Nuevos estudios ecológicos: ¿Qué estamos haciendo mal?
El número de incendios está batiendo
récords en muchas partes del mundo. Los científicos han dado la voz de
alarma. Nos estamos equivocando, dicen. Nos empeñamos en sofocarlos
siempre, aunque no haya vidas en juego, y ese no es el camino. Algunos
incendios son 'ecológicos', insisten. La polémica ha llegado al Senado
de los Estados Unidos. Se lo contamos.
Conviene matizar Y mucho... Pero lo cierto es que en Estados Unidos y Canadá, donde los incendios de grandes proporciones están batiendo récords siniestros, se ha abierto un debate sobre la política forestal de los últimos 50 años, que resume Stephen Pyne, investigador de la Universidad de Arizona: «Todo apunta a que nos estamos equivocando. Los incendios son cada vez más grandes y escapan a nuestro control. ¿Cuál es nuestro peor fallo? Que nos hemos empeñado en eliminar todos los incendios, tanto los buenos como los malos».
¿Pero hay incendios buenos? Y si los hay, ¿cómo diferenciarlos de los malos? «Los incendios no son desastres naturales hasta que no queman algo que valoramos. Si un fuego amenaza las propiedades o las vidas de las personas, lo consideramos malo y ponemos todos los recursos para apagarlo, pero si no es así, habría que adoptar el punto de vista de los árboles, y estudiar si el fuego puede hacer un bien al bosque, aligerándolo de biomasa y, por tanto, reduciendo la cantidad de combustible. Y evitando así que el bosque se vuelva tan denso que los próximos incendios sean incontrolables y lo quemen todo», escribe Kyle Dickman, exjefe de Bomberos.
El debate ha llegado incluso al Senado estadounidense y podría cambiar la manera de afrontar el fuego en el monte si prospera la ley de la senadora por Washington Maria Cantwell, que propone que los expertos decidan qué incendios hay que apagar y cuáles no. La controversia ha saltado fronteras. «Si hay regiones propensas a los incendios, lo más responsable, desde el punto de vista ecológico y pensando en la salud a largo plazo de los bosques, es dejar que esos fuegos ardan», afirma Toddi Steelman, director de Medioambiente de la Universidad de Saskatchewan, provincia canadiense donde han sido evacuadas 13.000 personas por incendios este verano.
«Durante mucho tiempo, la gente ha considerado que los incendios son desastres ecológicos. Si te pasas por un bosque justo después de quemarse, lo parece. Pero hay muchísima vida emergiendo de las cenizas. Los bosques necesitan el fuego para mantenerse vigorosos y en forma. Hay muchos árboles y plantas bien adaptados a los incendios. La ciencia en la última década se ha percatado de esto, pero no la opinión pública», se lamenta Dominick DellaSalla, director científico del Instituto Geos de Oregón.
«En Estados Unidos y Canadá se quejan de que ha habido una política de prevención de incendios muy agresiva y que ha funcionado muy bien. Tan bien que, por desgracia, los bosques se han vuelto muy densos y esto ha generado un polvorín. Un polvorín que estalla en años muy secos como este, provocando megaincendios que arrasan con todo. Esta política de prevención exagerada está basada en el desconocimiento de la ecología de esos bosques. Ahora sabemos que son ecosistemas que han convivido durante millones de años con el fuego», expone Juli G. Pausas, del Centro de Investigaciones sobre Desertificación, un organismo adscrito al Consejo Superior de Investigaciones Científicas y la Universidad de Valencia.
¿Qué sucede en España? Según el Ministerio de Agricultura, en la última década (2004-2014) se han quemado más de 12 millones de hectáreas de superficie forestal en nuestro país, el equivalente a la provincia de Salamanca. El peor año fue 2012: ardieron 217.000 hectáreas. Pero desde entonces los incendios han descendido, incluido este verano, a pesar de la ola de calor. Un respiro provisional que en cualquier momento puede acabarse, porque la sequía es extrema.
