto tiempo los patios de los colegios se llenan de pequeños juguetes que se ponen de moda, se extienden como una plaga y desaparecen con la misma rapidez. Este año se llevan los Superzings. No hay niño que no sepa quiénes son,.


Se llaman Superzings y son el no va más. No hay niño que no tenga uno de ellos o no sueñe con tenerlo. Son parecidos a los Zomlings pero mucho mejores, ni punto de comparación. Para empezar, los Superzings son más modernos, porque los otros, que tenían aspecto de zombis, ya habían empezado a quedarse anticuados. Pero lo mejor es que es muy fácil comprarlos, se venden en quioscos, papelerías, jugueterías o supermercados y, por si fuera poco, son baratos, coleccionables y tienen accesorios. No hay excusa para no hacerse con uno de ellos.
Los Superzings son pequeños muñecos coleccionables con forma de objetos cotidianos o alimentos que visten capa y antifaz. Si tienen ojos blancos son superhéroes y si los tienen amarillos es señal de que son supervillanos. Nacieron en 2018 y desde entonces no han hecho más que expandirse con la inapreciable ayuda de los dibujos que se emiten en Youtube, donde personajes como Mac Tooler y Bud Sawler, y muchos más, se enfrentan sin descanso en Kaboom City.
Están de moda este año, como antes lo estuvieron los tazos, los gogos, los spinners, las peonzas o los yoyós, y dejarán de estarlo tarde o temprano. Los Superzings son los últimos exponentes del fenómeno de los juguetes que aparecen inesperadamente en colegios y parques, se propagan como un virus contagioso y se despiden a la misma velocidad y en silencio sin que nadie sepa muy bien qué es lo que ha ocurrido. Unos desaparecerán del mercado y quizá se conviertan en objetos de coleccionistas, otros regresarán como llevan haciéndolo desde hace siglos.
«No hay ninguna clave para predecir si un juguete va a tener éxito» María Costa, Instituto Juguete
«Los chavales se cansan rápido de todo; quieren novedades» Maite Francés, Fabricante
«Los niños crean un argot propio con los juguetes que les da sensación de grupo» Imma Marín, Observatorio Juego
Rosario Ortega Psicóloga «Esto de los buenos y los malos es una forma de simplificar el mundo»
A menudo las propias empresas que los fabrican se ven tan sorprendidas por el éxito que cuando reaccionan y comienzan a pensar en cómo mantener el impulso ya se ha pasado la fiebre. Los niños son un mercado exigente que no se deja convencer con unos cuantos anuncios en televisión; con ellos nunca se sabe si se va a acertar y eso lo conocen muy bien las empresas, que no tienen más remedio que arriesgarse. «En muchos casos se tiran a la piscina porque no saben si el producto que han fabricado se va a poner de moda. No hay ninguna clave para predecir si va a tener éxito, lo que demuestra que el juego es libre y espontáneo y a los niños no se les engaña tan fácilmente», afirma María Costa, directora del departamento de Consumidor Infantil del Instituto Tecnológico del Juguete (AIJU).
La mayor parte de los intentos de poner de moda un juguete fracasan sin que se conozca muy bien el motivo. «Nos encantaría tener una varita mágica pero estamos hablando de niños, de gente ávida de novedades que se cansa muy rápido de todo», reconoce Maite Francés, directora de marketing de la Asociación Española de Fabricantes de Juguetes. Solo unos pocos productos triunfan y a ellos les aguarda una luminosa existencia como la que están viviendo los Superzings. «Cuentan una historia, son atractivos, contienen una dosis de humor con un toque de transgresión y son coleccionables», resume Maite Francés cuando habla de las razones de su éxito.
Estas características son comunes a muchos de los juguetes que se han puesto de moda en los últimos años. Son objetos sencillos, baratos, que se pueden llevar en un bolsillo y se venden en sobres sorpresa. «Se colocan en lineales de papelerías, quioscos y pequeños supermercados, son muy fáciles de ver», explica Maite Francés. Además, puntualiza Imma Marín, directora de la consultora especializada en educación Marinva y miembro del Observatorio del Juego Infantil, «sirven para que los niños creen entre ellos un argot propio que les da una sensación de pertenencia a un grupo de iguales».

