BLOC CULTURAL,

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lunes, 24 de septiembre de 2018

MIERCOLES -26- SEPTIEMBRE - VIAJE A SEVILLA,.

TITULO: MIERCOLES -26- SEPTIEMBRE - VIAJE A SEVILLA,.
 

Mi hermano y yo el miercoles 26 septiembre sera la salida sobre las 9:45 de la mañana dirección a Sevilla a ver el futbol entre dos grandes equipos que son el Sevilla - Real Madrid en  Campo de Futbol llamado Ramón Sánchez -Pizjuán,. fotos.


 Nuestra escapada a Sevilla surgió por motivos profesionales, pero una vez desaparecieron éstos, la tentación ya era demasiado grande, así que seguimos adelante con el plan y volamos con Ryanair desde Zaragoza en apenas 70 minutos por tan solo 24 euritos ida y vuelta los dos (que les critiquen lo que quieran pero yo estoy encantada con Ryanair). Salimos el domingo 27 a las 8.30 de la mañana así que podíamos aprovechar el día entero (lo peor era la vuelta, el miércoles a las 6.30!!).



Como os decía, en poco más de una hora estábamos en Sevilla, así que tomamos el autobús que acercaba a la ciudad (2,40€ el billete) y que nos dejó en Jardines del Prado. Desde allí al céntrico hotel elegido (Confortel Puerta de Triana en Reyes Católicos), teníamos como tres cuartos de hora andando, pero con la aplicación de mapas del Iphone nos animamos a ir dando un paseo, pues el día era espléndido y nos apetecía tomar contacto con la ciudad. Y vaya si lo tomamos!!! El paseo fue todo un descubrimiento de los naranjos en flor y el aroma del azahar, tanto que durante los tres días que estuvimos en Sevilla, no existió para mí otro olor que no fuera ese. Qué bonitos!! Llenitos de flores y frutos, tan frondosos ellos. Hasta me traje como pude un chito a ver si me brota en el jardín. Vaya cuadro yo, todo el vuelo de vuelta con el naranjito en la mano, envuelto entre algodones húmedos y en su botellita de agua metido.... todo para que luego no me chite!!!!. Bueno como el próximo sábado es mi cumple a lo mejor me regalo uno......


Por el camino, en la avenida constitución, encontramos una oficina de turismo y nos metimos en ella de cabeza a por el plano de rigor. Nos proporcionaron también una hoja con los horarios y días de apertura y cierre de los principales monumentos que nos resultó muy útil en nuestra estancia (y precios de las entradas!!).

Llegamos prontito al hotel, tanto que ni siquiera estaba disponible la habitación que habíamos reservado, así que nos dieron otra que antes nos enseñaron y que nos encantó porque tenía una cama de 2 metros de ancho!!!! Jajajaja, casi ni nos tocábamos.....si no queríamos. Y la recepción estaba completamente ambientada, vamos para ir tomando consciencia de dónde estábamos.....


Dejamos las maletas y salimos a conocer Sevilla. Nos dirigimos hacia la catedral pasando por la Plaza Nueva y el Ayuntamiento, cuya fachada nos impactó a pesar de estar cubierta la plaza por hierros y andamios (imaginamos que estarían ya preparando para la Semana Santa). Antes paramos a tomar un café con croissant en el Horno de San Buenaventura, llenito de gente y con solera (dicen que hay datos de su existencia ya en 1385).

Sevilla es un gran ejemplo de la coexistencia de culturas que vivió durante siglos la Península Ibérica, y visitando esta ciudad parece mentira que hoy en día sigan existiendo todavía brotes racistas en este país. Sevilla es Sevilla gracias a la "Ispal" íbera, la "Hispalis" romana, la "Isbiliya" musulmana y cada una de las manifestaciones que estos pueblos dejaron en ella. Y el mayor ejemplo de esta grandeza es el Palacio del Alcázar que veríamos al día siguiente. Sevilla es ante todo Historia de las Civilizaciones.