España, quemada. «Aquí pasan cosas diversas. Nuestro ecosistema es mucho más pequeño y está más fraccionado. En las zonas de pinares de montaña puede pasar algo similar a lo de América, se puede haber protegido demasiado algunos bosques... Pero tenemos otras muchas zonas de clima mediterráneo, adaptadas a incendios de elevada intensidad», comenta Pausas.
Las plantas no tienen patas; no pueden huir. Pero a lo largo de la evolución han ido perfeccionando métodos muy ingeniosos para burlarse del fuego e incluso para aprovecharse de él. «En los ecosistemas mediterráneos, la mayoría de los incendios son de copa, es decir, afectan a toda la parte aérea de las plantas. En estos ambientes, las principales estrategias son la capacidad de rebrotar y la capacidad de reclutar nuevos individuos tras el incendio. En ecosistemas con incendios de superficie, las características que confieren persistencia son el grueso de la corteza de los árboles y la capacidad de retoñar del sotobosque», explica Pausas. El fuego actúa como un factor de presión en la selección natural, haciendo que sobrevivan las especies más aptas. «De hecho, muchas de las zonas mediterráneas del planeta (la cuenca mediterránea, Sudáfrica, zonas de Australia) corresponden a puntos calientes de biodiversidad, es decir, con una excepcional riqueza de especies», añade.
La presencia humana complica las cosas, cuando antaño las aclaraba... La población rural española ha descendido en tres millones desde 1940 y, además, ha envejecido. La recogida de leña y de resina han caído en picado. Y ahora hay muchas urbanizaciones en el interfase entre el campo y la ciudad, cuyos residentes no son duchos en las labores silvícolas. «Pero el objetivo de la gestión forestal no debería ser eliminar los incendios, ya que es casi imposible, sino aprender a convivir con ellos», resume Pausas.
Las superplantas. Así han aprendido a adaptarse a los incendios
Pino carrasco
'Ahorra' las semillas en un banco Estos pinos van acumulando piñas en la copa, como si fuera un banco de semillas. En caso de incendio echan mano de los ahorros. Son piñas muy duras, cerradas y selladas con resina, que solo se abren cuando la resina se derrite por el calor. Si el pino se quema, las piñas caen al suelo y liberan miles de piñones. No encuentran mucha competencia y prosperan. Al cabo de un año ya hay pequeños pinos en el paisaje calcinado.
Jara y aliaga
Alistan nuevos reclutas Dispersan un montón de semillas en el suelo, pero estas no germinan en primavera. Se acumulan año tras año y solo germinan en caso de incendio. Nace entonces una nueva generación y la 'quinta' anterior muere, por eso se llaman 'reclutadoras'. ¿Cómo lo hacen? Las semillas estaban como aletargadas y el calor rompe la dormición: tienen la cáscara dura y necesitan calor para romperla. Germinan masiva- mente después del incendio.
Romero y lavanda
Detectan el humo Su germinación se activa gracias a los componentes químicos del humo. Su estrategia consiste en formar bancos de semillas, como hacen las jaras en el suelo o los pinos carrascos en las copas. Las semillas pueden permanecer enterradas y 'dormidas' décadas. Y germinan después del incendio. La diferencia con otras reclutadoras es que es el humo de los incendios, y no el calor, el que estimula la germinación.
Carrasca, olivo, roble y encina
Juegan al escondite Rebrotan porque tienen muchas yemas enterradas y escondidas en el suelo. No mueren en el incendio, aunque lo parezca, si el tronco y las ramas se han quemado. En estas especies el fuego destruye su parte aérea, pero quedan las raíces y la base del tronco, donde acumulan las yemas y los nutrientes que les permiten rebrotar. De manera que la planta realmente no muere, simplemente cambia su estructura.