Expansión explosiva

Una vez fabricado el juguete y colocado en un lugar visible de un comercio, solo hace falta que alguno de esos sobres llegue a manos de la persona adecuada. Si es el líder de un aula, el éxito está garantizado porque sus compañeros le imitarán. «A partir de seis años los niños son gregarios y buscan a los que son como ellos, necesitan pertenecer a algún grupo y el factor moda tiene que ver con esto», señala Maite Francés.
La expansión de estos pequeños juguetes es siempre explosiva. De la noche a la mañana, los niños comienzan a hablar de personajes con nombres extraños o intentan superar pequeños retos que harán aumentar su prestigio ante los demás. «Estos juguetes suelen aparecer en los patios de los colegios y se propagan de forma muy rápida a través del boca a boca. Entran a finales del ciclo Infantil y en Primaria, cuando los niños ya han adquirido más habilidades y empiezan con los amigos», dice María Costa.
Llegan como una plaga que los padres intentan capear como pueden, aunque es difícil salir victorioso ante uno de los argumentos más utilizados por los hijos a lo largo de la historia de la humanidad: '¿si todos lo tienen por qué yo no?' «Hay niños que acaparan centenares, los compran uno detrás de otro», afirma Imma Marín. Quienes tienen pocos o ninguno porque sus padres no se los compran corren el riesgo de quedar marginados.
Rosario Ortega, catedrática de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Córdoba, se muestra crítica con unos productos que «introducen en la vida social de los niños una competitividad por ser guay y por tener lo último». Todo ello, con la ayuda inestimable de «una publicidad atrayente y diseños de marketing que se aprovechan de la vulnerabilidad de los niños». El resultado, sostiene, es que estos juguetes «se convierten en algo impositivo, es comercio basura, una invasión comercial que afecta a la gente más vulnerable».
En los colegios, los profesores también deben hacer frente a la plaga. En la mayor parte de las escuelas está prohibido sacar juguetes propios al patio, pero los alumnos se las saben todas. «Hay un cierto contrabando», revela Maite Francés. Amparados por las sombras de los edificios y los ángulos muertos, los niños se dedican a traficar clandestinamente con sus Superzings, lo que le añade un plus de emoción a sus muñecos. «El efecto de sacarlo al patio aunque no te dejen tiene su fuerza. Hay que tener en cuenta que el juego y la transgresión van de la mano y la tensión del 'si te pillan te la cargas' también mola», explica Imma Marín.
La directora de Marinva cree que el hecho de que los niños «sepan los nombres y la vida de los Superzings, que los cuiden y que tengan que usar la fantasía para crear historias diferentes», juega a favor de estos pequeños muñecos. En el otro lado de la balanza sitúa «la sobredosis, el tener por tener, la acumulación, los niños que necesitan tenerlos todos para divertirse». Y también es negativo, asegura, la distinción entre héroes y villanos «que sólo pueden resolver sus conflictos peleándose».

