BLOC CULTURAL,

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jueves, 9 de diciembre de 2021

El paisano - Viernes -10 - Diciembre - El Centro de Interpretación organiza el primer rally fotográfico 'Dehesa de la Luz' ,. / VACACIONES - EUROPA DE PELICULA - Cultura Jorge Luengo traerá su magia a Miajadas el 10 de diciembre ,. / HOSPITAL - El rastro de la covid en León: los fallecidos equivalen a que desaparezca la población de Valdefresno,. / VUELTA AL COLE - Empate entre Olivenza y Trujillo ,. / EN PRIMER PLANO - A FONDO - REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - En la tuya o en la mía - Miercoles -8- Diciembre - Rajoy escribe contra el populismo ,. / EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes -10- Diciembre - El blues del camionero, «A un compañero le han robado 340 litros de gasóleo al parar en Lleida» .

 

 TITULO: El paisano - Viernes - 10- Diciembre - El Centro de Interpretación organiza el primer rally fotográfico 'Dehesa de la Luz' ,.

Viernes - 10 - Diciembre -  a las 22:10 horas en La 1 , foto,.

 El Centro de Interpretación organiza el primer rally fotográfico 'Dehesa de la Luz'

El Centro de Interpretación organiza el primer rally fotográfico 'Dehesa de la Luz',.

Desde el Ayuntamiento de Arroyo de la Luz, a través de su Centro de Interpretación ha convocado el 'I Rally Fotográfico Dehesa de la Luz', que se llevará a cabo del 9 al 12 de diciembre, ambos días incluidos, una cita en la que se invita a todos los amantes de la fotografía a participar.

En esta primera edición, la temática se centra en la fauna salvaje de la dehesa de la Luz. Y pueden participar cualquier persona, sin límite de edad, con inquietudes fotográficas o artísticas y que quiera pasar una jornada divertida y entretenida. Los participantes menores de edad deberán estar acompañados durante la actividad por un adulto.

Se trata de una actividad que se desarrolla al aire libre, es gratuita y requiere inscripción, la participación deberá ser formalizada justo antes del comienzo de la actividad en el Centro de Interpretación Dehesa de la Luz, de Arroyo de la Luz, o mediante número de teléfono 659 992 197 o correo electrónico cidehesadelaluz@arroyodelaluz.es.

Los premios consistirán en un primer premio de 100 euros, un segundo premio de 80 euros y un tercer premio de 50 euros.

 

TITULO:   VACACIONES - EUROPA DE PELICULA - Cultura Jorge Luengo traerá su magia a Miajadas el 10 de diciembre,.

  Cultura Jorge Luengo traerá su magia a Miajadas el 10 de diciembre,.

 Espectáculo familiar “LA MAGIA DE JORGE LUENGO" - Ayuntamiento de Miajadas

foto / El próximo viernes, 10 de diciembre, a las 19:00 horas, la Casa de la Cultura «Massa Solís» de Miajadas acogerá el espectáculo familiar “La Magia de Jorge Luengo”.

Ya están las entradas a la venta, en el Complejo Cultural “Palacio Obispo Solís”, en horario de 10:00 a 14:00 horas. El precio de la entrada es de 3 €.«LA MAGIA DE JORGE LUENGO»

El ilusionista extremeño se presenta en Miajadas con un espectáculo familiar, que sorprenderá tanto a mayores como a pequeños. Jorge Luengo, además de ser conocido por sus participaciones televisivas, ha sido galardonado con el Campeonato del Mundo de Ilusionismo, segundo en el Campeonato del Mundo de Magia y Premio Mundial al Talento de la Comisión Europea.

TITULO: HOSPITAL - El rastro de la covid en León: los fallecidos equivalen a que desaparezca la población de Valdefresno,.

 

El rastro de la covid en León: los fallecidos equivalen a que desaparezca la población de Valdefresno,.

La enfermedad ha supuesto una de cada cuatro muertes en el último año en la provincia y tres de cada cuatro víctimas han sido mayores de 80 años  Siete zonas básicas de salud han perdido al 3% de sus cartillas sanitarias por esta causa,.

 Una persona con covid es atendida en un espacio habilitado para su atención./

Casi 2.100 muertos. 2.100 vidas que se ha llevado la covid-19 de la provincia de León. 2.100 familias arrastradas por una crisis sanitaria que nos ha enseñado a vivir de una forma inimaginable.

Esa es la cifra más dura del rastro que deja, y que aún sigue coleando, una pandemia que ha causado un exceso de mortalidad que ha quedado patente en la última actualización del padrón, donde a la crisis demográfica se ha sumado la sanitaria para arrojar una pérdida de 5.000 ciudadanos en un año.

El Portal de Datos Abiertos de la Junta de Castilla y León corrobora cuántas han sido las víctimas totales de la covid-19 en este año largo de pandemia. 2.086 decesos ha causado el virus Sars-CoV2 en la provincia -a fecha de 24 de abril-.

Esta dura cifra es equivalente a que en 13 meses hubiera desaparecido toda la población de municipios importantes como Vega de Espinareda, Valdefresno, Torre del Bierzo, Santovenia de la Valdoncina o Cuadros.

Los lugares más afectados

Y es que el coronavirus ha provocado la muerte de casi uno de cada cuatro leoneses fallecidos en este periodo de tiempo -en total han sido 8.923-.

Hay seis zonas básicas de salud que han sido las más castigadas por este virus. Boñar, La Magdalena, Truchas, La Bañeza, Astorga, Mansilla y Valderas han perdido un 3% del total de sus tarjetas sanitarias como consecuencias de los decesos que ha causado la covid-19.

Por edades

Especialmente afectados se han visto los más mayores. Tres de cada cuatro víctimas de la infección han sido personas mayores de 80 años: 1.585 fallecidos de los 2.086 totales, de los cuales 871 han sido mujeres y 714 hombres.

También ha sido notable el número de muertos entre los leoneses de 70 a 79 años, con 307 fallecidos; y entre 60 y 69 años, la pandemia se ha llevado por delante a 131 ciudadanos. Más 'simbólico' es el número de los fallecidos que ha dejado en el sector de población de 50 a 59 años, con 45 personas.

Es por ello que se ha dado especial atención en los procesos de vacunación a la población diana de la covid-19. Haber logrado inmunizar a la gran mayoría de ancianos facilitará una reducción de las listas de fallecidos, que ya se está viendo reflejada en los datos diarios, y, además, aquellas personas que enfermen lo harán con síntomas que no pongan en peligro su vida. 

 

TITULO: VUELTA AL COLE - Empate entre Olivenza y Trujillo ,.

 

Empate entre Olivenza y Trujillo,.

Olivenza y Trujillo dejaron patente sus respectivas rachas, negativa en el caso del primero y positiva del lado visitante. La igualada a un gol fue el reflejo de un partido parejo de principio a fin. 

