-fotos--Peter Dinklage: "En la vida real no hay elfos. Hay enanos como yo, seres humanos de los pies a la cabeza"
Convertirse en un 'sex symbol'
midiendo un metro treinta no entraba en sus planes, pero su personaje de
Tyrion en 'Juego de tronos' ha dado un vuelco a su vida. Después de
coprotagonizar uno de los éxitos del verano, 'Pixels', y con dos
películas más en rodaje, hablamos con el actor de moda. Un tipo luchador
que lleva toda la vida diciendo 'no' al papel de bufón.
Me anima, además, el que uno de los gerifaltes de 'Juego de tronos' ya haya hecho ese paralelismo: el cocreador Dan Weiss dijo que Dinklage y su personaje Tyrion Lannister «esconden una gran humanidad bajo su capa de humor cáustico». ¿Está él de acuerdo?
Dinklage no hace ninguna mueca hostil y asiente con la cabeza. «Entiendo por qué lo dice. Tyrion es el personaje más humano. No es ni un héroe ni un villano. Tiene sentido del humor, incluso en los peores momentos. ¿Quién puede identificarse con Ned Stark? ¿Usted se iría a cenar con Ned? ¡A que no! Pero seguro que saldría a tomar algo con Tyrion». Dinklage guarda silencio un momento. «Aunque en realidad creo que Dan se estaba refiriendo a que tanto a Tyrion como a mí nos gusta beber más de la cuenta... ¡Y lo ha dicho de forma sibilina, como corresponde a un escritor con talento!». Está claro: Dinklage, como Tyrion, tiene sentido del humor.
Aunque tampoco es cuestión de llevar demasiado lejos el paralelismo (su personaje en 'Juego de tronos' también es propenso al parricidio y a frecuentar prostitutas), a Dinklage le ha venido muy bien compartir determinados rasgos con Tyrion. Nadie sabe cómo va a terminar 'Juego de tronos', una serie donde los personajes principales mueren con pasmosa regularidad, pero sí hay una cosa segura: la mayoría de los espectadores quieren que Tyrion siga con vida. Además, la brillantez de su personaje no solo le ha cambiado la vida a Dinklage, también ha contribuido a tirar por tierra nuestra percepción de lo que es necesario para triunfar como protagonista masculino.
LA CAUSA DE SU PEQUEÑO TAMAÑO
Dinklage nació con acondroplasia, la forma más corriente de enanismo con extremidades cortas; mide poco más de un metro treinta. «Sí, la definición de 'galán' ha cambiado dice. Y eso es fantástico. Hollywood, por fin, está abriendo las puertas a perfiles de personas reales. No todo se reduce a los guapos de toda la vida».
Dinklage se siente en deuda con el escritor de 'Juego de tronos', George R. R. Martin. «Me gustaron mucho los libros y las películas de 'El señor de los anillos', de Tolkien, pero en esa saga los enanos, como los elfos, eran otras 'criaturas'. No seres humanos. En la vida real, sin embargo, no hay elfos, pero sí que hay enanos como yo. Somos seres de carne y hueso. Por eso es agradable que en una historia de ficción te conviertan en un ser humano, para variar, y más en un género como este. George fue muy listo y creó un enano que es un ser humano de los pies a la cabeza».
Tras el estreno de 'Juego de tronos' en 2011, Dinklage se hizo famoso de la noche a la mañana. El trabajo en la serie solo le ocupa meses al año y le aporta la seguridad económica necesaria para involucrarse en proyectos independientes. Hace poco terminó el rodaje de la película alemana 'Taxi', dirigida por Kerstin Ahlrichs, y tiene previsto protagonizar un thriller, 'The Thicket', producido por él mismo. «Las películas de bajo presupuesto son muy importantes. Uno no se implica en ellas por dinero. Y, además, ese tipo de trabajos me ayudan a no olvidarme de mis comienzos profesionales».
