TITULO: REVISTA MUJER HOY DE CERCA PORTADA - FRANCISCA SERRANO,.
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Si piensas que solo las grandes fortunas
pueden ganar dinero con la bolsa, este libro te hará cambiar de opinión
y te abrirá las puertas a un nuevo mundo. todos, con un poco de
formación y siguiendo unas sencillas pautas, podemos llegar a obtener
beneficios en los mercados financieros.
Conocí a Paqui en Granada, tras el acto de presentación de un libro. Me dijo: «
Me
dedico al trading, le dedico unas dos horas al día y gano dinero. Mi
bróker está en Estados Unidos y sólo realizo operaciones intradía». Con los ojos muy abiertos por el asombro, tardé en responderle. Ignorante y lego en estas materias, decidí sincerarme: «
Perdona, Paqui, eso del trading… ¿qué es?».
Y para mi sorpresa, con unas palabras sencillas, mucha pedagogía y
cálido entusiasmo, me explicó los rudimentos de una actividad
apasionante al alcance de cualquier persona realmente interesada y
motivada en su formación… y así nació este manual. La autora nos desvela
sus secretos: las bases de funcionamiento del trading, ideas generales
sobre la bolsa, consejos muy prácticos que permitirán al interesado
adentrarse de forma segura en este mundo trepidante. De manera muy
pedagógica e inteligente comparte con sus lectores todo el conocimiento
adquirido durante su experiencia exitosa. No se limita a la repetición
pasiva de fundamentos teóricos, sino que predica con el ejemplo. Primero
ganó —y sigue ganando— dinero con su actividad bursátil, y después
quiso abrirnos las puertas de su inteligente sabiduría, un gesto hermoso
que muchos de sus lectores le agradecerán de por vida.
TITULO: 7 DIAS CITAS, SI TIENES MINUTOS Y DESCANSO - LA TIGRESA Y LA ACROBATA,.
El circo me hacía llorar. Aún hoy, solo con ver
los carteles, se me encoge el corazón por esa solemne majestuosidad de
las criaturas humilladas por la ridícula estupidez humana. foto
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El circo es un espectáculo donde los tigres,
entre rugidos, deben hacer equilibrios sobre sus propias heces, con sus
patas perfectamente alineadas por el silbido del látigo. Tanta energía,
tanto poder y tanta belleza solo para demostrar que pueden saltar dentro
de un círculo de fuego.
¿Y qué decir de los elefantes?
Su antigua y venerable sabiduría se reduce a dar vueltas con un penacho
en la cabeza y a poner una pata sobre el adiestrador sin aplastarlo. Me
daban ganas de echar a correr hacia la pista para abrazarlos y rociar
con mis lágrimas su piel rugosa, implorándoles: "¡Perdonadnos, hermanos
elefantes!". También los payasos me hacían llorar. Mientras todo el
mundo se reía, a mí se me revolvía el estómago y tenía que hacer un
esfuerzo terrible para no estallar en sollozos. El dolor de los animales
y la tristeza de esos hombres obligados a hacer reír a los demás me
zarandeaban con la fuerza de un tsunami.
Qué maravillosa es esa capacidad del ser humano para dar un paso más en la perfección.
Sentía cierto
alivio cuando aparecían los acróbatas,
los malabaristas, los equilibristas. Asistía embobada a aquel vuelo de
platos en el aire, a las caminatas sobre la cuerda, a las volteretas de
esos cuerpos entre trapecios. ¡Qué maravillosa es esa capacidad del ser
humano para dar un paso más en la perfección, para alcanzar, mediante el
trabajo y el esfuerzo, lo que parece totalmente inalcanzable!
Ya
en casa, me pasaba varios días lidiando con sentimientos encontrados.
Era consciente de que todo lo que había visto me concernía directamente.
Sabía que dentro de mí había una tigresa al acecho, solo
transitoriamente intimidada por el látigo. Pero no solo había una
tigresa sino también una acróbata, con una firme voluntad y un férreo
deseo de elevarse del suelo y hacer cabriolas en el aire, ingrávida, sin
esfuerzo, suspendida por un instante en la gracia.
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- TITULO: LA COCINA SABADO - EL FLAN DE LA MARINA,.
El flan de La Marina, foto.
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En la emblemática cafetería de Badajoz, despidiendo a Carpanta,.