Duran un curso escolar

«Esto de los buenos y los malos es una forma de simplificar el mundo y dar a los niños las cosas pensadas», critica Rosario Ortega. Ella no se muestra muy benevolente con unos muñecos que «no son demasiado útiles para desarrollar la potencia de estímulo creativo que tiene el juego». «Si yo tuviera cuatro años y me dieran un juguete en el que los ojos de los héroes y los villanos son diferentes, quizá acabara pensando que las personas que tienen otro color son malas», reflexiona.
La fascinación por estas modas no dura mucho aunque sí lo suficiente como para hacer ganar un buen puñado de euros a los fabricantes. «Suele durar un curso escolar, cuando los niños vuelven de las vacaciones ya están en otra historia», dice María Costa. Hay algunos que, sin embargo, tienen una vida más larga porque a los personajes originales se les añaden otros nuevos y diferentes accesorios. Es el caso de los Superzings, cuyo creciente universo le ha permitido mantenerse en la cresta de la ola más tiempo de lo normal.
Hay otros que desaparecerán para regresar al cabo de un tiempo, como la peonza y el yoyó. Resurgen periódicamente con nuevos materiales y colores, con luces o con sonidos, pero en esencia siguen siendo los mismos con los que jugaban los antiguos griegos y romanos. «No se sabe muy bien por qué vuelven, son juguetes que conectan con las necesidades de crecimiento del ser humano. Han durado más que la sociedad que los creó, se mantienen vivos a lo largo de la historia y en este sentido tienen algo mágico, algo ancestral que conecta con las emociones internas», afirma Imma Marín.
Cuando una moda pasa hay juguetes que comienzan una lenta transformación en objeto de nostalgia. Según María Costa, «entran en el imaginario infantil y quedan en la memoria de los niños». Al llegar a adultos recordarán los juegos de su infancia y algún día, al abrir una caja olvidada en el fondo de un armario, aparecerán por sorpresa aquellos viejos gogos que tantas tardes de gloria dieron a sus propietarios.
Son los recuerdos de los buenos tiempos los que motivan a las 33.000 personas que han firmado en la plataforma change.org una petición cursada en 2016 para que vuelvan los tazos de Pokémon, que hicieron furor en los años 90 del siglo pasado. «¿Quién recuerda la alegría que sentía al abrir la bolsa de patatas y ver que le había salido Mewtwo? ¿Y qué hay de las batallas en el patio del colegio?», se pregunta la promotora de la iniciativa. Es la nostalgia, que nunca pasa de moda.

 TITULO: LA OTRA MIRADA -  El párpado en el oído ,.

Lunes -4- Noviemebre a las 22:40 en La 1, fotos,.
 
 

El párpado en el oído,.

La Fundación Miró exhibe en Barcelona la sonoridad en el arte como una confrontación poética y política de acústica, formas y color,.

 'Beethoven’ s Trumpet Opus 133', de John Baldessari.
'Beethoven’ s Trumpet Opus 133', de John Baldessari.
"La libertad comienza por los oídos”, avisó Edward Abbey, autor de la mítica novela The Monkey Wrench Gang (La banda de la tenaza, 1975), biblia y motor del movimiento de los indignados. Filósofo ambientalista, ranger forestal en los Arcos (Utah) y vagabundo a ratos, Abbey escribió abundantemente sobre el anarquismo y la moral de la violencia, y comprendió el socialismo real leyendo a Carl Sandburg (1878-1967), que obtuvo el Pulitzer por su extensa biografía (seis tomos) de Abraham Lincoln. Como cronista del Chicago Daily News, Sandburg relató en el indispensable Chicago Race Riots los sangrientos disturbios raciales del verano de 1919, la violencia mortal de la población blanca encolerizada y el testimonio de las víctimas, la mayoría abisinios, bosquimanos y zulúes, que sobrevivían confinados en el “cinturón negro” de la ciudad en unas condiciones miserables que aliviaban con sus músicas pequeñas, cantos y bailes nacidos de ritmos espontáneos.
Birdcalls de Louise Lawler
Pieza de la exposición ¿Arte sonoro?
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En la Inglaterra de las privatizaciones de los ochenta, en los movimientos antiglobalización de Seattle (2000) y en Nueva York con Occupy Wall Street (2011), los activistas empleaban sonidos electrónicos y bandas de percusión para expresar su descontento. Las fiestas tecno de Berlín contra la ultraderecha, el año pasado, o los bailes a ritmo de música electrónica en las plazas de Chile de estos días fermentan los deseos de cambio. No es fácil detectar lo que la población espera, pero desde luego no es lo que les dicen ni prometen, sino lo que escuchan.
Takash de Rolf Julius
Parte de la exposición de audio ¿Arte sonoro?
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Al arte actual, perfumado por los grandes precios históricos, le quedan pocos nombres y revoluciones donde aguantarse. Aun así, se abren vetas resistentes que persiguen el hilo de la sonoridad devanado por los primeros dadaístas, los creadores Fluxus y el hap­pening. La muestra ¿Arte sonoro?, en la Fundación Miró, viene que ni pintada para sintonizar con una actualidad marcada por los movimientos de desobediencia civil y de protesta contra el capitalismo, el calentamiento global o las condenas a políticos y activistas independentistas en Cataluña.
¿Arte sonoro? no es una exposición política en el sentido de que no apunta a un posicionamiento ideológico concreto, pero, qué demonios, se refiere a esos pequeños sonidos y su escucha como un acto social liberador y expansivo en obras, la mayor parte, de estética humilde que comunican con un mínimo gesto o con el silencio. Distribuidos en cinco salas, los trabajos de 36 artistas internacionales escogidos por el especialista en creación sonora Arnau Horta comparten la presencia acústica que atraviesa el propio medio y la experiencia artística. En el título de la exposición, los signos de interrogación cuestionan un término que muchos artistas creen espantoso, prefiriendo una amalgama entre ­small sounds, broken music y sound cooking. Horta defiende su trabajo como una “cartografía tentativa” sobre 100 años de “sonorización” del objeto (pinturas, dibujos, instalaciones y partituras en conflicto) y sus consecuencias estéticas y políticas. La muestra, ciertamente arbitraria, aparece lastimada por unas salas estructuralmente difíciles; las piezas están encogidas, enclaustradas; da la sensación de que el comisario se complace en la confusión formal, sin duda una provocación que deja sitio a las respuestas que cada oyente quiera acordar o cómo situar su mirada bajo el influjo de la escucha.
 