SU OBJETIVO: HUIR DE LOS CLICHÉS
Sus comienzos profesionales se pueden dividir en dos mitades. La primera discurre desde su debut en 'Vivir rodando' (1995) hasta su actuación en 'Vías cruzadas' (2003), un periodo marcado por la falta de dinero. Compartía un destartalado piso del Lower East Side neoyorquino por el que cuentan que corrían los roedores. «Bueno, tampoco estaba infestado de ratas, pero sí que encontramos alguna». La segunda mitad engloba los años previos a 'Juego de tronos', en los que apareció en películas como 'Un funeral de muerte', que contribuyeron a multiplicar su prestigio profesional.
Durante la primera fase de su carrera dijo que no a papeles que en su opinión reflejaban los habituales clichés sobre los enanos. Hizo todo lo posible para que no lo encasillaran. En 'Vivir rodando' tiene una escena de un sueño con Steve Buscemi y su personaje se queja: «¿Es la única manera que tienes de convertir todo esto en un sueño? ¿Metiendo a un enano en el sueño? ¿Conoces a alguien que sueñe con enanos? ¡Claro que no! ¡Ni siquiera yo sueño con enanos!». Peter sonríe. «Era mi primera película. Digamos que empecé en el cine con esa diatriba, expresándome así, y que desde entonces he tratado de ser fiel a mis propias palabras».
HASTA LOS 30 AÑOS NO EMPEZÓ A DESPUNTAR
Dinklage nació en Brookside, Nueva Jersey; su madre era profesora de música y su padre, vendedor de seguros. En el hogar familiar imperaba la felicidad, pero la adolescencia le resultó, dice, «difícil». Pronto se sintió atraído por las artes escénicas, lo mismo que su hermano, Jonathan, que hoy es violinista profesional. Peter estudió arte dramático y se marchó a vivir a Nueva York con el sueño de montar una compañía teatral. «De joven era un poco más exigente conmigo mismo a la hora de tomar decisiones profesionales», indica. Los elfos simpáticos y los duendecillos bufonescos nunca fueron de su agrado. «Yo tenía una serie de principios y sabía qué cosas me incomodaban; tenía claro que no iba a hacer determinados trabajos. Hay muchos otros modos de pagar el alquiler». Luego, en 2003 trabajó en 'Elf' y cinco años después participó en 'Las crónicas de Narnia', pero en ninguno de estos dos casos creyó estar comprometiendo su integridad.
No empezó a tener ingresos decentes hasta cumplidos los 30. Todo cambió tras su interpretación de Tom Thumb en una obra de teatro producida por el autor y director Tom McCarthy. McCarthy se dio cuenta del potencial de Dinklage como protagonista y le ofreció uno de los papeles principales en su película 'Vías cruzadas', sobre un amante de los trenes que se traslada a vivir a una estación ferroviaria abandonada con la esperanza de encontrar la soledad. Y que al final acaba encontrando la amistad. La película tuvo éxito en el circuito independiente y ganó un premio en el Festival Sundance, lo que insufló nueva vida a las carreras profesionales tanto del actor como del director.
«Era una película hecha entre amigos y con muy poco dinero, en una época en que todavía era posible hacer ese tipo de cosas. Bueno, quiero pensar que todavía es posible hacerlas... Fue una gran época en nuestras vidas. Tom desde entonces ha hecho algunas cosas increíbles». ¿Dinklage ha cambiado mucho desde entonces? «Ahora tengo muchos más años, y se nota, pero sigo siendo el mismo dice mientras sorbe un batido de vitaminas. Hago lo posible por mantener la cabeza fuera del agua».
Hoy tiene 46 años y está claro que la mantiene fuera del agua, por mucho que recuerde con nostalgia otros tiempos. «Mi juventud como actor fue maravillosa afirma y no me gustaría estar en la piel de los actores que se hacen ricos y famosos cuando todavía son unos chavales. Si a los 20 años hubiera tenido mucho dinero en el banco, seguramente me habría perjudicado mucho... a mí mismo y a otros. Porque entonces no era una persona responsable».