Brezo rubio y madroño
Guardan las yemas en un 'zulo' La parte baja del tronco está hinchada, formando una cepa llamada 'lignotubérculo', que es una especie de zulo donde guarda sus yemas (estas cepas se usaban antiguamente para fabricar pipas de fumar y utensilios de cocina). Son plantas rebrotadoras y renacen desde la base, pero a diferencia del roble o la carrasca disponen de esa estructura especializada donde, además de las yemas, acumulan nutrientes y carbohidratos de reserva.
Alcornoque y pino de Canarias
Se forran de material aislante El alcornoque tiene una corteza muy gruesa (el corcho), que lo aísla del fuego, de manera que, después de un incendio, las yemas del tronco, que están protegidas, rebrotan. De este modo, los alcornoques no pierden altura, pues rebrotan desde el tronco y no desde la base. Así el bosque tarda menos tiempo en recuperarse. Es el único árbol europeo con esta capacidad. El pino de Canarias hace algo similar.
Pino negral
Se automutilan Muchas coníferas viven en zonas con muchos incendios de sotobosque (de superficie). Para sobrevivir, estos árboles se autopodan: eliminan ramas muertas, que además no quedan sujetas al tronco y así evitan que las llamas suban hasta la copa. Además, sus cortezas son relativamente gruesas en la base del tronco, para que los incendios de superficie no afecten a los tejidos de crecimiento del tallo: el fuego pasa por debajo sin que les afecte.
Gamón
Flores en el infierno Florecen rápidamente después de un fuego, normalmente en pocas semanas, y aprovechan que hay poca competencia para atraer a todos los insectos polinizadores. Además, así también generan semillas muy rápido, y estas semillas pueden germinar cuando aún hay mucho espacio y, por tanto, poca competencia con el resto de la vegetación por la luz y los nutrientes.
PARA SABER MÁS: Incendios forestales, una introducción a la ecología del fuego. Editado por CSIC y Catarata, 2012. Autor: Juli G. Pausas, investigador en el Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDE), el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad de Valencia.
SU DESAYUNO: "Orgullo ibérico": «Tomo una buena tostada calentita, de pan de pueblo, con aceite, tomate y jamón ibérico, y medio litro de café, manchadito con un poco de leche y azúcar moreno».
LA CENA - Unos huevos fritos con patatas, pescado, pan, beber agua, lechuga y tomate, queso, postre una naranja,.
TÍTULO: TRAZOS,. CONOCER HISTORIA - Objetivo: matar a Trotsky,.
Objetivo: matar a Trotsky
Un hombre atractivo, el español Ramón
Mercader, sedujo a una de las colaboradoras del líder de la Revolución
rusa y se ganó su confianza. El 21 de agosto de 1940, hace 75 años, le
dio a leer un artículo y le clavó un piolet en la cabeza. Un libro
desvela nuevos datos sobre uno de los asesinatos más truculentos de la
Historia.
Seré asesinado por uno de los de aquí, o por uno de
mis amigos de fuera, pero alguien con acceso a la casa. Porque Stalin no
puede perdonarme la vida», confesó León Trotsky a Eduardo Téllez,
periodista de 'El Universal', semanas antes de que Ramón Mercader hijo
de un industrial catalán y de una estalinista fanática acabara con su
vida.
El 21 de agosto se cumplen 75 años del asesinato de Lev Davidovich Bronstein, más conocido por su apodo: León Trotsky. Fue uno de los líderes de la Revolución de Octubre de 1917 y también el organizador del Ejército Rojo. Tras la muerte de Lenin, Trotsky afirmó que el dominio de una casta burocratizada había dejado de lado los valores de la Revolución rusa, y que esta sería aplastada por el capitalismo si el pueblo no era capaz de parar los pies a los oligarcas del Kremlin.
