"Nunca había hecho de policía"
-foto--Adriana Ozores protagoniza 'Rabia', la nueva serie de ciencia ficción de Telecinco. "Un asesor me ha enseñado hasta cómo detener a un delincuente",.
Que tiemblen los programas de cocina, porque todo apunta a que 2015
va a ser el año de las series de ciencia ficción. Todas las cadenas
están preparando al menos una y Telecinco tiene 'Rabia', que cuenta una
historia de miedo: un virus invadirá nuestro planeta y convertirá a los
infectados en algo parecido a 'zombies'. Adriana Ozores (Madrid, 1959)
será uno de los agentes del CNI que se enfrenten a esta plaga.
- ¿Quién es su personaje?
- Mi personaje es Rubio, espía del CNI que seguramente tenga una vida
privada un poco oscura, con sorpresas y con algún que otro fantasma en
el armario. Es alguien muy duro, que ha visto muchas cosas. Pero le ha
caído este caso entre manos, una situación extraña a la que no está
acostumbrada. Una 'marcianada' para ella.
- ¿'Rabia' es una 'marcianada'?
- No, en absoluto. Me parece que los guiones están estupendos y la
idea es muy buena. Además creo que el público español ya tiene bastante
bagaje para haber visto muchas películas de este tipo, de zombies.
- Pero el público objetivo quizá sean los jóvenes.
- A lo mejor a la señora mayor que ve otro tipo de series no le
gustará, pero el resto está acostumbrado a las americanas que narran
este tipo de tramas. Esta serie aportará muchísimo a la ficción española
porque es la primera vez que se hace algo así.
- Será su primer acercamiento a este género.
- A mí me encanta, cuando era joven leía mucha ciencia ficción. La
diferencia es que el carácter que tiene que tener la investigación no es
el mismo carácter que tendría si estuviera investigando a un capo de la
mafia, por ejemplo. En este caso es la primera vez que algo así ocurre
en el planeta Tierra. Si esto nos pasara en la vida real nos trastocaría
mucho, pero los profesionales tendrían que responder igual porque hay
muchas vidas en peligro.
- ¿Cuál es su modelo de ciencia ficción perfecta?
- 'Avatar' me parece un sueño de película, pero no por la técnica ni
los efectos especiales, sino por la historia que hay en el transfondo.
- ¿Qué le atrajo del proyecto?
- Me hizo gracia la idea, porque tampoco he hecho nunca de policía,
aunque tengo un bonito recuerdo de cuando trabajé en 'Los hombres de
Paco'. Luego leí el guion y mi personaje, me encantó, no siempre hay
oportunidad de tener un papel tan redondo.
- El cambio entre esto y 'Gran Hotel' es brusco.
- ¡Y qué divertido! Eso es lo bonito de esta profesión. De ser una
señora de principios de los años 20 a una policía de armas tomar. Tienes
que sacar muchas cosas que tú no eres, ponerte en el papel de personas
que acabas conociendo. No dejas de trabajar con tu cuerpo, con tu manera
de ser y con tus sentimientos.
- ¿Cómo se ha preparado las secuencias de acción?
- Tenemos un asesor policial que nos ha enseñado a manejar las armas e
incluso el protocolo de cómo detener a un delincuente. Es que a veces
se hacen cosas en cine y en televisión que los profesionales lo ven y se
ríen.
- ¿El auge de este género en la televisión española se debe a la crisis, al miedo?
- En Estados Unidos la ciencia ficción siempre está ahí, no hace
falta que haya tanto miedo. Es un género que ha interesado desde
siempre, no creo que sea específico del momento.
- ¿'Rabia' tiene cierto punto de crítica social?
- Puede ser. Hoy en día cuando se habla de policías en las series no
es la policía de los Reyes Magos que nos ha mostrado la tele siempre,
porque está formada como todos los colectivos, de personas que a veces
meten la pata y que tienen ambiciones, afortunadamente.
- ¿El virus de 'Rabia' recuerda al ébola?
- Creo que no, de alguna manera el ébola es un virus que sabemos lo
que es, que no transforma a la gente en seres agresivos y peligrosos.
Esto tiene otro componente.
- Se van a cumplir 20 años de su primer trabajo en televisión, ¿la ve muy cambiada?