UN MARIDO EJEMPLAR
En 2005 se casó con la directora teatral Erica Schmidt, con la que tiene una hija. Su esposa, dice, «es una mujer brillante. A diferencia de tantos en nuestra profesión, que tan solo están interesados en trabajar en el cine, el teatro es algo sagrado para ella. No se trata de una forma de entretenimiento, sino de arte con mayúsculas. Mi mujer no cesa de inspirarme. Está claro que es la artista de la familia». ¿Es que él no lo es? «Yo solo soy el actor de televisión que paga las facturas».
Y puede pagar las facturas porque está siendo partícipe de la nueva edad de oro de la televisión. «Es un gran momento en el medio, porque los canales de cable no están sometidos a las exigencias de la publicidad. Por ejemplo, el canal HBO tiene completo control artístico sobre sus producciones. Pueden mostrar secuencias con desnudos o diálogos con palabras malsonantes y, lo principal, deja campo abierto para que los guionistas hagan lo que de verdad quieren hacer».
A Dinklage también le llegan muchas ofertas del cine. Pero ha dicho que no a muchas películas del género fantástico porque, en su opinión, son demasiado parecidas a 'Juego de tronos'. «Si trabajas en 'Juego de tronos', lo último que te interesa es trabajar en una especie de imitación de la serie. Ya lo hago bastante bien en el original; no tengo por qué copiarme a mí mismo».
Dinklage tiene previsto participar en varias películas, como 'O'Lucky Day', una comedia para adultos sobre un estafador que se hace pasar por un duende, o 'Michelle Darnell', en la que aparecerá como secundario junto con Melissa McCarthy. También ha firmado un contrato con Sony Pictures para protagonizar dos de sus próximos filmes, aportando la voz del 'Águila Poderosa', un héroe ornitológico que está en horas bajas, en una animación basada en los 'Angry Birds'... Y este verano ha coprotagonizado 'Pixels', en la que unos extraterrestres se lanzan al ataque valiéndose de personajes de las icónicas máquinas de videojuego de los años ochenta como Pac-Man o Donkey Kong.
EL FUTURO DE 'JUEGO DE TRONOS'
La familia Dinklage está instalada en Nueva York, donde lleva una vida discreta. «La gente ve a los actores en esas galas con alfombra roja y piensa que es el tipo de vida que llevo, pero no es así. Vivo en Nueva York y tengo una casita con jardín en el campo. Me gusta disfrutar de mi intimidad».
Pero no es fácil pasar inadvertido. «Lo daría todo por volver a ser el de antes, cuando la gente me veía actuar y decía: '¡Ojalá tuviéramos una cámara!'. Hoy, todo el mundo tiene una cámara. Si alguien viene, me dice que le gusta mi trabajo y me pide una foto, no tengo problema en decirle que sí. Los que me molestan son los que tratan de sacar la foto de tapadillo». Y se explica: «Si estás con tu hija, no te gusta tener la impresión de que todos están espiándote. Ya nada es privado, y el problema es especialmente grave entre los más jóvenes. Da la sensación de que se pasan la vida grabando todo cuanto hacen y enviándoselo a sus amigos. Todas las mañanas cuelgan en Facebook lo que están comiendo para desayunar. Pero... ¿a quién coño le importa?».
Sonríe, y su expresión de pronto es un poco tímida. «Está claro que solo es un problema para los que vivimos bien. Los que se pasan el día trabajando tienen problemas bastante mayores que los míos. Pero sigue siendo un fenómeno extraño, y es evidente que 'Juego de tronos' tiene que ver con el asunto. Si trabajas en el cine, es posible que un desconocido te pare por la calle y comente que te vio en una película hace unos meses, y tú le hablas de lo que has estado haciendo desde entonces. Pero si estás trabajando en Juego de tronos, ¡resulta que anoche estabas en la puta sala de estar de todo el mundo!».
Tan solo los creadores de Juego de tronos saben hasta cuándo seguirá Tyrion visitando nuestras salas de estar. Pero parece que Peter Dinklage va a seguir formando parte de nuestras vidas mucho tiempo.
Deconstruyendo a Peter
- Su padre era vendedor de seguros y su madre, profesora de música. Tiene un hermano mayor, que es violinista. De pequeños, ya amenizaban a la familia con shows de marionetas.