Resultado Final  - foto,.

1 OLIVENZA
1 TRUJILLO
  • Olivenza: Santi; Bodión, Ragel (Pekas, min. 62), Alexis, Javi Castilla; Javi Casero, Juanjo, Alex Alberto (Joaqui Flores, min. 80), Portu; Juanito Monroy (Mory, min. 82) y Borja Romero.

  • Trujillo: Jordi; David Díaz, Dani Aparicio, Manu, David Pérez; Manzano, Chori (Piti, min. 88), Juanqui; Carlino (Midana, min. 34), Antoñito (Vaquero, min. 69) y Joselu.

  • Goles: 1-0: Javi Casero, de penalti min.13. 1-1: Dani Aparicio, min.50.

  • Árbitro: Agraz Díaz. Expulsó a David Pérez en el minuto 90 por doble amonestación, y al entrenador, Maxi Ovejero, con roja directa en el minuto 16 en filas visitantes. Amarilla a Ragel, Portu, Borja Romero, Bodión y al segundo entrenador, José Manuel Cayado, por el Olivenza, y a Manzano, Antoñito y Juanqui por el Trujillo.

  • Incidencias: Ramón Rocha Maqueda. 300 espectadores.

Fueron de tanteo los primeros compases del choque, que se rompería cuando el colegiado señaló un penalti en un derribo en el área visitante de David Díaz sobre Juanito Monroy. Javi Casero acertó desde los once metros para inaugurar el marcador. Además, Maxi Ovejero, entrenador del Olivenza, se marchó expulsado de manera directa por las reiteradas protestas al asistente, por la demora en dejar regresar al terreno de juego a Chori. El conjunto local, en ventaja, se encontró cómodo sin balón y capaz de lanzar contragolpes. Así pudo poner tierra de por medio Juanito Monroy. Su tiro rozó la madera. La primera mitad estuvo marcada por los continuos roces y las amarillas.

En la segunda mitad hubo más fútbol, aunque con un escenario similar. El Trujillo llevaba el peso y era el dueño de la iniciativa, mientras su rival se refugiaba cerca de su área. Aún así, las ocasiones escasearon y en una acción aislada, tras una falta, Dani Aparicio empató. Cerca estuvo el bando visitante de quedarse con los tres puntos en un fallo de Dani Casero. Le dejó el cuero en bandeja a Joselu, quien no fue capaz de acertar. En la prolongación, David Pérez vio la segunda amarilla y se marchó antes de tiempo a la ducha, pero el Olivenza no pudo aprovechar esa superioridad. 

TITULO:   EN PRIMER PLANO - A FONDO - REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - En la tuya o en la mía - Miercoles -8- Diciembre - Rajoy escribe contra el populismo    ,.

 

En la tuya o en la mía  - Miercoles -8- Diciembre  ,.


 En la tuya o en la mía', presentado por Bertín Osborne, acerca a los espectadores el lado más desconocido de personajes relevantes de diversos ámbitos. Durante aproximadamente una hora, los telespectadores tienen la oportunidad de conocer mejor al invitado y también al propio Bertín Osborne, en La 1 a las 22:30, el miercoles  -8- Diciembre , etc.

  

EN PRIMER PLANO - A FONDO - REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - En la tuya o en la mía - Miercoles -8- Diciembre - Rajoy escribe contra el populismo,.

  Rajoy escribe contra el populismo,.

 Rajoy escribe contra el populismo

Política para adultos' es el título del libro de próxima aparición en el que el expresidente del Gobierno vuelve a la escena pública. En la introducción, que adelanta este periódico, Mariano Rajoy pasa factura a la 'nueva política' diez años después del 15-M, fotos,.

Escribió Lamartine que «la casualidad nos da lo que nunca se nos habría ocurrido pedir», y a mí no se me hubiera ocurrido escribir este libro sin un hecho tan fortuito y casual como fue que la periodista Sonsoles Ónega me llamase para pedirme una entrevista. Quería que participara en un programa especial que pretendía realizar a propósito del décimo aniversario del movimiento 15-M y deseaba contar con mi testimonio. Hasta ese momento ni se me había pasado por la cabeza que en este año 2021 se cumplía una década de aquel fenómeno acogido con tanto alborozo y tanta expectación por quienes veían en aquellas acampadas de la Puerta del Sol la ocasión de renovar la política española, supuestamente anquilosada por el bipartidismo. La propuesta de la periodista era reflexionar sobre lo que fue y significó aquel movimiento: cómo lo recordaba, cómo había evolucionado y qué quedaba de él diez años después de su irrupción estelar en nuestro sistema político.

El momento no podía ser más tentador para entrar en profundidad en el fenómeno, o acaso sería más adecuado decir que para hacerle la autopsia: Pablo Iglesias estaba a punto de saltar del Gobierno para intentar defender la supervivencia de su partido en las elecciones autonómicas de Madrid, y el deterioro de su imagen pública era indiscutible y galopante. Su popularidad declinaba de manera acelerada como antes le había ocurrido a Albert Rivera, que abandonó la política por la debacle de su partido en las elecciones generales de noviembre de 2019. Iglesias y Rivera encarnaban el final inapelable de aquella «nueva política» que tanto entusiasmo había cosechado años antes. Ambos hicieron grandes carreras al rebufo de una ola de descontento e insatisfacción general y ambos creyeron que podrían sustituir a los viejos partidos mayoritarios afianzados a lo largo de nuestro casi medio siglo de historia democrática; sin embargo, sus estrellas políticas eran volátiles y se apagaron con la misma celeridad con la que prosperaron. A mi juicio, en el caso de Iglesias, con muchas y más fundadas razones que en el del líder de Ciudadanos. Esto es algo de lo que hablaré con más calma en este libro.

Pero este no es un libro sobre el 15-M. Inevitablemente, la reflexión sobre el 15-M y el movimiento de los indignados ha sido, en buena medida, el punto de partida. No es fácil sustraerse a la tentación de proceder a un pequeño ajuste de cuentas. Sin acritud y sin afán vindicativo, pero al menos con la satisfacción de comprobar que ni ellos eran tan buenos ni los demás éramos tan malos. Bien es verdad que para que esta circunstancia sea reconocida de forma general tuvieron que pasar algunos años.