- Fue con José María Forqué. La televisión ha evolucionado mucho
desde entonces, creo que en este momento hay una gran cantera de gente
joven muy buena. No había tanta cantidad de actores buenos en aquella
época. La educación que va teniendo el público no es la misma, ahora
tenemos acceso a muchos productos. Estamos empezando a arriesgar.TÍTULO: EL PASTOR ALEMAN,. LA LITERATURA ESPAÑOLA QUIERE CONQUISTAR A LOS NIÑOS CHINOS,.
EL PASTOR ALEMAN,. LA LITERATURA ESPAÑOLA QUIERE CONQUISTAR A LOS NIÑOS CHINOS,.-fotos,.
Varias editoriales participan en la feria de literatura infantil de Shanghái para abrir un mercado complicado pero apropiado para salir de la crisis,.
«Los padres chinos prefieren la literatura infantil extranjera para
la educación de sus hijos y están dispuestos a pagar extra por ella».
Por eso, Ivy Cang, responsable de Relaciones Internacionales del grupo
editorial multimedia chino Neusoft, acudió a la Feria del Libro Infantil
de Shanghái, celebrada esta pasada semana y considerada la más
importante de Asia, en busca de las últimas publicaciones de editoriales
foráneas. «Estamos especializados en libro digital y tenemos una
plataforma en la que se han hecho más de tres millones de descargas en
el último año. Buscamos historias divertidas con ilustraciones bien
trabajadas que encajen en el gusto del público chino». Y Cang cree que
las editoriales españolas pueden convertirse en buenos clientes. «A
diferencia de lo que sucede con las estadounidenses o las japonesas, se
nota la larga historia del país en los libros, y eso gusta. Además, es
más fácil comunicarse con los empresarios españoles».
Así, Cang podría cerrar en breve contratos con seis de las nueve editoriales de nuestro país que acudieron a la feria. Para ellas el gigante asiático es un mercado incipiente que puede servir para amortiguar la dolorosa crisis que sufre el sector editorial. «Los derechos de cesión internacionales, sobre todo en Latinoamérica, que es nuestro mercado más natural, están permitiendo que algunas editoriales se mantengan a flote», afirma Carles Navarrete, responsable de mercados internacionales de la agencia literaria IMC. «Pero poco a poco, la necesidad nos está llevando también a mercados exóticos como el chino, que son más opacos y complicados pero que esconden buenas oportunidades de negocio».
Georgia Picanyol, responsable del área de venta de derechos de Edebé, hace ya un lustro que viaja a China y conoce bien sus peculiaridades. «Por un lado, hay que tener cuidado con la temática de las historias. Ya sabemos que todo lo que tenga que ver con la religión no va a ser aceptado, y lo mismo sucede con historias en las que haya elementos culturales excesivamente liberales». Picanyol pone tres ejemplos de libros que no puede ofrecer: una historia que trata la violencia sexual, un cuento sobre un santo y un libro en el que aparecen unos padres homosexuales. «No es que haya censura, sino que nosotros mismos ya sabemos que esos títulos es mejor retirarlos del catálogo. Pero no es exclusivo de este país. Sucede lo mismo en Oriente Medio, donde por ejemplo, no puedo vender un atlas del cuerpo humano».
Por otro lado está la diferencia en el modelo de empresa. «Hasta hace poco, en China el ISBN sólo lo podían dar editoriales del Estado. Aunque eso está cambiando y el país se está abriendo, todavía tienen una estructura piramidal muy jerarquizada que ralentiza cualquier acuerdo. Por eso es imprescindible tratar de encontrar el socio que tenga un catálogo parecido, y cuidarlo. El chino es un mercado en el que hay que estar físicamente», analiza Picanyol. Pero los beneficios tampoco son astronómicos. «Al contrario de lo que se piensa, las tiradas en China tienen una media de 8.000 ejemplares. Es el doble que en España, pero el precio de venta al público es de sólo de un 10%».
Lo que sí se nota es un cambio en la exigencia de los clientes chinos. «Cada vez hay más mercado para el libro más complicado, como el que tiene pop-up, y creemos que habrá más oportunidades en el futuro», apunta Maite Etcheto, de la Editorial Casals. No obstante, los editores españoles apuestan poco por el formato digital, que, sin embargo, en las áreas de juego de la feria se mostró como el favorito de los niños chinos. «Ahora mismo no resulta rentable crear contenido para dispositivos electrónicos, y las empresas continuamos apostando por la convivencia de papel y digital. Sobre todo en la literatura infantil, porque una tableta no puede competir con las texturas y las formas de un libro. Eso sí, es evidente que en China hay más demanda de contenido electrónico y que resulta más fácil exportarlo».