La Plaza Nueva, durante siglos el centro de la actividad comercial sevillana y dónde se celebraban incluso corridas de toros y procesos inquisitoriales, fue un terreno donado por el rey Fernando III a los franciscanos tras la reconquista de Sevilla y una enorme estatua ecuestre del monarca preside la Plaza que los sevillanos llenan de vida con sus paseos, sus patines y bicicletas.


El edificio del Ayuntamiento, ejemplo de la arquitectura plateresca, refleja la importancia de la ciudad (Sevilla era el centro comercial más importante de España) en la época de su construcción. Es un edificio con una clara disparidad de estilos, con una fachada plateresca, otra neoclásica y las ventanas, arcos y puertas renacentistas.


Así fue como llegamos a la plaza de la catedral (la Plaza De los Reyes), plagadita de gente, grupos de estudiantes de viajes de estudios y coches de caballos. Un mezcla desordenada de edificios, estilos y colores con un encanto muy especial, dominada por la imponente altura de su campanario universal: La Giralda



Destacaba en esta plaza la fachada del barroco Palacio Arzobispal (construído como la Catedral sobre las ruinas de Hispalis) y me encantó su patio cuidadosamente pintado con una fuente al fondo. Como no podía ser de otra manera, es la sede del Arzobispo de Sevilla.



Sacamos unas cuantas fotos y tras admirar la catedral nos encaminamos hacia el Alcázar porque ésta cerraba al mediodía y decidimos dejarla para por la tarde. Pero el Alcázar tenía una filas tremendas y no nos apetecía esperar al sol sevillano que picaba ya a esas horas, así que "entramos" en el Alcázar por la puerta de salida (la que da al Patio de Banderas desde donde el Giraldillo relucía al sol en todo su esplendor) y nos adentramos en el barrio de Santa Cruz, a respirar el ambiente de la judería a través del "Callejón de la Judería".

Este Callejón es un pequeño pasadizo que conecta el Patio de Banderas (así llamado por los estandartes que portaban las tropas cuando partían desde aquí a sus batallas) con el corazón del Barrio de Santa Cruz. Al final de éste hay un pequeño patio con buganvillas sobre el muro del Alcázar y cuentan que Alfonso XII se ayudaba de ellas para salir del Alcázar en busca de su amada Mercedes.



Fue aquí donde vimos los patios más bonitos de Sevilla (aunque en Triana también veríamos alguno, los mejores sin duda los encontramos en este popular barrio,.

El barrio es un placer para los sentidos, con sus casas encaladas en blanco, las estrechas y sinuosas callejuelas y los balcones colmados de flores. En cada casa, su patio con azulejos árabes, fuentes a pie de suelo y plantas por doquier.


Sorprende la estética árabe del barrio a pesar de ser la antigua judería y cuya explicación solamente puede estar en la simbiosis de culturas mantenidas a lo largo de los siglos. Una vez más, como en otras juderías que hemos vistos en ciudades como Gerona o Venecia, descubrimos la típica construcción judía ganando terreno verticalmente, elevando el edificio siguiente sobre el tejado del anterior.


Como el calor apretaba y el hambre hacía su aparición, entramos a tapear en una tasca (Bodeguita Santa Cruz Las Columnas) plagada de lugareños (digo yo que sabrán lo que hacen) y pedimos una de tortilla de camarones (ponen dos unidades) y otra de tortilla de patatas (tortilla individual). Una manzanilla para entonarnos y una cañita (total 6,90 €). Estaba muy rico, y con el gusanillo apaciaguado, continuamos nuestro paseo por el barrio buscando dónde comer. Nuestra nota: un 7.

Descubrimos un bar-restaurante (Doña Lina) que no tenía demasiada gente y nos gustó porque así podíamos sentarnos a descansar mientras comíamos. Pedimos varias tapas y raciones para comer, en lugar de menú, y así de paso probábamos cosillas típicas de Sevilla. Tomamos gazpacho (bestial), cazón adobado, salmorejo, espinacas con garbanzos, piquillo con bacalao, flamenquín triguero y dos cañas de cerveza, entotal 23,15 eurillos. No nos pareció barato, ni tampoco tan bueno todo como esperábamos. Solamente el gazpacho merecía realmente la pena. Nuestra nota: un 5. En realidad fue el único sitio en el que no nos convenció la comida (ni su precio, claro, para la calidad......) pues el resto de comida que probamos estaba muy bien, y en general Sevilla no nos pareció cara para comer.