Los protagonistas de aquel movimiento se proclamaron los apóstoles de la «democracia real» y los heraldos de la renovación de nuestro sistema político frente a unos presuntos vejestorios autoritarios que circulábamos por los pasillos del Congreso de los Diputados ajenos e insensibles a la realidad del país. Se pasaba por alto que no habíamos llegado al Parlamento por un misterioso y elitista dedo divino, sino por los votos de los ciudadanos y en una proporción muy superior a los recién llegados. Pero este importante detalle —el voto de los ciudadanos— se volvió irrelevante ante la emoción de la democracia deliberativa, el movimiento asambleario y todas las ocurrencias aparentemente regeneracionistas que tuvimos que tragarnos por aquel entonces. Tiempo habrá a lo largo de este libro de repasar dónde han ido a parar aquellas promesas de ejemplaridad y transparencia en la vida pública, porque este asunto concreto es uno de los que mejor reflejan la enorme distancia que separa las encendidas promesas de antaño de las decepcionantes realidades de hogaño.

«De la misma manera, estamos obligados a denunciar los falsos pretextos y las falacias del populismo»

En este asunto de la rectitud de la política, como en tantos otros, se nos brinda la oportunidad de analizar, con la perspectiva que nos ofrece el tiempo transcurrido, lo que supuso aquel movimiento y cuáles fueron sus resultados reales en la política española. El 15-M desapareció pronto, al igual que sucedió en otros países donde tuvieron lugar acampadas similares, pero sus efectos sobre nuestra arquitectura política y en el discurso público que se construyó a partir de entonces se han dejado sentir de forma muy intensa en la política española en los últimos años.

El origen de este libro está en esas primeras reflexiones, pero luego vinieron a sumarse muchas otras, y el proceso iniciado de manera casual fue adquiriendo vida propia hasta convertirse en lo que usted, generoso lector, tiene en sus manos. No podía ser de otro modo porque a poco que abramos el foco sobre estos diez años, lo que encontramos es una profunda transformación de la política en todo el mundo, a la que España no ha sido ajena. Después del 15-M vino la crisis del euro, aparecieron y desaparecieron varias veces Varoufakis y Beppe Grillo, luego todos los eurófobos de extrema derecha en Europa y los euroescépticos de la más diversa condición. Llegaron también el referéndum del Brexit y el shock que provocó su resultado, luego el ascenso y la caída de Donald Trump y, finalmente, una pandemia que, además de cobrarse millones de vidas y provocar una crisis económica de dimensiones históricas, ha acabado por desordenar lo poco ordenado que quedaba en el panorama político y social. Difícilmente encontraremos una década con tantos y tan dramáticos cambios en nuestras vidas.

Hace diez años casi nadie hablaba del populismo, ni tampoco de la polarización. Hoy estos conceptos son obligados en cualquier texto político del mundo. Por supuesto, las derivas populistas poco tienen que ver con la irrupción de la pandemia, pero sí afectan y mucho a la manera en que los gobiernos y el conjunto de la sociedad nos hemos enfrentado a ella. No es lo mismo hacerlo desde el afán de consenso que desde la polarización, ni es lo mismo que las instituciones puedan contar con la confianza de los ciudadanos que enfrentarse a retos tan exigentes en medio del descrédito general. Una circunstancia tan desgraciada como una pandemia global u otro tipo de situación crítica pone a prueba todos los mecanismos de nuestro propio Estado democrático, de nuestra organización territorial y de las instituciones multilaterales. Lo que dictaría el sentido común es elevarse sobre la trifulca partidista de cada día para buscar un entendimiento que dé seguridad a los ciudadanos en un momento de dificultad máxima, pero son pocos los países que han conseguido hacerlo y España no se encuentra entre ellos.

«No es fácil sustraerse a un pequeño ajuste de cuentas. Ni ellos eran tan buenos ni los demás tan malos»

La política debiera aportar certidumbre, sobre todo en momentos de zozobra. De ese convencimiento nace en parte el título de este libro. «Política para adultos» no significa política para mayores ni para viejos. Significa política hecha por personas responsables para ciudadanos igualmente responsables, sea cual sea su edad. La madurez no es tanto una cuestión de años como de asunción de límites: los límites que nos pone la realidad, los que nos marcan las leyes y también los de nuestra propia contención.

El populismo, con sus falsedades y su polarización, nos aleja de esa condición de ciudadanos adultos porque nos promete un mundo sin límites y sin responsabilidad. Un mundo inexistente. Pero el daño que esa ficción produce ennuestra convivencia no es en absoluto ficticio y por eso he querido señalarlo en este libro.

La política para adultos como yo la entiendo es una política capaz de ver más allá del próximo cuarto de hora, una política que sabe expresarse en algo más de un tuit, que se basa en la racionalidad y no en las puras emociones, que está dispuesta a mirar a la realidad cara a cara y que, sobre todo, puede servir para que los adversarios se entiendan cuando el interés del país así lo exige. Tampoco es tan difícil.

Algunos de los hechos que se citan en este libro los viví como responsable del Gobierno de España, como un sujeto activo de la actualidad y con toda la información y los recursos a los que se tiene acceso en la Presidencia del Gobierno; también con todas las limitaciones que en una democracia saludable van unidas al ejercicio del poder. Durante muchos años asistí desde una perspectiva privilegiada al desarrollo de los acontecimientos y participé en ellos tratando de acertar con las decisiones que consideraba más convenientes para mi país. Unas se habrán entendido mejor que otras, y acaso hoy se puedan interpretar de otra manera a la vista de lo que ha ocurrido después.

Sin embargo, muchos otros acontecimientos ocurrieron cuando ya estaba fuera del Gobierno. Entonces ya era un mero observador de los cambios y compartía dicha condición con la inmensa mayoría de los ciudadanos. He de confesar que esa doble perspectiva es bastante enriquecedora. No diré que permita entender en todos sus extremos la acelerada transformación que han experimentado la política y la sociedad en España y en el resto del mundo, pero sí ayuda a comprenderla de otra manera. En algunas ocasiones, con escepticismo o mayor distancia afectiva o intelectual; en otras, con más tolerancia y deseo de consenso; en la mayoría de los casos, con bastante perplejidad no exenta de ciertapreocupación. Y en algún momento, con un pequeño desahogo, con un «esto se veía venir» dicho para mis adentros ante algunas quejas que llegan ahora a mis oídos tan alejados de la política diaria. Es posible que algunas circunstancias mencionadas en el libro hayan cambiado mientras este estaba en proceso de impresión. Aun así creo que las reflexiones a propósito de las mismas siguen siendo válidas.

Imagen de la Puerta del Sol, en Madrid, el 15-M. / Archivo

Cuando llegué al Gobierno a finales de 2011, mis preocupaciones casi exclusivas eran evitar el rescate de España y recuperar el empleo perdido. Las acampadas y el movimiento de «los indignados» me parecían entonces el menor de mis problemas. ¡Claro que había una crisis social! ¡Cómo no iba a haberla cuando la crisis se había llevado por delante más de dos millones de empleos en España! Pero mi prioridad eran los desempleados reales y no quienes decían representarlos en las calles. A diferencia de tantos otros observadores, yo no atribuía a aquellos indignados los rasgos esperanzadores de una regeneración política; siempre pensé que el liderazgo de aquel movimiento lo llevaba la misma extrema izquierda de toda la vida. Hoy sabemos que, además de ese ideario, el 15-M contaba con otra característica definida por sus hechuras. Era un movimiento populista con todos los rasgos que definen este modelo: el adanismo, la superioridad moral, el discurso demagógico y la deslegitimación sistemática de las instituciones.