- Es vegetariano desde los 16 años. «Yo nunca haría daño a un perro, ni a una vaca ni a un pollo. Y no voy a pedirle a nadie que lo haga por mí. Por eso soy vegetariano».
- El secreto de su espesa melena, dice, es no peinarla. Confiesa que no tiene ni peine ni cepillo.
- Dinklage era la primera y única opción de George R. R. Martin para Tyrion Lannister, así que no tuvo que pasar por una audición. Dice que lo único que le pidió a Martin antes de saber cómo era el personaje es que no le hiciese llevar barba larga ni zapatos con punta. Sobre la corrección política a la hora de hablar de la acondroplasia, dice que no le importa que lo llamen 'enano' y que odia la expresión 'gente pequeña'. «Estoy a favor de la corrección con los términos, pero tampoco hay que ir de puntillas. Llámame 'enano', pero sé auténtico. No puedes ser demasiado cuidadoso todo el tiempo, porque eso te aleja de la gente».
- Sí es crítico con otros enanos que participan en espectáculos que él considera ofensivos. «Puedes decir que no. No puedes ser objeto de ridículo». Durante años tocó en una banda de punk-funk-rap llamada Whizzy. Durante una actuación sufrió un accidente, resultado del cual es la cicatriz que tiene desde el cuello hasta la ceja.
- Sobre haberse convertido en un sex symbol es escéptico. «Las mujeres todavía van a por tipos que miden 1,80. Es bueno que la gente piense fuera de los esquemas convencionales, pero lo de sexy no me lo creo ni por un minuto».
- Su mujer discrepa. No solo lo encuentra atractivo, sino muy divertido. Él admite que siempre supo hacer reír a las chicas. «Y eso ayuda».
Las mil caras de Dinklage
1995. Vivir rodando
2003. Elf
2004. Vías cruzadas
2006. El pequeño fugitivo
2007. Superdog
2008. Las crónicas de Narnia
2008. Penélope
2010. Los ritos de Ransom Pride
2010. Un funeral de muerte
2013. A case of you
2014. X-Men
2015. Pixels
Las mejores frases de Tyrion
Violencia: «No se me da particularmente bien la violencia, pero soy bueno convenciendo a otros para que sean violentos por mí».
Mentira: «Cuando le arrancas la lengua a un hombre, no estás demostrando que sea un mentiroso, simplemente le estás diciendo al mundo que te da miedo lo que pueda decir».
Orgullo: «Es difícil ponerle una correa a un perro una vez que le has puesto una corona en la cabeza».
Ingenio: «La mente necesita libros como la espada necesita una piedra de afilar si quiere mantener su agudeza. Por eso leo tanto».
Alcohol: «No es fácil estar borracho todo el tiempo. Todo el mundo lo haría si lo fuese».
Verdad: «Lo siento, los enanos no necesitamos tener tacto. Generaciones de bufones con trajes de colorines me dan derecho a vestir mal y a decir todo lo que se me pase por la cabeza».
TÍTULO: MAS QUE COCHES - Mercedes GLA, un todocamino de lujo,.
Mercedes GLA, un todocamino de lujo / fotos
Tanto en el exterior como en su
interior se aprecian su acabados y materiales de calidad. A ello se una
la gran comodidad que ofrece este vehículo a sus pasajeros.
Basado en la plataforma del Clase A, el nuevo GLA permite una utilización diaria ya sea en ciudad o por carretera, y dotado de tracción total, incluso salir a rodar por pistas. Si se elige la tracción integral 4MATIC, el vehículo rueda con una tracción totalmente delantera y puede llegar a ser 50/50 repartida entre el eje delantero y trasero.
Además, con el control de estabilidad 4ETS aumenta la seguridad de conducción sobre todo en terrenos con adherencia desigual o resbaladiza. También dispone de un sistema (DSR) que ayuda a descender pendientes pronunciadas y es posible ajustar la velocidad entre 2 y 18 km/h.
FRONTAL
Su frontal es llamativo, con una gran parrilla en la que destaca el rombo de Mercedes; por debajo lleva una protección típica de los SUV, que puede ser de color plata, cromo oscuro o negro brillante, dependiendo del equipamiento elegido. En la parte trasera llama la atención el listón cromado entre las luces y el spoiler. Exteriormente el GLA no parece un vehículo que puede circular por caminos, además de por su aspecto de cupé, por su altura, de 1,49 metros.