Saciado el apetito continuamos paseando y nos topamos con el Hospital de los Venerables de estilo Barroco y algunos elementos árabes, cuya Iglesia posee una gran colección de obras pictóricas según contaban en la entrada, pero no entramos a verla.

Llegamos también hasta la Iglesia de Santa Cruz y hasta la Plaza del mismo nombre cuya cruz de hierro forjado domina el centro de la misma rodeada de naranjos. (Bajo esta cruz se dice que se encuentran los restos de Murillo).



Al final del barrio, nos topamos con los jardines de Murillo, originariamente pertenecientes a los Jardines del Alcázar y que Isabel II convirtió en parque público. El nombre proviene del pintor homónimo ya que nació en el barrio de Santa Cruz.


Un bonito sitio donde descansamos un poquillo al precioso sol sevillano y donde descubrimos las raíces de un árbol enorme y un monumento a Cristóbal Colón compuesto de dos columnas neoclásicas y una carabela en medio.



En la salida nos encontramos con restos de la muralla islámica y de las conducciones que suministraban agua al Alcázar y a la ciudad en época cristiana.


Ya era la hora de apertura de la catedral, así que nos encaminamos hacia una puerta de entrada lateral, la que da hacia el Alcázar. Había gente esperando pero la fila iba rápida y disfrutamos de los motivos de la fachada, mezcla de estilos arquitectónicos.


Mientras esperábamos intentaron vendernos una visita guiada en español que nos aseguraban merecía la pena y ante nuestra negativa, el maleducado guía nos contestó de muy malos modos que allá nosotros, que no nos íbamos a enterar de nada (impresentables hay en todas partes así que me ahorro todo lo que pienso de este señor, de sus modales y de su “negocio” realizado con el consentimiento de la taquilla, pues sin ningún reparo sacaba las entradas para los visitantes saltándose toda la fila).

Pagamos las entradas (8,00 euros cada una con la visita a la Iglesia Colegial del Divino Salvador incluida y la subida a la Giralda) y adquirimos una audio guía por 3,00 euros (hemos descubierto la importancia de éstas no hace mucho y casi siempre merece la pena). Una vez dentro, la catedral más grande del mundo (por volumen) y Patrimonio de la humanidad desde 1987, nos secuestró por un par de horas y disfrutamos de su arquitectura, las capillas, las imágenes y esculturas, los arbotantes, el enorme coro y el órgano que ocupan el centro del edificio.....



El altar principal, que llevó 40 años terminar está recubierto de una capa de oro y a su derecha hay una capilla que fue el principal centro de oración de la antigua mezquita, sobre cuyos restos destruidos por un terremoto, se construyó la actual catedral.


En la Catedral se encuentra la tumba con los restos de Cristóbal Colón, tras su periplo por el mundo hasta que llegaron aquí y de la que no conseguí sacar ninguna foto en condiciones.


Subimos por supuesto a lo alto de la Giralda, 34 tramos de rampas a patita. El antiguo alminar árabe de planta cuadrada, está coronado por una veleta giratoria (el Giraldillo) que dio nombre a la Giralda.


No se hace especialmente duro gracias a las vistas que se van disfrutando en la subida y a las pequeñas vitrinas con objetos históricos de la Giralda que hay de tramo en tramo (incluido el primer reloj que tuvo la Giralda). Las vistas desde arriba son espectaculares y sobran las palabras:




La salida de la Catedral se hace a través del Patio de los Naranjos (precioso, por supuesto) y la Puerta de Bronce (o del Perdón) que formaba parte de la antigua mezquita. En el centro hay una fuente de mármol de la antigua basílica visigoda, que los musulmanes utilizaban para sus abluciones antes de entrar en la mezquita. Los muros que rodean el patio son los árabes originales y todavía se ven grabados con versos del Coran.