Hoy todos sabemos mucho más de populismo. Podemos identificarlo, señalar sus rasgos y denunciarlo desde el primer momento. Por ello me resulta mucho más fácil concluir que el 15-M supuso la irrupción del populismo en España. Del mismo modo que se han globalizado las cadenas de valor de la economía, también se han globalizado las tendencias sociales, y en nuestro país podemos percibir el aroma inconfundible del populismo detrás de multitud de acontecimientos a los que hemos asistido en estos años, cuando hacía mucho tiempo que ya se habían disuelto las acampadas de Sol. Algo similar ocurrió en tantos otros países aunque bajo presupuestos ideológicos radicalmente opuestos. Lo cierto es que la vestimenta populista es muy variada. Los hay de traje y los hay de bermudas; de pelo corto, amarillo o negro, de corbata y de moño. Pero se dan algunas características que son comunes a todos ellos. El populismo es populismo, tenga el apellido ideológico que tenga.

Algunos descubrieron este fenómeno con Trump, se escandalizaron con sus maneras y se alarmaron con la toma del Capitolio por los más violentos de sus seguidores en enero de 2021. Pero ese fue solo el episodio más visible y acaso el más ilustrativo de una tendencia global. En España también se rodeó el Congreso de los Diputados en 2012 y en 2016, aunque la eficaz labor policial evitó que el asalto llegara a consumarse. El objetivo de los manifestantes en la última convocatoria era exactamente el mismo que el de los frikis que se pasearon por el Capitolio disfrazados de hombre bisonte. Unos y otros querían evitar por la vía de la fuerza el nombramiento de un presidente elegido democráticamente, que en el caso español se trataba de quien esto escribe. Para mi sorpresa, fueron muy pocos los que se escandalizaron en 2016 por aquel hecho tan descaradamente antidemocrático. Nadie se conmovió ni afirmó tajante que la democracia española había estado a punto de naufragar ante los antisistema. Una indiferencia que contrasta con la justificada alarma que provocó el asalto de Washington.

«Me resulta mucho más fácil concluir que el 15-M supuso la irrupción del populismo en España»

Cualquiera podría pensar que este tipo de tropelías solo son antidemocráticas cuando las sufre un candidato del Partido Demócrata en Estados Unidos, mientras que si el acoso se dirige contra un candidato del Partido Popular en España el asunto no pasa de chiquillada intrascendente. Aunque me reconozco parte interesada en el caso, tengo para mí que la naturaleza del atropello político es exactamente la misma. No obstante, como decía, en la España de 2016 apenas se criticó el acoso a la institución que encarnaba la soberanía popular; por el contrario, el grueso de las reacciones se dirigía contra el «desmesurado» despliegue policial establecido para proteger el Congreso. Afortunadamente, aquel despliegue nos evitó un bochorno internacional y acaso alguna desgracia personal, como sí ocurrió en Washington.

También podemos encontrar todos los vicios del populismo si observamos la evolución del independentismo catalán que desembocó en los hechos de octubre de 2017. Esa escalada soberanista que inició Artur Mas en 2012 y acabó Carles Puigdemont en 2017 fue una operación para subvertir los principios constitucionales y romper el fundamento democrático del imperio de la ley en aras de la supuesta voluntad del pueblo de Cataluña. «No se puede anteponer la ley a la democracia», decían (y dicen) los soberanistas, como si pudiera existir la segunda sin la primera. De hecho, el movimiento soberanista catalán es un catálogo completo de todas las trampas dialécticas —incluidas las mentiras más burdas— a las que suele recurrir el populismo para justificar su ataque a las instituciones en cualquier lugar del mundo. Pero conviene no olvidar que mucho antes de que los independentistas llegaran hasta los límites que traspasaron en 2017, fue un gobernante socialista, José Montilla, entonces presidente de la Generalitat, quien encabezó ya en el año 2010 una manifestación contra los tribunales de justicia a raíz de la sentencia del Estatuto de Cataluña.

Sirva lo dicho como pequeño ejemplo de lo fácil que resulta deslizarse por la pendiente de la deslegitimación de las instituciones; si fuera solo una extravagancia de gobernantes ventajistas y sin escrúpulos, no estaríamos ante un fenómeno tan pernicioso. La degradación de nuestras costumbres y reglas democráticas responde a un lento y a veces imperceptible proceso de descrédito en el que participan muchos más actores.

Freedom House, una de las instituciones internacionales más reconocidas en defensa de los valores liberales, ha señalado reiteradamente el retroceso en calidad democrática experimentado por los países occidentales en la última década. Algunos observadores han acuñado certeramente la expresión «fatiga democrática» para explicar la situación actual. La democracia liberal que consiguió ganar la Guerra Fría al bloque soviético, la que llevó a Fukuyama a declarar «el fin de la Historia», parece estar pervirtiendo sus valores ante el empuje del nacionalismo y de las pulsiones autoritarias. Se han publicado decenas de libros tratando de entender y de explicar qué ha pasado en el mundo para que muchos ciudadanos estén dejando de confiar en un sistema que ha permitido asentar un régimen de progreso, bienestar social y libertades sin paragón en la historia.

Esa es, en definitiva, la gran pregunta que debemos hacernos: ¿por qué somos incapaces de poner en valor esos setenta años de logros y de avances en todo el mundo? ¿Por qué los nacionalismos parecen recuperar el terreno que habían perdido en favor de las instituciones multilaterales después de la Segunda Guerra Mundial? ¿Cómo es posible que tras décadas de globalización los asuntos identitarios se hayan convertido en uno de los vectores decisivos de la política actual? Para alguien que presume de talante conservador y que ha guiado toda su actuación política por la racionalidad, resulta muy difícil entender esta deriva tan ajena a la manera en que yo he vivido la política. Y por más vueltas que le doy, no le acabo de ver una sola ventaja respecto a la vieja política.

«El movimiento soberanista catalán es un catálogo completo de todas las trampas dialécticas —incluidas las mentiras más burdas— a las que suele recurrir el populismo para justificar su ataque a las instituciones»

Indudablemente existen razones objetivas que justifican el desencanto o la frustración en las sociedades modernas. Unos ponen el acento en la terrible crisis económica que arrancó en 2008 y cuyas secuelas aún sentíamos cuando la pandemia provocó una crisis todavía más aguda. Otros apuntan al estancamiento de las perspectivas de progreso social, al empobrecimiento de las clases medias, a la avería de los famosos «ascensores» que han permitido la movilidad social durante décadas. Los hay que sitúan la clave de este descontento generalizado en la globalización y su impacto en las sociedades occidentales tanto en términos económicos como políticos. Decisiones que afectan a millones de personas se adoptan en ámbitos muy alejados del que los ciudadanos deciden cada cuatro años con su voto.