Obras de Rolf Julius.Obras de Rolf Julius. 
'Mannheim Chair', de Michaela Melián.El primer ámbito se ocupa de la pintura, con dos crepúsculos y un silencio de Miró, un nocturno de J. M. ­Whistler, un staccato de Kupka, el Grande Flamenco de Sonia Delaunay, la Canción de Orfeo IV de Bridget Riley y los ritmos de Léopold Survage. En las salas contiguas, el eslabón con lo moderno se va perdiendo e irrumpen obras dislocadas y experimentos: la voz como extremidad sonora en Bird­calls, de Louise Lawler (en el Pati de l’Olivera), y el Strypsody, ¡celestial!, de Cathy Berberian; la escultura de John Baldessari Beethoven’ s Trumpet Opus 133; las mecánicas, de Tinguely; los dibujos de William Anastasi, Michaela Melián, Chiyoko Szlavinics y Palazuelo; el sonido del hielo derritiéndose de Paul Kos, y el silencio de Duchamp, Beuys, Cage y Tres. Las piezas interactivas de Nam June Paik y Laurie Anderson, las partituras deconstruidas de Milan Knížák y la geografía audible del muro de Berlín interpretada por Terry Fox entran también en la contienda.
'Mannheim Chair', de Michaela Melián.
Los trabajos del alemán Rolf Julius (1939-2011) se expanden en cinco apartados, cree el comisario que es el autor que mejor representa la cualidad poético-política del arte sonoro “no coclear”. Sus sencillos altavoces espolvoreados con grafito, cuyas partículas saltan por el efecto de las frecuencias (Singing, Solitary Speaker), y los papeles adosados en las ventanas (Window Piece) despiertan los cinco sentidos a la vez que crean entornos reservados pero permeables al mundo. Su idea de la abstract visual musicality apunta a que el sonido se puede mirar y tocar, es transformativo, tiene superficie, color, poesía conceptual que une el objeto emisor y el individuo receptor. Julius pensaba que el espacio ideal para sus obras estaba fuera del museo, en el desierto, los árboles, en un lago helado, en las fachadas y las calles de Berlín. Creó una escultura de adoquines a ras de suelo donde cada piedra contenía un tweeter que emitía el ruido cotidiano, las idas y venidas de las personas, los sonidos de libertad ganada.
Para los que se vean capaces de imaginar el futuro del arte, esta es una pista, nada nuevo, por otra parte. Se trata de la poesía y sus ritmos.

   TITULO: Documentales - Construcciones - Grandes diseños -La parroquia de Fátima en Cáceres se despoja de su cubierta de fibrocemento,.


La parroquia de Fátima en Cáceres se despoja de su cubierta de fibrocemento,.

Vista general de la parroquia de Fátima, de cuya cubierta ya se ha retirado una buena parte de las placas de fibrocemento./Armando Méndez
foto / Vista general de la parroquia de Fátima, de cuya cubierta ya se ha retirado una buena parte de las placas de fibrocemento.

Tras una obra de 700.000 euros, se convertirá en la primera iglesia de la ciudad que tendrá suelo radiante,.