Desde aquel momento, Trotsky se convirtió en el mayor enemigo de Stalin. Aunque el dictador soviético era un paranoico que veía enemigos por todas partes, su animadversión hacia Trotsky era comprensible, ya que este era el único que podía hacerle sombra. En 1937, Stalin puso en marcha la maquinaria del Gran Terror, uno de los periodos más negros en la historia de la Unión Soviética que estuvo marcado por la represión salvaje a militares, obreros e intelectuales.
El poderoso presidente del Consejo de Ministros de la Unión Soviética sabía que la guerra mundial estaba a punto de estallar. Pensaba que su país iba a ser atacado por sus enemigos, fueran estos los nazis o una coalición de naciones enemigas. En su paranoia, Stalin creía que el líder de esa fuerza atacante sería Trotsky, que hacía ya casi una década que había huido del país.
Tranquilidad en México. Tras peregrinar por media Europa y Turquía, el disidente soviético halló refugio en Coyoacán (Ciudad de México), en un chalé conocido como la Casa Azul, residencia de los pintores Diego Rivera y Frida Kahlo. Allí, el Viejo, como se conocía a Trotsky entre los suyos, esperaba encontrar un espacio de tranquilidad que le permitiera continuar su denuncia de los crímenes estalinistas.
Mientras tanto, en Moscú, Stalin organizó la Operación Utka ('pato' en ruso). El nombre se relacionaba con la expresión «cuando los patos están volando», que hacía alusión a las técnicas de desinformación y confusión que empleaban los medios oficiales soviéticos para machacar a los enemigos del régimen. «Y eso era lo que pretendía hacer Stalin con la figura de Trotsky», escribe el historiador Eduard Puigventós en su libro Ramón Mercader, el hombre del piolet (Now Books), un relato apasionante sobre la sangrienta persecución del revolucionario soviético y su violenta muerte a manos de un sicario de Stalin.
A pesar del peligro que suponía ser el mayor enemigo del régimen soviético, Trotsky recuperó una cierta tranquilidad en su refugio mexicano, permitiéndose una aventura amorosa con Frida Kahlo, esposa de su anfitrión en Ciudad de México. El affaire con la pintora duró solo unos meses. Frida se embarcó en aquella relación como una venganza contra Diego Rivera, del que se separó definitivamente meses después. Por su parte, Trotsky escribió largas cartas de arrepentimiento a su mujer, Natalia Sedova, y regresó al hogar con la esperanza de no haber roto su matrimonio.
En mayo de 1939, mientras el revolucionario y los suyos se trasladaban a una nueva casa en la avenida Viena de la capital mexicana, la NKVD (la agencia precursora de la KGB) dio luz verde a la Operación Utka. Sus integrantes se dividieron en tres grupos. El primero era una red de información dirigida por Caridad Mercader y su hijo Ramón, que se hizo pasar por el canadiense Frank Jacson, y cuyo objetivo era tratar de acercarse al círculo de Trotsky para obtener datos precisos sobre sus movimientos y los de sus hombres.
El segundo grupo, el encargado de perpetrar el atentado, lo encabezaba el muralista David Alfaro Siqueiros, miembro del Partido Comunista mexicano. El tercer grupo de apoyo, que acabó uniéndose al segundo, lo dirigía Iosif Grigulevich, un estalinista muy activo en la Guerra Civil española y cómplice de Orlov en la ejecución del trotskista catalán Andreu Nin, líder del POUM. Sin embargo, a pesar de la gente involucrada y de la importante suma de dinero que se invirtió en esta trama criminal, el atentado fracasó. Tirotearon a Trotsky y a su mujer, pero erraron.
Lejos de desanimarse, Stalin ordenó un segundo ataque contra Trotsky. En esta ocasión, el dictador soviético ordenó que lo llevara a cabo un individuo en solitario, dejando a un lado las redes de agentes de la NKVD. «Fue en aquel momento, y no antes, cuando Ramón Mercader apareció como un mercenario ideológico, que aceptó la responsabilidad de un asesinato y se concienció para cumplirlo», afirma Puigventós, que en su libro desmonta la idea de que Mercader fuera elegido desde un primer momento como el verdugo de Trotsky.