Además de todos estos factores y muchos otros que se puedan señalar, existe un consenso general en apuntar a la transformación radical de nuestras costumbres como consecuencia de la digitalización y el desarrollo tecnológico. Si hemos cambiado la manera en que trabajamos, en que disfrutamos de nuestro ocio, en que hacemos negocios, en que buscamos pareja, ¿cómo pretender que nuestro comportamiento político no se vea afectado por esta disrupción digital?

Pero, de la misma manera que estamos obligados a corregir las causas objetivas del malestar social, también estamos obligados a denunciar los falsos pretextos y las falacias del populismo. En ocasiones la coartada es la defensa de una supuesta patria a la que otros roban; este es el caso de buena parte de los nacionalistas catalanes o de los miembros de la Liga Norte italiana, que rehúsan mantener su contribución a la cohesión interterritorial del país. Otro de los objetivos preferidos de los populistas son los funcionarios de Bruselas que tienen la mala costumbre de velar por el cumplimiento de lo que se acuerda en el seno de la Unión. La Unión Europea es una entidad compleja en grado máximo, su gobernanza y el proceso de toma de decisiones responden a un endiablado puzle donde hay que encajar la soberanía de los distintos estados, las competencias de las instituciones comunitarias, los intereses muchas veces contradictorios de los socios y el respeto a unas reglas comunes. Cada crisis pone a prueba este delicado entramado institucional y da argumentos a los eurófobos de toda condición. Pero de cada crisis en la que se juega su supervivencia, Europa sale viva —que no es poco— y algo más fuerte.

El fenómeno de la inmigración es otro de los pretextos favoritos de los demagogos en cualquier lugar del mundo, uno de sus argumentos preferidos para dar rienda suelta a todo tipo de discursos contrarios a la convivencia y rayan la xenofobia, si no abiertamente xenófobos. Así ha ido creciendo la extrema derecha en Europa, agitando el miedo al inmigrante y utilizando este problema como combustible para alimentar la insatisfacción entre las clases menos favorecidas.

En todos estos casos la técnica es la misma: manipulando los datos o sencillamente mintiendo, se traslada una imagen distorsionada de la realidad y se le hace creer a la gente que son víctimas. Víctimas de los políticos sin escrúpulos, de los funcionarios de Bruselas, de los inmigrantes, de los banqueros, de la justicia al servicio de los ricos o de cualquier otro colectivo que pueda convenir en un momento dado. No existe un recurso más fácil ni más tramposo para seducir a la audiencia que convertirla en víctima de una injusticia que se promete reparar.

Cuando se repite tanto este fenómeno en nuestra vida pública no podemos limitarnos a analizarlo como entomólogos porque no es un fenómeno aséptico y aislado; esa deslegitimación de las instituciones afecta de manera directa a nuestra convivencia y, por eso mismo, a nuestras vidas. Resulta obligado preguntarse además por las consecuencias de lo que está ocurriendo. ¿Estamos mejor o peor que antes? ¿Gozamos de más estabilidad? ¿Tenemos mejor calidad democrática o políticos más eficaces? ¿Es que acaso el populismo, la demagogia o los lenguajes divisivos han demostrado su utilidad para resolver los problemas de los ciudadanos? Cuestionar y deslegitimar las instituciones ¿consigue generar mayor confianza y mayor cohesión entre las sociedades o en cambio provoca su polarización? Me temo que la respuesta es muy evidente: estamos bastante peor en términos de estabilidad, de calidad democrática y de eficacia en la gestión. La nueva política pudo haber servido para canalizar el descontento de la gente, pero es obvio que ha fracasado a la hora de ofrecer recetas para actuar contra las causas de dicha insatisfacción.

Rajoy jura su cargo en 2011. / Archivo

No es mi intención disputarles a los politólogos su autoridad en el análisis del fenómeno porque existen multitud de magníficos estudios sobre esta deriva populista de las sociedades occidentales, mucho más detallados y concienzudos de lo que pueden ser mis reflexiones de político retirado. Pero sí pretendo señalar algunos elementos de la política española donde he podido percibir esa deriva hacia el populismo que considero tan perniciosa.

Tal es el propósito fundamental de este libro: pensar en todas las pequeñas o grandes renuncias que hemos hecho en los distintos países occidentales en nuestros valores democráticos, medir el terreno que hemos cedido a la demagogia, a la inoperancia y a la polarización, evaluar las consecuencias de esas renuncias y aventurar cómo podemos revertir esa tendencia.

Este es, por lo tanto, un libro de política y muy poco de políticos. Es un libro sin índice onomástico. Ya sé que eso no resulta tan atractivo, pero no tengo historias secretas que desvelar, ni ajustes de cuentas pendientes ni conversaciones privadas que merezcan ser recordadas. Ya adelanto a aquellos que disfrutan con las maldades de la política que aquí encontrarán muy pocas. Las personas citadas lo son solo por su actuación política, no por ninguna otra consideración personal.

Creo más interesante hablar de política, que es lo que siempre me ha gustado y lo que considero más necesario cuando vemos que la deriva populista no se queda circunscrita a unos líderes poco respetuosos con las normas escritas y no escritas de las democracias liberales. Podríamos correr el riesgo de pensar equivocadamente que la desaparición de este tipo de gobernantes iliberales solucionaría el problema, pero eso significaría tanto como confundir las causas con las consecuencias, cuando lo cierto es que podemos encontrar los síntomas de esta tendencia hasta en los detalles más triviales de nuestra vida política.

«El fenómeno de la inmigración es otro de los pretextos favoritos de los demagogos, uno de sus argumentos preferidos para dar rienda suelta a todo tipo de discursos contrarios a la convivencia»

Vemos, por ejemplo, esa polarización creciente en los debates parlamentarios y hasta en las tertulias de los medios de comunicación; pareciera que vivimos en una campaña electoral infinita que imposibilita el consenso y los grandes acuerdos nacionales. Lo mismo podríamos decir del tipo de lenguaje que se va adueñando del discurso público. En la disputa política, una cierta exageración es saludable en el momento oportuno, en el lugar adecuado y en las dosis precisas, pero una espiral de afirmaciones de calibre cada vez más grueso degrada el debate público hasta anularlo, porque difícilmente se puede equiparar el concepto de debate al intercambio tramposo de consignas manidas y ramplonas al que asistimos cada día. La deliberación democrática exige un mínimo acuerdo sobre las palabras y su contenido, del mismo modo que exige un mínimo respeto a la verdad y a la palabra dada a los ciudadanos.