La parroquia de Fátima, una de las más céntricas de Cáceres y con mayor número de feligreses, afronta el cambio de su cubierta de fibrocemento. Los trabajos, que se iniciaron en el mes de junio, dejan ver ya desde lo alto la estructura metálica que sostiene el techo de la iglesia, sin una gran parte de las placas de uralita que se colocaron cuando el templo se construyó durante la década de los setenta.
Se trata de una ambiciosa intervención, que ronda los 700.000 euros, y que también incluye la sustitución del sistema de calefacción antiguo (tenía una caldera de gasóleo del año 1974) por uno más actual, basado en gas natural con apoyo de placas solares. El calor llegará por suelo radiante y Fátima se convertirá en la primera iglesia de la ciudad que contará con este sistema.
«Hemos actuado por una cuestión de salud y seguridad», afirma el párroco
«Hemos actuado por una cuestión de salud y de seguridad para nuestra feligresía», asegura Diego Zambrano, vicario general de la Diócesis y párroco de Fátima. «Nuestra prioridad era quitar el fibrocemento. La cubierta se hizo hace 50 años y se puso de uralita, que era lo que se utilizaba entonces. Ahora ese material ya no se puede utilizar porque es cancerígeno», relata. El techo venía arrastrando, además, problemas de goteras desde hace tiempo. Solo empresas especializadas pueden manipular en estos momentos este tipo de material, bajo la supervisión de la Junta de Extremadura.
Según se detalla desde la Diócesis de Coria-Cáceres, en la época de construcción de la iglesia de Fátima el fibrocemento llevaba como elemento de cohesión fibras de amianto, que es el material verdaderamente tóxico. Por eso, también se llevará a cabo una operación de 'desamiantado' total del conjunto parroquial.

Sin misas

El templo permanece cerrado desde el pasado 17 de junio, fecha en la que se inició el traslado del mobiliario de la iglesia. Inicialmente, el plazo de ejecución de las obras era de seis meses, pero ha habido algunos retrasos en los trabajos provocados, principalmente, por la autorización que el gobierno regional debía conceder a la parroquia para iniciar la retirada del fibrocemento. Estas labores no han podido iniciarse hasta el mes de septiembre.
La parroquia ha trasladado su actividad mientras duren las obras a la capilla y el salón de actos del colegio de las Josefinas, muy próximo a la parroquia de Fátima. Lo que sí ha venido funcionando hasta ahora era la capilla de adoración perpetua. Pero en el momento en el que se ha iniciado la retirada de las placas ha echado el cierre por cuestiones de seguridad.
Interior de la iglesia.
«La capilla ha permanecido abierta desde que se iniciaron las obras. No ha venido funcionando donde está habitualmente, sino en otro sitio. Pero cuando ha comenzado a trabajar la empresa especializada en la retirada de fibrocemento nos ha dicho que no podía entrar nadie en el recinto. Por eso, la hemos cerrado y esperamos que se pueda volver a abrir a mediados de noviembre», avanza Diego Zambrano.
Las obras continuarán unos meses más, ya que la intervención también contempla la sustitución del actual sistema de calefacción, que tenía escasa potencia, un bajo rendimiento y era contaminante. La vieja caldera de gasóleo del año 74 será sustituida por un nuevo sistema de calefacción por gas natural con apoyo de placas solares. No habrá radiadores. El calor llegará a través del suelo.
Fátima se convertirá así en la primera iglesia de Cáceres que contará con este sistema. Hasta ahora la más innovadora había sido la Concatedral de Santa María, que durante su última obra de rehabilitación fue dotada de bancos con calefacción incorporada. No obstante, hay otras dos iglesias de la Diócesis que tienen suelo radiante: están en Aliseda y en Aceituna.
Las misas se han trasladado a las Josefinas y la capilla de adoración perpetua está cerrada
La parroquia de Fátima fue un proyecto del arquitecto Dionisio Hernández Gil en colaboración con el que fuera arquitecto municipal Manuel García Creus. La consagración del templo tuvo lugar el 4 de febrero de 1975. La construcción es de planta rectangular y abarca una población estimada de 13.000 habitantes.

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