Hubo un tiempo en el que estaba tan pelado que un día tuve que
pedirle mil pesetas prestadas al portero. Vivía en aquel entonces en
Badajoz, con mi novia, en un piso de María Auxiliadora, aunque,
oficialmente, estudiaba en Salamanca. Supongo que tener abiertos dos
pisos de estudiantes a los 20 años no lo soporta ninguna economía y,
aunque solo comíamos espaguetis e hígado de cerdo, a partir del día 20
de cada mes no podíamos gastar ni una peseta.
En aquel tiempo, 1978, solía tener un solo capricho, que satisfacía a
principio de mes. Me acercaba a la cafetería La Marina y me tomaba un
flan. Aquellos flanes de La Marina estaban buenísimos. La cafetería, en
general, y su restaurante, en particular, eran para mí una especie de
mito de Carpanta, aquel personaje hambriento del TBO. Un tío de mi mujer
contaba sus comidas allí y yo, pobre comedor de pasta e hígado, hígado y
pasta, soñaba con aquellas merluzas y aquellos escalopes descritos por
mi tío como si fueran la culminación de la felicidad. Pero no había
manera. El dinero daba para un flan. Y gracias.
El caso es que pasaron los años, casi 40, la emblemática cafetería de
Badajoz evolucionó y servidor fue introduciendo variaciones en su dieta
más allá de la casquería y los espaguetis. Pero nunca había satisfecho
mi sueño de Carpanta: comer en La Marina. Hasta el martes pasado.
Hace unos años, hice un reportaje sobre cafés emblemáticos de Cáceres
y Badajoz y me reuní en La Marina con Miguel Murillo, que me contó
divertidas anécdotas sobre la ciudad y el café. El martes, también
estuve con Miguel por la mañana y me estuvo hablando de actrices famosas
relacionadas con Badajoz como Rita Hayworth, cuyo padre había vivido en
San Roque, o Noomi Rapace, la actriz sueca de la saga Millennium que
encarna a Lisbeth Salander, cuyo tío frutero acertó a pasar ese martes
por la mañana frente a La Marina.
A la hora de comer, la terraza estaba llena y en el interior había
tres caballeros tomando unas cañas. Si aquella visita tenía un
componente de búsqueda del tiempo perdido, la recuperación del pasado se
completó cuando uno de los caballeros, tras recomendarme un restaurante
portugués, que habrá que visitar este otoño, resultó ser un profesor de
aquella novia (hoy mi mujer) con la que tomaba flanes en La Marina los
días uno de cada mes. Era José Benito, profesor de Genética en la
escuela de ITA desde principios de los 70 y cuñado de Juan Luis
Galiardo, de quien escribíamos en esta página hace unos días.
El caso es que me senté en una mesa interior y noté enseguida los
cambios de La Marina, hoy reconvertida de cafetería clásica en tapería
moderna. En los 70, sus camareros eran instituciones locales, señores
maduros y solventes que lo mismo escuchaban una pena que reían un chiste
con suma educación. Ahora, los camareros sólidos han sido sustituidos
por Chiqui y Vanessa, dos camareras jóvenes, amables y eficaces que, en
un momento, me habían ofrecido el menú del día y las raciones de la
carta.
La Marina ya no es el restaurante de lujo de los 70. Se ha adaptado a
los tiempos. Creo, incluso, que si fuera estudiante, podría comer a
primeros de mes en sus mesas. El menú del día cuesta nueve euros e
incluye un pan muy rico, una cerveza muy fría, gazpacho o un pisto con
huevo casero delicioso, chuletas de cerdo empanadas con patatas fritas
de verdad o muslo de pollo y, de postre, lo esencial: ¡flan!
El flan de La Marina sigue mereciendo la pena, no es fácil hacer buen
flan. Así que la recuperación del pasado fue completa. Además del menú,
la carta tentaba con raciones de picaña o solomillo (12 euros),
secreto, pluma, chuletas de cordero o pulpo a la brasa (14) y entrecot,
chuletón o presa (16). Las tapas, más sofisticadas, merecen la pena:
tataki de atún, crepe de rabo de toro o gambón crujiente (5), cachopín
relleno o croquetas de choco (4) y wok de solomillo (3.50). ¡Adiós Carpanta!,.
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