El gigante asiático también se ha convertido en un lugar perfecto para la impresión de los volúmenes más complicados. «No sólo resulta más barato que en España, también tiene mejor calidad. Por eso, nosotros imprimimos ya muchos libros en China y los exportamos desde aquí», añade Judith Falces, de Océano Ediciones, que sí está invirtiendo grandes sumas en contenido digital. No obstante, en el ciberespacio chino acecha otro fantasma: la piratería. «Es un problema que el Fobierno chino reconoce y al que se está tratando de poner remedio. Porque, ante todo, los editores extranjeros necesitamos confianza», sentencia Picanyol.
Así, Cang podría cerrar en breve contratos con seis de las nueve editoriales de nuestro país que acudieron a la feria. Para ellas el gigante asiático es un mercado incipiente que puede servir para amortiguar la dolorosa crisis que sufre el sector editorial. «Los derechos de cesión internacionales, sobre todo en Latinoamérica, que es nuestro mercado más natural, están permitiendo que algunas editoriales se mantengan a flote», afirma Carles Navarrete, responsable de mercados internacionales de la agencia literaria IMC. «Pero poco a poco, la necesidad nos está llevando también a mercados exóticos como el chino, que son más opacos y complicados pero que esconden buenas oportunidades de negocio».
Georgia Picanyol, responsable del área de venta de derechos de Edebé, hace ya un lustro que viaja a China y conoce bien sus peculiaridades. «Por un lado, hay que tener cuidado con la temática de las historias. Ya sabemos que todo lo que tenga que ver con la religión no va a ser aceptado, y lo mismo sucede con historias en las que haya elementos culturales excesivamente liberales». Picanyol pone tres ejemplos de libros que no puede ofrecer: una historia que trata la violencia sexual, un cuento sobre un santo y un libro en el que aparecen unos padres homosexuales. «No es que haya censura, sino que nosotros mismos ya sabemos que esos títulos es mejor retirarlos del catálogo. Pero no es exclusivo de este país. Sucede lo mismo en Oriente Medio, donde por ejemplo, no puedo vender un atlas del cuerpo humano».
Por otro lado está la diferencia en el modelo de empresa. «Hasta hace poco, en China el ISBN sólo lo podían dar editoriales del Estado. Aunque eso está cambiando y el país se está abriendo, todavía tienen una estructura piramidal muy jerarquizada que ralentiza cualquier acuerdo. Por eso es imprescindible tratar de encontrar el socio que tenga un catálogo parecido, y cuidarlo. El chino es un mercado en el que hay que estar físicamente», analiza Picanyol. Pero los beneficios tampoco son astronómicos. «Al contrario de lo que se piensa, las tiradas en China tienen una media de 8.000 ejemplares. Es el doble que en España, pero el precio de venta al público es de sólo de un 10%».
Lo que sí se nota es un cambio en la exigencia de los clientes chinos. «Cada vez hay más mercado para el libro más complicado, como el que tiene pop-up, y creemos que habrá más oportunidades en el futuro», apunta Maite Etcheto, de la Editorial Casals. No obstante, los editores españoles apuestan poco por el formato digital, que, sin embargo, en las áreas de juego de la feria se mostró como el favorito de los niños chinos. «Ahora mismo no resulta rentable crear contenido para dispositivos electrónicos, y las empresas continuamos apostando por la convivencia de papel y digital. Sobre todo en la literatura infantil, porque una tableta no puede competir con las texturas y las formas de un libro. Eso sí, es evidente que en China hay más demanda de contenido electrónico y que resulta más fácil exportarlo».
El gigante asiático también se ha convertido en un lugar perfecto para la impresión de los volúmenes más complicados. «No sólo resulta más barato que en España, también tiene mejor calidad. Por eso, nosotros imprimimos ya muchos libros en China y los exportamos desde aquí», añade Judith Falces, de Océano Ediciones, que sí está invirtiendo grandes sumas en contenido digital. No obstante, en el ciberespacio chino acecha otro fantasma: la piratería. «Es un problema que el Fobierno chino reconoce y al que se está tratando de poner remedio. Porque, ante todo, los editores extranjeros necesitamos confianza», sentencia Picanyol.
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