Mercader, un seductor. Para llevar a buen término su misión original, que consistía en recabar información sobre el refugio de la avenida Viena, Mercader sedujo a la trotskista americana Sylvia Ageloff, cuya hermana era una estrecha colaboradora del revolucionario, lo que le permitió introducirse en su círculo íntimo con una identidad falsa y sin despertar sospechas.
La facilidad con la que Mercader logró su objetivo resulta sorprendente. El 20 de agosto de 1940, Mercader pidió al revolucionario que echara un vistazo a un artículo que supuestamente iba a publicar en una revista extranjera. Trotsky inició la lectura y Mercader se situó detrás de él, dejando a un lado el impermeable donde llevaba un piolet, un cuchillo y una pistola. Pensó que el piolet sería más silencioso y dejaría al Viejo sin opción de defenderse. Lo alzó y con las dos manos asestó un golpe muy fuerte en el cráneo de su víctima. Le había golpeado con gran furia, pero no con la fuerza suficiente para tumbarlo.
«El hombre comenzó a chillar como un cerdo al que están degollando; e inmediatamente se me echaron encima sus ayudantes y no pude hacer nada», confesó Mercader a su hermano Luis. El brazo ejecutor de Stalin no fue capaz de reaccionar. No empuñó su pistola ni tampoco volvió a usar el piolet contra su víctima. Cuando llegaron los hombres que le debían haber defendido, Trotsky se desmayó. Murió horas después en un hospital, el 21 de agosto de 1940. Tenía sesenta años.
Si Mercader hubiera podido asesinar al revolucionario sin hacer ruido, habría podido huir de la casa. Pero lo atraparon. Le propinaron una paliza tremenda. Su aspecto era lastimoso.
El 29 de agosto, el comunista español fue sometido a un careo con su amante Sylvia Ageloff, en el que se produjo una situación tensa que desembocó en reproches y gritos. A las preguntas que le hizo el juez, Sylvia respondió que Mercader era un canalla que la había utilizado para acercarse a Trotsky y asesinarlo.
Durante un tiempo, la estadounidense fue considerada cómplice del atentado, hasta que las autoridades mexicanas se convencieron de su inocencia y la dejaron libre. El asesinato de Trotsky supuso para Mercader veinte años de silencio entre rejas. En ese tiempo, la URSS experimentó profundos cambios. Stalin falleció en la más absoluta soledad el 5 de marzo de 1953. Su cuerpo embalsamado fue depositado junto a la momia de Lenin en la Plaza Roja de Moscú. Solo tres años después, durante el XX Congreso del Partido, su sucesor al frente de la Unión Soviética, Nikita Jrushchov, dejó sin habla a los asistentes cuando leyó el informe titulado Sobre el culto a la personalidad y sus consecuencias. El nuevo líder soviético acusó a Stalin de haber liquidado a los mejores camaradas del ejército, de la deportación de pueblos étnicos, de haber alimentado un enfermizo culto a la personalidad y de falsificar la historia del Partido Comunista.
Las revelaciones de Jrushchov provocaron un terremoto en el Comité Central. En 1961 se sacó el cuerpo de Stalin del mausoleo para enterrarlo fuera del Kremlin. La caída en desgracia de Stalin debió de ser un duro golpe para Mercader, que por lealtad al estalinismo había dejado escapar los mejores años de su vida en una prisión mexicana. Finalmente, el 6 de mayo de 1960, el español fue liberado y pudo viajar a la URSS, cuyas autoridades le proporcionaron una pensión vitalicia y lo condecoraron con la medalla de Héroe de la Unión Soviética. Años después se instaló en La Habana, donde falleció el 18 de octubre de 1978.