Al entrar en un GLA lo primero que se percibe es que la posición de conducción no es tan alta como la de un todocamino convencional, sino más bien la de un turismo, algo que muchos conductores agradecen. Y también el aspecto interior, en el que destaca su deportividad, la gran calidad de los materiales, los detalles y el cuidado en los acabados. También es interesante en el GLA la versatilidad de su interior, así como las múltiples opciones para personalizarlo con varios combinaciones de molduras y tapizados. La lista de opcionales es inmensa, de forma que el cliente puede elegir un coche enteramente a su gusto.
MALETERO
En este tipo de vehículos el maletero es una zona muy importante y nos ha parecido muy interesante el paquete que se ofrece como opcional para el compartimento de carga (200 euros). Consta de redes portaobjetos, una caja plegable para colocar elementos más pequeños y evitar que vayan sueltos, los respaldos de los asientos traseros se pueden colocar en una posición 15 grados más erguida para aprovechar más el maletero.
Destacar también que dispone de una toma de corriente de 12 V.
En lo que a conectividad y entretenimiento se refiere, el GLA no se queda a la zaga de otros competidores. Cuenta con el denominado Central Media Display, que dispone de una pantalla que no está integrada en el salpicadero pero que no puede extraerse.
Para su manejo cuenta con un mando circular situado entre los asientos además de varios botones, y también otros en el volante, y con todo ello elegimos la información que queremos aparezca en la pantalla: funciones de navegación, teléfono, radio, climatizador...
La gama de motores acaba de ser actualizada el pasado mes de agosto y consta de los de gasolina: 200 de 156cv, 250 de 211cv y el más alto de potencia, el 45 AMG que rinde 381cv. En diesel, el 200 d de 136cv y el 220 d de 177. La tracción total 4Matic sólo está disponible con el GLA 250 y GLA 220 d de 177cv.
El cambio es manual de 6 marchas para las versiones gasolina y diesel menos potentes y automático de 7 velocidades y doble embrague para el resto.
Los precios del Mercedes GLA oscilan entre los 36.075 euros del 200 CDI y los 65.750 del 45 AMG 4M. Los acabados de los que dispone para darle un aspecto más o menos deportivo son el Style, Urban y AMG Line.
MERCEDES GLA 200 CDI
MOTOR
Combustible: diésel
Cilindrada (cc): 2.143
Potencia (cv a rpm): 136 a 3.200-4.000
Tracción: delantera
Cambio: manual de 6 velocidades
Dirección:
Frenos: de disco, autoventilados del. y macizos tras.
SUSPENSIONES
Delantera/trasera: Muelles helicoidales, amortiguador de gas a presión de doble tubo/muelles helicoidales, amortiguador de gas a presión monotubular
DIMENSIONES
Largo/Ancho/Alto (mm):
Nº de plazas: 5
Depósito (l): 50
Maletero (l): 421 a 1.235
Peso (kg): 1.505
PRESTACIONES
Aceleración de 0 a100 km/h (sg): 9,5
Velocidad máxima (km/h): 205
Consumos: Urbano/Interurbano/Mixto (l/100km): 5,4 / 3,8 / 4,4
Emisiones CO2 (gr/km): 115
EQUIPAMIENTO OPCIONAL
Línea Urban: 732,05 euros
Línea AMG Line: 2.381,28 euros
Paquete Night: 469,48 euros
Paquete Experience: 1.718,20 euros
Paquete para el compartimento de carga: 200,86 euros
Pintura metalizada: 792,55 euros
COMAND Online con cargador de 6 DVDs: 3.943,39 euros,.