Cualquier político que hace de la mentira, de la polarización o del ataque a las instituciones su forma de conducirse en la vida pública está degradando la calidad del propio sistema democrático. Hace unos meses la revista Letras Libres se hacía eco de un informe de la organización cívica mexicana Signos Vitales sobre los primeros años de gestión del presidente López Obrador. En él se denunciaba como rasgo más destacado la pérdida del valor de la verdad «por el uso frecuente y sin recato de mentiras, medias verdades y datos no verificables sobre la situación del país. No es aceptable que el gobierno intente sustituir «su verdad» por la realidad, manipulando y difundiendo información falsa o equívoca, que no permita a la sociedad tomar las decisiones adecuadas».

Cuando leí la frase no pude por menos que dejar escapar un suspiro de resignación o melancolía. Lamentablemente no hay que irse hasta México para comprobar este desprecio absoluto por la verdad y por la obligada rendición de cuentas por parte de un gobernante. En aquel momento pasaron por mi cabeza los expertos sanitarios que nunca existieron, los pactos políticos que jamás se iban a producir hasta que se produjeron y todas las promesas de regeneración que circularon por la política española en los últimos tiempos y que hoy duermen el sueño de los justos.

Quien haya tenido la gentileza de seguir hasta aquí mis consideraciones podría pensar que este libro está dictado por el pesimismo o la nostalgia. Nada más lejos de la realidad. En el dilema de decidir si estamos en un momento populista o en una era de populismo no tengo la más mínima duda, apuesto claramente por la primera opción. No he perdido mi confianza ni en las instituciones ni en el buen criterio de los ciudadanos. Diría más: creo que entre el aluvión de noticias que recibimos cada día resplandecen, como en las bateas de los antiguos buscadores de oro, destellos de racionalidad y prudencia, síntomas de la fortaleza de nuestras instituciones y de su resistencia frente a esta moda de polarización y visceralidad.

Portada del libro.

Al populismo le ha costado años y unas circunstancias muy excepcionales de crisis económica y social conseguir menoscabar el prestigio de las democracias liberales y contaminar nuestras costumbres políticas. Pero la solidez de las instituciones democráticas, el espíritu de concordia con el que fueron creadas y los valores que las inspiran constituyen su mayor fortaleza. Estamos en nuestro derecho de dudar de la manera en que Europa abordó la gestión centralizada de la compra de vacunas; yo mismo me he preguntado insistentemente por el extraño calendario de vacunación que diseñaron nuestras autoridades. Pero al mismo tiempo soy capaz de valorar todo lo positivo que supuso esa respuesta. Si nos detenemos unos minutos a reflexionar en qué circunstancias habríamos estado si la vacunación del COVID-19 se hubiera desarrollado bajo la máxima del «sálvese quien pueda», podemos concluir que la propia supervivencia de la Unión Europea habría estado en riesgo y tampoco se habría garantizado el suministro equitativo de vacunas a los ciudadanos. Con todas las críticas que podamos hacer a los fallos de gestión, Europa reaccionó mucho mejor que en la crisis del euro y ello nos demuestra que las instituciones también son capaces de aprender de su propia experiencia e incorporar ese conocimiento para mejorar.

La pandemia nos ha mostrado que las crisis son, cada vez más, convulsiones globales que desafían la capacidad de gestión de los estados soberanos, al menos de aquellos de tamaño medio como el nuestro. Cada día descubrimos nuevas disfunciones, retos más exigentes y problemas de muy difícil solución. El desafío es creciente para los gobiernos y para las instituciones que velan por el orden multinacional, pero los ingredientes básicos de una sociedad saludable y próspera no son tan distintos de los que conformaron nuestras sociedades abiertas después de la Segunda Guerra Mundial. Necesitamos instituciones democráticas basadas en el imperio de la ley y en la voluntad popular, pero ante todo necesitamos un sistema de controles y contrapesos que limiten el poder del gobierno de turno. Un gobierno sin control no es un gobierno democrático por muy votado que haya podido ser. Necesitamos partidos políticos capaces de vertebrar las distintas opciones y contribuir a la estabilidad de los sistemas democráticos: ni movimientos caudillistas ni plataformas puramente electorales. Es posible que los partidos políticos se hayan consagrado como las instituciones más desacreditadas de la democracia, pero ya hemos podido atisbar qué tipo de liderazgos prosperan cuando una democracia se queda sin partidos fuertes y estabilizadores.

Necesitamos reformas económicas que generen empleo y bienestar de manera sostenida. La economía globalizada ha transformado radicalmente nuestro modelo productivo, pero nunca como antes había habido un consenso tan amplio sobre la necesidad de atender a los desequilibrios generados en este proceso. Son numerosos los informes que de manera sistemática emiten los organismos internacionales alertando sobre el empobrecimiento de nuestras clases medias y la exclusión de los jóvenes del reparto de la riqueza.

Nuestros sistemas políticos, eso que la Constitución españoladefine como un «estado social y democrático de derecho», no nacieron para preservar los privilegios de una casta,sino para garantizar la participación de todos en la riqueza de la sociedad y para proteger a los más vulnerables. No nacieron para alejar a los ciudadanos de las decisiones políticas, sino para garantizar los derechos de todas las personas y preservar la democracia de tentaciones autoritarias. Nuestras instituciones multilaterales no surgieron para inundarnos de burocracia absurda, sino para evitar repetir las terribles tragedias de nuestra historia. Si hasta ahora lo han conseguido, bien vale la pena trabajar para que puedan seguir cumpliendo esa función pacificadora al menos otros setenta años.

«No tengo historias secretas que desvelar, ni ajustes de cuentas pendientes ni conversaciones privadas que merezcan ser recordadas»

Tenemos infinidad de problemas que deben ser abordados en el ámbito público, pero todos se agravarán si no les hacemos frente con madurez y responsabilidad. Con sus mentiras, sus exageraciones, su polarización y su exceso de sentimentalismo, el populismo acaba por infantilizar a la opinión pública, hasta el punto de que los ciudadanos corremos el riesgo de comportarnos cada vez menos como adultos responsables y más como niños caprichosos que atienden a su interés inmediato sin preocuparse de ninguna otra consideración. Niños a los que se puede manipular con falsas promesas. Niños que pueden pelearse por cualquier cosa. Niños que por jugar a la pelota en el salón pueden hacer añicos la vajilla de la abuela.

Lo que diferencia un comportamiento adulto de otro infantil es la madurez: la contención, la autolimitación de nuestra conducta y la obligación de responder de nuestros actos. Esto también vale para la política, que, sin embargo, en los últimos tiempos se ha deslizado peligrosamente justo en la dirección contraria.