PARA SABER MÁS. Ramón Mercader, el hombre del piolet. Eduard Puigventós López (editorial Now Books).
Reliquia asesina. En 2005, la hija de un policía, Ana Alicia Salas, aseguró en la televisión mexicana que tenía en su poder el piolet con el que Mercader asesinó a Trotsky. Su padre lo había guardado en su casa durante muchos años. En la imagen, el cadáver de Trotsky; a la derecha, el piolet que lo mató, sostenido por un agente.
Idealista. Hijo de un industrial catalán y de una estalinista fanática, Ramón Mercader fue una persona fiel a una idea. Bien parecido y seductor, se inmoló creyendo que así contribuía al surgimiento de un nuevo mundo.
Escenario del crimen. Mercader le pidió que leyera un artículo y, cuando le dio la espalda, le clavó un piolet en la cabeza. Trotsky gritó como un loco. Llegaron sus guardaespaldas, que apresaron allí, en su despacho, al asesino. Trostky murió poco después en el hospital.
Un cerebro especial. Un estudio del cerebro de Trotsky realizado por el profesor mexicano Luis Benítez y Soto reveló que sus neuronas tenían un tamaño excepcional, por lo que podría ser considerado un superdotado.
Las mujeres del caso
Romance con Frida KahLo. León Trotsky se alojó durante un tiempo en la casa de los artistas Frida Kahlo y Diego Rivera en México D. F. El ruso y la pintora vivieron un romance.
La viuda de Trotsky. Con su segunda mujer, Natalia Sedova, su compañera en el exilio mexicano. Tras enviudar, Natalia se quedó a vivir en México y escribió una biografía de Trotsky.
El 21 de agosto se cumplen 75 años del asesinato de Lev Davidovich Bronstein, más conocido por su apodo: León Trotsky. Fue uno de los líderes de la Revolución de Octubre de 1917 y también el organizador del Ejército Rojo. Tras la muerte de Lenin, Trotsky afirmó que el dominio de una casta burocratizada había dejado de lado los valores de la Revolución rusa, y que esta sería aplastada por el capitalismo si el pueblo no era capaz de parar los pies a los oligarcas del Kremlin.
Desde aquel momento, Trotsky se convirtió en el mayor enemigo de Stalin. Aunque el dictador soviético era un paranoico que veía enemigos por todas partes, su animadversión hacia Trotsky era comprensible, ya que este era el único que podía hacerle sombra. En 1937, Stalin puso en marcha la maquinaria del Gran Terror, uno de los periodos más negros en la historia de la Unión Soviética que estuvo marcado por la represión salvaje a militares, obreros e intelectuales.
El poderoso presidente del Consejo de Ministros de la Unión Soviética sabía que la guerra mundial estaba a punto de estallar. Pensaba que su país iba a ser atacado por sus enemigos, fueran estos los nazis o una coalición de naciones enemigas. En su paranoia, Stalin creía que el líder de esa fuerza atacante sería Trotsky, que hacía ya casi una década que había huido del país.
Tranquilidad en México. Tras peregrinar por media Europa y Turquía, el disidente soviético halló refugio en Coyoacán (Ciudad de México), en un chalé conocido como la Casa Azul, residencia de los pintores Diego Rivera y Frida Kahlo. Allí, el Viejo, como se conocía a Trotsky entre los suyos, esperaba encontrar un espacio de tranquilidad que le permitiera continuar su denuncia de los crímenes estalinistas.
Mientras tanto, en Moscú, Stalin organizó la Operación Utka ('pato' en ruso). El nombre se relacionaba con la expresión «cuando los patos están volando», que hacía alusión a las técnicas de desinformación y confusión que empleaban los medios oficiales soviéticos para machacar a los enemigos del régimen. «Y eso era lo que pretendía hacer Stalin con la figura de Trotsky», escribe el historiador Eduard Puigventós en su libro Ramón Mercader, el hombre del piolet (Now Books), un relato apasionante sobre la sangrienta persecución del revolucionario soviético y su violenta muerte a manos de un sicario de Stalin.