Una vez fuera, nos dirigimos hacia la Iglesia del Divino Salvador. Nos sentamos a tomar un café en una terraza de la misma plaza a disfrutar de la tarde de domingo sevillana y atravesamos la fachada de ladrillo rosa para adentrarnos en la primera gran mezquita que se construyó en Sevilla y en cuyo patio de entrada se conserva el minarete, la fuente de abluciones y por supuesto....los naranjos. Intentaron vendernos sí o sí la audioguía que por supuesto no compramos, por pesados (debían ser parientes de la "mafia" de la Catedral)



La Iglesia tiene una colección de arte increíble entre esculturas y pinturas y el retablo barroco de la Transfiguración de Cristo es impresionante. Me gustó especialmente por su ternura el retablo de la borriquita que abre las procesiones de la Semana Santa sevillana el Domingo de Ramos. Y también hay una reproducción de la Virgen del Rocío.


A la salida y saturados de tanta belleza, nos dimos un paseíto hasta el hotel a descansar un poquillo. Había que coger fuerzas porque la tarde noche era para Triana!!Nuestro hotel estaba junto al Puente de Triana así que dos de las noches cenamos por allí dejándonos empapar por el ambiente trianero, y eso que esperábamos más porque imaginamos que el fin de semana tiene que ser alucinante.

Entramos pues en Triana por la puerta grande, su Puente, con unas vistas sobre el Guadalquivir espectaculares, la Torre del Oro y la Maestranza al fondo en el lado izquierdo y Triana enterita al otro lado del puente.



En Triana descubrimos más patios llenitos de plantas. Hay que ver el mimo que dedican a estos patios, qué cuidados y qué bien decorados, con disposiciones ordenadas y sin que en ningún momento den sensación de saturación.



Antes de adentrarnos en el barrio, pasamos por debajo de este callejón llamado de la Inquisición, que daba al Guadalquivir y desde el que había unas preciosas vistas de la ribera de enfrente. Este callejón toma el nombre del antiguo camino que llevaba a la sede de la Inquisición.



Tras estas bellas imágenes, iniciamos nuestra toma de contacto con Triana paseando por San Jacinto hasta Pagés del Corro y bajando por ella hasta Pureza para volver por la calle Betis, la arteria de Triana. Durante nuestro paseo por el barrio pudimos comprobar los tópicos sevillanos: la alegría de las gentes, la vida en la calle, la devoción en cada Iglesia por sus imágenes, la arquitectura característica de sus edificios encalados y balcones de hierro forjado.....


Triana es cerámica (su alfarería llegó a exportarse a toda Europa durante la Edad Media), es gitano (hogar tradicional de la raza gitana), es toreo (el barrio está plagado de placas conmemorativas a los toreros nacidos allí) y flamenco (la tradición flamenca sigue muy arraigada en este barrio).


Nos hicimos fotos con la estatua del torero Juan Belmonte que no nacíó trianero pero sí vivió allí la mayor parte de su vida.


También nos acercamos a ver la Iglesia de Santa Ana donde muchos lugareños rendían culto a la Esperanza de Triana (aunque su lugar habitual es Capilla de los Marineros, estaba allí temporalmente). Este templo se considera por los trianeros como la otra catedral de Sevilla y cuentan que Alfonso X El Sabio mandó construirla tras una promesa realizada a Santa Ana, madre de la Virgen si le curaba de su ceguera. Tras recuperar la vista cumplió la promesa y mandó erigir la Iglesia, decorada con azulejos y con una espléndida bóveda de estilo gótico.



Queríamos ver la Capilla de los Marineros pero ya había cerrado. así que la dejamos para el día siguiente, y para culminar el día, nos marcamos unas raciones de choco y de boquerón frito en un velador a pie de Guadalquivir, en la mismita calle Betis (es el nombre con el que los romanos llamaban al Guadalquivir), todo riquísimo tomado bajo los naranjos con vistas al rio y al puente de Triana (el de Isabel II) y disfrutando de la magia del anochecer.


Y así fue como terminamos nuestro primer día en la ciudad porque agotaditos como estábamos, ni nos planteamos echar un vistazo a algún espectáculo flamenco.

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