TÍTULO: SILENCIO POR FAVOR - SOBRE GAZAPOS LISTOS Y LISTILLOS,.
foto
Alguna vez comenté en esta página la existencia de una clase
de lector que a menudo es muy útil, pero que en sus versiones
psicopáticas resulta un perfecto tocapelotas. Lo curioso es que suelen
ser hombres. En los treinta años que llevo escribiendo novelas, no
recuerdo un solo caso en que se tratara de mujeres. Aunque esto no las
excluye, naturalmente, y sólo sitúa el asunto en terreno estadístico. Me
refiero a quien, después de hacerte el honor de calzarse tu libro,
escribe una carta o se pone en contacto contigo para decirte que en tal o
cual página hay un error, o una errata. Por lo general eso se agradece
mucho, pues el error y la errata son parte consustancial de cualquier
fruto de darle a la tecla. Cualquiera que practique este oficio sabe
que, por mucho esmero que pongas, raro es el texto donde no quede un
descuido, un dato mal consignado, una errata que pasa a todos
inadvertida hasta el día aciago en que por primera vez abres el libro
recién impreso y ahí está el gazapo, masticando una zanahoria, mirándote
a los ojos mientras pregunta «¿Qué hay de nuevo, viejo?».
Hay sin embargo, como digo, una variedad de censor de erratas que puede ser molesta: el que desde el principio no plantea la cosa como un deseo de ayudarte a mejorar el texto en una siguiente edición, sino que trata de demostrar que es más listo y está mejor informado que tú. A veces eso es cierto, pues aunque pases años currándote un texto y lo apoyes con intenso trabajo y amplia biblioteca, hay mil rendijas por donde pueden colarse una inexactitud o un error. La primera lección la obtuve con mi primera novela, El húsar, cuando un lector me comunicó, en términos muy simpáticos, que era imposible que mi personaje se tumbara bajo un eucalipto, porque los eucaliptos no llegaron a España hasta después de la guerra de la Independencia. Del mismo modo, cuarenta años después, otro lector, vecino de Aranda de Duero, me ha hecho notar que en mi última novela sitúo el río Riaza algo desplazado de su ubicación real. Lo que demuestra dos cosas: que hay lectores atentos y agradables, y que, por mucho que vayas de riguroso y documentado, siempre hay un agujero donde meter la pata. Y siempre hay alguien que sabe más que tú. De todo. Hablas de los treinta eslabones de cadena del tanque Verdeja, o los que sean, y siempre habrá un tío que se los contó uno por uno. El maldito.
La última novela, por supuesto, no escapa al asunto. De la docena de cartas que recibí con Hombres buenos, todas son agradables, incluso las que se equivocan. Porque de éstas, digámoslo, alguna es un verdadero patinazo. Un par de ellas coinciden en la palabra peseta usada por personajes de una historia ambientada en 1780-1781, y me dicen que la peseta no existió como moneda oficial hasta muy entrado el siglo XIX; pero ignoran -y ahora es a mí a quien le gotea un poquito el colmillo- que el término era de uso anterior, pues ya figuraba en los sainetes de Ramón de la Cruz y en el Diccionario de Autoridades de 1726. En otra carta se me reprocha mencionar leyes de Carlos III publicadas en La Gazeta de Madrid, pues ahí, afirma ese lector, «lamentablemente NO se publicó ninguna». Carta que podría haberse ahorrado si antes hubiera echado un vistazo a la colección de la Gazeta de, por ejemplo, 1784, comprobando que ese año se publicaron allí veintiuna disposiciones reales diversas; y también si hubiese considerado, con generosidad de lector inteligente, que una novela o un artículo de folio y medio no son lugar idóneo para explicar diferencias entre leyes, cédulas y decretos reales del XVIII.
Otra cosa, claro, es el tocapelotas profesional, sobrado, agresivo, que se frota las manos pensando: «A éste lo he pillado». Y acto seguido se relame contándotelo, no en plan constructivo, sino para dar por saco en plan: «Si hubiera consultado usted con un experto como yo, que no escribo novelas porque no quiero, esto no le habría pasado». Y es curioso -brindo el asunto a los psicólogos-, porque esta clase de fulanos en busca de su minuto de gloria es la que más se equivoca. Quizá sea la soberbia que los ciega, o las prisas por tirarse el pegote, pero el caso es que a veces ni lo comprueban. Y suelen columpiarse de forma clamorosa, como cuando un arrogante profesor de instituto escribió -no a mí, sino a la Real Academia- denunciando el «error lingüístico grave» que yo habría cometido en una novela escribiendo «intimar a la rendición» en vez de «intimidar a la rendición», que según aquel imbécil era lo correcto. O cuando otro me reprochó que escribiera la palabra grafiti, españolizada, en vez de graffiti, y tuve que responderle que era yo quien la había introducido, personalmente, en la última edición del Diccionario.