A pesar del peligro que suponía ser el mayor enemigo del régimen soviético, Trotsky recuperó una cierta tranquilidad en su refugio mexicano, permitiéndose una aventura amorosa con Frida Kahlo, esposa de su anfitrión en Ciudad de México. El affaire con la pintora duró solo unos meses. Frida se embarcó en aquella relación como una venganza contra Diego Rivera, del que se separó definitivamente meses después. Por su parte, Trotsky escribió largas cartas de arrepentimiento a su mujer, Natalia Sedova, y regresó al hogar con la esperanza de no haber roto su matrimonio.
En mayo de 1939, mientras el revolucionario y los suyos se trasladaban a una nueva casa en la avenida Viena de la capital mexicana, la NKVD (la agencia precursora de la KGB) dio luz verde a la Operación Utka. Sus integrantes se dividieron en tres grupos. El primero era una red de información dirigida por Caridad Mercader y su hijo Ramón, que se hizo pasar por el canadiense Frank Jacson, y cuyo objetivo era tratar de acercarse al círculo de Trotsky para obtener datos precisos sobre sus movimientos y los de sus hombres.
El segundo grupo, el encargado de perpetrar el atentado, lo encabezaba el muralista David Alfaro Siqueiros, miembro del Partido Comunista mexicano. El tercer grupo de apoyo, que acabó uniéndose al segundo, lo dirigía Iosif Grigulevich, un estalinista muy activo en la Guerra Civil española y cómplice de Orlov en la ejecución del trotskista catalán Andreu Nin, líder del POUM. Sin embargo, a pesar de la gente involucrada y de la importante suma de dinero que se invirtió en esta trama criminal, el atentado fracasó. Tirotearon a Trotsky y a su mujer, pero erraron.
Lejos de desanimarse, Stalin ordenó un segundo ataque contra Trotsky. En esta ocasión, el dictador soviético ordenó que lo llevara a cabo un individuo en solitario, dejando a un lado las redes de agentes de la NKVD. «Fue en aquel momento, y no antes, cuando Ramón Mercader apareció como un mercenario ideológico, que aceptó la responsabilidad de un asesinato y se concienció para cumplirlo», afirma Puigventós, que en su libro desmonta la idea de que Mercader fuera elegido desde un primer momento como el verdugo de Trotsky.
Mercader, un seductor. Para llevar a buen término su misión original, que consistía en recabar información sobre el refugio de la avenida Viena, Mercader sedujo a la trotskista americana Sylvia Ageloff, cuya hermana era una estrecha colaboradora del revolucionario, lo que le permitió introducirse en su círculo íntimo con una identidad falsa y sin despertar sospechas.
La facilidad con la que Mercader logró su objetivo resulta sorprendente. El 20 de agosto de 1940, Mercader pidió al revolucionario que echara un vistazo a un artículo que supuestamente iba a publicar en una revista extranjera. Trotsky inició la lectura y Mercader se situó detrás de él, dejando a un lado el impermeable donde llevaba un piolet, un cuchillo y una pistola. Pensó que el piolet sería más silencioso y dejaría al Viejo sin opción de defenderse. Lo alzó y con las dos manos asestó un golpe muy fuerte en el cráneo de su víctima. Le había golpeado con gran furia, pero no con la fuerza suficiente para tumbarlo.
«El hombre comenzó a chillar como un cerdo al que están degollando; e inmediatamente se me echaron encima sus ayudantes y no pude hacer nada», confesó Mercader a su hermano Luis. El brazo ejecutor de Stalin no fue capaz de reaccionar. No empuñó su pistola ni tampoco volvió a usar el piolet contra su víctima. Cuando llegaron los hombres que le debían haber defendido, Trotsky se desmayó. Murió horas después en un hospital, el 21 de agosto de 1940. Tenía sesenta años.