Este libro no tiene más pretensión que denunciar esta deriva, señalarla con ejemplos que todos podemos reconocer y resaltar la necesidad de reivindicar para la política y para la conversación pública los valores de la madurez: el principio de realidad, la contención y la responsabilidad. Se trata, en definitiva, de recuperar la política hecha por y para adultos.

 

  TITULO: EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes -10- Diciembre -  El blues del camionero  ,.


MI CASA ES LA TUYA - VIERNES -10- Diciembre ,.

 MI CASA ES LA TUYA -', presentado por Bertín Osborne, 

acerca a los espectadores el lado más desconocido de personajes relevantes de diversos ámbitos. Durante aproximadamente una hora, los telespectadores tienen la oportunidad de conocer mejor al invitado y también al propio Bertín Osborne, en Telecinco  a las 22:00, el viernes -10- Diciembre ,etc.




 EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes -10- Diciembre - El blues del camionero  ,.
 
 El blues del camionero,.
 
 

Áreas de servicio inseguras y mal equipadas, portes a precio de derribo, subida galopante de los combustibles, planes para cobrar por el uso de las autovías... Acompañamos a un transportista en vísperas de los paros previstos para diciembre, fotos.

Carmelo González recoge su camión en la periferia de Bilbao y se dirige al puerto para sustituir la plataforma LKW Walter de graneles por el volquete con el que debe cargar 24 toneladas de latón en dos chatarrerías de Francia, la primera a las afueras de Pau y la segunda en Tarbes. Doce horas después -de conducción han sido nueve clavadas, nunca a más de 90 km de velocidad y bajo un potente aguacero desde que entra de nuevo en España por el Valle de Arán- está en un área de servicio de Lleida, una explanada sin asfaltar, con el tótem de Repsol espejeando en los socavones que el aguanieve se ha encargado de cubrir. No es su primera opción: aquí el plato estrella son unos caracoles en manos de alguien que, definitivamente, no sabe utilizar el fuego; y tampoco hay duchas con las que recibir el nuevo día. Pero el tacógrafo manda y se impone un descanso. O lo que sea, porque la A2 discurre a escasos veinte metros, salpicando la noche de destellos estroboscópicos y una sinfonía desquiciante de fiusss-fiusss, y al lado se acomoda un tráiler frigorífico que emite un ruido infernal. No es que el zumbido del calefactor ayuda a conciliar el sueño, pero afuera estamos a 3º. Desde otra cabina con las cortinas echadas llega el alarido del locutor de radio: el Sevilla juega la Champions y acaba de marcar. Carmelo se arrellana en la cama, embutido en el saco; el cenicero como un cementerio nuclear y Pavarotti en el Spotify. Mañana será otro día.

Carmelo González es uno de los 500.000 camioneros que circulan por las carreteras españolas y que han lanzado un órdago a la Administración por unas condiciones laborales que en ocasiones rozan el esperpento. Traducido al román paladino, eso significa batirse el cobre con las grandes plataformas logísticas que subastan portes y dejan sueldos de derribo cuando entran en la pomada conductores de países del Este dispuestos a hacer el mismo trabajo a cambio de 700 euros limpios. Y eso que Carmelo forma parte de una sociedad cooperativa, Voltrans, muy vinculada a las labores portuarias -y por lo tanto a las navieras- en la que los 45 chóferes son sus propios jefes y donde el convenio colectivo es de privilegio, al menos para lo que se estila en el resto del país: 1.700 euros que, sumados a dietas y horas extra, permiten amarrar un sueldo bastante digno.

«No estamos para descargar»

En la frontera, los gendarmes escogen al azar algunos camiones y les pasan los sensores de calor y el espejo por debajo. Vamos camino de Pau y Carmelo no tarda en desgranar los agujeros negros de un oficio que no goza de buena imagen; una canción triste ya sea por las jornadas maratonianas, la competencia desleal o unas condiciones laborales sujetas a la dictadura del tacógrafo, esa herramienta ideada para mejorar la seguridad en las carreteras, pero que en la práctica es causa y origen de unos niveles de estrés difíciles de asumir. Y eso es así porque los tiempos que manejan los camioneros no están en sus manos, sino en las de empresas donde cargan y descargan «y que a menudo muestran un absoluto desprecio por nosotros, con esperas que se prolongan horas y que reducen aún más los márgenes, llegando al extremo de tener que quedarte a dormir en un arcén miserable a 15 minutos de casa porque se ha acabado el tiempo de conducción y saltártelo deja en el tacógrafo una huella indeleble que conlleva duras sanciones».

Un problema que va más allá, cuando después de 8 horas al volante, el cliente exige que sean ellos los que descarguen y no sus propios trabajadores, teniendo que hacerse cargo de los desperfectos -desde un palé de tarros de tomate derramado hasta un envío de televisores que se cae al suelo- ocasionados por desempeñar un cometido ajeno. No es un escenario improbable, menos aún cuando está en juego un cliente. Por eso forma parte de las reclamaciones que han girado al Gobierno -que prohíba por ley esta práctica y multe su incumplimiento- y cuya observancia exigen para no ir a los paros convocados en vísperas de Navidad -días 20, 21 y 22 de diciembre-, con el consiguiente quebranto para el abastecimiento.

Pero no es la única reivindicación. Más áreas de descanso seguras y mejor equipadas, adoptar medidas eficaces contra las 'empresas buzón', auténticos coladeros del fraude y la competencia desleal; abortar los planes enviados a Bruselas para cobrar por el uso de las autovías, «y si se hace sea para todos». El Estado recauda 19.000 millones a través del impuesto de hidrocarburos y ahora quiere meternos esto. Es de vergüenza».

Después de cargar en Tarbes, la segunda parada del día, y completar las 24 toneladas netas de latón que la empresa chatarrera Derichebourg quiere que llevemos a su planta de Barberá del Vallés (Barcelona), Carmelo arremete contra el encarecimiento del gasóleo, más del 30% desde enero, lo que en su caso se traduce en repostajes por valor de 3.500 euros al mes. «La revisión ya está aprobada pero no es de obligado cumplimiento y el cliente no te da el viaje si el aumento de precio del carburante revierte sobre él. Hasta que la factura no concrete quién ha pagado la diferencia, seguiremos igual».

El camión -un Volvo 500 FH de cinco ejes, que ha marcado en la báscula poco más de 40 toneladas- deja atrás la veintena de túneles que se abren después de Vielha y se sumerge en la DANA que sacude el norte peninsular. Carmelo exprime el freno de válvulas cuando baja una pendiente del 7%, mientras perfora la oscuridad en busca de un bar donde parar. Pero los pueblos por donde pasamos están casi vacíos: la pandemia ha obligado a muchos negocios a echar el cierre y no hay donde detenerse a tomar un café o a cenar, que es lo que el tacógrafo nos va a obligar a hacer más pronto que tarde.