Hay sin embargo, como digo, una variedad de censor de erratas que puede ser molesta: el que desde el principio no plantea la cosa como un deseo de ayudarte a mejorar el texto en una siguiente edición, sino que trata de demostrar que es más listo y está mejor informado que tú. A veces eso es cierto, pues aunque pases años currándote un texto y lo apoyes con intenso trabajo y amplia biblioteca, hay mil rendijas por donde pueden colarse una inexactitud o un error. La primera lección la obtuve con mi primera novela, El húsar, cuando un lector me comunicó, en términos muy simpáticos, que era imposible que mi personaje se tumbara bajo un eucalipto, porque los eucaliptos no llegaron a España hasta después de la guerra de la Independencia. Del mismo modo, cuarenta años después, otro lector, vecino de Aranda de Duero, me ha hecho notar que en mi última novela sitúo el río Riaza algo desplazado de su ubicación real. Lo que demuestra dos cosas: que hay lectores atentos y agradables, y que, por mucho que vayas de riguroso y documentado, siempre hay un agujero donde meter la pata. Y siempre hay alguien que sabe más que tú. De todo. Hablas de los treinta eslabones de cadena del tanque Verdeja, o los que sean, y siempre habrá un tío que se los contó uno por uno. El maldito.
La última novela, por supuesto, no escapa al asunto. De la docena de cartas que recibí con Hombres buenos, todas son agradables, incluso las que se equivocan. Porque de éstas, digámoslo, alguna es un verdadero patinazo. Un par de ellas coinciden en la palabra peseta usada por personajes de una historia ambientada en 1780-1781, y me dicen que la peseta no existió como moneda oficial hasta muy entrado el siglo XIX; pero ignoran -y ahora es a mí a quien le gotea un poquito el colmillo- que el término era de uso anterior, pues ya figuraba en los sainetes de Ramón de la Cruz y en el Diccionario de Autoridades de 1726. En otra carta se me reprocha mencionar leyes de Carlos III publicadas en La Gazeta de Madrid, pues ahí, afirma ese lector, «lamentablemente NO se publicó ninguna». Carta que podría haberse ahorrado si antes hubiera echado un vistazo a la colección de la Gazeta de, por ejemplo, 1784, comprobando que ese año se publicaron allí veintiuna disposiciones reales diversas; y también si hubiese considerado, con generosidad de lector inteligente, que una novela o un artículo de folio y medio no son lugar idóneo para explicar diferencias entre leyes, cédulas y decretos reales del XVIII.
Otra cosa, claro, es el tocapelotas profesional, sobrado, agresivo, que se frota las manos pensando: «A éste lo he pillado». Y acto seguido se relame contándotelo, no en plan constructivo, sino para dar por saco en plan: «Si hubiera consultado usted con un experto como yo, que no escribo novelas porque no quiero, esto no le habría pasado». Y es curioso -brindo el asunto a los psicólogos-, porque esta clase de fulanos en busca de su minuto de gloria es la que más se equivoca. Quizá sea la soberbia que los ciega, o las prisas por tirarse el pegote, pero el caso es que a veces ni lo comprueban. Y suelen columpiarse de forma clamorosa, como cuando un arrogante profesor de instituto escribió -no a mí, sino a la Real Academia- denunciando el «error lingüístico grave» que yo habría cometido en una novela escribiendo «intimar a la rendición» en vez de «intimidar a la rendición», que según aquel imbécil era lo correcto. O cuando otro me reprochó que escribiera la palabra grafiti, españolizada, en vez de graffiti, y tuve que responderle que era yo quien la había introducido, personalmente, en la última edición del Diccionario.
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