Si Mercader hubiera podido asesinar al revolucionario sin hacer ruido, habría podido huir de la casa. Pero lo atraparon. Le propinaron una paliza tremenda. Su aspecto era lastimoso.
El 29 de agosto, el comunista español fue sometido a un careo con su amante Sylvia Ageloff, en el que se produjo una situación tensa que desembocó en reproches y gritos. A las preguntas que le hizo el juez, Sylvia respondió que Mercader era un canalla que la había utilizado para acercarse a Trotsky y asesinarlo.
Durante un tiempo, la estadounidense fue considerada cómplice del atentado, hasta que las autoridades mexicanas se convencieron de su inocencia y la dejaron libre. El asesinato de Trotsky supuso para Mercader veinte años de silencio entre rejas. En ese tiempo, la URSS experimentó profundos cambios. Stalin falleció en la más absoluta soledad el 5 de marzo de 1953. Su cuerpo embalsamado fue depositado junto a la momia de Lenin en la Plaza Roja de Moscú. Solo tres años después, durante el XX Congreso del Partido, su sucesor al frente de la Unión Soviética, Nikita Jrushchov, dejó sin habla a los asistentes cuando leyó el informe titulado Sobre el culto a la personalidad y sus consecuencias. El nuevo líder soviético acusó a Stalin de haber liquidado a los mejores camaradas del ejército, de la deportación de pueblos étnicos, de haber alimentado un enfermizo culto a la personalidad y de falsificar la historia del Partido Comunista.
Las revelaciones de Jrushchov provocaron un terremoto en el Comité Central. En 1961 se sacó el cuerpo de Stalin del mausoleo para enterrarlo fuera del Kremlin. La caída en desgracia de Stalin debió de ser un duro golpe para Mercader, que por lealtad al estalinismo había dejado escapar los mejores años de su vida en una prisión mexicana. Finalmente, el 6 de mayo de 1960, el español fue liberado y pudo viajar a la URSS, cuyas autoridades le proporcionaron una pensión vitalicia y lo condecoraron con la medalla de Héroe de la Unión Soviética. Años después se instaló en La Habana, donde falleció el 18 de octubre de 1978.
PARA SABER MÁS. Ramón Mercader, el hombre del piolet. Eduard Puigventós López (editorial Now Books).
Reliquia asesina. En 2005, la hija de un policía, Ana Alicia Salas, aseguró en la televisión mexicana que tenía en su poder el piolet con el que Mercader asesinó a Trotsky. Su padre lo había guardado en su casa durante muchos años. En la imagen, el cadáver de Trotsky; a la derecha, el piolet que lo mató, sostenido por un agente.
Idealista. Hijo de un industrial catalán y de una estalinista fanática, Ramón Mercader fue una persona fiel a una idea. Bien parecido y seductor, se inmoló creyendo que así contribuía al surgimiento de un nuevo mundo.
Escenario del crimen. Mercader le pidió que leyera un artículo y, cuando le dio la espalda, le clavó un piolet en la cabeza. Trotsky gritó como un loco. Llegaron sus guardaespaldas, que apresaron allí, en su despacho, al asesino. Trostky murió poco después en el hospital.
Un cerebro especial. Un estudio del cerebro de Trotsky realizado por el profesor mexicano Luis Benítez y Soto reveló que sus neuronas tenían un tamaño excepcional, por lo que podría ser considerado un superdotado.
Las mujeres del caso
Romance con Frida KahLo. León Trotsky se alojó durante un tiempo en la casa de los artistas Frida Kahlo y Diego Rivera en México D. F. El ruso y la pintora vivieron un romance.
La viuda de Trotsky. Con su segunda mujer, Natalia Sedova, su compañera en el exilio mexicano. Tras enviudar, Natalia se quedó a vivir en México y escribió una biografía de Trotsky.
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