La trampa de Google Maps

El mercado europeo del transporte de mercancías atraviesa un periodo de rápida innovación y la digitalización tiene una presencia cada vez mayor. «Ya no encuentras vehículos con palanca de cambios, es todo automático. «Se acabó lo de ir con la llave inglesa y apañártelas», aclara Carmelo. El salpicadero de su camión parece sacado de un laboratorio de la NASA, cuajado de lucecitas, sensores para medir la presión de las ruedas y ahorrar consumos, un GPS profesional más fiable... Todo se paga y conducir un camión exige una inversión fuerte, unos 120.000 euros, inalcanzable para los jóvenes, lo que ha llevado a extender el sistema de renting en algunas empresas.

GoogleMaps le ha salvado la vida a los transportistas, pero no discrimina entre turismos y transportes de mercancías y es fuente de sobresaltos, como cuando te lleva a una calle de ancho insuficiente o a un puente sin suficiente gálibo. «A mí ya me ha tocado quedar atascado en un pueblo y emplear dos horas en desandar un kilómetro. Menuda broma».

A la mañana siguiente, después de hacer noche en Sidamón, el Volvo se abre paso entre la lluvia con redoblados bríos, contagiado del entusiasmo de Carmelo que consiguió a última hora de la víspera amarrar un viaje desde Barberá, nuestro próximo destino, esta vez cargados de chatarra de estampación (recortes de chapa) para la acería de ArcelorMittal en Sestao. Pasamos por Cervera, el pueblo de Dani Pedrosa, y los montes de sierra del Bruc antes de descolgarnos en el cinturón industrial de Barcelona, oculta tras el Tibidabo. El tráfico se espesa, pero el camionero tiene el santo de cara y llega a su destino sin caravanas. A la entrada de la chatarrería, Carmelo, que ya es perro viejo, se mete en la báscula antes de que le digan que tenía que esperar, consiguiendo en apenas media hora deshacerse de la montaña de latón y salir por la puerta con el CMR, la carta de porte internacional, cumplimentada.

DATOS

  • 15.000 camioneros más hacen falta en España para cubrir las necesidades del sector, según un estudio de Transport Intelligence. En Europa, la demanda de profesionales asciende a 400.000, siendo especialmente acusada en Polonia y el Reino Unido 'post Brexit'.

  • 4,7% crecerá este año el mercado europeo del transporte por carretera, todavía punto y medio por debajo de los niveles prepandemia.

  • Controles Dos días a la semana se pueden conducir 10 horas y tres días hasta 9, con una parada mínima de 45 minutos que se puede partir en dos. Tanto en España como en Francia hay que hacer dos descansos de 11 horas seguidas por semana.

  • Escaso atractivo. Detrás del envejecimiento de la profesión y la falta de nuevas contrataciones, un problema que viene de atrás y que ahora la emergencia sanitaria ha exacerbado.

  • El tacógrafo Registra la velocidad, los tiempos de conducción, las paradas... En un control se revisan los últimos 28 días, pero se deben guardar los resultados de todo el año

Después de recoger la carga que llevaremos de vuelta y que un pulpo descomunal ha ido depositando en la plataforma bajo un cielo hinchado de agua, vamos a almorzar en el mismo polígono, a ver si llenamos de una vez el agujero que nos dejó la cena de la víspera y que el café cortado de hace cuatro horas no ha hecho más que agrandar. Panceta, butifarra, huevos fritos... Casi me parece escuchar cómo rechinan las arterias, pero quién sabe si podremos volver a parar.

Carmelo lee un libro en la cama de la cabina.

Carmelo va sembrando el viaje de perlas de sabiduría. Desmonta primero el mito de que la aglomeración de camiones ayude a identificar un buen restaurante: «Con la que está cayendo, la mayoría tiramos de táper o de bocadillo en la cabina». La carretera endurece y hay que espabilar. Como cuando piden medio cordero entre varios compañeros y el camarero saca siete chuletillas de palo largo y no las trece con que le ha dotado la naturaleza. «Oiga, amigo, ¿ha estado este cordero en la guerra, que lo traen mutilado?».

Por muchas que sean las dificultades, algo tiene la carretera que la convierte en un gran patio de recreo repleto de plataformas frigoríficas, basculantes, de lona, bañeras para áridos... Constan, que está rodeado de nieve en Aguilar de Campo y que va camino de Burgos con plomo para baterías, entra por la emisora. «Carmelo, ¿ya le has puesto al nuevo a Pavarotti?», se chotea. 'El Niño', como llaman al presidente de la cooperativa porque todos recuerdan cuando le llevaba su padre en el camión, hace la ruta inversa y busca con quién comer a la altura de Zaragoza. La radio escupe los puntos de la red con caravana o cortados al tráfico. Es noche cerrada cuando dejamos atrás La Rioja, envueltos en los acordes del genio de Módena, de Café Quijano, de Queen. Friends will be friends. «¿Te he contado ya que bailo sevillanas?» [Risas]. «¿Y esperas 1.228 kilómetros para decírmelo?». 

 «A un compañero le han robado 340 litros de gasóleo al parar en Lleida» .

 

La situación a este lado de los Pirineos, por el contrario, deja mucho que desear, sobre todo en lo relativo a la seguridad,.

Carmelo está enamorado de las áreas de servicio francesas. Y eso a pesar de que un paquete de Marlboro cueste tres veces más que en España, se come peor -«y tiene delito estando rodeados de granjas de foie gras», bufa-, y que la última vez que le cambiaron allí una rueda le cobraron 1.800 euros por una Michelin frente a los 500 que él acostumbra a apoquinar. «Tienen duchas, las puedes encontrar cada veinte kilómetros, están bien cuidadas y, sobre todo, vigiladas».

La situación a este lado de los Pirineos, por el contrario, deja mucho que desear, sobre todo en lo relativo a la seguridad, una de las principales demandas que han dirigido a la Administración y que constituyen una de las principales reclamaciones en el escenario de paros que se vislumbra para la segunda quincena de diciembre. «Hay paradas en la costa mediterránea o en Madrid que son territorio de la delincuencia organizada», lamenta.

En tiempos de carestía, el camionero lleva consigo un botín, el combustible, por el que muchos están dispuestos a cometer auténticas tropelías. «Se ha extendido el método de introducir un spray anestesiante por el tubo de admisión del calefactor, que te deja grogui». Hace un mes, a un compañero suyo le salió cara la parada de rigor en Lleida para descargar. «Le robaron 340 litros de gasóleo, el equivalente de 17 garrafas de 20 litros cada una. Le dejaron seco. Y encima no bajes porque pueden pasar dos cosas: que te inflen a palos ellos, o que te defiendas y entonces te conviertas tú en el malo».

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